Descargo de responsabilidad: ya saben ustedes que PUCCA y sus personajes no me pertenecen, le pertenecen a su creador Boo Kyoung Kim. Yo sólo usé sus personajes, para crear esta historia loca, pero según yo entretenida.
Descargo de responsabilidad 2: así como el libro de Harry pottery sus personajes no me pertenecen, pues le pertenecen a la autora JKRollin. yo sólo utilicé a Harry potter para juntarlo con Pucca, así que no plagien, adapten o copien por favor que eso no está bien.
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"Cada nuevo lugar, es una nueva experiencia." _Harry James Potter, Garu William Potter Sanada y Pucca Walburga Black Dooda)
Hagrid era tan corpulento que separaba fácilmente a la muchedumbre, así que lo único que Pucca, Destiny, Garu y Harry tenían que hacer era mantenerse detrás de él. Pasaron ante librerías y tiendas de música, ante hamburgueserías y cines, pero en ningún lado parecía que vendieran varitas mágicas. Era una calle normal, llena de gente normal.
¿De verdad habría cantidades de oro de magos enterradas debajo de ellos?
¿Había allí realmente tiendas que vendían libros de hechizos y escobas?
¿No sería una broma pesada preparada por los Dursley?
Si Harry no hubiera sabido que los Dursley carecían de sentido del humor, podría haberlo pensado. Sin embargo, aunque todo lo que le había dicho era Hagrid increíble, Harry no podía dejar de confiar en él. aún más, porque Pucca, Garu y Destiny era una prueba de ello y de la vida nueva que se habría ante él.
–Es aquí.
dijo serio Hagrid, deteniéndose y haciendo que los niños se detuvieran también.
–El Caldero Chorreante. Es un lugar famoso.
Era un bar diminuto y de aspecto mugriento, la verdad para ninguno de los chicos, ese lugar era destacable. Si Hagrid no lo hubiera señalado, Harry, Pucca, Garu y Destiny no lo habrían visto.
La gente, que pasaba apresurada, ni lo miraba. Sus ojos iban de la gran librería, a un lado, a la tienda de música, al otro, como si no pudieran ver el Caldero Chorreante.
En realidad, Harry tuvo la extraña sensación de que sólo él, Hagrid y los chicos que venían con él lo veían. Antes de que pudiera decirlo, Hagrid lo hizo entrar.
Y para ser un lugar famoso, estaba muy oscuro y destartalado. Unas ancianas estaban sentadas en un rincón, tomando copitas de Jerez.
Una de ellas fumaba una larga pipa, más concentradas en lo suyo que en la gente que entraba. Un hombre pequeño que llevaba un sombrero de Copa hablaba con el viejo cantinero, que era completamente calvo y parecía una nuez blanda.
El suave murmullo de las charlas se detuvo de la nada, cuando ellos entraron como si nada. Todos parecían conocer a Hagrid, pero nadie los conocía a ellos al parecer. Saludaban a Hagrid con la mano y le sonreían, y el cantinero buscó un vaso diciendo:
–¿Lo de siempre, Hagrid?
–No puedo, Tom, estoy aquí por asuntos de Hogwarts.
Respondió tranquilo Hagrid, poniendo una mano en el hombro de Harry, la otra mano en el hombro de Garu y obligándoles a doblar las rodillas.
–Buen Dios.
Dijo sorprendido el cantinero, mirando atentamente a Harry y a Garu.
–¿Son éstos... Puede ser...?
El Caldero Chorreante había quedado súbitamente inmóvil y en silencio.
–Válgame Dios.
susurró asombrado el cantinero.
–Harry y Garu Potter... todo un honor.
Salió rápidamente del mostrador, corrió hacia Harry y Garu y les estrechó las manos, con los ojos llenos de lágrimas.
–Bienvenidos, Harry, Garu, bienvenidos.
Harry y Garu no sabían qué decir, aunque Garu pudiera o no hacerlo. Todos los miraban de repente, y aunque para Garu fuera común, que lo hicieran en otro lugar que no fuera Sooga era extraño.
La anciana de la pipa seguía chupando, sin darse cuenta de que se le había apagado. Hagrid estaba radiante, orgulloso de llevar a los gemelos Potter, mientras Pucca y Destiny se mantenían al margen por respeto.
Entonces se produjo un gran movimiento de sillas y, al minuto siguiente, Harry y Garu se encontraron estrechando la mano de todos los del Caldero Chorreante.
–Doris Crockford, Harry, Garu. No puedo creer que por fin los haya conocido.
–Estoy orgullosa, Harry, Garu, muy orgullosa.
–Siempre quise estrecharles la mano… estoy muy complacido.
–Encantado, Harry, Garu, no puedo decirles cuánto. Mi nombre es Diggle, Dedalus Diggle.
–¡Yo lo he visto antes!
Dijo serio Harry, mientras Dedalus Diggle dejaba caer su sombrero a causa de la emoción.
–Usted me saludó una vez en una tienda.
–¡Me recuerda!
Gritó emocionado Dedalus Diggle, mirando a todos.
–¿Habéis oído eso? ¡Se acuerda de mí! ¡y conocí a uno de los gemelos!
Harry Y Garu estrecharon manos una y otra vez, a pesar de que ya estaban cansados y Pucca y Destiny los observaban. Doris Crockford volvió a repetir el saludo, entusiasta porque los gemelos Potter estuvieran allí en su presencia.
Un joven pálido se adelantó, muy nervioso. Tenía un tic en el ojo, que lo hacía destacar para todos.
–¡Profesor Quirrell!
Dijo amablemente Hagrid.
–Harry, Garu, el profesor Quirrell les dará clases en Hogwarts, eso les incluye a ustedes también, Pucca y Destiny.
Los cuatro asintieron, agradecidos de que Hagrid les diera la información.
–P-P-Potter.
Tartamudeó nervioso el profesor Quirrell, apretando la mano de Harry y la de Garu.
–N-No pue-e-do decirles l-lo contento que-e estoy de co-conocerlos.
–¿Qué clase de magia enseña usted, profesor Quirrell?
Preguntaron al unísono Harry y Destiny, mirándose entre sí, riendo un poco por ello y después escuchando al profe.
–D-Defensa Contra las Artes O-Oscuras.
Les murmuró lentamente el profesor Quirrell, como si no quisiera pensar en ello.
–N-No es al-algo que u-ustedes n-necesiten, ¿verdad, PPotter?
Soltó una risa nerviosa.
–Están reuniendo el e-equipo, s-supongo. Yo tengo que b-buscar otro l-libro de va-vampiros.
Pareció aterrorizado ante la simple mención, pero los demás no permitieron que el profesor Quirrell acaparara a Harry y a Garu. Éste tardó más de diez minutos en despedirse de ellos, perdido entre palabras y tartamudeos nerviosos. Al fin, Hagrid se hizo oír.
–Tenemos que irnos. Hay mucho que comprar. Vamos, Harry, Garu, Pucca y Destiny.
Doris Crockford estrechó la mano de Harry y de Garu una última vez y Hagrid se los llevó a través del bar hasta un pequeño patio cerrado, donde no había más que un cubo de basura y hierbajos. Hagrid miró sonriente a Harry, a Garu y a los demás chicos, lleno de emoción por el cómo trataron a Garu y a Harry.
–Se los dije, ¿verdad? Les dije que eran famosos. Hasta el profesor Quirrell temblaba al conocerlos, aunque les diré que habitualmente tiembla.
–¿Está siempre tan nervioso?
Preguntó curioso Harry, sin poder evitarlo.
–Oh, sí. Pobre hombre. Una mente brillante. Estaba bien mientras estudiaba esos libros de vampiros, pero entonces cogió un año de vacaciones, para tener experiencias directas… Dicen que encontró vampiros en la Selva Negra y que tuvo un desagradable problema con una hechicera… Y desde entonces no es el mismo. Se asusta de los alumnos, tiene miedo de su propia asignatura… Ahora ¿adónde vamos, paraguas?
Le terminó de explicar Hagrid tranquilamente.
(¿Vampiros? ¿Hechiceras?)
La cabeza de Harry era un torbellino, todo era nuevo y aún no podía ni procesar que tenía un hermano. Hagrid, mientras tanto, contaba ladrillos en la pared, encima del cubo de basura.
–Tres arriba… dos horizontales…
Murmuraba concentrado.
–Correcto. Un paso atrás, chicos.
Dio tres golpes a la pared, con la punta de su paraguas. El ladrillo que había tocado se estremeció, se retorció y en el medio apareció un pequeño agujero, que se hizo cada vez más ancho. Unos segundos más tarde estaban contemplando un pasaje abovedado lo bastante grande hasta para Hagrid, un paso que llevaba a una calle con adoquines, que serpenteaba hasta quedar fuera de la vista.
–Bienvenidos.
Les dijo alegremente Hagrid.
–al callejón Diagon.
Sonrió ante el asombro de Garu, Pucca, Destiny y Harry, siendo evidente que ninguno de los cuatro sé esperaba eso. Entraron en el pasaje, los cuatro ansiosos por ver lo que había dentro. Harry miró rápidamente por encima de su hombro y vio que la pared volvía a cerrarse, luego de que él y los demás lograron entrar detrás de él.
El sol brillaba iluminando numerosos calderos, en la puerta de la tienda más cercana.
«Calderos - Todos los Tamaños - Latón, Cobre, Peltre, Plata - Automáticos Plegables»
Decía un rótulo que colgaba sobre ellos.
–Sí, van a necesitar uno.
Les dijo serio Hagrid.
–Pero mejor que vayamos primero a conseguir el dinero.
Harry deseó tener ocho ojos más, así podría ocupar más campo de visión. Movía la cabeza en todas direcciones, mientras iban calle arriba, tratando de mirar todo al mismo tiempo: las tiendas, las cosas que estaban fuera y la gente haciendo compras. Una mujer regordeta negaba con la cabeza en la puerta de una droguería cuando ellos pasaron, diciendo:
–Hígado de dragón a dieciséis sickles la onza, están locos.
Un suave ulular llegaba de una tienda oscura que tenía un rótulo que decía:
«Emporio de la Lechuza. Color pardo, castaño, gris y blanco.»
Varios chicos de la edad de Harry y Garu pegaban la nariz contra un escaparate lleno de Escobas.
–Mirad.
Oyó Garu y Harry que decía uno.
–La nueva Nimbus 2000, la más veloz.
Algunas tiendas vendían ropa; otras, telescopios y extraños instrumentos de plata que Harry nunca había visto. Escaparates repletos de bazos de murciélagos y ojos de anguilas, tambaleantes montones de libros de encantamientos, plumas y rollos de pergamino, frascos con pociones, globos con mapas de la luna...
