Capítulo 4
Se movía por la cocina como pez en el agua, intentando no hacer ruido. Una de las cosas que más le gustaba después de una noche de fiesta, era un café bien cargado y unas tortitas recién hechas. Tarareó una canción de Sting que llevaba dentro de su cabeza toda la semana mientras preparaba una buena fuente de tortitas.
Erin gimió cuando se despertó. A pesar de no tomarse esa copa con Alex, durante la cena se bebieron casi dos botellas de vino, y ahora le dolía la cabeza. No podía creérselo. Hace unos años podía beber lo que quisiera y levantarse sin resaca y sin nada, y ahora, con una botella de vino, sentía que la cabeza le iba a estallar. Definitivamente, se estaba haciendo mayor.
Se levantó y se quedó quieta un segundo. ¿Emily estaba cocinando? ¿Olía a tortitas y café? No se lo creía. Eran las 08:30, demasiado temprano para su hermana, sobre todo para un Domingo. Se puso una bata por encima del pijama y salió de la habitación camino de la cocina.
Se quedó a la entrada, apoyada en la puerta, mirando como un hombre desconocido, en calzoncillos (¡pero qué piernas más tonificadas, y esa espalda tan ancha y tiene un culo perfecto…!), terminaba de cocinar las tortitas. Él se dio la vuelta y la vio allí parada.
-Buenos días. Espero que no te importe que te haya ocupado la cocina, pero Emily me ha dicho que podía hacer el desayuno y me flipan las tortitas.
-Claro. No hay problema (¡y qué abdominales!) -en ese momento se dio cuenta que él le tendía la mano sonriendo.
-Soy Aaron.
-Erin -le estrechó la mano, y forzó una sonrisa.
Justo en ese momento, Emily entró en la cocina. Sólo llevaba puesta la camiseta de Aaron. Besó a Erin en la mejilla y a Aaron en la boca.
-Veo que ya os conocéis. Oh, qué bien huele, me muero de hambre -cogió una taza de café y un plato y se sentó a la mesa.
-Voy a ponerme algo de ropa -Aaron se rascó nervioso la nuca-. Erin, siéntate a la mesa, enseguida vuelvo.
Ella lo vio salir, y luego se sentó. Su hermana ya estaba devorando la comida.
-¿Qué te parece? Es un encanto, y ¡cómo folla! -contó Emily con la boca llena.
-No necesito ese tipo de detalles, Emily.
-¿Desde cuándo eres una monja, Erin? Necesitas echar un polvo y alegrar esa cara -Erin le sacó la lengua y Emily soltó una carcajada-. Ahora en serio, ¿qué te parece?
-Muy simpático, y desde luego está de muy buen ver -Erin se sonrojó sin querer, afortunadamente su hermana no se dio cuenta de eso.
Aaron entró vestido con su pantalón vaquero, calzado y peinado, pero sin la camiseta, que Emily llevaba puesta. Hablaron un poco durante el desayuno, pero Erin prefirió dedicarse a su desayuno y apenas participó en la conversación (no podía dejar de mirar los abdominales de Aaron).
Un poco más tarde, Emily salió vestida con ropa para hacer footing. Erin la miró de arriba abajo.
-Vamos a salir a correr. Pasaremos primero por casa de Aaron para que se cambie. ¿Quieres venir? -Erin agarró a su hermana y la apartó un poco, para que Aaron no las escuchara.
-¿En serio vas a salir a correr? Hace como…dos años que no corres, Em. Y has madrugado. ¿Te han abducido? ¿O tienes fiebre?
-Muy graciosa. Simplemente creo que tengo que aprovechar bien el tiempo. Y la compañía es perfecta. A lo mejor es que por fin he conocido a alguien con quien puedo madurar, como tanto os gusta decirme.
-Y que folla bien ¿no? -dijo Erin divertida.
-Eso también, pero no es lo más importante -y antes de que su hermana pudiera decir algo más, la besó en la mejilla, se dio la vuelta y salió de casa seguida de Aaron, quien se despidió de ella con la mano.
Erin se quedó boquiabierta. Su hermana estaba de lo más rara, aunque si conseguía asentarse un poco, no sería ella la que iba a protestar.
Un par de horas más tarde, estaban sentados frente a unos cafés humeantes en una cafetería cercana a Central Park. Aaron vivía muy cerca de allí, en un piso amplio, que la dejó maravillada, por las vistas estupendas que tenía al parque.
-Soy abogado. Algún capricho podré darme ¿no?
Y ahora, después de una carrera y un buen ejercicio, su recompensa era el café latte con vainilla de la pequeña cafetería de la calle 86.
-Así que…¿vives con tu hermana? -preguntó Aaron rompiendo el hielo.
-Si, desde hace seis meses más o menos.
-¿Y eso? No es que me importe, es por hablar de algo…
-No te preocupes, no me importa contártelo. Pues hace casi un año que Erin se divorció, y ella se quedó con el piso, y yo vivía con dos amigas, más bien ex amigas, y…tuvimos alguna discrepancia, así que unos meses después, me vine a vivir con ella.
-¿Y qué te pasó con tus amigas?
-Llevábamos viviendo juntas casi tres años, y unos meses antes, una de ellas se quedó sin trabajo, y dejó de pagar su parte del alquiler y los gastos. Al principio se lo pasamos, pero ya era demasiado. Y la otra…se lío con mi ex justo diez minutos después de que empezara a serlo. Fue un cúmulo de cosas, que terminan agotando la paciencia de uno. Y la verdad es que me gustaba vivir allí, pero…
-Y creo que mucho has aguantado -Aaron bebió un poco de su café-. ¿Y las has vuelto a ver? A tus amigas, quiero decir.
-Alguna que otra vez, pero no hemos hablado.
-¿Y puedo preguntar por Erin? ¿Por su divorcio y eso?
-Uff, eso da para un libro -Emily sonrió-. Se casó con veintiún años, con su novio de la universidad, y…claramente fue un error. Creo que Mark no la hizo feliz en los diecisiete años que estuvieron juntos. No quiso tener hijos, que eso ahora es una ventaja porque no tienen problemas de custodia y esas cosas, y la engañó todo lo que quiso y más.
-¿Y por qué aguantó tanto entonces? ¿O no sabía que la engañaba? -preguntó Aaron. Emily se encogió de hombros.
-Lo sabía, pero supongo que no quería estar sola.
-Tiene sentido. La soledad hoy en día es el mal de la sociedad, sobre todo cuando se lleva tanto tiempo con alguien.
-Los últimos años también fueron un maltrato psicológico constante. Con mi hermana era un cabrón y para el resto del mundo siempre tenía una sonrisa en la cara.
Aaron miró a Emily incrédulo. Todavía le costaba creer que hubiera gente así, aunque por su trabajo, veía gente de todo tipo. Aunque apenas la había visto, Erin le había parecido una persona muy dulce.
-Pero todavía no te he contado lo peor. ¿Sabes cuándo se le ocurrió pedirle el divorcio? El 14 de Diciembre, el día del cumpleaños de Erin. Tenía sus maletas preparadas cuando ella llegó a casa, le soltó que estaba saliendo con otra mujer, con la que llevaba casi un año, y que se iba a vivir con ella. Él es abogado, así que menos de un mes después, estaban divorciados.
-Wow, menudo cabrón ¿no? -Aaron estaba alucinando.
-Y que lo digas. La pobre Erin no ha vuelto a ser la misma, le está costando superarlo -dijo Emily con tristeza.
-La verdad es que sólo la he visto un rato, pero tiene la mirada triste.
-Pues si, y es la persona más buena que te puedas imaginar.
-Me gusta como hablas de ella. Con tanto cariño -Aaron sonrió y le cogió la mano.
-Es que es la persona a la que más quiero. Moriría por ella sin dudarlo.
-Realmente es muy bonito lo que dices.
-Bueeno, y ahora hablemos de ti, Aaron Hotchner -Emily sonrió, haciéndolo sonreír a él también.
-Pues tengo casi cuarenta y un años, tengo un hermano menor, pero hace mucho que no hablamos, desde luego no tenemos la misma relación que Erin y tú. Soy abogado, soltero y sin ningún tipo de cargas, ni ex mujer ni hijos, y…no sé que más contarte -él rió.
-Todo un partido, no hay duda.
Se miraron intensamente a los ojos, consiguiendo que Emily se sonrojada. Aaron iba a hablar de nuevo cuando sonó el teléfono de Emily. Ella hizo una mueca cuando vio quién la llamaba.
-Lo siento, tengo que contestar.
Se levantó mientras contestaba y se dirigió a una zona un poco más tranquila de la cafetería para hablar. Aaron aprovechó para mirarla. No parecía cómoda con la conversación, puesto que fruncía el ceño continuamente, y no dejaba de moverse. Pero se fijó en su cuerpo, en cómo la ropa que llevaba se ceñía perfectamente a su cuerpo, haciéndole una figura perfecta. Seguía pensando en eso cuando Emily volvió a la mesa.
-Perdona, pero me ha llamado mi madre y ha insistido tanto, tanto, que tenemos que ir esta noche a cenar a su casa. Erin me va a matar.
-¿No os lleváis bien?
-Esa es la segunda parte del libro -los dos soltaron una carcajada.
-Esperaré entonces. Pero tienes que contarme sobre ti. No me vale solamente que vivías con dos amigas y ahora con tu hermana. Quiero más -Aaron la miró intensamente y Emily se derritió.
-De acuerdo. Tengo treinta seis años recién cumplidos. Estudié veterinaria, en realidad no lo terminé, me quedó el último año, pero trabajo en una tienda de animales, estoy encantada, aunque mi verdadera pasión es la escritura. Quiero ser escritora.
-¿En serio? Puedes escribir un libro sobre tu familia -Emily se rió tanto que casi se atraganta.
-No, por Dios. Mi madre me mataría.
-¿Y no has estudiado nada para dedicarte a eso? Quiero decir, hay carreras para eso, o cursos…
-Es que antes de estudiar veterinaria, empecé Relaciones Internacionales, que era lo que mi madre quería que estudiara. Luego me revelé y estudié lo que me gustaba en realidad. Y sí, voy todas las semanas a un curso de escritura, para aprender los pasos básicos para convertirme en escritora.
-Eso está muy bien, hay que perseguir los sueños que uno tiene.
-Estoy de acuerdo. Y según Dave, mi profesor, no lo hago nada mal -Aaron la miró pensativo un segundo.
-¿David Rossi?
-Si. ¿Lo conoces?
-Claro. Es mi mejor amigo -Aaron rió.
-Vaya…¡qué coincidencia!
-Pues si…Y ahora, ¿qué te parece si dejamos de hablar, salimos de aquí y vamos a mi casa? -la voz de Aaron pasó de normal a sugerente.
-Me parece una idea estupenda -ella bajó la voz y se mordió el inferior.
Continuará…
