Dos capitulos seguidos para mi gente de Fanfiction, wooo. En fin, espero les guste el ultimo cap de la transición, porque ahora arrancamos con el Arco II en el siguiente.

"Sentir no es otra cosa que pensar"

—René Descartes


Una semana después de la caída de T.M.

Adrien dejó la última caja en medio de la habitación vacía y jadeó de cansancio, se incorporó y estiró los brazos, su espalda baja le daba una leve punzada debido al esfuerzo y lo estaba matando.

—Necesitaré un masaje para esto —gruñó el rubio, apretando los labios y soltando pequeños quejidos mientras intentaba aligerar el dolor en su espalda con ciertos movimientos.

—Te tendrán que pasar una aplanadora, te dije que no hicieras mucho esfuerzo —le regañó Alix, poniéndose a un lado y observando la habitación con cierta diversión—. Lo bueno es que terminaste de bajar tus peluches.

—No tengo tantos peluches —le recordó el rubio, señalando solo a una de las cajas a sus pies, con los lados semiabiertos y mostrando los ojos afelpados de un gato negro de peluche.

—¿Compras tu propia mercancía?

—No, soy Chat Noir, me la dan gratis —presumió Adrien, sacando la lengua y riéndose de la expresión de Alix—. Es tan sencillo como visitar una tienda de vez en cuando.

—Aprovechas tus beneficios —le reclamó Alix, dándole un ligero golpe con el codo, recostándose sobre su espalda y pasando los brazos por debajo de las axilas del rubio—. Estás haciendo trampas en el sistema.

—Esas trampas me permitieron encontrar este lugar —mencionó abriendo los brazos y llevando una mano al cabello desordenado de Alix—. Pero al final, prometí lo que cumplí, me he desligado por completo de mi padre.

—Por ahora, porque mi propia experiencia dice que terminarás viéndolo más pronto que tarde —dijo Alix, pellizcándole el abdomen y haciendo que Adrien soltase un quejido—. Estás blandito.

—Por ahora —gruñó el rubio, caminando hacia la puerta con Alix sujetándolo, normalmente habría podido llevarla sin problemas, pero en cuanto su amiga clavó las piernas en el suelo de la habitación, Adrien sintió que llevaba un traje ultra pesado de los pectorales hacia abajo.

—¿Por qué tienes tanta fuerza? —jadeó Adrien del esfuerzo, respirando con dificultad e intentando avanzar con lentitud para evitar romperse.

—De la misma forma que tú tienes esas habilidades gatunas —canturreó Alix, sonriendo mientras llevaba la mano hacia el cuello de Adrien—. Así que pórtate bien, gatito.

—Oh, no, ¡no lo harás! —exclamó asustado el rubio, agitándose para quitarse de encima a Alix, que separó los pies del suelo para dejarse llevar por los movimientos de su amigo—. ¡Quítate!

—¡No lo haré! —rio Alix, subiendo los brazos hacia el cuello de Adrien y pasando las piernas por su cintura, volviendo a dejar al rubio con un cinturón pesado que lo arrastró al suelo.

—Oh por... Suéltate...

—Eres muy débil, Adrien —tarareó Alix en su oreja, dándole un pequeño mordisco.

—¿Los dejo un momento solos y ya están así? —interrogó Nathaniel, apareciendo por la puerta, entornando los ojos sobre la escena y cruzándose de brazos—. Siento que la decisión de compartir departamento no será una buena idea.

—Vamos, Nathy, esto también me ha servido para independizarme de mi hermano, es una gran idea —expresó Alix, todavía subida sobre Adrien y aguantando entre risas los movimientos que intentaba hacer para sacársela de encima.

—Y yo he abandonado mi casa luego de años —suspiró derrotado el pelirrojo, Adrien no pudo evitar soltar una risa, pues cuando salió aquella conversación hace un par de días, estaba decidido a que su amigo sufriera el mismo destino cuando les tocase convivir.

—Miren el lado bueno, estamos en uno de los mejores sitios de la ciudad —sonrió de forma inocente Adrien, moviendo la cabeza hacia la ventana, por la que se alcanzaba a ver en todo su esplendor los tejados simétricos de la capital y la Torre Eiffel justo a lo lejos. Algunas grúas también se colaban en la vista debido a la construcción del nuevo edificio, Adrien pensó en un inicio que nadie estaría tan loco para superar los pisos que tuvo la antigua torre antes del cambio de legislación.

—¿Tenemos que agradecerle a tu carrera en el modelaje? —preguntó inocente el pelirrojo, ladeando la cabeza.

—Así es.

—Y no te olvides de agradecerle al nuevo artista de la semana —señaló Alix, haciendo que volviesen a prestarle atención a su amigo pelirrojo, que se cohibió ante las miradas y se frotó el brazo con incomodidad.

—Es cierto, me alegro de que estés comenzando a vivir de tu arte —felicitó Adrien.

—No es eso, mi jefe solo me deja vender los cuadros en su tienda —le restó importancia Nath.

—¿Bromeas? ¡Hay toda una sección dedicada a ti! —exclamó alegremente Alix, despistándose por un momento y siendo lanzada hacia atrás por un despeinado Adrien—. ¡Me vengaré por eso, rubia!

—Sí, sí, lo que tú digas —aceptó Adrien la amenaza, gesticulando con la mano y sonriendo una vez se incorporó y pudo estirarse—. Es un gran momento para descansar de la mudanza, ¿no?

Adrien sonrió y observó a sus amigos, que se miraron fijamente por unos segundos antes de volver a él, lo que provocó que su sonrisa se esfumase a medida que la de estos crecían.

—¿Qué?

Alix le hizo un gesto a Nathaniel, dándole una especie de pase que el pelirrojo aprovechó al máximo.

—Adrien, tienes que buscar trabajo.

Y con aquella frase, el rubio héroe de París se llevó las manos a la cabeza. Ya no dependía de su padre, ya no trabajaba para él, ya no recibía dinero, y por ende se acabaría el que tenía guardado en su propia cuenta bancaria.

Incluso aquel departamento tenía que pagarse, y estaba claro que los salarios de sus amigos no alcanzarían si él no ponía de su parte. Su pensamiento se detuvo un momento e hizo una mueca, ¿Alix trabajaba? A ese ritmo solo serían dos desempleados haciendo bulto en aquel piso.

Por lo que, su mirada decayó con un suspiro cuando se dio cuenta de la realidad. Le tocaba ponerse guantes y trabajar.

En el fondo, esperaba que fuese en un lugar muy bonito.


Felicia escuchó el timbre de su lujoso departamento y se acercó para abrir, antes de siquiera poner una mano en el picaporte, revisó la cámara principal y suspiró con una notable frustración.

—Si tienes algo que reclamarme, que sea rápido —gruñó Felicia, mostrando sus colmillos mientras abría la puerta y le plantaba cara a Jessica.

Jessica Jones siguió mascando chicle e infló una pequeña burbuja, con las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero y mirando a Felicia sin inmutarse. La mujer de cabello blanco sufrió de pronto un tic en la ceja al ver a su compañera quieta y sin decir ni una sola palabra.

Era desesperante, y no lo soportaba, pasó las uñas por la madera de la puerta para intentar provocar alguna reacción en Jessica.

—Has rajado la puerta solo por verme quieta, tienes algún problema de control de ira que no quieres admitir —dijo Jessica, con los ojos entrecerrados adornados de notorias ojeras y cejas caídas, liberando las manos y cruzándose de brazos—. ¿Estás vestida?

—¿A qué se debe esa pregunta? —reclamó Felicia, ofendida y señalando la camiseta negra que llevaba puesta, aunque al bajar la mano no pudo señalar nada más.

—Tenemos trabajo que hacer —anunció Jessica, ladeando la cabeza y entornando los ojos en dirección de las escaleras y el ascensor. Felicia no percibía ningún peligro inminente, pero la actitud de su compañera le erizó la piel, incluso en sus zonas más sensibles

—¿Qué tipo de trabajo? —cuestionó Felicia.

—¿Me vas a dejar entrar o no? —respondió Jessica con otra pregunta, inflando de nuevo el globo de chicle y haciendo estallar la burbuja frente a su compañera. Felicia arrugó los labios y estuvo a punto de taparse los oídos, pero sabía que, de hacerlo, la seguiría jodiendo durante todo el día.

—Ah, maldita sea, pasa —aceptó Felicia con cierto recelo, haciéndose un lado y abriendo la puerta, fingiendo una reverencia que hizo saltar la ceja derecha de Jessica—. Y no bajes la mirada.

—Puedo notar tu falta de ropa interior —musitó Jessica, poniendo los ojos en blanco y encogiéndose de hombros con desinterés—. Debo admitir que me lo esperaba, y verte así confirma una de mis tantas preguntas mentales.

—¿Y cuál es esa pregunta? —Felicia cerró la puerta y se apoyó en ella, levantando una pierna y tirando de su camiseta negra para intentar cubrirse más.

—El color blanco no solo lo tienes en el cabello.

—¡Oye! ¡¿Cómo carajo se te ocurrió preguntarte eso?! —exclamó indignada Felicia, mostrando sus afilados colmillos y arrugando el puente de la nariz, juntando las piernas en un acto reflejo que no pasó desapercibido para Jessica.

—No es mi culpa encontrarte así casi todo el tiempo —respondió Jessica, ignorando los reclamos de Felicia y caminando hacia el interior del departamento.

—¡Eres una...! —Felicia se mordió la lengua y apretó los puños, gruñendo y golpeando su propia puerta debido a la frustración.

—Como sea, tenemos una misión importante —cambió de tema Jessica, sentándose en una de las bancas de la barra de la cocina y haciendo un nuevo globo de chicle—. Sabes que OSCORP ha llegado, y con él todos los peces gordos.

—Me lo imagino, Norman, Otto y los demás —mencionó Felicia, inflando las mejillas y caminando con vergüenza sin despegar mucho las piernas para evitar algún comentario de Jessica.

—Correcto, y aunque no hayan hecho nada malo, las sospechas se mueven a su alrededor como las ratas al queso —explicó Jessica, estallando el globo de chicle.

Felicia se llevó las manos a los oídos y agitó la cabeza, realizando el gesto que Jessica esperó desde que llegó al departamento de la ladrona.

—Entonces, normalmente contactaríamos con Stacy, sin embargo, queremos reducir cualquier tipo de sospecha que OSCORP pudiera tener luego de lo ocurrido con Kingpin, así que nos toca a las dos —se explayó Jessica, aclarando las razones de la misión. Felicia asintió y habiéndose dirigido al sofá, tomó la primera prenda a la vista y se la puso.

—Toca hacer de nuevo el trabajo sucio —concluyó Felicia, luciendo un short decolorado que parecía tener más años que la momia más antigua del Louvre.

—Correcto, y si fuera tú, yo iría poniendo mi currículum en sus ofertas de empleo —habló Jessica con voz dulce e inocente, sonriendo mientras le enviaba un enlace a Felicia a través de una aplicación de mensajería encriptada.

—¿Y tú qué harás? —preguntó Felicia, tocando el link y suspirando al ver la cantidad de ofertas de empleo que tendría que sopesar en su habitación. Hizo una mueca con el labio y frunció el ceño hacia Jessica.

—Te veré desde arriba —sonrió con sorna Jessica, guiñando un ojo y bajando de la silla—. Suerte, Felicia.

—Cuando pienso que puedes agradarme, me recuerdas lo mucho que te odio —declaró Felicia, lanzando un cojín que Jessica esquivó sin cuidado mientras caminaba hacia la puerta.

Sacudió la cabeza una vez que Jessica salió de su departamento y observó de nuevo las ofertas de trabajo, gruñendo al ver que la lista se extendía por más de cinco páginas con veinte ofertas cada una.

Algún día iba a matar a Jessica, pero ahora, necesitaba pasar un momento con Colt.

Colt.

Felicia volvió a la aplicación de mensajería y entró a su conversación con el rubio, su último mensaje leído era de hace una semana, justo el día en el que fue a visitarla. A partir de ese momento, ninguno de sus mensajes había sido recibido. Colt Fathom estaba en paradero desconocido.


Nathaniel apretó los labios y reprimió una risa proveniente de lo profundo de su ser, aunque hubiese tenido aquella conversación y el pequeño problema de su amistad con Adrien, estos últimos días habían sido sumamente conciliadores entre ambos.

Y consideraba la situación actual como su venganza personal.

—¿Eh? —balbuceó desconcertado el rubio al ver el papel entre sus manos, el propio dueño de la tienda lo había descartado por ser sorprendentemente inútil para las ventas.

—Hijo, eres incapaz de promocionar los productos de la tienda sin que intentes coquetear con nuestras clientas —explicó el dueño del local, que era una tienda nueva de perfumería y todo tipo de accesorios destinados al público femenino—. Eso sin mencionar tu muy mala imitación de Chat Noir.

Nath se llevó una mano a la boca e hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para reprimir una risa que poco a poco se convertía en una carcajada muda.

El rostro de Adrien pasó de la incredulidad a la ofuscación por el último comentario, pero el dueño no estaba para seguir con los reclamos del modelo, por lo que cerró la puerta de su negocio y se fue a seguir trabajando.

—Bueno, amigo, tenemos más opciones —habló Nathaniel una vez calmó sus ganas de reírse y alejó las manos de su boca, palmeando la espalda del rubio—. Por ejemplo...

—¿Tu tienda de arte? —preguntó Adrien, bajando los hombros con desánimo y meditando la idea como si realmente fuese una opción, al menos para él.

—No es mala opción, el viejo siempre está dispuesto a contratar más personas, siempre y cuando eso implique trabajar menos —contó Nathaniel, sonriendo mientras tomaba del hombro a Adrien y lo guiaba por la calle.

—¿El viejo? ¿Me parece o estás mucho más suelto que antes, Nath? —preguntó Adrien, dejándose llevar por su amigo y enarcando una ceja al percatarse de la forma en la que llamó a su jefe.

Nathaniel se mantuvo pensativo ante la pregunta y se encogió de hombros, no le daría la razón, pero podía aceptar de forma interna que algo en él había cambiado luego de la experiencia con Venom y Kingpin. Y no solo eso, aquel lugar en el que se encontró con su padre fue lo más liberador que le ocurrió en sus diecisiete años de vida.

—No, ¿cómo crees?

Compartieron un par de risas y avanzaron en dirección a la tienda de arte, Nathaniel esperaba que Adrien en serio le cayese bien a su jefe, porque su amigo tenía todos los tintes de niño rico escritos en la cara y el pelo. Y a veces algo así solía crear problemas.

—Por cierto, ¿sabes a dónde se fue Alix? —preguntó Adrien.

Nath adoptó una expresión pensativa.

—No, ¿por qué? ¿Preocupado por tu novia? —bromeó el pelirrojo, recibiendo una mirada molesta de parte de Adrien y un golpe en el hombro.

—Oh, sí, por supuesto, preocupado por mi dulce y tierna novia capaz de volarnos la cabeza de una patada —respondió sardónico el rubio, mirando al pelirrojo como si tuviese una cabeza extra en la nuca. Algo que, sí había pasado en su momento, pero no ahora.

—Ajá, sabía que se gustaban —se regodeó Nath.

—Era sarcasmo, tomate —murmuró Adrien, negando con la cabeza y pasando los dedos por el cabello rojizo de Nathaniel, poniendo su dedo índice al lado de un mechón grande que caía de lado—. Te vendría bien un corte.

Nath sintió un filo rozar su piel y se detuvo al ver que la uña de su amigo se convertía en una garra felina.

—¡Aléjate! —exclamó Nath, erizándose y haciéndose pequeño mientras evitaba las garras de la mano de Adrien.

—¡Ven aquí, Nath! —llamó el rubio, persiguiéndolo por un buen tramo mientras eran observados por transeúntes y turistas que inundaban las calles.

Un par de minutos después, ambos se cansaron del juego y se detuvieron en la calle para recuperar el aliento. Nathaniel tenía una capa de sudor rodeando su blanca piel y sentía el aire frío entrando por sus fosas nasales. No tenía resistencia para correr más allá, su condición física nunca fue buena, pero con Venom en su interior duró mucho más que en las clases de Educación física.

—Amigo, me siento muerto —jadeó Adrien, llevándose las manos al pecho para palpar el latido desbocado de su corazón, Nath notó que ambos se encontraban en la misma situación, apenas podían retener el aire que entraba en sus pulmones y estos les ardían como el infierno.

—No se supone que al ser Chat Noir... —comenzó a insinuar el pelirrojo, pero Adrien lo cortó con un gesto y tosió mientras su corazón se calmaba al ritmo de sus pausadas respiraciones.

—El traje suele tener la magia.

—Estamos en una situación similar.

En unos cinco minutos, ambos se sintieron mejor y reanudaron su camino hacia la tienda.

—Estamos en muy mala forma cuando no usamos nuestros "poderes" —comentó Nathaniel, haciendo comillas con los dedos al decir la última palabra.

—Cierto —susurró Adrien, manteniéndose callado y pensativo, Nath no solía molestarlo en ese estado, porque eso quería decir que el rubio se lo estaba tomando en serio, o al menos, lo intentaba—. ¿Crees que debamos...?

—¿Hacer ejercicio? —completó la pregunta Nathaniel, haciendo una mueca incómoda y frotándose un brazo al recordar una escena ocurrida en su infancia. No era bueno para los deportes, o, mejor dicho, nunca había intentado ser bueno.

—No estaría mal, creo que es momento de que Chat Noir tenga un cuerpo de estatua griega —explicó su punto Adrien, sonriendo.

—¿Entonces no es porque temes que tus admiradoras se enteren de tu cuerpo flacucho? —bromeó Nathaniel.

—Yo no me burlaría, tenemos el mismo tipo de cuerpo —le recordó Adrien.

—Pero soy más alto.

Y Nathaniel sonrió al ver que Adrien fruncía el ceño y se mantenía callado, estaba disfrutando de aquel día como nunca. Si hubiera sabido que molestar a tus amigos daría ese tipo de satisfacción, lo habría hecho hace tiempo.

Nath y Adrien se detuvieron en la tienda de arte en la que el pelirrojo seguía trabajando, en la parte derecha del escaparate se posaba una nueva exposición con cuadros y obras hechas por el propio Nathaniel.

—Creo que tu jefe ya tiene una estrella en su negocio —dijo Adrien, señalando la foto de Nathaniel que acompañaba la parte inferior de toda aquella exposición. La imagen en escala de grises le daba una imagen de pintor bohemio que le quedaba como anillo al dedo, sin duda, cualquier persona que desconociese sobre arte podría confundirlo con un pintor famoso de la época del Romanticismo.

—No le vendría mal otra, aunque sea para subir el número de chicas interesadas en el arte.

Ambos compartieron una risa y Nathaniel empujó a su amigo hacia la entrada de la tienda.


París | Dentro de 20 años en un futuro posible

Las explosiones destrozaron los edificios con suma facilidad y enviaban los escombros a la calle como si fuesen piezas viejas de Tetris. Creando paredes y columnas que encerraban sectores de la ciudad para que la gente no tuviese la más mínima oportunidad de escapar.

La noche hace tiempo que había caído y la ciudad se sumió en la oscuridad. La propia central fue comprometida en el ataque y la Torre Eiffel se convertía en pedazos de metal que volaban por todo el cielo.

—No puedes esconderte para siempre —masculló una voz profunda y ronca, con un raspado clásico de canciones noventeras que los artistas actuales envidiarían. La voz provino de un hombre corpulento y oculto a la vista, cubierto por la sombra de un callejón y caminando con suma lentitud.

Un grupo de cuatro siluetas saltó por los tejados justo encima de su ubicación, el hombre oculto alzó las manos y se deshizo en viento. Una ráfaga de aire que alzó viejas cortinas de departamentos abandonados y se adentró en la ciudad.

—Nath, ¿estás seguro de esto? —preguntó un adolescente de cabellos oscuros, ataviado con un traje rojizo de detalles morados en las manos y pies. Rayas brotaban de su espalda y llegaban hacia su abdomen, simulando un patrón muy conocido entre los grandes felinos asiáticos.

—No, ¿pero tienes un mejor plan? —respondió el mayor del grupo, saltando ágilmente y clavando las garras en el suelo, deteniendo la marcha al encontrarse con un pequeño tornado en la azotea, moviéndose de un lado a otro. Su cola se erizó y usó su visión nocturna para buscar al causante, pero no logró hacerlo, a no ser que estuviese en el interior del fenómeno.

—¿Un tornado? ¿Por qué no lo rodeamos? ¿Podríamos ir también por...?

—Silencio, Miri —ordenó Nath, afilando la mirada y moviendo sus holográficas orejas de gato. Los brillos azules del interior y la base se esparcían por todo su traje, convirtiéndolo en una pequeña lámpara entre tanta oscuridad.

—Está bien —musitó notablemente enfurruñada la joven castaña, su cola de zorro se detuvo y apretó los labios para evitar soltar algún comentario que molestaría al mayor.

—Kalet, sé un gato sigiloso —dijo por lo bajo Nath, recibiendo un asentimiento por parte del pelinegro, que se movió con rapidez entre la oscuridad y desapareció de la vista del grupo—. Sab, ve a cazarlo

La última integrante del grupo asintió y se dirigió en dirección contraria, su boina apenas se movió cuando el tornado lanzó una pequeña ráfaga en su dirección, y la desvió unos centímetros de su posición.

El gruñido se oyó a través del comunicador de Nath.

—Bien —sonrió el rubio de raíces rojizas, desviando la mirada por unos segundos y llamando a Miri para que esta se posicionase a su lado—. Prepara la flauta.

La cola de zorro se movió de un lado a otro y la castaña asintió con emoción, preparándose para cualquier cosa que su líder estuviese por ordenarle.

—Vamos, muéstrate —pidió Nath, apretando los labios y analizando con su mirada la ráfaga de viento que comenzaba a acercarse a él—. ¡Ahora!

Unas boleadoras surgieron de la oscuridad y se enredaron en el tornado, girando a velocidad y aprisionando a una figura en su interior. Kalet rugió como un tigre y cargó con su habilidad activada, asestando un puñetazo que desactivó el tornado y lanzó al sujeto en su interior por los aires.

El hombre se recompuso en pleno vuelo y extendiendo las manos, invocó una potente ráfaga de vientos en dirección a Kalet.

—¡Sab! —exclamó el rubio.

La joven apareció desde su posición y lanzó una pelota hacia Kalet, que voló por los aires a una velocidad irrisoria y al tocarlo, teletransportó al chico y lo dejó fuera de peligro.

—¡Miri!

La joven agitó la cola y se llevó la flauta a los labios, sus ojos brillaron y alrededor de su adversario apareció un resplandor blanco con ciertos tintes naranjas que indicaban la aparición de la ilusión.

—Y ahora es mi turno —comunicó Nathan, tronándose el cuello y dirigiéndose hacia el corpulento hombre con bastón en mano y preparando su ataque.

Se movió ágilmente y destacando su notable fuerza y habilidad para sortear obstáculos, se impulsó en una caja de aire acondicionado y giró el bastón en el aire.

El brillo alrededor del sujeto se desvaneció cuando Nathan estaba a pocos metros de impactar, y con un fuerte gruñido, una explosión de ráfagas violentas y poderosas se encargó de enviarlos a todos por los aires.

Nathan impactó en el borde del edificio contrario con la espalda y sintió que esta le crujió como una galleta soda, esas que tanto le gustaban a su padre y que solía comer en sus noches de depresión, es decir, siempre.

Su primera reacción fue comunicarse con sus amigos, pero los quejidos de su grupo eran audibles a través de su comunicador, lo que le dejó un poco más tranquilo, al menos seguían vivos y eso era lo importante.

—Tu destino es morir aquí, Chat Noir —habló el hombre envuelto en el tornado, acercándose a Nathan mientras extendía los brazos y atraía el viento que pululaba por la ciudad, creando dos tornados que se extendían por la calle.

—Mi madre siempre dice que el destino está escrito —dijo Nathan, agachando la cabeza y dejando que su cabello cubriese su frente, derrotado, con la espalda hecha añicos y un ardor en sus pulmones—. Y también dice que a veces debes reescribirlo.

—Sabias palabras de una antigua portadora de Miraculous —reconoció el hombre, moviendo los brazos y guiando los tornados hacia un inmóvil Nathan—. Lástima que estas no salvaron a su primogénito de la muerte.

—¿Estás seguro? —preguntó Nathan, alzando la cabeza y mostrando sus ojos, refulgentes y brillantes en medio de la oscuridad. La luz azul de su traje se incrementó y energía oscura se hizo presente en su mano derecha.

—Demasiado.

Los gritos de sus compañeros se oyeron a través del comunicador y Nathan gruñó, apretando los dientes y recibiendo los tornados sin siquiera defenderse, solo realizando un círculo con la mano.

El tornado arrasó toda la parte superior del edificio, dejándolo en ruinas y con restos del traje negro de Chat Noir entre las vigas.


París | Presente | Dos semanas después de la caída de T.M.

Nathaniel se ajustó la camisa y revisó que no le faltase nada en los bolsillos. Tenía la pequeña manía de contar todos los objetos con los que salía de casa. Si al volver, sentía que le faltaba, aunque sea uno de ellos, no podría dormir en toda la noche.

El reloj marcaba las diez de la noche y la luna brillaba como podía entre las nubes grisáceas que cubrían la ciudad, Nath salió del departamento que compartía con sus amigos y salió a la calle, sintiendo el frío impactar contra su piel.

Caminó hacia el frente por varios minutos, sin cambiar de dirección, uno de los beneficios del nuevo lugar que Adrien consiguió, era que se encontraba tan cerca de su trabajo, como del de Alix.

Trabajo que desconocía por completo, pero no iba a preguntar.

Aceleró el paso, no estaba nervioso, después de todo, las calles se encontraban repletas de gente que se movía de un lado a otro con bolsas, sonrisas y tomándose fotografías en cada esquina. Las ratas también aceleraban el paso, y Nath sonrió al pensar que era porque se dirigían a un restaurante a ser ayudantes de cocina.

Cuando se encontró lo suficientemente lejos, comenzó a correr.

No era un trote, o un ritmo bajo, Nathaniel llevaba un par de días haciendo lo mismo para probar sus límites. El primer día sintió que sus piernas apenas podrían soportar su peso y cada paso hacia casa era doloroso. En el segundo, comenzaba a tomar ritmo y sentirse cada vez más ágil.

Y así comenzaba a evolucionar.

Tomó un desvío al llegar a la esquina y esquivó a velocidad a un grupo de turistas, comenzaba a ver el mundo en cámara lenta, solo escuchando su respiración y percibiendo a cada persona u objeto a su alrededor como obstáculos a superar.

Las calles se iluminaban mientras se acercaba a velocidad hacia Les Champs-Élysées. Nathaniel sonrió al sentir la adrenalina recorrer su cuerpo, por lo que cuando llegó a la gran avenida parisina, dio un salto y el traje negro lo recubrió por completo.

Lanzó una telaraña y subió de inmediato a la azotea de un edificio, corriendo con su fuerza mejorada y dando piruetas en el aire cada que se le presentaba la oportunidad, su cabello pelirrojo ondeaba con libertad y sus ojos de tono sangriento enfocaban el siguiente objetivo de su carrera nocturna.

Desvió la mirada a un lado y se centró por un momento en la torre de OSCORP que en dos semanas ya estaba construida al sesenta por ciento, los nuevos trabajadores mecánicos de la empresa cumplían con su función.

Ellos no tenían descanso para tomar un poco de aceite.

Sonrió ante su propio pensamiento y siguió moviéndose por la noche, ignorante de un pulso de luz que brilló momentáneamente y cubrió la ciudad desde el cielo.


Alix se levantó de su cama y salió de su habitación, frotándose los ojos mientras caminaba a ciegas por el pasillo buscando el baño. Empujó la puerta y tanteó a ciegas con el interruptor, logrando encender la luz pequeña para no matar sus ojos tan pronto.

Cerró la puerta y caminó hacia el escusado, decidiendo no beber más de dos vasos de leche durante la noche. Que, si bien le ayudaban a dormir, no era amigable con su sistema urinario.

Tiró de la cadena y se acomodó nuevamente el corto short que usaba para dormir, juntó las manos bajo el grifo y dejó que el sensor hiciera lo suyo, siseó en cuanto el agua helada hizo contacto con su piel.

Aquello sirvió para despertarla, se llevó el agua fría al rostro y se miró al espejo.

Su cuerpo se mantuvo quieto y se abstuvo de producir algún sonido, la figura que siempre le acompañaba en sus recuerdos estaba de pie justo detrás de ella, la mujer sin rostro que recordaba como madre parecía levantar el brazo en su dirección.

Alix se quedó quieta y cerró los ojos, apretando los labios y esperando que aquello solo fuese una pesadilla.

El toque en su hombro ocurrió y la patinadora soltó un grito, se echó hacia atrás y se abrazó a sí misma con una expresión de terror en el rostro.

—¡Alix! —exclamó la voz de Adrien, haciendo que ella abra los ojos y se topase frente a frente con la preocupación latente del rubio, que, si bien portaba un ridículo pijama de gato, ella no tenía el ánimo para burlarse de él.

—Adrien... —susurró su nombre, con las manos temblorosas y separando un poco los pies del frío suelo.

—Alix, ¿qué pasó? —preguntó Adrien, notoriamente preocupado y atreviéndose a acariciar su cabello.

—Nada... —respondió Alix, jadeando y apretando más los brazos sobre su propio cuerpo, tragando saliva. Observó a su amigo por un tiempo y sin planearlo, se lanzó hacia él y ocultó el rostro en su pecho, aferrándose como una niña pequeña en busca de consuelo.

Escuchó a su amigo suspirar y se relajó al sentir los brazos del rubio pasar por su espalda, no hizo fuerza y ni siquiera pensó en obstaculizar a Adrien cuando este la cargó por la cintura y la llevó hacia su habitación.

Hace años que no tenía pesadillas con su madre. Solo esperaba que estas no planeasen volver, lo de hoy solo había sido una casualidad.

Sintió la comodidad de su cama en su espalda y a su amigo dándole toquecitos en la cabeza, pero se negó a dejarlo ir, por lo que escuchó un suspiro de Adrien al sentir como este se recostaba también.

Aunque ella se dijese que no había nada que temer, su instinto le decía lo contrario, que se sentía en peligro y que el único capaz de protegerla, estaba a su lado, por lo que recostó la cabeza en el pecho de Adrien y se quedó dormida.

Y para sentirse más cómoda, pasó la pierna encima, quizá al despertar, podría tener una bonita escena para molestar al rubio más adelante.

Sintió que se adentraba poco a poco en sus sueños, y sonrió al notar un suave toque sobre su frente.


Nathaniel iba de regreso cuando escuchó un par de gritos a la lejanía, por lo que se detuvo y decidió desviarse de la ruta para investigar. La lluvia ya comenzaba a caer sobre la ciudad y era pesada, por lo que los transeúntes se refugiaban en locales o en sus casas, los paraguas eran inútiles ante tanta intensidad.

El pelirrojo se movió ágilmente y se balanceó en silencio, moviéndose casi a ras del suelo y elevándose hasta llegar al origen, la calle estaba oscura y solo era iluminada por dos faros. Una tienda de abarrotes tenía los escaparates rotos y los gritos provenían de su interior.

Nathaniel se preparó para saltar, pero algo lo detuvo, su cuerpo se estremeció y sintió un dolor en la parte de atrás de la cabeza. Sus instintos lo obligaron a detenerse y solo observar.

Los gritos cesaron, y cuando Nathaniel se mantenía quieto para esperar al causante, este nunca apareció. Negó con la cabeza y golpeó el suelo del tejado en respuesta, las sirenas de policía se escuchaban a lo lejos, y decidió alejarse por el momento.

Si existió una orden de arresto contra Chat Noir, él también podría tener una.


El contenedor de basura del callejón estalló cuando alguien cayó en su interior, un joven jadeante y herido que respiraba con dificultad y sangraba por el hombro. A pesar de su estado, en su rostro mantenía una sonrisa, después de todo, había priorizado salvar a sus amigos y recibir el ataque antes de salvarse él mismo.

Un quejido a su lado le hizo girar la cabeza y apretar los labios, una joven castaña con el brazo dislocado sollozaba por lo bajo y se quejaba con gestos. El de raíces rojas se acercó renqueante y deslizándose sobre la basura para abrazar a su amiga y atenderla.

Luego podría resolver la pregunta que lo atormentaba desde el primer instante que cayó por su propia madriguera. Primero tenía que curar a Miri, y esperar que el sistema monetario fuese el mismo que en el pasado.

Pero aquella era su primera duda, ¿qué tan atrás había viajado? Se prometió resolverla después, y a pesar de estar herido, tomó a la amiga de su hermana menor entre los brazos y la cargó hacia la calle.

Su mirada se estrechó al reconocer la torre en el fondo, no estaba terminada y aquello le daba una referencia del año en el que se encontraba. Sus padres debían haber iniciado la universidad o rondaban por allí, no lo sabía con exactitud, pero aquello solo le daba una oportunidad.

Una oportunidad de salvar su línea temporal, antes de que todo fuera demasiado tarde.


Fin del capítulo

Y con esto damos inicio al Arco II, woooo, espero les haya gustado el cap, espero sus opiniones. Un saludo a todos, por cierto, últimamente he hecho un par de dibujos sobre nuestros queridos personajes, si alguno quiere verlo, que me lo diga e intentaré subirlos a alguna plataforma.

Un saludo y hasta la próxima.