Bien, en medio de exámenes hay este capítulo, espero poder sacar el otro la siguiente semana o la otra, agradezco mucho a los que les gusta la historia, espero sus opiniones y comentarios. Por otra parte, llegué a los 200 seguidores hace poco, lo cuál es increíble, para alguien que al iniciar no tenía ni diez, es como, un impulso hacia adelante. Lo agradezco mucho.
"No hay nada que un hombre no sea capaz de hacer cuando una mujer le mira"
—Casanova.
—Venom, ¿sabes qué fue lo que ocurrió con Cindy?
Nathaniel estaba sentado en una de las mesas de la biblioteca, con dos libros sobre ecuaciones de segundo grado abiertos a ambos lados y una expresión de muerto viviente en el rostro.
—Esa niña, siento que ya la vi en alguna parte —respondió el simbionte en su interior, distrayendo a Nathaniel de su tarea de Matemáticas Avanzadas.
—Según Adrien, vivía en la calle —recordó el pelirrojo, escribiendo la respuesta de la ecuación y comprobando si no se había equivocado en la operación de dicho ejercicio.
—No podría decir eso, solo que la mirada de esa niña es extraña...
Venom se calló de pronto, dejando a Nathaniel sumido en su habitual silencio. Decidió no darle más vueltas al asunto de Cindy, aunque era cierto que todo se le hacía muy raro, no sabía prácticamente nada del tipo que según Venom lo estaba buscando, estaba caminando a ciegas e intentando evitar una flecha directa a la frente.
—Quizá pueda pedirle ayuda a Adrien —musitó el pelirrojo, resolviendo el último ejercicio del listado, ahora solo tendría que escanear las cuatro hojas y enviarlas para su revisión.
Guardó sus hojas y bolígrafos en su mochila y se la puso al hombro, puso la silla en su lugar y salió de la biblioteca sin hacer ruido alguno. Una vez cruzó las pesadas puertas de madera, el ajetreo al otro lado del pasillo lo despertó de una burbuja en la que el sonido era inexistente.
—Oh, ahí estás, Nath. —Alix lo sujetó del hombro y procedió a arrastrarlo por la corriente del pasillo. No era para nada común ver a tantas personas cruzándose y yendo de un lado a otro a esas horas, normalmente eso ocurría a las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde.
—Alix, ¿sabes qué está pasando? —preguntó Nathaniel, confundido mientras era llevado por la de cabello fucsia y esquivaba a las personas como si estuviera en un campo de asteroides.
—Hoy hay un evento en el auditorio, parece que anunciarán algo bueno, yo qué sé, no me interesan esas cosas —desestimó Alix, encogiéndose de hombros y deslizándose con sus patines por los pasillos de la escuela, algo que Nathaniel apenas había notado.
—Alix, ¿no te dijeron que te suspenderían si volvías a hacerlo? —preguntó preocupado el pelirrojo.
—¿Ah sí? Da igual, no va a pasar nada —expresó Alix sin temor o preocupación alguna—. Una visita más al director no me hará daño.
—¿Cuántas llevas este año?
—Unas... ¿Cinco? ¿Seis? No recuerdo —respondió con una sonrisa y dándose la vuelta, avanzando de espaldas mientras llevaba a Nathaniel—. Pero no va a pasar nada.
—¡Pueden suspenderte tres meses por reiteración! —exclamó el pelirrojo.
—Hey, escúchame bien —pronunció Alix, acercado al pelirrojo a ella mientras se movía por el pasillo de espaldas, haciendo movimientos suaves con los pies y moviendo su cuerpo de un lado a otro en una ondulación casi hipnótica—. No va a pasar nada, Nathaniel.
—¿Cómo estás tan segura de eso?
Nath le mantuvo la mirada sin tener que agacharse como el año pasado, uno de los cambios más notorios de Alix en el último periodo académico fue un inesperado estirón impropio del resto de chicas de la clase. Alix había pasado de ser la chica más bajita a ser la más alta. Estando a la par de algunos chicos como Adrien y Nino.
—Solo lo sé, no va a pasar nada por esto —sonrió su amiga, levantando levemente una pierna y dando una vuelta en su sitio para luego seguir avanzando—. ¿Ves?
—Eh, sí... —Nathaniel esquivó un par de personas que cruzaron por su lado—. Pero, estás rompiendo las reglas...
—A veces no está mal romper un poco las reglas, Nath, Nathy, Nath.
Alix le dio una palmada a Nathaniel en la mejilla al verle el rostro, por la expresión del pelirrojo, parecía que acababa de recibir una revelación sobre el asesinato de dos cuerpos hechos por Jack El Destripador.
—Ahora, ¿te parece pasar por un café después de clases?
—¿En la cafetería de la otra vez? —pregunto Nathaniel, con las orejas tan rojas como su cabello.
—No, hay una nueva por la Concordia, hacen ricos bocadillos.
A Nathaniel no le desagradaba conocer ese dato, la última vez que pasaron por una, Alix se percató de que el pelirrojo tenía una pequeña inclinación a los dulces azucarados.
—Está bien, entonces nos vemos a la salida —aceptó Nathaniel, sintiendo los labios de la patinadora en su mejilla.
—Bien, no tardes en aparecer, Nath, Nathy, Nath —sonrió Alix, dejando al pelirrojo al frente del aula de matemáticas y guiñándole el ojo mientras se perdía por el pasillo.
—No me esperaba eso.
Encogiéndose de hombros, entró a clase y saludó a algunos de sus compañeros, al ser el último año escolar, el grupo que siempre estuvo junto se comenzó a separar. Varios tomaban clases diferentes dependiendo de lo que harían al acabar la escuela, pero mantenían algunas asignaturas comunes que reunían de nuevo al grupo.
La clase de Matemáticas avanzadas era diferente, la llevaba con Nino, Alya, Adrien, Max y Sabrina. El resto estaba en actividades extra, horas libres o en las otras dos clases que se superponían con la hora: Biología y Dibujo Técnico.
¿Por qué estaba en esa clase? Bueno, todo se remontaba al final del año pasado, dónde bajo la amenaza de reprobar, se mantuvo dos meses en su habitación y estudió con ayuda de Marc. La alta nota del examen final lo metió en aquella clase repleta de cerebritos e inadaptados sociales, sin ofender a sus amigos, por supuesto.
—¿Qué tal, Nath? —le saludó Adrien, alzando la mano desde su lugar al lado de Nino, el moreno también le saludó cordialmente y luego se giró para decirle algo al rubio.
—Bien, Adrien —respondió el pelirrojo, mostrando una pequeña sonrisa que atrajo la mirada de algunas de las chicas secundarias repartidas por toda la clase—. ¿Terminaste la tarea para hoy?
—Eh... ¿Había tarea?
—No puedes decirlo en serio, viejo, ¡te envié tres mensajes para saber si la querías! —exclamó incrédulo Nino, viendo como el rubio emitía pequeñas risas nerviosas y se revolvía la parte de atrás del cabello.
—Bueno, digamos que ayer fue una noche movida.
—Yo estuve contigo toda la noche y si me dio tiempo a hacerla —espetó Nathaniel, recibiendo un silencio como respuesta y miradas extrañas—. ¿Qué?
—Viejo, no te conocía esos gustos. —Nino puso una mano en el hombro del rubio y bajó la mirada, negando con la cabeza—. A partir de ahora tendrás que juntarte con los chicos arcoíris de primer curso.
—¡¿Qué?! ¡No es nada de eso! ¡Ayer jugamos videojuegos en mi casa hasta la noche! —exclamó Adrien con un miedo latente a que todos se hicieran ideas equivocadas.
—Estaba bromeando.
—Bueno... Entonces buscaré un sitio —añadió Nath, asintiendo con la cabeza para despedirse y caminar hacia las últimas filas del aula.
—Te veré después, amigo —se despidió Adrien, volviendo a su charla con Nino sobre lo despistado que era.
Luego de intentar saludar a Alya y Max, el pelirrojo se percató de que tenía dos opciones, sentarse al lado de unas desconocidas que apenas le prestaban atención, o al lado de Sabrina que parecía más aburrida que una ostra.
Decidió sentarse con Sabrina, al menos a ella la conocía desde hace años y podía aguantar mucho mejor su desdén.
—Lindo estilo —le dijo la Raincomprix cuando el pelirrojo se sentó a su lado.
—Eh, gracias —musitó Nathaniel, extrañado por el raro comportamiento social de Sabrina, no habían hablado mucho en todos los años que llevaban compartiendo clase, solo en ocasiones puntuales.
—Me gusta.
Ese fue todo el intercambio de palabras antes de que el profesor asignado apareciese en el aula y se dedicase a dictar la clase. Nathaniel se quedó pensando un poco, ¿su estilo había cambiado? Se fijó en su calzado y en su jersey, demasiado diferentes a los que solía usar a diario.
La voz del maestro lo sacó de sus pensamientos y lo obligó a prestar atención a clase, los problemas de aquel día no eran muy complicados para Nathaniel, eso o su cerebro se había habituado a las matemáticas.
—¿Por qué esto es tan aburrido? —habló Venom en la mente del pelirrojo, sobresaltando a Nathaniel, que ya pensaba que, con tantas horas sin hablar, había decidido tomarse un descanso.
—Son matemáticas, no esperes mucho de ellas —respondió Nathaniel, terminando de tomar los apuntes de clase y resolviendo un par de ejercicios escritor por el profe.
—Tantos números no sirven para nada —se quejó el simbionte, sacándole una risa al pelirrojo.
—Yo también pensaba lo mismo.
La hora de clase pasó más rápido de lo que Nathaniel pensó en un inicio. Al acabar, recogió sus cosas y caminó hacia su amigo rubio que estaba un par de filas más abajo.
—¿Se lo vas a decir? —Venom habló de nuevo en su mente y le envió un escalofrío por la columna.
—No estoy seguro... —dudó el pelirrojo, acercándose a Adrien—. ¿Tú crees que él quiera?
—Es un maldito héroe gato, si sus ideales no hacen que te ayude, lo harán sus instintos.
—Tienes un punto —concordó Nathaniel.
Solo esperaba que su amigo rubio estuviese dispuesto a ayudarlo.
Alix le dio un sorbo a su malteada y ladeó la cabeza, observando a Nathaniel y Adrien compartiendo un par de bollos azucarados con un batido de fresa en la mano de cada uno.
Llegó a la cafetería unos diez minutos antes y se mantuvo esperando en una mesa, sacó los apuntes de matemáticas y bajó un poco la mirada, avergonzada de que alguien la reconociese. La razón por la que había citado a Nathaniel era que esperaba recibir su ayuda para entender aquella materia que se le complicaba desde el año pasado.
De hecho, y aunque fuera vergonzoso admitirlo, era la única de todo el grupo que la había repetido.
—Aquí tienes que derivar esta expresión —dijo Adrien, tragando su parte del bollo y señalando el ejercicio de la hoja que Alix llevaba a su lado.
—Muchas gracias, tragapelos, pero no te invité aquí —soltó Alix, que al contrario de lo que esperaba, el rubio le mostró una media sonrisa y siguió bebiendo su batido.
—Lo sé, lo sé, sé que te daba vergüenza admitir que necesitabas ayuda.
Las mejillas de Alix se tiñeron de rojo y miró mal al rubio.
—Bueno, traje a Adrien porque lo necesito para algo —dijo Nathaniel, observando los problemas de matemáticas de Alix—. Pero te ayudo primero.
—¡No! ¡Es decir, no será necesario!
Adrien le mostró la misma sonrisa que antes y Alix le puso mentalmente el antifaz de Chat Noir, eran jodidamente igual de coquetos y confianzudos, no pudo creer que no lo supiera a simple vista.
—Ah, está bien —cedió finalmente Alix, removiéndose en su sitio y observando como Adrien y Nathaniel se enfrascaban en una ligera discusión cada vez que debían desarrollar los problemas.
Luego de varios minutos en el que ambos le explicaron a Alix como debía ir resolviendo las cosas, acabaron en una situación cuanto menos curiosa.
—Entonces, bajas el exponente y lo multiplicas —explicó Adrien, apoyando su mentón en el hombro de Alix, sentado a su lado y ladeando la cabeza, provocando que sus rubios mechones acariciasen las mejillas de la patinadora.
—Entiendo. —Alix estaba centrada en lo suyo y esperando terminar aquello lo más rápido posible.
—Y no te olvidas de hacer lo mismo con el de adentro del paréntesis —añadió Nathaniel, que estaba en una posición similar a la del rubio.
Alix siguió con los problemas faltantes hasta que los terminó y soltó el bolígrafo, suspirando de alivio al ver todos y cada uno de ellos resueltos en la libreta.
—¡Esto es increíble! ¡Creí que jamás entendería esto! —exclamó la patinadora, percatándose ahora si de la situación en la que se encontraba. Pequeños susurros celosos del resto de chicas del local le llegaron como una flecha de hielo.
El rostro de Adrien y Nathaniel estaban tan cerca, podía sentir los dos aromas como una perfecta distinción de lo que eran sus amigos. El pelirrojo era más cercano a lo que uno definiría como casero, no se imaginaba a su amigo en alocadas fiestas como en las que ella disfrutaba estar. Por otro lado, Adrien tenía un aroma a fragancias extravagantes y caras, se lo podía imaginar de manera elegante y con un traje, contrastando así su desordenado cabello.
—Gracias chicos —mencionó ligeramente avergonzada, dándole a cada uno un ligero golpe de puño en el hombro.
—No hay de que, Alix. —Nathaniel sonrió sin mostrar sus dientes y le dejó algo de espacio a la de cabello fucsia, Adrien hizo lo contrario, pegándose más a ella y frotándose como lo haría un gato.
—Ha sido un placer ayudarla, señorita —susurró el rubio.
Alix frunció el ceño y miró fijamente los ojos verdes de Adrien.
—Saca la mano de allí.
—Ah, que aburrida —rezongó el rubio, retirando su mano traviesa de la cintura de Alix, que desvió la mirada y se levantó para ir a pedir algo a la barra.
—Eh, Adrien, eso fue muy Chat Noir de tu parte —comentó Nathaniel, observando a su amigo rubio con una sonrisa en los labios y observando a Alix hablando con la trabajadora del lugar.
—Lo sé, y aunque no lo creas, es mi verdadero yo —confesó el rubio, ladeando la cabeza para ver bien a la patinadora.
—¿Y el que te guste Alix también es parte de eso?
—¿Eh? ¿Gustarme Alix? —Adrien sonó desconcertado con aquella pregunta del pelirrojo y se giró para prestarle atención—. ¿Por qué dices eso, Nathaniel?
—No lo sé, a ver, hay muchas cosas que haces con ella —dijo el pelirrojo, sintiéndose algo cohibido ante la profunda mirada del rubio—. Y te comportas de otra forma.
—Bueno, todo tiene una explicación —respondió Adrien, levantando cuatro dedos de la mano—. Y es una palabra con cuatro letras.
—Adivinaré, ¿Lyon?
—Lyon —coincidió el rubio, sonriendo y acomodándose en el asiento, Alix acababa de llegar y se sentó a su lado, pero con un jugoso croissant de chocolate en un plato.
—Oh, no era necesario, Belle demoiselle, ya sabes que...
—Toma, Nathaniel, es para que compartamos —dijo Alix, mirando de reojo al rubio y sacándole la lengua.
—Ah, así que sacaste tus espinas, Belle —susurró el rubio, recordando ciertos eventos ocurridos hace unos meses—. Me la cobraré después.
—Entonces, ¿me estás pidiendo que encuentre la base de un villano maniático que te ha intentado atrapar dos veces? —inquirió Adrien, toqueteando la mesa con los dedos como si estuviese tocando piano.
—Sí, pero no quería molestarte, sé que a veces estás patrullando de noche, y si logras ver algo raro, pues quizá fuera eso —dijo Nathaniel con timidez.
—Pues sin problema, pero primero hay que buscar información —dijo el rubio, aceptando lo que le dijo su amigo pelirrojo—. Alix, ¿qué tal está tu padre?
—No lo sé, bien, supongo —respondió la de cabello fucsia, entrecerrando los ojos—. ¿A dónde quieres llegar?
—Tu padre dirige una exhibición en el Louvre, la última vez que hablé con él fue en una reunión de personas influyentes —aclaró Adrien.
—Influyente, ¿tú?
—Ríete después si quieres, pero a lo que iba, si alguien poderoso ha llegado a la ciudad, alguien de ese grupo de personas tendría que saberlo.
—Eh, si eso es así, Adrien, ¿tu padre no tendría que saberlo? —añadió Nathaniel.
—Mi padre está fuera del país.
—Cosas de ricos —agregó Alix.
—Entonces, lo que haremos es lo siguiente —habló Adrien, tocando la mesa con la punta de los dedos—. Esta noche yo me encargaré de patrullar las calles y buscar a ese tipo, y tú, Alix, tienes que hablar con tu padre y sacarle algo de información.
—¡¿Qué?! ¡No he hablado con él en meses! —reclamó la patinadora, observando a sus amigos—. ¡Tú, Adrien, eres el que más sabe de todo lo ocurrido, no puedes hacerme eso!
—Alix, yo sé que puedes —declaró con firmeza el rubio.
—Yo también —añadió el pelirrojo desde su sitio.
La chica los observó a ambos y apretando los puños, dejó caer la cabeza y se sentó de nuevo.
—Tsk, bien —susurró soltando un gruñido y mirando al rubio—. Pero espero consigas la guarida del idiota ese, si no lo haces, te voy a matar, rubiales.
—Perfecto, puedo vivir con eso.
—¿Tú qué harás, tomate? —preguntó Alix, desviando la atención hacia el pelirrojo.
—Debo presentarme en el trabajo, si es que todavía sigo trabajando allí.
Adrien no pudo evitar pensar que, si terminaban despidiendo a su amigo del trabajo, él se encargaría de darle otro.
Las horas volaron mucho más rápido que un rayo cayendo a la tierra, Alix salió de su departamento en dirección a la vieja casa familiar. Esperó la casual invitación de su padre hasta el último minuto, ni loca iba a ser la primera en llamarlo.
Caminó con cuidado y a un ritmo más lento de lo habitual, no quería ensuciar la ropa que llevaba puesta para aquella ocasión, no era nada extraño o cursi, solo su estilo habitual con colores más oscuros y elegantes.
Sacó del bolsillo de su fina chaqueta unos auriculares y se los puso, en su trayecto habitual a la escuela no tenía oportunidad de usarlos, patinar con los oídos cubiertos y sin prestar atención a la calle era un suicidio.
—Don't talk to me, just keep on stepping to the beat —tarareó mientras se balanceaba suavemente en el camino, el viento parecía esquivarla debido a sus movimientos tan tranquilos y le acariciaba con suavidad la piel de sus piernas desnudas—. With you here by my side nowhere I'd rather be...
Llegó a la parada de autobús y observó la pantalla, la línea que debía tomar tardaría dos minutos en aparecer por la calle, así que decidió sentarse a esperar. Al lado había una mujer mayor con un niño pequeño en brazos, Alix lo hubiese ignorado por completo, pero aquel pequeño le dedicó una inocente y azulina mirada que desvió su atención.
El niño tenía el cabello castaño y una expresión de curiosidad mientras la miraba fijamente, sus ojos se movían mientras viajaban por el rostro de Alix, como si pudiese ver algo que ella no.
—Ah... —balbuceó el pequeño.
La mujer que lo traía entre brazos lo acomodó y le dio un beso en la frente mientras revolvía su ya alborotado cabello.
—¿Qué pasa, cariño?
El pequeño estiró un brazo hacia Alix e hizo que la mujer girase para verla, se le notaban un par de años encima, las leves arrugas entornaban unos ojos cansados y destacaban más los bordes de una gran sonrisa.
—Parece que llamaste su atención.
—Eh, sí —murmuró Alix, quitándose el auricular izquierdo y observando como el niño parecía querer acercarse a ella.
—Creo que le llama la atención tu cabello —supuso la mujer, acariciando y pasando los dedos por las hebras castañas del pequeño—. Nunca ha visto uno de ese color.
—Bueno, creo que es comprensible —respondió Alix, haciendo una mueca y sacándola una risa al niño. Ella no se lo esperaba, por lo que se vio las manos y descubrió que tenía alguna clase de poder con los enanos de menos de tres años.
—Es lindo, ¿teñido o...?
—Un poco de ambos —respondió Alix, observando de soslayo la pantalla donde se recogía información del siguiente transporte, para su mala suerte, el que estaba por llegar era uno diferente.
—Recuerdo que cuando era joven también me teñía el pelo de todo tipo de colores —dijo la mujer, riendo con suavidad mientras acomodaba al pequeño entre sus brazos.
El primer bus llegó a la parada y se detuvo, las puertas se abrieron y bajaron al menos diez personas.
—Oh, ese es nuestro, un gusto hablar contigo —se despidió la mujer de forma amable—. Peter, despídete.
El pequeño le alzó la mano y Alix le regresó el gesto.
La canción que sonaba terminó cuando aquellas personas subieron al transporte y este se perdió en la noche.
—Raro —mencionó Alix, encogiéndose de hombros y volviendo a esperar, la pantalla indicaba seis minutos, y si se seguía retrasando llegaría tarde a la reunión con su padre.
Debía llegar a las ocho en punto, pero si todo seguía siendo como antes, media hora de tolerancia sería suficiente para aparecer con calma y entablar una conversación normal.
—Oh, je regarde un joli chaton.
—No puede ser... —se lamentó Alix, llevándose una mano a la frente.
—¿Qué te ocurre, gatita, me extrañabas? —ronroneó Chat Noir, bajando del techo de la parada grácilmente y apoyando la espalda en el vidrio donde se mostraba el extenso mapa de transporte público de París.
—Mi noche estaba yendo bien —respondió Alix, cruzándose de brazos mientras entrecerraba los ojos, la figura de Chat Noir era algo diferente a la que conocía—. ¿Te ha ocurrido algo?
—Ah, gracias por notarlo, creí que me vendría bien un cambio —respondió el rubio, quitándose la capucha negra que portaba su traje.
—¿Lo haces porque quieres parecerte a cierto héroe nocturno? —insinuó Alix, mostrándole una sonrisa torcida a Chat Noir.
—¿Qué? Por supuesto que no, es decir... —carraspeó y se aclaró la garganta, se inclinó hacia Alix e intentó poner la voz más grave que su escala vocal le permitió—: Soy Chat Noir.
—Te hizo mal ver esas películas.
—O me hizo descubrir que podría ser mucho más que un sexy gato en un traje de cuero —mencionó Chat Noir, acercándose a Alix con cierta coquetería en su tono y en sus pasos.
—Creo que estás en los sueños masoquistas de buena parte de las chicas de París.
—¿En los tuyos también?
—Ya quisieras —sonrió mordazmente Alix—. Yo tengo buenos gustos.
—Pues no veo que estes loca por mí, así que buenos no tienes —concluyó Chat, sentándose al lado de Alix y estirando ambos brazos por detrás, apoyándolos en la parte de arriba de los asientos.
—Mis gustos van mas allá de un chico con orejas de gato.
—Ah, pero estas son nuevas, se mueven, mira. —Chat Noir señaló hacia su cabeza rubia y mostró como las orejas negras se movían hacia los lados y hacia arriba.
—¿No crees que eso tenga que ver con tu raro comportamiento gatuno? —inquirió Alix, enarcando una ceja.
—No son raros, son propios de tu guapo servidor.
—¿Entonces no te preocupan?
—Por ahora, yo diría que no.
—Eres un descuidado.
—Fingiré estar ofendido —ronroneó el rubio, apegándose a Alix y abrazándola por el hombro—. Pero primero, dígame, señorita, ¿qué hace vestida así a estas horas?
—¿Hay algo malo en mi ropa?
—No, pero me sorprende el hecho de verla tan elegante y a la vez tan usted —respondió el rubio con galantería, apegándose más a la patinadora—. Y, sobre todo, luciendo sus piernas de esa forma.
—Solo me quité las calcetas, y no me mires las piernas, tragapelos —gruñó Alix.
—Me declaro culpable, pero no pude evitarlo, es que se ven bien —confesó Chat Noir, alzando la mano—. Seguro son suaves y...
—¿Por qué estás hablando así? —cuestionó Alix, golpeando la mano del rubio en su hombro—. Tú ya sabes como son, no te hagas el caballero.
—Pero se ven mejor que en ese entonces —reclamó Chat Noir con un puchero y bajando las orejas, lo cuál era sorprendente desde cierto punto de vista.
—Tú decidiste perdértelo, rubiales —le recordó la de cabello fucsia.
—También lo decidiste tú —agregó el rubio.
—El lado bueno es que yo no extraño ese oloroso cabello.
—¡Oye, es un champú especial!
—Especial para gatos —aseguró Alix, observando al rubio y manteniéndole la mirada por un momento.
Chat Noir hizo unas muecas con los labios y ella lo imitó, lo que en un principio pareció una conversación seria se convirtió en una batalla de expresiones que acabó en un par de risas.
—Es terrible lo pervertido que eres, solo viniste para hablar de mis piernas —le reclamó Alix con una mirada divertida, y apegando su nariz a la del rubio.
—Soy un adolescente hormonal a punto de cumplir dieciocho, ¿qué esperabas? —le guiñó el ojo Chat Noir, estremeciéndose ante la cercanía de la patinadora, algo que hasta entonces solo le ocurría cuando Ladybug le daba su dosis diaria de amor en forma de rechazos e indirectas constantes.
—Estás pensando en ella, ¿cierto?
La voz de Alix y el roce con su aliento le hizo temblar, erizándole los vellos de la nuca y levantando sus nuevas orejas móviles.
—¿En quién? —preguntó Chat Noir, haciéndose el desentendido.
—En Ladybug —respondió Alix, observando los ojos verdes de Adrien, porque en ese instante, la máscara no hacía su trabajo, permitiéndole ver al rubio que se escondía bajo la máscara.
—Yo... ¿No? —intentó responder el rubio.
—Tranquilo, yo también estoy pensando en él, ¿sabes? —dijo Alix, confesándole a Chat Noir algo que en su interior ya sabía—. Por eso mismo acordamos que no volveríamos a mencionar esto.
—Belle demoiselle... —susurró el minino.
—Dolió mucho lo que ocurrió allí, pero tú y yo sabíamos que debía ser así, después de todo, queremos a personas diferentes. —El tono de voz de Alix se volvió más serio y calmado, casi haciéndole creer a Adrien que el único inmaduro en toda la situación era él.
—Lo haces sonar tan... maduro —soltó el rubio, haciendo reír a Alix.
—Y pensar que tú fuiste el que lo dijo primero.
Chat Noir llevó una mano al cabello de la patinadora y una lluvia de recuerdos comenzó a encharcar el vacío de su mente. Las gotas se movían y serpenteaban por los rincones más oscuros del corazón y subconsciente de Adrien.
—Tienes razón, estamos bien así —dijo Chat Noir, sonriendo como antes y soplando sobre los labios de Alix. La patinadora hizo una mueca y le sacó la lengua, dándole un golpe en el hombro y volviendo a alejarse, pero manteniéndose un poco más cerca del rubio—. Solo, creo que extraño algunas cosas.
—¿Qué extrañas? A parte de mis piernas, por supuesto. —Alix le picó la frente con los dedos y ladeó la cabeza.
—Primero, no las extraño, o quizás sí, no lo sé —declaró el rubio con el rostro rojo—. Segundo, Francia, y, por último, abrazarte.
—Acabas de hacer un mal chiste —sonrió ella, poniendo una expresión pensativa y frunciendo ligeramente el ceño—. Pues si quieres, te dejaré hacerlo...
Chat Noir no la dejó terminar, pues en ese momento la abrazó en aquel asiento de la parada de autobús. Se quedó sorprendida y con los ojos muy abiertos, casi sin reaccionar, después de todo, ¿qué se supone que haría?
Lo único que su mente le dijo a su cuerpo que hiciera, fue llevar una mano al cabello del rubio y acariciarlo como en los viejos tiempos.
—Eres un buen gatito —susurró.
—Gracias.
Fin del capítulo
Y acabamos antes de que cada uno se dispusiera a hacer sus cositas, me sentí inspirado en la última parte del capítulo, quería añadir una escena más, pero decidí finalizarlo allí porque me pareció bonito. Espero sus opiniones de eso también, ya saben que siempre leo lo que comentan y si alguno tiene ideas podrían ser tomadas en cuenta.
Con eso terminamos, un saludo y hasta el próximo capítulo.
