Adaptación del libro "0.5 Peeta Mellark" de la Serie Born in Blood Mafia Chronicles de la escritora Cora Reilly. Adaptada con los personajes de Los Juegos del Hambre, que como saben, son propiedad de la también escritora Suzanne Collins.
Esta adaptación está hecha sin fines de lucro.G
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CINCO
Padre se sentó con una expresión de rectitud en el banco del frente, como si esta boda fuera su triunfo final. No pensé que un matrimonio con Katniss llevaría a una paz indefinida con la Organización. Tal vez la euforia de la unión nos llevaría a tener algunos años tranquilos, pero eso era todo.
Finnick se inclinó más cerca cuando el cuarteto de cuerdas y el piano comenzaron a tocar, anunciando la entrada de Katniss.
—¿Nervioso? Estos son tus últimos momentos como un hombre libre.
Le puse los ojos en blanco. Un matrimonio no me uniría de la misma manera que a Katniss. ¿Y libre? Eso no es algo que alguna vez haya sido. Desde mi nacimiento, había estado vinculado a la Famiglia, y eso no cambiaría hasta mi muerte. La Famiglia era lo único que importaba en mi vida.
Finnick dejó escapar un silbido bajo y yo seguí su mirada hacia la parte de atrás.
Katniss estaba al final del pasillo, blanca y dorada. Mis ojos devoraron cada centímetro de su cuerpo, pero un velo cubría su rostro. Mi estómago se apretó solo por un momento antes de contenerme.
Cuando su padre y ella llegaron al frente, él finalmente levantó su velo y, por un breve momento, antes de que Katniss pudiera enmascararlo, pude ver el miedo en sus ojos. Maldición. Los maldigo a todos por obligarla a casarse conmigo. Pero sobre todo, me maldigo a mí mismo, porque nada en el mundo me habría impedido que fuera mía, nunca más, ni jamás.
Extendí mi mano y Everdeen me la dio con casi la misma sonrisa de rectitud que mi padre tenía en su rostro. Katniss no me miró. Estaba luchando por recomponerse. Su mano estaba fría en la mía, y un temblor recorrió su cuerpo.
No estaba seguro de lo que esperaba de mí.
El sacerdote con su hábito blanco nos saludó, luego a los invitados, antes de comenzar su oración de apertura. Era tradición conseguir la bendición de la iglesia, pero no creía en un Dios. Dudaba que todos estuviéramos aquí si hubiera uno.
—Peeta y Katniss —se dirigió el sacerdote a nosotros—. ¿Han venido aquí libremente y sin reservas para darse a sí mismos en matrimonio? ¿Se amarán y honrarán mutuamente como marido y mujer por el resto de sus vidas?
Amor. Como si este matrimonio fuera por amor. No amaba a nadie y nunca lo haría. El amor era una debilidad. La mano de Katniss se puso rígida, y me pregunté si ella era lo suficientemente estúpida como para esperar algo así. La trataría con respeto y tal vez incluso la toleraría como compañera, ¿pero la amaría? Casi me rio. La Famiglia, ese era el único amor que tenía.
—Sí —dije, porque se esperaba que lo haga. El propio sí de Katniss no vaciló.
El sacerdote asintió, satisfecho.
—Dado que es su intención casarse, unan sus manos derechas y declaren su consentimiento ante Dios y su Iglesia.
Tomé las manos de Katniss en las mías y me volví hacia ella. Por primera vez desde que levantó el velo, se encontró con mis ojos. Su rostro no delataba nada, pero sus ojos no podían ocultar sus emociones. Temor. Desesperación
Desesperanza.
La ira llenó mis huesos.
—Yo, Peeta Mellark, te tomo a ti, Katniss Everdeen, como mi esposa. Prometo serte fiel en los buenos y malos momentos, en la enfermedad y en la salud. Te amaré y te honraré todos los días de mi vida. —Intenté ignorar su temblor cuando puse el anillo en su dedo—. Katniss, acepta este anillo como un signo de mi amor y fidelidad. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Ahora era mía.
Fue el turno de Katniss de poner el anillo en mi dedo, pero estaba temblando jodidamente demasiado. Estabilicé su mano. La gente no necesitaba ver lo aterrorizada que estaba de mí. Finnick con sus jodidos ojos de halcón se dio cuenta, por supuesto, y me dio una sonrisa engreída. No escucharía el final de esto.
—Puedes besar a la novia —dijo el sacerdote.
La cabeza de Katniss se levantó de golpe. Se puso aún más rígida y sus ojos mostraron temor y vergüenza. Mierda.
Apreté sus manos. Ni siquiera estaba seguro de por qué.
Odiaba compartir este momento con todos los cabrones que había aquí. Había besado a tantas mujeres, follado a otro tanto, pero esta primera probada a mi esposa… no era algo que quería compartir. Sabía que Katniss habría preferido más privacidad; por supuesto que lo haría, este era su primer beso.
Su primer jodido beso.
Me incliné y rocé mis labios sobre los de ella. No fue nada. Más aire que toque. No lo suficiente para pensarlo dos veces,
pero maldita sea, mi cuerpo saltó a la vida de todos modos. Katniss era mía.
Un rubor se extendió por sus mejillas, y necesité cada onza de autocontrol para no arrojarla sobre mi hombro y llevarla a nuestra habitación de inmediato. No podía esperar para tener su cuerpo desnudo debajo de mí, para enterrar mi polla en ella. Como si pudiera leer mi mente, Katniss se estremeció violentamente, y mi lujuria se evaporó.
No quería ni considerar la posibilidad de que pudiera reaccionar de la misma manera a mi toque esta noche.
Mierda.
Tomé su mano y la guie por el pasillo. Los hombres de la familia me saludaron con la cabeza mientras aplaudían. Un camarero se dirigió hacia nosotros en seguida, balanceando una bandeja con copas de champán en su palma. Tomé una para mí y otra para Katniss, entregándosela.
Katniss aferró la copa con sus delicados dedos, pero no reaccionó de otra manera, ni siquiera mirando en mi dirección. Pronto nuestros invitados se reunieron a nuestro alrededor para ofrecernos sus bendiciones. Era una tradición necesaria que no podíamos evitar, incluso cuando todo lo que quería era avanzar rápidamente a mi primera noche con mi esposa.
La mirada de Katniss era distante, sus labios una delgada línea en su pálido rostro. Incliné mi cabeza hacia ella.
—Sonríe. Eres la novia feliz, ¿recuerdas?
Como si hubiera activado un interruptor, el rostro de Katniss se convirtió en una máscara de felicidad, toda falsa. Tomé un sorbo de champán, sofocando mi frustración por su aparente
infelicidad. Este matrimonio no había sido mi idea. No me habría casado en absoluto. Mi vida estaba dedicada a la Famiglia, y una mujer no tenía lugar en ella. Los primeros invitados aparecieron ante nosotros, mi padre y Nina. Ella estaba un paso detrás de él como se esperaba.
Mi padre puso una mano en mi hombro. Era de mi estatura, el único hombre en la fiesta que lo era, y sus ojos se encontraron con los míos. De ojos grises y cabello oscuro como yo. Pero ese era el alcance de nuestras similitudes, si no hacías caso a nuestra veta de crueldad.
—Peeta, mi hijo mayor —dijo con voz atronadora, atrayendo la atención de los invitados que nos rodeaban—. Hoy marca un día especial para ti y la Famiglia. —Le di una sonrisa tensa. Se inclinó más cerca, bajando la voz para que solo yo pudiera escucharlo—. Esta noche te envidio. No hay nada mejor que mirar a los ojos de una mujer cuando se dé cuenta que puedes hacerle lo que sea que quieras, incluso aplastar esas estúpidas esperanzas y romper su espíritu y su cuerpo. Y debo decir que, tu esposa tiene unos ojos expresivos. Será emocionante ver el terror en ellos.
Algo oscuro y cruel rugió en mi pecho, pero definitivamente no estaba dirigido a la mujer vulnerable a mi lado. Le di a mi padre otra sonrisa, sin decir nada por temor a revelar mis pensamientos. Padre dio un paso atrás, y su mirada se posó en Katniss a medida que se movía para felicitarla. Todo mi cuerpo estalló de tensión cuando él le besó la mano. Entonces, Nina apareció ante mí y se inclinó para besarme en la mejilla, diciendo en un susurro conspirativo:
—Oh, Peeta, esa chica es pequeña. No la rompas en su primera noche juntos. Habrá muchas más noches para que las
disfrutes.
Ella debía saberlo. Mi padre disfrutaba rompiéndola casi a diario. El rencor de Nina me hizo odiarla ferozmente, pero sabía que era la única armadura que tenía. Finalmente, mi padre y su esposa se excusaron y permitieron que otros invitados dieran un paso adelante.
Como dictaba el honor, era la familia de Katniss. Everdeen parecía que había ganado el premio Nobel cuando me dio la mano y luego abrazó a Katniss. Su madre Ludevica se me acercó. Me miró a los ojos brevemente, y luego bajó la mirada sumisamente. Por eso Katniss era así. Por un momento, Ludevica pareció como si quisiera decir algo, su mirada pasando de Katniss a mí, su rostro llenándose de preocupación antes de que pudiera enmascararlo. Tragó con fuerza y me sorprendió acercándose más y tomando mis manos.
—Katniss es una chica buena. No te dará ninguna razón para lastimarla. Cumplirá tus deseos… —Su voz era apenas audible.
—Ludevica, los otros invitados quieren su turno —dijo Everdeen bruscamente, y su esposa se apartó de mí de inmediato. Con una última mirada suplicante a mí, se acercó a su marido. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de lo que significaban sus palabras veladas. Me acababa de rogar que no maltrate a su hija esta noche porque eso era lo que haría un hombre como yo. No le ofrecí palabras de consuelo. Katniss ya no era su responsabilidad. Era mía. Padre permaneció atrás como un patrón benevolente, pero sus agudos ojos observaban cada uno de mis movimientos.
No vería ni una pizca de debilidad. Hoy no, ni nunca.
Cato Cavallaro y sus padres fueron los siguientes. Me sorprendió que Cato estuviera al frente. Era una clara señal de que pronto se convertiría en el jefe de la Organización incluso aunque su padre todavía era oficialmente el jefe.
Su expresión fue estoica cuando besó la mano de Katniss, rompiendo el protocolo al saludarla primero y no a mí. Lo contemplé atentamente, mis ojos estrechándose. Cuando finalmente se me acercó, nuestras miradas se encontraron y la misma cautela que sentía se reflejaba en sus ojos. Se suponía que este matrimonio aseguraría la paz, pero ni Cato ni yo confiábamos en esta tregua frágil.
—Felicitaciones por tu matrimonio —dijo sin emoción alguna.
—Gracias por darme a la mujer más hermosa de la Organización, considerando que también necesitas una esposa.—Algo feroz destelló en los ojos de Cato, pero no fue la única emoción que mis palabras habían invocado. Había habido un destello de tristeza y dolor en su expresión antes de que la máscara fría hubiera regresado. Cato extrañaba a su esposa muerta. Y la realización me sorprendió. Lo archivé para posibles usos más tarde. Mi padre no había esperado mucho tiempo para casarse con Nina una vez que mi madre murió. Las mujeres eran objetos de placer reemplazables para él.
—Mi hijo tiene gustos peculiares en lo que respecta a su próxima esposa —interrumpió Fiore, poniéndose al lado de su hijo.
No dije nada. Los ojos de Cato ya lucían asesinos y, aunque me habría gustado matarlo a él y a todos los cabrones de la Organización en la habitación, una boda no era el lugar ni el momento adecuado. La señora Cavallaro esperó con una
expresión de aprehensión junto a su esposo e hijo. Apenas habló. Tal vez Fiore se lo prohibió.
Mis ojos se dirigieron a Katniss, que estaba con las manos cruzadas delante de su estómago. Su expresión reflejaba un interés cortés y una felicidad falsa, pero podía ver la gran cantidad de emociones más oscuras acechando debajo de su máscara exterior. ¿Acaso pronto sería como su madre, Nina o la señora Cavallaro? ¿La rompería?
No miró en mi dirección, pero estaba seguro que notó mi mirada.
Después de que su prima Bibiana hablase con Katniss, y yo con su viejo esposo gordo, el comportamiento de mi esposa cambió. No podía precisar por qué, pero siguió arriesgándose a mirarme de reojo. Estaba hablando con uno de mis capitanes cuando Katniss me miró de nuevo, y finalmente me giré para encontrarme con su mirada. En ella vi curiosidad y un destello de esperanza. Esto último era en nuestro mundo aún más mortal que todo lo anterior.
Entonces un vestido rojo brillante y unos tacones de charol rojo me llamaron la atención. Mis ojos volvieron a la línea de los buenos deseos, y una maldición murió en mi lengua.
El senador Parker y su familia. Apenas presté atención al hombre cuyas campañas pagamos o su hijo igualmente ambicioso que también estaba en nuestra nómina. Detrás de ellos estaba la última persona que quería ver en mi boda: Clove.
Estaba bastante seguro que había mandado a coser su maldito vestido alrededor de ella. Estreché las manos de su padre y hermano antes de que ella se acercara a mí. El senador Parker le
envió una mirada de advertencia, que Clove ignoró como siempre ignoraba un consejo sensato.
—Felicidades, Peeta —dijo ella, sus ojos prácticamente intentando follarme. Si no lo detenía pronto, tendría que echarla.
—Clove —dije con voz aburrida.
Se acercó demasiado, más cerca de lo que era apropiado, y la habría empujado si no hubiera causado una gran escena.
—Estoy tan jodidamente mojada por tu polla, Peeta. Quiero saborear tu semen en mi boca —ronroneó en mi oído—. Tal vez pensarás en mí esta noche cuando te folles a tu pequeña y aburrida esposa. Ella no será ni la mitad de buena que yo.
Mantuve mi rostro neutral, incluso si mi sangre hervía con furia. Dudaba que esa hubiera sido la maldita intención de Clove.
¿En serio creía que pensaría en ella cuando estaba con Katniss?
Katniss era absolutamente preciosa. Era honorable. Era mi esposa.
Clove no era nada.
Por supuesto, Katniss no me volaría la mente con sus habilidades. Nunca antes había estado con nadie, pero le enseñaría. Maldición, no podía esperar para hacerlo.
Luego, Clove de hecho abrazó a Katniss y, cuando se retiró, Katniss parecía que iba a vomitar. ¿Qué diablos le había dicho Clove? Era una maldita criatura traicionera.
Tomé la mano de Katniss y ella se estremeció tan violentamente que supe que Clove debe haberle revelado una de nuestras aventuras más duras. Como si pensara en tratar a Katniss como trataba a Clove. Esa puta nunca debería haber sido
invitada. Mi jodido padre probablemente lo había hecho a propósito para meterse conmigo.
Cuando la jornada terminó y finalmente nos movimos hacia las mesas, casi gemí de alivio. Deseé poder saber lo que estaba pasando por la cabeza de Katniss, pero ella ni siquiera me estaba mirando, con la intención de fingir que no estaba allí, incluso aunque sostenía su mano.
—No puedes ignorarme por siempre, Katniss. Ahora estamos casados.
"Beso, beso", los gritos se levantaron de la multitud cuando estábamos a punto de sentarnos. Katniss todavía estaba congelada a mi lado. Sofocando mi molestia, la atraje contra mí y la besé otra vez. No quería nada más que profundizar el beso, reclamar esa dulce boca, pero sabía que ella habría odiado experimentar un beso más íntimo frente a tanta gente. Ya estaba jodidamente avergonzada por el beso que acabábamos de compartir, y eso que fue tranquilo.
Para el momento en que nos sentamos, la pelirroja alborotadora se sentó junto a Katniss. Esperaba que ella no hiciera una escena. Por otro lado, tal vez eso los distraería de la escena que Finnick sin duda haría.
Mi hermano tomó un gran sorbo de vino antes de inclinarse hacia mí.
—A lo largo de la iglesia, no pude pensar en nada más que clavar mi cuchillo en unos cuantos hijos de putas de la Organización. Una boda sangrienta sería mucho más interesante que esta farsa. Y no me refiero a nuestra maldita tradición de las sábanas sangrientas. Al menos podrás derramar un poco de sangre esta noche.
Finnick se echó a reír y lo seguí, pero luego me puse serio nuevamente. Había estado en algunas presentaciones de las sábanas en los últimos años. Finnick y yo siempre nos habíamos burlado de ello. Mis ojos encontraron a Katniss, que estaba escuchando algo que su hermana le susurraba al oído. Katniss ahora era mi esposa. Era mía para protegerla. Odiaba la idea de presentar unas sábanas con su sangre por la mañana. Estaría jodidamente avergonzada, eso era seguro.
—Tienes una mirada extraña en tu cara, Peeta. ¿Preocupado de que no sangre?
Entrecerré los ojos hacia Finnick.
—Espero que no estés insinuando que Katniss no es honorable.
Finnick resopló.
—Oh, por favor, es obvio que nunca ha estado cerca de un hombre, por la forma en que actúa alrededor de ellos, y de ti. — Sonrió—. Pero tal vez no puedes seguir adelante con esto.
Le di una mirada incrédula.
—¿En serio? ¿Crees que algo o alguien podría impedir que tome a mi esposa esta noche?
Finnick sonrió.
—No, ni un solo hombre en esta sala podría detenerte, y probablemente ni siquiera todos ellos juntos. Pero tal vez ella lo haga. —Asintió hacia Katniss, que sostenía la mano de su hermana, viéndose pálida y pequeña.
—Has perdido tu jodida cordura, Finnick. Deberías conocerme mejor que eso. Me la voy a follar.
Finnick se encogió de hombros.
—Tal vez.
Finnick se levantó de su silla después de que todos se hubieran acomodado y chocó su cuchillo contra la copa de champán para silenciar a la multitud. Le envié una mirada de advertencia, que solo lo hizo sonreír. Un día de estos lo mataría.
—Damas y caballeros, viejos y nuevos amigos, hemos venido hoy para celebrar la boda de mi hermano Peeta y su increíblemente hermosa esposa, Katniss… —Finnick hizo una reverencia exagerada en su dirección.
Katniss sonrió tensamente y Annie le lanzó su mejor mirada fulminante a mi hermano. Como si eso lo desanimara-.
—Por terrenos inexplorados. Nada mejor que pisar nieve fresca, dejando las primeras marcas. —Me guiñó un ojo y luego a Katniss, antes de volverse hacia la multitud—. ¡Estoy seguro de que todos aquí están de acuerdo! ¡Por terrenos inexplorados!
Los hombres rieron y repitieron sus palabras hacia mí, levantando sus copas en mi dirección.
Sacudí la cabeza con una sonrisa. Finnick era una maldita molestia. Mi sonrisa murió cuando vi a Katniss.
Había puesto una expresión valiente, pero su piel estaba roja brillante por la vergüenza y sus ojos reflejaban ansiedad. Annie estaba agarrando una de sus manos, pero la otra estaba en un puño sobre su vestido blanco puro. Por alguna razón, quise estirarme y extender sus dedos para enlazarlos con los míos. Era una idea ridícula que jamás haría, especialmente no en una habitación con mis enemigos y soldados.
Me alegré cuando mi padre y Everdeen terminaron con sus brindis y la comida fue finalmente servida. No solo me estaba muriendo de hambre, sino que estaba cansado de sus estúpidos discursos.
Los camareros comenzaron a llenar las mesas con antipasto.
—Quería hacer un brindis como tu dama de honor, pero padre lo prohibió. Parecía preocupado de que dijera algo que avergonzara a nuestra familia —dijo Annie en voz alta.
Miré hacia ella, luego puse los ojos en blanco y llené mi plato con antipasto. Katniss tomó un gran trago de su vino y levantó la copa para pedir otra. La detuve con mi mano sobre la de ella.
—Deberías comer. —Su plato estaba vacío, y no había tocado ninguno de los aperitivos durante la recepción además del champán. Sus labios se apretaron, pero tomó un pedazo de pan y le dio un mordisco antes de dejarlo en el plato. No comió mucho más cuando se sirvió el plato principal, y tuve que contener mi frustración, especialmente cuando siguió bebiendo más vino. Tal vez pensaba que no me había dado cuenta porque mi padre y los Cavallaro me metieron en una conversación sobre la Bratva, pero no estaba ciego.
Cuando llegó el momento de nuestro baile, me levanté y extendí la mano. Por supuesto, la multitud pidió otro beso al segundo en que Katniss se paró a mi lado. La atraje contra mí, apretando mi agarre cuando se balanceó. Su mirada no estaba tan enfocada como debería estarlo. Definitivamente había tomado demasiado alcohol.
Tuve que guiarla por la pista de baile con fuerza suficiente para mantenerla erguida y evitar que tropezara, todo a medida
que luchaba contra mi ira.
Me alegré cuando finalmente terminó el baile, pero antes de llevar a Katniss a la mesa, le susurré al oído:
—Cuando regresemos a la mesa, comerás. No quiero que te desmayes durante nuestra celebración, y mucho menos durante nuestra noche de bodas.
Si estaba borracha, definitivamente no la follaría, y eso no iba a suceder. Bajo mis ojos vigilantes, Katniss comió su plato principal y bebió dos vasos de agua. Cuando padre se acercó a Katniss para pedirle un baile, casi le gruñí, pero tuve que esconder mis sentimientos y le di una sonrisa tensa.
Como era tradición, tuve que bailar con Nina mientras mi padre bailaba con mi esposa. Nina estuvo sorprendentemente callada a medida que la guiaba por la pista de baile, pero de todos modos mi atención entera estuvo dirigida a mi padre y a Katniss. Podía decir que ella se sentía incómoda en su agarre; no que se hubiera relajado cuando bailamos.
—¿Celoso? —preguntó Nina.
—No —respondí con frialdad.
Finnick pasó junto a los otros bailarines y tocó el hombro de padre, pidiendo bailar con Katniss. Me envió una sonrisa rápida al momento en que hizo girar a mi esposa por la pista de baile. Nina finalmente siguió adelante, y bailé con Ludevica y luego con Primrose. Cuando noté que Clove se dirigía en mi dirección, me disculpé rápidamente y salí de la pista de baile hacia la mesa. De ninguna jodida forma bailaría con Clove. Su hermano la agarró del brazo y la obligó a bailar con él, para consternación evidente de Clove.
—Habrían sido una pareja muy atractiva —dijo Finnick mientras se detenía a mi lado. Seguí su mirada y me tensé.
Cato bailaba con Katniss.
—"La pareja dorada" es como algunas personas los apodaron en la Organización. Incluso hubo rumores de que Fiore consideró cancelar tu compromiso con Katniss para que así su hijo pudiera tenerla.
—Eso habría significado la guerra. Habría caminado personalmente directo a Chicago, aplastado el cuello de Cato y llevado a Katniss a casa conmigo.
Finnick rio entre dientes.
—Eso suena mucho más divertido que esto.
Lo dejé parado allí y me dirigí hacia Cato y mi esposa. Habían bailado lo suficiente. Era hora de que Katniss volviera a mis brazos.
Cato se fijó en mí primero.
—Creo que tu esposo está ansioso por tenerte de vuelta en sus brazos —dijo arrastrando las palabras de esa manera molesta suya. Dio un paso atrás con una expresión calculadora, y tomé la mano de Katniss rápidamente y la alejé antes de que empezáramos a bailar.
—¿Qué quería Cavallaro?
Katniss dudó un momento antes de responder.
—Quiero felicitarme por las fiestas.
Eso definitivamente no había sido todo de lo que habían hablado, pero la música se detuvo ante una señal de Finnick y silenció a nuestros invitados con fuertes aplausos.
—¡Hora de lanzar la liga!
La multitud nos rodeó de inmediato. Había presenciado esta tradición tan a menudo que, sabía lo que se esperaba. Me puse de rodillas y arqueé las cejas expectantemente hacia Katniss. Sabía que su madre la había instruido sobre nuestras tradiciones. Pero no estaba seguro si era igual en la Organización.
Katniss levantó su vestido, revelando unos tacones blancos, unas pantorrillas delgadas y luego unas hermosas rodillas. Mierda. Ni siquiera sabía que las rodillas hermosas eran una cosa.
Acuné las pantorrillas de Katniss, ahogando un gemido al sentir su piel caliente. Por Dios, esta era la primera vez que tocaba sus piernas. La primera vez que un hombre tocaba esas piernas. Deslicé mis palmas lentamente hasta que alcancé sus muslos. Se congeló y la piel de gallina se erizó en ella. Evalué sus ojos, intentando descubrir la emoción detrás de su reacción, pero ella tenía colocada su expresión de novia feliz.
En este momento, no quise nada más que estar solo con ella. La sensación de los muslos de Katniss me hizo querer llegar más alto, descubrir el resto de sus curvas, pero mis dedos rozaron su liga sobre su pierna derecha. Usé una mano para empujar su vestido aún más alto y revelar la liga, incluso si no me gustaba la idea de que todos los hombres en la habitación vieran sus muslos.
Katniss aferró su vestido y crucé mis brazos detrás de mi espalda y entonces, me incliné hacia adelante, acercando mi rostro a su pierna. Se suponía que debía agarrar la liga con los dientes, pero antes de hacerlo, no pude evitar besar la piel justo debajo de ella. Katniss contuvo el aliento y ahogué un gemido cuando su dulce aroma se deslizó por mi nariz. Mis ojos se
alzaron de golpe, pero desafortunadamente la tela arrugada me impedía ver sus bragas.
Finalmente cerré los dientes alrededor de la liga y la arrastré por la pierna de Katniss hasta que cayó al suelo.
Katniss levantó el pie, y yo agarré la prenda y me puse de pie con ella agarrada en mi mano para que todos la vieran. Nuestros invitados aplaudieron salvajemente.
—Solteros —grité—. Reúnanse alrededor. ¡Quizás seas el afortunado en casarte a continuación!
Llevó un par de minutos para que todos se reunieran, o para que las madres arrastraran a sus hijos adolescentes protestando al frente.
Katniss dejó escapar una risa tintineante. Aturdido por el primer sonido despreocupado que escuchaba de ella, le eché un vistazo. Estaba sonriendo radiante a su hermano menor Tom, que estaba de pie con los brazos cruzados entre los hombres.
¿Alguna vez se vería tan feliz cuando viviera conmigo en Nueva York?
Empujando el pensamiento a un lado, levanté mi brazo y arrojé la liga a los hombres.
Por supuesto, mi hermano se lanzó a ella, empujando a algunos tipos menos motivados y atrapándola.
—¿Alguna mujer de la Organización está dispuesta a fomentar el vínculo entre nuestras familias? —gritó, sacudiendo las cejas.
Me reí entre dientes. Él sabía tan bien como yo que era difícil encontrar ese tipo de entretenimiento en nuestra reunión.
La mayoría de las invitadas femeninas eran de nuestro mundo y no forasteras, de modo que estaban totalmente prohibidas.
Envolví mi brazo alrededor de Katniss y ella se estremeció. Mi buen humor se evaporó a la vez.
Obligándome a mantener la calma, observé cómo Finnick comenzaba a bailar con Liliana, que parecía extasiada por ser el centro de atención. Puse a Katniss a mi lado ya que se esperaba que tuviéramos otro baile. Esta vez, ella apenas se tensó. Miré su cabeza rubia y la forma en que su rostro se inclinaba hacia mi hermano y su hermana.
—Si mi hermano se casara con tu hermana, tendrías familia en Nueva York —dije.
—No le dejaré tener a Prim —murmuró Katniss, sorprendiéndome con la nota protectora en su voz.
—No es Prim a quien quiere —dije, echando un vistazo a Annie, que estaba escondida en la periferia de la pista de baile. Katniss pareció escandalizada por mi comentario. ¿No había notado las miradas que mi hermano le había estado dando a su hermana? Tal vez no reconocía el deseo en la cara de un hombre. Eso cambiaría pronto.
Cuando sonaron los primeros gritos sugiriendo que me acostara con Katniss, tuve que evitar saltar en marcha, arrojarla sobre mi hombro y llevarla a nuestra habitación.
—¡Te casaste con ella, ahora acuéstate! —gritó Finnick, levantando los brazos y tropezando con una silla.
Me reí de las travesuras de mi hermano y me levanté de mi silla. Katniss también se puso de pie.
—¡Mancha las sábanas de rojo! —gritó padre con una sonrisa lasciva. Ignorándolo, guie a Katniss hacia nuestra habitación bajo los aplausos y gritos de los otros invitados. Algunos de sus comentarios me dieron ganas de golpearlos en la cara, incluso si tenía la intención de hacer todo lo que sugirieron, eventualmente. No podía recordar la última vez que me había sentido a punto de estallar de deseo. En realidad, esperaba poder contenerme como me había prometido.
Mi padre y mis tíos me dieron palmadas en el hombro y la espalda cuando me detuve con Katniss frente a la puerta de nuestra habitación.
Katniss permaneció en silencio a mi lado, mirando hacia debajo de modo que no pudiera ver su rostro. Le mostraría lo mucho que la deseaba. Abrí la puerta y ella entró. Finalmente mía.
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01 / MARZO / 2023
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