Una ventana a un mundo maravilloso
Capítulo 1
Irrealidades conectadas
Alguien cae a su derecha, no importa, ese ya está muerto. Sujeta con firmeza la empuñadura de su espada mientras la levanta lleno de ira. Va acabar con su próximo objetivo. Los cabellos de su contrincante se tiñen de rojo, pues la espada golpea en la cabeza destruyendo el casco, partiéndole el cráneo. Es como si fuera en cámara lenta ya que puede sentir como la espada destruye la armadura, la carne y los huesos; la espada baja despedazando el rostro por lo que parte de la cara sale volando, no toca el cuello, pero si choca con la armadura y tras acabarla siguen la clavícula y después las costillas en una línea curva, destruyendo un pulmón, el corazón, parte del estómago. La espada sale por un costado topándose con el brazo el cual cercena también por lo que la mano sale volando frenética, a diferencia del resto que cae pesadamente.
Y la sangre vuela en todas direcciones, mientras él siente asco por el inmundo líquido que está manchando su reino. Aun así, la satisfacción se escapa de sus labios, ya acabado con otro, este es el fin del caballero divino del cisne.
-¡Doctor Kido!
El peliverde ha perdido el equilibrio, se había quedado dormido en una silla y completamente sin control se va contra el suelo.
-Perdón, doctor. –Dice la enfermera que intenta ayudarle a levantarse.
Shun se lo impide, intenta esconder su rostro porque un par de lágrimas se le están escapando por el horror de aquella visión de Hyoga completamente destruido. Así que se levanta mientras respira profundo para calmarse.
-¿Qué pasa?
Pero la enfermera no contesta, se ha dado cuenta de su estado alterado.
-Bueno ¿me vas a decir cuál es la urgencia?
-Perdón. –Dice tímidamente, desviando la mirada toda sonrojada. Por su parte Shun hizo el esfuerzo de no rodar los ojos fastidiado, la joven mujer está completamente encandilada con él y es muy notorio el sonrojo de sus mejillas. –hay …hubo… un… hubo un accidente automovilístico. Parece que fueron varios autos y ya están trayendo a los heridos.
-Preparen todo, voy a lavarme la cara para despertarme. Era una noche tan tranquila que me dormí.
Lo cierto es que no lo dijo por eso. Necesita un momento para reponerse, aquella imagen lo está atormentando, pero no pudo tener ese silencio que necesitaba.
-¿Shun?
Escucha una voz, apenas como un susurro, pues se está comunicando con él telepáticamente, las lágrimas se forman de inmediato en los ojos esmeraldas, así como un nudo en la garganta, el simple hecho de escuchar su cosmos ha revivido las sensaciones de aquel sueño. Con mucho trabajo, haciendo uso de todo su autocontrol contesta.
-Perdón estoy ocupado.
Mientras se seca el rostro siente vergüenza, la pesadilla fue tan intensa que elevó su cosmos y él a pesar de estar lejos se dio cuenta. Debió percibir su angustia para que telepáticamente se comunicara.
A pesar de haber despertado, todas las sensaciones de esa pesadilla siguen presentes. Ya había soñado con la espada de Hades en sus manos. En su pesadilla, siempre es a Seiya a quien atraviesa. Es la primera vez, que es a Hyoga a quien asesina.
De inmediato se corrige, hubo alguien primero. No lo alcanzo a ver con claridad, es un manchón negro. De largo cabello negro.
Mueve la cabeza negando, no es momento de estar pensando en malos sueños que son sólo eso. Por lo que se apresura a lavarse diciéndose así mismo todos los pasos de manera rigurosa, como si estuviera en un examen, para atraer a su mente al presente y alejarla de las pesadillas.
Entran los paramédicos con el primer paciente, un doctor lo recibe y da instrucciones para mandarlo con Shun, sin embargo, al hacer esto, mira al peliverde y Shun sabe lo que significa, con solo verla el doctor encargado del turno supo que no se salvaría.
Shun es demasiado joven, está empezando en esto, así que este tipo de pacientes son los que le mandan cuando hay varios heridos, el doctor principal y con más experiencia se queda con los que tienen posibilidad.
Aun así, tiene que hacer todo cuanto está en sus manos, se prepara, y la paciente es introducida en el cubículo. Se trataba de una niña, tenía múltiples traumas y era sorprendente que hubiera llegado con vida.
Iba a empezar cuando ella abrió los ojos y lo miró muy intensamente, tanto que Shun se sintió atravesado por esa mirada, como si viera a través de él y descubriera su alma.
-¡Eres la muerte! –Le dijo en un grito mientras su rostro se llenó de terror, de inmediato los aparatos sonaron avisando del paro cardiaco. Sus ojos se quedaron abiertos con esa expresión de horror, mientras que Shun y el personal, frenéticos trataban de resucitarla.
-.-.-.-.-
Había amanecido, y Shun se encontraba cabizbajo sentado en una banca frente a los lockers del personal. Entre su pesadilla, las palabras de esa niña y el que ningún paciente se salvó, habían acabado con su salud mental.
Otros dos doctores entraron, un viejo león, el líder de urgencias, que había nombrado a Shun como cachorro raro, mientras que, al otro, por ser de la misma generación de Shun, lo nombró cachorro impertinente.
Al parecer ninguno de los dos había notado su presencia.
-Odio las noches como esta. –Declaro el viejo doctor. –Empiezan tranquilas y se mantienen así hasta que la mente te traiciona y fantasea con la paz, entonces llegan los pacientes y no importa lo que hagas ves morir uno tras otro.
-Esta noche fue tan horrenda que uno de los pacientes vio a la muerte en Kido.
-¿Qué tontería es esa?
-No son tonterías, los enfermeros que escucharon a la paciente de Kido quedaron aterrados, no sólo por lo que dijo, sino por la cara de terror con la que se fue. Y después de esa declaración se nos empezaron a morir los demás.
Justo en ese instante el viejo doctor notó que el peliverde estaba allí. No así el otro que seguía hablando.
-Y no cabe duda que hoy recolecto almas, no solo en nuestro quirófano de urgencias, dicen que varios pacientes internados murieron también. -Por la cara del viejo doctor supo que Shun estaba allí. -Ah, Kido, que haces allí, todo silencioso como la muerte. -Esa última palabra iba cargada de ironía.
El viejo doctor lo fulminó con la mirada. -¡Cachorro impertinente! -Lo reprendió el doctor. Era obvio que esa noche tan desastrosa había acabado con la salud mental de Shun, como la de varios en el hospital. -Ellos estuvieron en un accidente aparatoso. No había nada que se pueda hacer cuando pasan cosas así.
-¿Nuestros pacientes, pero y los otros? -Insistió aquel.
Shun permanecía en silencio, observando a aquel doctor, que se mostraba molesto consigo mismo por no ser capaz de responder algo sensato. Fue una noche extremadamente rara, todos están espantados porque nunca habían tenido tantos muertos en tan pocas horas.
-Si esas cosas te espantan te equivocaste de carrera. -Le dijo.
-Quizás, me alegro de no ser Kido. No podría dormir pensando que soy la muerte.
Aquel tomó sus cosas y se fue. El viejo doctor no podía creerlo.
Shun suspiró. -Me odia desde la facultad. -Explicó.
El doctor se recargó en una pared meditando. A nadie le pasaba desapercibido que el personal femenino se desvivía por Shun. Se quedaban absortas contemplándolo y hasta se les olvidaba que estaban haciendo.
Las solteras, fantaseaban con su matrimonio; las casadas con el divorcio y nuevas nupcias. Su encanto no solo afectaba a las jóvenes, señoras mayores se sonrojaban y sonreían, cambaban su carácter de agrio y mandón a uno de completa obediencia.
A diario había accidentes de mujeres que chocaban por estar atentas a él y no en el camino.
-Que mala suerte tienes, te ganas el odio de los frustrados sin merecerlo. Es la maldición que acompaña a tu guapura.
-.-.-.-.-
Shun salió cabizbajo. Miraba más sus tenis, que la propia calle, mientras que con ambas manos sostenía la correa de su mochila bandolera. Era la imagen de un hombre sin esperanza alguna. Entonces, sintió una presencia y levanto la vista, fue cuando vio que un joven en sudadera negra, que recargado en una motocicleta lo miraba con curiosidad. Traía la capucha puesta, por lo que el dorado de sus cabellos era más notorio. Hyoga lo estaba esperando. Debió suponer que vendría, se dio cuenta de su pesadilla y después de que se comunicó por telepatía, no le explico nada. Sin embargo, tras verlo allí parado, aunque intento reprimir las ganas de llorar no pudo. Tuvo que correr a abrazarlo
Se siente tan feliz por tener a Hyoga en brazos y que por fin el sueño horrible se ha vuelto sólo eso, un sueño que se desvanece al despertar.
-¿Tan horrible estuvo el trabajo? –Pregunto extrañado, por lo general, Shun ya no permite que lo consuelen.
El peliverde no contestó, sentía una extraña felicidad y alivio. Desde esa pesadilla ha estado mal y angustiado. Como si no pudiera distinguir el sueño de la realidad. La expresión en el rostro de la niña, solo sirvió para confirmarle que él es el recipiente de Hades y que es capaz de hacer tanto daño como en su sueño.
-Anda te llevare a casa. –Le dice el ruso revolviéndole los cabellos.
Esas palabras hacen reaccionar a Shun. ¿Qué está haciendo? Suelta al rubio bruscamente, un nudo se le forma en la garganta, no puede hablar ni mirarlo a los ojos. Esta avergonzado consigo mismo. Acaso no ha crecido nada desde ese día.
Hyoga lo miro con ternura, sabiendo todo lo que Shun se está reprochando. Tomó la mano del joven y se la llevo a la frente.
-Eh. -dijo extrañado. -¿Acaso te sientes mal?
-¿Tengo fiebre?
-Claro que no.
-Ah, qué bueno que no tengo gripa.
Shun se sorprendió, entendiendo lo que le quería decir. La última vez que el rubio se enfermó, cayó en cama por la fiebre y él pasó la noche cuidándolo. Entonces, por qué se reprocha que este le preste atención. ¿Acaso no cuida de Hyoga cada que este tiene un problema? Por qué le molesta que le retribuyan.
-Habrá que pasar al supermercado, conociéndote no hay nada en tu alacena. -Hyoga no esperó respuesta, le entregó el casco y lo dejo lidiar con sus pensamientos.
-.-.-.-.-
En el departamento de Shun. Hyoga está preparando el almuerzo y Shun sobre una silla, recargando los codos en la encimera y sosteniendo con ambas manos su pesada cabeza se dedica a contemplarlo. No entendía por qué, pero se sentía fascinado con verlo, como si hubiera pasado años lejos de él. Como si lo hubiera perdido y de pronto lo hubiera recuperado.
-Y bien, ¿en algún momento me vas a contar que pasó? –Preguntaba el ruso, mientras ponía el huevo batido en una sartén cuadrada para hacer los rollitos de huevo.
Fastidiado por ser interrogado Shun se estiró y se recostó en la encimera con los brazos cruzados usándolos de almohada. Se sentía derrotado así que siguió en su contemplación, el ruso con los palillos, formaba el rollo sin dificultad alguna, tras acomodar lo que ya estaba hecho, puso más huevo en el sartén para hacer más grande el rollo. Esto hizo sonreír a Shun, recordando que, en la niñez, Hyoga lloraba por no saber usar los palillos y no poder comer. Ahora en cambio cocina como todo un japonés.
El rubio desmontó el rollo de huevo, y se puso hacer la sopa de miso, en una ollita con agua caliente, puso la hueva de pescado y el miso (fermentado de soya) luego lo batió con los palillos. Al terminar procedió a cortar el rollo. Como ahora Hyoga está junto a él, trabajando en la encimera, el ruso le lanzo una miradita interrogadora.
-¿Crees que soy masoquista? –Preguntó por fin el peliverde.
-Firmemente, te encanta sufrir. –Dijo y abrió la arrocera.
-¡Hyoga!
-Pues es la verdad. –Tomó dos platitos y sirvió el arroz.
Shun se balaceó de izquierda a derecha sopesando lo que había escuchado. Mientras Hyoga colocaba el ohju (bolitas de harina) en los platos para después llenarlos con la sopa de miso.
-¿Por qué demonios estudie medicina? y lo peor, ¿cómo se me ocurrió especializarme en urgencias?
-Porque urgenciologo te pareció más cool que urólogo. –Dijo Hyoga con humor.
-Creo que prefiero urología a una noche como esta.
Hyoga sacó del horno el salmón, y sirvió el desayuno, acomodo el arroz, un poco de otsukemono, el salmón con alga nori, la sopa miso, el tamago yaki (el rollo de huevo) y nato.
Shun lo miró todo, la verdad no quería desayunar, porque sentía el estómago comprimido por las emociones de la noche, desgraciadamente hace mucho pasó el momento de decir que no quiere nada. Así que al principio estuvo picoteando la comida a ver si se le abría el apetito, pero no lo logró, por lo que comer fue una obra de voluntad.
Momentos después Hyoga iba a lavar los trastes, pero Shun lo detuvo, para hacerlo él. Mientras los enjabonaba le contó, sobre la rara noche que paso, sobre la niña que vio a la muerte en él, y como se fueron muriendo varios pacientes esa noche.
Hyoga lo miró con asombro, como si no creyera lo que había escuchado, como si Shun le estuviera jugando una broma de muy mal gusto.
-¿Y por qué sentí tu cosmos?
-Porque tuve una pesadilla y lo encendí por accidente.
-Como no ibas a tener pesadillas después de eso. –Hyoga sabía que las palabras de la niña afectaban a Shun, después de la batalla contra Hades, sentía la presencia del dios todo el tiempo, hubo noches en que Ikki pasaba horas calmándolo, porque decía que lo escuchaba y por momentos tenía recuerdos que no eran suyos y que afloraban con cualquier detonante.
Saori les explicó que al tener las mentes mezcladas recuerdos de Hades se quedaron en él y por eso tenía esas visiones. Visiones que nunca contó pero que lo aterraban.
-No, la pesadilla la tuve antes, me desperté asustado y para rematar se llenó la sala de urgencias con los pacientes del accidente automovilístico.
-¿Qué soñaste?
Shun reflexionó un momento, no quería contarlo. –Tenía en mis manos la espada de Hades. –Dijo un poco cortante. Técnicamente no estaba mintiendo.
Hyoga bajo la mirada, suponiendo que era la pesadilla donde Shun se veía como Hades y atravesaba a Seiya. Ese sueño era demasiado recurrente, aunque han pasado años, una y otra vez se repite en la mente del peliverde.
Un bostezo se le escapó al rubio, que acababa de secar los platos.
-¿Vas a regresar a tu departamento?
-Si no te molesta prefiero quedarme a dormir aquí.
Shun sonrió feliz, no quiere que se vaya. –Quédate con la cama y yo con el sofá. –Pero Hyoga movió la cabeza en negativa. –Créeme, después ser confundido con la muerte, no puedo dormir, prefiero la sala para ver la televisión.
-Bueno, siendo así. -Dijo inclinando el cuello hacia la derecha mientras se sobaba. Era evidente que el rubio estaba cansado de haber trabajado toda la noche en el bar.
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Sangre, armaduras rotas, pedazos de lo que una vez fueron caballeros. Una sensación fría y otra hirviente. ambas increíblemente poderosas. Uno, es un cosmos helado que está sellando sus movimientos. Las lágrimas se agolpan en sus ojos, es igual a las doce casas, ese níveo cosmos se está despidiendo. El otro, el del fuego, está recargado en su pecho. Si baja la mirada la peor de sus visiones se hará realidad.
Y de pronto un golpe, al querer huir de semejante sueño, Shun se ha caído del sofá y se ha golpeado contra el suelo. Pero no se levanta, se hace ovillo llorando, si bajaba la mirada, quizás habría visto unos cabellos azules y ensangrentados.
Se concentra en su respiración, buscando calmarse, hacía mucho que no tenía un episodio de estos. En cuanto siente un poco de fuerzas se levanta y va a la habitación en busca de Hyoga, pero el ruso no está.
Las lágrimas se le escapan a Shun, en cierta manera esta aliviado de que Hyoga no este, no quiere que él las vea, no quiere dar otro numerito como el que hizo cuando lo recogió en el hospital. Se prometió que se volvería fuerte.
Pero a pesar de que han pasado los años, está igual que aquel día en el que Seiya se fue.
Aún tiene vivido ese recuerdo, cuando se dieron cuenta que el moribundo Seiya no se encontraba en su cama, que se había marchado sin decir adiós, de inmediato todos salieron a buscarlo, hasta Ikki. Sólo Hyoga se detuvo en el umbral, meditando, finalmente regresó sobre sus pasos y se quedó en la mansión para cuidar de él.
Seiya estaba muy mal físicamente, su alma y su cuerpo ya no conectaban por la maldición de Hades que insistía en arrancarla y destruirla. Eso no solo afecto su cosmos, también su salud, se volvió débil y enfermizo. Su corazón no latía con normalidad y se sentía tan cansado que le costaba mantenerse despierto.
Y un día, simplemente se fue.
Cuando se dieron cuenta que se había marchado a escondidas, Shiryu e Ikki, salieron a buscarlo, pero Hyoga se quedó en el umbral meditando.
En ese momento, Shun no pudo dar ni un paso, no veía la línea divisoria entre él y Hades. De nada le servían los consuelos de Saori, que intentaban convencerlo de que ya no podía ser poseído otra vez. Como creerle, si el alma de Poseidón se haya sellada en la vasija, y aun así pudo poseer a Julián para mandarles las armaduras doradas.
Incluso los recuerdos de la batalla están completamente distorsionados, todo lo recuerda desde la perspectiva de Hades. Lo que no tiene ningún sentido, ya que si Hades ya no estaba dentro de él ¿por qué sus memorias de esa batalla son desde él? ¿Como es que puede contemplarse así mismo junto a sus compañeros y al mismo tiempo sostener la espada?
Se quedo llorando, sintiéndose culpable por herir a Seiya.
Por eso Hyoga se quedó en el umbral, meditando. Para él, sus dos amigos eran estrellas que se apagaban y en ese momento se decidió por la más herida y débil, aquella que iba a colapsar si nadie la sostenía.
Por eso volvió sobre sus pasos y se quedó cuidándolo.
El sonido de alguien entrando al apartamento llamó su atención. Allí estaba Hyoga, con una mano sostenía unas bolsas, con la otra las llaves y precariamente sujetaba el celular en su hombro y rostro.
-Ya te dije mamá, no voy a ir a trabajar hoy. No tengo por qué darte expli…
Hyoga no terminó la frase, contemplaba a Shun y sus ojos llorosos, por lo que su rostro pasó de una expresión de fastidio a una de preocupación.
Shun sintió que era como aquel día, en que Hyoga se quedó a su lado para cuidarlo.
Seiya se marchó, tiempo después Shiryu e Ikki también tomaron camino y poco a poco se alejaron. Sonrió con tristeza y tomo el celular del rubio.
-Tuve una noche horrible en el trabajo. -Le explicó a la persona del otro lado de la línea. -Hyoga se va a quedar conmigo a cuidarme y a mimarme.
Casi se queda sordo del grito tan agudo que soltó aquella. -Una cita, una cita. -Se alcanzó a escuchar antes de que el peliverde colgara.
-¿Estás bien? -Preguntó el rubio.
-Sí, es solo Hades que le gusta atormentarme. -El joven le devolvió el celular y le ayudaba con la compra. -No es la primera vez, ni será la última que vea cosas horribles en mi cabeza. ¿Vas a cocinar? -Preguntó para cambiar de tema.
-No. Compre comida ya hecha. Pensé que podíamos sentarnos a ver una película.
-Es un buen plan. -Dijo Shun algo distante.
-También compre mitarashi dango, del local donde te encantan.
Hyoga caminó para la cocina, Shun lo siguió al tiempo que pensaba que es lógico pensar que lo que más miedo tiene es a herirlo a él, por eso Hades lo está torturando con esa pesadilla.
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Notas
El desayuno lo tome del video Desayuno japonés Cocina japonesa con Yuta
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Este fic esta pensado en el universo de episodio g assassin porque ame lo que Okada hizo con Hyoga y Shun.
No soy muy fan de Okada, pero a Hyoga y sobre todo a Shun le puso una trama interesante y lo que sabemos de la vida de nuestros bronce es casi por comentarios entre peleas, porque en si Assassin es la aventura de Shura. Por lo que los momentos cotidianos de los bronces quedan fuera y es lo que quiero contar.
Claro que me tomé libertades, en ningún momento se nos especifica la especialidad de Shun, escogí urgenciólogo porque me pareció lógico con la trama que cuenta Okada. Las pesadillas no suceden en el manga, pero si hay cierto dolor y culpa en Shun por ser el contenedor de Hades y la desaparición de Seiya.
Si quieren conocer el manga, pero no aguantan el dibujo de Okada o su forma de narrar (cosa que a mi me pasa) lo pueden ver en el canal de Freak Show en youtube que tiene los mangas narrados y es que este fic lo quería hacer, hace años, pero de verdad que no lograba leerme el manga o entenderlo porque el dibujo no me dejaba, hasta que conocí este canal que revivio mis ideas.
Sin más solo me queda agradecerle su tiempo y espero que el capitulo les haya gustado.
