Bien, tercer capítulo y espero que sea el último de la transición. He estado probando por mi cuenta nuevas formas de mejorar mi narrativa para el inicio del segundo arco. Es decir, momentos en primera persona o desde el punto de vista de un personaje ajeno a las escenas. Espero les guste este capítulo, ya que he intentado de la mejor forma posible explicar algunas cosas y revelar otras que tenía en mente.
"Es mejor una verdad cruel que una ilusión agradable"
—Edward Abbey
Nathaniel se extrañó al recibir esta vez un mensaje de Adrien, todavía era temprano y ni siquiera le había dado tiempo a desayunar, pero su amigo le convenció que podrían invadir por un momento la cocina de Alix para hacer algo sin quemar la casa.
Salió de su habitación mientras se vestía con una camiseta y bajó al primer piso, allí estaba Laura con un plato de crepes y una taza de café, sentada mientras intentaba usar un tenedor para poder comer su desayuno.
—Buen día —saludó el pelirrojo, levantando con suavidad la mano y recibiendo un gruñido corto en respuesta. Laura casi no había hablado desde que llegó con ellos, solo se limitaba a dar gruñidos u hacer otro tipo de sonidos para intentar comunicarse.
—Nath, hijo, el desayuno está listo —le avisó su madre, saliendo de la cocina con un plato humeante repleto de crepes que le hizo agua la boca—. Por cierto, ayer revisé y tenemos muchos kilos de carne en el congelador, ¿te parece si el fin de semana hacemos algo?
Al oír la palabra carne, algo en su interior se revolvió.
Laura pareció compartir su reacción, pues esta sonrió y asintió varias veces con la cabeza en dirección a su madre. Ahora debían sumar la carne a la lista de comidas que la pelinegra aceptaba comer por cuenta propia.
—No puedo quedarme a desayunar, mamá, iré al departamento de Alix, parece que algo ha ocurrido —respondió Nathaniel, mordiéndose la lengua y sintiéndose mal al ver el tierno puchero que adornaba el rostro de su madre—. Mamá...
—Al menos dime que sí a lo del fin de semana —refunfuñó su madre, sentándose a la mesa y dejando el plato hecho frente a Laura, que sonrió ampliamente y se los sirvió de inmediato.
—Claro, mamá, eso estaría bien —sonrió Nathaniel, acercándose y plantándole un beso en la frente mientras le acariciaba las mejillas—. Ya tengo que irme.
Ambos se miraron a los ojos y la mujer le tomó dos mechones largos del cabello, tirando de ellos con una sonrisa.
—Tienes el cabello largo —comentó su madre, sonriendo ampliamente y llevándose una mano al bolsillo de su delantal rojo para tomar una pequeña goma elástica y mostrársela—. Creo que es el momento.
Nath se puso rojo hasta las orejas y desvió la mirada, Laura le sonreía con burla y utilizaba sus garras para empalar las crepes y metérselas en la boca de golpe.
—Eh, no, creo que estoy bien —dijo con rapidez, levantándose y caminando hacia la puerta para salir de su hogar.
—Alto ahí, jovencito —ordenó su madre.
—Pero, mamá.
—Llévate a Laura.
Aquella oración dejó desconcertado a Nathaniel, que, sosteniendo el pomo de su puerta, dio media vuelta y enarcó una ceja debido a la sorpresa.
—¿Cómo?
—Llévala contigo, le hará bien salir y dejar de gruñir —expresó su madre mientras movía los ojos hacia la susodicha pelinegra que terminaba de desayunar y se levantaba de la mesa—. Laura, ve a cambiarte y guarda esas garras.
Laura mantuvo la boca cerrada y reprimió un gruñido, retrayendo las garras hacia su interior y lanzándole una mirada a Nathaniel antes de subir por las escaleras hacia su habitación.
—Mamá, ¿y si se pierde?
—No es un perro, es tu nueva hermana, por lo que trátala bien —sonrió la mujer de forma radiante, sentándose de nuevo y apoyando la cabeza entre sus manos.
—Está bien —respondió Nath, apoyando la espalda al lado de la puerta para esperar a Laura. Se preguntó internamente si había funcionado la clase rápida de Alix o era su madre la que se había dedicado a vestirla en esos días, no tenía confianza en que pudiera hacerlo sola sin destruir la ropa de forma inconsciente.
—Ayer vi una película con Laura, se durmió a la mitad —comentó su madre.
Nath soltó una pequeña risa y se llevó las manos a los bolsillos, mirando hacia la sala e imaginándose la escena. Él se la había pasado haciendo dibujos nocturnos en su habitación, retratando todo lo ocurrido en esos días en una serie de ilustraciones que adornaban todo el final de un sketchbook y lo cerraban con broche de oro.
—¿Cuál era? —preguntó por curiosidad Nathaniel.
—Buscando a Nemo.
—No le voy a perdonar el dormirse en medio de una de mis favoritas —respondió ofendido el pelirrojo, cruzándose de brazos y escuchando una inhalación de sorpresa proveniente de su madre—. ¿Qué?
—Pensé que tu favorita era Anastasia.
—¿Por qué sería Anastasia?
Su madre lo miró fijamente y Nathaniel se sintió como un estúpido cuando ella señaló el color de cabello de ambos.
—Eso es algo muy específico, mamá —replicó el pelirrojo.
—De pequeño dijiste que me parecía y por eso te gustaba —le recordó su madre.
—Mamá, ¿acaso escapaste de casa, te quedaste amnésica, te cambiaste de nombre, y te confundieron con una duquesa? —preguntó Nath con ironía.
—Dos de cuatro —respondió su madre con naturalidad, dejándolo boquiabierto y ladeando la cabeza como un cachorro confundido.
—¡Mamá! —pronunció sorprendido.
—¿Qué? Para tu información, tenía una vida ajetreada antes de conocer a tu padre.
—Mejor no me la cuentes —se anticipó el joven pelirrojo.
Las escaleras sonaron cuando Laura comenzó a bajar por ellas con rapidez, sin miedo alguno a caerse y terminar estampada como una mosca en el suelo.
—Mira, ya está lista —señaló su madre, sonriendo orgullosa al ver el vestuario que Laura llevaba encima. Nathaniel ladeó la cabeza e hizo una mueca al reconocer mucho del estilo de Alix en esas prendas, esa chica siempre se salía con la suya.
—Sí... Ven, Laura, nos vamos —llamó Nath, abriendo la puerta y dejando espacio para ella. Laura caminó hacia él y le dio un gruñido amistoso, o al menos eso parecía.
El pelirrojo le dio una última mirada a su madre, que le saludó con la mano y sonreía de forma dulce, aunque era más que seguro que aquella mujer que lo crío se estaba carcajeando por dentro.
Alix abrió la puerta de su departamento y se llevó las manos a la cadera, estuvo esperando a sus amigos durante quince minutos desde que le avisaron que se encontraban en camino. Su primer pensamiento era que al ser algo de suma importancia, Adrien entraría por su ventana vestido de Chat Noir y le explicaría la situación mientras intentaba coquetear de forma infructuosa.
Y ahora, viendo la extraña presentación en la puerta de su departamento, prefería casi al noventa por ciento que el idiota rubio entrara por su ventana.
—Creo que esta es la situación que vienes a explicar —señaló Alix, moviendo los ojos a un agitado y nervioso Adrien que se llevaba las manos a los bolsillos de su chaqueta, los días en París no perdonaban y al ser muy temprano, el frío todavía se palpaba hasta en la más mínima respiración.
—Sí, pero antes, ¿tienes la caja fuerte que te llevaste de su oficina? —preguntó el rubio, exhalando y distrayéndose por algunos segundos con su propio aliento visible desapareciendo en el aire.
Alix suspiró y se llevó una de las manos a la frente, el frío poco a poco se filtraba en su departamento y el hecho de que llevase las piernas desnudas no le ayudaba en nada a retener el calor.
—¡Eh, rubia de bote! —llamó ella mientras chasqueaba los dedos, obteniendo de nuevo la atención de su amigo, y de la persona que lo acompañaba—. Tengo esa caja fuerte, ¿por qué?
Adrien no hizo ningún gesto adicional, solo movió la cabeza hacia su acompañante y Alix finalmente se fijó en ella. La chica tenía un cabello negro azabache sedoso y lacio, y pequeños rasgos asiáticos repartidos en sus ojos y labios.
—¿Quién es ella? ¿Tu nueva conquista? —preguntó Alix de forma juguetona y llevando las manos a la cintura de Adrien para intentar picarle con los dedos y molestarlo. Aunque la chaqueta gruesa que llevaba funcionaba de traje protector.
El rubio tuvo una reacción que ella no esperaba, sinceramente, quería ver aquellas mejillas blancas tiñéndose de rojo y las manos siempre seguras de Adrien temblando como un robot mal programado. Pero ocurrió algo diferente, la expresión del rubio se volvió incómoda y negó varias veces con la cabeza.
—No, claro que no —respondió Adrien, llevando una mano hacia la chica que observaba el propio pasillo del complejo con suma curiosidad, aunque ninguno sabía por qué—. Ella es mi hermana.
El rubio puso una mano en la espalda de la pelinegra y ella se volvió a centrar, se acercó y ladeó la cabeza mientras extendía la mano.
—Soy Cindy Agreste, un gusto —se presentó de forma dulce y amable, tanta que Alix pensó en ir al hospital de inmediato a hacerse unos análisis para descartar la diabetes. Aquello no era posible y tenía que ser una mala broma.
—Un gusto, Alix Kubdel —respondió al saludo mientras su mirada viajaba de Cindy a Adrien—. Adrien, ¿qué es esto?
El rubio cambió el peso de una pierna a otra y llevó una mano al hombro de Cindy, la adolescente sonrió ante el contacto y abrazó a Adrien por la cintura mientras apoyaba la cabeza en su hombro. Alix mantenía los ojos bien abiertos y se llevó una mano a la boca, incapaz de creer la escena.
Cindy era una niña, hasta hace unos días era una simple niña que vio por primera vez en la Mansión Agreste, recordaba lo ligera que era y lo feliz que parecía al ver que Adrien llevaba amigos a casa.
—¿Cómo...? —preguntó Alix, observando fijamente a Adrien y pidiéndole una respuesta a aquel rostro tan confuso que solo balbuceaba respuestas ininteligibles y no podía explicar la situación.
—No lo sé... Pero, creo que Kingpin tiene algo que ver con esto —musitó el rubio, soltando aquel nombre que ambos intentaban enterrar—. Por eso también llamé a Nath, él vio lo que pasó antes de que el edificio se viniera abajo.
Alix asintió con desconcierto y sintió que sus piernas temblaban debido a la impresión y el frío, por lo que se hizo a un lado y dejó que ambos entrasen al departamento.
—Gracias, Belle —mencionó Adrien con una pequeña sonrisa mientras se quitaba la gruesa chaqueta y la colgaba en el perchero a un lado del área de limpieza de la casa. Cindy siguió su ejemplo y se quitó el abrigo blanco para ponerlo justo al lado, en verdad parecía tenerle mucho cariño a Adrien.
—De nada, rubiecita —sonrió Alix, caminando hacia la sala de su pequeño hogar, siendo seguida por la curiosa Cindy que ladeaba la cabeza para intentar ver bien cada rincón.
—Es muy bonito —dijo la pelinegra una vez llegó a la amplia sala del departamento, Alix entonces pudo ver mejor que Cindy llevaba puesta una amalgama de prendas que seguro pertenecían a Adrien. Los pantalones le quedaban pequeños y se le pegaban demasiado, y la camisa era ancha y parecía más una bata que otra cosa.
Adrien llegó luego de quitarse las botas y quedar en calcetines blancos, llevaba un jersey que parecía rasgado en los brazos y su pantalón holgado y blanco era de pijama. Alix paseó su mirada de pies a cabeza y aguantó una risa.
—¿Qué? ¿Viste algo que te gustó? —preguntó el rubio, recuperando de nuevo su actitud de siempre, al menos para ella, se había acostumbrado a tratarse así con Adrien.
—Se te pegaron mucho las sábanas o en verdad tenías prisa —comentó Alix, observando por fin la expresión avergonzada en el rubio—. El guapo Adrien Agreste caminando en pijama por las calles.
—Sí, ríete —soltó Adrien, haciendo un puchero y sentándose en el sofá.
—Lo siento, lo siento —dijo entre risas la patinadora, dándose la vuelta y notando la mirada de Cindy viajando entre ambos—. ¿Qué ocurre, Cindy?
—Ustedes dos se llevan muy bien —comentó la pelinegra, acercándose y sonriéndole ampliamente—. Me agradas, Alix.
—Ah, pues gracias —sonrió la de cabello fucsia, dándole unas palmadas a Cindy en la espalda—. Ahora espera junto a Adrien, voy a traer algo.
Alix le hizo un par de señas al rubio para comunicarle que iría por lo más importante, no supo si este le entendió o no, pero no se quedaría a comprobarlo, por lo que comenzó a caminar hacia su habitación mientras sentía una mirada posada en su retaguardia.
Si seguía así, le iba a echar limón en los ojos a ese sucio gato.
Abrió la puerta y fue recibida de pronto por Fluff, que flotaba a su alrededor y comía una pequeña zanahoria.
—Fluff —saludó Alix, pues cuando salió a hacer su rutina matutina de ejercicios la kwami todavía estaba dormida y balbuceaba sueños sobre posibles futuros llenos de zanahorias.
—Alix —saludó de regreso la coneja, terminando su zanahoria y dirigiéndose a la puerta—. ¿Está Plagg aquí?
—Adrien está, ¿puedes sentir la presencia de su kwami? —inquirió Alix mientras se agachaba y metía las manos debajo de su cama, tomando un bulto envuelto con un par de mantas.
—Algo así —respondió Fluff.
—Si sales, ten cuidado, también está la hermana de Adrien —advirtió Alix, manteniendo la constante preocupación sobre lo que le pasó a aquella tierna niña que le gritaba cosas lindas a su hermano mayor.
Al no escuchar respuesta, supuso que Fluff ya se había ido a hacer de las suyas, por lo que, aplicando un poco de fuerza, logró sacar la caja fuerte. Cargarla no fue difícil, usó la técnica apropiada y debido a la fuerza en sus piernas, le resultaba tan sencillo como sostener una pluma con su nariz.
Volvió a la sala con la caja fuerte entre sus brazos y se detuvo un segundo para admirar a Cindy persiguiendo a Fluff de forma amistosa, parecía que su mente se había quedado en la edad de una niña o maduraba de forma más lenta, incluso la había olvidado.
—Plagg, ten cuidado con robarle algo a Alix —escuchó que Adrien le advertía a su kwami, que apareció en su campo de visión mientras se dirigía a la cocina.
—Tranquilo, Plagg tiene todo un lugar lleno de queso solo para él —le explicó, apareciendo del pasillo y sonriendo con la caja fuerte a plena vista, había dejado las mantas en la habitación, no quería que Adrien se enterase de gustos infantiles.
—Le estás dando mucha confianza —advirtió el rubio, alzando las manos y sonriendo—. Entonces, esa es la caja, ¿la pudiste abrir?
—No, pero sé de alguien que quizá si pueda —respondió lanzándole una mirada divertida.
—No será problema, pero primero esperemos a Nathaniel —decidió el rubio, recostándose en el sofá de Alix y cubriéndose los ojos con el brazo.
Alix dejó la caja fuerte en la mesa y se sentó en una silla, teniendo una pierna encima y flexionada. Se entretuvo viendo la persecución inocente de Cindy hacia Fluff y se llevó una mano a la mejilla.
Había encontrado una mejor forma de entretenerse.
—Cindy, ven —pidió Alix con una sonrisa. La pelinegra la escuchó y echándose un par de mechones hacia atrás, caminó hacia ella.
—¡Ya estoy! —exclamó alegre, Alix sintió que aquella alegría era contagiosa, porque también se encontraba sonriendo como una boba.
—¿Te apetece un cambio de estilo?
La pregunta dejó a Cindy pensativa, pero finalmente asintió con la cabeza y Alix la tomó de la mano para llevarla hacia su habitación. Nunca le gustó jugar a las muñecas o interesarse en la moda de una forma similar a la de sus amigas.
Pero no podía dejar que siguiera moviéndose de un lado a otro con las fachas de Adrien, que tampoco le favorecían debido al extravagante gusto del rubio.
—Fluff, ya volvemos, si viene Nathaniel antes, le abres la puerta —pidió Alix, escuchando el asentimiento de la kwami desde la sala y cerrando la puerta de su habitación.
—¿Ya estás viviendo aquí? —preguntó extrañado Nathaniel cuando la puerta del departamento de Alix se abrió y se encontró a Adrien del otro lado.
—No, claro que no —respondió su amigo, aunque luego se mordió el labio inferior y apoyó la mano en la pared contigua—. Aunque no estaría mal, tendría una buena vista al despertar.
—¿De verdad no te gusta? —soltó Nath, volviendo a sentirse confundido ante la expresión de negación de Adrien.
—Ya te dije que no, Nathaniel —reafirmó su postura el rubio, haciéndose a un lado para dejarle pasar—. Entra, aunque no haga tanto frío como antes, no dejemos que se escape el calor.
—Eh, sí, sobre eso, no estoy solo —advirtió Nath, señalando a Laura, que se encontraba apoyada en la pared del pasillo para evitar que la vieran desde la puerta.
—Ah, ¿también tienes problemas?
—¿Qué? No, ¿tú sí?
—Algo así, ya te enterarás, pasen —dijo finalmente Adrien, aunque antes de darle la entrada por completo, se inclinó sobre el marco para ver a Laura—. Y tú, guarda esas garras.
La pelinegra gruñó en respuesta y amenazó al rubio estirando un brazo en su dirección.
—Ignóralo —le aconsejó Nathaniel, que la tomó del hombro y la llevó hacia la puerta. Adrien mostró una sonrisa felina y se hizo a un lado—. Y tú, deja de molestarla o algún día de estos te atravesará.
—Me declaro inocente.
Entraron al departamento de Alix y lo primero que hizo Laura fue quitarse las botas, ninguno de los dos chicos se vio en la necesidad de decirle algo, porque, aunque estos días se hubiese mostrado menos agresiva, seguía siendo una amenaza potencial para los torsos de ambos.
—¿Y tu novia? —preguntó el pelirrojo, quitándose su chaqueta para dejarla justo al lado de donde colgaba la de Adrien.
—Se encerró en su habitación con mi problema y no ha salido hasta ahora —respondió Adrien, llevándose una mano a sus hebras rubias—. Me ha dejado solo con Plagg y Fluff.
—Cierto, hasta ahora no he visto a su kwami —recordó Nath—. ¿Es igual al tuyo en personalidad?
—Gracias al de arriba que no lo es, Fluff es una bolita esponjosa de alegría y felicidad —describió Adrien, sonriendo al recordar como ella lo despertó con mucha más delicadeza que el propio Plagg—. Ya la conocerás.
—Me preocupa la reacción de Laura —comentó Nath luego de imaginar la situación.
En ese punto, ambos se dieron cuenta que seguían en la entrada, y que Laura los había abandonado para adentrarse en la vivienda de Alix.
—Por cierto, ¿cuál es tu problema? —inquirió el pelirrojo al llegar a la sala y ver a Laura sentada en alguna especie de nido improvisado hecho con almohadas y mantas.
—Eh, es complicado —musitó el rubio, comenzando a jugar con las manos mientras reía de forma nerviosa.
—Dijiste que era algo muy importante —expuso Nathaniel, recalcando la última palabra.
—Pues...
—¡Terminamos! —exclamó la voz de Alix desde su habitación.
La puerta se abrió de golpe y la patinadora salió primero, vestida de forma más casual y estirando los brazos, luego de varios minutos terminó uno de los trabajos más exhaustivos en su vida de estudiante, influir en la hermana del Agreste.
—Ese es mi problema... —señaló el rubio, tragando saliva al ver la figura de Cindy aparecer por detrás de Alix. No sabía si estar molesto o feliz, no era la primera vez que Alix se salía con la suya con algo que los relacionaba, pero esta vez involucraba a alguien más a parte de él.
—Oh por... —balbuceó Nath, quedándose boquiabierto e impresionado por lo que veía—. No puede ser...
Cindy llevaba el cabello atado y un par de mechones enmarcaban su rostro, la camiseta negra de colores violetas se ajustaba con un pantalón roto por varias zonas y que dejaban a la vista la piel cremosa de sus piernas. En los brazos llevaba mangas negras y unas zapatillas blancas que complementaban un conjunto de delincuente idéntico a los que Alix suele usar.
—Adrien, dime que esa no es...
—Sí, es Cindy —confirmó Adrien, suspirando y negando con la cabeza.
—Quizá ahora sea Alix versión dos.
—Ah, creo que el camembert tenía algo, parece que estoy viendo doble —agregó Plagg, llegando junto a los chicos y adoptando la misma expresión boba.
—¡Alix! —exclamó Fluff, uniéndose a la fiesta.
—Hermano, ¿qué tal me veo? —preguntó de forma inocente Cindy, caminando hacia Adrien con una sonrisa.
—Como una delincuente —gruñó Adrien, mirando fijamente a Alix, que sonreía sin importarle nada la expresión del rubio. Estaba claro que se sentía orgullosa por su creación y por encontrar una nueva forma de joder a Adrien.
Nathaniel por otro lado sintió que su cerebro era reiniciado, Cindy no era más que una niña hasta hace días, ¿qué diablos había pasado? ¿Cómo? ¿Cuándo? Pero mucho más importante, ¿por qué?
—¡¿Qué fue lo que pasó?! —exclamó el pelirrojo.
—Estamos por descubrirlo —respondió Alix, señalando la caja fuerte de la mesa del comedor, la cual mantenía en su interior los restos de aquella investigación realizada en el destruido laboratorio.
Nathaniel asintió, y cuando hizo el ademán de girarse para caminar hacia aquel objeto, sintió que alguien tiraba de su brazo.
—Hola —le saludó la pelinegra, acercándose a él y sonriendo con inocencia.
—Eh, ¿hola? —Ladeó la cabeza Nathaniel, confundido, después de todo ya se conocían.
Sus miradas se encontraron y como si hubiera sido la primera vez, Nath sintió un zumbido y un dolor de cabeza latente envolviéndolo. Sus ojos se mantenían conectados a los de Cindy, y recordó las palabras de Gwen en el café.
Y ante los ojos de sus amigos, soltó una única lágrima negra del ojo derecho.
Felicia abrió la puerta de su lujoso departamento y le permitió la entrada al joven rubio con mascarilla. La ladrona puso los ojos en blanco al ver tanto esfuerzo de parte de aquel tipo para ocultar su identidad, ni siquiera creía que fuera famoso o que tuviera tantos enemigos.
—Estás marcando tendencia, querido —pronunció con sorna la mujer de cabello blanco, escuchando un gruñido de parte de Colt mientras se quitaba la máscara.
—Sigue riéndote, pero todo lo que he sufrido en estos años ha dado sus frutos —respondió Colt, caminando hacia el lujoso sofá de Felicia—. Al fin he ganado.
—Ah, así que tuviste una disputa todos estos años —indagó Felicia enarcando una ceja, sus movimientos eran suaves y su caminar ni siquiera hacía ruido. Se dirigió hacia su propia barra en la cocina y tomó una botella de vino fino que debía tener más de sesenta años.
—Más que una disputa, una misión —dijo Colt.
—Bueno, tienes tiempo para contármela, señor misterioso.
Felicia caminó hacia su propio sofá, sosteniendo dos copas de vino y dejándolas en su pequeña mesa de centro, Colt ni siquiera la miró, se mantenía ocupado en el anillo que movía de un lado a otro en sus manos.
—Es una historia larga pero interesante, Felicia —susurró el joven rubio, sonriendo y lanzando el anillo al aire para atraparlo de nuevo con maestría.
—Y yo estoy muy interesada —insinuó por lo bajo Felicia, cruzando sus piernas mientras Colt se alejaba medio centímetro de ella.
—Todo comenzó con el imbécil de mi padre —inició Colt, arrugando su expresión al recordar su niñez y lo que ocurrió aquel día en el que su madre dejó la casa—. Luego de que mi madre se fue, se quedó corto de dinero.
—Entiendo lo que es tener dificultades —susurró Felicia con un rastro de empatía en sus palabras, tomando la copa de vino y dándole un sorbo.
—A los pocos días se quedó absolutamente vacío y no le quedaba más opción que vender su negocio, pero no... Eso no era suficiente —prosiguió Colt, quitándose la gruesa chaqueta y quedando solo en una ajustadísima camiseta negra. Felicia se relamió los labios y se lo comió con la mirada, el chico tenía un físico muy portentoso—. Hizo contactos con gente que no debía, ya sabes...
—Kingpin —pronunció Felicia, dándole un nuevo trago a la copa de vino.
—Hizo un trato horrible... —murmuró Colt con acidez subiendo por su garganta e inundando su lengua, apretó la mano alrededor del anillo y soltó un gruñido—. Me vendió a cambio de una generosa suma de dinero.
Felicia detuvo la copa a centímetros de sus labios y abrió los ojos con sorpresa. No se lo esperaba, sí sabía de personas o mafias en la que se comerciaba por lo bajo con infantes a cambio de dinero, armas o incluso propiedades. Sin embargo, estas redes estaban montadas por degenerados que veían a las personas como objetos.
Era terrible que el padre de Colt hiciera eso.
—Desde entonces solo viví para servir a ese gordo bastardo —escupió Colt, apretando el anillo e intentando calmar su agitada respiración—. Hasta que vi mi oportunidad, y te conocí.
—¿Debería sentirme halagada? —jugueteó Felicia, mordiéndose el labio inferior y apegando su cuerpo hacia Colt, estaba segura de que él podía sentir su estilizada figura y reaccionaría tarde o temprano.
—Ya quisieras —sonrió por lo bajo el rubio—. Esa oportunidad me dio un tiempo valioso, y pude manejar los hilos tal y como esperaba para que se hiciesen cargo de Kingpin.
—¿Tú eras la mente maestra? —curioseó Felicia, acariciando el pecho de Colt con una mano y acercando los labios a su oreja, mordisqueando el lóbulo con suavidad.
—Darme el crédito por haberlo planeado todo no es lo que quisiera, pero debo decir que fue fácil hacer que Kingpin y Aaron siguieran mi plan —se regodeó Colt, sonriendo y mirando de reojo a la peliblanca.
—¿Y qué harás ahora? —preguntó Felicia en voz baja sobre la oreja del rubio, exhalando y mordisqueándola suavemente.
—Quiero asegurarme de que los únicos miembros de mi familia estén bien —se sinceró Colt, suavizando su expresión y quedándose sumamente tranquilo, por primera vez en años dejaba de utilizar la expresión loca y psicótica con la que Aarons era capaz de reconocerlo.
—Te apoyaré en las decisiones que tomes... Pero antes, quiero que te quedes a jugar conmigo —ronroneó Felicia mientras pasaba ambas manos por el torso del rubio—. Colt.
El rubio alejó un poco la cabeza y observó a Felicia fijamente, la ladrona sonrió al pensar que ya había logrado que el rubio cayera en sus garras y llevó las manos a las mejillas mientras se acercaba.
—Felicia, ¿qué haces? —susurró confundido el rubio, cuyas mejillas se veían rojas bajo los apretones de la mujer.
—Voy a darte un premio.
A Felicia le gustó demasiado la expresión de Colt, era como la de un adolescente inocente a punto de tener su primera experiencia, y por alguna razón extraña, aquello la estaba volviendo loca.
—Pero... ¿Y el desayuno?
La expresión asustadiza de Colt la estaba poniendo a cien, ¿cómo era posible que pudiera reproducir ese tipo de expresiones tan fácilmente? Era todo un maestro actuando, sin duda alguna.
—Quizá puedas tener otro tipo de desayuno —jadeó Felicia, acercando sus labios a los del rubio.
Felicia cerró los ojos cuando el contacto se realizó, sorprendida un poco por lo inexperto que se sentían los labios de Colt, por lo que ella tomó el mando de inmediato en aquel beso y se le lanzó encima. Ya podrían desayunar después, ahora mismo ella necesitaba algo diferente.
Los archivos dejaron a los tres amigos sin palabras.
—Espera, ¿qué es lo que acabas de leer? —preguntó Adrien, preocupado y abrazando a una desconcertada Cindy que se notaba tensa.
—Lo que oíste, ella es uno de los experimentos, al igual que Laura —reafirmó Alix, que fue la encargada de leer los primeros archivos en los que encontraron a la hermana menor de Adrien. El nombre de Cindy ya venía codificado en ella por diseño, por lo que se lo sabían de memoria.
—¿Estás diciendo que Laura y Cindy vienen del mismo lugar? —Nath le dio una mirada a la pelinegra que dormía sobre el sofá de Alix y luego regresó a fijarse en los papeles.
—Sí, aunque en total eran cuatro...
—Bueno, Cindy me dijo cuándo la encontré que había estado viviendo con su hermano mayor biológico antes de... ya saben —contó Adrien, habiéndole tapado los oídos a Cindy para que no reviviese aquel momento.
—Eso nos deja entonces a un experimento desconocido, y a Venom que aquí figura fuera de los cuatro anteriores —revisó Alix, dejando los archivos a un lado y apoyando las manos sobre la mesa.
—Eso sigue sin explicar el problema —destacó Adrien, acariciando el cabello de Cindy.
Alix se mantuvo pensativa e intentó repasar lo leído en aquellas primeras notas, nada a parte de explicar todas las habilidades que se le programaron antes de ser creadas.
—Lo que puedo sacar de aquí son los poderes que debe tener Cindy, trepar paredes, super fuerza, telarañas...
—Ah, es como Gwen —sonrió Adrien, observando a Nathaniel, que se notaba distraído y con los oídos sordos.
—¿Gwen?
—Una amiga —murmuró Nathaniel, desviando la mirada hacia el sofá. Laura parecía moverse y despertar de su sueño.
—Como sea, no veo más razones por las que ocurriera ese crecimiento acelerado, además de que estaban hechos para crecer hasta los dieciocho en cautiverio.
—¿Quizá algo externo?
—¿Algo como qué...?
—La máquina —interrumpió de pronto Nathaniel, levantándose de golpe, sorprendiendo a todos los presentes.
—¿La máquina? —inquirió Alix, intentando recordar alguna en la oficina de Kingpin. Aunque estaba segura de que solo Nathaniel tenía conocimiento de alguna máquina debido al tiempo que estuvo en el edificio.
—La máquina con la que vencimos a Kingpin, y destruimos Tour Montparnasse —explicó Nathaniel, saliendo de la mesa y alejándose un metro—. Venom me dijo que esa máquina le había hecho algo, lo volvió débil.
Nathaniel se tomó la cabeza y la agitó de un lado a otro, apretando los labios y gruñendo mientras se movía erráticamente.
—Pensé que se había ido... Pero sobreviví a la caída junto con Laura —continuó el pelirrojo—. Pensé que ella me había salvado.
—Espera, ¿la misma máquina que usó para encerrarte? —Adrien se sobresaltó de la misma forma, manteniendo el agarre sobre Cindy.
—Esa misma... —Nathaniel pareció recuperar su compostura con dificultad.
Alix era solo una espectadora en el intercambio de palabras de Adrien y Nathaniel, estaba segura, muy segura que aquello solo era algo que los involucraba a los dos. Pues mientras se enfrentaban a Kingpin, ella se desangraba en los pisos inferiores.
—¿Por qué crees que ha sido la máquina? —preguntó finalmente Alix.
—Porque afectó a Venom, Laura estaba allí y desde entonces solo la he visto sacar las garras de una sola mano —expuso su punto el pelirrojo.
—Ella recibió el inhibidor, yo mismo se lo puse —argumentó el rubio.
—Se supone que el efecto solo nos daría tiempo... —replicó Nathaniel.
—Esperen, entonces, es posible que la onda que generó esa máquina alteró a los experimentos de formas que no sabemos, ¿por qué lo haría?
Aunque su pregunta era muy buena, Alix sabía que Nathaniel tenía una respuesta con solo ver sus ojos.
—Esa máquina estaba hecha para afectar todo aquello que tuviera la base genética de Venom, y los cuatro experimentos...
—Las tienen —concluyó Adrien—. Eso sigue sin explicar la muerte de Venom...
Nathaniel movió la silla de forma ruidosa y llevó sus brazos a media altura, apretó los puños y cerró los ojos con fuerza.
—Eso es porque no se ha ido —dijo el pelirrojo, haciendo un esfuerzo sobrehumano que acababa de dar sus frutos.
Alix soltó el aire que aguantó de forma inconsciente al ver la conocida masa negra aparecer en pequeñas cantidades alrededor del cuello de Nathaniel. Esperaba que la cabeza de Venom saliera para escucharlo decir alguna tontería o recibir un insulto de su parte. Pero aquella esperanza se esfumó cuando los hilos negros volvieron al interior de Nath.
—¿Y su cabeza parlante? —Adrien hizo un gesto hacia el cuello, pero Nathaniel no se movía, solo respiraba con pesadez.
—Eso es lo que ha cambiado, ya no puedo hablar con él.
Alix se prometió que, si ese bastardo se acababa muriendo, no lo extrañaría, pero se estaría mintiendo a sí misma si no coincidía en que, aunque Venom solo estuvo pocos días en su grupo, lo iban a extrañar como a un amigo de toda la vida.
En especial ahora que, aunque parecía estar allí, en realidad se había ido.
Felicia terminó de servir el desayuno y se sentó sobre la barra de la cocina, lo único que vestía era una camiseta que fracasaba en el fútil intento de cubrir sus zonas privadas cuando estaba sentada.
A su lado tenía una botella de jugo de naranja y un par de galletas de su nueva tienda favorita, las iba comiendo una por una sin preocupación y con una sonrisa radiante.
—Colt, ¿vas a desayunar?
El rubio se encontraba sentado en el sofá, en posición fetal y cubierto con una manta de pies a cabeza, se le oía susurrar sandeces sobre su tiempo como miembro de la Fuerza Secreta de Kingpin y las misiones que realizaba con Aarons.
—Ninguna de esas misiones fue tan traumática como esto... —murmuró acompañado de quejidos suaves que le atacaban todo el cuerpo.
—Eres un exagerado —canturreó Felicia.
Colt le dio una mala mirada desde el sofá y se cubrió la cabeza nuevamente. Felicia en el fondo seguía extrañada por el comportamiento del rubio, pero no le dio más vueltas al recordar que adoptaba personalidades locas en su trabajo forzado.
Un teléfono móvil sonó y Colt lo tomó de inmediato, la llamada apenas duró el primer tono antes de cortar y dejar un mensaje en el buzón. Felicia cruzó las piernas y observó con cuidado la escena, dándole un nuevo mordisco a la siguiente galleta sin compasión alguna.
—Tengo que irme —avisó el rubio, levantándose del sofá y quitándose la manta, revelando que la única prenda que le faltaba era su camiseta—. Hoy trasladan a Kingping y quiero estar en primera fila.
—Está bien, pero hazme un favor —pidió Felicia, haciéndole ojitos a un Colt que se dirigía hacia la puerta del departamento.
—Ah, ¿qué quieres?
—¿Puedes poner mi ropa sucia a lavar? Debo ducharme antes de trabajar —ordenó Felicia, dando instrucciones claras y bajando de golpe de la barra para dirigirse hacia su habitación—. Gracias por adelantado.
Se detuvo antes del pasillo para observar a un exasperado Colt recogiendo su ropa, una vez que se aseguró que no escaparía, caminó hacia su habitación para ducharse en su baño privado.
Colt arrugó la nariz al oler la ropa y la llevó de inmediato a un sitio seguro, rebuscó entre las primeras puertas para toparse con un armario y el cuarto de lavado, que fue donde dejó buena parte de la ropa de Felicia, incluyendo su traje.
—Esto está más negro de lo que recuerdo —comentó Colt, encogiéndose de hombros y dejando el traje a un lado, sin percatarse que aquel liquido negro se adhirió a su muñeca y comenzó a subir por la parte de atrás de su antebrazo de forma sigilosa—. Bien, ya que ella ponga a lavar sus mierdas.
Se dirigió a la salida y abrió la puerta, abandonando así el lujoso sitio de la gata en celo con la que le tocó lidiar en la mañana. Ahora debía asistir a la partida de Kingpin y disfrutarla al máximo mientras se reía en un palco.
—Voy a reírme en tu maldita y gorda cara —masculló Colt, caminando por el pasillo en dirección al ascensor para ir al vestíbulo. Llegó y se subió de inmediato, comenzando a bajar y pensando en lo que iba a hacer después de asistir al magnánimo evento.
—Voy a ir a buscarte, Adrien Agreste —murmuró el rubio, sonriendo y apretando el anillo en su bolsillo—. Tu primo, Félix, está en casa.
—¿De verdad es una buena idea? —preguntó Nathaniel, suspirando mientras rehuía las miradas de la gente a su alrededor.
—Ella me lo pidió, además, sé que se lo van a pasar genial —le tranquilizó Adrien, dándole ligeras palmadas en el hombro—. No creo que a Laura le dé por apuñalarla.
—O que Cindy comience a trepar paredes —complementó Nath, todavía preocupado por la situación, aunque más alegre luego de descubrir que Venom seguía acompañándolo. La pelea había dejado secuelas y ya no podían hablar, pero se conformaba con saber que seguía en su interior.
—Tendremos que llamar a Gwen para eso, y para presentarle a Alix —recordó el rubio, sintiendo un escalofrío al imaginar ese encuentro—. ¿Crees que todo haya terminado, Nath?
—No lo sé, después de todo, todavía hay akumatizados, ¿o no?
—Así era antes, pero por ahora, nada —se encogió de hombros Adrien.
—Déjalo así, por ahora disfrutemos esto —señaló Nathaniel la entrada de las Catacumbas de París, dónde Alix los esperaba junto a Cindy y Laura, que parecían formar una especie de nuevo dúo dinámico, porque la pelinegra Agreste hablaba como una ametralladora y la Kurtzberg solo escuchaba y asentía.
—Cierto, ¿qué es lo peor que podría pasar? —preguntó el rubio al cielo, tentando su suerte, Nathaniel abrió los ojos con horror y estuvo a punto de pegarle un zape, pero como no ocurrió nada, lo dejó pasar—. ¿Me salvé?
—Te salvaste, Adrien. —Nath hizo una especie de mueca y ambos decidieron avanzar para pasar ese día con las chicas—. ¿Iremos a desayunar luego?
—Sí, es una lástima que no incendiásemos la cocina de Alix.
Nathaniel soltó una risa antes de bajar por las escaleras, observó el cielo de París, dio una respiración profunda y pisó el primer escalón. Su mente se desconectó por un segundo y las palabras confusas de su padre aparecieron nuevamente.
—Hasta dentro de dos años... —susurró el pelirrojo, negando con la cabeza y acompañando a sus amigos hacia aquella pequeña visita turística.
—¿Tenemos todo preparado?
—Así es, señor Osborn, la empresa constructora ya cerró el acuerdo y el edificio será terminado lo más pronto posible.
—Así me gusta, trabajadores eficientes, ¿hemos conseguido más acuerdos?
—Así es, el señor Richards espera instalar un laboratorio y colaborar con usted y el doctor Octavius en su nuevo proyecto.
—Me gusta, sin embargo, sugeriría mantener nuestros espacios de trabajo lo más separados posible.
—¿Por qué señor?
—Las grandes mentes pueden crear cosas increíbles cuando se juntan, sin embargo, también pueden destruirse entre ellas al convivir en un mismo espacio.
—Usted es muy sabio, señor.
—Gracias, ¿y arreglaste el tema de la matrícula de Harry?
—Lo intentamos, pero lo más seguro es que su hijo termine sus estudios aquí y luego haremos el traslado para la universidad una vez estemos instalados en París.
—Bien, eso me gusta, ¿algo más?
—Oh, sí, hace diez minutos he recibido una llamada de un tal Curtis Connors.
—Ponlo en la línea dos y escuchemos lo que tiene que decir, si busca sumarse al proyecto, preparemos un laboratorio para él.
—Sí, señor.
—Puedes retirarte.
El sonido de unos tacones llenó la estancia cuando la mujer desapareció tras la amplia puerta de madera pulida y tallada artesanalmente. La habitación estaba constituida por un amplio ventanal de vidrio y tres inmensos sofás de piel en el centro. Cuadros originales de Van Gogh colgaban de las paredes y la alfombra había sido importada desde Teherán.
En el centro, un hombre alto y de cabello castaño, con unos ojos verdes afilados y que viajaban por la habitación igual que lo haría un rayo.
Su imperio de Industrias Oscorp estaba arrasando en la vanguardia de innovación en Estados Unidos, por lo que en los últimos meses estuvo buscando la oportunidad perfecta para expandirse por el mundo.
La caída del rascacielos más importante de París fue una oportunidad brindada desde el mismísimo cielo, atacaron con todo lo que tenían y lograron obtener el terreno y una empresa dispuesta a levantar un nuevo edificio. Su nuevo proyecto por fin podría verse completo y explotar con una visión más europea.
Su traslado era temporal, sin embargo, podía hacerle bien a su hijo para escapar del ambiente en el que se encontraba. Las malas notas tenían que subir, y mantenía la esperanza de que, si al menos lograba pasar arrastrando su último año, la universidad sería un nuevo inicio.
Pero Norman Osborn era más de lo que aparentaba, con la caída de Kingpin, las calles buscaban a alguien nuevo para controlarlo todo, y no iba a dejar pasar el momento para tomar el lugar de Wilson Fisk y hacerse con todo su imperio antes de que este caiga a la deriva.
Después de todo, a rey muerto, rey puesto.
Fin del capítulo
Bien, este ha sido el capítulo, espero sus opiniones, criticas, o lo que venga, ya todo se ha acomodado más o menos para plantarnos en lo que es el siguiente salto temporal. Por cierto, les traigo sorpresita de dos caps seguidos.
Espero que les haya gustado, y sus comentarios, hasta el siguiente capítulo.
