Seis meses después…
— ¡Oye Dazai!— gritó Kunikida mientras tocaba la puerta del baño por tercera vez. — ¡Deja de hacerte tonto, la cafetería esta a reventar y Atsushi no se pueden hacer cargo de todo!¡Dijiste que ayudarías a capacitarlo!—
La cafetería estaba abarrotada de gente, los pedidos salían uno tras otro y Atsushi que tenía poco de haberse integrado en el equipo apenas podía manejar la cantidad de pedidos sin confundirlos.
Kyouka, como siempre atendía con eficiencia la caja, cobraba con una calmada sonrisa y pedía disculpas por los descuidos de Atsushi. Logrando disipar la molestia entre los clientes impacientes y poco tolerantes. Mientras tanto Kenji, su cocinero, preparaba con suma habilidad las bebidas y aperitivos. Se suponía que Dazai ayudaría a Kenji pero llevaba poco más de quince minutos encerrado en el baño por lo que Kunikida fue a buscarlo para ver qué era lo que sucedía. Los últimos meses había notado que Dazai se encerraba en el baño por algunos minutos pero no tanto tiempo como esa vez y decidido a saber si estaba enfermo o solo se estaba escaqueando del trabajo; decidió confrontarlo.
Lo apreciaba no podía negarlo, era bastante bueno en su trabajo pero no podía tener al pobre de Atsushi haciendo un trabajo con el que apenas comenzaba a familiarizarse.
Impaciente, Kunikida sacó las llaves del bolsillo de su pantalón y se prometió que si Dazai se encontraba en alguna situación comprometedora se disculparía sin falta pero lo que observó lo dejó atónito.
—Dazai...— soltó Kunikida con un hilo de voz.
Dazai se encontraba de rodillas en el piso abrazando su vientre y con el rostro desencajado. De sus oscuros ojos enmarcados por unas notables ojeras caían lágrimas de dolor. Se encontraba rodeado por un gran charco de sangre que Kunikida no supo ubicar de donde salía. Su camisa blanca y su pantalón café estaban todos manchados y él no dejaba de temblar aterrorizado. Sudaba como si hubiera corrido un maratón y cuando escuchó que lo llamaba, volteo a verlo avergonzado.
—Kunikida… lo perdí… lo perdí…—repitió con voz quebrada y se desmayó.
Kunikida sin pensarlo corrió a auxiliarlo, lo cargó entre sus brazos para sacarlo de ahí y llevarlo a su oficina. Las llaves de su automóvil estaban ahí pero su auto se encontraba enfrente del café ¿cómo pasaría con Dazai sin causar una gran conmoción entre los presentes?
Alguien tocó a su oficina y Kunikida sintió pánico cuando vio la puerta abrirse.
—Kunikida –san disculpe…— dijo Kyoka asomando la cabeza. —Cree que pueda retirarme, mi turno ya acabo pero Lucy aún no ha llegado, además mi hermano me está esperan…
Kyoka calló de inmediato y se acercó a Dazai, ignorando a Kunikida.
— ¿Qué le sucedió?— preguntó seria mientras colocaba dos de sus dedos en la arteria carótida de Dazai para comprobar su pulso.
—Es lo que quisiera saber— suspiró Kunikida— ¡Pero no hay tiempo para eso. Hay que llevarlo a un hospital!— apresuró.
—Su pulso esta bajo, si sigue así se complicará la situación—aseguró la chica. —Bien, sígame.
—No podemos dejar que los clientes lo vean, llevémoslo por detrás. Mi hermano me está esperando, puede llevarnos al hospital donde trabaja mi madre. —explicó la chica abriendo la puerta para que Kunikida pudiera pasar con Dazai.
En silencio, Kunikida dio gracias al cielo de tener una empleada tan eficiente como Kyoka. Y se lamentó de no poder avisar a los demás de su ausencia, confió en que se arreglarían sin ellos.
En poco tiempo se encontraron en la parte trasera del café donde un chico pelirrojo vestido con un pantalón de mezclilla y chamarra de color negro aguardaba a lado de un lujoso auto.
— ¡Kyouka tardaste mucho!— se quejó el joven al ver a su hermana pequeña ignorando completamente a sus acompañantes.
— ¡Deja de quejarte y enciende el auto! ¡Hay que ir al hospital!—pidió la chica.
— ¿Te pasó algo?— preguntó el chico preocupado viendo a su hermana pero su respuesta fue rápidamente contestada cuando por fin reparó en la presencia de Kunikida y la persona inconsciente que cargaba.
— ¿Qué demonios?—soltó.
—¡Chuuya, el auto! ¡Rápido!— lo apresuró Kyoka.
En poco tiempo todos abordaron el vehículo y mientras Chuuya acomodaba su espejo reparó en el rostro del joven inconsciente. Le pareció bastante familiar pero no podía recordar de dónde lo conocía, quizás de las muchas veces que recogía a Kyouka del trabajo pero había algo en él que resonaba en su memoria. Ya luego pensaría en eso y se concentró en manejar para llegar rápidamente al hospital donde trabajaba su madre que no estaba muy lejos de ahí.
Cuando llegaron Kunikida se asombro de que llegaran a salvo en tan corto tiempo. Chuuya había roto el límite de velocidad un par de veces lo que había provocado que su corazón diera un vuelco temiendo que en lugar de llegar con un accidentado se convirtieran en cuatro. Pero eso no sucedió, Chuuya los había llevado de una manera más que eficiente y cuando llegaron a la entrada de emergencias la madre de Kyouka ya los estaba esperando con un séquito de enfermeros.
Pronto Dazai fue internado y Kunikida se quedo para llenar algunas formas porque no había nadie más que pudiera hacerlo por él.
Chuuya y Kyouka se quedaron a lado de Kunikida para esperar noticias y éste aprovechó para llamar a la cafetería para pedirle a Kenji y Atsushi que se encargaran de hacer el cierre. Afortunadamente, poco después de que se hubieran marchado, Lucy había llegado y se encargó de tomar el mando por lo que no había nada de qué preocuparse. Lo que sí es que la gran mancha de sangre en el baño había provocado que Atsushi terminara volteando el estómago ahí por lo que tardarían un poco más en irse para limpiar el desastre provocado.
Kunikida suspiró aliviado y les dijo que ya les compensaría, cuando termino su llamada, Chuuya se acercó a él con un vaso de café en la mano.
—Sí que te preocupas demasiado, debe ser difícil hacerte cargo de un montón de jovencitos— dijo Chuuya ofreciéndole un vaso con café.
Kunikida lo aceptó y bebió un poco.
—Si— aceptó cansado el hombre fijando la vista en su bebida. —Pero sé que sin importar lo que pase puedo confiar en ellos—confesó con una sonrisa en sus labios.
—El chico que trajeron ¿qué fue lo que le sucedió?— preguntó curioso Chuuya.
—No lo sé pero por lo que vi, sé que no serán buenas noticias…—vaticinó afligido el hombre de anteojos.
—Mi madre lo ayudará, sé que ella lo hará— dijo Kyouka con una confianza envidiable.
A pesar de sus palabras Kunikida estaba demasiado preocupado por Dazai, los últimos meses lo había visto decaído pero cada que intentaba preguntarle sobre lo que le sucedía el castaño terminaba diciéndole algún comentario que lo sacaba de quicio; se sentía culpable, debió insistir. Sabía que la pérdida de sus padres adoptivos le había afectado de sobremanera, le insistió en que buscara ayuda psicológica pero Dazai se negó y luego, ese maldito Alfa que tenía por novio lo detestaba. Durante todo ese tiempo no lo vio rondar el café ni una vez, le preguntó a Dazai que había pasado entre ellos pero éste esquivaba sus preguntas haciendo alguna tontería. Seguramente, había desaparecido de su vida nuevamente y regresaría como si nada; entraba y salía de la vida de Dazai como le daba la gana. Si se daba el caso, en cuanto volviera a ver a Fyodor tendría una larga y dura plática con él. Lo pondría en su lugar; porque no era justo para Dazai pasar por dos duelos a la vez: el de sus padres y el de un amor no correspondido.
—Mamá—Kunikida levantó la vista al escuchar la voz de Kyouka que se aproximó hacia una hermosa y alta mujer de cabellos anaranjados peinados en un hermoso y elaborado chongo; era la misma mujer que los había recibido en urgencias con el séquito de enfermeros.
—Kyouka, cariño ¿Aún estás aquí?— preguntó la mujer acariciando su mejilla.
—Estamos— interrumpió Chuuya aproximándose a ellas y cruzo los brazos.
— ¿El joven que ingresamos es amigo de ustedes?— preguntó su madre curiosa.
—Solo de ella— dijo Chuuya apuntando con su mirada a su hermana pequeña.
—Ya veo— dijo la mujer pensativa y luego agregó— ¿Dónde está su familiar?
—Él no tiene familia…—comentó Kyouka apenada.
—Oh, lo siento— dijo la mujer apenada.
—Sus padres murieron— agregó Kunikida uniéndose a la conversación. — Pero puede darme a mí los informes. Soy su jefe y amigo, mi nombre es Kunikida Doppo.
—Mucho gusto, mi nombre es Kouyou Ozaki, Kyoka me ha hablado mucho de usted. Aunque las circunstancias no son las más favorables, me da mucho gusto conocerlo. Muchas gracias por cuidar de mi hija— dijo la mujer haciendo una pequeña reverencia.
—Al contrario, muchas gracias por recibirnos y ayudarnos en este momento. — dijo Kunikida con un leve sonrojo en su rostro aunque estaba acostumbrado a que la gente lo elogiara por ser tan eficiente en su trabajo, se sorprendió que Kyouka hablará de él con su madre.
—Bien, antes de darles el diagnóstico ¿quisiera saber si el Alfa de ese joven se encuentra por aquí?— preguntó la mujer mientras buscaba a alguien más en la sala.
— ¿Su Alfa? —preguntaron Kunikida y Kyouka confundidos y Chuuya los observó curioso.
—Sí, el Alfa que marcó a ese chico. Esto también le concierne. — dijo la mujer con seriedad.
Kyouka observó como Kunikida trató de esconder su enojo tras un suspiro y acomodo sus lentes para recomponerse.
—Si se refiere a "ese Alfa", no vendrá. Nadie sabe donde esta—dijo con tal compostura el hombre que Kyouka admiro la forma en que conservo su temple.
La joven ignoraba lo que pasaba entre Dazai y su novio, ese hombre de cabellos lacios y oscuros que alguna que otra vez había visto esperar a Dazai cuando terminaba su turno. Pero ahora que caía en cuenta, había pasado varios meses sin verlo.
—Ya veo…—dijo al fin la mujer con la mirada ensombrecida. —Supongo que eso explica por qué él se encuentra así.
— ¿Qué es lo que tiene?—preguntó preocupado Kunikida.
—Lo que deben saber es que el paciente se encuentra fuera de peligro, se realizo la extracción del producto y está recibiendo una transfusión debido a la sangre que perdió. También le estamos administrando feromonas suficientes para estabilizar su estado. Lo lamento mucho, el cachorro no sobrevivió y debido a lo débil de su condición no sé si sea capaz de volver a concebir...—dijo la mujer apenada.
Kyouka se tapo la boca ahogando un pequeño grito y Kunikida se sostuvo la cabeza con su mano. Chuuya al escuchar el diagnóstico de su madre, se aproximo a su hermana y la abrazo. La chica se aferró a su hermano y se puso a llorar mientras susurraba que no era justo para Dazai. Chuuya se limitó a acariciar el oscuro cabello de su hermana y soltó un suspiro. No conocía a ese chico o a su Alfa pero cualquier Alfa que abandonará a su Omega de ese modo no debía ser considerado uno.
— ¿Kyouka querida… dijiste "Dazai"?— preguntó Kouyou con una expresión de sorpresa en su rostro.
—Si— confirmó Kunikida recomponiéndose. — El nombre del chico que atendió es Osamu Dazai ¿lo conoce?
Kouyou apenas podía creer que había olvidado revisar el nombre del chico, abrió el historial que cargaba en su regazo y reviso los datos que Kunikida había proporcionado a la enfermera. Ahí con una letra estilo tipográfica estaba escrito el nombre del chico y el de sus familiares más próximos, sus padres: Ango y Sakunosuke Oda marcados como finados.
—Odasaku… ¿Odasaku está muerto?—preguntó en un susurro la mujer.
— ¿Usted conoció al padre de Dazai?— preguntó Kunikida
—Lo lamento, debo hacer una llamada—dijo la mujer ignorando la pregunta y dio media vuelta para retirarse, antes de desaparecer se dirigió a su hijo mayor. —Chuuya querido, lleva al señor Kunikida a su casa y a Kyouka a descansar, cualquier cosa que suceda con Osamu les llamaré.
Chuuya asintió con la cabeza y Kunikida trato de detenerla.
— ¡Por favor, espere!— gritó Kunikida pero fue demasiado tarde, Kouyou Ozaki había desaparecido por el largo pasillo y al poco tiempo entró al cuarto donde Dazai se recuperaba. Revisó sus signos y afortunadamente se encontraba estable, lo observó esta vez con atención y se dio un golpe mental al no darse cuenta de sus facciones. Si lo observaba bien, aunque lucía desmejorado podía notar la semejanza con su adorable y hermosa madre, a su verdadera madre. La que hubiera sido el amor de su vida y también la del desgraciado diablo de su verdadero padre; al que tendría que informar de su hallazgo.
