Descargo de responsabilidad: ya saben ustedes que PUCCA y sus personajes no me pertenecen, le pertenecen a su creador Boo Kyoung Kim. Yo sólo usé sus personajes, para crear esta historia loca, pero según yo entretenida.

Descargo de responsabilidad 2: así como el libro de Harry pottery sus personajes no me pertenecen, pues le pertenecen a la autora JKRollin. yo sólo utilicé a Harry potter para juntarlo con Pucca, así que no plagien, adapten o copien por favor que eso no está bien.

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"Hoy por fin la vida me sonríe, iluminando mis pasos con la esperanza que anhelaba." _(Harry James Potter)

Fue así que después de un tiempo, llegaron a su primer destino.

–Gringotts.

Dijo serio Hagrid, llamando la atención de los tres jóvenes y el dragón cambiante. Habían llegado a un edificio, blanco como la nieve, que se alzaba sobre las pequeñas tiendas. Delante de las puertas de bronce pulido, con un uniforme carmesí y dorado, había...

–Sí, eso es un duende.

Les dijo tranquilo Hagrid en voz baja, mientras subían por los escalones de piedra blanca. El duende era una cabeza más baja que Harry y que Garu, algo que a Pucca le pareció adorable.

Tenía un rostro moreno e inteligente, una barba puntiaguda y, Harry pudo notarlo, dedos y pies muy largos. Cuando entraron los saludó, Pucca siempre mostrando una sonrisa feliz a pesar de que no hablaba. Entonces encontraron otras puertas dobles, esta vez de plata, con unas palabras grabadas encima de ellas.

«Entra, desconocido, pero ten cuidado

Con lo que le espera al pecado de la codicia,

Porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado, Deberán pagar en cambio mucho más,

Así que, si buscas por debajo de nuestro suelo Un tesoro que nunca fue tuyo,

Ladrón, te hemos advertido, Ten cuidado De encontrar aquí algo más que un tesoro.

Cuando Destiny terminó de leer, Hagrid les volvió a recordar.

–Cómo les dije, hay que estar loco para intentar robar aquí.

Dos duendes los hicieron pasar por las puertas plateadas y se encontraron en un amplio vestíbulo de mármol, dejando a Garu, Pucca, Harry y Destiny anonadados. Un centenar de duendes estaban sentados en altos taburetes, detrás de un largo mostrador, escribiendo en grandes libros de cuentas, pesando monedas en Balanzas de cobre y examinando piedras preciosas con lentes, algo que los alucinó al no esperarse nada de esto.

Las puertas de salida del vestíbulo eran demasiadas para contarlas, y otros duendes guiaban a la gente para entrar y salir. Hagrid, Harry y Garu se acercaron al mostrador, siendo seguidos por Pucca y Destiny que se seguían manteniendo al margen.

–Buenos días.

Le dijo Cortez Hagrid a un duende desocupado.

–Hemos venido a sacar algún dinero de la caja de seguridad del señor Harry y Garu Potter.

–¿Tiene su llave, señor?

Le cuestionó serio el duende.

–La tengo por aquí.

Dijo rápido Hagrid, y comenzó a vaciar sus bolsillos sobre el mostrador, desparramando un puñado de galletas de perro sobre el libro de cuentas del duende. Éste frunció la nariz, molesto por lo que hacía Hagrid. Garu y Harry observó al duende que tenía a la derecha, que pesaba unos rubíes tan grandes como carbones brillantes.

–Aquí está.

Dijo finalmente Hagrid, enseñando una pequeña llave dorada. El duende la examinó de cerca, como sí quisiera ver si era falsa y luego soltó.

–Parece estar todo en orden.

–Y también tengo una carta del profesor Dumbledore.

Dijo serio Hagrid, dándose importancia.

–Es sobre lo-que-usted-sabe, en la cámara setecientos trece.

El duende leyó la carta cuidadosamente.

–Muy bien.

Dijo serio, devolviéndosela a Hagrid.

–Voy a hacer que alguien los acompañe abajo, a las dos cámaras. Pero antes, ¿Ellos los acompañarán?

Preguntó de nuevo el duende, haciendo que Hagrid los volteara a ver. Pero antes de que dijeran algo, Destiny respondió por él.

–En realidad no, yo quiero ir a la cámara de Sirius Black y la cámara del maestro so.

–Entiendo, ¿Tienes la llave, niño?

Preguntó serio el duende una vez más, asintiendo Destiny y de su bolsillo derecho de sus pantalones negros, sacó dos llaves y sé las mostró al duende. Él las miró por un rato y soltó.

–Bien, los llevará otro duende a ustedes dos, así que esperen. A los gemelos Potter los llevará, ¡Griphook!

Griphook era otro duende, que al oír el grito fue a ellos. Cuando Hagrid guardó todas las galletas de perro en sus bolsillos, él, Garu y Harry siguieron a Griphook hacia una de las puertas de salida del vestíbulo. Mientras que Pucca y Destiny se iban con otro duende, yendo a otro lado.

–¿Qué es lo-que-usted-sabe en la cámara setecientos trece?

Preguntó curioso Harry.

–No se los puedo decir.

Dijo misteriosamente Hagrid.

–Es algo muy secreto. Un asunto de Hogwarts. Dumbledore me lo confió.

Griphook les abrió la puerta, mostrándoles algo diferente a ambos hermanos. Garu y Harry, que habían esperado más mármoles, se sorprendieron al ver el lugar.

Estaban en un estrecho pasillo de piedra, iluminado con antorchas. Se inclinaba hacia abajo y había unos raíles en el suelo, haciendo que mostrara todo más impresionante.

Griphook silbó y un pequeño carro llegó rápidamente por los raíles, deteniéndose enfrente de ellos en un instante. Subieron (Hagrid con cierta dificultad) y se pusieron en marcha.

Al principio fueron rápidamente a través de un laberinto de retorcidos pasillos, que Garu logró ver al tener una buena mirada y un buen oído. Harry trató de recordar, izquierda, derecha, derecha, izquierda, una bifurcación, derecha, izquierda, pero era imposible.

El veloz carro parecía conocer su camino, porque Griphook no lo dirigía. A Harry le escocían los ojos de las ráfagas de aire frío, pero los mantuvo muy abiertos.

A diferencia de Garu, que estaba más que acostumbrado a ese tipo de vientos por el cómo era Sooga y sus montañas nevadas. Sin embargo, en una ocasión, les pareció ver un estallido de fuego al final del pasillo y se dieron la vuelta para ver si era un dragón.

Pero era demasiado tarde, no lo habían logrado ver, aunque Garu predijo que sí lo era al ser tan parecido a las llamas que Destiny podía soltar. Iban cada vez más abajo, pasando por un lago subterráneo en el que había gruesas estalactitas y estalagmitas saliendo del techo y del suelo.

–Nunca lo he sabido

Gritó serio Harry a Hagrid, para hacerse oír sobre el estruendo del carro.

–¿Cuál es la diferencia entre una estalactita y una estalagmita?

–Las estalagmitas tienen una eme.

Dijo rápido Hagrid, haciendo que Garu rodara los ojos y escribió la explicación en un papel que sacó de su bolsillo. Entregándoselo a Harry después para que no sé quedara con la duda, Harry lo tomó y lo leyó, mientras Hagrid le ordenaba serio a Harry.

–Y no me hagas preguntas ahora, creo que voy a marearme.

Su cara se había puesto verde y, cuando el carro por fin se detuvo, ante la pequeña puerta de la pared del pasillo. Hagrid se bajó y tuvo que apoyarse contra la pared, para que dejaran de temblarle las rodillas.

Griphook abrió la cerradura de la puerta, jalándola después para abrirla de par en par. Una oleada de humo verde los envolvió, cegándolos momentáneamente al abrirse para ellos.

Cuando se aclaró, Harry y Garu estaban jadeando. Así vieron el contenido del lugar, dentro había montículos de monedas de oro.

Montones de monedas de plata, contantes y brillantes ante ellos. Montañas de pequeños knuts de bronce, que demostraban lo ricos que eran o fuero sus padres.

–Todo de ustedes.

Dijo Hagrid sonriendo, mientras que ambos gemelos sé quedaban perplejos. Todo de Garu y de Harry, era increíble incluso para Garu. Los Dursley no debían de saberlo, o se habrían apoderado de todo en un abrir y cerrar de ojos.

¿Cuántas veces se habían quejado de lo que les costaba mantener a Harry?

Y durante todo aquel tiempo, una pequeña fortuna enterrada debajo de Londres le pertenecía como a su hermano gemelo. Hagrid ayudó a Harry y a Garu a poner una cantidad en una bolsa, para cada uno de ellos y así sé compraran sus cosas.

–Las de oro son galeones.

Les explicó tranquilo Hagrid a Garu y a Harry.

–Diecisiete sickles de plata hacen un galeón y veintinueve knuts equivalen a un sickle, es muy fácil. Bueno, esto será suficiente para un curso o dos, dejaremos el resto guardado para ustedes.

Se volvió hacia Griphook.

–Ahora, por favor, la cámara setecientos trece. ¿Y podemos ir un poco más despacio?

–Una sola velocidad.

contestó serio Griphook, desanimando a Hagrid por su petición. Fueron más abajo y a mayor velocidad, mareando de nuevo a Hagrid por la velocidad.

El aire se volvió cada vez más frío, mientras doblaban por estrechos recodos. Llegaron entre sacudidas al otro lado de una hondonada subterránea, y Harry se inclinó hacia un lado para ver qué había en el fondo oscuro, pero Hagrid gruñó y lo enderezó, cogiéndolo del cuello. La cámara setecientos trece no tenía cerradura, como Garu y Harry habían pensado que tendrían en un principio.

–Un paso atrás.

Les dijo serio Griphook, dándose importancia. Tocó la puerta con uno de sus largos dedos y ésta desapareció, mostrando algo de su agilidad.

–Si alguien que no sea un duende de Gringotts lo intenta, será succionado por la puerta y quedará atrapado.

Añadió con seriedad.

–¿Cada cuánto tiempo comprueban que no se haya quedado nadie dentro?

Quiso saber Harry.

–Más o menos cada diez años.

Dijo Griphook, con una sonrisa maligna. Algo realmente extraordinario tenía que haber en aquella cámara de máxima seguridad, Harry y Garu estaban seguros.

Y se inclinaron anhelantes, esperando ver por lo menos joyas fabulosas, pero la primera impresión era que estaba vacía. Entonces vieron el sucio paquetito, envuelto en papel marrón, que estaba en el suelo.

Hagrid lo cogió y lo guardó en las profundidades de su abrigo, sin decirles nada a Garu y a Harry. A Harry Y a Garu les hubiera gustado conocer su contenido, pero sabían que era mejor no preguntar.

–Vamos, regresemos en ese carro infernal, que Destiny y la pequeña Pucca nos han de estar esperando y no me hablen durante el camino; será mejor que mantengan la boca cerrada.

Dijo Hagrid, haciendo el mismo recorrido. Después de la veloz trayectoria, salieron parpadeando a la luz del sol, fuera de Gringotts.

Al salir Pucca y Destiny ya los esperaban, eso hizo que Harry y Garu no supieran adónde ir primero con su bolsa llena de dinero. No necesitaban saber cuántos galeones había en una libra, para darse cuenta de que tenían más dinero que nunca, más dinero incluso que el que Dudley y Ronnie tendrían jamás.