Capítulo 37
La vida de Erin en esos últimos meses había cambiado radicalmente. Fue al conocer a Aaron cuando todo cambió, cuando todos sus sentimientos, olvidados y reprimidos por el maltrato psicológico al que la había sometido Mark durante años, habían aflorado de nuevo.
Sabía que se había enamorado de Aaron, y aunque cautelosa, había vislumbrado un futuro junto a él. Sin embargo, estaba realmente asustada que en cuanto le dijera que estaba embarazada, él desapareciera.
Había pensado en las palabras de Emily, y puede que tuviera razón al pensar en que él fuera tan responsable que se haría responsable del bebé, pero eso no le quitaba el miedo.
Por ese motivo, y aunque habían pasado dos semanas desde que se había enterado de su embarazo, todavía no se lo había contado. Habían hablado casi todos los días, y aunque él la había notado rara, ella se había justificado con que estaba cansada. Él no había insistido a pesar de no creerse del todo sus palabras.
No estaba segura todavía de qué iba a hacer. Quería a ese bebé, aunque no quería tenerlo sola. Y teniendo a su madre como ejemplo de lo que no había que hacer, estaba aterrada de no ser una buena madre. Al menos, lo que sí había decidido era tomarse unos días para pensar en su situación y entonces ya decidiría. También hablaría con Aaron entonces.
Cuando llegó a casa esa noche, Emily y Derek estaban poniendo la mesa. Habían pedido pizza y estaban a punto de cenar.
-Llegas justo a tiempo -Derek abrió la caja y Erin aguantó una arcada.
-Gracias, pero no tengo hambre -sonrió con cansancio.
-Erin, tienes que comer. Necesitas alimentarte y cuidarte -Emily se acercó a ella y tiró de su brazo.
-Mañana, estoy muy cansada y de verdad que no tengo hambre -esbozó una leve sonrisa y se liberó del brazo de su hermana.
Se dirigió a su habitación y cerró la puerta. Se apoyó contra ella y suspiró. Se sentía cansada, física y mentalmente, e incapaz de pensar con claridad. Decidió tomar un baño para relajarse.
Llenó la bañera y echó un puñado de sales con olor a lavanda, sus favoritas. Se recogió el pelo, se desnudó despacio y se metió en el agua.
Cerró los ojos y se relajó. Unos minutos después, su fuerte grito hizo que Derek y Emily corrieran asustados en su ayuda.
La cafetería estaba medio vacía a esa hora de la mañana cuando Aaron entró. Vio la cara seria de Jordan, que esbozó una ligerísima sonrisa cuando él la saludó. Le pareció ver un destello de tristeza en sus ojos, y cuando iba a preguntarle por Erin, se fijó que al final de la barra, estaba Derek recogiendo un pedido.
-¡Derek! Me alegro de verte, ¿cómo te va? -preguntó acercándose a él. Tara, del otro lado de la barra, los miró un instante y luego se alejó.
-Bien. Todo bien. ¿Y tú cómo estás? -Aaron se dio cuenta de lo incómodo que estaba el moreno.
-¿Ocurre algo? -Derek miró más allá de él, hacia Jordan y Tara, que los observaban en silencio-. Si ha pasado algo prefiero que me lo digas.
-Está bien. No debería ser yo el que te diera la noticia, pero tienes derecho a saberlo.
Aaron retuvo el aire mientras se preparaba para escuchar algo que cambiaría su vida para siempre.
Emily se sobresaltó cuando sonó el timbre. Dejó el ordenador portátil sobre la mesa y se levantó a abrir. Antes de llegar a la puerta, volvió a sonar el timbre.
-Ya voy. Deja de llamar ya -protestó en voz baja, sabiendo quién estaba al otro lado. Miró a Aaron con una ceja levantada.
-¿Dónde está Erin? -preguntó el chico con seriedad, sin rodeos.
-Descansando. Y que vengas tan alterado, no va a ayudarla.
Emily miró a Derek, que se acercaba en ese momento cargado con los cafés y se colocaba junto a Aaron.
-Lo siento, nos encontramos en la cafetería y creo que debía saberlo -se disculpó él.
-Quiero verla, Emily, por favor -suplicó Aaron.
-Está bien, pero no la alteres. Bastante más lo está pasando.
La morena se apartó unos pasos hacia atrás para dejarlo pasar. Él asintió levemente, en señal de agradecimiento, y se acercó al dormitorio de Erin. Entró sin llamar.
Erin dormía en posición fetal, con los brazos apretados contra el pecho. A pesar de lo que había pasado, tenía una expresión tranquila en la cara.
Cogió la silla del tocador y se sentó cerca de la cama, sin perderla de vista. ¿De verdad pensaba que sería capaz de desaparecer y dejarla sola en una situación así? No era un monstruo, y lo más importante, estaba totalmente enamorado de ella, no la dejaría bajo ningún concepto.
Estiró el brazo y le acarició la mejilla, tan suavemente que apenas fue un leve roce. Sin embargo, fue suficiente para que Erin se despertara. Abrió muy despacio los ojos, enfocando la mirada. Aaron vio la tristeza en sus ojos cuando lo reconoció.
-Hola, dormilona -susurró él, acariciando su mejilla de nuevo.
-¿Te ha llamado Emily? -preguntó ella al cabo de un momento, sentándose en la cama. Él la ayudó a acomodarse.
-Me encontré con Derek en la cafetería -no dijo más, esperando que ella dijera algo. Como no lo hizo, cogió su mano y con voz tranquila preguntó lo que le estaba molestando-. ¿Por qué no me lo dijiste, Erin?
Ella cerró los ojos, controlando las lágrimas que ya anegaban sus ojos. Volvió a abrirlos y respondió con voz temblorosa.
-Tenía miedo, Aaron. De tu reacción, de lo que pasaría después, de cómo cambiaría todo. Lo siento -murmuró mordiéndose el labio y bajando la cabeza.
Él la miró un instante en silencio, luego se sentó a su lado en la cama y posando la mano en la barbilla, la obligó a levantar la cabeza. No habló hasta que sus ojos se encontraron.
-Erin, no te abandonaría por algo así. Cierto es que es un poco pronto, llevamos pocos meses juntos, pero me siento el hombre más afortunado del mundo al tener un hijo contigo.
-¿De verdad? -gimoteó ella.
-Por supuesto que sí -se inclinó hacia adelante y posó un suave beso en su frente.
-Ahora ya da igual. Lo he perdido esta noche.
Aaron se sentó contra la cabecera, junto a ella, y la abrazó. Ella se acurrucó en su pecho y él aspiró el olor de su pelo.
-No te preocupes, estoy aquí contigo, no pienso irme a ningún lado.
Erin se apretó un poco más contra él.
-Estoy segura que algún día serás un buen padre -murmuró ella contra su camisa, al borde de las lágrimas.
-Y tú una madre maravillosa, Erin. Lo intentaremos de nuevo cuando estemos preparados ¿de acuerdo? Estamos juntos en esto, es un proyecto de futuro.
Erin levantó la cabeza y lo miró a los ojos. En ellos comprobó todo el amor que Aaron le profesaba, que no hablaba por hablar, que la amaba con todo su ser. Y todas sus dudas se despejaron de golpe. Lo amaba, y lo quería todo con él.
-Te amo, Aaron -susurró esbozando una ligera sonrisa.
Después del primer impacto por sus palabras, sorprendido por ser ella la que las pronunciara por primera vez, una gran sonrisa cruzó su rostro. Posó sus manos sobre sus mejillas y las acarició con el pulgar.
-También te amo, Erin.
Y se besaron como si fuera la primera vez, sintiendo la unión no sólo de sus labios, sino también de sus almas.
Continuará…
