Descargo de responsabilidad: ya saben ustedes que PUCCA y sus personajes no me pertenecen, le pertenecen a su creador Boo Kyoung Kim. Yo sólo usé sus personajes, para crear esta historia loca, pero según yo entretenida.
Descargo de responsabilidad 2: así como el libro de Harry pottery sus personajes no me pertenecen, pues le pertenecen a la autora JKRollin. yo sólo utilicé a Harry potter para juntarlo con Pucca, así que no plagien, adapten o copien por favor que eso no está bien.
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"Aunque nos atrapen, nuestra determinación nunca retrocederá." _(Harry James Potter y Garu William Potter Sanada)
Luego de la plática que tuvo con Hermione Garu y él, aún se preguntaba por qué había sido tan impulsivo si nunca en su vida lo había sido. De todos modos, pensó Harry, aquello no era lo que llamaría un perfecto final para el día.
Aún más, porque no dejaba de pensar en el duelo que tendría con Draco y ese beso que le dio a Hermione en la mejilla. Está bien, no era tan audaz como los besos que veía que Pucca le daba a su hermano cuando lo llegaba a ver. Pero era suficiente para él, porque al final jamás había pensado que besaría a una chica tan de la nada.
¿Y para qué?
¿Para marcar territorio?
No, claro que no, debía de haber otro motivo. Estaba acostado, despierto, oyendo dormir a Seamus y a Dean (Neville no había regresado de la enfermería). Ron había pasado toda la velada dándoles consejos del tipo de:
«Si trata de maldecirte, será mejor que te escapes, porque no recuerdo cómo se hace para pararlo.»
Que esperaba que Pucca también recibiera, porque estaba seguro que también necesitaba. Tenían grandes probabilidades de que los atraparan Filch o la Señora Norris, algo que hacía pensar a Harry y a Garu que debían hacerle caso a Hermione.
Y Harry sintió que estaban abusando de su suerte al transgredir otra regla del colegio en un mismo día, en el que era posible que sí los expulsaran. Por otra parte, el rostro burlón de Malfoy se le aparecía en la oscuridad, al igual que presentía que Garu podía ver la cara engreída de Ronnie, y aquélla era la gran oportunidad que tenían de vencerlos frente a frente.
No podía perderla, no ahora que la tenían enfrente. Así que se resignó, viendo a Garu girar y mover su varita para sacar unas cuantas chispas.
–Una vez y medios.
murmuró serio finalmente Ron.
–Mejor nos vamos ya.
Se pusieron las batas, cogieron sus varitas y se lanzaron a través del dormitorio de la torre, ambos en silencio y Garu tan sigiloso como un verdadero ninja. Bajaron la escalera de caracol y entraron en la sala común de Gryffindor, mostrando un poco de nervios por aquella horrible locura que estaban haciendo.
Todavía brillaban algunas brasas en la chimenea, haciendo que todos los sillones parecieran sombras negras. Ya casi habían llegado al retrato, cuando una voz habló desde un sillón cercano.
–No puedo creer que vayan a hacer esto, Harry, Garu. creí que nuestra platica los haría reflexionar, aunque dijeron que estarían bien.
Una luz ligera brilló, mostrando a dos sombras de dos chicas. Era Hermione Granger y Pucca Black, una con el rostro ceñudo y una bata rosada y la otra con una bata blanca con rojo y una sonrisa.
–Y con lo bien que convenciste a Pucca de no ceder, era obvio que no lo íbamos a ser.
Dijo Garu burlón, dando una pequeña sonrisa resignada.
–No es que no pudiera, es...
–¡Tú!
Dijo Ron furioso, interrumpiendo la protesta que iba dar Hermione.
–¡Vuelve a la cama!
–Estuve a punto de decírselo a tu hermano.
Contestó enfadada Hermione a Ron, regresando en sí, mirando de reojo a Pucca con una pisca de reproche.
–Percy es el prefecto y puede deteneros.
Garu y Harry no podían creer que alguien fuera tan entrometido, pero al verla se dieron cuenta que sí podía. Pero en sus adentros, Harry pensaba que Hermione era la entrometida más linda de todo Hogwarts.
–Vamos.
dijeron serios Garu y Harry a Ron, avanzando hacia adelante con pose orgullosa. Empujaron el retrato de la Dama Gorda y se metieron por el agujero, siguiéndoles Pucca desde atrás para ir a su combate y protegerlos.
Hermione no iba a rendirse tan fácilmente, tenía que convencerlos que no lo hicieran. Siguió a Ron a través del agujero, gruñendo como una gansa enfadada.
–No os importa Gryffindor, ¿verdad? Sólo os importa lo vuestro. Yo no quiero que Slytherin gane la copa de las casas y vosotros vais a perder todos los puntos que yo conseguí de la profesora McGonagall por conocer los encantamientos para cambios.
–Vete.
Soltó serio Ron, quejándose molesta Hermione.
–Muy bien, pero os he avisado. Recordad todo lo que os he dicho cuando estéis en el tren volviendo a casa mañana. Sois tan…
Pero lo que eran no lo supieron, ya que ella no lo había terminado de decir. Hermione había retrocedido hasta el retrato de la Dama Gorda, para volver, y descubrió que la tela estaba vacía. La Dama Gorda se había ido a una visita nocturna y Hermione estaba encerrada, fuera de la torre de Gryffindor.
–¿Y ahora qué voy a hacer?
Preguntó apesadumbrada con tono agudo.
–Ése es tu problema.
dijo serio Ron, agregando Pucca seria.
–Nosotros tenemos que irnos o llegaremos tarde, aunque algo me dice que ni Draco, ni Ring Ring y ni Ronnie van a venir.
–¿Por qué lo dices, Pucca?
Cuestionó Garu serio, hablando Pucca por lo bajo.
–No lo sé, es una corazonada.
No habían llegado al final del pasillo cuando Hermione los alcanzó, haciendo detenerlos por un instante.
–Voy con vosotros.
Dijo seria.
–No lo harás.
Soltaron Ron y Harry, agregando Garu firme.
–Es peligroso, trata de regresar por otro lado.
–¿No creeréis que me voy a quedar aquí, esperando a que Filch me atrape? Si nos encuentra a los tres, yo le diré la verdad, que estaba tratando de deteneros, y vosotros me apoyaréis.
Dijo segura Hermione, negando Garu y dando una risita. Pues con esa actitud que tenía, le recordaba un poco a cuando Pucca se enfadaba.
–Eres una caradura.
Dijo serio Ron en voz alta.
–Callaos los tres.
Dijo Harry en tono cortante.
–He oído algo. Era una especie de respiración.
–¿La Señora Norris?
Resopló serio Ron, tratando de ver en la oscuridad. No era la Señora Norris la que andaba por allí, para alivio de Garu, Pucca y Harry.
Era Neville, que miraba sin mirar a nadie. Estaba enroscado en el suelo, medio dormido, pero se despertó súbitamente al oírlos.
–¡Gracias a Dios que me habéis encontrado! Hace horas que estoy aquí. No podía recordar el nuevo santo y seña para irme a la cama.
–No hables tan alto, Neville. El santo y seña es «hocico de cerdo», pero ahora no te servirá, porque la Dama Gorda se ha ido no sé dónde.
Le dijo Garu serio, cerca de Hermione, mientras que Harry estaba cerca de Pucca.
–¿Cómo está tu muñeca?
Preguntó curioso Harry.
–Bien.
Contestó animado, enseñándosela.
–La señora Pomfrey me la arregló en un minuto.
—Bueno, mira, Neville, tenemos que ir a otro sitio. Nos veremos más tarde…
Le soltó Pucca suavemente, alzando Neville la mirada hacia ellos.
–¡No me dejéis!
Dijo asustado Neville, tambaleándose levemente.
–No quiero quedarme aquí solo. El Barón Sanguinario ya ha pasado dos veces.
Ron miró su reloj y luego echó una mirada furiosa a Hermione y Neville.
–Si nos atrapan por vuestra culpa, no descansaré hasta aprender esa Maldición de los Demonios, de la que nos habló Quirrell, y la utilizaré contra vosotros.
Hermione abrió la boca, tal vez para decir a Ron cómo utilizar la Maldición de los Demonios, pero Harry susurró:
–cállate.
Y les hizo señas para que avanzaran, algo que no tardaron en obedecer. Se deslizaron por pasillos iluminados por el claro de luna, que entraba por los altos ventanales.
En cada esquina, Harry esperaba chocar con Filch o la Señora Norris, pero tuvieron suerte. Subieron rápidamente por una escalera hasta el tercer piso y entraron de puntillas en el salón de los trofeos, esperando encontrar a los Malfoy y al chico King allí.
Pero no, los hermanos Malfoy, Crabbe, Chief, Tobe y el chico King no habían llegado. Las vitrinas con trofeos brillaban cuando las iluminaba la luz de la luna, mostrándose tan bonito y lujoso en su lugar.
Copas, escudos, bandejas y estatuas, oro y plata reluciendo en la oscuridad. Fueron bordeando las paredes, vigilando las puertas en cada extremo del salón.
Garu, Pucca y Harry empuñaron sus varitas, por si los hermanos Malfoy y Ronnie aparecían de golpe. Los minutos pasaban, desesperando a los cinco chicos que estaban allí.
–Se está retrasando, tal vez se ha acobardado.
susurró serio Ron, soltando Garu con ira.
–O solo fue una trampa para que nos descubrieran incumpliendo una regla.
Entonces, un ruido en la habitación de al lado los hizo saltar. Harry ya había levantado su varita cuando oyeron unas voces, Pucca terminó abrazando a Harry por el susto. Era obvio que no eran los Malfoy ni Ronnie King, algo que a Garu ya no le sorprendía.
–Olfatea por ahí, mi tesoro. Pueden estar escondidos en un rincón.
Era Filch, hablando con la Señora Norris.
(Era obvio, ¿Cómo no me di cuenta?)
Pensó serio Garu, Aterrorizado como los demás, dejó que Harry gesticulara salvajemente para que los demás lo siguieran lo más rápido posible. Se escurrieron silenciosamente hacia la puerta más alejada de la voz de Filch, tratando de huir sin ser detectados. Neville acababa de pasar, cuando oyeron que Filch entraba en el salón de los trofeos.
–Tienen que estar en algún lado.
Lo oyeron murmurar serio.
–Probablemente se han escondido.
–¡Por aquí!
Señaló Harry a los otros y, aterrados, comenzaron a atravesar una larga galería, llena de armaduras. Podían oír los pasos de Filch, acercándose a ellos.
Súbitamente, Neville dejó escapar un chillido de miedo y empezó a correr, tropezó, se aferró a la muñeca de Ron y se golpearon contra una armadura. Los ruidos eran suficientes para despertar a todo el castillo, queriendo Garu maldecir como jamás lo había hecho.
–¡CORRED!
Exclamó apurado Harry, y los seis se lanzaron por la galería, sin darse la vuelta para ver si Filch los seguía. Pasaron por el quicio de la puerta y corrieron de un pasillo a otro, Harry delante, sin tener ni idea de dónde estaban o adónde iban.
Se metieron a través de un tapiz y se encontraron en un pasadizo oculto, lo siguieron y llegaron cerca del aula de Encantamientos, que sabían que estaba a kilómetros del salón de trofeos. Todos jadeando muy cansados, aunque Pucca estaba como sí nada.
–Creo que lo hemos despistado.
Dijo aliviado Harry, apoyándose contra la pared fría y secándose la frente. Neville estaba doblado en dos, respirando con dificultad.
–Se… Los… Dije.
Añadió cansada Hermione, apretándose el pecho.
–Se… Los… Dije.
–Tenemos que regresar a la torre Gryffindor.
Dijo serio Ron, añadiendo Pucca temerosa.
–Sí, Ron, tienes razón, lo más rápido posible.
–Los hermanos Malfoy y el chico King los engañó.
dijo seria Hermione a todos.
–Se han dado cuenta, ¿No? No pensaban venir a encontrarse con ustedes. Filch sabía que iba a haber gente en el salón de los trofeos. Malfoy debió de avisarle, así los regañaría a ustedes en vez que a él y a sus amigos.
Garu y Harry pensaron que probablemente tenía razón, pero no iban a decírselo. Ya que el orgullo se les iría abajo, así que Garu susurró serio.
–Vamos.
No sería tan sencillo, de eso se pudieron percatar. No habían dado más de una docena de pasos, cuando se movió un pestillo y alguien salió de un aula que estaba frente a ellos.
Era Peeves, para la mala suerte de los seis. Los vio y dejó escapar un grito de alegría, tal vez de venganza por las veces que Pucca lo había espantado.
–Cállate, Peeves, por favor… Nos vas a delatar.
Pidió Harry ansioso, Peeves cacareó alegre.
–¿Vagabundeando a medianoche, novatos? No, no, no. Malitos, malitos, os agarrarán del cuellecito.
–No, si no nos delatas, Peeves, por favor.
Dijo Ron Rápidamente, hablando Peeves con voz cantarina.
–Debo decírselo a Filch, debo hacerlo.
dijo Peeves, con voz de santurrón, pero sus ojos brillaban malévolamente.
–Es por vuestro bien, ya lo sabéis.
–Quítate de en medio.
Ordenó serio Ron, y le dio un golpe a Peeves. Aquello fue un gran error.
–¡ALUMNOS FUERA DE LA CAMA!
gritó fuerte Peeves.
–¡ALUMNOS FUERA DE LA CAMA, ¡EN EL PASILLO DE LOS ENCANTAMIENTOS!
Pasaron debajo de Peeves y corrieron como para salvar sus vidas, recto hasta el final del pasillo, donde chocaron contra una puerta… que estaba cerrada.
–¡Estamos listos!
gimió alarmado Ron, mientras empujaban inútilmente la puerta.
–¡Esto es el final!
Podían oír las pisadas: Filch corría lo más rápido que podía hacia el lugar de donde procedían los gritos de Peeves.
–Oh, muévete.
Ordenó seria Hermione, apartando a Ron y a Harry. Cogió la varita de Harry, golpeó la cerradura y susurró:
–¡Alohomora!
El pestillo hizo un clic y la puerta se abrió, algo que hizo suspirar a todos. Pasaron todos, la cerraron rápidamente y se quedaron escuchando.
–¿Adónde han ido, Peeves?
Decía serio Filch.
–Rápido, dímelo.
–Di «por favor».
Pidió serio Peeves, hablando serio Filch.
–No me fastidies, Peeves. Dime adónde fueron.
–Te diré algo si me lo pides por favor.
Dijo engreído Peeves, con su molesta vocecita.
–Muy bien..., por favor.
–¡ALGO! Ja, ja. Te dije que te diría algo si me lo pedías por favor. ¡Ja, ja!
Y oyeron a Peeves alejándose y a Filch maldiciendo enfurecido.
–Él cree que está puerta está cerrada.
Susurró serio Harry, agregando Garu cansado.
–Creo que nos vamos a escapar. ¡Suéltame, Neville!
Porque Neville le tiraba de la manga desde hacía un minuto, hartándolo en demasía, mientras Pucca preguntaba en murmullo.
–¿Qué pasa?
Harry se dio la vuelta y vio, claramente, lo que pasaba. Durante un momento, pensó que estaba en una pesadilla: aquello era demasiado, después de todo lo que había sucedido.
No estaban en una habitación, como él y su hermano habían pensado. Era un pasillo, algo largo y muy obscuro.
El pasillo prohibido del tercer piso, aquel en el que el director les dijo que no entrarán en su primera cena en el castillo. Y ya sabían por qué estaba prohibido, era tan evidente que ya no tenían que indagar en lo que Hagrid ocultaba.
Estaban mirando directamente a los ojos de un perro monstruoso, un perro que llenaba todo el espacio entre el suelo y el techo. Tenía tres cabezas, seis ojos enloquecidos, tres narices que olfateaban en dirección a ellos y tres bocas chorreando saliva entre los amarillentos colmillos, que lo hacían ver más siniestro que nunca.
Estaba casi inmóvil, con los seis ojos fijos en ellos, y Harry y Garu supieron que la única razón por la que no los había matado ya era porque la súbita aparición lo había cogido por sorpresa. Pero se recuperaba rápidamente: sus profundos gruñidos eran inconfundibles. Aunque por alguna razón presentían que solo los atacaría a ellos, pues a Pucca solo la miraba con seriedad y ella le sonreía.
Harry abrió la puerta, asomándose junto a él Garu. Entre Filch y la muerte, preferían a Filch.
Retrocedieron y Harry cerró la puerta tras ellos, Garu con las espadas desenfundadas por sí debía protegerlos. Corrieron, casi volaron por el pasillo.
Filch debía de haber ido a buscarlos a otro lado, porque no lo vieron. Pero no les importaba: lo único que querían era alejarse del monstruo. No dejaron de correr hasta que alcanzaron el retrato de la Señora Gorda en el séptimo piso, agotados y jadeantes por la uída.
–¿Dónde os habíais metido?
Les preguntó seria, mirando sus rostros sudorosos y rojos y sus batas desabrochadas, colgando de sus hombros. Excepto las de Pucca, que como siempre estaba como sí nada.
–No importa... «Hocico de cerdo, hocico de cerdo»
Jadió agotado Harry, y el retrato se movió para dejarlos pasar. Se atropellaron para entrar en la sala común y se desplomaron en los sillones, cansados por correr y el susto que el perro les dio.
Pasó un rato antes de que nadie hablara, enfocados en recuperar el aire y Pucca suspirando por lo bajo. Neville, por otra parte, parecía que nunca más podría decir una palabra.
–¿Qué pretenden, teniendo una cosa así encerrada en el colegio?
Dijo serio finalmente Ron, añadiendo Garu con enfado.
–Ni que lo digas, Ron, si algún perro necesita ejercicio, es ése.
Hermione había recuperado el aliento y el mal carácter.
–¿Es que no tenéis ojos en la cara?
Dijo enfadada.
–¿No visteis lo que había debajo de él?
–¿El suelo?
Sugirió serio Harry, agregando Pucca neutral.
–Nadie miró sus patas, estaban demasiado ocupados observando sus cabezas.
–No, el suelo no. Estaba encima de una trampilla. Es evidente que está vigilando algo.
Se puso de pie, luego de decirles eso, mirándolos indignada. Mientras Pucca la seguía, bostezando ligeramente.
–Espero que estéis satisfechos. Nos podía haber matado. O peor, expulsado. Ahora, si no os importa, me voy a la cama.
Ron la contempló boquiabierto.
–No, no nos importa.
Dijo grosero.
–Nosotros no la hemos arrastrado, ¿no?
–Toda la razón.
Respondió Garu neutral, frotándose los ojos y viendo como Pucca sé iba con Hermione. Pero Hermione le había dado a Harry algo más para pensar, mientras se metía en la cama.
El perro vigilaba algo... ¿Qué había dicho Hagrid? Gringotts era el lugar más seguro del mundo para cualquier cosa que uno quisiera ocultar... excepto tal vez Hogwarts. Parecía que Harry había descubierto dónde estaba el paquetito arrugado de la cámara setecientos trece, y todo gracias a la intuitiva Hermione Granger y lo entrometida que era.
