Descargo de responsabilidad: ya saben ustedes que PUCCA y sus personajes no me pertenecen, le pertenecen a su creador Boo Kyoung Kim. Yo sólo usé sus personajes, para crear esta historia loca, pero según yo entretenida.

Descargo de responsabilidad 2: así como el libro de Harry pottery sus personajes no me pertenecen, pues le pertenecen a la autora JKRollin. yo sólo utilicé a Harry potterpara juntarlo con Pucca, así que no plagien, adapten o copien por favor que eso no está bien.

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"Nunca hay que confiarnos, si queremos salvarnos." _(Minerva McGonagal)

En un lugar simple de Londres, a las 12:00 de la madrugada un gato atigrado veía en la calle a un hombre que parecía salido de la nada. Eso hizo que el gato entornara los ojos, ya que en Privet Drive nunca se había visto un hombre así.

Era alto, delgado y muy anciano, a juzgar por su barba y pelo plateado tan largos que había podido sujetarlo con su cinturón. Llevaba una túnica larga, una capa púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas, sus ojos azules eran claros, brillantes y centellaban detrás de unas gafas de cristal de media luna y su nariz era muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez, el nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore.

Albus Dumbledore no parecía darse cuenta de que había llegado a una calle en donde todo lo suyo, desde su nombre hasta sus botas era mal recibido. Estaba muy ocupado revolviendo en su capa buscando algo, pero pareció darse cuenta de que lo observaban con fijeza.

Porque de pronto miró al gato, que todavía lo contemplaba desde la otra punta de la calle. Por alguna razón, ver al gato pareció divertirlo, rio entre dientes y murmuró.

–Debería haberlo sabido.

Encontró en su bolsillo interior lo que estaba buscando y lo sacó, parecía un encendedor de plata, así que lo abrió, lo sostuvo alto en el aire y lo encendió. La luz más cercana de la calle se apagó con un enorme estallido, lo encendió otra vez y la siguiente lámpara quedó a obscuras.

12 veces hizo funcionar el apagador, hasta que las únicas luces que quedaron en toda la Calle fueron dos puntitos lejanos, los ojos del gato que lo observaban. Si alguien hubiera mirado por la ventana en aquel momento, aunque fuera la señora de esa casa en la que el gato estaba con sus ojos como cuentas, pequeños y brillantes, no habría podido ver lo que sucedía en la calle.

Albus Dumbledore volvió a guardar el apagador dentro de su capa y fue hacia el número 4 de la calle, donde se sentó en el muro cerca del gato. No lo miró, pero después de un momento le dirigió la palabra.

–Me alegro de verla aquí, profesora McGonagal.

Se volvió para sonreírle al gato, pero este había desaparecido. En su lugar, le dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo, que llevaba gafas de montura cuadrada, idénticas a las líneas que había alrededor de los ojos del gato, la mujer también llevaba una capa de color esmeralda, su cabello negro estaba recogido en un moño y parecía claramente disgustada con el sujeto enfrente de Ella.

–¿Cómo ha sabido que era yo?

Preguntó con Brusquedad.

–Mi querida profesora, nunca he visto un gato tan tieso.

Dijo tranquilo Dumbledore, rodando los ojos la mujer enfrente de él.

–Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre un muro de ladrillo.

Había respondido la profesora McGonagal, suspirando con un toque de frustración, mientras que Albus Dumbledore hablaba sorprendido.

¿Todo el día? ¿Cuándo podría haber estado de fiesta? Debo de haber pasado por una docena de celebraciones y fiestas en mi camino hasta aquí.

La profesora McGonagal resopló enfadada.

–¡OOHHH! Sí, todos estaban de fiesta, de acuerdo.

Dijo con impaciencia.

–Yo creía que serían un poquito más prudentes, pero no. Hasta los muggles se han dado cuenta de que algo sucede, ha salido en las noticias.

Torció la cabeza en dirección de la ventana del obscuro salón de la familia Dursley.

–Lo he oído, bandadas de búhos, estrellas fugases. Bueno, no son totalmente estúpidos, tenían que darse cuenta de algo. Estrellas fugases cayendo en Kent, seguro que ha sido Dedalus Diggles, nunca ha tenido mucho sentido común.

–No puede reprochárselo.

Dijo Dumbledore con tono afable.

-Hemos tenido tan poco que celebrar durante 11 años.

–Ya lo sé.

Respondió irritada la profesora McGonagal.

–Pero eso no es una razón para perder la cabeza, la gente se ha vuelto completamente descuidada. Sale a las calles a plena luz del día, ni si quiera se ponen la ropa de los Muggles, intercambia rumores.

Lanzó una mirada cortante y de soslayo hacia Dumbledore, como si esperara que este le contestara algo. Pero como no lo hizo, continuó hablando.

–Sería extraordinario que el mismo día en que quien usted sabe, parece haber desaparecido al fin, los muggles descubran todo sobre nosotros, ¿Por qué real mente se ha ido? ¿No, Dumbledore?

–Es lo que parece.

Dijo serio Dumbledore.

–Tenemos mucho que agradecer, ¿Le gustaría tener un caramelo de limón?

–¿Un qué?

Preguntó desconcertada la profesora McGonagal,respondiéndole de inmediato Albus Dumbledore.

–¿Un caramelo de limón? Es una clase de los dulces de los muggles que me gusta mucho.

–No, muchas gracias.

Respondió con frialdad la profesora McGonagal, como si considerara que aquel no era un momento apropiado para caramelos.

–Como le decía, aunque quien usted sabe se halla ido, mi querida profesora. Estoy seguro que una persona sensata como usted, puede llamarlo por su nombre, ¿Verdad? Toda esa tontería de quien usted sabe, durante 11 años he intentado persuadir a la gente para que lo llamaran por su verdadero nombre, Voldemort.

La profesora McGonagal se hizo hacia atrás con temor, pero Dumbledore, ocupado en desenvolver dos caramelos de limón. Pareció no darse cuenta, aunque era seguro que tal vez lo ignorara.

–Todo resultará muy confuso si seguimos diciendo, quien usted sabe, nunca he encontrado ningún motivo para temer pronunciar el nombre de Voldemort.

–Sé que usted no tiene ese problema.

Observó la profesora McGonagan, entre la exasperación y la admiración.

–Pero usted es diferente, todos saben que usted es el único al que quien usted... Eh, bueno, Voldemort temía.

–Me está alagando.

Dijo con calma Dumbledore.

–Voldemort, tiene poderes que yo nunca tuve.

–solo porque usted es demasiado... Bueno, noble, para usarlos.

Dijo sincera la profesora McGonagal, diciendo tranquilo Dumbledore.

–Menos mal que está obscuro, no me he ruborizado tanto desde que la señora Pomfrey me dijo que le gustaban mis nuevas orejeras.

La profesora McGonagal le lanzó una mirada dura, antes de hablar.

–Las lechuzas y los búhos no son nada comparadas con los rumores que corren por allí, ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció? ¿Sobre lo que finalmente lo detuvo?

Parecía que la profesora McGonagal había llegado al punto que más deseosa estaba por discutir, la verdadera razón por la que había esperado todo el día en una fría pared. Pues, ni como gato ni como mujer, había mirado nunca a Dumbledore con tal intensidad como lo hacía en aquel momento.

Era evidente que, fuera lo que fuera, aquello que todos decían. No iba a creer lo que dijeran hasta que Dumbledore le dijera que era verdad, o que por el contrario era una mentira que la gente se inventaba. Dumbledore, sin embargo, estaba eligiendo otro caramelo y no le respondió.

–Lo que están diciendo.

Insistió.

–Es que la pasada noche Voldemort apareció en el valle de Godric, iba a buscar a los potter. El rumor es que Lily y James Potter están… Están… Bueno, que están muertos.

Dumbledore inclinó la cabeza, la profesora McGonagal se quedó boquiabierta.

–¡Lily y James! ¡no puedo creerlo! ¡no quiero creerlo! ¡Oh, Albus!

Dumbledore se acercó y le dio una palmada en la espalda.

–Lo sé, lo sé.

Dijo con tristeza, la voz de la profesora McGonagal temblaba cuando continuó.

–Eso no es todo, dicen que quiso matar a los hijos de los Potter, a Harry y a Garu. Pero no pudo, no pudo matar a esos niños. Nadie sabe por qué, ni como, pero dicen que como no pudo matarlos, el poder de Voldemort se rompió y que esa es la razón por la que se ha ido.

Dumbledore asintió con la cabeza, apesadumbrado.

–¿Es… Es verdad?

Tartamudeó la profesora McGonagal.

–Después de todo lo que hizo, de toda la gente que mató, ¿No pudo matar a dos niños? Es asombroso, entre todas las cosas que pudieron detenerlo. Pero, ¿Cómo sobrevivió Harry y Garu en nombre del cielo?

–Solo podemos hacer conjeturas.

Dijo Dumbledore.

–Tal vez nunca lo…

–Sepamos.

La profesora McGonagal sacó un pañuelo con puntilla y se lo pasó por los ojos, por detrás de las gafas. Dumbledore resopló, mientras sacaba un reloj del bolsillo y lo examinaba. Era un reloj muy raro, tenía 12 manecillas y ningún número, pequeños planetas se movían por el perímetro del círculo. Pero para Dumbledore debía de tener sentido, porque lo guardó y dijo.

–Hagrid se retrasa, imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí, ¿No?

–Sí.

Dijo la profesora McGonagal.

–Y yo me imaginó que usted no me va a decir porqué entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí.

–He venido a entregar a Harry a su tía y a su tío, son la única familia que le queda ahora.

Soltó Dumbledore tranquilo, diciéndole seria la profesora McGonagal.

–¿Quiere decir? ¿No puede referirse a las personas que viven acá?

poniéndose de pie de un salto y señalando el número cuatro, volviendo a decir incrédula.

–Dumbledore, no puede. Los he estado observando todo el día, no podría encontrar a gente más distinta de nosotros. Y ese hijo que tiene, lo vi dando patadas a su madre, mientras subían por la escalera y pedía caramelos a gritos, Harry y Garu Potter no pueden vivir ahí.

–Es el mejor lugar para él, además, solo vivirá Harry aquí.

Dijo Dumbledore con firmeza.

–Sus tíos podrán explicárselo todo cuando sea mayor, les escribí una carta.

–Pero si solo Harry va a vivir aquí, ¿Qué pasará con su gemelo?

Cuestionó la profesora McGonagal preocupada, hablando Dumbledore con sencillez.

–Se irá a vivir con los Sanada, esos tíos de Harry y Garu también son diferentes. Pero estando allí Juliet, creo que podrán explicarle mejor a Garu la situación.

–Pero, Dumbledore, eso está hasta la otra punta del mundo. Separará a los gemelos a lo tonto, ¿Por ¿Qué no simplemente pone a los gemelos en el mismo lugar?

Suspiró confusa la profesora, hablando Dumbledore cansadamente.

–Será lo mejor que estén separados, tengo una carta para ambos tíos explicando la situación.

Dijo tajante Dumbledore, no queriendo discutir más sobre el tema.