Descargo de responsabilidad: ya saben ustedes que PUCCA y sus personajes no me pertenecen, le pertenecen a su creador Boo Kyoung Kim. Yo sólo usé sus personajes, para crear esta historia loca, pero según yo entretenida.
Descargo de responsabilidad 2: así como el libro de Harry pottery sus personajes no me pertenecen, pues le pertenecen a la autora JKRollin. yo sólo utilicé a Harry potter para juntarlo con Pucca, así que no plagien, adapten o copien por favor que eso no está bien.
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"Solo dame algo de esperansa y seré libre."_(Harry James Potter)
El hombre no tardó en mirarlos.
–Ah, sí.
Les dijo amable el hombre—.
–Sí, sí, pensaba que iba a verlos pronto. Harry Potter y Garu Potter.
No era una pregunta.
–Tienen los ojos de su madre. Parece que fue ayer el día en que ella vino aquí, a comprar su primera varita. Veintiséis centímetros de largo, elástica, de sauce. Una preciosa varita para encantamientos.
El señor Ollivander se acercó a Harry y a Garu, Pucca y Destiny solo lo miraban sorprendidos. Los muchachos desearon que el hombre parpadeara, porque les estaba dando un poco de miedo. Aquellos ojos plateados eran un poco lúgubres, que de verdad daba un poco de miedo.
–Su padre, por otra parte, prefirió una varita de caoba. Veintiocho centímetros y medio. Flexible. Un poquito más poderoso y excelente para transformaciones. Bueno, he dicho que su padre la prefirió, pero en realidad es la varita la que elige al mago.
El señor Ollivander estaba tan cerca que él, Garu y Harry casi estaban nariz contra nariz. Garu y Harry podían ver sus reflejos en aquellos ojos velados.
–Y aquí es donde...
El señor Ollivander tocó la luminosa cicatriz de la frente de Garu y la de Harry, con un largo dedo blanco.
–Lamento decirles que yo vendí la varita que hizo eso.
Les dijo amablemente.
–Treinta y cuatro centímetros y cuarto. Una varita poderosa, muy poderosa, y en las manos equivocadas... Bueno, si hubiera sabido lo que esa varita iba a hacer en el mundo...
Negó con la cabeza y entonces, para alivio de Harry, fijó su atención en Hagrid.
–¡Rubeus! ¡Rubeus Hagrid! Me alegro de verlo otra vez... Roble, cuarenta centímetros y medio, flexible... ¿Era así?
–Así era, sí, señor.
Dijo serio Hagrid.
–Buena varita. Pero supongo que la partieron en dos cuando lo expulsaron.
Le dijo serio el señor Ollivander, súbitamente severo.
–Eh..., sí, eso hicieron, sí.
Respondió apenado Hagrid, arrastrando los pies.
–Sin embargo, todavía tengo los pedazos.
Añadió con vivacidad.
–Pero no los utiliza, ¿verdad?
preguntó en tono severo.
–Oh, no, señor.
Le dijo Hagrid rápidamente, tratando de desviar el tema. Harry se dio cuenta de que sujetaba con fuerza su paraguas rosado, dándose cuenta que la varita debía de estar en ese lugar.
–Mmm.
Dijo serio el señor Ollivander, lanzando una mirada inquisidora a Hagrid.
–Bueno, ahora, Harry, Garu... Déjenme ver.
Sacó de su bolsillo una cinta métrica, con marcas plateadas.
–¿Con qué brazo cogen la varita?
–Eh... Bien, soy diestro.
Le respondió Harry, Garu no respondió, pero también levantó la derecha.
–Extiendan sus brazos. Eso es.
Midió a Harry del hombro al dedo, luego de la muñeca al codo, del hombro al suelo, de la rodilla a la axila y alrededor de su cabeza, haciendo lo mismo con Garu. Mientras medía, les dijo— con seriedad:
–Cada varita Ollivander tiene un núcleo central de una poderosa sustancia mágica, Garu, Harry. Utilizamos pelos de unicornio, plumas de cola de fénix y nervios de corazón de dragón. No hay dos varitas Ollivander iguales, como no hay dos unicornios, dragones o aves fénix iguales. Y, por supuesto, nunca obtendrás tan buenos resultados con la varita de otro mago.
De pronto, Harry se dio cuenta de que la cinta métrica, que en aquel momento le medía entre las fosas nasales, lo hacía sola. El señor Ollivander estaba revoloteando entre los estantes, sacando cajas.
–Esto ya está.
Dijo serio, y la cinta métrica se enrolló en el suelo.
–Bien, Harry, Garu. Prueben éstas. Madera de arce, y la otra madera de haya, ambas de nervios de corazón de dragón. Veinte y veintitrés centímetros. Bonitas y flexibles. Cójanlas y agítalas.
Garu y Harry cogieron las varitas y (sintiéndose tontos) las agitaron a su alrededor, pero el señor Ollivander se las quitó casi de inmediato.
–Madera de haya y madera de Arce, ambas de pluma de fénix. Membrillo centímetros y diecisiete centímetros y cuarto. Muy elásticas. Prueben...
Garu y Harry probaron, pero tan pronto como levantaron los brazos el señor Ollivander se las quitó.
–No, no... Éstas. Ébano y pelo de unicornio, diecinueve y veintiún centímetros y medio. Elásticos. Vamos, vamos, inténtenlo.
Garu y Harry lo intentaron. No tenía ni idea de lo que estaba buscando el señor Ollivander. Las varitas ya probadas, que estaban sobre la silla, aumentaban por momentos, pero cuantas más varitas sacaba el señor Ollivander, más contento parecía estar.
–Qué clientes tan difíciles, ¿no? No se preocupen, encontraremos a sus parejas perfectas por aquí, en algún lado. Me pregunto... sí, por qué no, una combinación poco usual, acebo y pluma de fénix, veintiocho centímetros, bonita y flexible.
Garu y Harry tocaron las dos varitas que les dieron, ambos con emociones muy contradictorias. Sintieron un súbito calor en los dedos, que a ambos sorprendieron al par de gemelos.
Levantaron la varita sobre sus cabezas, las hicieron bajar por el aire polvoriento. y por fin, las varitas sacaron una corriente de chispas rojas y doradas estallaron en la punta como fuegos artificiales.
Arrojando manchas de luz que bailaban en las paredes, sacando sorpresa a los dos chicos y por fin mostrando Garu una expresión que no era de fastidio. Hagrid los vitoreó y aplaudió alegremente, mientras el señor Ollivander dijo felizmente:
–¡Oh, bravo! Oh, sí, oh, muy bien. Bien, bien, bien... Qué curioso... Realmente qué curioso...
Puso las varitas de Harry y Garu en sus respectivas cajas y las envolvió en papel de embalar, todavía murmurando gratamente sorprendido:
–Curioso... muy curioso.
–Perdón.
Le dijo dudoso Harry.
–Pero, ¿qué es tan curioso?
El señor Ollivander fijó en Harry su mirada pálida.
–Recuerdo cada varita que he vendido, Harry Potter. Cada una de las varitas. Y resulta que la cola de fénix de donde salió la pluma que está en la varita tuya y la de tu hermano, dio otra pluma más, sólo una más. Y realmente es muy curioso que estuvieran destinado a esa varita, cuando fue su tercera hermana la que te hizo esa cicatriz a ti y a tu hermano Garu.
Harry tragó, sin poder hablar.
–Sí, veintiocho centímetros. Ajá. Realmente curioso cómo suceden estas cosas. La varita escoge al mago, recuérdalo... Creo que debemos esperar grandes cosas de ustedes, Harry Potter y Garu Potter... Después de todo, El que no debe ser nombrado hizo grandes cosas... Terribles, sí, pero grandiosas.
Harry se estremeció, Garu se mantuvo quieto e impávido por esto. No estaba seguro de que el señor Ollivander le gustara mucho, Garu pensó lo mismo que Harry esa vez.
Después vieron como midieron a Pucca y a Destiny, ella se quedó con una varita de madera de arce y nervios de corazón de dragón y Destiny se quedó con una varita de ébano y pelo de unicornio. Garu y Harry Pagaron siete galeones de oro cada uno por su varita, mientras Pucca y Destiny pagaron ocho galeones de oro cada uno sin protestar.
Y el señor Ollivander los acompañó hasta la puerta de su tienda, despidiéndose con alegría y amabilidad. Al atardecer, con el sol muy bajo en el cielo, Garu, Pucca, Destiny, Harry y Hagrid emprendieron su camino otra vez por el callejón Diagon.
A través de la pared, y de nuevo por el Caldero Chorreante, ya vacío. Harry no habló mientras salían a la calle y ni siquiera notó la cantidad de gente que se quedaba con la boca abierta al verlos en el metro, cargados con una serie de paquetes de formas raras y con la lechuza dormida en el regazo de Harry.
Subieron por la escalera mecánica y entraron en la estación de Paddington, ya cansados por lo que compraron e hicieron en el camino. Harry acababa de darse cuenta de dónde estaban cuando Hagrid le golpeó el hombro, llamándole la atención a él y a los demás que estaban allí.
–Tenemos tiempo para que coman algo antes de que salga el tren.
Dijo tranquilo, haciendo que los tres sonrieran y Garu asintiera. Les compró unas hamburguesas a todos y se sentaron a comer en unas sillas de plástico, Pucca y Garu cómodos y silenciosos como cuando llegaron.
Harry miró a su alrededor, deteniéndose un momento en su hermano que era tan diferente e igual a él al mismo tiempo. De alguna manera, todo le parecía muy extraño.
–¿Estás bien, Harry? Te veo muy silencioso.
Le dijo curioso Hagrid, agregando para aligerar la carga.
–Con esa actitud te parecerás más a tu hermano Garu y a la pequeña Pucca.
–Sí, Harry, Hagrid tiene razón. Y la verdad no quiero otro pequeño ninja gruñera, ya tenemos suficiente con Garu.
Agregó Destiny burlón, riendo junto con la pequeña Pucca y haciendo que Garu gruñera. Harry no estaba seguro de poder explicarlo, pero sabía que debía de hacerlo.
Había tenido el mejor cumpleaños de su vida y, sin embargo, masticó su hamburguesa, intentando encontrar las palabras. Pensando en todo lo que tenía, esto era un mundo nuevo y a la vez no parecía ser para él.
–Todos creen que yo y mi hermano somos especiales.
Dijo finalmente—.
–Toda esa gente del Caldero Chorreante, el profesor Quirrell, el señor Ollivander... Pero yo y mi hermano no sabemos nada sobre magia, por dios, yo ni si quiera sabía que tenía un hermano hasta cuando dieron las doce de la noche.
Soltó aún más pesaroso.
–¿Cómo pueden esperar grandes cosas? Somos famosos y ni siquiera puedo recordar porqué somos famosos. No sé qué sucedió cuando Vol... Perdón, quiero decir, la noche en que mis padres y los de Garu murieron.
Hagrid se inclinó sobre la mesa, mirando de Garu a Harry y viceversa. Detrás de la barba enmarañada y las espesas cejas había una sonrisa muy bondadosa, que de alguna manera era reconfortantes para ambos chicos.
–No te preocupes, Harry. Aprenderán muy rápido, ya lo verás.
Cuando Garu lo vio, sintió dudas en esas palabras, porque él era experto en armas por ser ninja y no en magia como sus padres o su tía Juliet.
–Todos son principiantes cuando empiezan en Hogwarts, ustedes no serán la excepción, aunque vengan de magos talentosos. Van a estar muy bien, tu solo debes de tener fe.
Las palabras eran alentadoras, y se sintieron algo reconfortantes cuando Pucca les puso una mano a ambos hermanos.
–Sencillamente sé tú mismo, eso te ayudará a progresar como a Garu. Sé que es difícil, para todo el mundo lo es. Han estado lejos, aún más tu hermano Garu y eso siempre es duro, porque tienen que adaptarse a algo nuevo. Pero van a pasarlo muy bien en Hogwarts, yo lo pasé y, en realidad, todavía lo paso.
Hagrid ayudó a Garu, Harry, Destiny y Pucca a subir al tren que los llevaría hasta la casa de los Dursley y luego les entregó un sobre a los tres.
–Su billete para Hogwarts.
Dijo animado Hagrid.
–El uno de septiembre, en Kings Cross. Está todo en el billete. Cualquier problema con los Dursley y me envías una carta con tu lechuza, ella sabrá encontrarme... Los veré pronto, Harry, Garu, Pucca y Destiny.
El tren arrancó de la estación, todos tomaron sus asientos con tranquilidad. Harry deseaba ver a Hagrid hasta que se perdiera de vista, Pucca por su parte se quedó dormida en el hombro de Destiny.
Garu se cruzó de brazos furioso, mientras que Harry se levantaba del asiento y apretando la nariz contra la ventanilla. Intentó ver a Hagrid mientras el tren se alejaba, pero parpadeó y Hagrid ya no estaba.
