Capítulo 15

Eran las siete de la tarde del Jueves cuando JJ y Will veían una película acurrucados en el sofá. El teléfono de la rubia sonó de repente desde su lugar en la mesa. Ella frunció el ceño cuando lo cogió. Pero mientras la conversación avanzaba, su cara se iba transformando en una de emoción y alegría. Se giró hacia su marido emocionada cuando colgó el teléfono.

-Era Ashley. Mañana tiene una revisión, y me ha preguntado si quiero ir con ella. Tal vez mañana podamos saber el sexo del bebé.

-Entonces, está decidido ¿no? Nosotros vamos a por todas -JJ asintió sonriendo-. Y Ashley nos ha elegido a nosotros definitivamente. Es maravilloso Jayje. Vamos a ser padres.

-¡Sí! -ella lo abrazó fuertemente, haciéndolo reír.


Erin sintió un escalofrío, a pesar de que en la consulta hacía bastante calor. Supuso que serían los nervios. Se frotó los brazos y cerró los ojos para tranquilizarse.

Estaba esperando al doctor Walker. La enfermera la hizo pasar, y le aseguró que el doctor llegaría enseguida. Eso fue hacía diez minutos. Se estaba poniendo mucho más nerviosa de lo que ya estaba.

La consulta estaba decorada para dar tranquilidad al paciente, pero también para la comodidad del médico. Una mesa estándar de escritorio con una silla cómoda, al igual que las dos de enfrente, para los visitantes; una estantería detrás llena de libros (que Erin pensó que estaban más bien para decorar, dudaba que alguien alguna vez los hubiera leído); y al fondo de la estancia un cómodo sofá dónde probablemente se sentaría el paciente para hablar mucho más relajado. Justo enfrente un sillón que ocuparía el doctor Walker. También había un pequeño espacio lleno de juguetes para los pacientes más pequeños.

Erin estaba a punto de levantarse y pasearse por la habitación para intentar calmar un poco más sus nervios, cuando de repente, la puerta se abrió. Un hombre alto, con el pelo corto y una perilla bien recortada, entró en la consulta. El color marrón de su piel le recordó a Erin al chocolate, y sus ojos y su sonrisa amables la tranquilizaron.

-Siento el retraso, señorita Strauss. Pero uno nunca sabe cuánto va a durar una urgencia -sonrió mientras le tendía la mano.

-Por supuesto, no hay problema. Y por favor, llámeme Erin -dijo nerviosa.

-Bien, Erin. Cuénteme qué la trae a mi consulta.

Ella respiró hondo, tratando de controlar sus nervios, y comenzó a hablar. Y le contó todo: desde su época en la Universidad, cuando conoció a Mark; su matrimonio fracasado y el tormento del último año después del divorcio. Cuando terminó se sintió mejor, pero también se dio cuenta que estaba llorando. Había hablado sin darse cuenta de las lágrimas derramadas. El Doctor Walker le pasó un paquete de pañuelos, y se limpió la cara, un tanto avergonzada.

-No se preocupe, estoy acostumbrado a estas reacciones -le dijo él con una sonrisa.

Ella asintió sonriendo tímidamente. Después de su relato, el doctor Walker le dijo que en la próxima sesión empezarían a hablar en profundidad. Quería saber cómo había sido su infancia; su relación con sus padres y su hermana; la relación en general con el resto de personas a su alrededor. La citó para el Viernes siguiente.

Erin salió de la consulta sintiéndose más liviana, como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Se arrepintió de no haberle hecho caso a Alex y Emily antes, cuando insistieron en que buscara ayuda profesional para superar el divorcio con Mark. Pero siempre había habido algo que la había frenado, hasta que ya sintió que no podía más.

Cuando bajó del ascensor en el vestíbulo del hospital, vio a JJ con una chica rubia, embarazada. Cuando se acercó a ellas, fue cuando JJ también la vio.

-¡Erin! ¿Qué tal? Espero que estés bien, nunca es bueno encontrarse en un hospital -dijo JJ sonriendo.

-Sí, no te preocupes. Una consulta de revisión. ¿Y tú? ¿Todo bien? -preguntó Erin mirando fugazmente a Ashley y de nuevo a JJ.

-Mejor que bien. Esta es Ashley Seaver -la chica levantó la mano en señal de saludo, sonriendo levemente. Erin respondió de la misma forma-. Es la madre del bebé que vamos a adoptar Will y yo. Teníamos una cita hoy, y acabamos de saber que es un niño -dijo la rubia con felicidad.

-¡Me alegro mucho JJ! Muchas felicidades por todo. Will y tú os lo merecéis -Erin abrazó brevemente a la chica.

-Muchas gracias Erin. Tenemos que irnos. ¡Nos vemos el Lunes! -y las dos rubias se alejaron rápidamente hacia la salida.

Erin frunció el ceño. ¿Por qué iban a verse el Lunes? En realidad no tenía ganas de pensarlo mucho, y se le estaba haciendo tarde, así que ella también se encaminó a la salida.


El Domingo durante la noche había empezado a nevar, aunque por la mañana, todavía se podía caminar sin peligro por las calles de la ciudad. Pero a Erin le daba lo mismo que hubiera nevado, que hiciera sol o que hubiera la peor tormenta del mundo. Era su cumpleaños, cumplía cuarenta años y lo odiaba. Odiaba ese día con todas sus fuerzas. Principalmente, por culpa de Mark y su magnífica idea de pedirle el divorcio ese día, pero también por culpa de sus padres (el doctor Walker tendría mucho que analizar cuando le hablara de ellos). La paz mental que sintió al salir de su consulta el Viernes, le duró solamente unas horas.

Así que si por ella fuera, se pasaría el día entero en la cama, ignorando a todo el mundo, y se levantaría al día siguiente cómo si nada. Pero por supuesto, estaba Emily.

-¡Feliz cumpleaños hermana! -Emily entró corriendo en su habitación y se abalanzó sobre ella. Negrito hizo lo mismo.

-Arghh Emily, ¡déjame en paz! -Erin se tapó entera con las mantas, tratando de ignorar a su hermana.

-Sabes de sobra que no voy a hacer eso ¿verdad? Además ha nevado. ¡Y nos encanta la nieve! -Emily intentó quitarle las mantas a su hermana.

-¡Vete Emily! ¡Y déjame en paz! -gritó Erin tapándose de nuevo.

Emily se quedó quieta un instante, hasta que escuchó sollozar a su hermana. Luego se metió en la cama con ella, y la abrazó fuertemente. Dejó que llorara hasta que se encontró mejor. Luego la obligó a sentarse mientras la abrazaba de nuevo.

-Escucha Er, no voy a dejar que te pases todo el día en la cama, pero vamos a pasar el día vagueando. Tengo el día libre, ¡y tú también!, así que podemos ver películas tontas todo el día, y comer comida basura. Y salir a tomar el aire al final de la tarde. ¿Te parece?

-Vale -susurró.

-Perfecto. Pues arriba, he hecho tortitas y ya deben de estar frías.

-Espero que no hayas quemado nada…-dijo Erin levantándose.

-¡Qué poca fe tienes en mí!


Al final del día, Emily había convencido a Erin de ir a la pastelería para ir a recoger unos pastelitos que se le habían antojado. Llamó por teléfono a Tara para que los guardara, y las esperara.

-Estoy lista, podemos irnos cuando quieras -dijo Erin saliendo de su habitación poniéndose el abrigo.

Emily la miró con cariño y asintió. No había sido el día más feliz del mundo, pero al menos había conseguido que Erin se olvidara un poco de todo. Su madre la había llamado un par de veces, aunque no cogió el teléfono, después probó con el teléfono de Emily, y al final optó por dejar un mensaje de voz. Ninguna de las dos estaba dispuesta a escuchar las críticas de la embajadora, y lo mejor para eso, era ignorarla.

Había vuelto a nevar a lo largo del día, pero no lo suficiente para impedir el caminar de los peatones. Erin y Emily iban agarradas del brazo, camino a la pastelería y hablando. Emily le hablaba de su fin de semana con Derek, aunque notaba que Erin tenía la cabeza en otro lado.

Pasaban quince minutos del cierre de la pastelería, y aunque Tara había dicho que esperaría, había apagado y cerrado todo. "Estará en la trastienda" pensó Erin cuando encendió la luz principal.

-¡Sorpresa!

Erin se quedó paralizada mientras miraba a toda la gente delante de ella. Los ojos se le llenaron de lágrimas, aunque esperaba poder contenerlas. Miró a Emily, que se mordía el labio con cara culpable. Al final fue Tara la primera en acercarse a felicitarla, seguida del resto.

Estaban Alex y James, Will y JJ, Luke y Spencer, Penélope, Tara, Derek, Aaron y David Rossi. Emily le había montado una fiesta sorpresa con toda la gente importante para ellas. Después de las felicitaciones y de salir de la conmoción inicial, Erin se acercó a su hermana.

-Debería estar enfadada contigo, Em. Pero ha sido todo un detalle. Gracias -dijo ella sonriendo suavemente.

-El detalle ha sido no invitar a mamá. Estuve a punto de hacerlo -bromeó la morena.

Erin rio divertida, y luego se alejó para hablar con Alex. Mientras hablaba con su amiga, cruzó su mirada varias veces con Aaron, sonriéndose mutuamente, aunque terminó sonrojándose sin poder evitarlo.

La fiesta fluyó durante un par de horas, hasta que Tara anunció que era hora de la tarta. Cuando la sacó, Erin soltó una carcajada.

-¡No me digas que he hecho mi propia tarta de cumpleaños! -dijo divertida.

-¡Por supuesto! Nadie mejor que tú para eso -respondió Tara mientras encendía las velas.

El Viernes, Tara le había dicho a Erin que habían encargado una tarta de fresa y chocolate para el Lunes. La había preparado el Sábado antes de irse, ya que el Lunes no iría a trabajar. Era su tarta favorita.

-Pide un deseo antes de soplar las velas -le recordó Emily.

Un segundo antes de soplar, Erin miró a Aaron, que sonrió brevemente. No esperaba que su deseo se cumpliera, pero iba a intentar cambiar su vida y abrir su corazón.

Después de los regalos, la fiesta parecía estar en su máximo apogeo, pero Erin sintió que comenzaba a agobiarse, así que decidió irse a la trastienda a estar un rato sola. Pero Emily y Derek también habían decidido lo mismo, sólo que ellos estaban…ocupados. Se besaban apasionadamente sobre la mesa de Erin.

-Lo siento, yo…no quiero molestar. Me iré por dónde he venido -dijo saliendo rápidamente.

-Creo que la hemos traumatizado -dijo Derek divertido.

-Lo superará. No te distraigas y sigue con lo que estabas haciendo…-Emily cogió a Derek por los hombros y lo besó profundamente.

Como no pudo quedarse en la trastienda de la pastelería, cogió el abrigo y salió a la calle. Hacía muchísimo frío, pero eso nunca le había importado. Siempre había preferido el frío, solía anestesiar su dolor.

Estaba moviendo el pie sobre la nieve amontonada a un lado de la acera, cuando sintió a alguien a su lado.

-Hace mucho frío aquí fuera. Te vas a congelar -le dijo Aaron mientras se frotaba los brazos.

-Me da igual. Me gusta el frío -respondió ella encogiéndose de hombros.

-¿Te ha gustado la fiesta? Le dije a Emily que igual no era buena idea…

-Debí imaginar que iba a hacer algo así. Mi hermana pocas veces respeta los deseos de alguien. Pero si, me ha gustado. Y me alegro que estés aquí -dijo en voz baja, bajando la mirada.

-No me lo perdería por nada del mundo, Erin -respondió él acercándose más a ella-. Además, tengo otro regalo para ti.

-¿Por qué? -preguntó cogiendo el pequeño paquete que Aaron le tendía.

-Porque te lo mereces, Erin. Ábrelo, por favor.

Abrió la cajita, y sacó una pequeña figura de cristal, de una bailarina con los brazos en alto y posición de baile. Erin sonrió al verla.

-Cuando la vi, me acordé de ti -Aaron cogió sus manos, que sostenían la pequeña figura-. Las bailarinas trabajan duro para conseguir su sueño, se caen mil veces pero se vuelven a levantar, hasta que al final lo consiguen. Y eso es lo que has hecho tú, Erin. A lo mejor te tienes que caer otras cuantas veces, pero al final, conseguirás todo lo que te propongas.

-¿Todo? -susurró, sin apartar la mirada de sus ojos.

-Todo. Y si quieres, puedo estar a tu lado para evitar que te caigas, y celebrar contigo tus logros -Aaron bajó la voz, y le acarició lentamente la mejilla.

Ella asintió, y muy despacio, se fue acercando a él. No dejaron de mirarse en ningún momento, y sólo cerró los ojos cuando estaba a escasos centímetros de su boca. Primero fue un ligero toque, como pidiendo permiso para seguir, y luego sus labios se fundieron en un tierno beso.

Fue en ese preciso momento cuando los pequeños copos de nieve comenzaron a caer de nuevo.

Continuará…