Y aquí está el siguiente capítulo, en el que hacemos que avancen ciertas cositas, espero les guste y como ya saben, cualquier opinión o idea que tengan es bien recibida. También quiero hacer una mención especial a los artistas que hicieron los dibujos que tomé para los diseños, que sepan que el crédito es suyo y que si todo sale bien, pronto podría enseñarles algunos bocetos míos de los personajes.

"La peor lucha es la que no se hace"

- Karl Marx.


—¡Explíquenme lo que está pasando! —exigió Alix con notoria molesta en su voz y sus gestos faciales, tenía el ceño fruncido y le enviaba una mirada de muerte a Chat Noir mientras lo sujetaba del cuello de su traje.

—Lo haría, pero no me dejas... respirar —susurró el rubio quedándose sin aire y sintiendo el cascabel de su traje empujando su notoria nuez contra su laringe.

—Vas a terminar matando al gato, te arrestarán por maltrato animal —añadió Venom, observando la escena con una sonrisa burlona en su boca de dientes afilados.

—No es lo único por lo que deberían arrestarme —mencionó Alix, desviando la mirada hacia el simbionte, aunque estuviera nerviosa estaba decidida a no mostrarlo, no volvería a mostrar debilidad jamás.

—Oh, así que alguien es una chica mala —balbuceó Chat, sonriendo levemente antes de volver a sacar la lengua como muerto en busca de aire debido al fuerte agarre de la fémina.

—¡Voy a golpearte tan fuerte que vomitarás seis bolas de pelo diferentes! —le gritó Alix en la cara, asustando a Chat Noir y erizándole el vello de la nuca, pues la mirada decidida de la adolescente le aseguró de que hablaba en serio.

—¡Pero no he lamido tanto pelo! Bueno, quizá dos o tres... ¡Pero fue por instinto! —exclamó el rubio con arrepentimiento, recordando el momento en el que se dejó llevar por primera vez y le lamió el cabello a Nathalie al quedarse dormida mientras veían una película juntos.

Cabe aclarar que se enojó por eso, pues estaban repitiendo un maratón de películas familiares que vio por última vez a los diez años. Sin embargo, no duró mucho, apenas seis horas en las que lo peor que hizo, fue ignorar un llamado de Nathalie.

Sus castigos eran como la ley del hielo, multiplicada por seis y elevada a la décima potencia.

—Ja, ja, ja, así que de verdad lamiste pelo —se burló Venom, abrazándose el estómago mientras se carcajeaba con entusiasmo, sin duda estaba disfrutando el momento.

Se habían terminado moviendo a una tienda abandonada a cinco minutos del lugar donde hicieron gato aplanado.

Entraron por la ventana sin causar mucho revuelo, y gracias a lo lejos que llegaron por el golpe del simbionte al gato, los agentes que perseguían a Venom quedaron en una azotea, pensando el sentido de la vida y su inmediato despido.

Chat se estaba poniendo morado del agarre de Alix, por lo que se desesperó e intentó soltarse de muchas maneras, se revolvió y movió los brazos para estorbar a la chica, pero ella tenía más fuerza de la que recordaba.

El anillo comenzó a pitar de forma peligrosa, ¿cuánto tiempo llevaba transformado? Perdió la noción al momento de salir por la ventana de esa forma tan loca y sin pensárselo demasiado, con el pasar de los años Plagg necesitaba comer más Camembert para transformarse, y aunque se lo preguntó, siempre se negó a responderle la razón.

—Hermosa, dame un momento y te responderé, lo juro —susurró Chat Noir, en un último intento desesperado de salir de las garras de aquella chica bajita pero fuerte. Tampoco quería ser golpeado, la última vez no se pudo levantar de la cama por al menos dos días.

Alix enarcó una ceja y se fijó bien en el rostro de Chat Noir, en el color de sus ojos, sus rasgos y su cabello rubio. Tenía un aire a alguien muy conocido, pero eso era imposible.

—Esto está siendo muy divertido, necesito palomitas —se dijo Venom, apoyándose en la esquina de aquella habitación para observar como una vieja chismosa—. Se viene en tres, dos, uno...

La cuenta regresiva fue perfecta, pues el traje de Chat Noir se deshizo en una especie de humo negro y dejó en su lugar a un morado Adrien Agreste, que alzó la mano en un doloroso saludo.

Las pupilas en los ojos de Alix se contrajeron y entreabrió los labios sin soltar ni una sola palabra, anonadada y procesando la imagen como si fuese una computadora de los noventa.

—¿A-adrien? —musitó la de cabello fucsia, con sus mejillas enrojeciendo al tener delante al modelo rubio. Lo soltó de golpe al darse cuenta de que lo sujetaba del cuello de su camisa, y dijo algo ininteligible porque se le trabó la lengua a la mitad de la frase.

—¿Acaso no lo viste venir? —preguntó Venom, acercándose a ambos y haciendo sombra en el centro de la habitación. Adrien se levantó del suelo y se sacudió el pantalón para poder analizar mejor la situación.

—¿Pero...? ¿Tú? ¡¿Cómo?! —exclamó Alix.

—Es una larga historia —respondió el rubio.

—¡Pues quiero saberla! —Alix volvió a acercarse a Adrien y lo tomó del cuello de la camisa.

—No puedes... —gruñó el rubio, tomando las fuertes manos de la adolescente y soltándose de ella, sacudiéndose la ropa.

—¡¿Cómo qué no?! —inquirió Alix, frunciendo el ceño y entrando en un duelo de miradas con el rubio de ojos verdes.

—Belle, entiende que no puedo contarte. —dijo Adrien.

Alix se ruborizó y apretó los dientes ante el sobrenombre.

—¡Claro que sí! ¡Y prometiste que ya no me dirías así!

—Pero cuando era Chat Noir te llamé así.

—Eso es... ¡no sabía que eras tú!

—Eso no importa, entiende que no puedo decirte.

—¿Acaso mi ex...? —Alix se detuvo a la mitad de la oración y tragó saliva, bajando la cabeza y apretando los puños, se corrigió y volvió a observar a Adrien a los ojos—. ¿Mi amigo no puede contarme sus cosas?

—Eso no es cierto, sabes que esa vez te conté mucho —le recordó el rubio, acercándose a la alterada adolescente y posando sus manos sobre sus hombros, acariciándolos.

—Cierto, lástima que prometiésemos no mencionarlo —coincidió Alix, dejándose llevar a la calma por las manos del rubio, aunque guardándose algo de enojo para ella.

Venom había seguido la discusión moviendo la cabeza hacia cada contendiente, pensando en cómo se sentiría su huésped al ver que su compañera de trabajo tenía historia con aquel rubio de juguete.

Adrien bajó las manos de los hombros de Alix y se apegó a ella, luego se dio la vuelta y poniéndola detrás, hizo contacto visual con Venom.

—Dijiste que Nathaniel estaba vivo, no puede ser, yo lo vi morir.

Aquella declaración le cayó a Alix como un balde de agua fría, al principio creyó que el rubio bromeaba, pero al verlo tan serio y con esa actitud de protección ante cualquier posible ataque, le confirmaron que decía la verdad.

—¿Nathaniel está muerto? —Alix sintió un sudor frío recorriendo su espalda y apretó los labios con temor a obtener una respuesta. Adrien asintió con la cabeza, pero fueron los siseos de Venom lo que llamó su atención.

—No lo está —declaró con firmeza el simbionte, poniéndose frente a ellos y comenzando a hacerse más pequeño, la masa negra y musculosa se iba comprimiendo y deshaciéndose en ríos que se fusionaban a un cuerpo delgado y pequeño.

La primera mata de cabello rojo emergió en medio de la transformación y Adrien se quedó mudo, Alix apenas había tenido tiempo de procesar todos los acontecimientos, por lo que solo se mantuvo expectante.

El silencio inundó la vieja y semi destruida habitación.

Nathaniel estaba de pie frente a ellos, abriendo los ojos y con un rastro de líquido negro entrando por sus oídos. El pelirrojo se percató de inmediato que estaba frente a sus amigos, y su primera intención fue huir.

Sin embargo, su plan se vio frustrado por Venom que, sin recubrir ninguna parte de su cuerpo, tomó control de sus piernas y las ancló en su sitio.

—¿Nathaniel? —preguntó el rubio, acercándose con la mirada enfocada al vacío, extendiendo la mano para intentar tocarlo sin pasar a través de él.

—Oh, hola, Adrien —saludó el pelirrojo con la voz baja y muchos nervios en ella, estaba claro que lo único que quería en ese momento era huir de aquel lugar e ir a casa.

—Nath, amigo, ¡estás vivo! —celebró el rubio, abrazando al pelirrojo con una sonrisa en su rostro y pequeñas lágrimas bajando por su mejilla.

Y eso al pelirrojo lo desconcertaba, ¿desde hace cuánto Adrien lo consideraba su amigo? No habían tenido mucho contacto en clase o fuera de ella, no hablaban, no tenían temas en común y nunca habían formado grupo para alguna clase.

Lo único que habían llegado a compartir fue una pequeña fiesta en la casa de Nino, en la que lo habían invitado solo porque Kim declinó el asistir debido a una consulta médica. No recuerda casi nada de aquel día, solo que tuvo la vista borrosa durante toda la fiesta y despertó debajo de la cama de Nino con un charco de vómito alrededor.

Adrien rompió el abrazo y agitó por los hombros al pelirrojo, contagiando a Nathaniel de un desmesurado entusiasmo que le agitó el cerebro y le desactivó alguna que otra función sin importancia.

Detrás del rubio, Nathaniel se percató de Alix, que caminó lento hacia él con un puño alzado. Cerró los ojos de inmediato para aguantar el golpe, pero escuchó el quejido de Adrien y volvió a abrirlos.

—Eso es por asustarme —le gruñó la de cabello fucsia, mirando como el rubio se frotaba el brazo mientras susurraba cosas sobre que tenía la piel sensible.

—Disculpen, ¿me perdí de algo? —preguntó algo tímido el pelirrojo, observando a sus compañeros de clase dirigirse una mirada, percibía una cierta tensión extraña en aquella situación y era incómodo.

—Este idiota me dijo que te moriste —soltó Alix sin tacto alguno, señalando a un Adrien que moqueaba levemente como si hubiese visto de nuevo la película de ese anciano que hace volar su casa por los aires con globos.

—Yo te vi, estabas desparramado en el suelo...

—Oh, así que eso fue lo que pasó —interrumpió Nathaniel, sabiendo ahora a que se refería Venom en aquella primera charla en el viejo almacén.

—Espera, ¿lo sabías?

—Ya me lo mencionaron —respondió avergonzado el pelirrojo, mirando a sus dos amigos fijamente y moviendo las manos sin saber muy bien que hacer—. Y, esto... ¿Qué hacen los dos aquí?

—Yo tengo una mejor pregunta, Nath, Nathy, Nath —contratacó Alix, acercándose al pelirrojo—. ¿Qué es ese monstruo negro que nos trajo hasta aquí? ¿Y por qué entró en ti?

—Sí, él me dijo que necesitabas ayuda —mencionó Adrien, bastante serio y calmado en ese momento.

—¿Por qué necesitaría de su ayuda, chicos? —preguntó desconcertado el pelirrojo, alternando la mirada y haciendo una mueca de confusión, pasando de la pregunta de Alix.

—De la mía puede que no, pero este rubiales de aquí es Chat Noir —reveló Alix con un tono venenoso, comunicándole por lo bajo a Adrien que seguía algo molesta con él por no habérselo dicho.

Nath recibió la noticia y miró fijamente al rubio, luego en su cabeza apareció una imagen de Chat Noir, los fue acercando lentamente para superponer a los dos tipos, y es entonces que los engranajes que faltaban comenzaron a girar en su cerebro.

—¡Aaaaaaaaah!


El Grande estaba sentado en la oficina de su nuevo edificio en París, las noticias sobre el paradero de su importantísimo producto no se hicieron esperar, por lo que ahora esperaba resultados positivos de la persecución.

Y esta vez los esperaba de verdad, ya llevaba una lista en la mano de todos los fallos provenientes de los ineptos de sus empleados, por lo que estaba pensando en echar a todos y contratar unos nuevos que si sirviesen.

—Jefecito —le habló Horacio, entrando por la puerta de la oficina sin cuidado alguno, haciendo que esta chocase con la pared que tenía detrás y dejase una marca en la pintura.

El hombre grande y robusto se llevó una mano a la frente y bufó con un claro enojo guardado en su interior, que ya era lo bastante amplio para almacenar dos o tres cilindros de furia.

—¿Qué quieres? No ves que estoy trabajando.

—Lo siento, jefecito, pero verá, hay noticias del grupo encargado de recuperar a su queridísimo producto —anunció Horacio, poniéndose firme y dejando paso a uno de los hombres que estuvo persiguiendo a Nathaniel hace un par de horas.

—No me dirijas ni una sola palabra —declaró El Grande viendo al sujeto en traje de combate con el ceño fruncido y apretando el puño sobre su escritorio—. Si has fallado, sal de esta habitación y pídele la indemnización a Marjory de Recursos Humanos, y que todo tu equipo lo haga.

Cabizbajo, el sujeto salió de la habitación y cerró la puerta, dejando nuevamente a jefe y empleado dentro de la oficina.

—¡Ese montón de inútiles! —gritó El Grande, golpeando la mesa con su puño y partiéndola por la mitad, haciéndola añicos con una facilidad pasmosa que dejó a Horacio con la boca cerrada y sin soltar estupideces.

—Eh, jefecito, también hay otra noticia —susurró Horacio, saltando en su sitio con temor al ver la mirada de muerte que le enviaba Kingpin.

—Como no sea una buena noticia, serás el siguiente en irte —amenazó sin dudarlo y con el brazo firme.

El ambiente en la habitación se llenó de un silencio extraño e incómodo, una tensión pesada acompañaba el tictac del reloj de muñeca de Horacio, importado desde Suiza por supuesto.

—¿Recuerda el antiguo proyecto genético?

Aquella palabra hizo que Kingpin se levantase de la silla y comenzase a caminar en dirección a Horacio, lo hacía lentamente, sin poderse creer que aquello que escuchó siquiera era posible.

—¿Qué es lo que dices, Horacio? —preguntó El Grande, recordando ampliamente todo lo que intentaron conseguir en las primeras etapas de aquel proyecto. Se había invertido una gran cantidad de dinero buscando un resultado que pudiese cambiar el mundo.

Pero no fue así, el laboratorio se sumió en el caos apenas dos meses después de su inauguración, un incendio mató a todos los embriones de la cámara de incubación y dejó su investigación enterrada bajo papeles financieros.

—Verá, cuando llegamos al nuevo edificio y reactivamos el sistema, lo primero que hicimos fue revisar todas las señales provenientes del resto de bases esparcidas por la ciudad, una de ellas fue el laboratorio —comenzó a explicar Horacio, asustándose por la expresión de locura que reemplazó el antiguo gesto incrédulo de Kingpin—. Mientras usted dormía, reactivamos los viejos y pequeños robots asistentes del lugar, y obtuvimos una grabación.

—Dénmela, quiero verla —exigió El Grande, acercándose a Horacio a tal punto que este tuvo que pegarse a la pared e intentar hacerse de papel.

—Señor, su escritorio esta destruido, y su tableta estaba en él —le recordó el hombre chaparro.

—¡Pues traigan otra!

Recibida la orden, Horacio salió corriendo por la puerta de la oficina en dirección al almacén único para casos donde el jefe destruye los muebles de su espacio de trabajo, en ese lugar esperaban cuatro réplicas exactas del escritorio que yacía destruido.

El Grande dio vueltas en su oficina mientras dos empleados se llevaban el escritorio destruido, su nuevo edificio no era tan grande como el de Nueva York, ni siquiera era diferente a los del resto de la ciudad. Su balcón daba buena vista a la Torre Eiffel y a las ajetreadas calles de París.

Aquella ciudad pronto estaría a su merced, tendría bajo control a la policía local en una semana, y si no encontraba oposición, el gobierno sería suyo en menos de un mes.

El tiempo comenzaba a correr.


La cámara enfocaba con visión nocturna la antigua área científica del laboratorio, con matraces rotos en el suelo y liquido esparciéndose por las paredes. Debido a la antigüedad del modelo, no existía sonido alguno que indicase si había movimiento en ángulos muertos o en zonas cercanas.

Es entonces que se vio una pequeña compuerta abrirse a la izquierda, donde un pequeño robot asistente se movió usando sus ruedas hacia la zona contraria del laboratorio, buscando a algún humano para brindarle su ayuda.

Un corte de estática en la cámara se hizo presente, la señal se perdió por al menos cinco segundos.

Se reestableció de la misma forma misteriosa en la que se fue, volviendo a transmitir imagen. El robot asistente que antes se movía inquieto en el laboratorio, ahora estaba partido en tres, como si fuera un filete o una hamburguesa de cerdo de algún restaurante de comida rápida.

Otro cambio respecto a la transmisión anterior era la puerta de la derecha, que ahora estaba abierta y se movía en la oscuridad con un bamboleo muy leve y antinatural.

La imagen de la cámara volvió a adoptar estática, distorsionando la grabación hasta dejarla indescifrable. Cuando el dispositivo volvió a enfocar, una figura estaba de pie sobre la mesa del laboratorio, mirando fijamente a la cámara.

La visión nocturna ya no siquiera servía, el brillo de la cámara era bajo y parecía a punto de apagarse. Solo se diferenciaba una sombra curvilínea de largo cabello y unos ojos brillantes en la oscuridad, acercándose a la lente de la cámara para olfatearla e intentar descubrir si era algo comestible.

Aquella mujer acercó la boca y mostró unos colmillos afilados, que gruñeron y se alejaron de golpe, la cámara comenzó a oscurecer la grabación para intentar ahorrar lo poco que le quedaba de batería. Es entonces que una mano delgada apareció en la pantalla, cerró el puño y la transmisión se cortó.


Nathalie solía ser muy perspicaz al momento de captar ciertos detalles, lo era cuando su jefe le pedía supervisar una nueva colección sin darle instrucciones sobre la constitución de las prendas.

Poco a poco se fue adaptando a la manera de pensar de Gabriel Agreste, lo que la hizo mucho más efectiva cuando se le consultaba sobre ciertos detalles de la industria que en un inicio desconocía.

Y ese no era todo su trabajo, pues desde que llegó a la mansión hace años, le tocó criar a un niño prácticamente huérfano. Fue un trabajo extra muy estresante, pero podía decir que no le fue tan mal, después de todo Adrien salió bien, ¿verdad?

A su mente llegó el recuerdo de cuando abrió la puerta sin tocar hace un año y encontró al adolescente con una peluca y cantando un micrófono falso.

Bueno, quizá le faltó afinar detalles.

Sea como fuere, estaba claro que nada se le escapaba, y por esa misma razón, logró detectar algo extraño en Cindy cuando entraron a aquella tienda departamental.

La ropa que llevaba puesta la niña era la misma con la que Adrien la había presentado ayer, Nathalie recordaba el ajuste de las prendas al menudo cuerpo de aquella pequeña pelinegra. Y por esa misma razón se le hacía raro, ahora la ropa, lejos de ser holgada, se le ceñía al cuerpo cómo si fuera de una talla muy justita.

Llevó a Cindy a los probadores para que diera inicio una sesión de búsqueda de conjuntos para la pequeña, debido a que la tienda formaba parte de la empresa principal de Adrien Agreste, la encargada la reconoció de inmediato y estuvo dispuesta a brindar ayuda.

Los primeros dos conjuntos que le trajeron fueron casuales, se guiaron de las tallas de las prendas actuales y esperaron a que Cindy saliese del probador.

—Siento que me aprieta —avisó la pequeña pelinegra a través de la cortina.

—¿En serio? Aún así sal aquí para que te veamos —le respondió Nathalie con un temple sereno y una voz calmada.

Cindy salió del probador muy avergonzada y confirmando lo dicho en el interior de la cabina, la ropa le iba muy pequeña.

Nathalie alzó una ceja y se acercó a ella para verla bien, esa ropa debía quedarle perfecta, no era posible en una noche el cuerpo de la niña dejara de ser tan delgado y enfermizo.

—Trae una talla más grande —se dirigió Nathalie a la encargada, que de inmediato se comunicó por radio con uno de sus compañeros en el almacén para ir en busca de las prendas—. Y busca la nueva colección de moda infantil.

—A la orden, señora.

Nathalie llevó al probador a Cindy para ver si tenía suerte con el otro conjunto, pero el resultado fue el mismo. En lo que esperaban la ropa de la talla siguiente, la pequeña comenzó a hablarle a la mujer adulta sobre como era su vida antes de ser encontrada por Adrien.

—Vivimos en un callejón cercano a una plaza, mi hermano me cuidó por dos semanas antes de irse... —susurró Cindy a través de la cortina, siendo escuchada atentamente por una Nathalie que recreaba la historia en su cabeza como una secuencia—. Pero luego encontré a Adri, y él me ayudó, aunque primero me llevó a un sitio extraño, había muchas personas uniformadas.

Nathalie tenía claro que se refería a una comisaría, estaba segura de que Adrien intentó realizar el procedimiento obligatorio cuando encuentras a un niño perdido en la calle.

—Después salimos de allí, ¡me compró un helado y me llevó a una tienda para también comprarme ropa! —siguió contando Cindy emocionada, rememorando los hechos con una sonrisa—. Luego me llevó en sus hombros antes de parar en casa de una amiga para que me limpiase.

—¿En serio? ¿Qué amiga era? —preguntó Nathalie, indagando en la vida de Adrien para poder asegurarse de que ese chico de verdad hubiera salido bien.

—Una de coletas.

—Señora Nathalie, aquí tiene la ropa que pidió —llegó la chica encargada con sus brazos repletos de colgadores y tela por todo su cuerpo, la reacción que tuvo Cindy al verla fue pensar en alguna especie de monstruo de ropa cara, aquel que te hace probarte mil cosas en una tienda.

Nathalie dejó de pensar en la amiga de Adrien para tomar la ropa y aligerar la carga de la joven.

—Bien, intentemos con esta, Cindy —dijo Nathalie, pasándole la ropa a la pelinegra y esperándola afuera por si necesitaba ayuda con alguna cosa.

Los minutos pasaron y las prendas le encajaron a la perfección, lo que provocó una avalancha de conjuntos nuevos para distintas situaciones que pudiesen presentarse mientras Cindy estuviera en la mansión.

—Necesitarás tres atuendos formales, dos casuales, pijamas... —Nathalie siguió enumerando una larguísima lista que a Cindy le costaba procesar, ella ni siquiera sabía la razón de que le comprasen tanta ropa, pero supuso que era algo común en una familia.

—¿Luego podemos ir por un helado? —interrumpió la niña pelinegra.

—Sí, luego iremos por un helado, pero antes visitaremos un par de tiendas más —le indicó Nathalie.

—¿No podemos ir ahora? —rezongó la pequeña, haciendo un tierno puchero ante los ojos de Nathalie. Para la adulta, ver directamente a los ojos de aquella niña era rememorar al pequeño Adrien.

—No, Cindy, no podemos.

—Por favor...

Nathalie chasqueó la lengua y maldijo por lo bajo, estaba segura de aquella niña no podía ser la hija perdida de Adrien, ¿por qué demonios veía al rubio en cada uno de sus gestos?

—Bien... Haremos esto, saliendo de aquí iremos a tres tiendas más, y te compraré dos helados —propuso Nathalie.

—Que sean tres, dos normales y uno pequeño —rebatió Cindy, cambiando su gesto por una pequeña sonrisa juguetona.

—Hecho.

Y con ese trato sellado, tardaron veinte minutos más en salir de aquella tienda, Nathalie hizo que dejasen las quince bolsas en el maletero de la limusina y observó a la encargada de la tienda por última vez.

Tenía un extraño presentimiento.

—Trae algo de ropa casual —pidió finalmente, recibiendo una expresión confusa de parte de la encargada.

—¿Para usted?

—Que sea para una adolescente —finalizó Nathalie.


—Jefecito, hemos conseguido dos grabaciones de la cámara, la reciente y otra de hace tres meses —anunció Horacio entrando por la puerta de la oficina y esquivando un dardo directo a su nariz.

—Avisa antes de entrar, arruinaste mi juego.

El Grande estaba sentado detrás de un nuevo escritorio muy similar al anterior, pero este tenía un vaso de limonada encima con una pajita para beber sin tener que mover ni un solo músculo del brazo.

—Disculpe, pero lo que le traigo es importante —explicó el de cabellos rizados, sujetando una memoria USB con los archivos que mencionó antes—. A parte de las grabaciones, hay bitácoras en video del científico a cargo del laboratorio.

—Bien, déjalas en mi escritorio y retírate —ordenó Kingpin, dándole un sorbo a su limonada y girando en su silla, una que estaba reforzada, por cierto, sino se hubiera destruido al primer intento.

—Sí, jefecito. —Horacio dejó la memoria sobre el escritorio y se retiró con rapidez de la oficina.

Kingpin contó hasta tres y se levantó, caminó hacia la izquierda y se detuvo frente a una réplica de La Gioconda. Se acercó al cuadro y lo tomó de la esquina inferior izquierda, la deslizó hacia abajo y activó un sistema cambiante en la pared.

Los lados se abrieron y la pared central se hundió, cambiando por otra con un televisor de más de cuarenta pulgadas y un reproductor de video de última generación debajo.

—Veamos qué es lo que tienes. —Kingpin puso la memoria en la entrada correcta y encendió la televisión, la primera imagen que apareció fue la de un hombre de cabello castaño claro con unas gafas de montura gruesa.

Llevaba una bata de laboratorio y el ambiente detrás era sumamente acogedor, con asistentes y científicos de muchas ramas caminando de un lado a otro, era increíble pensar que todo aquello desapareció de la noche a la mañana.

El rostro de aquel hombre llevaba una sonrisa aventurera, de emoción, un gesto que destacaba por su conocimiento de lo importante de aquella investigación, y sus primeras palabras, eran la clave de muchas cosas:

—Los sujetos de prueba fueron diseñados para tener crecimiento acelerado, se espera que en las cápsulas embrionarias tarden al menos un mes en adoptar una edad similar a los dieciocho, que es cuando empezarán a crecer con normalidad —comenzó a explicar a la cámara, tomando unas notas de su cuaderno y enfocándolas para demostrar su punto.

Kingpin presionó el control del reproductor y lo pausó, se dirigió hacia su escritorio y activando el comunicador, dio una orden:

—Envíen a alguien al laboratorio, si alguno de los engendros de ese tipo sigue allí, lo necesitamos.


—¿Tienes habilidades de gato? —preguntó Nathaniel, aún fijo en su posición y sin poder moverse por culpa de Venom.

—El traje solo me da algunas habilidades —confesó Adrien una verdad a medias, no les dijo nada de Plagg y de cómo funcionaba todo el tema de los Miraculous, para eso existían las teorías del Ladyblog.

Luego de una impresión inicial, Alix se dirigió a una esquina de la habitación y tomó dos sillas viejas, usó una para sentarse y le ofreció la otra a Nathaniel.

Como el pelirrojo no podía moverse, rechazó la silla, y la de cabello fucsia se la terminó dando a Adrien.

—¿Algunas? —Alix tenía las piernas subidas sobre la silla y apoyaba su mentón en ellas, mirando al rubio con el ceño fruncido y una mueca en los labios.

—Es decir que eres como un... ¿hombre gato? —supuso Nath.

—No, claro que no... —respondió el rubio dubitativo—. Aunque, es verdad que últimamente tengo hábitos extraños.

—Sí, coquetear muy mal es uno de ellos —soltó Alix.

—¿Disculpa? ¿Le estas diciendo a moi que coquetea muy mal? —Adrien se ofendió profundamente y se llevó una mano al pecho de forma muy dramática—. Pues para tu información belle demoiselle, coqueteo tan bien que obtuve una cita con la chica del clima.

—¿Eso no fue para un trabajo en una revista? —recordó Nathaniel.

—Ah, sí, muy bueno para obtener una cita de trabajo —dijo Alix con sarcasmo, sonriendo ante el rostro descompuesto del rubio.

—Cita es una cita, ya sea de trabajo o no —concluyó Adrien como si hubiese soltado un comentario muy filosófico.

—Lo que más te consuele, gatito. —Alix se acomodó en la silla y echó su cabello hacia atrás.

—¿Por qué siento que hay una tensión entre ustedes? —habló Nathaniel, decidiendo decir aquello que pasó por su mente desde que vio como se trataban sus amigos.

—¡No hay ninguna tensión! —exclamaron al unísono, para luego voltear a verse y sonrojarse mientras gruñían por lo bajo.

Nathaniel suspiró y miró el suelo de la habitación, intentó moverse de nuevo y frunció el ceño.

—Venom, ¿qué estás haciendo? —preguntó mentalmente el pelirrojo, recibiendo una risa en vez de una contestación decente de parte del simbionte.

—Es sencillo, Nathaniel, estamos siendo perseguidos por un cabrón y hemos logrado escapar dos veces.

—Lo sé, podemos hacerlo una tercera también.

—No, Nathaniel no podremos —dijo Venom con pesar en su voz—. No puedes escapar una tercera vez de ese tipo, por eso necesitamos la ayuda de ese felino en traje.

Nathaniel apretó los labios y no se sintió del todo bien, después de todo habían logrado escapar de aquellos agentes que le dispararon, y según le contó Venom, logró hacerle frente al primer equipo que enviaron por él.

¿Por qué no iban a poder conseguirlo?

—No entiendo... Venom, de verdad que no lo entiendo, ¿por qué no podremos escapar de nuevo? ¿Por qué está aquí Alix si solo necesitamos a Adrien?

La vista de Nathaniel se tornó negra y volvió a aquel lugar oscuro y rodeado de agua, pero no se estaba hundiendo. Venom apareció frente a él y caminó hasta que sintió la profunda mirada turquesa del pelirrojo sobre sus filosos dientes.

—Nathaniel, no podemos seguir huyendo —habló el simbionte—. Estando con ellos, he visto de primera mano como actúan, la tercera vez que vengan a buscarnos, será el fin de todo.

—¿Por qué...?

Nathaniel bajó la mirada y agradeció que el agua brillase con cada movimiento de sus piernas, le ayudaba a no volverse loco en aquel lugar repleto de oscuridad.

—Y respecto a esa chica, tiene agallas, lo admito. Pero nunca quise involucrarla en esto, el chico gato cayó cerca de ella y cuando aterricé me vio.

—Venom, dime la verdad, ¿quién nos persigue? —pidió el pelirrojo, levantando la mirada y mostrando temor en lo profundo de sus ojos, porque, aunque no quisiera admitirlo, era muy claro lo que le sucedía.

—Nos persigue un hombre muy malo y peligroso, Nathaniel, he visto de lo que es capaz por querer cumplir sus objetivos —comenzó a contar Venom, sentándose en el agua y provocando una vibración inmensa en aquel lugar de la mente del pelirrojo—. Los primeros que nos atacaron eran de su fuerza secreta, pero los segundos eran agentes de menor rango, seguramente ese tipo ya esté en París por nosotros.

—Pero aquí están Ladybug y Chat Noir, ya tenemos a uno, ¿por qué no pedirle ayuda a ella también?

—Podemos hacerlo, Nathaniel, pero quien tendrá que acabar con todo, debemos ser nosotros.

Y eso era lo único que Nathaniel no quería escuchar, él no era un héroe, no era nadie más que solo un chico al que le gusta el arte, esto no era para él, no lo era.

Haberse topado con Venom solo fue una casualidad, estaba seguro de que, si no se hubiese metido en su cuerpo, ahora mismo compartiría habitación con Gwen en el hospital.

No era bueno en los deportes, y tenía cero resistencia para correr, se cansaba a los diez segundos y necesitaba descansar un día entero para volver a sentirse vivo.

Él no podía luchar para defenderse de aquel hombre que lo buscaba solo por tener a Venom en su interior.

—Nathaniel, quiero que sepas que no te estaba preguntando si querías hacerlo, porque lo haré contigo o sin ti —declaró con firmeza el simbionte, expandiéndose alrededor del pelirrojo y encerrándolo en una prisión suya.

—¡Venom, ¿qué haces?! —exclamó asustado el pelirrojo, observando los ojos blancos del simbionte.

—Yo también estoy cansado de huir, Nathaniel Kurtzberg.

Nathaniel sintió un tirón en su estómago y desapareció de aquel oscuro lugar, volviendo a la habitación vieja con Adrien y Alix.

—Ahora, si me disculpas, tengo que ir a una cita con Nathaniel —declaró Alix, bajando de la silla y acercándose al pelirrojo, tomándolo del brazo para salir de aquel lugar con rapidez.

—¡¿Una cita con Nathaniel?! —exclamó Adrien.

—Solo es el trabajo para el Viernes... —susurró Nath, dejándose llevar por su amiga, separándose del suelo con naturalidad y desapareciendo tras el marco de aquella puerta.

Del otro lado, alcanzó a escuchar los bufidos de su amigo Adrien, porque ahora eran amigos, ¿no?

En el fondo, esperaba que sí.


Fin del capítulo

Y aquí está el final, han aparecido cosas nuevas y se han revelado algunas otras, ¿qué opinan de que Adrien tomase algo de comportamiento gatuno después de usar la máscara de Chat Noir por tanto tiempo? Se me ocurrió que podría ser divertido y dar pie a un desarrollo suyo. Alix es importante en esto también, y sobre Nath, quiero que sé de cuenta de que él no es nada de lo que cree o le dijeron.

Por parte de Kingpin, Nathalie y las grabaciones, ¿adivinaron ya que se viene?

Espero leer sus teorías, ja, ja. Con todo esto, un saludo y hasta la próxima.