Capítulo 39
Will se paseaba por el salón con Henry en brazos, que lloraba con fiereza. El policía lo mecía, intentando calmarlo. JJ estaba en la cocina preparando su biberón.
Hacía dos semanas que el pequeño había venido al mundo, y todos se estaban adaptando a la nueva situación. No podía decirse que Henry era un bebé llorón, porque sólo lo hacía cuando estaba molesto por algo o cuando tenía hambre, pero a sus padres se les estaba haciendo un poco cuesta arriba.
Ambos estaban de acuerdo en que era lo mejor que habían hecho (o la mejor decisión que habían tomado), pero eso no significaba que en ocasiones, todo fuera difícil.
Habían escogido el nombre de Henry porque les gustaba mucho a los dos, no habían tenido dudas en eso; y Joshua como segundo nombre porque había sido el nombre del hermano pequeño de Will, fallecido a los seis meses por una neumonía mal diagnosticada. Así que Henry Joshua Lamontagne había llegado a su hogar para llenarlo de caos y felicidad.
Ashley había ido a visitarlos en una ocasión, hacía unos días, cuando se había recuperado del todo. Había sido un parto largo y complicado, y tuvo que pasar unos días más de los recomendados en el hospital. Apenas quiso coger a Henry, aunque sí le hizo algunos arrumacos. JJ lo entendía perfectamente, necesitaba tiempo. Había decidido que sí quería mantener contacto con ellos, ver el desarrollo del niño, pero tal vez era demasiado pronto para eso.
-Ya estoy aquí. Pásamelo -JJ entró casi corriendo de la cocina y se sentó en el sillón.
Will le dio al niño, que dejó de llorar en cuanto le acercaron el biberón. Chupó con avidez en cuanto sus labios tocaron la tetina. Justo en ese momento, sonó el timbre de la puerta.
-¡Hola! ¿Cómo está mi sobrino favorito? -Emily entró en la casa como un huracán.
-Callado -dijo JJ sonriendo. La morena le hizo una mueca divertida.
-Iré a haceros un café -Will se alejó hacia la cocina.
-Entonces, ¿cómo lo lleváis? -quiso saber Emily.
-Uf, no sé que decirte. Henry es un niño muy bueno, apenas llora, pero esto es más duro de lo que pensaba. He tenido que entregar tres trabajos en estas dos semanas, que ya tenía comprometidos, y se me ha hecho un poco duro.
-Es normal, JJ, sólo tenéis que adaptaros. Ha sido un cambio muy grande.
Hablaron unos minutos más, tomándose el café que Will les había llevado. Cuando Henry se terminó el biberón y su madre le sacó los gases, Emily lo cogió en brazos.
-Por cierto, Erin te manda saludos. Todavía está un poco deprimidilla y no le apetecía mucho venir hoy.
-¿Y qué le pasa?
-¿Qué le pasa de qué?
-Has dicho que sigue deprimidilla, ¿por qué?
-Oh, por lo de Mark y la fiesta. Ha pasado tiempo, pero ya la conoces, siempre preocupándose de más.
Emily se mordió el interior de la mejilla, maldiciéndose. Había hablado de más, pero no iba a ser ella la que contara algo tan íntimo como lo que le había pasado a Erin por ahí. Eso le correspondería a ella , si quisiera hacerlo en algún momento.
-Espero que en un par de semanas ya estemos más adaptados, será entonces cuando hagamos una cena. Nosotros, Penny, Luke y Spencer ¿qué te parece? -dijo JJ mientras cogía de nuevo al bebé de brazos de su amiga.
-Es una idea estupenda. Y no te preocupes JJ, es normal que al principio os sintáis abrumados, a todos los padres primerizos les pasa.
Hablaron un poco más, y después Emily se fue. Henry estaba dormido en sus brazos, fue a la habitación y Will dormía también; así que dejó con cuidado al niño en la cuna, con mucho cuidado de no despertarlo, y se acurrucó después contra su marido. Esperaba poder descansar un poco antes de volver a su nuevo papel de madre.
Erin dejó el teléfono móvil en la mesa y se acurrucó en el sofá. Acababa de enviarle un mensaje a Alex, diciéndole que no podía ir esa tarde a su casa. Había quedado con ella hacía unos días, pero se le hacía un mundo ir a verla.
Habían pasado algo más de tres semanas desde su aborto, pero todavía no se sentía bien del todo. En ocasiones, la tristeza la arrollaba de tal manera que tenía que parar lo que estaba haciendo y tomarse un momento para respirar hondo y mantener a raya la ansiedad.
Por eso, todavía no había ido a conocer a Henry, y llevaba semanas sin ver a Alex. Se alegraba por JJ y su amiga, pero a ella le dolía, aunque se sentía de cierta manera egoísta, que ellas tuvieran lo que ella no podía, al menos de momento.
Aaron se acercó y le tendió una taza de café. Se sentó a su lado y la acercó a él. Ella le sonrió agradecida y se acurrucó en su pecho. La noche anterior habían vuelto a tener relaciones sexuales, y aunque al principio se había sentido extraña, finalmente terminó disfrutando como siempre.
Él le acarició el pelo, y Erin cerró los ojos. Se dejó llevar por las sensaciones, por los sentimientos que Aaron le despertaba, y sintió ganas de llorar. Respiró hondo, abrió los ojos y parpadeó rápidamente para evitar ahogarse con sus propios sentimientos.
Dejó la taza en la mesa, junto al teléfono, y se movió un poco para sentarse en el regazo de Aaron, que primero la miró sorprendido y luego sonrió. Rodeó su cuello con los brazos y junto sus labios con los suyos. Aaron colocó las manos en sus caderas, y profundizó el beso.
-¿Te he dicho alguna vez lo que me gusta que seas tan espontánea? -la voz de Aaron salió en un susurro, mientras besaba su cuello y metía una mano bajo su camisa.
-Aaron…no digas nada…sólo…ámame -su voz fue casi un gemido.
Él sonrió contra su piel, mientras desabrochaba su camisa y llenaba de besos cada rincón de piel que encontraba. Besó sus pechos por encima del sujetador, antes de quitárselo. Los gemidos de Erin cuando se metió un pezón en la boca y jugueteaba con el otro, hicieron que se pusiera duro. Le dolía la erección tan dura, pero pensaba hacerla disfrutar.
Maniobró para tumbarla en el sofá, le quitó el pantalón vaquero y se desnudó con rapidez. Cubrió de besos y caricias cada parte de su cuerpo, y se sintió pleno cuando Erin se arqueó mientras se corría gritando su nombre.
Mientras ella recuperaba el aliento, se tumbó sobre ella, y mirándose a los ojos y sin perder la conexión, entró en ella. Fue la danza de dos cuerpos que se amaban, dos almas unidas por un amor eterno que explotaron en millones de fuegos artificiales al mismo tiempo.
Un rato después, estaban acostados tapados con una manta. Erin, con la cabeza apoyada sobre el pecho de Aaron, escuchaba hipnotizada el sonido de su corazón. Aaron acariciaba despacio su espalda, desde la nuca hasta las lumbares.
-Eres increíble -murmuró contra su pelo.
Erin se levantó levemente para poder mirarlo a la cara.
-¿De verdad lo crees?
-Por supuesto, cariño -le acarició la mejilla y ella sonrió.
-A veces me cuesta creerlo…-susurró sonrojándose.
-Erin, tienes que aprender a quererte un poco más.
-En eso estoy ¿sabes? Pero a veces es difícil -volvió a recostarse sobre el pecho de Aaron.
Él volvió a besar su pelo y acariciar su espalda, y minutos después, con la calma y el silencio, ambos estaban dormidos. Fue el sonido del móvil de Erin, con un mensaje entrante, el que los despertó.
Ambos se incorporaron, y mientras Aaron se vestía e iba por un vaso de agua, Erin cogió el teléfono. Cuando él volvió, ella agarraba fuertemente el móvil y lo miraba fijamente.
-¿Ocurre algo? -preguntó preocupado.
-Alex ya ha dado a luz. Me ha enviado una foto de la niña.
Le pasó el móvil, y Aaron pudo ver la foto de un bebé recién nacido, dormido y con un gorrito rosa.
-Quiere que vaya esta tarde a verla al hospital -dijo en voz baja, cogiendo de nuevo el teléfono.
-¿Todavía no te sientes con fuerza para hacerlo?
Lo pensó un momento, luego negó con la cabeza.
-Creo que no.
Aaron le levantó la barbilla y la miró a los ojos, acariciando su mejilla con el pulgar.
-Erin, no voy a decirte cómo debes sentirte, ni menospreciar tus sentimientos, pero Alex es tu mejor amiga, está viviendo un momento importante en su vida y le gustaría compartirlo contigo.
-¿Crees entonces que debería ir? -intentó apartarse, pero él la retuvo.
-Quiero que hagas lo que te salga del corazón y no te haga daño, cariño -la abrazó contra él.
Erin cerró los ojos y aspiró su aroma. Aaron era paz, calma, hogar. En sus brazos se sentía segura, capaz de cualquier cosa, por muy dolorosa que fuera.
Alex tenía una sonrisa de felicidad en su cara mientras sostenía en sus brazos a su hija recién nacida. Pasó suavemente y muy despacio un dedo por toda su carita, y la niña, aún incluso dormida, arrugó su pequeña nariz cuando la pasó por ahí. A ella se le llenaron los ojos de lágrimas.
Inevitablemente, pensó en Ethan. Su hijo nació con la cabeza llena de pelo, y comenzó a sonreír nada más escuchar su voz. La pequeña se parecía a él. Era un ángel enviado por su hermano, como solía decir James.
Había tenido mucho miedo todo el embarazo, desde que se enteró que estaba esperando a su hija. Sin embargo, gracias a James pudo disfrutar, finalmente, y creer que todo iba a salir bien.
Un golpe en la puerta la devolvió a la tierra.
-Adelante -dijo sin apartar la vista de su hija.
-¿Puedo pasar? -Erin se asomó con timidez a la habitación.
-¡Erin! Pasa.
Alex sonrió ampliamente al ver a su amiga, que la abrazó con cuidado. La conocía, y a pesar de su sonrisa, notó un deje de tristeza cuando se sentó en la silla frente a ella. Le preguntaría más tarde si todo iba bien.
-¿Y dónde está James?
-Ha bajado a la cafetería. Dice que necesitaba despejarse un poco. Y eso que he sido yo la que he sacado a un ser humano de mi interior.
-Ya sabemos lo flojos que son los hombres…-Erin rio suavemente.
-¿Quieres cogerla? Esta pequeña está deseando conocer a su madrina.
Alex notó la duda en los ojos de Erin, pero finalmente asintió. Se movió un poco para que pudiera cogerla, y luego se acomodó en las almohadas.
-¿Ya sabéis cómo vais a llamarla? -preguntó Erin en voz baja.
-Chiara Hope Blake. Ese es su nombre.
-Es precioso -murmuró cogiendo su manita.
Erin acarició la mano de la niña, y sintió cómo su corazón se llenaba de felicidad cuando Chiara abrió los ojos y sonrió. Fue en ese momento cuando supo que ella quería eso también, que aunque ahora tuviera miedo, más pronto que tarde, estaba segura de que quería ser madre.
Continuará…
