Hetalia: Axis Powers (y sus derivados) son propiedad intelectual de Hidekaz Himaruya. Yo no tengo propiedad de los personajes y el propósito de este fanfiction es solo de entretenimiento. No está permitida su comercialización.
Capítulo 17
Face/Cross versión
El códice Tonalámatl de Aubin
Paris, Francia 1982
José Luis Castañeda* caminaba nervioso por la calle de Choderlos de Laclos en lo que se aproximaba a su destino. Observaba constantemente sobre su hombro, como si temiera que sus pasos fueran seguidos. Lejos de estar equivocado, un par de ojos dorados lo observaban del otro lado de un macizo de rosas en el Jardín George Dugamel, en lo que el hombre se acerba con cada paso al edificio al final de la calle.
–Chst… –el chistido obligó a José Luis a detener su marcha y volverse en todas direcciones –. Chssst… ¡aquí!
Detrás de un árbol de tronco nudoso, una delicada mano le indicó al hombre aproximarse. José Luis sintiéndose aun nervioso, aunque podía imaginarse de quien se trataba, pasó sobre el pasto de las jardineras probablemente violando algún reglamento de la ciudad, hasta que dicha mano lo tomó de su camisa y lo jaló violentamente hasta ocultarlo detrás del mismo árbol.
–Señorita México… –logró escapar de los labios del hombre antes que la nació los tapara con la palma de su mano.
–Shhhhh –lo chistó de nuevo México en lo que apoyaba la espalda de José Luis contra el árbol –. Se supone que yo no debería estar aquí.
–Señorita… claramente ha recibido mi mensaje.
–Por supuesto –dijo México apartándose de José Luis –, por ninguna otra razón me arriesgaría en venir sin permiso y sin informar a Francia. Pero, es cierto lo que has escrito en tus cartas ¿Has encontrado la manera de entrar?
–Por supuesto –contestó el hombre seguro de sí mismo en lo que se reacomodaba sus ropas –. Me he ganado la confianza de los guardianes de la bóveda, creen que soy un curador de antigüedades. Incluso ya lo he tenido en mis manos.
–¿Crees que será posible? –le preguntó la mexicana con la esperanza resplandeciendo con un brillo en sus ojos.
–Sin lugar a dudas –dijo José Luis –. Es el momento, puedo sacar el códice de la biblioteca.
El códice Tonalámatl era un extraño y especial objeto de la época de los difuntos hermanos biológicos de México. Un escrito en náhuatl conocido como el libro de los días, un manuscrito que permitía a contar las fechas, los ciclos de venus y mucho más. Era un tesoro invaluable para la mexicana y un recuerdo especial de la familia que perdió y poco conoció.
El códice había pasado por muchas manos durante doscientos años después de que España y sus sacerdotes católicos había mandado destruir muchos de los escritos de mexicas, pero todo el tiempo había permanecido en su territorio, eso hasta que un granuja con el nombre Joseph Aubin* sacó tan preciado tesoro de México, escondido con el resto de su gran colección de objetos invaluables en un barco a Francia.
México vio la primera oportunidad de recuperarlo cuando Aubin cayó en la bancarrota y subastó su colección, incluido el códice. Sin perder tiempo, la mexicana reclutó al erudito de la cultura mexica Antonio Peñafiel* a que comprar la colección y la trajera de vuelta a casa el códice. Pero Audin terminó vendiéndole su colección a Eugine Goupli*.
Abogando por su herencia mexicana, México le escribió una carta Goupli pidiendo solo por el códice. Él rechazó cualquier oferta, pero le aseguró a la nación que le entregaría el códice en su testamento. O al menos así lo juró por su madre.
Como mexicana maldijo que hombre sucumbiera a su lado francés; Goupli, al final, le pidió a su viuda en el testamento que entregara toda su colección a la biblioteca nacional, incluida en ella el códice.
México lo creyó perdido para siempre. Eso hasta la carta de José Luis Castañeda.
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–¿Le Codex Aubin? –repitió la recepcionista de la bodega principal de la biblioteca nacional al escuchar la petición de José Luis. México no estaba muy lejos escuchando la conversación, oculta detrás de una estante de libros tratando de parecer una lectora empedernida.
José asintió la cabeza casualmente tratando de fingir desinterés.
La recepcionista respondió un con resoplido en broma.
–Êtes-vous venu jusqu'ici pour en voir un? –dijo ella –. De seguro allá en México los tienes desechados en cada rincón.
Antes que José Luis pudiera contestar al comentario ofensivo de la mujer, un fuerte estruendo retumbó desde los anaqueles cercanos. Ambos se volvieron para toparse con la nación de rodillas, levantando un grupo de libros que había dejado caer sin querer, en lo que se disculpaba de por el accidente rápidamente.
Pero gracias a que descuido de México desconcentró a la recepcionista, resultó más sencillo para José Luis acceder al códice para su examinación. Una gran mentira que debió seguir por un par de horas para no generar sospechas, pero una vez que le pareció oportuno y se encontraba completamente solo, José Luis cambio el códice por unas hojas de papel y el preciado tesoro lo ocultó debajo de sus ropas.
El mexicano trató de actuar con naturalidad cuando entregó los falsos documentos y salía de la sala de examinación como si no llevara un tesoro milenario robado debajo de la manga. Cruzó la biblioteca sin mayores problemas, siendo seguido de cercas por la mirada vigilante la nación que no se le escapaba ningún movimiento.
Tenía que funcionar. Se repetía mentalmente la nación mexicana una y otra vez mientras no perdía de vista a su nuevo recluta. En cierta forma sentía algo de culpa de estar usando a José Luis para sus fines, pero al mismo tiempo, el hombre se había ofrecido voluntariamente para tal trabajo. Era un efecto que tenía México sobre sus protegidos.
Y lo iban a lograr, estaban seguros de que lo conseguiría… cuando sus miradas se cruzaron con el mayor obstáculo, el guardia de la entrada principal a la biblioteca. José Luis sudó frío en lo que su mente divago en miles de escenarios, cada uno más pesimista que el anterior. De nuevo sus ojos oscuros se cruzaron con los de México quien no pasaba por lo mismo.
Había fuego en su mirada. México habían pasado muchas cosas para haber llegado a ese punto, finalmente tenían el códice en sus manos y estaba claro que la mexicana no estaba dispuesta a darse por vencida. Con un solo movimiento de su cabeza dejo eso claro a José Luis y mucho más, y para la sorpresa del hombre, la nación caminó directo al guardia, chocando con él estrepitosamente y distrayéndolo por completo de la presencia de José Luis.
Él logró salir disimuladamente mientras escuchaba a México disculparse en tímido francés con el guardia, en lo que fingía no tener la fuerza necesaria de ponerse de pie con sus zapatillas de tacón. Las mujeres bonitas y su habilidad por mostrarse desamparadas, era sin duda la ruina de los hombres.
Pero no para José Luis, quien había logrado salir de la biblioteca con el códice robado asegurado en sus ropas. México no podía estar más orgullosa.
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–¡A funcionado! –soltó México una vez que reunieron de nuevo, casi brincando de alegría a los brazos de José Luis y dándole unos besos emocionados en las mejillas que lo dejaron completamente desconcentrado –. No lo puedo creer. ¿Puedo verlo?
– No creo que sea lo más oportuno hacerlo aquí –dijo el hombre nervioso mirando a ambos lados de la calle. Los parisienses los miraban de reojo y con el ceño fruncida.
–Tienes razón –aceptó ella –, hay que sacarlo lo más pronto del país, y llevarlo a mi territorio.
–Estoy de acuerdo con dejar Francia, pero no creo que deba ir directo de regreso. Levantaría sospechas.
–¿Qué propones?
–Hacer unas escalas turísticas –explicó José Luis tomando de sorpresa la mano de la nación –. España, Egipto, Nueva York. Paradas turísticas que no llamen la atención; ya tengo todo preparado.*
Sus ojos se cruzaron con los México dejándole claro a ella que buscaba con tales planes.
–Y creo que será que lo hagas solo y lo más pronto posible –agregó México librándose del sutil agarre de José Luis, para no confundir sus muestras inesperadas de afecto, pero no mostrarse desagradecida del gran favor que le había hecho –. Yo debo regresar lo más pronto posible, antes que se percaten de mi ausencia o que estoy aquí.
Especialmente Francia, pensó ella. Sería sumamente problemático si Francia sabía que estaba sin su permiso en su territorio.
José Luis la miró perplejo por unos segundos en lo que la nación se cubría el rostro con sus gafas oscura y su sobrero fedora.
–Claro… –dijo él casi tartamudeando –. Tiene razón, debe dejar Francia lo más pronto posible y yo… tengo unas vacaciones pendientes.
–Pero José Luis –agregó México al percatarse de su inseguridad, dio un paso hacia él para tomar de nuevo sus manos y sonreírle con dulzura –, me has hecho un gran favor. Estaré por siempre en deuda contigo. Has sido mi héroe –dijo sin querer, una frase que la había metido en problemas muchas veces en el pasado.
–Ha sido un placer –dijo José Luis sin poder evitar sonreír.
–¿No vemos en Cancún?
–La veo en Cancún. *
Ambos se despidieron por última vez con un beso en la mejilla antes de separar sus caminos, sin saber que era vigilado de cerca desde el otro lado de la calle.
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México creía sentirse satisfecha con los resultados del robo de José Luis Castañeda a pesar de que las cosas no habían salido tal como se planearon, aun así, ya solo le quedaba emprender una discreta huida y esperar su tesoro milenario en casa. Pero dentro de ella, había una vocecita que le susurraba al oído, la dejaba con un leve desasosiego.
Pensó en un principio en su conciencia. Había participado en un robo después de todo, era normal que se sintiera algo mal al respecto. Aun así, se repetía a sí misma que solo había recuperado algo que le pertenecía por derecho. Muchos cambios ocurrieron con la llegada de los europeos al continente americano, había obtenido muchas cosas buenas, pero también había perdido otras. Ese códice era un recuerdo perdido de sus difuntos hermanos biológicos, no estaba equivocada en querer recuperarlo.
Pero esa voz en su cabeza no la dejaba en paz y ella estaba segura de que se trataba de la culpa.
La culpa de haber obrado mal, entrar al territorio de otra nación sin permiso y haberle robado, aún que fuera, un tesoro que le habían robado a ella en primer lugar. Tal vez las naciones vivían bajo las leyes de los humanos, pero había ciertas "cortesías" entre ellos que estaban obligados a cumplir. México había faltado a varias de ellas.
Pero se trataba de Francia, se decía a sí misma tratando de calmar la voz de su cabeza. La nación petulante con la que había tenido varios roses en el paso, quien había impuesto un imperio en su territorio en contra de su voluntad*, quien la amenazó y acoso en varias ocasiones. Un depravado, que por desgracia era increíblemente atractivo, y que seducía a todo lo que se moviera.
A pesar de todo eso y más, comenzaba preguntarse sí debería disculparse de alguna manera con Francia, una en la que él no supiera la razón de porque hacía, y que tampoco la comprometiera. Eso fue hasta que entró a su habitación de hotel y lo encontró tranquilamente al francés sentado en el sillón, en su traje elegante, con las rodillas cruzadas y una copa de vino en la mano.
–¡Virgencita de Guadalupe! –se escapó de los labios de la mexicana una vez que se recuperó del susto inicial –, me has sacado el corazón de pecho –agregó ella llevándose la mano sobre el busto –. ¿Qué estás haciendo aquí?
– Ma chérie, yo debería preguntar eso –dijo Francia con calma, en lo que se llevaba su copa de nuevo a sus labios –. Te encuentras en mi territorio sin informarme previamente y mucho menos sans être invité.
–¿Acaso no soy bienvenida? –soltó México tratando de mostrarse ofendida en lo que arrojaba su bolso y sombrero sobre la cama –. ¿Dónde quedo la hospitalidad europea? ¿O acaso es cierto lo que dicen de lo frío que pueden ser los europeos?
Francia soltó una de sus risitas características de sí, en lo que dejaba la copa de vidrio vacía sobre la mesita junto al sofá.
–Ma chérie, mi sangre es más que caliente y puedo mostrártelo en cualquier momento –dijo él poniéndose de pie y enfrentando a la mexicana cara a cara –. Mais je crois que no estás interesada en ello más que para hacerme cambiar de conversación.
La nación norteamericana trató de mantenerla la mirada a la europea sin verse intimidada, lo cual era difícil cuando este le sacaba más de una cabeza altura y la mirada desde arriba como un aire de superioridad.
–No sé de dónde sacas esa idea –finalmente dijo México desviando la mirada. Intentando alejarse, pero Francia la sujetó del codo impidiéndoselo.
– Je te connais assez para saber que eres capaz de distraer con esos labios rojos tuyo, mientras que en la otra mano tiene listo un puñal.
A pesar de que Francia no parecía enojado, acusación peso en la mexicana y no solo por el pasado, sino también por la vocecita en su conciencia que le recodaba lo que hizo con ayuda de José Luis unas horas atrás. La duda comenzó a carcomerla: acaso ¿Francia sabía lo que había hecho? ¿O solo sospechaba que traía algo en manos? ¿Estaba molesto? Y si lo estaba ¿Era porque lo sabía o solo por visitarlo sin anunciarse? ¿Qué pensaba hacerle?
–Me atrapaste –dijo ella con una gran sonrisa, de nuevo fingiendo inocencia –. No quería que supieras que me encontraba aquí.
– Cela est évident. ¿Pero aún no contestas porque estás aquí?
–¿Y por qué debo dar razones? La última vez que vine la pase muy bien –continuó México –. Incluso fuiste… tolerable –agregó indicándolo con descarada indiferencia buscando una reacción.
Hacía unos años atrás, donde el resentimiento entre ambos parecía superado, una exposición de arte en Paris de una artista mexicana los había reunido en una convivencia bastante civilizada*.
–¿Y aun así no llamaste? –dijo Francia, tal vez con escepticismo, pero la mujer no podía estar segura. El francés hacía un buen trabajo de no mostrar sus cartas.
–"Tolerable" no es suficientes –masculló México sentándose en el borde de la cama, asegurándose que al cruzar sus piernas mostrar la suficiente piel.
Cuando captó los ojos de Francia surcar el largo de sus piernas bronceadas, sabía que él no estaba molesto… si es que estuvo molesto en primer lugar. Y sin dudas no tenía idea del robo.
– Ma chérie, ma chérie–se quejó Francia endulzando su voz y sentándose junto a ella en la cama –. ¿No crees que ha pasado suficiente tiempo? ¿Aun vas a seguir mascando el pasado?
Oh el pasado… era mejor pensar en el pasado… a que él supiera lo que había sucedido en el presente. Y más cuando estaba a su alcance.
–Declararme la guerra, imponerme un emperador y obligarme a un matrimonio forzado es mucho que mascar –respondió ella con resentimiento apartando el brazo de Francia de sí, en un intento de mostrarse ofendida –. No importa que Don Porfirio me ordenara perdonarte en primer lugar o que te guste el arte de Frida, hay cosas que simplemente no se olvidan.
Como entrar en tu biblioteca nacional y robar tesoros del nuevo mundo.
–Entonces déjame compensarte –se apresuró decir Francia poniéndose de pie.
–¿Eh?
–Dame una oportunidad para compasártelo –el francés tomó a la mexicana de las manos y la levantó de la cama –. Une nuit à Paris. Me lo debes por entrar sin permiso a mi territorio.
Sin duda la expresión de escepticismo de México fue muy descarada, ya que Francia inmediatamente agregó:
–Y te prometo que no intentaré nada más que una noche de amigos. Mes intentions seront complètement chastes.
–Claro, te está creciendo la nariz como a Pinocho.
–Vamos, ma chérie. Una oportunidad, je paye.
México pensó en sus opciones, había conseguido distraer a Francia por el momento de querer indagar su parecencia en su territorio y lo más probable que volvería a interrogarla más tarde sí aceptaba acompañarlo. Pero sí no lo hacía, Francia investigaría por su cuenta y probablemente la biblioteca nacional ya supiera del robo y el francés se enteraría de inmediato. Necesitaba ganar tiempo para asegurarse de que José Luis saliera del país sin problemas y encontrar la manera de que ella pudiera hacerlo por igual.
–Está bien, una oportunidad. Pero si esto es una treta, te quedaras solo.
–¿O debería preocuparme por el puñal? –soltó Francia con su sonrisa coqueta, pero remarcándole a México que no lo había distraído por completo.
–Dame unos minutos para cambiarme –aceptó ella encaminándose al baño.
–¿ Je peux vous aider?
La mexicana soltó una risita descarada antes de cerrar la puerta del baño detrás de sí.
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México realmente no esperaba mucho de la invitación de Francia para esa noche, talvez una cena, un par de tragos y un ultimo intento de meter su mano en su ropa interior. Pero cual fue su sorpresa que la invitación a cenar incluía una mesa en el restaurante Le Porcope de Paris, que la mexicana no pudo evitar sentir que no iba vestida correctamente para el lugar a pesar de llevar un hermoso vestido de Chanel que le había regalado Canadá en su último cumpleaños y los aretes de ámbar con los que la sorprendió España en Navidad.
Después de una cena fastuosa con un vino extremadamente caro, Francia acompañó la velada con un par de horas en la pista de baile en un salón muy elegante, consiente que mover los pies al son de la música siempre había sido una debilidad para la nación mexicana.
Ya, por último, recorrieron los campos Elíseos a pie bajo la luz de la luna en lo que charlaban de trivialidades como lo harían los seres humanos.
Había sido una noche maravillosa y México se sintió terrible por ello. Realmente Francia se estaba esforzando y ella solo podía pensar que apenas unas horas atrás lo había robado. Cualquier justificación que tuvo sus actos y su deseo de pertenecía sobre códice, ya no tenían fuerza en su cabeza ante las buenas atenciones del francés.
A pesar de que el pasado de ambos estaba lleno demasiados roses, y su impresión general nunca fue muy buenas de una al otro y viceversa, durante aquella noche, México se sintió a gustó en la compañía del Frances, tanto que no tuvo problemas para colgarse de su brazo en lo que marchaban por las calles de Paris en rumbo a su hotel.
–Me has dejado sorprendido, ma chérie –dijo primero Francia, ganándole a México su impresión de él –. Quien diría que supiera bailar tan bien el tango.
–Mi hermano me enseñó y él es muy exigente –respondió ella en lo que buscaba la llave de su habitación en su bolso –. Si te equivocas, Argentina te pisa con sus pies enormes y deformes hasta que los hagas bien. Esos pasos los pague con varios dedos morados –agregó con una gran y sincera sonrisa.
–Creo que ha valido la pena –dijo el francés correspondiendo la sonrisa.
México lo miró nerviosa dejando escapar las llaves de sus dedos.
–Chale –soltó ella llevándose la mano a su frente, en lo que el francés se agachó para recogerlas–, creo que he bebido demasiado.
– Laissez moi-aider –Francia abrió por ella la puerta reduciendo el espacio entre ellos.
La perilla cedió con un solo giro, pero ninguno de los dos le puso atención. Lo siguiente que supo México era que tenía los labios de Francia sobre los suyos. Un par de experimentados labios que rápido la dejaron sin aliento y con las rodillas temblorosas. Era una extraña sensación, ante algo que había dicho que nunca iba suceder, pero ahí estaba, inhalando la colonia floral de Francia en lo que saboreaba el delicioso vino de la cena en su aliento.
La mexicana ya se había pedido en el calor del contacto para pensar en que estaba haciendo, y se aferró con fuerza de la camisa de seda del francés, en lo que este intentó empujarla a través de la puerta. Los primero dos pasos no se resistió, pero para cuando fue el turno del tercero, la vocecita en su cabeza, aquella latosa que la había torturado todo el día, finalmente le dijo:
¡¿Qué crees que estás haciendo?!
México se separó de golpe Francia haciendo más ruido de lo que se esperaba. No pudo pronunciar palabra alguna, por lo que la nación mayor intentó de nuevo retomar lo que habían dejado a medias; pero la mexicana lo detuvo posando sus manos en su cálidos y experimentados labios.
–Espera –le dijo ella con todo su poder de autocontrol –. No hay que arruinar este primer paso –agregó sin poder evitar sonreír a pesar que se carcomía por dentro y sus entrañas se volvieron gelatina.
–Parce que? –le susurró Francia al oído –. ¿Habrá más?
–Tal vez tengas suerte –respondió México finalmente recuperando la fuerza para apartase del agarre de Francia. Él era una nación más poderosa que ella y fácilmente la pudo haber dominado; pero en cambio, respetó sus deseos y la dejo ir. Haciéndola sentir más miserable –. Gracias por la velada –dijo de ultimó antes de colarse del otro lado de la puerta y ponerse a salvo.
–De rien, ma chérie –respondió Francia con la sonrisa más seductora que era capaz de producir –. Que sueñes con los angelitos.
Y sin insistir más, Francia se marchó, dejando a México sola para derretirse en el suelo de habitación de hotel y sintiéndose terrible consigo misma.
Francia siempre había sido un cretino pervertido a sus ojos, un maldito cretino pervertido que era demasiado atractivo que hasta resultaba doloroso. Pero el rechazó siempre había sido natural ante su actitud pedante, lujuriosa y dominante, ni por un momento antes del crimen, México había tenido ninguna duda de robarle a tremendo cretino.
Pero por primera vez había visto, experimentado y saboreado el amante con el que había caído muchas naciones y humanos, y Francia sabía usar bien sus armas. Y México estaba convencida que las cosas no terminarían ahí, que el día siguiente sería otro intento para el Frances y tal vez ella, finalmente no tuviera la suficiente fuerza, o culpa, para resistirse.
Además, el crimen cometido junto José Luis estaba cada vez más cerca de ser revelado con el pasar de los minutos. México no le quedaba otra opción que volver a huir de Francia, como lo había hecho en el pasado y antes de que este la atrapara. Todo eso ya era historia.
Así que Francia se llevó la sorpresa la mañana siguiente al enterarse que su visitante mexicana ya había entregado su habitación de hotel. Y cuando comenzaba a preguntarse qué era lo que había pasado, fue cuando su jefe le informó del atraco a la biblioteca nacional.
Los acontecimientos que siguieron fueron un escándalo, José Luis fue perseguido y capturado por las autoridades a su llegada en Cancún. México fanfarroneó las acciones del hombre como heroicas y dejo en ridículo a Francia al no regresar el códice robado.
Francia furioso por el engaño o tal vez por el despecho, interpuso varias demandas a México alegando que el códice era su tesoro nacional. Al obtener solo carcajadas de la mexicana, hizo todo en su poder para entorpecer las relaciones políticas entre ambos países por los años venideros.
Por lo mucho tiempo ambas naciones se sintieron como si la tragedia de Maximiliano cayera de nuevo sobre ellos, sin saber si habían obrado mal en búsqueda de bien o si habían arruinado algo podría haber sido maravilloso. Ninguno estuvo nunca seguro al respecto, pero con el pasar de los años y como sucedía con las naciones, los enojos se apagaron, los mala entendidos se manejaron por los políticos y la cordialidad retorno entre ellos.
México conservó el códice, pero Francia se le otorgó la propiedad.* José Luis se volvió un héroe a los ojos del pueblo mexicano, pero para la nación… cada vez que volvía a ver aquel calendario de los rituales, no podía evitar llevarse sus dedos a sus labios y pensar de nuevo en el pasado.
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*José Luis Castañeda del Valle, abogado, periodista y amante de la cultura e historia mexicana, se encontraba en la ciudad de Francia y decidió hacer una parada en la Biblioteca Nacional de París para consultar algunos códices aztecas que se encontraban ahí resguardados. Sustrajo un valioso códice de una biblioteca en Francia sin que nadie se percatará de lo ocurrido hasta varias horas después.
*Joseph Marius Alexis Aubin es un paleógrafo y coleccionista americanista. Durante diez años de residencia en México (1830-1840), reunió una vasta colección de manuscritos y códices. El códice al parecer el documento pasó por varias manos antes de que Aubin lo robara para su colección principios de 1800.
*Antonio Peñafiel Barranco (1839- 1922) fue un médico, científico y funcionario del Porfiriato que coordinó numerosos proyectos para indagar y difundir la riqueza cultural, la historia y las características de la población de México. Peñafiel concibió y condujo la elaboración del registro más amplio y completo hasta entonces realizado sobre la diversidad de lenguas habladas en el territorio nacional. Fue reclutado por el gobierno mexicano para adquirir el códice subastado por Aubin.
*En 1889, Eugène Goupil, de origen franco-mexicano, adquirió la gran colección de manuscritos mesoamericanos de Joseph Marius Alexis Aubin, incluido el códice. A su muerte su viuda la donó a la Biblioteca Nacional de Francia en 1898.
*Con el pergamino escondido entre la ropa, José Luis Castañeda voló a España, después a Egipto y días más tarde tomar un vuelo a Nueva York, en donde abordaría la aeronave que al fin lo llevaría a Cancún. Su casa estaba en Cozumel.
* Hasta ahí llegaron por el abogado y periodista los agentes de la Interpol México, a petición de Interpol Francia. Hallaron el códice en un cajón de escritorio. El ladrón fue llevado a la Ciudad de México para ser entregado a la PGR. El caso empezaba a ser noticia internacional. Una vez localizado el documento prehispánico sustraído por Castañeda de la Biblioteca Nacional de Francia, las presiones del país galo a México para devolver el códice y encarcelar a Castañeda aumentaron.
*La segunda intervención francesa en México o segunda guerra franco-mexicana fue un conflicto armado entre México y Francia entre los años 1862 y 1867. Tuvo lugar después de que el Gobierno mexicano, encabezado por Benito Juárez, anunciara la suspensión de los pagos de la deuda externa en 1861. Tras sufrir un revés en Puebla el 5 de mayo de 1862, los franceses continuaron la expedición que los llevó a ocupar la Ciudad de México el 10 de junio de 1863. El Gobierno de la República comenzó desde entonces un peregrinar por varios puntos del país, mientras los franceses seguían ocupando la capital, estableciendo el Segundo Imperio mexicano.
*El 10 de marzo de 1939 se inauguró en París la exposición Mexique. La obra de Frida Kahlo protagonizó la muestra al ser promovida por André Breton, que la describió como "un listón alrededor de una bomba" Para entonces Frida llevaba casi dos meses en la capital francesa, el tiempo suficiente para conocer de primera mano los círculos intelectuales de la ciudad, hacer nuevas amistades, consolidar algunas anteriores y avanzar en el proceso de ruptura con otras muchas.
* Roberto García Moll, fue el funcionario de la embajada francesa quien entregó a entonces director del INAH, el códice para su análisis y resguardo. Admitió que el asunto fue por varios años una piedra en la cooperación internacional de ambos países, pues incluso hubo una prohibición para que los mexicanos entraran a la Biblioteca Nacional de Francia. Francia no pidió más el códice, pero tampoco admitió que 150 años atrás Joseph Marius Alexis Aubin lo robó, en fin, llegaron al acuerdo que quedaría bajo el resguardo de la Biblioteca Nacional de Antropología del INAH, y ahí terminó el asunto.
Hola todos.
Me tomó una semana de más pero aquí este capítulo nuevo y debo advertirles que probablemente se van a espaciar los tiempos entre capítulos ahora en adelante, ya que estoy apunto de sacar un nuevo fiction en un mundo alterno de Hetalia basado en Cardverse. Pero sigue siendo mi idea seguir publicando capítulos a como se me ocurra una trama nueva con algún detalle histórico que descubra.
También estoy pensando agregar algunos capítulos para incluir algunos headcanons del universo de Hetalia, como de mis OC iberoamericanos (que creo que es la forma correcta de llamarlos). Sin más que decir por ahora, nov emos en la siguiente publicación.
Saludos.
