Bueno, primero lo primero. ¡Felices fiestas a todos! Dejo este capítulo antes de los dos últimos, prometo que los tendrán para este mes y así finalizar el año junto con la primera temporada. Espero les guste, un saludo y hasta el siguiente cap.

"No lastimes a los demás con lo que te causa dolor a ti mismo"

—Buda.


Chat Noir aterrizó sobre un edificio cercano a la Plaza de la Concordia, y se dedicó a esperar. Logró entrar en contacto con Ladybug luego de pasar algunos días sin luchar juntos, cosa que, ahora recordaba, se debía a la falta de akumas en la ciudad.

¿Acaso Ladybug dejó de hacer sus rondas luego de ver que Hawk Moth parecía haberse tomado unas vacaciones? Él esperaba que no, había experimentado con sus propios ojos y en sus propias carnes que los akumas solo tapaban la maldad que acechaba París día a día.

Suspiró y se puso en cuclillas, apoyando las manos en el techo y manteniendo la pose más gatuna posible mientras observaba a las personas moviéndose en la calle de abajo. Su capucha ondeaba con suavidad, ocultando su rubio cabello y sus orejas se movían para intentar recibir mejor los sonidos del exterior.

—Mi lady —saludó Chat Noir, inclinándose hacia la izquierda y girando el cuerpo con lentitud, Ladybug aterrizó detrás suyo y dio un par de pasos hacia él con calma.

—¿Qué ocurre, gatito? —preguntó la heroína, observando con curiosidad el nuevo traje de su compañero—. ¿Me llamaste para que viera tu nuevo estilo?

—Sé que con la capucha parezco el Señor de la Noche —respondió Chat Noir, entrando en su papel habitual y poniendo una sonrisa—. Pero no es por eso para lo que te llamé.

—Bueno, tenemos mucho tiempo para ponernos al día —dijo Ladybug, acercándose a su compañero y sentándose a su lado, con los pies colgando de la azotea.

—Puede ser, ¿cómo te han ido las rondas? —preguntó Chat Noir, enfocando su mirada en la plaza, algunas ratas se movían cerca de las rejillas del alcantarillado y transportaban pequeños trozos de comida.

—Muy tranquilas, aunque parece que Hawk Moth se ha tomado un descanso —respondió la heroína, su cabello se mecía con la gracia del viento y distrajo a Chat de los roedores. Los ojos verdes del rubio no pudieron evitar fijarse en ella, quedando embelesado y con sus mejillas coloreándose a cada segundo.

—¿Chat, estás bien? ¿Qué ocurre?

El minino agitó la cabeza y desvió la mirada, intentando que su compañera no se percatase de su situación, por primera vez se sentía cohibido en su presencia.

—No es nada, mi lady... —pronunció con voz amortiguada el rubio, volviendo a poner una sonrisa y su típica expresión galante, una máscara habitual para él—. Solo quería decirte que te ves muy bella.

Ladybug puso los ojos en blanco, llevó una mano a su mejilla y negó con la cabeza, soltando una pequeña risa que tranquilizó los desbocados latidos debajo de su traje negro.

—Gracias, gatito —pronunció su compañera, guiñándole un ojo.

—Ah... Sí, bueno... ¿Cómo te fueron las rondas?

—Chat, eso ya me lo preguntaste.

—Cierto, mi error —asumió el rubio, dándose una cachetada mental para calmarse, ¿desde cuándo Ladybug le hacía comportarse como un idiota? La respuesta para él estaba pintada en toda su cara de estúpido, desde siempre—. Yo hice un par de rondas y pude verificar que Hawk Moth está fuera de la ciudad.

—¿En serio? ¿Cómo?

—Hay personas que perfectamente podría haber akumatizado, y no lo hizo —declaró el rubio, enfocando la mirada en ciertos sitios de la plaza, las personas normalmente vivían con un miedo latente a mostrar sentimientos negativos por temor a convertirse en akumas. Pero ahora, Chat observó como una chica lloraba a moco tendido y ninguna mariposa negra se acercaba.

—Entonces eso es bueno, quizá podríamos tomarnos un descanso hasta que él vuelva —sugirió Ladybug. Escuchar esas palabras salir de su boca le hicieron fijar su mirada en ella, su compañera era la primera en tomarse en serio las peleas cuando se trataba de Hawk Moth, por lo que no esperaba esa idea.

—¿Qué dijiste? —preguntó con suavidad, manteniendo su máscara de Chat Noir mientras internamente se dedicaba a analizar cada uno de los gestos de su compañera.

—No hemos dejado de combatir contra él desde que apareció, quizás podríamos tomarnos un descanso ahora que no está... y centrarnos en nosotros mismos por un momento —explicó Ladybug, moviendo la cabeza y los pies, golpeando suavemente con su talón la pared de ladrillos.

—No entiendo... —musitó Chat Noir, notando que su compañera heroína parecía ida, abstraída por esos asuntos en los que quería centrarse antes de seguir a su lado.

—Gatito, es la oportunidad para descansar un poco, poder poner en orden nuestras vidas y tener fuerzas para cuando vuelva.

—¿Y qué pasa con la gente? No estaremos allí para cuando nos necesiten —replicó Chat Noir.

—Gatito, sin Hawk Moth, la gente estará a salvo...

—¡No lo estará!

El grito salió de forma natural, callando por completo a Ladybug, silenciando lo que para él no era más que un falso argumento. No podía decirle eso, no después de haber experimentado y visto en primer plano lo que ocurrió aquella noche.

—¿Chat...?

—La gente no estará a salvo... —susurró el rubio, haciendo contacto visual con los ojos asustados de Ladybug—. Ocurren muchas cosas en esta ciudad, robos, asaltos... Cosas horribles y repugnantes...

Chat sintió que la voz le empezaba a temblar y debía calmarse, el vello en su nuca se erizó y sus orejas se movieron hacia abajo como si fuese un cachorro asustado.

—Chat... ¿qué fue lo que pasó?

—La ciudad está llena de oscuridad por todos lados, mi lady —respondió Chat Noir, recogiendo las piernas y abrazándolas contra su pecho—. Me había dado cuenta un tiempo, pero algo dentro de mí... lo ignoraba.

Ladybug le mantuvo la mirada, aunque ya no podía leerle bien la expresión, su propia vista se nublaba mientras su mente le hacía revivir malos recuerdos.

—Me decía que la policía debía encargarse de eso, que nosotros nos enfrentábamos a Hawk Moth por una causa mayor...

Chat Noir cerró los ojos y sintió como su cuerpo temblaba, ¿qué es lo que más recordaba? Una muerte agónica entre sus brazos mezclada con el ruido de la sirena de policía.

—Las personas sufren por muchas más cosas a parte de un akuma —culminó el rubio, soltando sus piernas y poniéndose en pie—. Los verdaderos villanos de esta historia no necesitan crear monstruos, ellos lo son...

—Chat, ¿en qué has estado metido? —preguntó Ladybug con un ligero temblor en su voz.

—Intento ayudar a un amigo, por hacerlo la policía quiere atraparme y he visto morir gente —confesó finalmente Chat Noir, observando a su compañera—. Me prometí a mí mismo que sería mucho mejor héroe, pero no puedo solo...

—Chat...

—Por eso te cité aquí, quería saber si podrías ayudarme... —habló el rubio, apretando los puños y dándose la vuelta—. Pero ya me expusiste tus razones, tómate ese descanso si quieres, yo me esforzaré el doble para ayudar a las personas.

Y luego de decir eso, extendió su bastón y se fue dando un gran salto.


Venom aterrizó en una azotea y agrietó el suelo debido a su imponente fuerza, su larga lengua se movía por momentos como si fuese un ser independiente de su propio cuerpo. Se acercó al borde del edificio para analizar la situación y el terreno.

Las calles se le hacían muy conocidas, estaba claro que a pesar de haber visto pocas veces el área cercana a aquel laboratorio tenía los puntos de referencia grabados en su mente. La cafetería de la esquina y la ferretería de la avenida contraria.

Justamente la parada de Belleville estaba debajo, las personas caminaban con rapidez, apurando las últimas horas de luz antes de que la noche cayera y la torre Eiffel iluminase París.

A unos cuantos metros, el cruce del accidente se encontraba igual que siempre, no existía ningún rastro del accidente que lo unió a Nathaniel. El pelirrojo dormía en su interior y por eso tenía el control temporal sobre su cuerpo.

No lo dejaría salir hasta que el pelirrojo se diese cuenta de muchas cosas. En un principio, lo que le motivó unirse a ese niño fue su propia supervivencia, sin embargo, una vez que pudo entrar en su mente y experimentarlo todo en carne propia, Venom sufrió un déjà vu.

Sí, los simbiontes también experimentan eso.

La sensación en un principio era desconocida, después de todo, Venom solo tenía conocimiento de su vida luego de llegar a la tierra en pequeños fragmentos desprendidos de una lluvia de meteoros que acabaron cayendo en el Mar Báltico.

Un grupo de científicos lo llevó a tierra y es entonces que pudo tomar su primer huésped; no duró mucho, pero si lo suficiente para poder aprender lo suficiente sobre ese mundo. Fue una lástima que mientras se desplazaba hacia su segundo anfitrión, Kingpin lo capturase para usarlo en sus experimentos.

El sonido de una camioneta hizo que Venom se alejase del borde, su tamaño no le permitía pasar desapercibido y su condición no le permitía hacer uso de todas sus habilidades. Por eso debía actuar rápido.

El vehículo negro giró a la derecha en el cruce y se internó en la calle opuesta, Venom intentó seguirlo de inmediato, pero estaba claro que, si saltaba por toda la avenida, la gente se percataría de su presencia, y por ende Kingpin también.

Aunque no le extrañaba que aquel tipo ya tuviese ojos por toda la ciudad, el sistema de cámaras de París debía ser muy inútil para no tenerlo pinchado y observarlo todo, cosa que él sabía, no era cierta.

Debía buscar otra opción, la luz ya estaba por ocultarse y darle paso a la noche, podía esperar los minutos que faltaban y luego ir en su búsqueda, pero la oportunidad era muy buena.

—¿Qué me había dicho Agreste? ¿Que lo esperase?

Mostró sus dientes afilados y se preparó para saltar, pero algo en su interior lo detuvo.

—¿Qué haces, Venom...?

Su cabeza se deshizo para dar paso a la de Nathaniel, que, despierto y despeinado, intentaba reconocer el lugar al que lo trajo en su estado de inconsciencia.

—Rastreo el laboratorio, y si no colaboras, se nos escapará el mejor rastro posible —recalcó el simbionte, señalando la camioneta negra que estaba a punto de desaparecer en el siguiente cruce, el intermitente izquierdo se encendió, y al menos sirvió de pista para lo que planeaban encontrar.

—¡¿Estamos yendo al laboratorio?! —exclamó el pelirrojo, agitándose por completo, provocando con sus movimientos erráticos que Venom tuviera que luchar por calmarlo.

—Así es, no te quejes o me comeré tu hígado.

—Mejor ve por mis riñones, creo que me empiezan a fallar —respondió Nathaniel, claramente irritado.

—Ya cállate, Nathaniel, esta es una misión de infiltración.

—¿Desde cuándo sabes qué es eso? Además, ¡no entiendo por qué vamos a ese lugar!

—Han sacado de ese mismo lugar un experimento potencialmente letal para nosotros y toda la ciudad, puede que se llevasen todos los archivos y notas.

—¿Entonces qué sentido tiene?

—Si Kingpin sigue siendo un idiota para la ciencia y solo le interesa destruir, entonces no habrá revisado un lugar.

—¿Qué hay en ese lugar? —preguntó Nathaniel, totalmente reacio a la idea de entrar a un sitio donde claramente podrían morir.

—Algo que nos puede ayudar a desarmar su arma secreta.

El cabello rojizo de Nathaniel se movió con el viento y Venom extendió uno de los tentáculos de su espalda a una gran velocidad.

—Tranquilos, soy yo —pronunció Chat Noir, aterrizando y dirigiéndose hacia ellos—. Nath, que gusto verte de nuevo.

—Adrien, ¿qué te pasó? —preguntó preocupado el pelirrojo al ver la expresión del héroe gatuno. Chat Noir tenía el ceño fruncido y se le notaba hastiado, como si tuviese una incomodidad perpetua, quizá el traje se le ajustaba en lugares no deseados o ya empezaba a tener pulgas.

—Tuve la charla con mi lady —dijo Chat Noir, frotándose las sienes y suspirando—. No salió como yo esperaba.

—Da igual, no la necesitamos, ¿o sí? —le sonrió Venom. Chat asintió y pareció recuperar su habitual expresión, de verdad era muy bueno para todo eso, tenía potencial como actor.

—Es cierto, entonces vamos al laboratorio, ¿sabes por dónde está?

—Eso iba a averiguar antes de que el tomate se despertara y me hiciese enojar.

—¡Oye, es mi cuerpo y tú eres el inquilino!

—Diría que más bien es un okupa, pero da igual, dime al menos que conseguiste algo, Venom —pidió Chat Noir, moviendo su bastón y apoyándolo en su hombro.

—Una camioneta negra se fue calle abajo, y giró a la izquierda, el sol ya se ocultó y cae la noche, yo diría que es una situación casi perfecta —siseó Venom, sonriendo.

—Correcto, entonces iremos.

Venom observó fijamente a Nathaniel.

—Oh no, ¡no! —reclamó el pelirrojo, frunciendo el ceño y con su labio inferior temblando.

—No puedo mantenerme así mucho tiempo, niño —reclamó Venom.

Nathaniel suspiró y se mordió el interior de la mejilla.

—Al menos déjame un sitio para poder hablar —pidió el pelirrojo, aceptando su cruel destino.

—Hecho.

Venom volvió a cubrir a Nathaniel, sin embargo, la forma musculosa se fue reduciendo, estilizándose y adaptándose al biotipo de cuerpo del pelirrojo, creando una nueva forma que, sin duda, los beneficiaría en el transcurso de aquella noche.

—Por el santo Camembert —pronunció el rubio al verlos ahora.

—Venom, esta forma... —intentó hablar el pelirrojo, observando sus manos cubiertas por un traje negro que parecía de muy buena calidad.

—No te acostumbres, solo es temporal —habló este en la cabeza del pelirrojo.

—Ah, pensé que sería un nuevo estilo —añadió Chat Noir.

Nathaniel se tomó la cabeza, muy desconcertado, sobre sus ojos solo llevaba una máscara de bordes negros, pero nada que cubriese su visión, su cabello pelirrojo estaba suelto y se movía con naturalidad.

—Venom, ¿cómo es que Chat Noir te ha escuchado? —preguntó el pelirrojo.

—Le di un comunicador y al parecer lo absorbió, ¿no te diste cuenta? Lo llevó todo el tiempo que habló contigo —explicó Chat, señalando con la mirada a una parte específica del pelirrojo—. Incluso tú pareces llevarlo.

Nathaniel se llevó una mano a la oreja izquierda y lo percibió, era pequeño y no podía quitárselo, parecía incluido en aquella forma de Venom como una configuración predeterminada.

—¿Entonces asimilas cosas?

—Siempre lo he hecho —respondió nuevamente el simbionte en su mente—. Pero esto es muy funcional, también puedo comunicarme con el rubio.

—De hecho, así los encontré, solo escuchaba su pelea por el comunicador, por lo que usé mis orejitas para saber su ubicación —respondió orgulloso Chat Noir.

—Te lo iba a preguntar, pero te me adelantaste —comentó Nathaniel, suspirando y caminando hacia el borde del edificio—. Entonces, vamos... ¿o no?

El pelirrojo soltó un pequeño grito cuando Adrien lo tomó de los hombros y se impulsó con su bastón para saltar hacia la dirección que le indicó Venom.

Lo que no se esperaba Nathaniel, era que su amigo rubio lo soltase en el aire.


Nathaniel tragó saliva e intentó pensar qué hacer, no todos los días tu amigo te suelta a varios metros del suelo y con una oportunidad latente de morir hecho puré.

—¡¿Qué hago?! —exclamó mentalmente el pelirrojo.

—Nuestra simbiosis te crea instintos al momento de usar mis habilidades, ¡síguelos!

Nathaniel se estaba agitando y decidió hacer caso a las palabras de Venom, era cierto que algo en su interior se sentía raro, era parecido a cuando volteabas los dedos para usar el control remoto. Un miembro fantasma que flotaba de forma etérea dentro de él.

Juntó los labios y estiró el brazo hacia arriba. Una telaraña negra salió a través de un "whip", se enganchó en el edificio contrario y columpió al pelirrojo hacia el edificio.

—¡Suéltate o te vas a estampar! —le gritó Venom, sobresaltándolo y abriendo la mano, soltando aquella telaraña para luego, estirar el brazo derecho y engancharse al edificio contiguo, esquivando el golpe con el edificio para volver a balancearse—. ¡Dime que lo entiendes! Estira y suelta, estira y suelta, balancéate y usa tu cuerpo para impulsarte.

Nathaniel asintió en pleno balanceo y siguió las órdenes de Venom, estiraba un brazo y la telaraña se pegaba, procedía a balancearse y soltaba. Gracias a sus clases de matemáticas avanzadas, entendió el principio de esta forma tan particular de moverse.

—Es la segunda ley de Newton del movimiento, para cambiar el movimiento de un objeto se necesita una fuerza que actúe —reconoció Nath, soltando el dato mientras pasaba a balancearse a otro edificio—. ¿Cuánta fuerza tiene la tensión de la red?

—¡Ya te pareces a ese maldito nerd! —exclamó asqueado el simbionte, gruñendo en su mente—. ¡La telaraña se adapta, cuanto más rápido vayas o menor sea el arco, mayor es tu aceleración centrípeta! ¡Todo eso afecta al peso que resistirá!

—¿En serio están calculando todo eso? —preguntó Adrien, al que se le oía aburrido a través del comunicador—. No se distraigan y vengan rápido, me aburro.

Nathaniel soltó una risa y siguió moviéndose, probando a impulsarse con el cuerpo para ir más rápido y llegar más alto. Dio un salto y dando una pirueta aterrizó al lado de su amigo rubio.

—¿Qué tal? —preguntó el rubio, con una sonrisa en los labios.

—Se sintió... muy natural.

—Le dije que al final sería instintivo.

—Y todo ese tema de araña, ¿de dónde vino? —preguntó curioso Chat Noir. Aunque Nathaniel ya se hacía la misma pregunta, por lo que esperó una explicación del simbionte.

—De un viejo conocido —respondió Venom con contundencia y muy cortante para lo que era un simbionte, aunque tampoco es que conocieran a otros—. Ahora, el laboratorio debe estar cerca.

Se tomaron un par de minutos para inspeccionar la zona, Chat Noir se dedicó a moverse con cuidado, no quería exponerse a la luz y que la policía apareciese por arte de magia para encerrarlo.

Nath se dedicó a seguir explorando sus habilidades, era mucho más ágil y fuerte, podía columpiarse con telarañas que salían de las muñecas del traje y probó a intentar pegarse a una pared.

Funcionó.

—Te dije que yo llevaba tus sentidos al máximo, las habilidades que tienes ahora también son gracias a mí, sin embargo, tu flacucho cuerpo no podrá soportar mucho, no esperes que esto sea muy seguido.

—Lo entiendo... —dijo Nathaniel, apretando los puños y cerrando los ojos, no con furia o tristeza, ni siquiera desilusión. Solo estaba en calma.

—Nath, Venom, tengo algo —les dijo Chat Noir por el comunicador y en voz baja—. Vengan aquí, creo que encontré la entrada del laboratorio.

Nathaniel se acercó de inmediato al rubio, que solo se había alejado a una azotea de distancia. Dio un salto cuando estuvo en el borde y su fuerza fue suficiente para llegar al otro edificio con gracia.

—¿Estás seguro? —preguntó Nathaniel, bajando la voz cuando Chat se giró y le hizo una seña. Se agachó para caminar de forma sigilosa y acomodarse junto al rubio para ver la situación.

—Sí, hay una camioneta negra en esa puerta, el edificio se ve bien por fuera, pero las ventanas parecen forzadas —explicó el rubio, señalando el detalle en los marcos—. Eso quiere decir que intentaron abrirlas para escapar de lo que sea que ocurriese.

—Un incendio —respondió Venom.

—Entonces es perfecto, ahora, las ventanas por dentro no se pueden abrir, pero podemos intentar por fuera —sugirió Chat Noir, sonriendo de forma gatuna y sacando sus garras—. ¿Quién quiere intentar?

—Primero lo primero —interrumpió Nath, que ya no estaba tan seguro sobre echarse atrás como al inicio, estaba asumiendo poco a poco las habilidades dadas por Venom y quería intentarlo—. ¿Dónde está lo que venimos a buscar?

La máscara de Nath se retrajo y Venom brotó desde su hombro.

—En el último piso del laboratorio —respondió el simbionte.

—Bien, entonces iremos de arriba hacia abajo.

Chat sacó sus garras y mostró una sonrisa.


Alix se relajó en el sofá como si fuese su propia casa.

—Por cierto, en el tema colores todavía te siento muy verde —dijo la madre de Nathaniel mientras se llevaba un mechón suelto tras la oreja—. Y nunca mejor dicho.

—Me cuesta crear transiciones suaves entre ellos, siempre he sido de usar colores muy diferentes que contrastaban uno del otro...

—Para arte urbano y diseños abstractos queda muy bien eso.

—Exacto, pero cuando quiero hacer algo muy serio y con significado...

—Terminas echando a perder el concepto debido a la dureza de los colores y que no transmites lo que buscas.

—Señora, ¿no quiere ser mi madre? —preguntó Alix con los ojos brillantes y echando estrellitas por las orejas, en sentido figurado, por supuesto.

—Me encantaría, querida, pero con Nathaniel me basta —sonrió la mujer.

—Ah, qué pena —musitó Alix, volviendo a recostarse en el sofá, observando el techo lleno de pequeños puntos de colores por todas partes, como si hubiesen agitado un pincel—. ¿Ese fue Nathaniel?

La mujer pelirroja siguió la dirección de la mirada de Alix y se topó con los puntos en el techo.

—Oh, sí, como habrás notado, Nathaniel heredó su vena artística de parte mía —expresó la mujer con orgullo, después de todo, ella siempre sería la fan número uno del arte de su hijo.

—Sí, es cierto, Nathaniel es muy bueno en lo que hace —confirmó Alix, llevándose un dedo al mentón en un claro gesto de intentar recordar sus obras—. Aunque por ahora solo lo he visto hacer retratos.

—Eso es a lo que más se dedica, aunque también tiene paisajes y algunas cosas abstractas por ahí, en alguna vieja caja del armario —recordó la mujer pelirroja—. Tiene suficiente para montar una exposición el solo.

—Si algún día lo hace, me gustaría ir, siento que podría aprender de él.

Alix siguió observando el techo, recordando las oportunidades en las que le preguntó al pelirrojo sobre su arte, en el último año se la pasaba con Marc ideando una historia, aunque nunca supo que fue de ese proyecto cuando el pelinegro se marchó a Australia.

—Por cierto, tengo una pregunta, y disculpe si es una intromisión o algo parecido —habló Alix, incorporándose nuevamente en el sofá para encarar a la madre de Nath.

—No te preocupes, querida, hazla.

—¿Y el papá de Nathaniel?

Alix se percató de que la pregunta ensombreció el rostro de la mujer, que bajó la mirada y juntó las manos en su regazo.

—Entiendo que Nathaniel nunca se lo contase a sus amigos —murmuró la mujer pelirroja, volviendo a alzar la mirada, sus ojeras se veían mucho más notorias que hace cinco minutos.

—Disculpe si es algo muy personal, no tiene que responder —se disculpó Alix, teniendo la decencia de lucir avergonzada. Después de todo la mujer fue muy amable con ella, y se sentía mal de recordarle algo que quizá no era de su agrado.

—Tranquila, está bien —calmó la mujer—. El padre de Nathaniel nos dejó hace unos años, cuando él tenía once...

Alix abrió los ojos de forma desmesurada, no conocía nada de la vida de su amigo pelirrojo antes de tocar la puerta de su casa. Ahora conocía a su madre y el destino de su padre. No pudo evitar sentirse algo celosa, Nathaniel había tenido más años con su padre de los que ella tuvo con su madre.

Sacudió la cabeza de inmediato, no podía sentirse así, era una tontería, por lo que eliminó esos pensamientos y los cambió por otros.

—Su muerte cambió completamente a Nathaniel, lo volvió retraído, tímido y de pocas palabras —siguió contando su madre, soltando un suspiro—. Intenté de todo para poder recuperarlo, pero nada funcionaba, por lo que solo lo acepté.

—Por eso Nath es así...

—Se volvió solitario y de pocos amigos, por eso me alegra que alguien viniese aquí a visitarlo, aunque no esté —dijo la mujer con una sonrisa, claramente aliviada por la presencia de Alix.

—Para eso están los amigos. —Alix se acomodó en el sofá y no pudo evitar sentirse incómoda.

—Tranquila, querida, te noto tensa, ¿quieres algún aperitivo? —ofreció la mujer pelirroja, calmando a Alix con una sonrisa maternal y levantándose en dirección a la cocina—. Tengo galletas.

—Es la mejor, Señora Kurtzberg.


Nath se pegó a la pared y sujetó a Adrien antes de que provocase un caos. Justo debajo, la puerta del laboratorio estaba abierta y dos hombres se mantenían vigilando.

—No hagas ruido... —le susurró al rubio, que asintió y comenzó a pasar sus garras por el vidrio de la ventana. Nath creyó en un inicio que sería una mala idea, pero cuando estas se incrustaron en el vidrio sin hacer ruido alguno y comenzaron a cortarlo, supo que debió mantener la boca cerrada.

—Si te soy sincero, no creí que fuera a funcionar, lo vi en una serie —confesó Chat Noir, sonriendo y retirando el trozo de vidrio hacia el interior—. Supongo que tener el Miraculous de la destrucción ayuda.

—Seguro, ahora déjame esto a mí —pidió Nathaniel, metiendo la mano por el agujero y tomando el seguro de la ventana, apretando lo suficiente para destruirlo y poder abrirla—. Listo.

Una vez abrieron la ventana, los dos entraron al edificio, la imagen de una sala con ordenadores no difería mucho de lo que se imaginaban cuando les hablaban de oficinas de trabajo. Ahora el estado de todo era lo que les hizo asegurarse de que estaban en el lugar correcto.

Las máquinas parecían estar fundidas, con la coloración oscura y chamuscadas por completo. En una situación parecida se encontraban los muebles, que ahora no eran más que una masa pastosa desparramada por el suelo.

—El olor es terrible, revuelve mis tripitas —comentó Chat Noir, acercándose y pateando algunos de los componentes esparcidos por el piso.

—Ya estamos dentro, busquemos lo que queremos y nos vamos —dijo Nathaniel, tragando saliva, sintió que algunas partes del traje de Venom se hacían más flojas y luchaban por volver a su forma original, pero lo ignoró.

—Sí, sí, en marcha hacia lo profundo.

Habían entrado por el primer piso arriba del vestíbulo, por lo que solo debían encontrar la forma de bajar, seguramente las escaleras debían estar conectadas, y si no era así, agradecería tener tiempo de tranquilidad para pensar.

La escalera la encontraron al abandonar la zona de oficinas, del otro lado había restos de lo que parecía ser una sala de reuniones, el propio ventanal de vidrio ya no existía y un candelabro colgaba del techo como un péndulo. Justo fuera se encontraba la escalera principal.

Chat Noir fue el primero en avanzar, bajando con cuidado para evitar toparse con algún guardia.

—Despejado, ven aquí —le susurró a Nath por el comunicador.

El piso inferior estaba muy oscuro y solo era alumbrado por la luz de la camioneta que se filtraba a través de la puerta abierta. Chat esperó a que su compañero bajase por la escalera, pero en su lugar, Nathaniel bajó moviéndose por la pared.

—Presumido —comentó el rubio, poniendo los ojos en blanco e iniciando su descenso por la escalera contigua hacia los pisos inferiores.

—Sigo diciendo que es increíble lo instintivo que es esto —repitió Nathaniel, llegando al lado de su amigo y siguiéndolo.

—Céntrate en cubrirle las espaldas al rubio —sugirió Venom.

—Hecho.

El descenso por las escaleras fue más tranquilo de lo que esperaban, al llegar al primer piso se percataron de que el suelo bajo sus pies se notaba húmedo.

—¿Qué ocurrió aquí? ¿Una inundación? —intentó adivinar el rubio, recogiendo un trozo de madera del piso y agitándolo para llevarlo a su nariz y olfatearlo—. Esto no huele a podrido, fue reciente.

—Sí, seguro que tuvieron problemas con la chica esa que dice Alix —añadió Nathaniel, observando hacia arriba para revisar que nadie les seguía—. Al último piso, ¿cierto?

—Sí, no vale la pena revisar si alguno de los experimentos queda vivo, eso ya lo habrán hecho —dijo Venom, brotando nuevamente del hombro del pelirrojo luego de retraerle el antifaz.

—Entonces no tocaré esta puerta —dijo Chat Noir, pasando de largo la entrada al primer piso inferior para volver a bajar por la escalera.

Descendieron un piso más, la puerta de la segunda planta inferior se veía abierta de par en par y no necesitaron entrar para verificar que la estancia se encontraba vacía.

—Bien, último piso —anunció Chat Noir, deteniéndose frente a la puerta sellada, tenía barras de seguridad dobladas en ángulos agudos, rodeando la cerradura y haciéndola imposible de abrir para personas normales a no ser que cuentes con un cortador industrial.

En este caso, el cortador industrial es Chat Noir.

—No sé si pueda romper varias de golpe. Nath, tú tienes mucha fuerza, inténtalo —sugirió el rubio, haciéndose a un lado y dando una reverencia que avergonzó sin dudar al pelirrojo.

—Eh, está bien. —Nathaniel se acercó y tomó una de las barras, comenzando a apretarla tan fuerte que esta terminó por ceder y se partió.

—Bien, una menos, faltan dos —contó el rubio, sonriendo mientras se recostaba en la pared.

—Ya te oí —respondió Nathaniel, partiendo las dos últimas barras y tirando de la puerta, que se abrió con un sonoro golpe, pues también partió las bisagras y la desencajó.

—Bien hecho, Nath —dijo de forma burlona el rubio—. Ya has iniciado la remodelación de este sitio.

—Muy gracioso —masculló el pelirrojo, dejando la puerta a un lado y observando el interior, solo había dos grandes mesas llenas de tubos vacíos y un armario en la parte central.

—¿Dónde está lo que buscamos, Venom? —preguntó Chat Noir, entrando junto a Nathaniel a la estancia y procediendo a explorar el lugar.

—En el armario, parte de arriba —respondió el simbionte.

—Voy. —Nathaniel se dirigió al mueble de madera y tiró del asa, abriéndolo con un fuerte rechinido de las bisagras. En la parte de arriba de la repisa descansaba un liquido verde puesto en una probeta, y a su lado un dispositivo de inyección—. ¿Es esto?

—Sí.

—¿Qué es esa cosa, Venom? —preguntó Chat Noir, acercándose para ver lo que el pelirrojo se encontraba tomando con cuidado entre sus manos.

—Es un inhibidor, creado para suprimir cualquier poder de parte de los experimentos realizados aquí —explicó el simbionte—. Lo recuerdo porque lo hicieron en los primeros días que yo estuve aquí.

—¿Por qué harían un inhibidor si querían armas letales? —cuestionó el pelirrojo, pasándole el inhibidor a Chat Noir, este se lo guardo en el bolsillo de su capucha.

—Porque los científicos no eran idiotas, saben que para cualquier cosa destructiva que hagan, deben tener algo que lo mantenga a raya.

Con esa respuesta dicha, ambos se cercioraron de que todo estuviese en su lugar y emprendieron el camino de regreso.

—Todo ha sido muy sencillo —razonó Chat Noir una vez estuvieron subiendo la escalera.

Aquello le dio a Nathaniel una muy mala espina, después de todo, ¿por qué habría llegado una camioneta negra al laboratorio para solo vigilar la entrada?

—Chat... —pronunció el pelirrojo, una vez estuvieron de nuevo en el primer piso inferior, con la puerta abierta a sus espaldas.

—¿Qué ocurre? —preguntó el rubio, girándose para encarar a su amigo.

—Creo que esto es una trampa...

Nathaniel se cayó al sentir un gancho tomarlo de la espalda y arrastrarlo hacia el interior de aquel laboratorio.

—¡Nath! —gritó Chat Noir, intentando ir tras su amigo. La puerta del laboratorio uno se cerró de golpe y hubiera sido un plan perfecto de no ser por el bastón del héroe gatuno.

—¡Chat Noir! —exclamó el pelirrojo, siendo soltado en medio de aquella estancia y palpando el húmedo suelo con las manos para levantarse.

—Te ves diferente a la última vez —dijo una voz desde la oscuridad.

—No puede ser, es ese idiota —masculló Venom en la mente del pelirrojo.

Nathaniel se levantó y observó como el hombre castaño de la cicatriz se fue acercando, vestido con un traje negro y ropa militar, con un cuchillo de caza colgando de su cintura y una pistola enfundada.

—Parece que te adaptaste a tu anfitrión —dijo Aarons, sonriendo y acercándose mientras desenfundaba el cuchillo—. Eso no me lo esperaba, pero da igual.

—¿Quién eres? —preguntó Nathaniel, poniéndose en guardia, pero con los vellos erizados y deseando correr de inmediato.

—Digamos que tengo una cuenta pendiente con tu amiguito el simbionte, y gracias a que Colt le dijo lo que planeamos a la chica Kubdel, caíste de lleno en mi trampa —explicó Aarons, sonriendo de forma amplia, orgulloso de su plan.

—¿Kingpin planeó esto? —inquirió el pelirrojo.

—Kingpin no sabe nada de esto —mencionó Aarons, rondando a Nathaniel como si fuese una presa de caza—. Kingpin solo conoce el final de todo este plan.

—Un plan... —susurró Nathaniel, abriendo los ojos y tragando saliva, apretando los puños—. ¡Chat!

—¡Nathaniel!

—¡Huye y ve con Alix, ahora!

—¡No te dejaré aquí!

—¡Ahora! —gritó Nathaniel, decidido por primera vez que esto era algo que tenía que enfrentar solo.

Los gruñidos de Chat Noir desaparecieron del otro lado de la puerta, y Nathaniel se mantuvo firme, enfrentando la mirada de Aarons.

—Esto solo será entre tu y yo —dijo Nathaniel, observando fijamente al adulto y relajando su postura, el traje negro se movió ligeramente y dejó entrever que Venom también estaba preparado para el combate.

—No me dará pena alguna acabar contigo —sentenció Aarons, tomando el cuchillo y girándolo sobre sus dedos con maestría. Nathaniel no se movía ni un ápice, no porque estuviese calmado, por dentro era un manojo total de nervios.

—Venom, confío en ti —susurró el pelirrojo, recibiendo una risa mental del simbionte.

—Lo haremos picadillo.


Chat Noir se rehusó por completo a dejar a Nathaniel, pero teniendo el inhibidor en el bolsillo y las órdenes directas de su amigo, supo que debía ejecutarlas.

Llegó al vestíbulo del laboratorio y se lanzó a mucha velocidad hacia la entrada, los dos guardias lo vieron, pero Chat los noqueó a ambos de dos certeros golpes de bastón. La lluvia comenzaba a caer sobre la ciudad, pero eso era lo de menos.

—¡Chat Noir, manos arriba! —exclamaron los policías que llegaron a la escena.

—¿Cómo? —pronunció el rubio, recordando por momentos las palabras de Nathaniel. Su amigo tenía razón, todo eso era una trampa para quitarlos de la ecuación.

Los policías le apuntaban con sus armas, y la escena bajo la lluvia se repetía, Chat Noir palpó lo más importante de todo aquel plan, el inhibidor en su bolsillo.

—¡Manos arriba y camina despacio!

—No puedo... —murmuró Chat Noir tomando su bastón e impulsándose hacia arriba, los disparos sonaron y uno paso muy cerca, rasgando parte de su capucha negra.

Aterrizó sobre la azotea del laboratorio y comenzó a moverse hacia la casa de Nathaniel, allí es donde Alix se encontraba. Las sirenas de policía incrementaron y lo persiguieron durante un buen tramo, estaba claro que no lo dejarían tranquilo.


Marinette se encontraba viendo videos en su teléfono mientras intentaba ignorar las palabras de Chat Noir. La charla con Tikki después de llegar a su habitación tampoco ayudaba, la hacían ver como una chica desinteresada en el bien común.

—Chat Noir se preocupa demasiado —suspiró la chica de coletas, cerrando los ojos y dejándose llevar por la voz de la chica del video. Al menos así era hasta que recibió una notificación de Alya.

Decidió ignorarla y seguir con lo suyo, pero la lluvia de notificaciones incrementaba, creando un bucle de sonidos que tuvo que parar.

—¿Qué es lo que le pasa a Alya? —se preguntó Marinette, entrando a su chat y viendo que su amiga morena le pasó varios enlaces de páginas de prensa, los ignoró todos y viajó hasta el último mensaje—. ¿Una transmisión en vivo?

La puso para evitar que su amiga la molestase, sabía que cuando a Alya se le metía algo, no paraba hasta cumplir su objetivo, por lo que Marinette entró a la transmisión de los diarios parisinos.

El título ya le hizo soltar el teléfono y dejarlo sobre la cama.

—¿Qué?

Volvió a tomar su teléfono para verificar si aquello era cierto, estremeciéndose y con el corazón encogido, leyendo cada uno de los comentarios que las personas subían, uno tras otro, con las manos temblorosas y el corazón a mil.

—Chat Noir es un prófugo de la justicia, se recomienda a los civiles que, si lo ven por las calles, reporten de inmediato a la policía...

Marinette salió de la transmisión y se levantó de golpe de la cama.

—¡Tikki!

La kwami voló alrededor de su portadora y la observó directamente a los ojos, unos ojos que reflejaban angustia y terror.

—¿Qué harás, Marinette?

—Averiguar qué está ocurriendo...

Marinette observó su ventana y se acercó para abrirla de par en par, dejando que el frio viento y el sonido de sirenas de policía alejándose la mareasen.

—Tikki...

—¿Sí?

Los labios de Marinette se juntaron y procedió a calmarse, respirando un poco de aire fresco mientras se quitaba el jersey de pijama que usaba.

—Motas...


Alix apagó la tele luego de escuchar las noticias y tragó con dificultad la galleta de chispas de chocolate.

—La prensa siempre inventa tonterías, aunque parece algo serio esta vez —comentó la madre de Nathaniel, algo preocupada y moviendo la pierna con nerviosismo.

—Yo no creo que sea eso, quizá es solo una confusión —dijo Alix, intentando desviar la atención de la Señora Kurtzberg de la televisión.

—Seguro, ahora ya no se sabe con tantas personas moviéndose de un lado a otro usando un traje —dijo la mujer pelirroja.

—Sí... Eh, ¿me disculpa un momento? Debo llamar a un amigo.

—Claro, querida, ve, no te preocupes. —La voz maternal de la madre de Nathaniel era algo que le gustaba, podía acostumbrarse a eso, quizá debería convencer a Nath de tener visitas regulares en su casa.

Alix salió a la parte de atrás de la casa, dónde había un pequeño sitio abierto para tender la ropa, tomó su teléfono y marcó a Adrien de inmediato, ¿acaso el plan había salido mal?

El tono de llamada comenzó a sonar y a Alix ya se la comía por dentro la intriga.

—Ma chérie —respondió Adrien del otro lado, se le escuchaba muy agitado, de fondo podía oír las sirenas de policía persiguiendo al rubio.

—¡Adrien, ¿qué fue lo que pasó?! —exclamó Alix, tan preocupada que llamó al rubio por su verdadero nombre, cosa que no hacía en mucho tiempo.

—Todo era una trampa, estoy yendo a la casa de Nath, quédate allí, te explicaré todo. —Las sirenas sonaron más fuertes y la patinadora se estremeció al escuchar un gruñido de dolor del rubio—. Primero voy a perderlos, espérame...

La llamada se cortó y Alix tragó saliva, guardando su teléfono. El timbre de la puerta sonó y escuchó que la madre de Nathaniel se dirigía a abrir la puerta. Una notificación le llegó y se estremeció por completo al leerla:

Tragapelos callejero:

—No dejes sola a la madre de Nathaniel

Alix se apresuró a guardar su teléfono y entró a la casa, justo cuando la puerta fue abierta y el grito ahogado de la Señora Kurtzberg resonó en sus oídos. La patinadora se movió y se acercó de inmediato a la entrada, donde observó como dos hombres cargaban a la madre de Nath como un saco de papas y se la llevaban.

—¡Alto!

El grito de Alix no fue suficiente, uno de los hombres uniformados extrajo de su bolsillo lo que parecía ser una granada de humo y se la lanzó, Alix tosió en cuanto el humo hizo su aparición y cayó al suelo de rodillas.

—¿Qué es esto? —pronunció a secas, sintiendo que su cabeza daba vueltas y su cuerpo se debilitaba, apenas podía levantarse, pero reconoció cuando aquel hombre se acercó a ella.

Sintió un impulso en su interior muy parecido al de aquel día en su mansión, por lo que logró levantarse y asestar una patada que mandó al tipo contra el techo de la casa, dejándolo inconsciente. Sin embargo, aquello fue lo único, volvió a caer de rodillas e intentó cubrir su nariz para evitar respirar el humo.

—Señora... Señora Kurtzberg —jadeó Alix, con el cansancio inundando su cuerpo y los ojos débiles, observando con impotencia como se llevaban a la madre de uno de sus amigos.

Aquel humo hizo efecto y Alix cayó al suelo, cerrando los ojos y sintiéndose terrible, como una inútil e inservible. Ella no pudo hacer nada por su madre cuando se le fue naturalmente, y ahora tampoco pudo hacer algo para evitar que se lleven a la mamá de Nathaniel.

Perdió el conocimiento sintiendo en lo más profundo de su corazón que le había fallado.


Llegó a la casa de Nathaniel y entró por el patio interior, la puerta del tendedero estaba abierta e irrumpió en la casa. Todo estaba silencioso, sus pasos no se escuchaban y contaba con el factor sorpresa en caso de que tuviera que atacar, pero no fue así.

Caminó un par de metros más y encontró a uno de los uniformados inconsciente en el suelo, con restos de pintura sobre su ropa y sangre bajando por su sien. Alzó la mirada al techo y lo encontró agrietado, con una gran silueta que seguramente pertenecía al tipo tirado a sus pies.

Unos quejidos llamaron su atención y siguió avanzando, la escena frente a él le tocó hondo el corazón y provocó que dejase de ser Chat Noir. La transformación se fue, y ahora solo era Adrien Agreste.

—Belle... —susurró el rubio, acercándose con cuidado a la figura de Alix, que temblaba y sufría débiles arcadas mientras se cubría el rostro con un cojín. Los ojos azules de la patinadora sufrían y Adrien no dudó en lo que debía hacer.

La atrajo hacia él y fundió sus cuerpos en un abrazo, Alix soltó el cojín y apretó su rostro en el cuello del rubio mientras sus brazos lo rodeaban como a un peluche.

—Adrien... —sollozó la patinadora, afectada en exceso por la situación acontecida, liberando y expresando sus sentimientos sin miedo alguno, después de todo, el Agreste ya la conocía bien, no había que temer a sus palabras ni a su apoyo.

—Alix —pronunció el rubio, acariciando con delicadeza el cabello fucsia de su amiga—. ¿Qué pasó?

—Se le llevaron, yo no pude... —Las palabras no salieron de su boca y ahogó un sollozo, pocas veces Adrien había visto llorar a una chica, y menos a una tan fuerte como ella.

—Yo tampoco pude... —confesó el rubio, apretando los labios y contagiándose del ánimo de la chica que buscaba consuelo entre sus brazos—. Pero iremos a salvarlos...

—¿Cómo...?

—Primero esperaremos a Nathaniel, si no llega hasta la mañana... —Adrien dejó la frase inconclusa y sintió la voz a punto de quebrarse—. Iremos a por ellos.

—Adrien...

—Lo lograremos... —El rubio subió las manos y tomó a Alix de ambas mejillas, haciendo contacto visual con ella—. No llores más, ma chérie...

—Sé que no debo, pero... —Alix intentó esbozar una sonrisa y terminó fallando, las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas.

—Tranquila... tranquila... —rogó Adrien, juntando sus frentes y acariciándole ambas mejillas, secando sus lágrimas con delicadeza—. Vamos a lograrlo juntos.

—A veces puedes ser tan ingenuo —sonrió levemente Alix, secándose las lágrimas por ella misma y calmando sus espasmos y temblores.

—Lo sé, ma chérie... —Adrien recogió algunas de sus propias lágrimas y le sonrió—. Ahora, cálmate antes de que tenga que hacerlo yo.

Es entonces que lo que dijo Alix, fue inesperado hasta para ella misma.

—Entonces, cálmame... Solo como tú sabes hacerlo...

Adrien tragó saliva y sujetando firmemente las mejillas de la patinadora, se acercó a ella y sintió sus mejillas arder como nunca, tragando saliva y posando sus labios con delicadeza sobre la punta de su nariz.

Aquel gesto provocó que una lluvia de colores barriera sobre el rostro de la patinadora.

—Sirvió mucho, gracias —sonrió Alix, secando sus lágrimas y sacudiendo la cabeza, recuperando su gama de tonos habitual—. Esperemos que el tomate llegue de una vez, para ir por su madre y el imbécil de Kingpin.

Esa era la Alix que prefería ver.


Fin del capítulo

El preámbulo de todo, espero les haya gustado. Sus comentarios y todo tipo de apoyo lo aprecio mucho, y como dije arriba, les deseo felices fiestas a todos, pasadlo muy bien. Un saludo.