Capitulo XIX
Menma
Alrededor se palpaba un ambiente irreal, difuso, y solo estaba él que me miraba ocasionalmente esperando que rompiera el silencio, o eso parecía.
-¿Te sientes mejor?- preguntó mientras la morena bebía un poco de agua, ella apretó sus pequeñas y escuálidas manos alrededor del pequeño contenedor de madera que parecía hecho por elfos o duendes, con muchos detalles de flores y ramas
- me siento mareada y no veo a mi caballo por ningún lado- entre cerro sus ojos y suspiro antes de darle otro sorbo
-¿Cómo llegaste hasta aquí?- preguntó el ojiazul entre curioso y preocupado
-No lo sé, creo que algún tipo de animal asustó a mi caballo- suspira -todo se volvió difuso y recuerdo haber caído en un tipo de precipicio y no se más. El ambiente se adornaba de una hermosa vista frente a un lago que por el sol parecía de un oro líquido, los pequeños pececitos brincando hacían que las gotitas bailaran alrededor regalando un espectáculo simplemente mágico, difícil de explicar.
-ya veo- la miró dubitativo mientras le extendía un pedazo de fruta a la pelinegra quien después de mirar por un momento sus manos la tomó, levanto su vista hacia él y se miraron por un largo momento, Sarada tragó saliva nerviosa y sonrojada, si bien el hombre que tenía enfrente era un completo desconocido no parecía un vagabundo, a pesar de sus ropas algo improvisadas y sus botas marrón de piel tenía un aire sumamente poderoso y su voz profunda lograban hacer temblar sus piernas, su mirada le atraían de sobremanera, él por su parte la miró sin expresión bajo un silencio que podía escucharse, si eso era posible, es como si la energía chocara entre los dos y emitiera un chasquido imperceptible.
El ojiazul suspiró nuevamente, ligeramente incomodo -Hace tiempo que no hablo con alguien…- hizo un silencio largo - bueno, con algún desconocido y me sorprendió verte entre los arbustos, te veías bastante cómoda durmiendo ahí pero por lo que me dices fue una noche bastante trágica- muerde la fruta color melocoton haciendo que el jugo se deslizara por sus comisuras- ¿crees que te estén buscando?
Lo más seguro es que lleven buscándome toda la noche - dijo mientras las emociones guardadas comenzaban a colarse por sus ojos, se cubrió el rostro con ambas manos avergonzada y sollozó, fuera de sí, recordando la plática que escucho a escondidas, recordando a su mamá quien a pesar de lo que sucedió era su lugar seguro, seguía siendo una niña después de todo y ya se había cansado de parecer una mujer segura y madura como su madre solía referirse a ella.
-Estarás bien…- dijo para calmarla sin saber cómo reaccionar y sin creer sus propias palabras, ella levanto la vista con sus ojos acuosos y lo miró cuando él le regalaba una amplia sonrisa, dejando de lado su semblante preocupado, Sarada sintió su corazón salirse de su pecho, nunca había sentido nada igual en su vida, y estas emociones la estaban abrumando, sus ojos azules brillaban al par del lago que parecía competir con él con su brillo y esplendor.
Las hojas del arbol que les servía de sombra comenzaban a rosar el agua frente a ellos, en un compás suave y terso, como si invitara al rio a bailar con él, ambos lo miraban embelesados.
-Creo que es hora de movernos- sentenció el rubio mientras se ponía de pie rompiendo el ambiente que Sarada percibía como romántico y mágico a la vez, sin mirar a la chica comenzó a levantar las cosas que cargaba consigo, el vasito curioso que le tendió, un pequeño cuchillo con el que cortó la fruta, la pelinegra lo miraba atenta, embelesada por su perfil irreal marcado por su mandíbula ruda y cuadrada. El rubio si bien se daba cuenta del escrutinio preferia no darle importancia -¿Crees que puedas caminar?- preguntó sin mirarla, sabía que ella estaba atenta a todos sus movimientos y no quería hacer la situación incómoda.
-Creo que sí- hizo intento de ponerse de pie tambaleándose un poco, se sacudió sus ropas y se sintió fuera de lugar con sus ropas elegantes y sucias -¿Puedo saber tu nombre?- preguntó cuando finalmente lograba dar pasos firmes
La miró por un segundo dudoso y carraspeó -Puedes llamarme Menma- soltó restandole importancia haciendo una breve sonrisa antes de comenzar su camino -dime si necesitas ayuda- agregó sin mirar atrás sabiendo que la pelinegra venia siguiéndolo.
-Yo me llamo Sarada, por si querías saber- agregó sintiéndose ofendida, el rubio solo levanto una mano en señal de asentimiento.
El camino resulto ser de lo más extraño, no parecía haber más personas o casas cerca, pero si una cantidad extraña de plantas desconocidas, hongos del tamaño de un perro, arboles gigantes que parecían tener rostros, enormes espigas que se elevaban muy por encima de ella y Menma, el sentimiento de aventura continuamente reemplazaba la preocupación que sentía por sus padres con más frecuencia de lo que esperaba, su cuerpo no dolía en absoluto, y eso la confundía aún más.
-¿A donde vamos exactamente?- pregunto como si recientemente se hubiera enterado que iba siguiendo a un completo extraño
-Te llevaré con alguien que puede ayudarte a volver a casa, si él no puede entonces…-guardó silencio -tendremos que esperar a que alguien te encuentre a ti- soltó finalmente como sabiendo que su respuesta no era lo que ella esperaba oír.
-Pero…- caminó más aprisa esperando ver en su rostro una expresión que le diera alivio pero su seriedad le indicaba que algo no estaba bien.
-Menma… tú- susurró deteniendose en seco -¿tú puedes ayudarme, no es así?- suspiró y la miró seriamente analizando en esos ojos negros como penumbra que sostenian un brillo de esperanza, hacia mucho no sentía las emociones que se empezaban a acomodar en su cerebro, como si por muchos años hubiera estado abandonado de sentimientos.
-Encontraré la forma de sacarte de aquí si me es posible…- apretó la mandíbula y el silencio les acompaño por un momento
-Pero…- susurró confundida- solo tenemos que encontrar el caballo y el camino- tomó su antebrazo con angustia mirandolo con ojos desesperados -¿verdad?- se giró a ella contrastando su angustia con una mirada tranqulizadora
-estaras bien- se soltó suavemente de su agarre y siguió caminando
Siguieron caminando por unos cuantos minutos hasta que apareció un claro de agua muy estrecho pero profundo con agua tan cristalina que parecía que los pececillo de colores flotaban en la nada, mas adelante se erguía con mucho esfuerzo una cabañita tan curiosa como bonita, siguió al desconocido brincando las piedras que sobresalian del agua para cruzar, el parecía que solamente caminaba sobre ellas sin mayor esfuerzo, mirandolo por detrás se daba cuenta que la forma de su cuerpo no era de un jovencito a pesar de que sus facciones le hicieran pensar lo contrario, sus anchos hombros se marcaban con cada pisada y su estatura le llevaba un par de cabezas.
La pelinegra dio un último salto para alcanzar las grandes zancadas de su acompañante que parecía sumergido en un gran silencio extrañamente cómodo
-No me gustaría ser grosera pero…- agarró aire -creo que mis padres deben estar buscándome ahora mismo
-lo sé, no te asustes- siguió caminando -no pienso secuestrarte o algo así- ella sabía que decía la verdad -hay algo que debo decirte antes de buscar a tus padres - entró a su cabaña dejando la puerta abierta para que le siguiera, lo observó dejar sus pertenencias en un pequeño recibidor que contaba con un pequeño tapete y una mesita- siéntate..-agregó sin interrumpir su rutina -donde encuentres lugar- agregó recordando que nunca antes había tenido visitas. Sarada por su parte inspeccionaba el lugar detenidamente buscando algo de información que le dijera quien era esta persona hermitaña y a que se dedicaba pero terminaba perdiéndose en sus grandes brazos marcados por venas, ligeramente húmedos por una ligera capa de sudor que solo brillaba cuando la luz se reflejaba, la pequeña mujercita se dio cuenta que nunca antes le había prestado atención a nadie como lo hacía con él.
Encontró un pequeño banquito cerca de la ventana y ahí se acomodó tímidamente sin perderlo de vista mientras se dirigía a una pequeña estufa de leña que estaba a unos cuantos pasos de distancia.
-¿Té?- preguntó mirándola por primera vez desde que entraron a la cabaña -Sarada se sintió atrapada en su escrutinio que su pálido rostro se tornó rojo como una cereza en menos de un segundo, cosa que no pasó desapercibida por el rubio, ella sin pronunciar palabra asintió efusivamente.
-bueno…- dijo soltando un suspiró mientras le extendía la taza caliente- no tiene caso seguir con tanto misterio- agarró aire mientras se sentaba cerca de ella, sonrió melancólico, cosa que le extraño a la pelinegra que si bien no tenia mucho de conocerlo se había acostumbrado a su sonrisa encantadora y tranquilizante. -Sarada ¿no es así?- la miró asentir confundida -no sé si te hayas dado cuenta pero el lugar donde estas es un poco diferente al exterior…- la pelinegra recordó el rio de plata y los árboles misteriosos…
-¿exterior?- preguntó confundida consciente de que no estaban en una cueva o algún lugar cerrado
-así es como yo le digo- musito desviando la mirada -al mundo de donde vienes-
-estoy un poco confundida- pronunció añadiendo una risa nerviosa
-Sarada estas en la Zona Cero- la miro serio y expectante por primera vez, y sí, la Zona Cero parecía un invento para que nadie se acercara a la frontera a iniciar guerras y era bien conocida por los lugareños de las cuatro naciones, contada a sus hijos desde pequeños
-eso es un cuento- se río nerviosa mientras empuñaba sus ropas inconscientemente -todos saben que no existe- agregó convenciéndose a si misma de que ahora mismo estaba soñando. El sonido de pisadas y la voz de una mujer la alertó cuando giró en dirección a la puerta notó una figura robusta y verde que entraba confiadamente por la puerta, fue su ultimo recuerdo antes de desvanecerse
El ojiazul la sostuvo de los brazos antes de que se desvaneciera nuevamente, la miró entre sus brazos, una niña pequeña, de cabello y ojos negros como la más oscura de las noches, pero sus facciones delicadas y sus pequeñas pecas imperceptibles le creaban una confusión bastante perturbadora, sentía que no era la primera vez que la veía, y en sus brazos encontraba la antigua sensación de seguridad que quizá alguna vez llegó a sentir, tenía que sacarla de ahí, eso le estaba incomodando enormemente.
La pequeña abrió los ojos bajo un profundo suspiro, el aroma a canela y vainilla llenó de golpe sus pulmones esparciendo una calidez muy necesaria para su cuerpo
-Abrió los ojos- escuchó a lo lejos
-Puedes dejarnos a solas, tengo que hablar con ella y no creo que verte ayude a que se tranquilicé- susurró la voz gruesa- sin ofender- a pesar de intentar enfocar su vista se nublaba, quería ver con quien hablaba Menma pero cuando finalmente logro vislumbrar los ojos azules frente a ella atraparon su mirada y no se percibía alguien más en la pequeña casita.
-Menma…- susurró -¿con quién hablabas?- tragó con dificultad mientras tomaba entre sus manos el pequeño cuenco con un bollo que le ofrecían, su acompañante se sentó junto a ella en el banquito que ella usara antes, mientras buscaba las palabras adecuadas, un tercer desmayo no le vendría nada bien a la pequeña pelinegra.
-Tenia casi tu edad cuando llegue aquí- lo vio acomodar sus manos en modo reflexivo, se notaba que hacia un gran esfuerzo por encontrar las palabras adecuadas -yo… no recuerdo mi vida antes de aquí, algunas cosas del mundo exterior las recuerdo por sueños, paisajes de hielo y un frio que quemaba a morir pero por extraño que parezca, a pesar de eso, siento mucha paz cuando despierto después de soñar con aquellos escenarios.
-el norte…- susurró la ojinegra recordando lo ultimo que hablaron y a la mujer cara de sapo que vio entrar, un sudor frio se esparció por su espalda
-perdí la esperanza de regresar cuando supe que estaba atrapado en una especia de burbuja, creo que fue gracias a que mis recuerdos fueron bloqueados o borrados que he podido vivir tranquilamente aquí, pero constantemente siento que algo me falta, algo que dejé incompleto… es extraño- sonrió cabizbajo
Sarada estaba sumamente perturbada por sus palabras pero sentía tanta calidez con aquel hombre pues su presencia le recordaba a las tardes con su madre en el jardín mirando el atardecer que, estos recuerdos entrelazados al ahora le daban la ilusión de que podía confiar en él.
-Bueno… -carraspeo -te digo esto porque quiero que entiendas algo- la mira dejándola sin aire -necesité ayuda para sobrevivir aquí- mira hacia la puerta y luego la mira a ella, no te asustes de nuevo porfavor, toma su pequeña mano entre las suyas y la acaricia paternalmente, gesto que la pelinegra no podía sentir como tal, estaba segura que si el amor existía esto era lo más cercano a ello y un sonrojo no tardo en aparecer para después esfumarse tan pronto como llegó al ver a la mujer cara de sapo acercarse.
La anciana se acerca a la cama con pasos lentos y curiosos- bueno Menma, yo creo que es parte de tu destino haberte encontrado con ella- le mueve el cabello gentilmente -es muy mona- Naruto la mira en la cama preocupado -Ha pasado por mucho en muy poco tiempo…- se pone de pie -quizá es momento de volver- agrega la anfibia, hablaban como si la invitada fuera repentinamente invisible.
-tu sabes lo que eso significa y lo siento, pero no- resopla caminando de un lado a otro.
-yo sé que te asusta lo que puedas encontrar y que todo pueda parecerte desconocido pero la llegada de otro humano aquí no es una buena señal y tienes que estar preparado para lo que pueda pasar, ¿lo sabes?- pregunta mirándolo fijamente mientras el ojiazul detiene su andar
El sentimiento que comenzaba a formarse en su interior era desconocido e incómodo, las palabras de la mujer no dejaban de resonar en su mente
-No logramos sacarte de aquí Menma, pero también presentimos que una parte de ti buscaba refugio y buscaba seguridad y paz, pero ahora no tienes opción-
El rubio la miró con los ojos aterrorizados
-Tú sabes que somos nosotros quienes creamos este lugar y ahora solo yo puedo destruirlo-
-encontraré otra forma…- el ojiazul trago con dificultad
-ahora no eres solamente tu- miró a la niña dormida profundamente, él sabía que tenían razón…
-¿Cómo pudo suceder esto?- pregunto bajando la cabeza en señal de frustración tomándola con ambas manos y despeinando el ya desaliñado cabello rubio
-Probablemente hay algo que está llamándote a regresar- pronuncio amablemente la mujer acariciando sus cabellos ya hechos un lio.
-sigo aquí- pronuncio la pequeña levantando la mano temblorosa
Menma había intentado con todas sus fuerzas parecer tranquilo para no asustar a la niña pero él sabía que algo fuera no estaba bien y no estaba seguro de querer ir a averiguarlo.
-No sé que es lo que me espera afuera…- murmuró
-Nunca fuiste un hombre que pareciera sentir miedo- respondió la anciana.
-No recuerdo nada y no sé que pasara si llego a recordar- suspiró -algo, ¿después de tanto tiempo que caso tendría?- miró a su interlocutor que miraba despreocupadamente la caída de la noche
-después de lo que has pasado será difícil acostumbrarte al mundo que dejaste, no te voy a mentir cualquiera en tu lugar fácilmente quedaría chiflado- se carcajeo
-no le encuentro la gracia- agregó molesto
-el tiempo aquí te han hecho muy duro y poco sensible Menma- añadió resoplando - te aconsejo que recuerdes quien eras cuando nos viste por primera vez-
-no tengo la más mínima idea de quien era…- añade cabizbajo
-lo sé- se ríe -quizá debas olvidar todo nuevamente y volver a comenzar…
-Cambio de planes- vociferó un hombre de piel pálida y cabello dorado- en sus ojos color bosque se lograba leer una determinación pocas veces vista en cualquier hombre del sur, haciéndoles recordar a los antiguos guerreros del norte que fueron temidos durante décadas
-mi príncipe- se arrodilló frente a el su cuadrilla esperando instrucciones- encontramos el caballo pero ella no esta-
-nos dirigiremos a la frontera, mi padre se encargara de la zona cerca de los bosques-
-tengo una nota para usted- se acercó un hombre delgaducho y le entregó un sobre con el sello real -la acaban de enviar-
El alto y robusto personaje abrió sin cuidado el sobre leyendo lo que más temía
-mamá…- susurró, no le sorprendía pero tampoco le agradaba enterarse que no solo su hermana estaba perdida ahora su madre se exponía en tiempo de guerra, arrugó el sobre y lo lanzó al fuego, guardó el contenido de la nota para si, que alguien más se enterara que toda la realeza del sur anda perdida por doquier significaría una desventaja para todo el reino, si bien la noticia le inquietaba sabía que su madre sabía cuidarse mejor que toda su cuadrilla a diferencia de su hermana con a penas 15 años no sabía ni como vestirse sola.
-Levanten el campamento, nos dirigiremos a la frontera inmediatamente- pronunció indiferente y calculador mientras miraba entre los árboles el camino que les aguardaba y el peligro al que estaba ahora expuesto.
Han pasado 4 años desde la última vez que actualice esta historia y volver a leer los reviews me hizo llorar, recordando a la mujer que era cuando empecé a escribir y a la mujer en que me convertí, después de tanto ir y venir, después de crisis tras crisis me he preguntado constantemente que quiere la vida de mí, porque me tocó vivir lo que viví y me perdí por tanto tiempo, pasando por depresión y ansiedad y por sostenerme cuerda, han sido tantas cosas y ahora no se si quiero recobrar a la persona que era si no ser quien no pude ser en ese momento, no sé si alguno de mis lectores siga por aquí después de tanto tiempo pero este capítulo si bien lo siento muy oxidado para un regreso significa volver un poco a mí, tuve que leer la historia muchas veces para tomar el hilo, mi memoria y no es la de antes pero quiero continuar
Aunque es muy probable que ya no puedan estar por aquí muchas gracias por sus reviews, los llevo en mi corazón 3
Ynataruizg
Liacc993
St3rfire-serafina
Joanaygarcia
Adrit126
Niss386
Mayleth
Kuronuma802
Merry Beaker Fractale
Valaltini
Seishes
Break Blade
Marisa Heartfilia
