30 de junio
Hacer una fiesta de compromiso fue una muy, muy mala idea, le recordó Hermione mientras revisaban por enésima vez la lista de invitados de más de cincuenta personas.
Habían planeado una velada íntima en la azotea de su edificio, trabajarían toda la semana en la decoración, el lunes, subirían sus sillas, la mesa, el comedor y su sofá mientras los vecinos saldrían a trabajar. El martes, pasarían por los entremeses, las botellas de vino y comprarían esos lindos cojines de la tienda de la avenida.
Durante el miércoles, Hermione montaría las luces colgantes y el jueves, Draco podaría las plantas de la vecina, una viejita muy agradable que cosechaba ilegalmente verduras en la azotea, en cajas encantadas para darle una vista urbana-chic a la azotea.
El viernes, Hermione y Draco doblarían servilletas, acomodarían platos especiales y el sábado sólo pondrían el hielo, cocinarían los aperitivos con ayuda de Hermione, una cena de pan recién hecho, focaccia, tablas de queso, pasta a la carbonara, vino decantado traído de una excelente cosecha desde la cava de los Malfoy y a las siete, los invitados, en orden, subirían a la azotea.
Beberían, brindarían y anunciarían su compromiso y para el martes, enviarían su foto al Profeta.
Excelso.
…Pero era Londres.
El radiante sol de tres días continuos se terminó el viernes por la tarde con un estruendo que retumbó por los cristales de las ventanas mientras Hermione cruzaba la red flu y Draco abría la puerta, empapado. Se miraron, presas del pánico, sabiendo que no podían lanzar ningún encantamiento repelente en un edificio muggle.
Quince minutos del agradable clima londinense fueron suficientes para arrasar con toda la comida, los muebles y la decoración que les tomó una semana elaborar.
Las botellas de vino explotaron, la comida cayó por el suelo y sus muebles terminaron reventando por la cantidad de agua, por no mencionar que las hermosas luces cálidas provocaron un corto circuito en todo el edificio. Fue terrible y doloroso de ver.
—Llama a Pansy —murmuró Hermione, mirando el desastre que era su azotea.
—Como organizadora de tu boda —dijo Pansy mientras se sentaba en un puff transformado desde un pedazo de tela—. ¿Por qué me contactaron hasta hoy, en la supuesta fiesta de compromiso? —Hizo la pantomima de mirar el departamento vacío con sorpresa.
Draco apuró su vino y miró a Hermione. Ella tragó.
—No planeábamos contratarte.
Pansy arqueó una perfecta ceja y miró a su alrededor, a su pequeño apartamento sin muebles, al puff transformado y luego, a Hermione y Draco.
—…Porque sabemos que tienes una agenda muy apretada, porque eres la mejor del área —añadió Draco.
—¡Sí! —exclamó Hermione—. Y tienes tu nueva tienda…
—…y nuestra fiesta es en tres horas, Pansy, ¿podrás lograrlo?
Pansy los observó largamente y rodó los ojos.
—Ciertamente Malfoy, estás perdiendo el toque. Desde la apuesta he estado esperando que me llamaran y ya saben, extorsionarme con mis servicios gratuitos y muchos descomunales y exorbitantes pedidos a cualquier hora… Eso habría hecho yo.
—Hermione no me dejó —intervino Draco—. ¡Y debes tener mucho trabajo! —gimió él cuando Hermione lo pellizcó.
—La boda de mis mejores amigos siempre estará antes que… la boda de Kate Middleton.
Hermione lanzó un gritito y luego se recuperó.
—¿Estás en esa boda? ¡Pero es muggle!
—Nadie le dice que no a los próximos reyes de Inglaterra —Pansy se pavoneó—. Tres años de planificación, increíble, ¿no?
Su prometida asintió y se dejó caer a los pies de Pansy, absorta por los vagos detalles que la chica le contó.
Draco, poco menos deslumbrado por su capacidad de cabalgar entre ambos mundos, estaba impresionado por «mejores amigos». Pansy era famosa por su sequedad y frialdad, además, siempre actuaba tan grosera con Hermione, arrojándole insinuaciones sobre cómo ella no lo merecía… y, sin embargo, ahora, viéndolas hablar, había algo entre ellas que no podía explicar más que como magnetismo de polos opuestos y quizá, algún secreto compartido.
Pansy pareció notar su mirada y su vacilante sonrisa desapareció.
—Entonces, ¿tres horas? Pan comida. Pero exijo todas las fiestas, boda y cosas que a Cissa se le ocurra organizar. Y no, no conozco la palabra presupuesto, porque eso no existe para los Malfoy.
—Sólo no influyas para ganar la apuesta —dijo Hermione.
Pansy rodó los ojos.
—No sería profesional de mi parte… —Ella se puso de pie y miró a su alrededor—. ¿De verdad pensaban hacerla aquí, zoquetes?
Hermione se puso de pie y miró a Draco, él se encogió de hombros.
—¿Sí?
Pansy suspiró y levantó su varita.
—Una cosa más —Hermione se estremeció levemente—. No quiero nada de «Pansy, es demasiado caro…. Pansy, ese color no es invierno, Pansy son las tres de la mañana para viajar a Montecarlo». —Observó el vestido de oficina de su prometida y arqueó una ceja—. Les enviaré sus atuendos y la ubicación.
—¡Nada de elfos domésticos esclavizados! —gritó tardíamente Hermione.
Con eso, Pansy Parkinson desapareció de su sala de estar.
Hermione se estremeció totalmente.
—¿Viaje a Montecarlo?
Draco la besó en la coronilla.
—Pansy.
Dos cajas aparecieron en su alfombra. Hermione y Draco miraron dentro.
—Entonces, todos ustedes, idiotas consumados —les dijo Malfoy a seis personas en la antigua habitación de Hermione, en aquella casa que habían comprado a inicio del año, mientras sostenía a un dormido James—, asistirán a nuestra fiesta de compromiso y fingirán sorpresa, como todos los demás. Se abstendrán de mencionar «sugerencias», o «peticiones» sobre la fecha, el cómo, dónde o porqué y evitarán que cualquiera otro haga preguntas, ¿escucharon?
—¿Por qué nos amenazas con un bebé en tus brazos? —preguntó Pansy, bostezando—. Te resta puntos de amedrentamiento.
—No los estoy amenazando —siseó Malfoy mientras mecía a James—. Es una advertencia. El primero en hacer llorar a Hermione, quedará oficialmente fuera de la boda.
—¿Hermione ha estado llorando? —preguntó Ginny, con los ojos brillantes—. ¿Algo más que quieras contarnos, Malfoy?
—¿Náuseas matutinas? ¿Cambios de humor? ¿Cólicos? —añadió Blaise.
—¡Oh, ni empieces con eso, ustedes dos! —siseó de nuevo un muy enojado Malfoy—. Están expulsados de las noticias importantes por un buen rato. No, no está llorando porque esté embarazada.
Blaise se desinfló.
—Sólo tiene la presión de una boda que no puede anunciar ni posponer porque seis de sus muy idiotas amigos decidieron apostar una suma bastante considerable de dinero y todo el maldito Ministerio está metido en eso. Eso es lo que le pasa. Ahora, saldrán ahí, dejarán el regalo muy bonito y muy caro que trajeron y serán buenos con ella y mantendrán a raya a los demás idiotas con sus idiotas preguntas, ¿quedó claro?
Harry tomó a Ginevra del brazo y la arrastró fuera de la habitación.
—¡Potter, se quedó a mi hijo!
—Déjalo —suspiró Harry—, el único que no sufrirá una muerte desagradable es James, le sirve como terapia.
—O práctica —susurró Ginny.
—¡Te escuché Ginevra!
—Por cierto, creo que mencioné que Hermione no quiere usar elfos domésticos, ¿verdad? Bueno, por eso tenemos seis muy entusiastas amigos que amablemente le preguntarán hoy qué necesitan hacer para este bello camino a la boda, ¿de acuerdo? —los llamó Draco, todavía sosteniendo a James, quien babeaba su costosa túnica y los observó desde lo alto de las escaleras—. ¡Ah! ¿ Si la hacen llorar? Será un infierno, pero… ¿si la hacen enojar?
Ginny y Harry corrieron al jardín mientras Blaise se estremecía.
Pansy se superó a sí misma, después de obtener el jardín de los Granger como sede para la fiesta. Los pequeños y famosos rosales Malfoy fueron plantados en el jardín, un hermoso encantamiento de casco burbuja mantuvo la lluvia bajo control y nuevo vino de las cavas Zabini fue decantado correctamente. Una mesa larga se colocó en el centro del jardín y un chelista se colocó entre un arco de rosas mientras tocaba música pop como Titanic.
Platos de pequeñas delicias francesas y copas de vino flotaron indiscriminadamente entre los asistentes.
Fue una velada espectacular en la que Draco participó activamente sin bajas negativas. Ningún gato fue incendiado, no hubo torres de tequila ni polémicos cepillos.
Y lo mejor fue estar siempre al lado de su bruja, la bruja más linda de su vida, con la mano en su cintura, acariciando círculos en su espalda desnuda, atrayéndola a un beso en la frente mientras hablaba sobre algo con Neville o que ella se recargase en su pecho mientras veía a Luna colgar una gurdirraíz amarilla en Crooks para atraer la buena suerte.
Pansy estaba en su elemento ladrando órdenes y ajustando la corbata demasiado formal de la Comadreja cada vez que se la aflojaba, ahorcándolo.
Hermione, por otra parte, parecía deslumbrada con cada pequeño detalle por aquí y por allá.
—¿Cómo logró todo esto en tres horas?
Draco entrelazó sus dedos y le sonrió.
—Sospecho que Pansy tenía todo listo.
—No me extrañaría que ella hubiese convocado la lluvia —murmuró Hermione, mirando hacia el cielo abierto y de azul claro.
—Tampoco a mí —admitió Draco.
Sonrieron para la foto exclusiva de El Profeta mientras Denis Creevey apuntaba con su cámara y se sentaron junto a sus padres mientras Harry y Theo mencionaban elogios para la pareja y todos aplaudían.
Hermione tenía los ojos brillantes mientras su hermoso vestido bígaro parecía moverse etéreamente con ella.
Draco y Hermione tuvieron un baile y eso se sintió como el primer día de muchos muy felices, días radiantes de lluvia y sol, de lágrimas y sonrisas y anillos y una vida que él podía llamar suya.
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