Descargo de responsabilidad: ya saben ustedes que PUCCA y sus personajes no me pertenecen, le pertenecen a su creador Boo Kyoung Kim. Yo sólo usé sus personajes, para crear esta historia loca, pero según yo entretenida.
Descargo de responsabilidad 2: así como el libro de Harry pottery sus personajes no me pertenecen, pues le pertenecen a la autora JKRollin. yo sólo utilicé a Harry potter para juntarlo con Pucca, así que no plagien, adapten o copien por favor que eso no está bien.
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"No quería verte ni en pintura, pero ahora estoy obligada a cuidarte." _(Petunia Dursley)
Habían pasado aproximadamente 10 años desde el día en que los Dursley se despertaron y encontraron a su sobrino en la puerta de entrada, pero Privet Drive no había cambiado en absoluto. El sol se elevaba en los mismos jardincitos, iluminaba el número cuatro de latón sobre la puerta de los Dursley y avanzaba en su salón, que era casi exactamente el mismo que aquel en donde el señor Dursley había oído las ominosas noticias sobre las lechuzas y los búhos, una noche de hacía diez años.
Solo las fotos de la repisa de la chimenea eran testimonio del tiempo que había pasado, mostrando el crecimiento de su hijo y sin mostrar el poco cuidado que le daban a Harry. Diez años antes, había gran cantidad de retratos de lo que parecía una gran pelota rosada con gorros de diferentes colores, pero Dudley Dursley ya no era un niño pequeño.
Y en aquel momento, las fotos mostraban a un chico grande y rubio montando su primera bicicleta, en un tío vivo en la feria, jugando con su padre en el ordenador, besado y abrazado por su madre, la habitación no mostraba señales de que allí viviera otro niño. Sin embargo, Harry Potter todavía estaba allí, durmiendo en aquel momento, aunque no por mucho tiempo. Su tía Petunia se había despertado y su voz chillona era el primer ruido del día, que al final despertaba a Harry de su sueño tranquila.
–¡ARRIBA! ¡ALEBANTARSE! ¡AHORA!
Harry se despertó con un sobresalto, mientras que su tía llamaba otra vez a la puerta.
–¡ARRIBA!
Chillo de nuevo su tía Petunia, mientras que Harry oía sus pasos en dirección a la cocina y después el Rose del sartén contra el fogón. El niño se dio la vuelta e intentó recordar el sueño que había tenido, había sido bonito para su perspectiva.
Había una moto que volaba, otro niño junto a él, tenía la curiosa sensación de que había soñado lo mismo anterior mente. Si tía volvió a la puerta, distrayéndolo de lo que recordaba con insistencia.
–¿Ya estás levantado?
Quiso saber.
–Casi.
Respondió Harry.
–Bueno, date prisa, quiero que vigiles el bacon. Y no te atrevas a dejar que se queme, quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Dudley.
Harry gimió.
–¿Qué has dicho?
Gritó con ira desde el otro lado de la puerta.
–Nada, nada.
El cumpleaños de Dudley
¿Cómo había podido olvidarlo?
Harry se levantó lentamente y comenzó a buscar sus calcetines, encontró un par debajo de la cama y después de sacar una araña de uno, se los puso sin mucha prisa. Harry estaba acostumbrado a las arañas, porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de ellas y allí era donde dormía.
Cuando estuvo vestido salió al recibidor y allí entró a la cocina, la mesa estaba cubierta por los regalos de cumpleaños de Dudley. Parecía que esta había conseguido el ordenador nuevo que quería, por no mencionar el segundo televisor y la bicicleta de carreras, por la que tanto había pataleado y exigido.
La razón exacta por la que Dudley podía querer una bicicleta era un misterio para Harry, ya que Dudley estaba muy gordo y aborrecía el ejercicio, excepto si consistía en pegarle a alguien, por supuesto. El saco de boxeo favorito de Dudley era Harry, pero no podía atraparlo muy a menudo.
Aunque no lo parecía, Harry era muy rápido. Tal vez tenía que ver con eso de vivir en una oscura alacena, pero Harry había sido siempre flaco y muy bajo para su edad.
Además, parecía más pequeño y enjuto de lo que realmente era. Porque la ropa que llevaba eran prendas viejas de Dudley y su primo era cuatro veces más grande que él, por lo mucho que sabía que le gustaba comer y le solían dar.
Harry tenía un rostro delgado, rodillas huesudas, pelo negro y ojos de color verde brillante, llevaba gafas redondas siempre pegadas con cinta adhesiva, consecuencia de todas las veces que Dudley le había pegado en la nariz. La única cosa que a Harry le gustaba de su apariencia, era aquella cicatriz en la frente con la forma de un relámpago. La tenía desde que podía acordarse, e incluso lo primero que recuerda haber preguntado a su tía Petunia era como se la había hecho.
–En el accidente de coche en donde tus padres murieron.
Había dicho.
–Y no hagas preguntas.
No hagas preguntas, esa era la primera regla que se debía observar si se quería vivir una vida tranquila con los Dursley. Y Harry resignado solía obedecer, aunque le parecía ridícula la regla impuesta por sus tíos. Y en poco tiempo, tío Vernon había entrado a la cocina cuando Harry estaba dando la vuelta al tocino.
–¡Péinate!
Dijo como saludo matinal, al que Harry estaba acostumbrado. Una vez por semana, tío Vernon miraba por encima de su periódico y gritaba que Harry necesitaba un corte de pelo.
A Harry le habían cortado más veces el pelo que al resto de los niños de su clase todos juntos, pero no servía para nada. Pues su pelo seguía creciendo de aquella manera, por todos lados.
Harry estaba friendo los huevos cuando Dudley llegó a la cocina con su madre, Dudley se parecía mucho al tío Vernon. Tenía una cara grande y rosada, poco cuello, ojos pequeños de un tono azul acuoso y abundante pelo rubio que cubría su cabeza gorda, que lo hacía ver más gordo de lo que de por sí estaba.
Tía Petunia decía a menudo que Dudley parecía un angelito, debido a lo mucho que amaba a su hijo. Harry, por su parte, decía que Dudley parecía un cerdo con peluca.
Harry puso sobre la mesa los platos con huevos y Bacon, lo que era difícil porque había poco espacio. Entre tanto, Dudley contaba sus regalos, su cara se ensombreció.
–36.
Dijo molesto, mirando a su madre y a su padre.
–Dos menos que el año pasado.
–Querido, no has contado el regalo de tía Marge. Mira, está debajo de este grande de mamá y papá.
–Muy bien, 37 entonces.
Dijo Dudley, poniéndose rojo. Harry, que podía ver venir un gran berrinche por parte de Dudley.
Comenzó a comerse el Bacon lo más rápido posible, por si volcaba la mesa de la cocina. Tía Petunia también sintió el peligro, porque dijo rápidamente para calmar la situación.
–Y vamos a comprarte dos regalos más cuando salgamos hoy, ¿Qué te parece, pichoncito? ¡DOS REGALOS MÁS! ¿Está todo bien?
Dudley pensó un momento más, parecía un trabajo difícil para él. por último, dijo lentamente.
–Entonces tendré 30… 30…
–Sí, tendrás 39, dulzura.
Dijo tía petunia.
–Oh.
Expresó más calmado Dudley, dejándose caer pesadamente en una silla y tomando el regalo más cercano. Para Harry todo eso era una tortura, a pesar de que ya estaba acostumbrado a esas escenitas en su de por sí difícil vida.
–Entonces está bien.
Tío Vernon río entre dientes.
–El pequeño tunante quiere que le den lo que vale, igual que su padre. Bravo, Dudley.
Dijo orgulloso y revolvió el pelo de su hijo, feliz de que el chico se comportara como él. en aquel momento sonó el teléfono y tía Petunia fue a cogerlo, mientras Harry y tío Vernon miraban a Dudley con atención, que estaba desembalando la bicicleta de carreras, la filmadora, el avión con control remoto, 16 juegos para el ordenador y un video. Estaba rompiendo el envoltorio de un reloj de oro, cuando tía Petunia volvió, enfadada y preocupada a la vez.
–Malas noticias, Vernon.
Dijo con el ceño fruncido.
–La señora Figg se ha fracturado una pierna, no puede cuidarlo.
Volvió la cabeza en dirección a Harry, eso hizo que la boca de Dudley se abriera con horror. Pero el corazón de Harry dio un salto, ya que se había emocionado.
Cada año, el día del cumpleaños de Dudley, sus padres lo llevan con un amigo a pasar el tiempo en un Parque de atracciones, a comer hamburguesas o al sine. Cada año, Harry se quedaba con la señora Figg, una anciana loca que vivía a dos manzanas. Harry no podía soportar ir allí, toda la casa olía a repollo y la señora Figg le hacía Mira las fotos de todos los gatos que había tenido.
–¿Y ahora qué hacemos?
Preguntó tía Petunia, mirando con ira a Harry como si él hubiera planeado todo. Harry sabía que debía sentir pena por la pierna de la señora Figg, pero no era fácil cuando sabía que pasaría un año más antes de tener que ver a Tibbles, Swowy, el señor Paws o Tufty una vez más.
–Podemos llamar a Marge.
Sugirió tío Vernon con seriedad.
–No seas tonto, Vernon, ella no aguanta al chico.
Los Dursley hablaban a menudo sobre Harry de aquella manera, como si no estuviera allí. O más bien, como si pensaran que era tan tonto que no podía entenderlos, algo así como un gusano.
–¿Y qué me dices de "tu amiga"! ¿Cómo se llama? ¿Ibón?
–Está de vacaciones en Mallorca.
Respondió enfadada tía Petunia.
–¿Podrían dejarme aquí?
Sugirió esperanzado Harry.
–Podría ver lo que quisiera en la televisión, para variar y tal vez incluso jugaría con el ordenador de Dudley.
Tía Petunia lo miró con enfado, más bien, como si se hubiera tragado un limón.
–¿Y volver y encontrar la casa en ruinas?
Rezongó Harry a lo que su tía dijo.
–No voy a quemar la casa.
Su voz era segura, pero nadie le hizo caso ni lo quiso escuchar.
