Bien, segundo capítulo del segundo arco, como pueden ver, he intentado ponerle títulos a estos capítulos, espero que queden bien. Esta vez veremos un poco más de lo que ocurrió antes de dar el salto a lo que vieron en el capítulo final del primer arco, espero les guste.
"Estar preparado es importante, saber esperarlo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida"
—Arthur Schnitzler.
Alix abrió la ventana de su habitación para dejar entrar a un héroe de traje negro que se le lanzó encima a la primera oportunidad.
—Tragapelos, ya te aguanté por teléfono... —refunfuñó Alix ante el fuerte agarre de su amigo, por lo que llevó una de sus manos al cabello rubio de Adrien y procedió a pasar sus dedos entre las hebras doradas que acompañaban esas orejas negras.
—Lo siento, solo quería un abrazo —pronunció en voz baja el rubio, ocultando el rostro en el hombro de la patinadora mientras la empujaba hacia atrás sin querer.
Alix se dejó llevar hacia atrás hasta que su espalda chocó con la pared, Adrien soltaba quejidos de su boca que eran más emocionales que físicos, por lo que siguió acariciando su cabello de forma suave hasta que lo único que saliera de la boca del rubio fueran ronroneos.
—¿Ya pensaste en lo que vas a hacer? —preguntó Alix, observando las orejas de gato de Adrien moviéndose de abajo hacia arriba, como si de verdad las estuviera usando para escucharla.
—Lo único que tengo claro... es que no seguiré en esa casa por mucho más tiempo —respondió Adrien, con la voz entrecortada y alzando con lentitud la mirada, dejando que sus profundos ojos verdes y felinos hicieran contacto visual con los azules de Alix.
—¿Y tienes un plan para eso? —preguntó la joven de cabello fucsia, llevando una mano a la mejilla de Adrien y dándole una palmada amistosa mientras hacía muecas con los labios.
—Eh, buscaré un departamento, seguiré trabajando un tiempo más en el modelaje para poder ahorrar dinero y pagar todo lo necesario —respondió el rubio con las mejillas rojas y avergonzado por los diferentes toques de Alix.
—Bueno, Tragapelos, tu plan tiene algunas fallas —resaltó Alix, con una pequeña sonrisa y dándole una nueva palmada en la mejilla, comenzando a acariciarla y bajando la mano hacia una zona especial en el cuello de Adrien—. En primer lugar, debiste hacer antes lo de buscar departamentos; si te planeas ir en estos días déjame decirte que vas muy justo de tiempo.
El rubio apretó los labios y comenzó a ronronear de forma inconsciente al sentir las uñas de Alix rascando su cuello.
—Si no me equivoco, trabajas de modelo para tu padre, por lo que no te estarías independizando de él, aunque te vayas de tu gran mansión —le recordó Alix, rascando al rubio en aquella zona y disfrutando de la expresión de bobo en su rostro—. Tendrías que buscar otro trabajo de modelo.
—Sí... Aunque tampoco es que lo disfrutase mucho —dijo Adrien, mordiéndose el labio inferior y entrecerrado los ojos, tenía el rostro rojo y no podía dejar de ronronear ante las caricias de su amiga—. Pero se paga bien.
—Podrías hacerlo por un tiempo hasta encontrar otro —sugirió Alix, sonriendo y quitando la mano que tenía en el cabello de Adrien—. Un momento...
Los ojos de Alix se fijaron en la palma de su mano, donde pequeños hilos rubios reposaban, eran prácticamente invisibles a simple vista, pero el hecho de que estuviesen en una posición a contraluz ayudó a la joven patinadora.
—Adrien, ¿estás soltando pelo? —preguntó desconcertada, bajando la mirada hacia su camiseta negra—. Oh, mierda.
—No suelto pelo... —ronroneó el rubio, con una sonrisa y los ojos cerrados.
—Sí lo haces —declaró Alix, frunciendo el ceño y empujando al héroe gatuno hacia la izquierda, haciéndolo caer sobre su cama. Procedió a sacudirse la camiseta de inmediato, pero los pelos dorados de Adrien estaban tan pegados que no caerían con algo tan simple—. ¡Tragapelos, era mi favorita!
Adrien soltó una pequeña risa y cerró los ojos, era reconocible que no se encontraba del todo bien, pero con todo lo ocurrido en tan pocos días, ¿quién podría seguir su vida sin secuelas?
Alix negó con la cabeza y se dirigió hacia el armario de su habitación, tomó la puerta corrediza y la hizo a un lado para proceder a tomar ropa nueva de colores claros. Descolgó una sudadera con capucha y tomó un short de mezclilla algo roto y desteñido.
—Garras fuera —pronunció Adrien desde su cama.
Movió la cabeza para observar de reojo a su amigo rubio, que abrazaba sus piernas y se encogía entre sus sábanas.
—Sí que te ves mal, niño —oyó decir a Plagg—. ¿Tienes queso?
Comenzó a reír por lo bajo y cerró el armario.
—Plagg, tengo queso en la cocina —dijo Alix, caminando hacia la puerta de su habitación y apoyándose a un lado de esta, poniendo una mano en la cadera.
—¿En serio? ¿Es camembert? —preguntó el kwami, dirigiéndose hacia ella.
—Sí, está en el refrigerador, toma todo lo que quieras. —Alix abrió la puerta y esperó.
—Gracias, me caes muy bien.
Plagg salió de la habitación y Alix cerró la puerta, dejando que, en el interior, solo existiera una paz y tranquilidad que, estaba segura, le vendría bien a Adrien.
—Gracias, a veces no sabe cuándo dejar de hablar —comentó Adrien, dándole la espalda y observando por la ventana de la habitación de Alix, no se había movido y mantenía sus piernas abrazadas.
—De nada, Tragapelos.
Alix tomó la silla de su escritorio y se sentó mientras observaba por la ventana, su mirada viajó por segundos hacia su amigo rubio y decidió aprovechar el momento en el que se encontraba de espaldas.
Se quitó de inmediato la camiseta negra y la lanzó hacia un lado, esperando que cayera en el cesto de ropa sucia. Tomó la sudadera y comenzó a ponérsela con calma, levantándose de la silla para extenderla lo máximo posible. Aprovechó que le llegaba hasta la mitad de los muslos para bajarse el pantalón y ponerse el short de mezclilla.
—Creo que tendré que sacar la ropa —suspiró Alix, llevando el pantalón al cesto y procediendo a meter todo aquello que estuviese por fuera, incluyendo calcetines y una que otra ropa interior—. Adrien, ¿estás despierto?
El silencio y la respiración calmada del rubio le indicaron lo contrario.
Alix se acercó con cuidado y sin hacer mucho ruido, puso una mano en el hombro del rubio e inclinándose, verificó que Adrien se encontraba en un sueño profundo, y tragando saliva, acercó su rostro, dejándole un beso en la sien y acariciando su cabello.
—Duerme, gatito —susurró la patinadora.
Alix volvió a su posición normal, tomó el cesto de su ropa y salió en silencio de su habitación, cerrando la puerta y comenzando a caminar por el pasillo.
—Fluff —llamó la de cabello fucsia, llegando a la sala.
—¿Sí, Alix? —respondió la kwami conejo, comiendo una zanahoria en el sofá, debajo tenía un pequeño trapo donde reposaban algunos envoltorios de galletas y dulces con el sabor de la verdura.
—Voy a ponerme a lavar esto, cuida que Plagg no se acabe el queso.
—Está bien, pero creo que tendríamos que salir a por más, ese gato es todo un tragón —dijo Fluff, terminando la zanahoria y dirigiéndose a la cocina por más.
Alix cruzó la sala hacia el siguiente pasillo y caminó un par de metros más, pasó la puerta del baño y se metió en la siguiente. El cuarto de limpieza tenía acceso a una terraza en el patio interior donde podías poner a secar la ropa, sin embargo, no la necesitaba, ella ya tenía una secadora.
Se dispuso a sacar la ropa de la cesta y comenzó a separar la blanca de los colores, no estaba dispuesta a lucir camisetas rosas otra vez. Una vez tuvo un recipiente más pequeño con la ropa, procedió a meterla en la lavadora.
—All the worlds we don't say, and the look on your face —comenzó a cantar Alix, terminando de poner la ropa. Se sentó sobre la lavadora y cerró la tapa con los pies mientras ponía el detergente y suavizante.
Escuchó una notificación llegar a su teléfono móvil que cargaba en la sala y se bajó una vez encendió la lavadora.
—¡Fluff, mira quién me habla! —pidió Alix, dejando la ropa blanca para el final y saliendo del cuarto de lavado.
—¡Es Nathaniel, está abajo! —avisó Fluff desde la sala.
—¡Que toque el timbre del tercero segunda!
Alix caminó hacia la puerta de su departamento y solo esperó a que Nathaniel tocase el timbre.
Nathaniel subió las escaleras con calma, observando con suma curiosidad el orden y limpieza que reinaba en aquel bloque de pisos. El suelo lo reflejaba de forma perfecta y las escaleras eran de madera pulida, incluso le dio algo de vergüenza poner la mano.
Avanzó por los últimos escalones y se detuvo en el tercer piso, cada uno tenía cuatro puertas blancas y un ascensor. La escalera se ubicaba justamente a uno de los lados, por lo que fue salir y caminar hacia la que tenía el número dos sobre la puerta.
Levantó la mano para tocar la puerta y avistó un botón a un lado, por lo que lo oprimió. Por alguna razón se sentía nervioso, el solo mirar la puerta le daba un temblor en las piernas y pequeñas gotas de sudor recorrían sus manos.
Tragó saliva al escuchar los pasos provenientes del otro lado y se puso rígido en cuánto la puerta se abrió. Alix apareció y el primer lugar en el que se posaron sus ojos fue el cabello corto y recogido de su amiga.
—Nath, Nathy —saludó la patinadora, haciéndose a un lado para que él pudiera pasar.
—Alix —devolvió el saludo de forma tímida el pelirrojo, entrando al departamento y apreciándolo por primera vez. Las paredes blancas estaban impolutas y no tenían ninguna sola mancha o rasguño, el suelo era de madera, por lo que cuando Nathaniel puso un pie encima, un pequeño rechino lo sobresaltó.
—Bienvenido a mi cueva, el piso es sensible, puedes quitarte los zapatos —señaló Alix, levantando un poco la pierna para mostrar su pie descalzo.
Nathaniel se quitó las zapatillas y quedó solo en calcetines blancos, pisando la madera con suavidad. A un lado, Alix le señaló un pequeño mueble donde podía dejar su calzado.
—¡Pasa, pasa, no seas tímido, Nathy! —exclamó Alix, lanzándose a abrazarlo por el cuello mientras cerraba la puerta—. ¿Qué te parece?
El pelirrojo no entendió del todo la pregunta, así que dijo lo primero que se le vino a la mente.
—Te ves bien —respondió el chico de ojos turquesa, recibiendo una risa de Alix y unas cuantas palmadas en la espalda.
—Me refería a mi humilde hogar —explicó Alix, caminando un poco para servirle de una especie de guía—. Vamos, te mostraré el sitio.
Nathaniel asintió y fue guiado por Alix, el departamento era grande, muy grande, el pasillo de bienvenida tenía tres puertas, la primera llevaba al cuarto de lavado, la segunda a un baño y la tercera a una habitación pequeña, seguramente para invitados.
—Esta es la sala —dijo Alix al atravesar el arco de madera que finalizaba el pasillo. Los ojos de Nathaniel estuvieron a punto de salirse de sus cuencas al ver el sofá cama de tres plazas en frente de una televisión curva y enorme. Una pequeña mesa de centro complementaba la imagen, así como unas estanterías con ciertas fotos y figuras egipcias de decoración.
—¡Oh por...! —exclamó Nathaniel, dándose la vuelta para encontrarse con el resto de la inmensa habitación. Una mesa con cuatro sillas y una entrada hacia una cocina muy bien equipada.
—Lo sé, lo sé, ¿a qué es genial? Este sitio es increíble —dijo Alix con una sonrisa, sentándose sobre su propia mesa y moviendo ligeramente las piernas.
—¿Cómo pagas este lugar? —preguntó el pelirrojo con timidez, moviéndose por la sala con cautela, temiendo romper algo por accidente.
—Mi hermano me ayuda, aunque tendré que pagarlo sola en cuanto cumpla dieciocho —respondió Alix, ladeando la cabeza y haciendo un gesto para señalar al otro pasillo—. El bello durmiente está en la última puerta.
—¿Se encuentra bien?
—Mucho mejor que antes.
Nath se sentó en el sofá y juntó las manos.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó con cautela.
—Su padre —respondió Alix, haciendo una mueca con los labios—. Adrien piensa en dejar la casa.
—Creo que nos lo dijo aquella vez en su habitación —recordó Nath, estirando los brazos y moviendo las manos sobre sus piernas.
—Esta vez va en serio, parece que se ha cansado de su padre y lo que le rodea.
—¿Dejará de modelar y asistir a todas esas clases que tenía?
—Así parece.
Nathaniel se recostó en el sofá y admiró el techo por unos segundos, moviendo los dedos y sintiendo una sensación amarga subir por su garganta e instaurarse en su boca.
—¿Ocurrió algo? —soltó de repente Alix, ganándose una mirada del pelirrojo.
—¿A qué te refieres? —preguntó Nathaniel, moviendo la pierna de arriba abajo, la luz que entraba por la amplia ventana era reflejada por el cristal de la mesa y obligó al pelirrojo a cerrar los ojos.
—Te noto muy raro, Nathy —apuntó Alix, bajando de la mesa y caminando hacia el sofá—. ¿Ocurrió algo entre ustedes dos?
Unos pasos provenientes del pasillo hicieron que ambos se fijaran en un somnoliento Adrien, que arrastraba los pies y apoyaba las manos en la pared.
—No ocurrió nada, Belle —respondió Adrien con una pequeña sonrisa y estirándose como si hubiese dormido por al menos diez horas—. Nath y yo estamos bien.
—Sí, sí, es eso —complementó Nathaniel con rapidez, enviándole un gesto de agradecimiento a su amigo.
—Bien, me alegro, no me gusta la idea de que ustedes se peleen —comentó Alix, acercándose a Adrien para tocarle la mejilla y observar sus ojos—. Después de todo, los dos se hacen mucha falta.
—¿Por qué lo dices? —inquirió Nath.
—Si Adrien nunca hubiese sido tu amigo, seguiría usando esa estúpida máscara de santurrón con todo el mundo —señaló Alix, dándole un golpecito a Adrien en la mejilla y girándose para ver al pelirrojo—. Y tú seguirías siendo el chico tímido e invisible que solo se juntaba con Juleka, Rose y conmigo.
—¿Debería sentirme ofendido por lo de santurrón?
—Yo tendría que sentirme así por lo de invisible —comentó el pelirrojo, soltando una pequeña risa.
El ambiente en el departamento de Alix mejoró tras aquello, lo que les permitió ponerse cómodos para iniciar con el asunto importante que había obligado a Nathaniel a dejar su soplo artístico en un parque lejano.
—Entonces, Adrien, ¿qué vas a hacer? —preguntó Nathaniel, observando a su amigo moverse de forma nerviosa por la sala.
El rubio se detuvo y dio una respiración profunda.
—Lo primero, es ir a casa y volver a hablar con mi padre —explicó Adrien mientras se llevaba una mano al mentón y bajaba la mirada hacia el suelo—. No sabe de Cindy y debo hacer que la acepte.
—¿Y luego? —inquirió Alix, sentada al lado de Nathaniel mientras abría un paquete de chicles
—Tendré que independizarme.
Adrien entró por la ventana de su habitación y la cerró con lentitud para intentar no hacer ningún ruido. Decimos intentar porque falló estrepitosamente, pues al cerrar la ventana, tiró un recipiente con perfume que se hizo pedazos en el suelo.
—Merde —masculló el rubio envuelto en su traje negro—. Plagg, garras fuera.
La transformación se deshizo y Adrien se apresuró a ir hacia la puerta de su habitación para escuchar el pasillo. No hubo pasos en su dirección, por lo que se apresuró a intentar limpiar su desastre.
—Con cuidado, te vas a cortar un dedo —aconsejó Plagg, yendo hacia su cajón favorito para bañarse en sus trozos favoritos de queso.
—Claro que no —reclamó Adrien, chasqueando la lengua al ver el desastre y dirigiéndose nuevamente hacia la puerta—. Iré por algo para limpiar esto.
—¿Sabes limpiar? ¿O tendrás que traer a una criada? —preguntó Plagg, asomándose por el cajón mientras le daba un par de mordiscos al camembert.
—Muy gracioso, por supuesto que sé limpiar —contestó Adrien, cerrando la puerta y dirigiéndose de inmediato hacia la cocina para llegar al área de servicio de la mansión.
Bajó por las escaleras y llegó a la sala, todo estaba exactamente igual a cuándo se fue. Las cosas de su padre se apoyaban en uno de los muebles y los cuadros de arte de exposición estaban descolgados y apilados en una de las esquinas.
Avanzó por el amplio salón y entró a la cocina, los platos del desayuno todavía seguían apilados junto a las tazas y cucharas de alta calidad. El lavavajillas debía estar puesto desde hace un par de horas, pero Nathalie no lo había hecho, y él tampoco.
En primer lugar, ni siquiera sabía cómo se encendía esa cosa, pero no lo admitiría en voz alta, porque Plagg obtendría otro motivo para molestarlo.
Pasó de largo la cocina y caminó hacia una de las esquinas, donde estaban los artículos de limpieza. Solo las usaban las criadas y Nathalie cuando se aburría. Adrien tomó la escoba y la movió de un lado a otro.
—¿Acaso...? —mencionó con una pequeña sonrisa en los labios, agilizando el movimiento en su muñeca y girando la escoba como si fuera su bastón de Chat Noir—. No está mal, aunque algo pesada por obvias razones.
Escuchó la puerta principal abrirse y detuvo la escoba, los pasos rápidos y pequeños de Cindy no tardaron en hacerse notar, por lo que se dirigió a recibir a la pequeña niña que adoptó como hermana.
—¡Hermano! —saludó la pelinegra, lanzándose sobre Adrien nada más verlo y llevando a este al suelo.
—Auch, cada día pesas más —sonrió Adrien, abrazando a la niña y acariciándole el cabello—. ¿En dónde estuviste hoy?
—Cindy se sintió con fiebre y la llevé a la clínica —explicó Nathalie, cerrando la puerta y cruzándose de brazos, sus ojos analíticos se movieron a través de la habitación y se llevó los dedos al puente de la nariz—. Tú padre ya está aquí.
No fue una pregunta, sino una afirmación, lo que hizo que Adrien asintiera y apretase más a Cindy contra su pecho.
—No ha sido bonito el encuentro —murmuró Adrien mientras se inclinaba para depositar besos en la cabeza de Cindy, la niña respondía con risas a las expresiones de afecto del rubio.
—¿Qué fue lo que te dijo? —indagó la mujer con el cabello teñido, apretando los labios y preparándose para recibir una de las peores noticias en mucho tiempo.
—Me dijo que no había asistido a sesiones programadas... clases... Básicamente que mi vida normal se había acabado —respondió Adrien, sintiendo su garganta cerrarse cada vez que intentaba explayarse sobre las palabras de su padre.
—Dios, no puede ser... —suspiró Nathalie, llevándose la mano del puente de la nariz a la frente y cerrando los ojos.
—Nathalie, ¿tú sabías de esas sesiones? —preguntó Adrien, acariciando el cabello de una ignorante Cindy que palabreaba sin parar sobre su visita al doctor.
—Claro que sí, pero no sé como pude olvidarlas —respondió Nathalie con sinceridad y una expresión de preocupación en su rostro, acercándose a ambos y envolviéndolos en un abrazo grupal.
Adrien observó la expresión de la mujer y agachó la cabeza, si tuviera orejas de gato las habría bajado por completo.
—Entiendo que tuvieses la cabeza en otro lado... Estos días han sido difíciles para todos...
—¡Sí! ¡Difíciles! ¡En especial cuando tienes fiebre! —exclamó alegremente Cindy, dando saltitos y mientras Adrien le seguía brindando cariños.
—Cierto, ¿qué tenía Cindy? —preguntó Adrien, intentando cambiar el tema anterior por uno que incluyese a la niña entre sus brazos.
—Tenía fiebre alta, dolor de cabeza y de huesos —explicó Nathalie, apretando los labios y pasando una mano por el cabello azabache de la niña—. El doctor la revisó y en general no tiene nada grave, se recuperó con un par de medicamentos, aunque...
—¿Aunque...?
—Dice que vio algo raro en ella, por lo que le hicieron unos análisis con resultados algo... confusos —mencionó la mujer adulta, enarcando una ceja mientras apoyaba las manos en sus caderas.
—Bueno, eso da igual, después de todo, ya está bien —sonrió Adrien.
Un par de pasos se oyeron por la escalera y dejó a todos congelados, bueno, a Cindy no, porque observaba con ojos curiosos al hombre de aire importante que bajaba por las escaleras.
—¿Qué está ocurriendo aquí? ¿Y quién es esta niña? —preguntó Gabriel, con el rostro serio y la mirada posada en Nathalie—. Sabes que no aceptamos indigentes para limosnas.
—¡No soy una indigente! —exclamó Cindy, soltándose de los brazos de Adrien para dirigirse de forma alegre al pie de la escalera—. ¡Soy Cindy!
—¿Quién se supone que es Cindy? —masculló Gabriel, observando nuevamente a Nathalie.
—Señor Agreste, déjeme explicárselo —dijo Nathalie, yendo hacia Cindy.
—Necesito algo más que una explicación, Nathalie —siseó Gabriel, apretando los puños—. Tampoco has hecho bien tus funciones...
Mientras los reclamos de parte de Gabriel a Nathalie incrementaban, Adrien se quedó quieto, intentando procesar la escena. La casa siempre se había sentido fría y silenciosa, de todo menos un hogar, había formado lazos con todo aquel que se le acercase y pudiera reemplazar lo que no tenía.
Por esa misma razón apretó los puños y los dientes, afilando su mirada mientras caminaba hacia su padre, no iba a permitir que le siguiera hablando de esa forma a la mujer que consideraba su madre.
Habitación de Adrien - 21:00:
Adrien abrió los ojos de nuevo y observó su habitación, las estanterías estaban medio vacías y con cajas a su alrededor. En el centro y al lado de la ventana reposaba una montaña de ropa que se encargaría de arreglar luego. Se sentía cansado, muy cansado, pero al mismo tiempo, vivo.
Nunca se había sentido tan vivo como hasta ese momento.
A su lado, las sábanas se revolvían mientras Cindy se apresuraba a abrazarlo y subirse encima. Había sido duro para ella escuchar la fuerte discusión de hace un par de horas. No quiso salir de su habitación y estuvo decidida a hacerle compañía todo el día. Incluso tuvo que cuidarla cuando recayó en la enfermedad que parecía afectarla.
—¿Estás bien? —preguntó Adrien, acariciando el cabello negro de la pequeña al sentir que ella afianzaba el agarre alrededor de su cintura.
—Sí... —musitó Cindy, su cuerpo aún temblaba y daba pequeños hipidos que Adrien intentaba calmar.
—Intenta dormir —aconsejó Adrien, acariciando la espalda de Cindy y decidiendo cerrar los ojos para acompañarla en su sueño.
—Hermano... —susurró Cindy, apoyando su húmeda mejilla en el pecho del rubio—. ¿Por qué el abuelo no me quiere?
—Es un hombre muy complicado —respondió Adrien, suspirando y acariciando su cabello—. No lo pienses mucho, y duerme.
—¿Mañana podemos hacer algo divertido?
Adrien pensó la pregunta y alzó la mirada, mañana tenía pensado llamar a Alix y Nathaniel para que lo ayuden a buscar un nuevo lugar para él. Si tenía suerte, lograría que la familia de Alix lo ayudase en el tema burocrático.
—¿A dónde te gustaría ir? —preguntó Adrien.
—Quiero visitar las catacumbas —pidió Cindy, acurrucándose más en el pecho de su hermano adoptivo y subiendo las mantas.
—Eso no es algo adecuado para una niña... —reflexionó el rubio, pero luego se puso a pensar en que podría llevar a Cindy con sus amigos, y sabiendo que Alix estaría allí, las catacumbas tampoco eran una mala opción—. Pero creo que podremos ir.
Cindy sonrió y alzó un poco los brazos.
—Muchas gracias, te quiero.
Y con aquellas últimas palabras, Cindy se durmió sobre su pecho. Adrien sonrió y repasó en su cabeza por quinta o sexta vez todo lo ocurrido aquel día. La discusión con su padre, el hecho de haber defendido a Nathalie y, sobre todo, contarle la verdad sobre su propia vida.
—Ahora solo mantengo piano, esgrima y chino —susurró Adrien, sonriendo y subiendo un poco más las mantas para poder dormir—. Mañana será un mejor día...
Felicia abrió la puerta de su lujoso departamento y se quitó el traje, las horas de regreso fueron más tranquilas debido a que Colt no dejaba de parlotear sobre la joya recuperada del bolsillo de Kingpin. La mujer sentía que aquel chico ocultaba mucho más de lo que mostraba a simple vista, pero respetaba eso, después de todo ella era una ladrona cuya tapadera era ser agente del FBI.
—Y no me dejó llevarme nada —musitó por lo bajo mientras dejaba el traje a un lado y caminaba desnuda por la cocina y su amplia sala. Un televisor de más de cuarenta pulgadas se encendió y comenzó a pasar las noticias.
Se sentó en el sofá como un ejemplar felino y procedió a relamerse con cuidado las manos, su mirada se posó de inmediato en la televisión al ver la imagen del rascacielos destruido desde una vista aérea.
La empresa dueña del terreno del edificio lo acaba de vender a una empresa americana. El nombre de dicha empresa es Industrias OSCORP, que presentará un proyecto en los próximos días relacionado a su plan de expansión por Europa.
Felicia comenzó a reír al escuchar aquello y se recostó en su sofá, tomando un teléfono disponible en la mesa del centro, la pantalla era tan delgada y fina como una hoja de cristal, y proyectó una imagen cuando la mujer pasó dos dedos por encima.
—Felicia al habla, parece que todos están viniendo aquí —comunicó por voz hacia un destinatario desconocido—. Es posible que estén siguiendo los pasos de Kingpin.
Al segundo de hacerse pública la caída del señor del crimen, la tasa en Nueva York se disparó exponencialmente, sacando a la luz cientos de criminales, mafiosos, dueños de empresas cuestionables y medianamente ilícitas que buscaban ocupar el lugar que dejó Fisk.
—Díganle a Jessica que debemos movilizarnos primero —culminó la comunicación Felicia, dejando el dispositivo móvil a un lado y estirándose en la comodidad de su sala—. OSCORP va a venir, veamos cómo le salen las cosas a nuestro trío de amigos.
Adrien se despertó con un fuerte dolor en el pecho, era raro, como si algo muy pesado estuviese sobre él y lo presionase hacia abajo, hundiéndolo en su carísimo colchón. Todavía tenía los ojos cerrados, por lo que no identificaba que podía ser.
Le costaba despertarse, normalmente se tomaba unos diez minutos antes de poder siquiera caminar al baño a poder lavarse y estar listo para el día. Si no lo hacía, era que se había quedado sentado sin hacer nada por un buen tiempo.
Llevó las manos hacia la zona del dolor y fue allí donde recordó que había dormido con Cindy, por lo que se calmó y supuso que la niña en algún momento se escaló demasiado sobre él.
—Cindy, bájate... —balbuceó aún dormido Adrien, palpando lo que debía ser la espalda de la niña.
—Cinco minutos más...
Adrien se alarmó al escuchar aquella voz y su corazón comenzó a latir como un loco, similar a despertarse en medio de una pesadilla, la sensación de que está por salirse de tu pecho y tu cuerpo se estremece junto a tu corazón es desagradable.
—¿Cindy? —probó Adrien de nuevo, empezando a abrir los ojos y notar que todavía veía borroso, intentó parpadear varias veces para aclarar su visión, pero no estaba funcionando.
—Dije que cinco minutos más... —respondió una voz más adulta de la que recordaba, por lo que se incorporó lentamente y sintió su visión aclararse mientras respiraba con agitación.
Cuando finalmente su vista se aclaró, se le cerró la garganta y las manos le temblaron, frente a él no se encontraba la niña que durmió con él y que lo abrazaba de forma efusiva. Ahora, había una joven que aparentaba su edad y solo era cubierta por las sábanas edición limitada de Chat Noir.
—¿Cindy? —preguntó por tercera vez Adrien, esperando que todo aquello fuese un sueño, un mal sueño.
—Hermano, ya te he dicho que cinco minutos más —respondió la joven de mal humor, mostrando sus ojos y facciones de forma más clara, era como si la pequeña Cindy se hubiese transformado en su versión adolescente de un momento a otro.
Adrien intentó procesarlo todo y casi colapsa, de hecho, estaba seguro de que la situación le provocaría un paro cardíaco, por lo que intentó calmarse y estiró la mano para tomar su teléfono.
Iba a tener que reunirse con los chicos, de forma urgente.
Fin del capítulo
Este ha sido el segundo capítulo del primer arco, el siguiente a este acabará con lo que yo llamo "La Transición" y entonces podremos empezar de lleno con los actos de esta nueva parte de la historia, espero les guste como la estamos llevando, los personajes y en como nos vamos a centrar en alguno que otro nuevo a partir de ahora.
Sin nada más que decir, os veo en el siguiente capítulo.
