Capítulo 11

Cuando JJ entró al día siguiente en "Un dulce sueño" se preguntó qué querría su amiga. Saludó a Erin, detrás de la barra, y fue a sentarse con Penélope, que la esperaba en una mesa al fondo del local.

-Muy bien Penny, ¿cuál es la urgencia?

-Espera un segundo…

-Muy bien chicas, ¿qué os pongo? -Erin se había acercado a ellas para tomar su pedido.

-Yo quiero un café latte con caramelo, con un poco de crema, y un muffin de arándanos y otro para llevar con chispas de chocolate -las dos rubias la miraron boquiabiertas-. ¿Qué? Tengo hambre y luego me voy a trabajar.

-Yo quiero un latte de vainilla y un trozo de tarta de zanahoria.

-Muy bien. Enseguida os lo traigo todo -Erin se fue sonriendo.

-Venga Penny, cuéntamelo ya, por favor -la instó JJ.

-Está bien, impaciente. Pues resulta que tengo una clienta de unos setenta años la señora Gibson, que tiene una nieta de unos veinte años que está embarazada, pero no puede hacerse cargo del bebé. Su hija y su yerno sólo cuidarán de la chica, pero no de su bebé -Penélope hizo una pausa cuando Erin volvió con su pedido-. Entonces, quiere buscar una pareja para quedarse con el bebé.

-¿Y qué tiene eso que ver conmigo, Penny? -preguntó JJ bebiendo de su café.

-Will y tú podéis quedaros con ese bebé -la rubia sonrió triunfante.

-¿Qué? -JJ la miró con los ojos muy abiertos.

-Estáis buscando un bebé ¿verdad? Y parece…que tenéis…dificultades…pues con esto estáis haciendo una buena obra. Vosotros os quedáis con el bebé y os convertís en padres, y esa chica puede vivir tranquila sabiendo que su hijo vive y crece feliz con una buena pareja.

Su amiga la miró perpleja. Nunca había pensado en la adopción, no tan pronto al menos, porque siempre había esperado tener sus propios hijos. Aunque tampoco estaba en contra de eso, puesto que cualquier niño se merecía tener un hogar y cariño.

-Espero que no le hayas dicho nada a la señora. Que podríamos decir que sí o algo parecido.

-¡No! Jamás se me ocurriría hacer algo así sin hablarlo primero contigo. Lo único que he hecho ha sido pedirle que me enseñara la foto de su nieta. Y es igual a ti, Jayje, rubia y ojos azules, el bebé se parecería a ti seguro -Penélope sonrió tímidamente.

-Tengo que hablar con Will, Penny. Y meditarlo y…¿lo está haciendo a través de una agencia?

-Creo que si. Sólo está embarazada de cuatro meses, tenéis tiempo de pensarlo. Y de conocerla y…

-Hablaré con Will, luego te contaré -la rubia se levantó y se fue.

Penélope terminó el último trozo de su muffin pensando en que ojalá todo saliera bien. JJ y Will se merecían ser padres, y si la naturaleza era tan caprichosa cómo para negárselo, al menos ésta era una buena oportunidad para lograrlo.


Alex dio vueltas y vueltas en la cama, hasta que se dio cuenta que no iba a poder volver a dormir. Se levantó cuando todavía era de noche, y después de tomar un vaso de zumo, hizo lo que llevaba en su mente desde el día anterior.

Entró despacio en la que fue la habitación de Ethan, y se le encogió el corazón. No fueron de esos padres que dejaron la habitación de su habitación impoluta, como la última vez que sus hijos estuvieron allí, pero sí seguía decorada y algunas de sus cosas todavía estaban allí. A Ethan le encantaban los dinosaurios, así que un gran tiranosaurio rex decoraba una de las paredes del cuarto. Apenas pudo comunicarse, pero siempre encontraron la manera para hacerse entender. El edredón de la cama también tenía pequeños dinosaurio, y un gran peluche de un diplodocus protegía la cama.

Alex entró en el cuarto, cogió el peluche y se sentó en la cama. James y ella habían donado toda la ropa, libros y juguetes de Ethan, pero se habían quedado con ese peluche. Era lo último que les quedaba de su pequeño hijo. Apretó contra su pecho el objeto, y aspiró su aroma. Si se concentraba mucho, todavía podía oler a su niño. Se tragó las lágrimas y abrió el armario. Sacó una gran caja, donde tenía guardados todos los recuerdos de Ethan.

El libro que hizo durante su embarazo, con la primera ecografía, donde había escrito sus primeras sensaciones, todo eso hasta el final, hasta el momento del parto. Luego el libro del primer año de Ethan, que se torció a los seis meses. Aún así, Alex siguió guardando sus recuerdos, como cualquier madre: el cordón umbilical, su primer diente, el primer mechón de pelo cortado.

Cuando sacó los álbumes de fotos, las lágrimas le impedían ver con claridad, pero ya había tomado una decisión. Y cuando un rato después, James llegó y se sentó a su lado, mirando en silencio las fotos, tuvo mucho más clara todavía su decisión.

-Quiero este bebé, James -su marido sonrió imperceptiblemente-. Que sea lo que Dios quiera, pero quiero tener este bebé.

-Muy bien, cariño. Es una gran decisión. Sabes que Ethan nos estará protegiendo desde allá arriba ¿verdad? Y nos traerá a su hermanito sano y salvo -James posó su mano en la tripa de su esposa, sonriendo.

-Lo sé. Te quiero James.

-Y yo a ti.

Se quedaron abrazados, mientras entre ellos, Ethan les sonreía abiertamente desde una foto familiar.


JJ se mordisqueaba la uña del pulgar cuando Will entró en casa. Había una mezcla de olores de comida en la casa, que hizo que el policía frunciera el ceño. Cuando JJ estaba nerviosa (pero nerviosa de tener que tomar una decisión que cambiara su vida), solía cocinar. No importaba qué. Espaguetis con albóndigas, redondo de ternera, pastel de calabaza…lo que fuera. Luego tenían comida para varios días, y la mayoría de las veces, la rubia seguía sin tomar una decisión.

-Hey Jayje, ¿quieres contarme qué pasa? -Will la besó en la mejilla.

-¿Por qué crees que pasa algo? -saltó ella a la defensiva.

-Porque nuestra casa huele como la cocina de un restaurante, y no dejas de morderte el pulgar. Así que por eso sé que pasa algo. Vamos a sentarnos y me lo cuentas -la arrastró de la mano hacia el sofá.

-Verás, esta mañana he quedado con Penélope para desayunar, porque insistió en que tenía algo que contarme. Y….-respiró hondo varias veces antes de atreverse a contárselo, pero Will la instó con la mirada-. Una de sus clientas, tiene una nieta que va a tener un bebé pero no puede quedarse con él, y lo va a dar en adopción. Penélope cree que nosotros podríamos quedarnos con el bebé.

JJ lo soltó muy rápido, sin querer mirar a su marido. Su corazón latía fuertemente en su pecho, por dar la noticia, y por pensar siquiera en atreverse a aceptar. Will soltó una risita y ella levantó la cabeza, curiosa.

-¿Penélope cree que deberíamos aceptar? -preguntó él, aunque lo hizo en un tono de cariño, no de enfado como hubiera esperado JJ. Ella asintió despacio.

-Así es. Cree que así todos saldremos ganando. Nosotros tendremos nuestro bebé, y la chica sabrá que su hijo está con una buena familia -dijo en voz baja-. Pero es todo legal. A través de una agencia y todo eso.

-¿Y tú que piensas, Jayje? -preguntó su marido, colocando un mechón detrás de su oreja.

-No sé Will. Estoy deseando ser madre, y me encantaría. Tendríamos tiempo, creo que sólo está de cuatro meses, pero por otra parte, quiero ser madre yo. Quiero sentir a mi hijo dentro, saber lo que se siente y…-bajó la voz y la cabeza.

-Hey JJ mírame -ella lo hizo-. Si lo hiciéramos, sería nuestro hijo igual.

-Lo sé. Esa no es la razón. Nunca he dicho que quisiera descartar la adopción por eso…

-¿Entonces sería una opción para ti la idea de Penélope?

-¿Tú quieres? -preguntó ella asombrada.

-No me importaría si tú quieres JJ.

Ella lo miró durante un instante, luego sonrió y se lanzó a sus brazos.

-Si. Quiero ser madre Will. Vamos a ser padres, cariño.

Ambos rieron de felicidad, tirados en el sofá. Por fin iban a cumplir su sueño. No de la forma habitual, pero eso era lo de menos.


Erin colocaba la bandeja de galletas en el mostrador cuando se abrió la puerta. Era una hora tranquila, y Tara se había ido a casa hacía un rato. Se sorprendió un poco cuando levantó la cabeza y vio a sus clientes.

-Hola Erin -Aaron le sonreía abiertamente.

-Hola Aaron -le devolvió la sonrisa, nerviosa y sonrojándose.

-Ya veo que voy a tener que presentarme yo. Soy David Rossi -pasó la mano por encima del mostrador.

-Erin Strauss -ella se la estrechó.

-Oh Erin, tienes unos ojos azules preciosos. Ni el océano tiene un azul tan bonito como tus ojos -David demoró un poco tomando su mano, y sonrió coqueto. Aaron puso los ojos en blanco

-Gracias -ella se soltó, nerviosa-. ¿Qué os pongo?

-Un expreso grande para mí, por favor -pidió Aaron.

-Que sean dos -fue la respuesta de Dave.

-Enseguida -ella sonrió y se dio la vuelta para prepararles el pedido.

-No me dijiste que era una mujer tan guapa -susurró el italiano.

-Dave, no empieces por favor. No creo que Erin se merezca ser una de tus conquistas.

-¡Oye! Me estás ofendiendo. A lo mejor es la definitiva -bromeó su amigo.

-Aquí tenéis -Erin volvió con su pedido y su bonita sonrisa.

-¿Cuánto te debo? -preguntó Aaron.

-Oh no te preocupes. A esta invita la casa -Erin bajó nerviosa la mirada.

-Pues muchas gracias. Volveremos pronto -Aaron le sonrió.

-Ten seguro que si, aunque sólo sea para ver a la preciosa dueña -Dave lanzó un beso al aire y Erin se sonrojó, mientras Aaron tiraba de su amigo hacia la calle.

Le había molestado bastante ver a su amigo intentar ligar con Erin. A él le había dicho que no le interesaba, pero quería hacer las cosas bien con ella. No quería asustarla y que decidiera que no quería salir con él incluso antes de intentarlo, por eso quería ir despacio. Pero conocía a David Rossi, solamente con un par de palabras conseguía que cualquier mujer cayera rendida a sus pies, y no quería que pasara eso con Erin. Más que nada, porque Dave se cansaba bastante rápido, y Erin no se merecía eso. Así que esperaba que Dave se olvidara de ella y él pudiera hacer sus movimientos.


Emily estaba tirada en el sofá con el móvil en la mano. Llevaba todo el día mandándose mensajes con Derek, y se sentía totalmente ilusionada. Nunca había sentido eso, y creía que esta vez podría ser la definitiva.

Cuando Erin entró, apartó los pies para que se sentara, y volvió a colocarlos encima de su regazo, mientras contestaba sonriendo otro mensaje de Derek. Erin puso los ojos en blanco cuando la vio.

-Casi estoy viendo las mariposas revolotear desde aquí -se burló su hermana.

Emily le pateó el costado cariñosamente mientras reía, y Erin le hizo cosquillas en el pie. Así estuvieron un rato hasta que el móvil de la morena volvió a pitar.

-Así que…todo va viento en popa ¿no?

-Bueno, llevamos todo el día hablando. La cena fue genial y…espero que todo siga así.

-Me parece estupendo Em. Ojalá tengas suerte -le dijo Erin con sinceridad.

-Muchas gracias. ¿Y qué tal tu día?

-Bien. No me puedo quejar. ¿Sabes quiénes fueron un rato antes de cerrar? -preguntó misteriosa. Emily negó con la cabeza-. Aaron y David Rossi, tu profesor del curso de escritura.

-¿En serio? ¿Y qué te dijeron?

-Poca cosa. Les invité al café y nada más.

-¿Y qué te ha parecido Dave? -preguntó Emily temiendo su respuesta.

-Pues…interesante. Nada más conocerme alabó mis bonitos ojos, y tiró un beso al aire al despedirse -dijo Erin aguantando la risa.

-Aggg -Emily puso cara de asco-. Es que Dave es así. Pero no te habrá gustado ¿verdad?

-A ver…físicamente no está mal…pero vamos Em, que no estoy buscando nada. No quiero saber nada de hombres de momento.

Erin se levantó y entró en la cocina, dejando a su hermana pensativa en el sofá. David Rossi le caía bien, era un buen hombre, pero no lo quería cerca de su hermana. Conocía su fama, y alguna vez habían coincidido por ahí, y lo había visto en acción, y desde luego no era bueno para Erin. Ella había sufrido mucho, y solamente faltaba que se enamorara de un hombre del que su pasatiempo favorito era jugar con las mujeres.

Continuará..