La universidad te hace pensar en cientos de formas de ser libre y dejar el sufrimiento, pero al mismo tiempo se siente como un reto, por ahora vamos bien, y escribir bajo cierta presión de tener que hacer cosas es increíble. Espero les guste y cualquier duda u opinión que quieran dar será leída y contestada.

"No abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio"

—Proverbio árabe.


Nathaniel tenía un mal presentimiento, y no solo era sobre las conexiones que Adrien le iba poniendo a su ordenador, algo en su interior le gritaba que era algo más.

—¿Estás poniendo bien la gráfica? —preguntó Alix, asomándose para ver como el rubio terminaba de ajustar la preciada y carísima tarjeta gráfica de última generación.

—Claro que sí, he hecho esto muchas veces —respondió el rubio, enganchando bien el componente y procediendo con los demás—. Es decir, cuando puedo comprar algo, no es como si pidiera todo cada vez que sale uno nuevo.

—No te creo, niño rico -se burló Alix, moviéndose por la habitación del rubio y sentándose en la cama, a un lado de Nathaniel.

—No sabía que te gustaba jugar en tu ordenador —soltó de pronto el pelirrojo.

Adrien se ruborizó al escucharlo y evitó mirar hacia la dirección de sus amigos, sus orejas echaban humo y simplemente siguió cerrando el gabinete de su estación de juegos habitual.

—Bueno, no es algo que cuente mucho —respondió con timidez el rubio, incorporándose y sacudiéndose los pantalones.

—Sí, se ve que casi nunca cuentas las cosas —coincidió Nath, ladeando la cabeza para señalar a la adolescente de cabello fucsia que sujetaba la almohada de Adrien y la lanzaba hacia arriba.

—Pido perdón, es solo que no estoy acostumbrado a hablar de mi vida —explicó Adrien, tomando su silla de negra de detalles verdes para sentarse y mirar el techo—. En realidad, poca gente me pregunta eso...

Nathaniel escuchó el suspiro de Alix a un lado y se fijó en ella. Su amiga abrazó la almohada como si fuera un peluche y lo usó para tapar su boca, supuso que estaría haciendo gestos raros por lo que volvió a prestar atención a su amigo.

—Todos asumen que soy modelo porque me gusta y que le saco provecho a todo eso. —Adrien dio una vuelta en la silla y sonrió—. Pero no, y al final tomé una decisión.

—¿Vas a dejar de ser modelo? —preguntó Alix, soltando la almohada y regresándola a su lugar en la cama.

—Aunque quisiera, no podría mientras siga viviendo con mi padre.

—Entonces, ¿te irás de tu casa? —cuestionó Nathaniel, pasando la mirada por la inmensa habitación del rubio, nada más poner un pie en ella se había sentido pequeño.

—Eh... Sí...

—Tragapelos, eso no te lo crees, apenas puedes dejar tus cosas —añadió Alix, señalando como la mesa de trabajo de Adrien estaba repleta de objetos decorativos y ciertos peluches de gato.

—Me gustan mis peluches —musitó con timidez y haciendo un tierno puchero.

Nathaniel no pudo evitar soltar una pequeña risa, debió juntarse con Adrien desde los primeros años de escuela, quizá su vida sería más divertida así.

—Sí, lo noté —dijo Alix, entornando los ojos al ver uno de los tres peluches que había en el escritorio—. Y bien, ¿para qué nos hiciste venir?

—¿No lo había dicho antes? Pasemos un rato los tres.

—¿Jugando? —Ladeó la cabeza Nathaniel.

—Pues en principio quería ver una película, pero también podemos jugar algo —confesó el rubio, levantándose de la silla y abriendo un cajón aledaño a la suite de Plagg. En el cajón que abrió, Adrien guardaba una vieja colección de discos con películas antiguas de los años noventa.

—Definitivamente eres una caja de sorpresas, chico.

Aquella voz profunda hizo que todos saltaran de sus respectivos sitios, Alix se fue hacia atrás en la cama del rubio y tomó la almohada para defenderse. Los vellos de la nuca de Adrien se erizaron y este soltó un maullido del susto, Nathaniel se levantó y dio vueltas en círculos para intentar darle un golpe en la cabeza al simbionte.

—¡Venom, no hagas eso! —reclamó el pelirrojo, deteniéndose y jadeando de cansancio.

—Aún no me acostumbro a que tengas eso. —Alix dejó la almohada a un lado y se acercó de nuevo al borde la cama.

—¡Tú eres el que me provoca el cosquilleo! —acusó Adrien, revolviéndose e intentando calmar sus instintos felinos.

—¿Algo que confesar, Venom? —preguntó Nathaniel, enarcando una ceja al ver que la cabeza del simbionte estaba sobre él.

—Yo no le provoco nada al oxigenado.

—¡Es natural!

—Yo también creía que era oxigenado, hasta que tiré de su cabello y le arranqué un mechón —agregó Alix con una sonrisa mordaz en el rostro recibiendo una mirada molesta de parte de Adrien—. Le creció del mismo color.

—Una lástima, por un momento creí que quedaría como esas ratas calvas que llaman gatos —siseó Venom, riendo al ver la expresión del rubio.

—¿No que no estabas acostumbrada? —habló Adrien con sarcasmo y cruzándose de brazos.

—Creo que poco a poco me cae bien, aunque sea solo la segunda vez que lo veo.

—¿No que iban a pasar la tarde jugando? Pues hagámoslo. —Venom sonrió de forma tétrica y pasó la lengua por sus filosos dientes. Alix y Nathaniel se estremecieron por ello, pero Adrien se encogió de hombros y decidió hacer ese pacto con el diablo.

—Bien, ¿con que empezamos? —preguntó el rubio, observando los grandes ojos blancos del simbionte.

—Jugaremos al Blackjack, y el que pierda tendrá que hacer lo que le diga el ganador.

—Hecho.

—Adrien, te voy a matar...


Marinette dejó caer la cabeza entre sus cuadernos de bocetos. No tenía ganas de continuar con el vestido para el baile de graduación, ni siquiera tenía pareja para el evento.

Su mirada viajó por una pizarra de corcho puesta frente a ella, con papeles arrugados repletos de trazos inservibles que nunca llegarían a ser prendas capaces de vestir a alguien. Se llevó las manos a la cabeza y apretó los labios, queriendo ignorar todo lo ocurrido aquel día.

¿Desde cuándo Adrien y Alix se llevaban tan bien?

Era algo que la había tenido en vilo desde que los observó conversando cerca del sitio de Nathaniel...

Nathaniel...

Soltó un grito que ahogó con las hojas del cuaderno y se levantó de la silla, dejó todo en lo que estaba trabajando y se dejó caer sobre su cama.

—Marinette, ¿qué ocurre?

Tikki se acercó a ella y se puso sobre su frente, pero no tenía ganas de hablarle, no tenía ganas de hablar con nadie. Solo quería dormir y dejar de recordar aquel día.

—Tikki...

Cerró los ojos con fuerza y sintió como su cuerpo temblaba con el frío de aquel recuerdo, su piel se mojaba con las gotas de lluvia que inundaron el parque y el cabello rojo de Nathaniel cubrían sus orbes turquesa.

—Es por Nathaniel, ¿no? —Tikki se movió y comenzó a flotar a escasos centímetros de su rostro, las mejillas de Marinette se tiñeron de rosa y las lágrimas amenazaron con caer.

—Soy una persona horrible... —gimoteó Marinette, cubriéndose los ojos con el brazo y apretando sus temblorosos labios—. Soy horrible...

—Marinette, no lo eres...

—¡Lo soy, Tikki! —sollozó Marinette—. Sabía que estaba mal, y en vez de ir a disculparme...

—Marinette

—Soy horrible, Tikki —sentenció la adolescente, recostándose de lado y encogiéndose sobre sus sabanas, abrazando sus rodillas mientras la sucesión de recuerdos le revolvía la mente. Ya no existía un Adrien, Nino y Alya, ¿cuándo todo cambió tanto?

—No lo eres, Marinette, solo eres joven, y es normal que te equivoques. —Tikki le dio un ligero golpe en la frente—. Si quieres mi consejo...

—¡No lo quiero!

—Marinette...

—¡Te he dicho que no, Tikki!

La joven diseñadora se envolvió en sus sábanas y ocultó el rostro en su almohada, mojándola con sus lágrimas y desahogándose de la forma más silenciosa en la que podía hacerlo.

Tikki negó con la cabeza y se dirigió a la ventana, agradecía que Hawk Moth se estuviese tomando un descanso de crear villanos, las calles estaban tranquilas y no hubo necesidad alguna de transformarse en estos días, por lo que Marinette pudo centrarse en sus cosas.

Y hablando de sus cosas, Tikki se dirigió volando hacia el escritorio y revisó los materiales de su amiga, recordaba que hace nada se estaba quejando por la falta de tela, por lo que tendría que ir a comprar.

Aunque el estado de ánimo de Marinette no acompañaba para nada la idea de salir de compras. Tendría que hacer que al menos saliese de su habitación para despejarse y adorar la vida en todas sus formas.

—Marinette —la llamó mientras se movía por la habitación hasta apoyarse en el respaldo de la cama—. Marinette...

—¡Te dije que no, Tikki! —rezongó la de raíces asiáticas mientras se envolvía como un gusano entre las sábanas.

—Marinette, sé que no quieres escucharme, pero creo que salir de casa te ayudará a despejar tu mente —aconsejó Tikki, sentándose sobre la cabeza cubierta de la adolescente—. Eso, o puedes seguir llorando aquí por un buen tiempo.

Las sábanas debajo de la kwami se deslizaron hacia el colchón y dejaron a la vista el cabello de Marinette, su tono negruzco de tonos azules lucía descuidado y sin brillo. Tikki flotó para no ser arrastrada y fue directa al rostro de su amiga.

—Y necesitas arreglarte el cabello —culminó ella, haciendo una mueca.

—No estoy de humor para eso...

—Si sigues con ese humor, nunca harás nada, Marinette —le reclamó Tikki, frunciendo el ceño—. ¿Quieres invitar a Adrien a ese baile, cierto?

—En este punto, creo que soy la única que piensa en el baile.

—Pues, por lo que vi de tus compañeros ellos viven su día a día sin esa preocupación —coincidió Tikki, sacudiendo la cabeza con brusquedad y volviendo a centrarse en el tema—. Pero eso no importa, si quieres hacerlo, ¡tienes que terminar ese vestido!

—Te dije que no tenía ganas... —Marinette en verdad lucía deprimida y Tikki estuvo a punto de tirar la toalla en cuanto vio la expresión en sus ojos—. Además, seguro va con Alix.

—¡Marinette! ¡No pienses esas cosas!

—Pero, Tikki...

—¿Con quién lleva hablando Adrien por mucho más tiempo?

—Conmigo...

—¿A quién invitó a la Semana de la moda y Disneyland?

—A mi...

—Entonces no tienes que preocuparte, solo debes ir a hablar con él —dijo Tikki, dándole un ligero toque a Marinette en la nariz—. Ahora ve a lavarte la cara.

—¡Marinette, necesito que vayas a comprar unas cosas! —exclamó su madre desde el piso inferior.

La adolescente se levantó de la cama y se dirigió de inmediato al baño, debía dejar de parecer una loca noventera llena de gatos y volver a la normalidad.

Caminar por las calles de París con una bolsa de pan y dos paquetes de harina no era su idea soñada para despejar la mente. Cargaba con una bolsa naranja en la mano izquierda y se dedicaba a observar los escaparates de las tiendas contiguas.

Decidió tardar más en hacer las compras, y por ello tomó el metro para avanzar dos paradas, así regresaría caminando mientras dejaba su mente distrayéndose con el paisaje.

—Creo que tenías razón, Tikki —musitó Marinette, observando con calma algunas prendas de ropa mientras avanzaba por la calle.

—Te lo dije, Marinette —contestó la kwami desde el bolso de la adolescente, asomándose un poco para observar la ropa con curiosidad—. Creo que ese conjunto te quedaría bien.

—Gracias, pero por ahora estoy bien con este, la señorita Nathalie fue muy amable al regalármelo —recordó Marinette.

—No sé cómo lidiaste con la niña, eres muy mala en eso.

—Por alguna razón, esa niña estaba muy tranquila en mi presencia —dijo Marinette, avanzando con calma mientras se llevaba un dedo a los labios—. Y tuve algo de ayuda de Alya por teléfono.

—Lo supuse.

Con una pequeña y casi imperceptible sonrisa, Marinette se acomodó la blusa de color claro y aprovechó sus nuevas deportivas para trotar un poco y cruzar la calle antes de que cambiase el color del semáforo.

—¿Deberíamos aprovechar para comprar algo más? —preguntó Marinette más para sí misma que otra cosa, aunque también esperaba la respuesta de Tikki. Quizá se debía a sus cientos de años de existencia, pero era muy buena consejera, aunque a veces le costase admitirlo.

—Puede que necesites algo para tus diseños, Marinette.

La bombilla en el interior del subconsciente de la chica se encendió y recordó que debía pasar a comprar materiales, lastimosamente su local frecuente se encontraba lejos, por lo que tendría que improvisar con el primero que viese.

—Una tienda, vamos, una tienda.

Logró divisar un escaparate repleto de materiales artísticos y de costura del otro lado de la calle, por lo que desvió su trayecto al llegar a la esquina. Por aquella calle no pasaban muchos autos y era bastante tranquila, solo había unos ancianos bebiendo en un café cercano con un olor a galletas que te embriagaba más que un Blue Label.

El toldo de la tienda se veía algo viejo y a medio poner, las luces del interior estaban encendidas y el cartel declaraba que se encontraba abierta. La propia decoración de fuera indicaba que era un negocio más tradicional que otros, el tipo de puerta, los letreros y estampas que decoraban sus bordes y una campana detrás.

Entró inclinándose un poco y el suelo de madera crujió levemente ante sus pisadas, la tienda era amplia por dentro, con libreros y estanterías repletas de material antiguo y nuevo. De un lado se encontraba material para pintura, del otro para manualidades, y así sucesivamente hasta llegar a la zona textil.

—Es muy bonita —dijo en voz alta la chica, de inmediato, de detrás del pequeño mostrador se levantó un señor mayor de unos ochenta años y una expresión afable en el rostro.

—Me alegro, señorita, no es muy común que los jóvenes aprecien la belleza en mi local —explicó el anciano con una voz muy baja y algo rasposa, tenía las manos en la espalda y lo más destacable era su impecable chaleco verde—. Dígame qué se le ofrece.

—Oh, solo busco un par de telas y...quizás algún juego de acuarelas... —dijo Marinette algo cohibida, no por la presencia del anciano, sino porque podía sentir a Tikki revolviéndose en su bolso al mencionar el juego de acuarelas.

—Las telas, al final y a la derecha, las acuarelas debo sacarlas del almacén porque han llegado nuevas.

—Está bien, gracias.

Marinette hizo un pequeño gesto y se dirigió hacia donde le indicaron, la tienda continuaba hasta el fondo y luego serpenteaba por una serie de pasillos repleto de objetos de arte que nunca había visto. ¿Por qué alguien necesitaría una figura para modelar tamaño real?

Luego de esquivar algunos caballetes peligrosamente puestos en la esquina, llegó a la zona de telas y todo tipo de artefactos para tejer, coser y mucho más. En la pared había una obra de arte colgada, era ancha y abarcaba el largo del muro casi en su totalidad, se podía distinguir la Torre Eiffel y una vista panorámica de la ciudad, con Ladybug y Chat Noir saltando entre los edificios.

Marinette se acercó para observarla mejor, la pintura era acrílica y detrás del cuadro, un sinfín de luces iluminaba el sector de la habitación, simulando la luz del sol entrando por una ventana.

—Marinette, la tela —susurró Tikki desde el bolso.

—Es cierto.

Marinette dejó de lado la pintura y avanzó un poco más, entrando en el pasillo que buscaba, todas las telas estaban enrolladas y puestas en los distintos cajones de los estantes, al fondo, en una mesa estaba la maquina para cortar el metraje deseado, solo debías poner el rollo y listo.

—Mmm, esto en verdad es complicado.

Aquella voz llamó la atención de Marinette, pues venía acompañada de pequeños sonidos de esfuerzo y gemidos de cansancio, se acercó con cuidado para evitar los crujidos del suelo y acallando el sonido de su respiración.

Era el pasillo contiguo, se asomó con cuidado y se encontró a una chica rubia en silla de ruedas intentando estirar los brazos para alcanzar un rollo de tela, se le veía en el rostro la expresión se sufrimiento y cansancio, por lo que Marinette no puedo evitar intervenir.

—¡Disculpa! ¡¿Necesitas ayuda?! —Marinette llegó al lado de la chica rubia y levantó la mano para señalar los rollos que parecía intentaba alcanzar.

—Te agradezco la preocupación, pero puedo hacerlo sola —respondió la chica rubia, poniendo las manos en los reposabrazos de la silla de ruedas y levantándose con dificultad.

Sus piernas temblaban y parecían igual de endebles que unos fideos, pero la chica bufaba y aguantaba la respiración, sus mejillas estaban rojas del esfuerzo y pequeñas gotas de sudor caían por su frente.

—Eh... —Marinette se notaba sorprendida, manteniéndose expectante y con la boca abierta mientras veía la escena.

La rubia logró estirarse lo suficiente para tomar el rollo de tela y volver a caer a la silla de ruedas con la mayor delicadeza posible.

—¡Lo logré! —exclamó la rubia llena de júbilo.

—¡¿Cómo?! ¿Qué no eras...? —Marinette estaba muy desconcertada, sin duda era lo más sorprendente que le había ocurrido aquel día, a parte de la conversación con Nath.

—¿Eh? ¡No, no! ¡Claro que no! —rio la rubia mientras ponía el rollo en su regazo—. Solo es algo puntual, luego de la rehabilitación estaré caminando como antes.

—Ah, comprendo, entonces... discúlpame por suponer cosas que no eran. —Marinette se inclinó con delicadeza hacia el frente y sintió el toque de la chica en su cabello.

—Tranquila, empecemos de nuevo —sonrió de forma risueña la rubia, resaltando unos pequeños hoyuelos en sus mejillas—. Soy Gwen Stacy.

—Marinette Dupain-Cheng.

El señor de la tienda apareció detrás del estante con un paquete nuevo de acuarelas, el envoltorio enviaba reflejos de la luz de la bombilla y destacaba su pulcritud.

—Ah, parece que hiciste una nueva amiga, Gwen —dijo el anciano, ruborizando las mejillas de la rubia.

—Ay, discúlpeme, me olvidé de lo importante. —Gwen volvió a dirigirse a Marinette y se acomodó la camisa azul que llevaba, dejando a la vista el logo de la tienda bordado en el pecho—. ¿En qué puedo ayudarte, Marinette?


Aarons estaba recostado en el pequeño muro de la azotea, observando con los prismáticos la actuación del miembro más joven y menos cuerdo de la Fuerza Especial de Kingpin. Reacio a realizar una táctica de tal calaña y rogando a todos los santos posibles que su jefe interrumpiese para cortar toda la operación.

—Esta es la mayor mierda del mundo.

Quizá si debió aceptar las vacaciones en las Bahamas.

Si hay algo que debía reconocerle a su jefe, era la rapidez con la que ejecutaba todos sus planes. Solo habían ocurrido tres días desde el encuentro con el simbionte, y Kingpin ya tenía el control de buena parte de la fuerza policial. La autoridad local sería mucho más difícil de influenciar, el alcalde de París parecía ser un hombre con las ideas claras.

Su comunicador pitó con un tono muy conocido, dos toques cortos y uno largo, lo atendió sin preocupación alguna y esperó.

—Comandante, tengo órdenes para usted y su equipo. —La voz de Kingpin se notaba sombría y pesarosa, como si hubiese muerto un miembro importante del personal. No es que ocurriese muy a menudo tampoco.

—Señor, puede decírnoslas después de que completemos la misión.

—No, esto es importante, necesitaremos que retrasen la misión —dijo Kingpin, cuya voz resaltaba entre unos extraños gritos y ruidos de destrucción.

—¿Problemas en el laboratorio?

—El experimento debe ser controlado, lastimosamente ha decapitado al anestesiólogo, por lo que intentamos dormirla por la fuerza.

—Mucha suerte, jefe.

La comunicación se cortó y Aarons presionó uno de los botones que tenía en su comunicador, volvió a encender el dispositivo en su oído y dijo una sola palabra:

—Retírate.

El mensaje se envió, pero la pequeña luz del comunicador estaba en rojo, lo que indicaba que el receptor ni siquiera había tenido la molestia de escucharlo. Aarons frunció el ceño y decidió que, si no se aparecía en cinco minutos, iría a buscarlo para detenerlo.

—¿Por qué estás molesto?

Aunque se hubiese sobresaltado por la sorpresa lo ocultaba muy bien, su expresión en el rostro era la encargada de delatarlo en esos casos, y este no era la excepción. Pues el chico entraba a la azotea con un helado de naranja entre las manos.

—¿Qué haces tú aquí?

—Hablé un poco con la señora, le ayudé con unas cosas y al final me compró un helado en el super de la esquina, es una mujer muy amable —respondió el miembro sin nombre, con una sonrisa en los labios—. Deberías intentar ser amable con la gente.

—Sí, mira que tan bien sale eso —respondió Aarons abriendo los brazos, mostrando que el resto de los miembros del equipo echaban una siesta en las azoteas.

—Descansar de vez en cuando no está mal, ¿Qué ha dicho el jefe?

—Que haremos la misión otro día —respondió Aarons con simpleza.

—Eso me parece bien, prácticamente hemos hecho una carrera estos tres días, quizá tener algo de tiempo nos ayude a preparar el tablero —mencionó el joven, sentándose al lado del comandante mientras come su helado—. La chica escapó del laboratorio, ¿no?

—Mató al anestesiólogo.

—Espero no lo pongan en el nuevo anuncio de trabajo.

—¿Cuánto tiempo crees que nos den?

—Yo digo que una semana, pero yo de usted me apresuraría.

—¿En qué debo apresurarme?

Los ojos profundos y locos del joven observaron a Aarons, la sonrisa perturbadora se hizo presente y ladeó la cabeza, dejando caer su rubio cabello hacia los lados.

—Enfréntese a esa cosa de nuevo, porque según yo lo veo, cuando terminen con esa chica, la orden de capturarlo vivo o muerto, va a cambiar —expuso su punto el joven rubio, riendo mientras le daba otra lamida a su helado.

—Estás sugiriendo que desobedezca órdenes —susurró sorprendido Aarons.

—Debe hacerlo si quiere tener la oportunidad de acabarlo con sus propias manos.

—Supongamos que me lo pensaré —dijo finalmente Aarons, manteniendo su postura de puertas para afuera.

—Tic, tac —dijo el rubio por lo bajo, sonriendo y levantando la mirada al cielo.


Adrien perdió tres partidas seguidas al Blackjack contra Alix, aquello era un claro ejemplo de que no se le daban bien los juegos con naipes, y nada que tuviese que ver con el azar.

—¿Por qué soy tan malo?

—Agradezco que seas tan malo —sonrió Alix, sosteniendo sus futuros premios entre las manos, dos peluches de gato negro y una tarjeta de regalo con más de dos ceros en cuenta.

—Yo también lo agradezco, Adrien —añadió Nathaniel, mostrando una pequeña sonrisa y dos billetes de cincuenta en la mano derecha.

—¿En qué momento comenzamos a apostar mi dinero? —se extrañó el rubio, arqueando las cejas.

—Fue después de que dijiste que no ibas a dar ni un peluche más o tu dotación vitalicia de Camembert —le recordó Alix, sonriendo por lo bajo y sacándole la lengua.

—Ah, es cierto.

Adrien hizo un puchero y volvió a sentarse en la silla, tomando la baraja de cartas y observando a sus amigos preparados uno frente al otro.

—¿Qué jugarán ahora? —preguntó el rubio, preparándose para cualquier cosa loca que saliera de la boca del simbionte.

—Eh, no lo sé. —Nathaniel alzó la mirada para buscar en Venom algún tipo de respuesta, pero el simbionte solo mantenía su sonrisa afilada a la vista de todos y no parecía tener intención de responder.

—Pues si el moco negro no dice nada, ya lo haré yo. —Alix puso una expresión pensativa e ignoró las réplicas del simbionte para dedicarse a elegir la mejor opción posible.

—¿De verdad tiene que ser algo para apostar, o ya podemos ver la película que dijo Adrien? —preguntó el pelirrojo, observando como su amigo rubio suspiraba de alivio y asentía con la cabeza.

—Son un par de aburridos, pero lo aceptaré —cedió Alix, levantándose del suelo donde habían estado sentados los últimos treinta minutos y estirando las piernas—. El lado bueno es que me llevé un buen botín.

—Aún no sé como me ganaste esa última ronda —dijo Adrien, haciendo un puchero con los labios y provocando un ligero tinte rosa en las mejillas de Alix, cuyos recuerdos le daban las pistas necesarias para saber qué es lo que en verdad buscaba decir el rubio.

—Está bien, te dejaré uno de los peluches.

—¡Gracias!

Nathaniel se movió del suelo y recostó su espalda en la cama de su amigo, el mal presentimiento de hace un tiempo desapareció de la misma forma en la que se fue, quizás solo era su sexto sentido indicándole que no apostase contra Alix.

Luego de unos minutos en los que el rubio y la de cabello fucsia se dijeron de todo, se decidió que el desempate se haría a través de una partida de póker. Adrien se sintió reacio a apostar algo más, pero lo convencieron. Si ellos ganaban, el rubio tendría que llevarlos de viaje a algún lugar del país o fuera de este.

—Parece que quieres repetir lo de Lyon —declaró de forma acusatoria el rubio. Alix le dio un fuerte golpe en las costillas que lo dejó fuera de combate por unos minutos, evitando así que Adrien le viera el rostro rojo de vergüenza.

—Eh, me siento desubicado cada vez que mencionan a Lyon, así que... ¿Me lo van a contar o...?

—¡Jamás! —dijeron al unísono, dándole a Nathaniel un escalofrío por si quiera ponerse a preguntar.

—No es justo, siento que ustedes pasaron algo muy divertido mientras yo parecía el hijo de Bustier —protestó Nathaniel, recordando las atenciones de la profesora durante todo el viaje.

—¿Te confundieron cuando entramos al museo? —preguntó Alix, intentando recordar el momento exacto en el que ocurrió uno de los momentos más graciosos de aquel viaje.

—No fue al entrar, fue al salir —corrigió Adrien, que conocía bien el momento porque lo vio en primer plano.

—N-no me recuerden e-eso —balbuceó Nathaniel, poniéndose igual de rojo que su cabello.

—¿Sabías que la profe guarda esa foto en su oficina?

El comentario de Alix solo sirvió para marear a su amigo pelirrojo.

—Hazle caso, seguro lo sabe por todas las veces que ha tenido que ir.

—¡Agreste, estás muerto!

Adrien salió corriendo por la puerta de su habitación, siendo perseguido por una molesta Alix. Nathaniel se quedó solo en la habitación y luego de calmarse, se dirigió al cajón de Adrien para tomar una película. La dejó sobre la cama y luego de ver la hora en su teléfono, decidió que primero llamaría a su madre para decirle que saldría más tarde de lo que pensaba.

Nunca pensó que después de que Marc se fuera, conseguiría un grupo de amigos más grande.


Fin del capítulo

Y bien, como en el capítulo anterior, hay un omake para este. Espero les guste y si es así, dadle algo de feed a la escritora. Esta vez mantenemos un poco en calma las cosas, antes de la tormenta que se está por venir.

OMAKE - 2

Por Izumi Uchiha 09

Era lunes por la mañana en la ciudad de París, y como tal se avecinaba un día como cualquier otro, tanto adultos como adolescentes caminaban en diferentes direcciones a toda prisa para llegar a tiempo a sus trabajos e instituciones respectivamente mientras uno que otro Akuma sobre volaba la ciudad en busca de víctimas con energías negativas.

En fin, solo un día más en la vida de los ciudadanos parisinos.

Cerca de la escuela Françoise-Dupont una familiar chica de pelo fucsia discutía un asunto aparentemente importante con un chico más alto que ella.

-¿Tienes todo listo, Kim?

-Obviamente -respondió presuntuosamente enseñándole un bolso con diversos objetos misteriosos

- Bien, ya todo esta listo entonces. Ahora, ¿Quién será nuestra primera víctima? -murmuró con una sonrisa siniestra la joven, provocandole un pequeño escalofrío en la espina dorsal a su acompañante

- Me alegra que seamos aliados...por ahora...- pensó Kim y sonrió malevolamente -¿Qué tal si vamos atacandolos por el orden que lleguen?

La chica se torno pensativa unos segundos -Para variar no tuviste una mala idea

- Gracias... ¡Oye!

- Cállate -ordenó la chica haciéndole una señal para que se mantuviera en silencio y se escondieron detrás de unos arbustos junto a las escaleras -Ahí viene alguien

Efectivamente, los primeros en llegar desgraciadamente habían sido Nino y Adrien que, ignorantes al peligro, conversaban animadamente entre ellos, aproximándose a la ubicación de sus futuros atacantes sin darse cuenta.

- Hace mucho que no hacías este tipo de cosas -murmuró emocionado el chico- Ya creía que habías cambiado

- Claro

- ¿Eh?

- Seguro que...seguro es porque pase mucho tiempo aquí -hablo por lo bajo la contraria sin prestarle verdadera atención a su aliado- Pase tres años viviendo rodeada de reglas absurdas y adultos estrictos. Todos éramos niños que no sabíamos nada -la pelirrosa apretó el puño con semblante demasiado serio para la situación- Si nunca hubiéramos descubierto a esta gente, yo...no me habría convertido en la impotente que soy ahora

-...solo dejaste de hacer bromas hace un mes porque te castigaron...

- Ya no sé qué es lo correcto. Pero lo que debo hacer es responsabilizarme de mis acciones y decisiones. Responsabilizarme como guerrera que soy.

Kim cambió su expresión a una tensa y ansiosa, siguiéndole el juego a la chica sin darse cuenta- Alix, ¿Lo hacemos ahora?

-Sí. ¡Lo decidiremos todo ahora!

Y así, aparecieron repentinamente frente a Adrien y Nino cortándoles el paso. Antes de que alguno pudiera reaccionar Kim y Alix arrojaron tinte color verde fosforescente sobre ambos.

- ¡¿Qué demonios?! -gritó Nino por la sorpresa, frunciendo el ceño- ¡ Ay viejo! ¡¿Tenemos que pasar por esto otra vez?! ¡Todavía no he podido quitar las manchas de pintura de su última bromita del mes pasado!

- ¡Ah! ¡Mi hermoso cabello fue violentado con tinte barato! -sollozó Adrien, frunciendo el ceño y llevándose una mano al pecho, desplomándose de espaldas a los brazos de Nino, el cual lo atrapó por reflejo- Mis diez horas de acicalado, a la basura

- Deja de lloriquear -reclamó Alix, golpeándole el hombro y recibiendo un puchero de parte del rubio que continuaba en brazos del moreno- Solo tienes que lavarlo y ya

- Mi hermoso cabello requerirá muchos más cuidados para recuperarse que solo lavarlo

- ¡Solo lávalo y ya! -gruñó la pelirroja con una vena de enojo sobresaliendo de su frente- ¿O prefieres que te lo lave yo?

- Jamás -sentenció ruborizado Adrien, volviendo a su expresión normal y reincorporándose

- ¡Bien! ¡Ya cayeron dos! ¡A por el resto! -Kim y Alix chocaron los cinco, adentrándose al interior de la estructura en espera de sus próximas víctimas mientras reían como maniáticos a medida que se alejaban

-...¿Deberíamos advertirles a nuestros compañeros...?

-...No, bro, si ya nosotros caímos, que también lo hagan los demás Con un asentimiento de cabeza, ingresaron a la institución.

Pocos minutos después el lugar fue atestándose con diversos estudiantes, algunos se dirigieron a sus aulas designadas y otros a sus respectivos casilleros, entre ellos se encontraba Chloe, que, sin darse cuenta de la mirada que Alix y Kim le echaban, abrió su casillero como todos los días mientras conversaba con Sabrina.

La rubia abrió su casillero y tomó el frasquito de perfume caro sin pensarlo mucho, esparciéndose una cantidad moderada del contenido esperando que sus fosas nasales captarán el dulce aroma, sin embargo, tuvo que cubrirse la nariz al percibir todo lo contrario. Tanto Alix como Kim soltaron una gran carcajada ante la expresión de Chloe y Sabrina.

- ¡¿De qué tanto se ríen?! ¡¿Ustedes fueron los responsables de esto, no?!

Tratando de regular su respiración, la primera en dignarse a responder fue la pelirrosa- Tranquila diva, solo es una broma pequeñita

- ¡¿Una broma?! ¡Pero si el día de los inocentes fue hace un mes! -exclamó entre horrorizada y molesta la Bourgeois

- Ya, ya, tranquila niña -tanto Alix como Kim se taparon la nariz - Con un buen baño y perfume el olor se te quitara pronto

- ¡Esto es ridículo, totalmente ridículo! -explotó la rubia, alejándose de ellos a zancadas con Sabrina siguiéndola a una distancia prudente

- Bien, dos más cayeron -mencionó Kim, secándose las lágrimas acumuladas de tanto reír- Vamos bien

Por el resto del día sus demás compañeros sufrieron el mismo destino.

A Alya casi le da un ataque al corazón cuando Kim le arrebató su razón de vivir manifestada en su fiel teléfono inteligente, poniéndose pálida y débil cuando entre él y Alix lo destrozaron con un martillo (en realidad destrozaron un teléfono de juguete y, tras entregarle el verdadero a la morena, salieron disparados con Alya siguiéndolos muy de cerca con ojos asesinos).

Alix le arrebató a Nathaniel su sagrado block de dibujos, dejándolo caer en un charco de lodo previamente creado por Kim (era un cuaderno falso, el verdadero se hallaba protegido dentro de la mochila de la pelirrosa dentro de una bolsa de plástico).

-"Deberíamos vengarnos de ellos"-gruñó Venom desde el fondo de la cabeza del pelirrojo observando a Alex y Kim huyendo

-"No será necesario"

-"¿Qué quieres decir con eso?"

-"Pronto lo verás..."

A Mylène e Iván les lanzaron globos de agua mezclados con pétalos de flores, dejándolos casi completamente cubiertos de estos.

A Max le dejaron las computadoras de la sala de computación repletas de virus, páginas emergentes y papeles de colores pegados en el equipo, con una falsa amenaza de que si no lo arreglaba antes de finalizar el día no volvería a ver a Markov (está fue idea de Kim, ya que sabía que su amigo podría resolver el problema fácilmente, pero no por eso dejaba de ser tedioso. Y a Markov lo tenía apagado dentro de su propia mochila).

Los únicos que se salvaron fueron Rose, Marinette y Juleka: Marinette porque Alix y Kim consideraron que su mala suerte y torpeza eran de por sí suficiente castigo. Rose porque era demasiado...Rose, sería como molestar a un niño. Y Juleka, porque no llegaron a encontrarla. Y para las tres fue muy extraño ver al resto de sus compañeros cubiertos de diversas cosas y vigilando sus propias espaldas con miedo.

Y así esparcieron el terror en los estudiantes hasta que finalizó el horario escolar de ese día.

Alix y Kim iban riéndose a medida que se dirigían a la salida.

- ¡Hoy fue increíble! -declaró el chico entre risas- Pero debo irme o se me hará tarde para la práctica de Natación

- ¡Si que lo fue! -concordo la pelirrosa y, dándole un leve golpe en el hombro, alzó la mano a modo de despedida- Está bien, también debo irme, te veo luego tonto

Cada uno se fue por su camino. Kim no tardó mucho en cambiarse y, acomodándose sus Goggles se zambulló hasta el fondo del agua, nadando libremente y, pasada una hora en completa soledad decidió irse a casa, a fin de cuentas estaba agotado por aquel día. Sin más salió de la piscina y entro al baño de hombres para darse un baño y cambiarse, no obstante, como siempre hacía, posó frente al espejo de cuerpo completo con cierta arrogancia, la cual cayó en picada al observar su reflejo de pies a cabeza.

- ¡¿Por qué mi cuerpo es azul?!

Por otra parte, Alix llegó a su casa la cual se encontraba vacía en ese momento y, tras darse un baño relajante después de tanto trabajo duro, se dirigió calmadamente a su armario, dispuesta a buscar algún conjunto cómodo para quedarse en cama un rato, pero, por el contrario, abrió los ojos con horror al hallar únicamente vestidos, faldas, franelas cortas y camisas de múltiples colores y diseños.

- ¡¿Qué demonios le pasó a mi ropa?!

Lejos de ambas escenas, un grupo de personas se encontraba reunido, carcajeándose con sonrisas maliciosas.

- Al fin, nuestra venganza fue completada -anuncio Alya a sus compañeros de escuela y amigos cercanos

Finalmente, el grupo "anti bromas Alix-Kim" fue el verdadero vencedor.

Mientras tanto Marinette, Rose y Juleka se preguntaban dónde estaban sus amigos.

Bueno, eso fue todo, los veo en el siguiente cap.

Espero sus comentarios.

Un saludo y hasta la próxima.