Disclaimer: Naruto no me pertenece.

Aclaraciones: Modern Times. Universo Alternativo.

Advertencias: Ninguna.


Capítulo 9


La campanilla sonó, trayendo consigo a un nuevo cliente. Yahiko dejó de leer el libro que lo mantuvo ocupado en la última hora para dar la bienvenida. El rostro de Naruto se asomó debajo del umbral y él alzó una ceja al no esperar su visita.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, confundido. Recordaba que el rubio le pidió un par de días libres que, una vez de regreso, recuperaría al quedarse horas extra. No entendía por qué se presentaba en el trabajo.

—Hey, Yahiko-niichan —saludó Naruto, con una mueca distante que no se comparaba con su habitual yo.

Yahiko entornó los ojos, sospechando que algo pasaba con el rubio; no era común verlo actuar así. Estaba acostumbrado a verlo sonreír por casi todo, con esa expresión boba pero funcional; era perfecto socializando y eso ayudaba a que todos los clientes se sintieran cómodos.

—Luces raro —afirmó cuando el Uzumaki se acercó a la recepción donde Yahiko daba los pases a las canchas de bateo—. ¿Rompiste con tu novia o algo así?

A Naruto la sonrisa que estuvo a punto de dar para afirmar al mundo que hoy Naruto Uzumaki amaneció como siempre, se congeló.

Odiaba el poder de la percepción de Yahiko, acertando con tanta facilidad al mal que ocultaba. En un intento por desviar la atención carraspeó e intentó no ser tan obvio. Luego la misma sonrisa que lo caracterizaba regresó a sus labios.

—¿De qué hablas? —rio para bajar la tensión inesperadamente formada entre ambos—. Yo jamás rompería con Sakura-chan, me costó mucho enamorarla.

—Aja —Yahiko contestó, no muy convencido, aunque decidió darle tregua al chico. Konan le ha repetido muchas veces el no inmiscuirse en los asuntos de otras personas—. Como sea —decidió cambiar de tema—, ¿qué te trae por aquí? En tus días libres evitas pasearte por este lugar.

—Solo quise venir a pegarle a un par de bolas, ya sabes, quitar algo de estrés —musitó al buscar en los bolsillos del pantalón el dinero, mismo que le dio a Yahiko quien, sin seguir cuestionando a Naruto, lo marcó en la computadora, con el típico sonido de la caja registradora indicar que una nueva venta se hizo.

—La cancha tres está libre, puedes batear ahí. Ya sabes dónde está el equipo —Yahiko le dio a Naruto el pase.

—Oi, ¿ésta es la manera de tratar a un cliente? —se quejó Naruto al verlo con los ojos entornados, una mirada fulminante al dueño por recibir tal trato.

—Hai, hai, ahora desaparece. Y nada de malteadas gratis. ¿Entendido?

—Tacaño —masculló Naruto, caminando directo a la zona de bateo.

—Te escuché —hizo saber Yahiko desde su lugar, volviendo a tomar, despreocupado, el libro que tuvo que pausar.

Naruto se limitó a bufar. No vino al lugar donde trabaja a pelear con Yahiko ni dar explicaciones que prefería guardarse para sí. El propósito de su inesperada visita era hablar con Sakura, dejar las cosas en claro y buscar una solución, si es que existe una.

La discusión de anoche terminó mal y Naruto no se sentía cómodo consigo mismo. Podía ser un chico cuyas reacciones se asimilan a la de una mecha ardiendo sobre un paquete de adrenalina, pero tampoco era la clase de persona que se guarda el rencor para toda la vida; era demasiado joven para sufrir de ulceras.

Pero las acciones de Sakura dolían. Por mucho tiempo se mantuvo en silencio porque creyó que era lo mejor para su relación, el corazón era una parte frágil dentro de él.

Comportarse como un buen novio era la meta de Naruto, hacerla feliz y demostrarle, día a día, todo lo que podía hacer por ella. Sabía de antemano que no era el chico más guapo sobre el planeta ni cuya inteligencia competía contra la de un delfín, pero se esforzaba y siempre buscaba la manera de alcanzar lo que se proponía, ya sea caminando por un camino lleno de brasas ardientes o sacrificando todo de sí con tal de cumplir sus promesas.

Sin embargo, la sombra de Sasuke persistía entre ellos. Como un intruso no deseado, Naruto tenía que soportar la presencia semi fantasmal del Uchiha con dientes apretados. Se desconocía en ocasiones por tener ese tipo de sentimientos hacia quien consideraba su mejor amigo, no obstante, no podía evitarlos; éstos nacían naturalmente.

Él, más que nadie, era capaz de ir con Sasuke y hablar del asunto. Hombre a hombre. Más la idea le aterraba porque algo le hacía acobardarse, retroceder y continuar llevando la misma rutina de siempre: callar sus propios sentimientos por el bienestar de todos, especialmente el de Sakura.

Ignoró cómo dolía ver la indiferencia de la chica que ama desde el comienzo de sus citas; ese par de ojos jade opacarse y nunca destellar con la misma intensidad que los sacude cada cuando Sasuke aparece, dejándolo a él de lado como un ser invisible.

Naruto odiaba esa sensación porque le apretaba siempre el pecho y lo volvía tan incómodo de soportar, apenas capaz de respirar; le provocaba nauseas descubrir que aun rodeado de personas ninguna de éstas le daría una mirada siquiera, dejando nacer un terrible miedo a que aquello continuara hasta él mismo creer su nula existencia.

Le pasó por mucho tiempo. Durante la escuela primaria, siendo tachado por los profesores como el niño inquieto del salón, cuyos padres asistían con frecuencia a la oficina de la directora para habla respecto al comportamiento rebelde del pequeño Naruto quien no podía estar quieto en su lugar y buscaba, de alguna u otra manera, crear caos dentro del salón.

En cuanto las solicitudes a sus padres por corregir tal comportamiento no tuvieron efecto, los maestros optaron por fingir que no existía. Por aquel tiempo no lo consideró como un trauma porque sí era querido por su familia, tenía un par de padres amorosos que siempre buscaron protegerlo de los ataques a su persona y defenderlo. Aun así, resultó bastante deprimente acudir a la escuela y querer jugar con sus compañeros y en su lugar solo recibir miradas llenas de hastío y miles de espaldas.

Muchas veces algunos niños le ignoraron cruelmente, bautizándolo como el Niño Invisible de la Clase 3C.

Abrazar ese tipo de sentimientos siendo niño fue un duro paso del cual, a estas alturas, Naruto no sabía si lo terminó aceptando o simplemente olvidó. En cuanto Sasuke fue aceptado en su escuela y dado inicio a su rivalidad-amistosa, esos sentimientos clavándose como espinas en su corazón quedaron arrinconados, casi olvidados.

Casi.

La red de protección vibró en cuanto la pelota impactó. La máquina de conteo marcó a favor de Naruto pero él no se encontraba satisfecho. Volvió a acomodarse en la pose que los carteles en la entrada del campo recomendaban y esperó a que el lanzapelotas diera el siguiente tiro.

Cuando sintió los brazos pesarle debido al esfuerzo, optó por irse a sentar por un momento a la banca. La garganta la traía seca y de la frente chorreaba de sudor. El clima interno era agradable, pero a causa del ejercicio su temperatura corporal se había elevado. Verificó la hora, había pasado una hora apenas. Naruto frunció el ceño, el reloj avanzó demasiado lento. Aprovechó el tiempo de descanso para revisar su celular, específicamente el chat con Sakura que, desde que llegó ahí, no tocó. No había respuesta de la Haruno, pero Naruto habló con ella en la mañana, esperando que ésta no negara su petición de verla y accediera.

Sorpresivamente Sakura lo hizo. Y el corazón quiso sacudirse como loco.

A pesar de la pelea de anoche y las sombras que amenazaban con arrancar toda esperanza respecto a su relación con Sakura, aun había solución. Naruto hizo el esfuerzo por no ilusionarse porque lo dicho ayer y el cómo asustó a Sakura con su comportamiento no eran cosas insignificantes y fáciles de arreglar.

Era necesario hablar honestamente, él tenía que dar a conocer esos sentimientos carcomiéndolo desde adentro por mucho tiempo. No solo había culpado a Sakura como la única responsable del declive de su relación, él también tuvo una participación directa al agraviamiento por no ser más honesto.

Incluso si la honestidad de Naruto traía consigo discusiones, era de vital importancia que entre ambos pudiesen dar solución a las inseguridades que presentaban.

M-Menma-kun...

El eco del gemido lo atacó inesperadamente, sumiéndolo en una silenciosa paranoia que le hizo ver a todos lados en busca de la responsable de tenerlo en tal estado. Se repitió que ella no estaba ahí y que debía dejar de recordar lo que vio anoche. Estaba a punto de hablar con Sakura, recuperar su relación, era inaudito pensar en los gemidos de otra chica o la vivida imagen de su cuerpo ser complacido por alguien más.

Era enfermizo.

Quería pensar en miles razones por las cuales fue orillado a quedarse como un idiota, tan visible como para correr el riesgo de ser descubierto, y un mirón. Pero nada lograba excusarlo. Naruto sabía a la perfección que hizo mal y ahora tendría que lidiar con el problema en silencio porque jamás lograría confesarle a nadie lo visto anoche ni lo sucedido después.

Sería un pecado un pacto de silencio consigo mismo que se llevaría hasta la tumba; uno que esperaba muriese con el paso del tiempo.

O con su relación con Sakura.

—¡Oi, Naruto! —Yahiko llamarlo lo botó fuera de sus profundos pensamientos para verle desde la lejanía. Movió la mano para que Yahiko supiera que lo escuchó.

—¿Qué? —preguntó de vuelta, asomándose un poco, encontrándose con otra figura pequeña estar al otro lado de la recepción.

—Te buscan —señaló a la joven de cabello rosado.

Naruto sintió un peso en el estómago al reconocer a Sakura. Aun desde su lugar el aroma a flores de cerezos le llegó a la nariz. Rascó su cabeza en una clara señal de nerviosismo; no tenía idea de cómo acercársele. En todo ese tiempo creyó ser capaz de hacerlo, pero viéndola más de cerca, dando un paso a la vez y terminando con la distancia que los separaba descubría que la valentía con la cual decidió llamar a Sakura para citarla ahí, desaparecía.

Ella se acercó a Naruto. Llevaba el cabello un tanto alborotado, las mejillas sonrojadas y los ojos jade brillantes de una nueva emoción que él no sabría qué nombre darle. A pesar de que el negro sentimiento quisiera opacar la estela que le impedía dejar de amarla, era imposible no sentir las mariposillas en el estómago cuando la tenía cerca.

—Hey —saludó mecánicamente, sintiéndose como la primera vez que le pidió una cita—. Viniste... —señaló lo obvio.

Yahiko, detrás del escritorio, le lanzó una mirada de: "¿Es en serio?".

Naruto quiso gritarle que se largara.

—Sí... —contestó Sakura, también sin palabras o una manera inteligente de cómo iniciar la conversación.

Nunca había tenido problemas en hablar con Naruto, la mayoría de las veces éste hacía algo idiota y era fácil regañarlo, sin embargo, ahora todo se sentía tan tenso; siquiera verlo la ponía incómoda.

—Ahm, ¿quieres sentarte? —Naruto señaló las bancas cercanas a las canchas de bateo.

Ella parpadeó, como si procesara la pregunta del rubio y después asintió.

—Claro.

Naruto apretó los labios, sintiéndose un idiota por comportarse así cuando el día de ayer era capaz de abrazarla y besarla cuantas veces quisiera. Ahora se sentía como si fueran dos extraños. Ambos caminaron hasta la mesa y tomaron asientos, quedando cara a cara. El ruido de las máquinas y las bocinas anunciar los tiros y puntos hacían del ambiente menos silencioso, pero era insuficiente para espantar la nube de incomodidad sobre ambos.

—Eh... —Naruto empezó, viendo con atención el puesto de snacks y bebidas detrás de Sakura—. ¿Quieres algo de beber...?

—No, estoy bien así... Gracias —susurró Sakura, quedando en silencio otra vez.

Ya que Naruto la llamó y él fue el primero en pedir hablar, Sakura pensó que él iniciaría; durante el camino se preparó para ello. Venía dispuesta a escucharle, a validar los sentimientos que habían hecho mella en Naruto desde el comienzo de su relación; mismos que ella ignoró por todo ese tiempo.

Las palabras de Ino se repitieron constantemente desde que Naruto le reclamó sobre su falta de querer y el obvio sentimiento que aun profesaba a Sasuke. Esto último deseaba tanto negarlo, más recordar cómo Naruto pidió negar dichos sentimientos a su primer amor al mirarle directamente a los ojos le hacía enmudecer y sentirse diminuta; la misma sensación que un niño padecía en cuanto era descubierto por su padres haciendo una maldad.

—Yo... —Sakura decidió hablar, dejar caer los dados y ver que tenía el azar preparado para ella—. Yo... Quiero disculparme contigo.

—¿Uh? —por la reacción de Naruto era obvio que no esperaba una disculpa tan rápida.

Sakura enrojeció.

—Lo que dijiste anoche...

—Fueron tonterías —Naruto se encargó de aclarar rápidamente, pensando en sus sospechas de Sasuke e Hinata, así como las implicaciones que hizo sin tener un mejor contexto.

Sin embargo, mencionar el nombre de Hinata aun en su pensamiento le supo mal.

Sakura le miró, detallando la mueca llena de culpabilidad del chico. Sonrió débilmente.

—No, no lo fueron. Al menos... Lo de tus sentimientos, eso... Eso no fue una tontería.

Naruto bajó la mirada, sintiéndose vulnerable. Pocas veces se proyectaba como alguien quien necesitaba consuelo, no es algo que lo hiciera sentir confortable porque no estaba acostumbrado.

—Estuve pensando toda la noche... —Sakura continúo al percatarse del silencio de Naruto—... en lo que dijiste, en cómo te sentías... Al principio pensé que estabas loco... Me sentí enojada contigo por acusarme de... Bueno, ya sabes... Que lo primero que hice fue negarlo porque me dolió que pensaras que yo seguía... Que yo seguía enamorada de Sasuke... Pero me di cuenta que... Que actúe mal contigo. Que fui muy injusta y que te hice daño...

Siempre consideró a Naruto un idiota. La primera impresión que tuvo de él hizo nacer aquel pensamiento. No importaba que su apariencia fuera como la de un príncipe del extranjero o de un país europeo, bastaba escucharlo por unos minutos y terminar hartándose. Era tan bruto la mayoría de las veces que no tenía tacto con ciertos temas, ocasionando una ola de rechazo de parte de la población femenina hacia él.

Le disgustó que sus amigas se rieran cada vez que él venía a pedirle una cita, confesándole sin tapujos lo mucho que le gustaba. La actitud de Naruto avergonzaba constantemente a Sakura, inclusive había días en los cuales no deseaba ir a la escuela porque él estaría ahí, persistiendo.

Y aunque le gustaba que las personas la llamaran bonita, no era de Naruto de quien buscaba tal cumplido, sino de Sasuke Uchiha.

Siempre soñó que, como fruto de su esfuerzo, Sasuke le pediría ser su novia con un ramo de rosas y el atardecer pintándose en el horizonte, uniendo sus vidas hasta el día de su boda y continuando con el cuento de hadas hasta tener su propia final feliz.

Fue tan tonta.

Tantos años detrás de Sasuke y éste nunca la consideró como tal. Incluso ahora dudaba de si ella era vista por el Uchiha como una amiga cercana. Tenían nula comunicación con él; entre los dos, era Naruto con quien más Sasuke se mensajeaba. Quizá eso se debía a que ambos eran chicos y era más fácil. Después de todo, Sasuke no tenía mucha tolerancia respecto a las cosas relacionadas con el sexo opuesto ya que, generalmente, esos temas le hastiaban.

Pocas veces él se sumaba a sus planes, igualmente sus interacciones terminaron en cuanto comenzaron al universidad y el anuncio de su relación con Naruto se dio.

En un principio dudó de lo que una relación con Naruto podría traerle y consideró rechazarlo en aquel último día de clases en la preparatoria, con el aroma de las vacaciones de verano más cerca, los últimos pétalos de sakuras ser llevados por el viento así como sus memorias de lo que vivió durante esos tres años. Llevaban los certificados enrollados en el rollo tradicional y la ceremonia tenía poco de haberse terminado cuando Naruto la cogió de la mano, ignorando cómo se quejaba a viva voz de andarla tomando a su antojo. Sakura pudo simplemente negarse, darle una paliza como acostumbraba cada que el rubio se negaba a oírla, pero lo dejó.

Dejó que la condujera hasta la parte trasera del edificio donde se colocaran bajo la sombra de un frondoso árbol y él la viese con ese par de ojos azules que tenían un brillo más azul de lo que recordaba. Sabía lo que le diría: Naruto se confesaría otra vez. Quiso callarlo antes de iniciar, ahorrarse la molestia, recordarle nuevamente que lo veía como un amigo. Empero Naruto hizo sus promesas, muchas promesas. Juró bajarle una constelación entera, ir hasta los más profundos mares para conseguirle los tesoros escondidos o luchar contra un dragón si estos existieran; la hizo sentir... especial, de una manera que ni en las anteriores veces en las que él repitió cosas similares le hizo sentir.

Un nuevo torbellino instalarse en su pecho, un calor agradable invadir sus mejillas.

Un sentimiento honesto.

Una puerta a una nueva posibilidad.

Una cura a su maltratado corazón que seguía lastimándose por querer aferrarse a una fe muerta.

Naruto le prometía amarla como nunca antes nadie sería capaz de hacer, ¿entonces, por qué se negaba con tanto ahínco?

Aceptó.

Ese día hizo tan feliz a Naruto que no fue hasta la noche que pudo quitárselo de encima. Reconsideró la opción, pero bastó amanecer al día siguiente y leer los mensajes de buenos días que él le envió, los planes que él hacía con ella en mente en cada aspecto y las sonrisas hechas de Sol dedicadas cada vez que la veía, como si su sola presencia fuera de vital importancia para Naruto.

Sakura comenzó a sentirse atraída por lo que Naruto hacía por ella; lo especial que su trato le parecía, cómo nunca antes ningún chico la hizo sentir. Naruto se ocupaba de todo, amar por los dos, y a ella se le hizo fácil.

No tenía que contestar mensajes ni planear citas, él lo hacía.

Los aniversarios de uno o dos meses y consecutivamente él los anotaba en su calendario y se encargaba de las cenas en lugares que a ella le agradaban.

No podía hacer mucho por el comportamiento de Naruto, pero cuando estaban juntos, él hacía lo posible por ser el chico que ella se merecía.

Y a pesar de que Sakura sabía que Naruto jamás sería Sasuke, lo aceptó.

Era la mala.

La bruja del cuento.

La herida que hacía sangrar a Naruto.

Verlo tan aferrado a ella al punto de sacrificar su tiempo, sus sentimientos, todo de sí, le hacían recordarse a sí misma. ¿Era ésta la visión que Sasuke tuvo de ella? ¿Alguien dedicada a una persona, olvidándose de sí mismo?

El daño que le estaba causando a Naruto era horrible. Ino se lo advirtió pero ella siempre pensó que todo estaba bien entre ambos porque él no se había quejado. Aquello fue una terrible equivocación. Que no escuchara a Naruto quejarse, no significaba que ella pudiese hacer de la vista gorda y fingir que todo estaba bien.

Nunca se preocupó por cuánto era el tiempo que él le dedicaba, dejando de lado sus responsabilidades en la universidad, siendo ella capaz de enfocarse en lo suyo sin problemas, cancelando encuentros y salidas sin pensar más allá. Naruto siempre le decía que estaba bien, y ella le creyó.

Pensó que el haberle entregado a Naruto su virginidad había sido una prueba de amor contundente, pero la sensación agridulce que vino después supo tan mal, como un enorme arrepentimiento escalar en su espalda mientras a su lado el rubio sonreía de oreja a oreja, abrazándola como un koala; esa debió ser primera señal para detener todo eso antes de que fuera más grave.

Volvió mirar a Naruto y le dolió porque era como verse a sí misma. Si Sasuke la rechazó hasta el cansancio, ¿había sido porque a sus ojos él vio lo que ella veía? ¿Supo todo ese tiempo que, de aceptarla, tendría que lidiar con todo eso?

Un amor que solo lo movía una persona.

Naruto merecía a alguien mejor. Alguien que lo apreciara. Que supiera amarlo. Pero...

«Terminarás sola» lanzó su pensamiento, sus miedos más profundos, los fantasmas que la atormentaban cada que pensaba acerca de cómo su mundo quedaba desolado por ir detrás de lo que ella amaba.

Había cortado su amistad con Ino por Sasuke y tuvo nulas amistades durante la mayoría de su adolescencia por siempre pelear por él. No quería que nadie la opacara y veía a todas como posibles rivales. Sin embargo, dicho sentimiento disminuía cada que Naruto rondaba cerca de ella, como una luciérnaga necia, una que se rehúsa a escapar del calor de una flama mortal.

Ino se alejó, pero no Naruto. Siempre iba a consolarla, la defendía de otros, la ponía en un pedestal y le hacía sentir menos sola. Procuró que su amistad se quedara de esa manera, a pesar de lo molesto que resultaba; tenerlo a su lado cuando nada le quedaba le hacía sentir feliz, cómoda.

Con la ausencia de Sasuke y su complicada amistad con Ino era algo similar. Nunca se sentía sola con Naruto, su celular siempre tenía notificaciones de él. Tenía la completa seguridad que si le llamaba estaría dispuesto para ella, a toda hora y en cualquier día.

Estaba tan acostumbrada a él que la idea de dejarlo ir le angustiaba.

Había querido venir, aclarar las cosas y disculparse de corazón con Naruto por todo el daño causado, pero teniéndolo cerca e imaginándose la posibilidad de verlo ser feliz con otra chica que no fuera ella, limitándose a observarlo mientras ella no podía serlo, le hizo sentir una desesperación de la cual nunca imaginó padecer.

Si no podía tener a Sasuke ni a Naruto, ¿qué quedaba para ella...?

Si Naruto comenzaba a actuar como Sasuke y alejarse, ¿qué haría ella...?

—¿Sa...? ¿Sakura...?

Escuchar a Naruto llamarla con un tono preocupante la instó a verlo directamente, el rostro del rubio distorsionándose gracias a las lágrimas silenciosas que bajaban. Llevó las yemas y notó la humedad; la hizo sentirse extraña porque no supo en qué momento comenzó a sollozar.

—Yo... —solo podía quedarse así, tragarse el nudo en su garganta y luchar por no llorar—. L-Lo siento, yo no quería... —pero cada que intentaba parar, no podía.

Su corazón dolía, su egoísta y malvado corazón dolía.

Naruto se levantó a toda prisa y llegó rápidamente al lado de Sakura. Sin que ella pudiera evitarlo, él la abrazó, la arropó con su calor y la sumió en la protección de aquel par de brazos que, pese al poco tiempo de estar separados, el propio cuerpo de Sakura extrañó profundamente.

Sakura estaba condicionada por la permanente presencia de Naruto que supo bien no ser capaz de permitirle alejarse.

—Shhh —él la consolaba, acariciando su espalda mientras ella humedecía la tela de su camiseta.

No se quejó por el sudor ni el color de ésta, simplemente se dejó embargar por el propio calor de Naruto.

Un calor que era solo suyo.

Uno que jamás dejaría ir.

«No me dejes».


.


Sakura observó el reflejo de ella pintarse en el espejo, suspirando con cansancio. Los ojos los tenían hinchados y cualquiera a tres metros de distancia sería capaz de verlos. Remojó el rostro con poca agua, esperando que la frialdad de ésta pudiese darle un remedio a su rostro.

Aun estaba confundida si la relación con Naruto permanecía o no. Llorar en frente del chico no fue la solución que ella deseó emplear, sino una mejor versión de sí misma incapaz de espantarse a causa de sus propios miedos y romperse públicamente.

Después de que Naruto le abrazara por un considerable tiempo, personal del centro de bateo se acercó, preguntando por lo sucedido. Sakura de inmediato defendió a Naruto quien, a primera vista, parecía ser el culpable de sus lágrimas rebeldes. Hubo una discusión boba entre el Uzumaki y sus compañeros de trabajo, algo que le recuperó la sonrisa, excusándose después para ir al baño.

Naruto la esperaba afuera, pero ella no quería salir. El cuerpo lo sentía pesado y la cabeza dolía. Demasiadas emociones por ese día. Sakura se recargó sobre el lavabo y sacó el celular para llamar a Ino, necesitaba consejo. Esperaba que la rubia contestara, pues el modo en cómo le habló antes de bajar del auto de ésta no fue la mejor opción, pero se vio tan ansiosa de perder la oportunidad de hablar con Naruto que prefirió abandonar a su amiga en el auto y buscar otra alternativa para llegar al encuentro.

El timbre al otro lado sonó un par de veces, Sakura se mordía el labio por la espera. Otro par de timbreas más que la obligaron a caminar por el reducido espacio del baño, mirando por la ventanilla en lo alto de la pared, sintiendo el frío otoñal colarse.

¿Tu mal humor está en niveles razonables? Porque no voy a aguantarte el reclamo de Ino la recibió y Sakura bufó, avergonzada.

—Perdón por llamarte de la nada —respondió—. Lo de hace un par de horas no... No fue mi mejor comportamiento, me disculpo por eso. Agradezco que hayas tenido la intención de llevarme, prometo depositarte por el gasto de gasolina.

Eso es lo que menos me importa, mi padre se encarga de esas cosas, ¿sabes? Yo solo tengo que cumplir con venir a casa el fin de semana y pasar un momento con ellos explicó Ino con casualidad. Estaba dejando el tema a un rincón, sin darle mucha importancia.

Ella agradeció que Ino no fuese alguien rencorosa.

¿Y bien? ¿Qué pasó? Te veías tan ansiosa por llegar con Naruto. Sea lo que sea que ese chiflado quería decirte, debió ser importante.

Sakura rascó su cabello, nerviosa, como si la presencia de la rubia se hubiera materializado en el baño y tuviera ese par de ojos celestes atravesándola.

—Tuvimos una pelea y Naruto me llamó para hablar.

¿Una pelea, eh? una pausa al otro lado de la línea por parte de Ino, después el sonido de que ella volvía a coger el celular—. ¿Grave?

Algo así.

¿Rompieron?

No lo sé... —contestó con honestidad.

¿Hah? ¡¿Cómo que no sabes?! la reacción de Ino no se hizo esperar y Sakura casi pierde su tímpano izquierdo—. Es fácil: uno de los dice la frase: "Creo que es mejor terminar", "Sigamos siendo amigos", o "No te quiero volver a ver". ¿Tú o él dijo algo similar?

—Eh, no... Pero... —Sakura tenía conflictos, el tipo de conflictos que no podía comunicárselos a su amiga por teléfono, necesitaba hablar con ella cara a cara—. Es complicado... Yo estoy siendo complicada y Naruto solo está siguiendo la corriente, ¿sabes?

Eso suena a un tremendo dolor en el culo. Ugh, ustedes dos siempre tan problemáticos.

Sakura rio por lo similar que Ino sonaba a Shikamaru.

—Lo siento.

Ino no dio una respuesta rápida, más escuchó el suspiro frustrado, seguramente porque no podía alcanzarla y agitar esa cabezota que tenía para dejar fluir las ideas y soluciones que ella no veía en esos momentos.

Puedes venir a mi casa y hablar. No voy a correrte.

Claro, yo te aviso cuando esté en camino... —sintió que el peso de su corazón se hacía ligero por la invitación de Ino—. Gracias, Ino...

Sí, sí. Recuerda traer algo para comer.

Uhm. Gracias, Ino.

Terminaron la llamada y Sakura tuvo el coraje para salir del baño. Al cruzar el umbral, halló a Naruto recargado en una pared cercana. Lucía perdido porque no dejaba de ver un punto lejano, más allá de las canchas de bateo. Caminó hasta él y puso una mano sobre su hombro, asustándolo por un momento por lo inesperado de su movimiento. Sakura puso una sonrisa de disculpa y Naruto le correspondió con una sonrisa más amplia.

—¿Todo bien?

—Sí... Creo que sí —respondió al recordar su conversación con Ino—. Perdón por hacerte esperar.

—Sin problemas, hoy no tenía nada importante que hacer. Eh, ¿te encamino a tu casa?

Sakura observó el perfil de Naruto, por alguna extraña razón no le miraba a los ojos. Quería pensar que aun seguía afectado por la conversación que tuvieron, que se sentía un tanto tímido de actuar correctamente con ella a su lado.

—Naruto.

—¿Uh?

Sakura le tomó la mano, entrelazando sus dedos en un agarre fuerte y firme, uno que hizo temblar el propio cuerpo de Naruto y obligarle a verla.

—No quiero que terminemos. Yo quiero... Quiero seguir siendo tu novia.

—Sakura...

—Sé que no he sido la mejor novia, lo sé. Pero prometo que cambiaré, realmente me esforzaré por darte tu lugar en esta relación. Quizá... no pueda hacerlo de un día para otro, pero me comprometo a serlo. No quiero dañarte más ni que esas inseguridades sigan creciendo en ti. Así que, por favor, dame otra oportunidad...

La frase no llegó a concluirse porque Naruto la besó, tomándola con delicadeza del mentón y terminando con la distancia entre ambos. Sakura se sintió ofuscada pero de inmediato dicha sensación terminó por desaparecer y cerró los ojos, entregándose al compás del beso dulce y delicado que Naruto imponía sobre sus labios.

Besarse cerca de los baños no era lo más romántico, pero Sakura estaba feliz de que Naruto volviera a ser suyo.


.


Sakura observó silenciosamente a Naruto quien, felizmente, elegía miles de productos —la mayoría ramen— para ponerlos en la canastilla.

—Cuando te dije que podías echar lo que quisieras, no me refería a que todo tenía que ser ramen, Naruto —Sakura veía alarmada las cantidades de sodio—. ¿Tienes idea de lo que un envase de esto te hace?

—Sakura-chan, dijiste que podía comer lo que quisiera y quiero comer ramen.

—Pero no tanto. A este paso tu salud se verá afectada. Te he dicho muchas veces que consumas verduras.

Naruto puso una mueca llena de desagrado al recordar los vegetales; le disgustaban y prefería evitarlos a toda costa, salvo cuando iba a casa con sus padres y su madre le obligababa a comerlos con esa amenazante aura detrás de él, recordándole que no se iría hasta que lo viera limpiar el plato.

—Sakura-chan —él se quejó como niño pequeño.

Ella devolvió la mayor cantidad de empaques a sus estantes, dejando un par adentro. Naruto iba a quejarse de nuevo y abrazar a sus adorados ramen cuando le cogió de la mano, caminando a otro pasillo en el supermercado.

—¿A-A dónde vamos?

—Elegiremos algo más saludable.

—¿T-Te refieres a frutas y verduras?

—Sí —respondió al verle por encima del hombro, riendo por lo pálido que se le puso el rostro a Naruto ante la mención de la nueva elección del menú—. Creo que curry vendría bien por el clima, ¿no crees?

Naruto bajó la mirada hacia la unión de sus manos, uno bastante firme que Sakura no buscaba romper. Naturalmente sintió las mejillas calientes y el corazón latir agitado. Las cosas salieron mejor de lo que él imaginó, pues tuvo la certeza de que ella no le iba a perdonar por lo que le hizo, o que seguiría enamorada de Sasuke y por ello no podían continuar juntos. Sin embargo, fue Sakura quien pidió intentarlo de nuevo.

Él no iba a negarse. Sus sentimientos por la chica eran fuertes, mucho más fuertes que su propio orgullo. Los temores persistirían, estaba seguro, pero tenía esperanzas de que el comportamiento de Sakura ayudase a que poco a poco esas inseguridades mitigaran al punto de desaparecer.

Cuando Naruto pudo volver en sí, Sakura elegía las patatas y zanahorias, los ingredientes principales para curry. Eso le hizo sonreír como bobo.

—¿Vas a cocinar para mí, Sakura-chan?

—Claro, no puedo dejar que comas toda esa basura.

—¡Sakura-chan, el ramen no es basura! ¡No insultes algo tan precioso como el ramen de esa manera!

Sakura rodó los ojos e ignoró a Naruto, enfocándose en su tarea de reunir lo necesario para el curry.

Continuaron en el supermercado por un rato más, Sakura peleando con Naruto porque éste no dejaba de meter cosas innecesarias a la canastilla, ganándose unas cuantas miradas curiosas de las demás personas con las cuales Sakura se disculpaba por el alboroto. Pagaron y caminaron directo al departamento de Naruto. Él estaba completamente emocionado por ese radical, pero más que bienvenido, cambio a su rutina. Pocas veces podía tener a Sakura en su departamento debido a las responsabilidades de ambos y Menma, pero que ella fuera con la intención de cocinarle hacía todo más grandioso. Casi único.

La presencia de Sakura iba disipando el mal recuerdo de Hinata, uno que esperaba no volviera a atormentarlo.

—¿Cuál es el punto de tener ascensor si éste no sirve? —Sakura escudriñó las inserivibles puertas cuyo anuncio de fuera de servicio era necesario.

Naruto rio, nervioso.

—La casera del edificio no es la más responsable.

—Aun así deberías hablar con ella, todos los vecinos deberían hacerlo. Están pagando por sus servicios, ¿no puede hacer un mejor trabajo? —respondió al comentario de Naruto, empezando a subir los primeros pisos por las escaleras.

Naruto se limitó a encogerse de hombros al saber que la casera ignoraría sus peticiones. La única manera de ser escuchados sería quejarse directamente con las autoridades responsables, pero eso llevaría mucho tiempo y papeleo.

—No te preocupes, Sakura-chan. En cuanto tenga suficiente dinero, me mudaré.

—¿Uh? —Sakura se sorprendió de escuchar los planes del rubio—. ¿Ya no vivirás con Menma?

—A estas alturas creo que cada uno debe tener su propio espacio.

Sakura subió una ceja.

—¿Pelearon de nuevo? —era muy común que ese par tuvieran diferencias casi a diario, algo natural al considerar las personalidades de ambos Uzumaki tan distintas de sí que mantenerse cuerdo en el mismo espacio sería una tarea difícil.

—Menma y yo siempre peleamos. Pero no es por eso... —musitó. Estaba yendo por territorio peligroso. Su relación con Sakura era una cosa, pero la relación de Menma otra.

No era de interés de Sakura andarse preocupando por lo que sucedía con Menma, pero esa idea venía haciéndose espacio desde que salió esa mañana y descubrió que las visitas de Hinata al departamento no iban a parar.

¡Y no era malo! La chica de ojos perla se había comportado de la mejor manera, pero dado lo ocurrido anoche no se sentía del todo cómodo a recibirla sin querer ir a esconderse a su cuarto. Tampoco deseaba ser un maldito con ella ni que sus acciones desairadas se malinterpretaran como una señal de que la detestaba.

—Creo que es una buena idea —Sakura asintió, viendo el cambio de aires que Naruto quería para sí como un buen camino a la independencia absoluta.

—¿Lo crees?

—En algún momento sus caminos se separarán, no veo lo malo que quieras adelantarte.

—Bueno, eso es porque nuestros padres así lo pidieron cuando entramos a la universidad. Algo que a Menma no le gustó para nada.

—Entonces creo que es momento de hacerle ver a tus padres que los dos necesitan su propio espacio. Son gemelos y es natural que tus padres crean que su vida debe estar compartida en cada aspecto, pero los verdaderos retos de la universidad no comienzan todavía. Estoy segura que sus peleas serán más serias si continúan viviendo juntos.

Naruto estuvo de acuerdo con lo que Sakura decía, a pesar de que él en un principio no tomó gran importancia a esos detalles. Había vivido con Menma durante toda la vida que esa personalidad arisca de él le era tan natural como el aire que respiraba. Podía ser molesto a veces, y en ocasiones debía cerrar con seguro la llave de su habitación para que éste no fuera y lo estrangulara, pero la compañía de su hermano le hacía saberse no tan solo en el departamento.

Supuso que la raíz de la idea era Hinata y sus visitas.

—Tadaima —anunció Naruto cuando abrió la puerta de la morada para ambos, dejando los zapatos en la entrada y cargando las bolsas.

Pasaron a la pequeña sala donde Naruto invitó a Sakura a tomar asiento en lo que dejaba todas las cosas sobre la mesa e iba a cambiarse de ropas. Afuera el aire le pegó fuerte y haber salido con un par de bermudas no fue la mejor elección, por lo que tomó unos pantalones cómodos y una sudadera para regresar, topándose con la sorpresa de que Sakura había comenzado a lavar las verduras.

—Perdón, me adelanté.

—No hay problema Sakura-chan, usa la cocina cuando quieras.

—Uh, bueno, me ayudaría mucho a que me dijeras dónde guardan los sártenes y todo.

Sakura insistió que ella se encargaría del curry y que él podía descansar o limpiar, con la condición de que no comiera ramen antes de la comida. Naruto luchó contra sus instintos por tomar uno de los empaques yendo a las habitaciones de fondo. El mismo nerviosismo que le atacó en la mañana se implantó en la boca del estómago ante la posibilidad de que ellos siguieran ahí. Fue lo bastante ruidoso para hacer notar su presencia y el movimiento que Sakura hacía en la cocina era más que suficiente. Intuía que ninguno de los estaba en casa por el nulo ruido de ésta, pero recordaba que Menma e Hinata eran del tipo silencioso.

Sería difícil saber si estaban o no. Tocó la puerta de la habitación que le pertenecía a Menma, solo para cerciorarse.

—¿Menma? —tragó saliva—. ¿Hinata?

Nadie respondió al otro lado y Naruto sintió alivio inmediato.

Pero la felicidad no duró demasiado en cuanto el sonido de la puerta abrirse lo sorprendió a sus espaldas. Giró con rapidez, sintiendo que a sus alrededores el mundo se agitaba, encararando las figuras de Menma e Hinata, ambos de regreso de algún lado. La mueca de desazón de Menma no se hizo esperar, sobre todo cuando, atraída por el ruido, Sakura avanzó fuera de la cocina y recibió a los recién llegados, enfocándose más en Hinata que en el gemelo menor.

—Hinata —la dueña de cabello rosado amplió la sonrisa, yendo hacia una de sus mejores amiga quien, aun desconcertada por la presencia de Sakura en el departamento que los gemelos compartían, le causó.

—Sakura-chan, hola —saludó la Hyuga, sonriendo y responiendo al saludo de su amiga—. No esperaba verte.

—Hubo un cambio de planes —rio Sakura al no querer compartir detalladamente lo ocurrido entre Naruto y ella—. Salí con Ino en la mañana, pensé que también podías acompañarnos, pero Ino me dijo que... estabas indispuesta —esto último lo dijo mirando a Menma quien no le rehuyó ni intentó defenderse.

Hinata parpadeó sin recordar si recibió o no una invitación de Ino. Simplemente tenía un mensaje de ella diciéndole que la pasara bien con Menma.

—Lo lamento —Hinata se mostró apenada.

Sakura negó de inmediato.

—¡Para nada! Tendremos otra ocasión para salir las tres. Pronto llegarán las vacaciones de invierno, tomemos esos días para disfrutarlos juntas.

Hinata asintió, animada de que pudiese divertirse con la compañía de sus amigas.

—¿Estás preparando curry, Sakura-chan? —por el aroma en el lugar Hinata miró con dirección a la cocina.

Sakura asintió, aunque una mueca de inseguridad se le plantó en la cara.

—Sí... —se acercó más a ella, revisando que a sus alrededores ni Menma ni Naruto estuvieran cerca—. Pero no tengo idea de cómo prepararlo. Pensé que sería suficiente con poner las verduras y el curry, pero...

—Tranquila —Hinata sonrió a su amiga—, yo te ayudo.

—Hinata, eres un ángel.

Con las chicas en la cocina, Menma acomodó los abrigos de Hinata y el propio en la parte correspondiente, tratando de no ponerle demasiada atención a la presencia de Sakura. Si lo hacía, nada bueno saldría. Y no quería arruinar su buen humor por culpa de la novia de su hermano y la presencia de éste en el mismo lugar. Cuando caminó más adentro del departamento, Menma halló a Naruto en mitad del pasillo. Parecía perdido, pues no reaccionó cuando se puso en frente de él, queriendo pasar.

Chasqueando la lengua, Menma le dio un golpe en la espinilla.

—¡Eso dolió! —Naruto despertó de su letargo.

—Muévete —gruñó Menma—, estorbas.

—¿Y no pudiste pedirlo amablemente?

Menma frunció más el ceño, Naruto entendió y se hizo a un lado, cruzado de brazos y mirando a su hermano quien, a punto de abrir la puerta, le observó por encima del hombro.

—¿Se te perdió algo?

—Nada, nada, solo... —Naruto rascó su cabeza. Mierda, mierda, por qué tenía que estar en ese lugar, exactamente en el mismo lugar donde lo vio todo—. Eh... Bueno... Sakura-chan se quedará a cenar —anunció, esperando una erupción de lava por parte de Menma.

Éste simplemente gruñó.

—Me di cuenta cuando entré y la vi.

—No seas un idiota con ella, ¿sí?

—El único idiota eres tú —dijo Menma al entrar a su habitación y dejar afuera a Naruto, en el pasillo.

Él masculló una maldición directa a su hermano y giró con dirección a la cocina. Podría sentarse en el sofá mientras esperaba a que Sakura terminara el curry y...

—Naruto-kun.

La voz que pensó no volvería a reproducirse en su cabeza, gimiendo y pronunciando el nombre de su hermano, regresó. Era demasiado tarde como para darse la vuelta y huir a su propio cuarto. Hinata estaba en frente de él, encarándolo. Traía una mueca amigable, una que no merecía que la despreciara o ignorara, a pesar de que no eran esas sus intenciones, pero no podía verla a los ojos, sentía que ella podría descubrir los secretos que guardaba.

—Hey, Hinata —saludó con casualidad, con la misma que le caracterizaba tanto, en espera de ella no notara nada extraño.

—Uh, ¿estás bien? —cuestionó la joven.

Naruto de inmediato se puso derecho y firme.

—C-Claro. ¿Por qué lo preguntas?

Hinata ladeó el rostro, sin estar segura de la respuesta de Naruto.

—Luces... nervioso.

—¿Nervioso? ¡Claro que no! —rio con fuerzas—. Solo... un poco preocupado de que, bueno, Menma y Sakura-chan bajo el mismo techo... Eso pone de nervios a cualquiera.

Hinata rio por lo dicho y él sintió que el vello de su nuca se erizaba. No era la primera vez que escuchaba a Hinata reír, pero sí se percataba de que su risa era melodiosa, encantadora.

—Tienes un punto —estuvo de acuerdo la Hyuga—. Pero, tranquilo, estoy segura que Menma-kun se comportará hoy. No empezó una pelea con Sakura-chan, así que eso es bueno, ¿no?

—C-Creo que sí.

—Entonces no tienes por qué preocuparte.

Naruto puso una sonrisa, olvidándose por un rato el miedo que tenía de toparse con Hinata.

—Tienes mucha confianza en Menma, Hinata-chan.

Vio a la chica sonrojarse y suavizar sus gestos.

—B-Bueno... —intentó explicar ella—. Menma-kun es... Sé que es alguien difícil, sobre todo cuando... Cuando no sabes tratarlo. E-Es decir —miró avergonzada a Naruto, pensando que pudo ofenderlo—, Naruto-kun debe saberlo más que nadie porque eres su hermano mayor... Pero, dentro de él, hay un buen chico.

—Querrás decir muy, muy, muy, muy dentro de él —se permitió reír Naruto por la expresión de la chica—. A mí lo único que me ha mostrado han sido los colmillos.

—L-Lo siento —Hinata lució mortificada y Naruto de inmediato se apresuró a aclarar.

—¡Hey, hey, no digo que Menma no sea bueno! Digo, no lo es conmigo, ¡pero sí lo es con Hinata-chan, entonces está bien! —con movimientos exagerados de sus manos, Naruto intentó que Hinata no tomara mal sus palabras—. Debió ver algo bueno en ti para dejar de lado su desabrida personalidad, y que sigas con él, bueno, demuestra que lo quieres... Algo que me hace cuestionar muchas cosas, pero, uhm, sí estás bien con él, yo estoy bien —Naruto mostró su sonrisa, la de siempre, la que era honesta y no ocultaba cosas detrás—. Sé que es tarde pero —él hizo una reverencia formal frente a Hinata que se sonrojó de pies a cabeza—, por favor, cuida a mi hermano menor, Hinata-chan.

—N-Naruto-kun, n-no es necesario. Eh, yo... —Hinata imitó el gesto del Uzumaki—. L-Lo haré. Cuidaré a Menma-kun, lo prometo.

Naruto volvió a reír al reincorporarse, viendo mejor a la chica debajo de las bombillas del pasillo. Era imposible culparla de sus errores. Ni siquiera podía tratarla mal porque solo estaría huyendo de sus propias responsabilidades.

El ver a Hinata y a Menma en un momento demasiado íntimo no iba a desaparecer ni con ello la culpa por haberse masturbado pensando precisamente en la chica a la que tenía en frente. Pero estaba dispuesto a callarlo y olvidarlo, por el bien de todos. Especialmente el propio.

Sakura estaba cocinándole en esos momentos y su relación se reponía de una caída fuerte. Podía tener miedos e inseguridades, pero ella le aseguró esforzarse y confiaba en Sakura. No estaba dispuesto a perderlo todo por miedos imaginarios a que Hinata se colara en su mente y destruyera todo lo que había asegurado. Era un pensamiento bastante idiota y exagerado, sobre todo viendo a la joven que, a simple vista, estaba completamente enamorada de su hermano menor.

No conocía a profundidad a Hinata porque no formaba parte de sus amigos más cercanos, su mera relación existía a causa de Sakura y la relación que ella mantenía con Menma. Más no le desagradaba la chica, y no lo decía por los regalos que le dio en su cumpleaños, sino que su aura era demasiado amable para ser un maldito con ella. Aun quería disculparse con ella por el episodio que armó con Sakura al creer que estaba saliendo en secreto con Sasuke, sin tener idea de que ambos azabache simplemente eran conocidos comunes por las fortunas de sus respectivas familias. Y no dudaba de que Sakura le obligara a hacerlo, por supuesto, sin revelar los verdaderos motivos.

—Eres una buena chica, Hinata-chan —susurró de la nada Naruto, observándola fijamente, causando que la chica dejara de jugar con los dedos a causa del nerviosismo para verle, con los ojos perla más abiertos y las tupidas pestañas apuntándole.

Naruto le sonrió por la adorable expresión que ella puso.

—Muchas gracias por salir con Menma, en serio —luego la mueca seria del rubio cambió por una más juguetona—. ¡Pero si él te hace llorar, dímelo y me aseguraré de darle una paliza...!

—¿A quién vas a darle una paliza, eh? —Menma estaba debajo del umbral de su propia puerta, de brazos cruzados.

—¡Wah! —Naruto saltó en su mismo lugar—.¡¿Desde cuándo llevas ahí?!

—Lo suficiente —masculló, dejando de ver a Naruto para posar la mirada azulada sobre su novia—. Hinata.

—¿Hai? —preguntó la joven, mirando al gemelo menor.

—Puedes ir a recostarte en mi cama, ahí podrás dormir bien.

—Gracias, Menma-kun, pero quiero ayudarle a Sakura-chan a preparar el curry.

Menma bufó.

—¿No es capaz de hacer un simple curry?

—Oi, Menma —advirtió Naruto a su gemelo.

Éste le ignoró.

—Solo será un momento —Hinata calmó a Menma, sonriéndole—. Cuando me desocupe tomaré una siesta, lo prometo —regresó a mirar a Naruto, haciendo una reverencia—. Gracias, Naruto-kun, pero no creo que sea necesario —otra sonrisa, una más dulce que la anterior—. Menma-kun jamás me haría daño. A-Ahora debo regresar con Sakura-chan, con permiso.

La chica desapareció de la vista de ambos gemelos. Naruto se sintió extraño y notó que un calorcillo se posó en sus mejillas. Estaba sonrojado. Y eso Menma no lo dejó pasar.

—¿Qué con esa mueca tan asquerosa? —preguntó Menma con irritación.

Naruto de inmediato le miró y frunció el ceño por el ataque.

—¡¿Hah?! ¡¿De qué hablas, bastardo?!

—Tu cara —señaló— está roja —los ojos zafiro más oscuros que antes—. ¿Por qué te sonrojas por otra chica que no es tu novia?

—E-Eso es porque... ¡Hinata-chan es una chica dulce! —contestó a gritos, aunque le causó pena que la susodicha le escuchara—. Cualquiera se sonroja si una chica dulce le sonríe así... —cuando vio la mueca más ensombrecida de Menma, supo que metió la pata—. D-Digo —rascó con fuerza su cabello, ¿qué carajos estaba diciendo? Pudo zafarse de todo eso al mencionar que no esperaba que ella le agradeciera—. ¡No hagas estúpidas preguntas! —gritó al final, optando por largarse y regresar a la seguridad del sofá donde los ojos sombríos de Menma no le siguieran.

Con pasos violentos que resonaron sobre el maltratado piso de madera, y de los cuales le hizo ganar a Naruto un regaño de parte de Sakura por ser tan ruidoso, Menma le vio sentarse en el sofá, revisando el celular y mantener una ligera conversación con las chicas para distraerse.

Ignoró el agrio sentimiento en su pecho.

—Imbécil —masculló al volver entrar al cuarto. Prefería enfrascarse en unos problemas de álgebra que seguir viendo a Naruto.

No sabía qué podría hacerle de quedarse más tiempo en el mismo espacio que el rubio.