Confirmo que estar en la universidad es una cosa de locos, quizá si salga un capítulo dejando una semana, lo único que sé es que por ahora estaré algo ocupadillo y cualquier cosa la notificaré. Espero les guste este capítulo, vamos avanzando y formando cosillas.

"El mundo es bello, pero tiene un defecto llamado hombre"

- Friedrich Nietzsche.


Nathaniel reflexionaba en la azotea de la escuela como un monje budista en camino a la máxima iluminación, dejó que sus cabellos rojizos se mecieran con el viento del atardecer de forma calmada y sin ningún problema.

—¿Qué es lo que piensas? —le preguntó Venom, aprovechando la situación solitaria para brotar de la nuca del pelirrojo y poder observarlo con sus propios ojos.

—No me reconocí... —musitó Nathaniel, con la vista dirigida a la línea del horizonte, pero sin observarla de verdad—. ¿Qué demonios fue eso?

—Se supone que no debería pasar —dijo Venom, gruñendo y moviéndose de un hombro del pelirrojo al otro—. No eres un mal anfitrión, pero no estamos conectados por completo.

—¿Qué quieres decir con eso? —inquirió el pelirrojo, entablando contacto visual con los gigantescos ojos blancos del simbionte.

—No remamos en la misma dirección, y eso no nos permite hacer una simbiosis perfecta, por lo que uno de los efectos secundarios es que tu personalidad puede verse alterada.

—¡¿Por qué no me lo dijiste antes?! —exclamó el pelirrojo, golpeando con fuerza la barra de seguridad en la azotea y doblándola.

—No habría cambiado nada, Nathaniel.

El pelirrojo observó con estupor y las manos temblorosas la barra de acero inoxidable aplastada por ambos lados, estrujada como una lata de soda y papel aluminio.

—Y como esperaba, tus capacidades físicas aumentan de forma desproporcionada —destacó Venom, observando la hazaña del pelirrojo con un extraño sentimiento de orgullo.

—Esto no puede estar pasando —negó rotundamente Nathaniel, implorando que aquel ataque a la valla tuviese a Venom involucrado. Después de todo él era la razón de que todos sus sentidos volasen al infinito cuando sentía la adrenalina recorrer sus venas.

—Pues está pasando, y tendrás que aceptarlo —culminó la conversación Venom, volviendo de inmediato al cuerpo del pelirrojo y dejándolo solo en la azotea.

Nathaniel se desplazó a la derecha y volvió a apoyar las manos en la baranda, cerró los ojos y aguantando la respiración, apretó los puños.

El sonido del metal deformándose ya no lo sorprendió, solo sirvió para reafirmar que Venom tenía razón en lo que le había dicho, y tendría que aprender a adaptarse a su nuevo ser. Y debía hacerlo rápido, antes de que el nuevo Nathaniel consumiera al anterior.


Kingpin entró al laboratorio con una sonrisa, el primer detalle que no pasó desapercibido fue la ampliación de la entrada, que ahora si le permitía aparecerse por el ala científica para monitorear el trabajo de sus empleados.

—Caballeros, estoy muy complacido por su increíble actuación —expresó cordialmente, dejando su perpetuo ceño fruncido de lado para la ocasión—. Por esa razón, hemos traído comida para todos proveniente de un exquisito restaurante. Tienen una hora de descanso.

Exclamaciones de júbilo llenaron la habitación, los trabajadores fueron saliendo uno tras otro, dejando sus implementos en el armario cercano a la puerta y lavándose las manos para bajar al comedor. Kingpin se movió con cuidado por el laboratorio, no sería la primera vez en la que su robusto cuerpo destruye material carísimo y de importación.

—Señor, ¿es verdad que podemos ir a comer? —preguntó Aarons confundido, pocas veces ocurrían esos acontecimientos en el trabajo, sin ir más lejos, es la segunda vez en once años que organiza un banquete empresarial.

—¿Qué crees que soy? ¿Un demonio? —inquirió Kingpin, acercándose a una sala especial recubierta por una barrera de cinco densos cristales, Aarons lo siguió con cuidado.

—No, por supuesto que no, solo se me hace raro —comentó el hombre castaño encogiéndose de hombros y viendo la puerta abrirse.

Un humo blanco salió del interior al abrirse la última puerta, no era denso, por lo que se podía ver con cierta claridad lo que había detrás. Era una camilla con cientos de tubos y cables conectados a la chica encontrada en el laboratorio.

—Esto es maravilloso, desde que leí las notas del doctor sabía que se trataba de ella —dijo Kingpin, acercándose con una sonrisa perversa y revisando los signos vitales en la pequeña pantalla.

—¿Qué es exactamente?

—Una creación propia de ese viejo loco, no sé que criatura usó como base de ADN, pero este resultado es perfecto —confirmó Kingpin, acercándose a una pequeña mesa donde reposaban todos los archivos extraídos del piso superior del laboratorio—. Aquí está todo sobre ella y el resto de los experimentos.

Aarons se acercó para revisar el montón de hojas amarillentas, el papel era rugoso al tacto y las líneas de lápiz se borraban al pasar el dedo encima. Las tomó con cuidado y se dedicó a ojearlas por encima, los datos estaban muy detallados debido a sus complicadas ecuaciones para obtenerlos. La primera cara del papel era una amalgama matemática que solo un niño superdotado sería capaz de entender.

—¿De dónde sacó a ese sujeto? —preguntó Aarons en referencia al antiguo líder del proyecto.

—Era un viejo compañero de trabajo, con una maestría, dos doctorados y un informe galardonado por su exquisito detalle —respondió Kingpin, dando vueltas sobre la camilla del experimento—. Una mente brillante.

—¿Qué le ocurrió?

—Desapareció. —Kingpin concluyó la explicación y se acercó a Aarons con la mano extendida.

El comandante le entregó los papeles, solo alcanzó a leer sobre dos experimentos de los cuatro, los que el viejo doctor definía como sus creaciones más poderosas y las que mayor potencial tenían.

—¿Qué sigue ahora? —Se atrevió a preguntar Aarons.

—Vamos a terminar lo que empezamos cuando se abrió el proyecto, seguiremos las notas del doctor y terminaremos de suministrar todo lo que no se pudo en estos años —explicó Kingpin, sentándose sobre dos sillas a la vez que rechinaron en cuanto se apoyó en ellas.

—¿Quiere decir que convertirán a esa niña en un arma definitiva? —cuestionó Aarons, alzando una ceja y observando a la joven pelinegra sedada sobre la camilla.

—No es una niña, comandante Aarons, es una máquina de matar —le recordó Kingpin, volteando las hojas con toda la suavidad que guardaban sus toscas y robustas manos—. Y pediré que restrinjan la entrada, solo los de nivel tres de seguridad pueden acercarse a ella.

—Eso incluye a los de la Fuerza Secreta —añadió Aarons—. Usted quiere tener la seguridad de que, si todo se sale de control, podamos acabar con ella.

—Tan listo como siempre, por eso es mi empleado favorito.

—¿Por eso conseguí el empleado del mes cuatro veces seguidas?

—Si no era usted, lo tendría Jerry de Recursos Humanos —respondió Kingpin, llevándose las manos a la cabeza—. Ahora, vaya a comer, yo vigilaré a X-23.

—¿Ya le puso nombre? —preguntó Aarons con una sonrisa divertida, saliendo de aquella habitación para dirigirse al comedor del edificio.

Kingpin dejó los papeles a un lado luego de revisar los últimos datos que necesitaba saber, efectivamente, en la esquina superior izquierda, se apreciaba en letras pequeñas pero marcadas, el nombre científico del sujeto de pruebas.


Adrien acabó las clases con una sensación extraña recorriéndole la nuca, no era raro que le ocurriese de vez en cuando, pero esta vez la picazón era insoportable y debía rascarse.

—¿Por qué pica tanto? —expresó el rubio, fastidiado y comenzando a rascarse el sitio con naturalidad, aliviando el hormigueo.

—Ve a revisarte, no vayas a tener pulgas —dijo Plagg desde el bolsillo de su camisa.

—No tengo pulgas —reclamó Adrien, haciendo un puchero y caminando por el pasillo hacia la salida de la escuela.

—Lo que tú digas, niño.

Adrien le dio una palmada al bolsillo y escuchó el quejido de Plagg, que volvió a quedarse callado, no sin antes reclamar un trozo de queso.

Llegó a la puerta principal y salió, al igual que todos los días, un tumulto de adolescentes se movía de un lado a otro con locura, algunos se dirigían a comprar dulces a la tienda de la esquina y otros hablaban de temas triviales.

—¡Miren, es Adrien!

Y esa era su señal para acelerar el paso e intentar desaparecer entre la multitud hasta el lugar donde lo esperaban para ir a casa. Sus seguidoras no eran más que chicas jóvenes y menores por algunos años que lo buscaban en todas partes y le sacaban fotos sin su permiso. Al principio intentó ser amigable con ellas, luego se dio cuenta que al hacerlo estaba alimentando una bestia.

Se deslizó entre las personas con agilidad y sin ocasionar ruido, esquivando a niños que jugaban a la pelota y a algunos dulces voladores que recogió para después.

Todo iba bien hasta que volvió a sentir ese ardor en la nuca.

—No puede ser —se quejó por lo bajo el rubio, esquivando a un par de señoras mayores y dando un giro para intentar salir del mar de estudiantes.

El giro no salió bien, pues cuando volvió a mirar al frente, se encontró a su amigo pelirrojo caminando en dirección contraria y el choque de trenes fue tremendo.

—Lo siento —se disculpó Nathaniel, bajando la cabeza y aferrándose al asa de la mochila. Adrien lo tomó del hombro y lo empujó de inmediato hacia la salida de aquel mar de personas.

—No, amigo, tu discúlpame a mi —corrigió Adrien, riendo de forma nerviosa y usando a Nath como escudo humano para evadir a sus fans.

—¿A dónde me estás llevando, Adrien? —preguntó Nathaniel al ver que el rubio lo arrastraba por toda la cuadra del instituto mientras se escondía detrás.

—Eh... —Adrien volteó la mirada para verificar que su transporte estaba allí y tuvo que pensar rápido—. A mi casa, sí, a mi casa, para pasar tiempo de amigos.

No le dio tiempo a su amigo pelirrojo para procesar las palabras, pues salió corriendo hacia la limusina mientras lo arrastraba de la capucha como un costal.

Abrió la puerta de golpe y se metió de un salto, arrastrando a Nathaniel consigo. Cerró la puerta, y con una expresión terrorífica digna de una película vieja de los años setenta se puso el cinturón.

—¡Arranca!

La limusina salió disparada del estacionamiento dejando una estela de humo a lo largo de la calle e incorporándose a la circulación con un volantazo que desplazó a los dos amigos en la parte trasera.

—¿Qué fue todo eso?

—Una oleada de mis fans locas —explicó Adrien, girando la cabeza para ver por la ventanilla trasera si nadie los había seguido.

—¿Te refieres a las chicas de secundaria?

—Por supuesto.

Adrien se acomodó en el asiento trasero y pasó a fijarse en Nathaniel, su amigo pelirrojo parecía debatir mentalmente con ligeros movimientos de cabeza y la mirada perdida.

—¿Y bien, si te vienes a mi casa?

Nathaniel pareció reaccionar ante su pregunta y le esquivó la mirada.

—Bueno, no lo sé... Quizá deba avisarle a mi mamá primero —respondió el pelirrojo con un leve toque de timidez en la voz.

—Hazlo, y espero que te diga que sí, jugar videojuegos solo es muy aburrido —confesó Adrien—. La última vez Nathalie intentó jugar conmigo, pero no fue muy bien.

—Cuéntale que te di una paliza.

—¡Dios santo!

El susto que se llevó Adrien provino de la intervención de Nathalie, que deslizó una ventanilla en el interior de la limusina y apareció frente a ambos adolescentes.

—Espero hayas tenido un buen día, Adrien —saludó cordialmente la mujer—. Quiero que sepas que me he tomado la libertad de reprogramar todas tus clases para que pases un buen tiempo con tu amigo.

—Eres la mejor, Nathalie —agradeció el rubio, que luego se acordó de que Nathaniel estaba sentado al lado—. Por cierto, te lo presento, él es Nathaniel...

—El artista, lo sé. —Nathalie le mostró una sonrisa imperceptible al pelirrojo—. Un gusto conocerte.

Una vez hechas las presentaciones, el camino hacia la mansión se hizo más ameno, Adrien era mucho más hablador con Nathaniel y le mostró como diez videos graciosos diferentes. El pelirrojo poco a poco se fue soltando y tomando confianza en un vehículo tan lujoso, por lo que disfrutó del camino.

—Y luego puedes ayudarme a conectar alguna que otra cosa —finalizó Adrien.

—Está bien, pero no sé mucho de informática.

—No te preocupes, amigo, aprenderemos sobre la marcha.

Y se relajó en el asiento, aguantando las ganas de rascarse la nuca, quizá debería hacerle caso a Plagg y revisarse en el veterinario, podría tener pulgas.


Alix patinaba por las calles a una velocidad de riesgo e ignorando las señales de tráfico en cada esquina. No era para nada seguro, pero era exactamente eso lo que le llamaba la atención, amaba los deportes de riesgo, y el riesgo en sí mismo.

—¡Adiós, clases! ¡Hola, guarida de inadaptados! —exclamó de júbilo la de cabello fucsia al llegar a su calle favorita.

—¡Oye, niña! ¡¿No tienes casa?! —gritó uno de los vecinos del vecindario desde una ventana.

—¡A usted no le importa, viejo metiche!

Aceleró y dejó atrás el edificio del tipo, no sin antes levantar la mano y mostrarle el dedo medio sin temor alguno a las posibles represalias.

Devolvió su atención al camino y se dedicó a hacer un par de trucos en la acera, saltando a alta velocidad sobre pequeños resaltos y dando vueltas sobre su propio eje. Era muy buena patinadora, unas señoras mayores le aplaudieron uno de sus trucos en una esquina y le subió el ego por las nubes, estaba claro que era la mejor atleta de su generación.

Incluso se podría decir que compite por el título de ser la mejor artista, pero no llegaba ni a los talones de Nathaniel. Era cierto que últimamente mejoró mucho en su arte callejero, ya no solía hacer grafitis típicos de letras y muchos efectos.

De hecho, aquel fin de semana tenían planeado entrar al viejo túnel abandonado del metro para hacer un mural gigantesco, aquel día no habría seguridad rondando los alrededores, por lo que podrían actuar con normalidad.

Aminoró la marcha sobre ruedas al sentir su teléfono vibrar en el bolsillo, no debía contestar aquella silenciosa llamada porque ya sabía de quién se trataba. Su padre había intentado reunirla en una especie de cena familiar para encaminar su futuro, pero no asistió a ninguna y siguió huyendo.

Se detuvo en seco en la siguiente esquina antes de que el semáforo cambiase de color, los autos comenzaron a pasar y esperó mientras se perdía en sus pensamientos. Ya llevaba una buena parte de dinero ahorrado y si todo iba bien, obtendría ese trabajo de verano que la llevaría a vivir sola en el centro de la ciudad.

—El sueño de la independencia cada vez más cerca.

Su teléfono volvió a vibrar y bufó con cansancio y molestia. Estaba claro que su padre no conocía la palabra rendirse. Decidió silenciar cualquier tipo de llamada y volvió a su camino cuando el semáforo se puso en verde.

—Señorita.

Aquella voz le erizó la piel y la hizo girar en su sitio, entrecerrando los ojos y cruzándose de brazos al ver a Adrien de pie.

—¿Qué crees que haces? —preguntó Alix, acercándose lentamente y rodeando al rubio con el movimiento de sus patines.

—Solo venía para saber si una Belle demoiselle quiere unirse a este día de grupo en mi casa —propuso el rubio, sonriendo de forma galante y dejando salir esa pequeña fase suya que ocupaba bajo la máscara de Chat Noir.

—¿Me estás invitando a una de esas trampas tuyas? —inquirió Alix, enarcando una ceja.

—¿Qué? Yo no tengo trampas —reclamó el rubio, haciendo un puchero que le traía tantos recuerdos a la adolescente que le hizo sonreír de nostalgia.

—Voy a suponer que te creo —dijo Alix, dándole un golpe en el hombro y sonriendo, acercándose al rubio—. Bien, guíame.

—No te preocupes por eso, tenemos transporte. —Adrien señaló la limusina estacionada detrás.

—Oh bien, entonces espera a que me quite estos —señaló sus patines.

—Sin problema.

Alix se apoyó en la verja continua y se sentó, dejó su mochila a un lado y abrió el bolsillo más grande, sacando unas zapatillas blancas y poniéndolas a un lado.

—¿Me ayudas a sacar esto? —pidió Alix, señalando uno de los seguros de los patines mientras observaba la reacción de Adrien.

—Si no la conociera diría que está coqueteando conmigo —respondió el rubio con cierta actitud respetuosa.

—Muérete.

Alix chasqueó la lengua y se quitó los patines con algo de esfuerzo, de verdad estaba considerando comprarse otros mucho más fáciles de quitar, así no sufriría cinco minutos después de cada salida.

—¿Son calcetines de rayas?

—Cállate Agreste, o te voy a dejar sin hijos —gruñó Alix, terminando de atarse las zapatillas y colgando los patines de su mochila—. Bien, ya estoy.

—Te tardaste una eternidad, por eso no tuvimos citas —bromeó Adrien, ganándose una mirada afilada de parte de Alix—. Está bien, me callo.

—Te gusta tentar a la muerte.

—Soy un superhéroe, ¿qué esperabas?

Adrien la guio hasta la limusina, le abrió la puerta y la empujó hacia el interior sin delicadeza alguna. Allí, sentado con una expresión nerviosa y riendo, estaba Nathaniel.

—¡Nath! ¿A ti también te arrastró el gato sonriente? —bromeó Alix, pasando el brazo por el hombro del pelirrojo y arrastrándolo hacia ella—. Debes aprender a decir no.

Adrien entró por la otra puerta y se sentó.

—Así que también trajiste a Nath —comentó Alix, acomodándose en su asiento y levantando los pies hacia la pequeña mesa que tenían delante.

—Claro que sí, es mi amigo —respondió Adrien.

—Me usó de escudo humano —confesó el pelirrojo.

—Ah, así que eres muy buen amigo, ¿no?

—Puedes cuestionar mis métodos, pero no mis resultados, Nathaniel está aquí después de todo —señaló el rubio, y en efecto, Nath estaba muy tranquilo, sentado en medio de ambos y simplemente disfrutando del camino.

—¿A ti como te convenció? —Nathaniel la observó fijamente con sus ojos de color turquesa.

Alix no pudo evitar morderse la lengua y hacer una mueca extraña.

—Solo le pregunté si quería venir y dijo que sí —respondió Adrien a la pregunta del pelirrojo.

—Sí, no todos los días tienes la oportunidad de destrozar la habitación de un niño rico —añadió Alix.

—Pues espero que eso no ocurra hoy —dijo una mujer, apareciendo en frente de ellos, sentada en la silla con elegancia y bebiendo una taza de café.

—Oh, cierto, Alix, ella es Nathalie. —Adrien se encargó de presentársela y ella estaba dispuesta a saludar a la mujer, pero recibió una mirada severa en lugar de una expresión amable.

—Eh, ¿un placer? —Alix sintió que temblaba sin razón alguna, se removió incómoda en su asiento y se aseguró de que no tenía algo en su apariencia fuera de lugar.

—Baja los pies de la mesa.

Alix tragó saliva con pesadez, e hizo caso a la orden a la velocidad de la luz, intentó que no hubiera nada sucio por su lado e incluso agradeció internamente no haber manchado aquella mesa donde la mujer ahora depositaba su taza.

—Parece que no causó una buena impresión —le susurró Adrien a Nathaniel, lo supo porque el tonto apenas sabía hablar bajo, siempre lo escuchaba con claridad.

¡Eso a ella no le importaba! Nunca había sentido algo especial por causar una buena impresión en alguien, todos los que la veían le decían que se convertiría en una delincuente tarde o temprano. No buscaba aprobación.

Entonces, ¿por qué la mirada severa de aquella mujer le causaba ese sentimiento? No debía sentirse mal por no caerle bien. Aunque quizás estaba exagerando, ¿era normal que ella exagere? Todavía podía arreglar las cosas, solo había empezado con el pie izquierdo, sí, eso.

No debió aceptar la invitación del tragapelos, sin duda, fue una mala decisión.


Kingpin recibió el mejor informe de aquel día, la serie de experimentos con X-23 estaba dando resultados alentadores. Si bien aquel día era el primero, pudieron descubrir el limite de las habilidades y una lista del genoma usado por el doctor en el momento que formó el embrión.

Sin duda, tenía el potencial de convertirse en su mejor arma para tomar Paris, aunque claro ya tenía una pequeña influencia en la policía local, digamos que era muy fácil encontrar a la gente correcta si les añadías más ceros a su salario.

Ahora debía pensar mejor su siguiente movimiento, en los dos primeros intentos intentaron ir por el simbionte de diferentes maneras, quizá, ahora debían atraerlo directo a su perdición.

—¡Horacio! —llamó con sus inmensos puños golpeando la resistente mesa, esta vez se habían encargado de importar una directo desde Rusia, esperando que fuera suficiente para aguantar sus constantes rabietas.

El bajito trabajador entró por la puerta de la oficina parisina, jadeando de cansancio y recuperando el aire dando largas bocanadas.

—¡¿Qué te ocurre?! ¡¿Corriste en un maratón?! —exclamó Kingpin con sorna, levantándose de la silla y caminando por la oficina, los del piso de abajo se quejarían sin duda por los temblores, pero lo arreglaría después.

—Perdone, jefecito, solo tuve que correr desde el primer piso —explicó Horacio, recobrando el aliento e irguiéndose en una postura recta ante su jefe.

—Necesitas hacer más ejercicio —comentó Kingpin—. Como sea, necesito que le comuniques nuestro siguiente plan de acción a la Fuerza Secreta.

—Por supuesto, jefecito.

Kingpin regresó a su escritorio y abrió el primer cajón, tomando una hoja en blanco, sujetó un bolígrafo con mucha delicadeza y se puso a escribir mientras intentaba no partirlo por la mitad.

—Este será nuestro plan de acción, no quiero ni un solo fallo, o lo lamentarán —declaró Kingpin, entregándole la hoja a Horacio y dando la vuelta en la silla para poder ver la maravillosa ciudad bajo sus pies.


—¿Venom, estás sintiendo eso? —preguntó Nathaniel mentalmente, observando a aquella niña pelinegra que corría a saludar al rubio.

—Es extraño, esa niña, definitivamente no es normal —concluyó el simbionte, enviando una ligera corriente por el cuerpo del pelirrojo para que este reaccionase.

Hace dos minutos la limusina los había dejado en la puerta de la mansión Agreste, se había quedado sin palabras nada más verla. Para alguien que vivía en una modesta casa de dos pisos con su madre, ver un espacio inmenso con cientos de adornos lujosos era una patada en el hígado.

Nathalie había bajado después y se encargó de guiarlos a la entrada principal, Adrien simplemente se dedicaba a intentar conversar con Alix, pero ella parecía perdida desde que la señorita Nathalie le lanzó aquella mirada en el vehículo.

Eso fue lo único incómodo del viaje, parecía que aquella mujer juzgaba cada uno de los gestos de su amiga.

Luego, la puerta principal se abrió y una niña pelinegra salió corriendo de allí.

—¡¿Tienes una hermana?! —exclamó sorprendida Alix, y aquello terminó de desencajar al pelirrojo.

Aunque ninguno se lo confirmó, estaba seguro de que había ocurrido algo entre sus dos amigos y que tenían una relación cercana, pero ahora dudaba de ello, pues Alix no tenía conocimiento sobre aquella niña en casa de Adrien.

—Algo así, digamos que es un asunto delicado —dijo Adrien.

—Sí, como el once de... —Alix se cayó al sentir nuevamente la mirada de Nathalie sobre ella, Nathaniel se sintió mal por su amiga, aunque sus chistes de humor negro no lo hacían reír del todo, sabía que buena parte de sus compañeros los disfrutaban.

—¡Hola! —La niña se dirigió hacia ellos luego de abrazar al rubio, sus ojos reflejaban inocencia pura, y parecía tener mucha energía en su pequeño cuerpo.

—Hola, pequeña, soy Alix —se presentó su amiga de cabello fucsia.

—¡Yo soy Cindy, mucho gusto! —La pelinegra saltó a los brazos de Alix y a esta no le quedó más remedio que corresponder de forma incómoda.

—Hola, yo soy Nathaniel. —Finalmente decidió acercarse a la niña para saludar, ella salió de los brazos de Alix para ir a abrazarlo, pero al hacer contacto visual, sintió un hormigueo extraño en todo su cuerpo.

—¡Venom! —exclamó internamente el pelirrojo, intentando conseguir alguna respuesta.

Aún con el malestar, rompió el contacto visual con Cindy, provocando que ambos cayeran sentados sobre el camino a la entrada de la mansión.

—¿Están bien? —preguntaron sus amigos al unísono, Adrien se dedicó a levantar a Cindy y Alix fue a verlo a él, revolviéndole su rojizo cabello.

—Sí —respondió Nathaniel, recibiendo la ayuda de su amiga para incorporarse y seguir el camino hacia el interior de la mansión. Adrien cargó a Cindy sobre su espalda y despreocupó a sus amigos con una sonrisa.

—No se preocupen, seguro está cansada, ayer se quedó viendo películas hasta tarde.

—Eso es malo para un niño, o niña en este caso —le reclamó Alix.

—Una vez al año no hace daño, Belle demoiselle —respondió Adrien, sin importarle que Nathalie estuviese allí presente y observando todo. Nathaniel observó la situación y entendió que, si aquella mujer ya miraba mal a Alix en la limusina, entonces sería capaz de matarla al poner un pie dentro de la mansión.

Su amiga tenía mucha mala suerte, no era su culpa parecer delincuente.


Aarons no estaba de acuerdo con esto, si debía enfrentarse al simbionte de nuevo, prefería hacerlo cara a cara. Lo esperaba desde el primer encuentro en el que un idiota de su escuadrón interrumpió el combate.

Pero no podía simplemente enviar una queja a un buzón de reclamaciones, lo quitaron el año pasado luego de que se llenase de notificaciones relacionadas con el coste de construcción de inmuebles muy resistentes.

Todos estaban posicionados en zonas cercanas al domicilio del huésped del producto del jefe, esperarían unos cinco minutos y si nada ocurría, tocarían la puerta.

—Odio tener que hacer estas mierdas —comentó un miembro de su escuadrón, aquel chico joven y delgado que llevaba una tableta entre las manos y tocaba la pantalla con interés.

—Tú nunca haces nada —le recordó Aarons, cruzándose de brazos y llevando una mano al comunicador en su oído—. Y por lo que me dicen, tampoco harás algo de provecho aquí.

—Bueno, entonces solo vine a pasármelo bien.

La puerta de la casa se abrió y todos se pusieron en posición, una mujer pelirroja vestida formalmente cerró con llave y emprendió su camino al que debía ser su lugar de trabajo.

El primer equipo se movilizó y Aarons se quedó quieto, observando sin moverse y sin dar alguna orden al equipo.

Aquella mujer caminó a paso tranquilo, revisando su teléfono y volviendo a guardarlo en su bolso, según el archivo que tenían, trabajaba toda la noche en un estudio de arte restaurando cuadros.

—No debe ser un trabajo bien pagado —comentó uno de los soldados.

—Mejor que este puede serlo —respondió Aarons, observando como se movilizaban en la oscuridad cada uno de los miembros del equipo—. Que se alejen un poco...

La mujer siguió caminando y cruzó la calle de siempre, dispuesta a llegar a la parada del metro, estaba acostumbrada a su andar en el atardecer, con las calles empezando a vaciarse y los restaurantes encendiendo sus luces.

—¿De verdad tenemos que hacer esto? —se quejó nuevamente el joven con la tableta, recibiendo un golpe en la cabeza de parte de Aarons.

—Si te sigues quejando, te mandaré solo a ti —advirtió Aarons.

—Haría un mejor trabajo que estos idiotas.

Aarons se percató de que lo decía en serio, y aunque sonara loco, se lo pensó. Sin duda el tipo era el miembro más joven del escuadrón, y el más tronado de todos, no tenía la cabeza bien y por eso lo mantenían entretenido en juegos móviles.

—Puede que tengas una oportunidad —aceptó Aarons, observando como los ojos del joven se iluminaban y una sonrisa se posaba en sus labios—. No sonrías como un maniático.

—Está bien, jefe.

Se levantó, dejó por primera vez en mucho tiempo la tableta a un lado y se dirigió a la escalera de emergencia del edificio en el que estaban. Aarons no se preocupó de si hizo lo correcto o no, solo quería terminar con ese trabajo y poder descansar.

Unos tres minutos después, la mujer entró a la pequeña panadería de la esquina y compró un croissant para el camino, al salir, se dirigió de inmediato a la entrada del metro.

—Disculpe, ¿podría decirme la hora?

Ante la pregunta, la mujer pelirroja se sobresaltó y se dio la vuelta, observando aliviada que la pregunta provenía de un joven que aparentaba ser apenas dos o tres años mayor que su hijo. Vestía con ropa casual y no parecía tener segundas intenciones.

Mientras ella se disponía a buscar su teléfono, una sonrisa perversa se hizo presente en el rostro de aquel joven.

A lo lejos, Aarons silbaba impresionado.

—Ese chico de verdad está loco.


Fin del capítulo

Y ahora, antes de las palabras finales, presento uno de los extras que dije añadiría a la historia. Los omakes y capítulos extras, exceptuando el Especial de Lyon, no los escribo yo, por lo que dejaré siempre sus créditos correspondientes. Espero les guste como escribe y puedan apoyarla.

OMAKE - 1

Por Izumi Uchiha 09 en Fanfiction

Era miércoles por la mañana, el clima ligeramente frío que había azotado la tranquila ciudad de París motivaba a quedarse en casa. Desgraciadamente solo era mitad de semana, y como tal, tanto jóvenes como adultos debían proseguir con su rutina normal y el Colegio Françoise Dupont no era la excepción.

En la clase de la Srta. Bustier reinaba un silencio adormecedor y pacífico. Para variar nadie había sido Akumatizado hasta los momentos, por lo que nuestros Héroes se encontraban presentes.

— ¡Ay viejo! ¡No quiero ver mates avanzadas! ¡Tengo mucho sueño! —se quejó Nino, desplomándose con los brazos estirados sobre la mesa

Varios murmullos de acuerdo siguieron, apoyando al moreno.

—Creo que no tendrás que preocuparte por ello—comentó Alya, ganándose la mirada interrogativa del grupo

—¿Qué quieres decir Alya? —interrogó Marinette sentada a su lado

—Escuché... —comenzó la morena, ajustándose las gafas en el puente de la nariz— Qué el profesor Laurent no asistirá hoy por motivos personales

—¿Estás segura de eso, Alya? ¿De dónde lo escuchaste? —preguntó Alix desde su asiento

—Un buen reporte no da información al azar sin antes haber verificado la validez de la fuente.

—¡Así se habla Nena!

Inmensamente el ambiente se llenó de alegría, después de todo, ¡tendrían dos horas libres!

Pero antes de que cualquiera de ellos se levantara, por la puerta entró la Srta Bustier con su usual expresión amable.

—Buenos días, chicos. Quería informarles que hoy el profesor Laurent no podrá asistir a la clase por motivos personales.

Una sonrisa arrogante adornó el rostro de la morena mientras el resto contenía la propia.

—Por lo que yo ocuparé su lugar hoy.

Lentamente la sonrisa de todos fue desplomándose al procesar las palabras de la adulta pelirroja.

Conociendo a sus alumnos, la mujer dejó escapar una suave sonrisa, sentándose tras el escritorio— No se preocupen, básicamente será una charla respecto a las aspiraciones de cada uno respecto al futuro, después de todo, dentro de poco saldrán de aquí e ingresarán a la universidad los que así lo deseen

Considerando lo dicho, la mayoría dio un suspiro resignado, podría ser peor.

— Bien —dando un pequeño aplauso, recorrió con la mirada a sus alumnos— ¿Alguien quiere empezar?

Nadie se atrevió a abrir la boca, manteniendo la clase en silencio.

—Bueno, los escogeré yo entonces...veamos... ¡Alya! —la nombrada dio un pequeño respingo, algo sorprendida—Inicia tú, por favor.

—Bueno, quiero ser la mejor periodista de París y algún día revelar las identidades de Ladybug y Chat Noir —Los nombrados sintieron un escalofrío recorrerles la espina dorsal.

—Pero si haces eso sus identidades quedarán en peligro, así como sus seres queridos —replicó la chica de las coletas.

—¡El mundo merece saber la verdad!

—Bien, bien~ siguiente... ¡Nino!

—¡Yo quiero ser el mejor DJ y tener mi propio local donde todos podrán asistir y bailar al ritmo de mi música!

—Te refieres a un antro, ¿no?

—¡Cállate, bro!

—El que sigue... ¡Adrien!

El rubio permaneció unos segundos en silencio— Solo quiero una vida tranquila, después de todo, he hecho muchas cosas fabulosas desde joven —respondió exagerada y presuntuosamente, alisándose el cabello— Oh, tal vez podría ser el guapo profesor de Chino de alguna institución —Y seguir siendo Chat Noir, por supuesto.

—Mejor actor, eres muy dramático por naturaleza, bro.

—¡Cállate, Nino!

—Ahora... ¡Marinette!

—Yo...bueno...me gustaría ser una gran diseñadora de moda...—Y Ladybug, claro— Y... —dando un veloz vistazo de reojo a Adrien, bajo un poco la mirada con vergüenza— Tal vez formar mi propia familia algún día

—¿Escuchaste, bro? —murmuró Nino codeando al rubio

—Sí, Marinette sería una buena madre.

Un pequeño rayo de esperanza invadió al moreno, ¿Con eso Adrien quería decir...?

—Ella es una buena amiga, espero que encuentre a alguien que la haga feliz, tal vez Luka.

Y con ello, el pequeño rayo de esperanza se extinguió más rápido que las derrotas de Hawk Moth.

—El siguiente será... ¡Max!

—Bueno, Srta Bustier, me gustaría dedicarme al campo científico, específicamente al área robótica.

—Muy interesante, Max, seguramente te irá bien —respondió la docente con una sonrisa cariñosa.

—¡Claro que sí! ¡Le irá muy bien! —respondió emocionado Markov, saliendo del bolso de Max, pero inmediatamente volvió a esconderse, robando una pequeña risa de Bustier.

—Haré como que no lo vi. Ahora... ¡Iván!

—Millen y yo planeamos abrir una florería, un invernadero y tal vez un jardín botánico—Millen observó a Iván con amor, y este, apenado, le sonrió de vuelta.

—Muy buena idea, chicos. Siguiente... ¡Sabrina!

—Yo quiero estudiar administración de empresas-

—¡Oh, interesante! ¿Qué te motivó a ello?

—...básicamente manejaba el horario y demás tareas de Chloe, así que probablemente me vaya bien ahí...e incluso podría ser más sencillo.

Aquel comentario provocó unas pequeñas risitas al recordar cómo era la odiosa de Chloe en aquel tiempo. La rubia se cruzó de brazos, algo ofendida.

—Bien, ahora... ¡Chloe!

—No tengo muy en claro que quiero hacer para mi futuro, Srta Bustier —admitió algo avergonzada la rubia.

—No te preocupes, Chloe, estoy segura de que hallarás algo que te apasione, mientras tanto puedes ir explorando diversas áreas hasta encontrarlo.

—Y vivir de mantenida mientras tanto...—susurro por lo bajo Alya al oído de Marinette, provocando una risita disimulada de esta.

—Ahora... ¡Nathaniel!

El delgado pelirrojo estaba absorto en sus dibujos.

—"¡Carnicero! ¡Carnicero!"— coreó Venom dentro de la cabeza de Nath.

—"¿De qué rayos estás hablando?"

—¿Nathaniel?

—"Creo que te hablan, chico"

—¡Nathaniel! —el pelirrojo reaccionó finalmente al recibir un codazo de su compañero de asiento.

—Lo siento, Srta Bustier—se disculpó nerviosamente.

—No te preocupes, ahora, responde por favor.

—S-sí —cerrando su block de dibujo, se aclaró un poco la garganta —Me gustaría ser un gran artista algún día.

—¡Y lo harás amigo! —intervino Alix, silbando por lo bajo, provocando una sonrisa avergonzada del chico.

—Veamos... ¡Kim!

—Creo que eso es muy obvio, Srta Bustier —poniéndose en pie, el chico comenzó a hacer diferentes poses para resaltar sus músculos— ¡Seré el mejor atleta y nadador del mundo!

—¡Aún sigues siendo más lento que yo, tonto! —le gritó Alix burlona.

—¡¿A sí?! ¡Tengamos una competencia y te probaré lo contrario!

—Niños, niños, tranquilos~ —interfirió la docente antes de que el asunto se saliera de control —Sigamos...a ver... ¡Alix!

—Cof, Cof, delincuente, cof, cof.

—¡Repite eso, idiota! —gruñó la pelirrosa, clavando cuchillas con los ojos hacia la figura de Kim.

—¡Con gusto!

—¡Niños, no peleen! —regañó Bustier alzando la voz y ambos involucrados guardaron silencio— Bien, ahora, ¿Podrías responder Alix, por favor?

—Sinceramente, no lo tengo muy claro todavía —alzando los hombros despreocupadamente, torció la comisura de los labios en una sonrisa de lado— Dejaré que el viento me lleve, ¡tal vez termine siendo algún agente secreto o espía!

—¡No seas tonta! ¡¿Qué posibilidades tienes de ser un agente secreto?!

—¡Las mismas que tú de ser el mejor atleta del mundo!

—Niños, no lo repetiré—decretó Bustier seriamente.

Cabe aclarar que ni Alix ni Kim volvieron a interrumpirla en el resto de la clase y, como final feliz, tuvieron una hora libre bajo el cuidado de la Srta Bustier.

Y este es el final, esta vez a parte de la historia, hay un extra que espero les haya gustado, lo he dejado tal cual ella lo escribió, me gusta su estilo y espero que a ustedes también. Ahora, cada vez está mas cerca de pudrirse todo.

Espero sus comentarios.

Un saludo y hasta la próxima.