Descargo de responsabilidad: ni los personajes ni el argumento original me pertenecen. Esta historia está ligeramente basada en el webtoon Positively Yours, así que si hay algo que os resulte familiar, ahí tenéis la razón.
Advertencia: no sé cuándo volveré a actualizar, sólo sé que llevaba meses intentando escribir, y es la primera vez que me siento bien y satisfecha con algo que hago.
◉○ Punto y aparte ○◉
«Akane Tendo tiene el corazón roto: el hombre que ama va a casarse con su hermana. No obstante, no es nada que una noche de fiesta y tal vez un apuesto desconocido no puedan solucionar. Pero lo que en un principio iba a ser una aventura de una noche tiene consecuencias, y el destino parece empeñado en unirla a Ranma para siempre»
XII
And do you feel it too?
Si acabo en la cárcel, pensó Ranma mientras se forzaba a mantener una sonrisa tensa, es porque ellos me provocaron.
Aquel miércoles, su desayuno semanal con su madre se había reconfigurado en una comida a causa de una reunión. El cliente la había fijado sin previo aviso, se había negado en rotundo a agendarla cualquier otro día de la semana, y Ranma tenía suficientes problemas como para añadirse un cliente insatisfecho a la larga lista. Por tanto, se había visto obligado a llamar a su madre poco antes de la hora acordada para convencerla de que no se había olvidado de ella y que nada les impediría pasar un rato juntos, como siempre, aunque no era la primera vez, ni sería la última, que algo así les sucedía.
El asunto era que Nodoka ya había salido de casa, y ni ella apreciaba pasar tiempo en compañía de su marido cuando no era estrictamente necesario, por lo que había accedido a matar las horas ojeando tiendas o en una cafetería. A las 12 del mediodía, no obstante, ya había agotado toda su paciencia para no hacer nada, y había decidido que debía saludar a «sus amigos», como los llamaba desde hacía años, antes de que partieran al restaurante en el que Ranma había hecho la reserva.
«Sus amigos», que llevaban una temporada de lo más idiotas.
—Y dígame, señora Saotome —se atrevió a decir Daisuke, dos segundos después de haberla saludado con una reverencia demasiado formal—. ¿A Ranma siempre le han gustado tanto los gatos?
Ranma, que en ese momento terminaba de apagar su ordenador, se atragantó con su propia exclamación indignada.
—Miau —dijo Mousse, sin levantar la vista de su monitor.
Ryoga ni siquiera trató de disimular su risa.
Yo lo mato.
Ajena a sus pensamientos homicidas, su madre los miró con una delicada ceja arqueada, sin dejar de sonreír. No obstante, era evidente por su ceño fruncido que no entendía a qué venía la pregunta en cuestión.
Ranma no iba a permitir que se lo aclararan.
—¿Nos vamos? —cogiendo su chaqueta, pero sin molestarse en ponérsela, le pasó un brazo por los hombros y la guió hasta el ascensor—. Me muero de hambre.
La comida, por supuesto, no los decepcionó en absoluto. Nodoka incluso se había atrevido, en un alarde de audacia bastante impropio de una ama de casa discreta como ella, a enviarle sus felicitaciones al chef, que salió expresamente de la cocina para hablar con ella durante varios minutos. Para cuando terminaron el intercambio de ideas y halagos y les entregaron la cuenta, Ranma descubrió con cierta satisfacción que la casa les había hecho un descuento, aunque su madre insistió tanto en que dejaran como propina la diferencia que al final acabó pagando lo mismo.
—A tu padre le gustaría venir algún día —dijo su madre, como comentario final, en ese tono de voz que reservaba para darle noticias amargas.
Mirando al cielo, Ranma se obligó a preguntar entre dientes:
—¿Cómo lo están tratando los cincuenta años?
Una parte de él se sentía extrañamente culpable de que la celebración de los cincuenta años de su padre se hubiera cancelado, unas semanas atrás. Aunque ni siquiera le había hecho ilusión asistir, y sólo se lo hubiera planteado por obligación. Aunque también se había sentido extrañamente aliviado de haberse librado de aquel marrón.
Se trataba de la misma parte de él que aún lo echaba de menos, aunque era más que evidente que lo mejor para los dos era reducir al máximo el contacto.
—Oh, ¿te puedes creer que ahora lamenta haber perdido todo el pelo? —se quejó Nodoka con exasperación, y por suerte el resto de la conversación se mantuvo lo suficientemente superficial como para que Ranma pudiera disfrutar de la misma y perderse, al mismo tiempo, en sus propios pensamientos.
Perderse en sus pensamientos se había convertido en su pasatiempo favorito, últimamente. Entre la falta de un trabajo que le pareciera estimulante y la ausencia total de tiempo libre, su cerebro había decidido que necesitaba cualquier tipo de ejercicio mental para mantenerse vivo… y lo había encontrado en Akane, en aquellas horas que habían pasado en el motel, y en qué sería de su vida en ese mismo instante si tan sólo se les hubiera ocurrido, a cualquier de los dos, intercambiar aunque fuera un mínimo de información personal para ponerse en contacto con el otro, después.
Habrían tenido al menos dos citas, desde entonces. Habrían ido a cenar, en la primera cita, para hablar de sus vidas y sus ambiciones. Y en la segunda, cuando ya se conocieran un poco más y supieran los gustos del otro, tal vez habrían ido al cine o al acuario…
Y entre un encuentro y el siguiente, entre esas dos tomas de contacto, habrían seguido hablando por teléfono, aunque tal vez Akane prefería otros métodos de comunicación, como esa dichosa aplicación que Ukyo insistía en que se instalara siempre que podía. Y cada día, con cada nuevo mensaje, con cada nueva llamada, habrían descubierto más cosas el uno del otro, y ese extraño sentimiento que había nacido aquella noche y todavía se negaba a desaparecer de su pecho tal vez habría crecido, o habría evolucionado, y dentro de poco podría llamarlo por ese nombre que, ahora, cuando nada de esto importaba porque ni siquiera se habían dicho adiós, le daba algo de miedo.
—¿Ranma?
Parpadeó cuando su madre presionó su antebrazo con gentileza, y Ranma volvió de nuevo a la realidad. Como siempre que se perdía en el interminable y tentador juego de «y si», la realidad le pareció fría, gris, y un poquito bastante desagradable.
—¿Qué te pasa, cielo? ¿Ha ocurrido algo? —le preguntó Nodoka cuando volvieron a su oficina.
Ranma se rió y sacudió la cabeza en una negativa, aunque no pudo evitar pensar que mentía. En realidad, sí había ocurrido algo: había perdido la cabeza por una virtual desconocida. Ni siquiera en los primeros días tras la ruptura con su ex, la loca, se había sentido tan trastornado, y eso que acababa de abandonar una relación de casi cuatro años que, en su momento, había considerado la base de su futuro.
Porque Ranma no sólo soñaba con ella despierto, también la veía en todas partes, en todo momento. En la chica al otro lado de la calle, hacía unos días. En la mujer que se había sentado en la mesa de al lado, antes, en el restaurante. Incluso le había parecido olerla, algo que Ranma admitía era demasiado, incluso para él.
Diablos si hasta la veía en ese mismo momento, saliendo del ascensor…
El corazón le dio un vuelco. Durante un instante que le pareció eterno, creyó que de verdad era ella, la mujer con la que había fantaseado las últimas semanas día y noche sin descanso. No obstante, su cerebro, que se había recreado en los recuerdos de aquella noche y era experto en todos los detalles relacionados con Akane, no tardó en identificar las diferencias: a pesar de que había algo similar en la forma y color de sus ojos, la mujer que se desplazaba por el vestíbulo carecía de la calidez que había distinguido en la mirada de Akane; a pesar de que compartían un rostro redondo y jovial, los rasgos de aquella desconocida eran un poco más afilados, la nariz, más recta, los labios, más finos. Además, ahora que se había detenido a estudiarla con propósito, era evidente que aquella mujer era más delgada, y aunque a simple vista parecía compartir la altura de Akane, en seguida se fijó en que llevaba puestos unos zapatos completamente planos, con una suela bastante fina.
Akane, recordaba, lleva a plataformas la noche que la conoció.
También recordaba que Akane tenía el pelo largo. Recordaba incluso mejor el tacto de los sedosos mechones negros, y lo bien que se había sentido al pasar sus dedos por ellos. La mujer desconocida, en cambio, tenía el pelo de una tonalidad más similar al marrón, a la altura de los hombros y perfectamente alisado.
Me estoy volviendo loco, pensó, incapaz de apartar la mirada de aquella desconocida que le recordaba tanto a la mujer que se había convertido en su obsesión.
A su madre, en cambio, le dijo que simplemente estaba estresado.
Nodoka se despidió con un abrazo algo más largo de lo normal y una mirada llena de preocupación que lo acompañó durante el resto de la tarde. Ranma odiaba preocupar a su madre, razón por la cual desayunaba (o comía) con ella todas las semanas. De hecho, había dedicado los últimos cuatro años de su vida justamente a apaciguar todas y cada una de las inquietudes que albergaba Nodoka sobre su hijo y su estilo de vida: ya no practicaba de forma profesional ningún deporte de contacto, salía de fiesta sólo en contadas ocasiones y el único «riesgo» que conservaba en su vida era su amada moto, principalmente porque le había costado casi lo mismo que un riñón.
(Ranma jamás olvidaría el rostro de su madre, los primeros meses tras el accidente: el tono macilento, la arruga permanente entre sus cejas, las lágrimas brillando siempre en sus ojos. Se había jurado una y otra vez, en la angustiosa duermevela provocada por los analgésicos, que nunca sería de nuevo la causa de aquella expresión…)
Tal vez, pensó mientras enviaba el último mail del día, tengo que llamarla para asegurarle que todo va bien. O quizás, susurró una vocecilla en su cabeza, eso sólo la preocupa más.
Frunció el ceño. ¿Acaso tendría que ir hasta la casa de su infancia para convencerla de que no sucedía algo malo? La idea tenía sus méritos: hacía meses no visitaba a sus padres, algo que Nodoka le reclamaba siempre que lo veía, y Ukyo, por supuesto, vivía allí. Tal vez podría ir el fin de semana; ver a su hermana pequeña siempre era una delicia…
Inesperadamente, su padre se convirtió en la solución a su problema antes de que terminara el viernes. De nuevo, había hecho horas extra en un proyecto que no pagaba lo suficiente como para justificarlas, y era el último en salir de la oficina. Estaba a punto de coger el ascensor cuando recibió una llamada que le puso los pelos de punta.
¿El motivo? En los últimos años, podía contar con los dedos de una mano (y le quedaban todavía unos cuantos libres) las ocasiones en las que su padre lo había llamado a título personal. En ambas, había sido para comunicarle la muerte de un familiar: primero, la de su bisabuelo Happosai, justo antes de que su carrera como artista marcial viera su fin de forma abrupta e inesperada, y luego, la del abuelo Akiyama, padre de su madre, a los pocos días de haberse graduado de la universidad.
Teniendo en cuenta que todavía tenía dos abuelas vivas, y no sé cuántos familiares lejanos lo bastante cerca de considerarse centenarios, Ranma contestó la llamada temiéndose lo peor.
—No ha muerto nadie —espetó Genma Saotome como saludo, algo que en otras circunstancias lo habría molestado, pero que, en ese momento, lo tranquilizó—. Aunque por los suspiros de tu madre cualquiera diría que alguien se encuentra a las puertas de la muerte. Dime, ¿te has olvidado ya de la última vez que intentaste acariciar un gato?
—¿Qué?
—Tuvimos que llevarte al hospital porque te salió un sarpullido por todo el cuerpo. Tenías qué, ¿once años?
—Doce, pero ¿de qué…?
—Ah, entonces no te has olvidado de lo que ocurrió. En ese caso, supongo que también te acordarás de que te dejaron en observación durante la noche, ¿no?
—Claro, pero…
—Tenías la presión arterial tan baja que temían que en cualquier momento entraras en shock. Te costaba respirar y te rascaste con tanta fuerza algunas ronchas que te hiciste sangre. Al día siguiente querían hacerte unos análisis antes de darte el alta.
—Sí, pero…
—Entonces —lo cortó Genma, todavía hablando entre dientes–, ¿por qué diablos tu madre está convencida de que estás pensando en adoptar un gato?
Ranma no pudo evitarlo: gimió al mismo tiempo que se cubría el rostro con la mano que tenía libre. Por un lado, la gimnasia mental que había hecho su madre para llegar a aquella conclusión tras dos comentarios insignificantes lo maravillaba. Por otro lado, maldijo el momento en el que decidió que Ryoga Hibiki sería su amigo.
No recordaba exactamente cómo había sucedido. Sus madres, amigas incluso antes de casarse con sus respectivos esposos y mudarse al mismo vecindario, habían hecho un juramento en su juventud: sus hijos serían como mínimo, amigos, y si el destino así lo quería, tal vez algo más. Ranma y Ryoga se habían conocido en la cuna y habían compartido todo hasta la universidad: clases, amigos y hasta el gusto por las mismas chicas, para la eterna (y sorprendente) decepción de sus madres.
Ranma no entendía muy bien por qué Ryoga era tan importante en su vida. Al fin y al cabo, la mitad del tiempo ni siquiera le caía bien, y la otra mitad apenas lo soportaba. Suponía que, a estas alturas de la vida, conocer a alguien como conocía a Ryoga y Ryoga lo conocía a él le daba tanta pereza que lo mejor era mantener las cosas tal y como estaban.
—No estoy pensando en adoptar ningún g-gato —gruñó. ¿Era idea suya, o incluso pronunciar aquella palabra le provocaba un cierto picor en la garganta?—. Mis amigos sólo estaban bromeando.
—«Bromeando» —repitió su padre.
Incluso sin verlo, Ranma sabía exactamente la expresión de su rostro en ese instante. Durante toda su vida había sido él el recipiente de ese conjunto de mirada impasible y ceño fruncido con el que Genma Saotome le dejaba claras dos cosas: que no entendía qué narices le estaba diciendo y que se sentía profundamente decepcionado.
(… el día en el que dijo que quería ir a la universidad y estudiar una carrera, que su tutor de último año del instituto consideraba que tenía grandes probabilidades de conseguir una beca académica para la Universidad de Tokio, Genma no lo había mirado con esa expresión. No, lo que había atisbado en su rostro aquella tarde había sido un sentimiento más bien parecido al asco…)
—Sí, los muy idiotas sólo querían molestarme.
—Con gatos.
—Con gatos —admitió.
—Delante de tu madre —insistió Genma.
—Delante de mamá, sí —Ranma hizo una mueca.
Al otro lado de la línea, Genma suspiró.
—Hijo —dijo, y Ranma definitivamente no se estremeció, no señor—, necesitas nuevos amigos.
Inexplicablemente, aquello le sacó una sonrisa.
—Créeme —reconoció—. Lo sé —envalentonado por su repentino buen humor, ni siquiera se paró a pensar con quién estaba hablando, y mucho menos de qué—. Cualquiera diría que lo de molestar a tus amigos porque una chica…
—¿Chica? —lo interrumpió Genma. De repente, Ranma recordó que hacía mucho, mucho tiempo que no hablaba de nada que tuviera que ver con su vida personal con su padre, y cerró la boca con un chasquido—. Pero ¿qué tiene que ver una chica con los gatos?
Ranma contó en su cabeza los segundos de silencio que siguieron a aquella frase. Bueno, él no iba a ser quien le explicara el chiste. Finalmente, Genma dejó escapar una exhalación derrotada y le preguntó:
—¿Estás bien?
Como siempre, Ranma respondió que sí y no dio más detalles. Genma suspiró otra vez.
—¿Sigue sin interesarte conocer a la hija de mi amigo? —preguntó con ese tono de voz de quien ya conoce la respuesta.
Como era su tradición, Ranma dijo que no. Y al fin, al fin, su padre decidió que había cumplido su misión como marido atento y colgó.
Ranma se quedó mirando la pantalla del teléfono, congelada en la aplicación de llamadas, donde la duración de la que acababa de tener con su padre parecía burlarse de él, durante no supo cuánto tiempo.
Después, cuando ya había superado la consternación que le había provocado mantener una conversación cívica con Genma y se dirigía al aparcamiento, no pudo evitar sentirse como un idiota al percibir un tenue aroma a madreselva en el ascensor y pensar, por enésima vez en lo que iba de semana, que tal vez ella estaba cerca.
De verdad estoy perdiendo la cabeza, admitió.
A/N: mi ig es _mago97 y podéis encontrarme en AO3 bajo el nombre de MaGonaz, donde ya me he puesto al día con esta historia porque gmail ha vuelto a bloquearme las alertas de FF y cada vez le tengo más tirria a este sitio.
Y bueno, ¿qué os ha parecido la locura de Ranma? Me thinks he fell first...
Ahora a otro tema, me gustaría subir este fic a Wattpad, pero querría hacerlo con una portada original. Como mis habilidades artísticas no se extieden más allá de la escritura, me gustaría pedirle a la audiencia su ayuda para que me recomienden artistas de este fandom que acepten este tipo de peticiones para su fanart. ¡Gracias!
