Adaptación del libro "0.5 Peeta Mellark" de la Serie Born in Blood Mafia Chronicles de la escritora Cora Reilly. Adaptada con los personajes de Los Juegos del Hambre, que como saben, son propiedad de la también escritora Suzanne Collins.

Esta adaptación está hecha sin fines de lucro.G

.

.

.

.

SEIS

Cerré la puerta de golpe en el rostro de Finnick mientras él seguía arrojando sugerencias de todas las formas en que podía follar a Katniss. Si no tuviera mejores cosas que hacer, lo llevaría afuera y patearía su puto culo.

—Cállate Finnick y ve a encontrar una puta a la que follarte—grité.

Finalmente cerró su jodida bocaza, o tal vez se había desmayado. Por la cantidad de alcohol que había bebido, no me sorprendería. Katniss soltó una respiración apresurada detrás de mí y me volví hacia ella, mi cuerpo ya zumbando de deseo. Tuve que mirarla toda la noche con su sexy vestido, sin mencionar los tres años que había pasado esperándola antes. Pero esta noche, la espera finalmente había terminado.

Era jodidamente hermosa. Su cintura estrecha, su piel suave, sus labios rosados. No pude evitar preguntarme si sus pezones serían del mismo color. Mierda. La necesitaba. Arrojé mi chaqueta sobre el sillón. En serio esperaba que ella estuviera lista para más de una follada esta noche. No creía que mi polla estuviese satisfecha después de una sola ronda.

—Cuando mi padre me dijo que tenía que casarme contigo, me dijo que eras la mujer más hermosa que la Organización de Chicago tenía para ofrecer, aún más hermosa que las mujeres de Nueva York. No le creí —dije. Odiaba que mi padre hubiera tenido razón, pero, maldita sea, en este caso había estado en lo cierto. Caminé hacia Katniss y la agarré de la cintura. Ella se quedó inmóvil por completo, sin mirarme a los ojos. Me incliné, inhalando su dulce aroma—. Pero dijo la verdad. Eres la mujer más hermosa que he visto jamás y esta noche eres mía. —

Me incliné para besarla en la garganta, pero ella siguió ignorándome. ¿Acaso era alguna clase de juego que ella estaba jugando? Debería saber que los juegos que yo solía jugar eran de una variedad más oscura, y siempre ganaba.

—¡No! —siseó y se alejó tambaleante de mí, con los ojos muy abiertos y horrorizados.

¿Qué demonios querría decir?

—¿No?

Ella me fulminó con la mirada, pero detrás de su valentía estaba otra emoción que estaba demasiado enojado para leer.

—¿Qué? ¿Nunca has escuchado la palabra "no"?

—Oh, la escucho a menudo. El tipo al que le destrocé la garganta la dijo una y otra vez hasta que no pudo decirla más.

Ella retrocedió.

—Entonces, ¿también vas a aplastar mi garganta?

Realmente sabía cómo presionar mis putos botones. ¿En serio pensaba que hacerme enfadar en nuestra noche de bodas era el camino por seguir? Me había jurado a mí mismo que me contendría por ella.

—No, eso desafiaría el propósito de nuestro matrimonio, ¿no lo crees?

—No creo que mi padre esté feliz si me haces daño — respondió con altanería.

—¿Eso es una amenaza? —pregunté en voz baja, sintiendo mi pulso martillando en mis venas. Tuve que luchar contra las ganas de arrojarla a la cama y mostrarle lo que en realidad quería hacerle. Tal vez se parecía más a su insolente mocosa hermana, Annie, de lo que había dejado ver. Tal vez el acto tímido e inocente había sido puro espectáculo.

Pero entonces bajó la mirada y pude verla temblando mientras susurraba:

—No.

La ira aún hervía a fuego lento bajo mi piel, y no estaba de humor para dejarla ir fácilmente.

—¿Pero me niegas lo que es mío?

—No puedo negarte algo que no tienes derecho a tomar en primer lugar. Mi cuerpo no te pertenece. Es mío —dijo con fiereza, con los ojos disparando dagas en mi dirección. No podía creer su audacia.

Alcancé su hombro para atraerla contra mi cuerpo y silenciarla con un beso antes de que dijera algo más que me llevara al borde, pero Katniss se estremeció violentamente y cerró los ojos como si esperara un golpe. Dejé caer mi mano, aturdido por su reacción. ¿Creía que la golpearía? Era un hombre violento sin apenas una pizca de paciencia, y mi reputación brutal me precedía, pero me juré a mí mismo que nunca abusaría de mi esposa. Había visto a mi padre violar y golpear a mi madre antes de que ella se suicidara. No quería convertirme en él al menos en ese sentido. En todas las demás áreas de mi vida, ya me parecía mucho a él.

—Podría tomar lo que quiero —dije, porque no estaba seguro de qué más hacer.

Katniss no necesitaba saber que era una amenaza vacía. Si bien ciertamente podría seguir adelante con ello, nunca lo haría.

Odiaba mi propia confusión. Siempre sabía qué hacer, pero con Katniss las cosas eran más complicadas.

Ella me miró de reojo con sus hermosos ojos.

—Podrías. Y te odiaría por ello hasta el fin de mis días.

El odio era la emoción predominante en la mayoría de los matrimonios en nuestro mundo, por lo que sabía.

—¿Piensas que me importa eso? Esto no es un matrimonio por amor y ya me odias. Puedo verlo en tus ojos.

De todos modos, esta discusión era una pérdida de tiempo. Teníamos nuestras tradiciones. Tanto Katniss como yo estábamos atadas a ellas. Señalé las sábanas blancas.

—¿Escuchaste lo que mi padre dijo acerca de nuestra tradición? —Era algo ridículo. No todas las mujeres sangraban la primera vez, a menos que el hombre se asegurara de ser brusco, lo que algunos esposos de hecho hacían para garantizar la mancha de sangre esperada. No tenía absolutamente ninguna intención de ser rudo con ella. No la lastimaría más de lo absolutamente necesario, pero era un tipo grande. Le dolería, y ella sangraría.

Katniss se alejó de mí y se dirigió a la cama, mirándola como si fuera su perdición. ¿Había pensado que podía convencerme de no consumar nuestro matrimonio si no fuera por nuestra tradición? Entonces no me conocía muy bien.

Me acerqué a ella. Parecía una diosa. No podía esperar para sacarla de su vestido, para saborear cada centímetro de ella. Puse mis manos sobre sus hombros desnudos. Era cálida y suave, pero no se volvió. Sofoqué mi molestia por su negativa a reconocer mi presencia. Sería paciente, incluso si ella me provocaba. Pasé mis manos por sus clavículas hasta la suave cima de sus pechos. Podía sentir mi polla respondiendo a la sensación de su piel perfecta, a su aroma tentador. Mierda, ardía por enterrarme en ella.

Algo húmedo cayó en mi mano. No tenía que verlo para saber que era una lágrima, una puta lágrima.

Estaba llorando. La agarré por los hombros y la giré antes de colocar mi dedo debajo de su barbilla e inclinar su rostro hacia arriba. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Sabía que algunas mujeres podían llorar cuando quisieran, pero la mirada en los ojos de Katniss me dijo todo lo que necesitaba saber. Estaba aterrorizada y desesperada. Era bueno juzgando el carácter humano; tenía que serlo para mantener a mis hombres bajo control. Katniss no lucharía conmigo si la empujaba hacia la cama, le arrancaba la ropa y la tomaba. Ella se recostaría y dejaría que suceda. Lloraría, pero no me rechazaría, ya no. Era mía para poseer. Se esperaba de mí que la poseyera, que la hiciera mía. Las lágrimas nunca habían debilitado mi resolución. Pero antes de este momento, esas lágrimas nunca habían pertenecido a mi esposa, a la mujer con la que se suponía que debía pasar el resto de mi vida.

Maldita sea, no podía creer que la visión de mi esposa aterrorizada me afectase. Me aparté, maldiciendo y tan cabreado que apenas podía ver con claridad. Golpeé la pared, contento por el dolor cegador que me desgarró los nudillos y me castigó. Iba a ser Capo en unos años. Había matado, chantajeado, torturado, pero no podía tomar la virginidad de mi esposa contra su voluntad. ¿En qué me convertía eso? Padre me llamaría un marica. Tal vez él decidiría que no era digno de ser su heredero si ni siquiera podía follar con mi esposa.

Pero sabía que no me estaba ablandando, no en general. Podría salir ahora mismo y matar a todos los miembros de la puta Organización de Chicago sin ningún tipo de remordimiento. Demonios, podría bajar ahora mismo y cortarle la garganta a mi padre, y mierda, lo disfrutaría jodidamente.

Por supuesto, todavía teníamos que asegurarnos que todos creyeran que me había follado a Katniss. Solo había una forma de hacerlo. Me volví hacia mi mujer temblorosa y saqué mi cuchillo. No solo me estaba negando el placer de estar dentro de su apretado coño esta noche, sino que también iba a sangrar por ella.

El pensamiento no me sentó bien, y no porque me importara un mísero corte. Había sufrido heridas mucho peores, pero no pude evitar sentir que mi acción le daría a Katniss demasiado poder sobre mí.

Pero sabía que ya había tomado una decisión.

Ella me observaba con un temor apenas oculto y, cuando me acerqué a ella, se estremeció. Otra vez. Esperaba lo peor porque yo era un monstruo. Me corté el brazo, dejé mi cuchillo sobre la mesita, y agarré un vaso para atrapar algunas gotas de sangre. La sorpresa de Katniss habría sido divertida, si no estuviera enfadado conmigo mismo. Me dirigí al baño para agregar unas gotas de agua a la sangre, de modo que se viera convincente. No había estado con una virgen antes. Mis gustos siempre habían corrido hacia lo rudo, así que las mujeres con experiencia habían parecido la mejor opción, pero a lo largo de los años había presenciado algunas presentaciones de las sábanas, y sabía lo que se esperaba.

Katniss no se había movido de su lugar cuando me dirigí de regreso al dormitorio y hacia la cama donde extendí algunas gotas del líquido rosa. Por el rabillo del ojo, pude verla acercarse a mí cuidadosamente. Se detuvo a pocos metros de mí, con la esperanza mezclándose con la confusión en su bonito rostro. Algunas chicas eran horribles cuando lloraban. No creía que Katniss pudiera verse menos impresionante. El profundo rubor en sus mejillas me hizo odiarme aún más por mi debilidad. Podría haber tenido su hermoso cuerpo debajo de mí esta noche, pero en lugar de eso estaba pintando un maldito cuadro con mi propia sangre para las malditas arpías de mi familia.

—¿Qué estás haciendo?

—Ellos quieren sangre. Tendrán sangre.

—¿Por qué el agua?

—La sangre no siempre tiene el mismo aspecto.

—¿Es suficiente?

¿Qué le habían contado las mujeres de su familia de sus primeras veces?

—¿Esperabas un baño de sangre? Es sexo, no una lucha a cuchillo.

Se mordió el labio nuevamente y una imagen de ella haciendo eso en medio de la pasión se deslizó en mi mente.

—¿No van a saber que es tuya? —preguntó en voz baja. Se veía jodidamente hermosa con ese puto rubor y una pequeña sonrisa esperanzada. Quería ver si podía hacer que su precioso rubor se extendía por todo su cuerpo.

Necesitaba una jodida bebida. Si no echaba un polvo hoy, al menos me emborracharía. Maldito desperdicio de noche.

—No.

Me serví whisky en el vaso con la mezcla de agua y sangre. Katniss no apartó sus ojos de mí cuando eché mi cabeza hacia atrás y engullí mi bebida. Me dio una mirada de disgusto.

—¿Qué tal con una prueba de ADN?

¿Hablaba en serio?

—Van a aceptar mi palabra. Nadie va a dudar que he tomado tu virginidad durante nuestro momento a solas. No lo van hacer porque soy quien soy. —Tenía una reputación. Nunca había rehuido hacer algo que se suponía que debía hacer. Entonces, ¿por qué no estaba quitándole a Katniss su vestido para follarla?

El miedo llenó su rostro y dio un paso atrás como si pudiera leer mi mente y estuviera pensando en correr.

Esa era la jodida razón. Si bien me gustaba ver el miedo en las caras de mis enemigos y, ocasionalmente, de mis propios soldados, la idea de tener a Katniss debajo de mí con una expresión similar no me excitaba en absoluto. No la quería aterrorizada de mí.

—No —dije—. Esta es la quinta vez que retrocedes de mí esta noche. —Dejé mi vaso y tomé mi cuchillo de la mesa antes de caminar hacia ella. Parecía que quería huir—. ¿Tu padre nunca te enseñó a ocultar tu miedo de los monstruos? Te persiguen si corres.

No dijo nada, pero podía verla empezar a temblar cuando me miró. Mierda, ¿pensaba que iba a cortarla? Si en realidad fuera ese tipo de monstruo, no estaríamos parados aquí. Ella estaría tumbada de par en par en la cama, llorando porque la habría follado.

—Esa sangre en las sábanas necesita una historia —dije, con la jodida esperanza de calmarla, pero se estremeció otra vez—. Con esta son seis veces. —Bajé el cuchillo hasta el borde de su vestido, asegurándome que la hoja no tocara su piel impecable. Rasgué la tela lentamente hasta que el vestido finalmente cayó y se agrupó alrededor de sus tacones—. Es una tradición en nuestra familia desnudar a la novia de esta forma. — Katniss quedó en nada más que un corsé ajustado y unas bragas de encaje blancas. Maldición. Era como jodido sexo con piernas. Y luego se estremeció de nuevo—. Siete —dije, deseando poder apartar los ojos de su hermoso cuerpo. La cima de sus pequeños pechos perfectos, su cintura estrecha, la delgada tela de sus bragas apenas ocultando su coño—. Date la vuelta.

Mierda. La espalda de Katniss era aún más tentadora que su frente. ¿Qué era esa cosa que llevaba puesta? Tenía un puto lazo por encima de su culo perfectamente redondo, prácticamente invitándome a desenvolverla. Sería tan fácil desgarrar sus bragas endebles y enterrarme en ella. Olía dulce y perfecta, y era mía, solo mía. Tiré del lazo. Sería tan fácil.

—Ya sangraste por mí —susurró en voz baja—. Por favor, no. —Mi esposa me rogaba que no la lastimara. Tal vez era un monstruo. Pasé mis nudillos sobre la piel sedosa de su espalda, necesitando tocarla, antes de cortar su corsé.

Se aferró a él antes de que pudiera vislumbrar sus senos. Envolví mi propio brazo alrededor de ella, atrayéndola contra mí. Ella jadeó y se puso rígida cuando mi polla se hundió en su espalda baja, y el rubor en sus mejillas se profundizó aún más.

—Esta noche suplicaste que te evite, pero un día me vas a pedir que te folle. No creas que porque no reclamo mis derechos esta noche no eres mía, Katniss. Ningún otro hombre tendrá nunca lo que me pertenece. Eres mía. —Asintió rápidamente—. Si atrapo a un hombre besándote, le cortaré la lengua. Si atrapo a un hombre tocándote, le cortaré los dedos, uno por uno. Si atrapo a un hombre follándote, le cortaré la polla y sus pelotas, y se las daré de comer. Y te haré observar. —Sabía que no estaba bromeando. Había visto lo que le había hecho al bastardo de su primo años atrás. Y eso no era nada.

La solté. Su proximidad me estaba dando ideas que realmente no necesitaba en este momento. Avancé hacia la silla y me serví otro trago cuando Katniss desapareció en el baño. Oí que la cerradura encajaba en su lugar y tuve que contener una carcajada. Mi esposa se escondía de mí detrás de una puerta bloqueada. Todo el mundo en esta jodida mansión probablemente conseguiría más acción que yo esta noche. Maldición.

Me había bebido tres vasos más de whisky cuando Katniss finalmente emergió. Esta era una jodida tortura.

Llevaba un camisón ligero y transparente que no ocultaba nada a la vista. Mierda, ¿estaba bromeando?

—¿Eso es lo que eliges usar cuando no quieres que te folle?

Sus ojos se movieron entre la cama y yo. No necesitaba leer su mente para saber que todavía no confiaba en mí. Con ese atuendo, probablemente tenía razón en no confiar en ningún hombre.

—Yo no lo escogí.

Por supuesto que no lo había hecho.

—¿Mi madrastra? —Esa mujer era una perra sádica entrometida.

Asintió rápidamente. Estaba harto de su expresión aterrorizada. Dejé mi vaso y me puse de pie. Como de costumbre, Katniss se estremeció. Ni siquiera me molesté en decir nada. Estaba jodidamente cabreado. Sin otra palabra, me dirigí al baño y dejé que la puerta se cerrara de golpe detrás de mí. Me quité la ropa y me metí en la ducha. Bajo el agua tibia, me masturbé con las imágenes del delicioso cuerpo de Katniss. Me sentí como un puto adolescente, e incluso en ese entonces nunca tuve que usar mi mano cuando compartía la habitación con una chica hermosa. Disparar mi semen en la ducha no me dio ningún tipo de satisfacción, pero al menos mis bolas ya no sentían que estuvieran a punto de estallar.

Cuando regresé al dormitorio quince minutos después, Katniss estaba casi escondida debajo de las mantas, solo su cabello dorado se extendía como un halo sobre la almohada. Apagué la luz y me metí en la cama.

Estaba tan inmóvil que bien podría no haber estado allí en absoluto. Sabía que no estaba dormida. Su respiración sonaba apagada. Gritaba miedo.

Crucé los brazos detrás de mi cabeza y miré a la oscuridad, y entonces lo escuché.

Un sollozo.

Pronto, más le siguieron, y pude sentir el colchón vibrar mientras Katniss se sacudía bajo la fuerza de su llanto. Estaba furioso, pero más allá de eso, había una emoción de la que no creía que era capaz: compasión. Quería consolarla. Odiaba esa parte débil de mí mismo. Un Mellark nunca mostraba simpatía, y ciertamente nunca se inclinaba ante los ridículos caprichos de una mujer. Eso es lo que mi padre nos enseñó a Finnick y a mí.

—¿Llorarás toda la noche? —pregunté bruscamente, dejando que mi ira se libere. Era la elección más familiar. Katniss no respondió, pero todavía podía escuchar sus sollozos ahogados—. No puedo ver cómo podrías haber llorado mucho más si te hubiera tomado. Tal vez debería follarte para darte una verdadera razón para llorar.

Este era el hombre que mi padre me había criado para ser. Dejar salir mi furia siempre se había sentido bien, entonces ¿por qué no era así esta vez? Katniss se movió, pero sus chillidos solo empeoraron. Encendí la luz y me incorporé. Por un momento, me sorprendió ver a mi esposa acurrucada en posición fetal a mi lado, con los hombros encogidos de forma protectora y el cuerpo temblando debido a los sollozos. Era difícil aferrarme a mi ira, viéndola así.

Había hombres que se ponían duros si una mujer lloraba.

Nunca los entendí.

El problema era que no tenía ni idea de qué hacer con una mujer llorando. Nunca había consolado a nadie en mi vida. Toqué su brazo. Ese obviamente no era el camino a seguir, porque se estremeció y habría salido rodando de la puta cama si no la hubiera agarrado por la cadera y la hubiera atraído hacia mí.

—Es suficiente —dije, intentando mantener mi frustración bajo control. Ya estaba absolutamente asustada; si dejaba que mi ira la envolviese, las cosas definitivamente no mejorarían. La hice rodar sobre su espalda. Permaneció inmóvil, con los ojos cerrados fuertemente como si esperara a que yo hiciera un movimiento contra ella—. Mírame. —Sus ojos se abrieron, grandes y grises, y llenos de lágrimas—. Quiero que dejes de llorar. Quiero que dejes de estremecerte por mi toque.

Ella parpadeó una vez, luego asintió. Habría aceptado cualquier cosa en ese momento. Había visto esa mirada antes en los ojos de otras personas.

—Ese asentimiento no significa nada. ¿No crees que reconozco el miedo cuando me devuelves la mirada? Para el momento en que apague la luz, estarás de nuevo llorando como si te hubiera violado de una jodida vez. —La violación era una de las pocas cosas despreciables de las que no era culpable, y no tenía ninguna intención de cambiar eso—. Así que para darte paz mental y callarte, voy a hacer un juramento.

La esperanza llenó su rostro, haciéndola lucir aún más impresionante. No estaba seguro de por qué siquiera me importaba. No debería. Ella lamió sus labios, y casi gemí.

—¿Un juramento?

Tomé su pequeña mano y la presioné contra el tatuaje sobre mi corazón. Su palma era cálida y suave, y se sentía muy bien. Dije parte de las palabras que pronuncié hace muchos años atrás durante mi iniciación.

—Nacido en sangre, jurado en sangre, juro que no voy a tratar de robar tu virginidad o lastimarte de ninguna manera esta noche. —Si Finnick pudiera verme ahora mismo, no me dejaría oír el final de ello. Señalé mi corte—. Ya sangré por ti, así que eso lo sella. Nacido en sangre. Jurado en sangre. —Cubrí su mano, y luego esperé a que ella dijera las palabras.

—Nacido en sangre, jurado en sangre —dijo en voz baja. Había una pequeña sonrisa tirando de sus labios, y verla no debería haberme hecho sentir tan… contento. La solté y apagué las luces.

No volvió a llorar otra vez. Con el tiempo, su respiración se tornó más profunda. Por supuesto que yo permanecí absolutamente despierto, pero ni siquiera podía salir de la habitación. Si alguien me veía vagando por ahí cuando debería estar follando a mi esposa, eso no terminaría bien. Nadie podía enterarse.

Escuchando la respiración de Katniss, me pregunté si podría dormir un poco esta noche. Nunca había dormido cuando tenía que compartir una habitación con alguien. Tenía el sueño ligero, siempre vigilante, esperando que alguien me clavara un cuchillo en la espalda o en el globo ocular, y bajar la guardia estaba fuera de cuestión cuando había otros alrededor. Pero Katniss era mi esposa. Y para ser honesto, no era una amenaza en ningún aspecto. No porque era más débil y no estaba entrenada, eso no importaría si me envenenaba en secreto, sino porque no me parecía una persona que pudiera herir gravemente, y mucho menos matar a alguien. Eso no estaba en su naturaleza.

Mis músculos se relajaron lentamente. La respiración de Katniss nunca volvió a entrecortarse. Era tranquila, suave, su sueño imperturbable. Ningún horror en su pasado la perseguía de noche. Sabiendo qué clase de hombre era, esperaba que su sueño siguiera siendo tan inocente como era en este momento.

.

.

.

.

24 / ABRIL / 2023

.