Capítulo 33

Spencer se sirvió el café recién hecho y se sentó a la mesa. Se quedó mirando fijamente el calendario: 5 de Abril. Hacía exactamente dos meses que había conocido a Michael, y 59 días desde que habían comenzado una relación. En realidad, no lo llamaría relación. Se veían tres veces a la semana, tenían un sexo increíble y desayunaban juntos. Eso era todo. Ni siquiera quedaban a cenar o a pasear a los perros antes de meterse en la cama. Y casi siempre, era en casa de Spencer.

Se preguntó en qué momento se había metido en algo así, cuando él estaba en medio de reflexionar sobre su relación con Luke, porque todavía lo echaba mucho de menos. Michael era un hombre maravilloso, lo hacía reír y en el sexo lo hacía sentir especial (no había querido compararlos, porque con ambos gozaba muchísimo), pero no lo llenaba como persona, y mucho menos para comenzar una relación en serio.

Había sido su culpa, puesto que después de la primera vez, que consideraba como el consuelo que necesitaba en ese momento por el duelo que sentía por su relación medio rota con Luke, había sido incapaz de parar. Y no era justo para Michael, pero tampoco para él.

Tampoco entendía al otro hombre, porque si de verdad hubiera querido una relación más seria con él, lo normal hubiera sido mostrar algo más de interés ¿verdad? Y aparte de sexo, desayuno y un poco de conversación, Spencer podía decir que no lo veía mucho más interesado.

Escuchó pasos en el pasillo, y cómo Max se acercó entusiasmado a la puerta cuando Michael entró a la cocina. El hombre vestía unos vaqueros, iba descalzo y abrochándose la camisa negra. Acababa de ducharse y llevaba todavía el pelo mojado y despeinado. Se acercó a él y lo besó brevemente en los labios.

-Mmm, hay café recién hecho, qué bien -se acercó a la cafetera y se sirvió una taza.

Spencer lo miró hacer, pensando en si compartir con él sus dudas, pero no pudo aguantarse más.

-Michael, creo que deberíamos hablar.

-Claro, por supuesto -el hombre se sentó frente a él. En ese momento, a Spencer le entraron las dudas, a pesar de todo lo que había estado pensando-. Tú dirás.

-Creo que deberíamos dejar esto, que…tenemos -comenzó.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Porque no entiendo esta relación que tenemos. Sólo nos acostamos, ni salimos a cenar, ni al cine ni nada. Es como si todo lo basáramos en el sexo.

Michael lo miró serio antes de hablar.

-Pero pensé que estábamos bien, que eso era lo que querías. Que no querías nada más serio porque todavía seguías pensando en Luke.

Spencer lo miró con incredulidad. ¿De verdad le estaba echando la culpa a él?

-Eso es problema mío, Michael, pero no me gusta sentirme como un consolador con patas.

-Tampoco a mí y es así como me he sentido estos dos meses, seguro de que casi siempre pensabas en tu ex -contestó el hombre con acritud.

-Mira, es mejor que lo dejemos así. Me lo he pasado muy bien contigo y no quiero que terminemos mal -Spencer intentó aligerar la tensión que se respiraba en el ambiente.

Michael se frotó la cara con las manos y luego se terminó de un trago el café que le quedaba en la taza.

-Tienes razón, lo siento. Yo también me lo he pasado muy bien, y a pesar de todo, debí imaginar que no llegaríamos muy lejos -se levantó, se acercó a él y lo besó en los labios-. Te deseo mucha suerte en la vida, Spencer.

Lo escuchó marcharse después de recoger sus cosas y sintió un vacío en el pecho. No obstante, sabía que era lo mejor para los dos. Ahora, debía seguir reflexionando sobre su relación con Luke, y sobre todo, decidir si le contaría su pequeña aventura con Michael. Porque sabía que ahora Luke podría reprocharle lo mismo por lo que él había roto su relación, y eso lo hacía sentir un miserable.


Alex caminó despacio por el cementerio, mirando ausente las tumbas. Llegó por fin a su destino, la tumba de su pequeño Ethan. En la lápida, de mármol blanco, podía leerse, a parte de su nombre y la fecha de su nacimiento y fallecimiento, una frase de Peter Pan, el personaje de Disney favorito de Ethan: "Nunca digas adiós porque adiós significa irse e irse significa olvidar".

Fue James el que escogió la frase, y ella no podía evitar sonreír por muy triste que estuviera cada vez que la leía, porque ellos nunca olvidarían a su hijo e Ethan sería pequeño para siempre, nunca llegaría a creer, como solía decir él, que no quería creer nunca. ¡Si hubiera sabido hasta que punto había sido real su deseo!.

Dejó las flores en el suelo con algo de dificultad, debido su abultada tripa. Se la frotó distraída mientras miraba el nombre de su hijo en la lápida y lo visualizaba a él, sentado allí y sonriéndole.

-Hola bichito. ¿Has visto lo gorda que estoy ya? -soltó una risita nerviosa por su propia broma-. Quedan apenas nueve semanas para que tu hermanita llegue, prometo que en cuanto pueda te la traigo para que la conozcas.

"Tu padre cree que es un ángel que nos envías para que nos haga compañía. A mí me parece una tontería, aunque tal vez tenga algo de razón. Esta niña es un milagro, y de momento, según nos dice la doctora, va todo bien. Aunque tú también estabas perfecto y luego todo se torció"

Siguió hablando con él unos minutos más, y luego se despidió. A veces pensaba que debía parecer una loca hablando en voz alta, pero a ella la tranquilizaba, y eso era lo único que importaba. El dolor por la pérdida de un ser querido podía hacer que tu comportamiento fuera un poco extraño.

James y ella llevaban juntos más de veinte años, se habían conocido en la universidad, se habían casado al poco de terminar sus estudios y poco después se había quedado embarazada y por supuesto, la llegada de Ethan los había colmado de felicidad.

Había sido un bebé sano, hasta que a los seis meses, de repente se frenó su desarrollo. El diagnóstico de su enfermedad (aunque nunca tuvieron exactamente un nombre para ello más allá de que era neurológico), fue un mazazo para todos.

Ethan fue creciendo con dificultad para todo, aunque conseguía comunicarse casi como cualquier niño de su edad. Le gustaban las películas de dibujos animados y le apasionaban los dinosaurios. Su cara se iluminaba con una gran sonrisa cada vez que veía a cualquiera de sus padres, y era un niño muy cariñoso.

La pérdida de Ethan fue un duro golpe para ellos. Desde el principio sabían que no iba a llegar a la adolescencia, que si llegaba a los diez años sería un milagro, y cada año (e incluso cada mes) que pasaba, daban gracias a dios por permitirles seguir disfrutando de la maravillosa presencia de su pequeño.

Consiguieron salir adelante, apoyándose el uno en el otro. Eso los hizo más fuerte como pareja, aunque había días que se hacían cuesta arriba incluso compartiendo su mismo dolor con una persona que te entendía a la perfección.

Y ahora, casi siete años después de la muerte de Ethan, estaban a punto de darle la bienvenida a una pequeña que igual que había hecho su hermano dieciséis años atrás, llegaba para llenarlos de felicidad.


Corrió por la calle oscura, y sus pasos sobre el asfalto resonaron haciendo…

Emily releyó la frase una vez más y la borró con furia. No encontraba exactamente lo que quería decir, y todo le sonaba demasiado exagerado o sin ningún interés. No se daba por vencida, pero escribir una novela era más difícil de lo que pensaba.

Miró la pantalla una vez más, posó los dedos sobre las teclas, y con una respiración profunda, comenzó de nuevo a escribir. Hizo una pausa, volvió a leer lo escrito y negó con la cabeza. Nada le parecía lo suficientemente bueno.

-Deberías tomarte un descanso, Em, tal vez luego lo veas todo de otro color -la voz de su hermana la sobresaltó a su espalda justo cuando iba a borrar lo escrito.

-Joder Erin, ¡qué susto me has dado! No te he oído entrar. ¿Cuándo has llegado?

-Hace unos quince minutos. Estabas tan concentrada que no he querido molestarte -Erin se acercó y se sentó junto a ella en el sofá-. Entonces, ¿tienes problemas con la novela?

Emily se encogió de hombros, sin saber muy bien qué contestar. Hasta ahora, todo había ido bien, pero llevaba una temporada que estaba atascada y no era capaz de avanzar.

-¿Me dejas leer lo que has escrito?

-¡No! -la morena apartó el portátil a un lado para que su hermana no pudiera alcanzarlo-. Serás la primera en leerlo, lo prometo, si algún día consigo terminarlo.

Erin se dio cuenta del tono derrotista de su hermana. Le cogió la mano y le dio un suave apretón.

-Vamos Emily, tú nunca te has dado por vencida. Esto sólo es un pequeño bache en tu carrera hacia el éxito. Y si no lo consigues no pasará nada, porque lo importante es que lo habrás intentado, y yo, y todos los que te queremos, estamos muy orgullosos de ti.

Emily parpadeó rápidamente para alejar las lágrimas, y le sonrió ampliamente a Erin. Sabía que pasara lo que pasara, siempre contaría con su apoyo.

-Por cierto, ahora que me acuerdo, faltan dos semanas para el aniversario de la pastelería. ¿Piensas hacer algo especial? -decidió cambiar de tema antes de que la emoción la desbordara.

-Pues supongo que una pequeña fiesta, lo mismo que el año pasado -respondió Erin-. No me puedo creer que hayan pasado ya casi dos años.

Ambas hermanas se miraron y sonrieron. Esta vez fue Emily la que apretó la mano de Erin.

-¡Eso es por lo bien que lo haces todo! Tienes unas manos especiales para el dulce, y eso la gente lo aprecia.

-Gracias por confiar en mí, Em, sólo tú lo hiciste.

-Por supuesto, Erin, nunca dejaré de hacerlo. Igual que sé que tú tienes fe en mí -la rubia asintió-. Y ahora voy a intentar seguir escribiendo un poco más, creo que tengo una idea.

Erin volvió a asentir y se levantó. Fue a la cocina con la intención de preparar algo rápido de cena. Desde allí, veía la cabeza de Emily sentada en el sofá, y un sentimiento de orgullo le llenó el pecho.

Continuará…