Adaptación del libro "0.5 Peeta Mellark" de la Serie Born in Blood Mafia Chronicles de la escritora Cora Reilly. Adaptada con los personajes de Los Juegos del Hambre, que como saben, son propiedad de la también escritora Suzanne Collins.

Esta adaptación está hecha sin fines de lucro.G

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SIETE

Me tomé un largo tiempo duchándome y masturbándome como un maldito adolescente. Con una hermosa mujer en mi cama toda la noche, en realidad no debería estar sufriendo de bolas azules, y sin embargo, aquí estaba. Salí del baño, con una toalla colgando alrededor de mi cintura.

Katniss estaba sentada en el taburete frente a su tocador, con el cabello castaño arrastrándose por su espalda y usando lo que las mujeres solían aplicar para acentuar sus ojos, no que Katniss lo necesitara. Sus ojos se abrieron en shock cuando me vio. Se arrastraron a lo largo de mí, la fascinación reflejándose en su rostro. Reprimiendo un gemido por su evaluación inocente, me acerqué al armario y tomé algunas prendas. Sabiendo que ella seguía observando, dejé caer mi toalla al suelo. Ella contuvo el aliento y mi polla dio una puta contracción, imaginando cómo se estaba sonrojando. Cuando me puse calzoncillos y pantalones, me di la vuelta. Como era de esperar, las mejillas de Katniss estaban enrojecidas. Fingió estar ocupada inspeccionándose las uñas, pero no me estaba engañando.

Estaba demasiado avergonzada para mirarme a la cara.

Y eso era algo nuevo para mí. No tenía experiencia con una chica como ella. Las mujeres de mi pasado habían sido directas con sus demandas y practicadas en sus avances. Katniss no lo era, y no estaba completamente seguro de cómo manejarla.

Tomando las armas de la mesa, comencé a atarlas a mis fundas como lo hacía todos los días, como lo he hecho desde que tengo memoria.

—¿Alguna vez vas a alguna parte sin armas? —preguntó Katniss en voz baja, girándose en su taburete para enfrentarme.

Llevaba una especie de vestido largo con un cinturón dorado y sandalias doradas, recordándome a una princesa egipcia, incluso si su cabello no se ajustaba a la imagen. Todavía era extraño pensar que ella de hecho era mía, que sería mía hasta el final. Esto no era por una noche o unas pocas semanas de placer sin sentido. Esto no era algo sin ataduras. Esto era para siempre, para los dos. Era mi responsabilidad desde este día en adelante. Recordando cómo mi padre había fallado a sus esposas, tanto a mi madre como ahora a Nina, parecía un maldito desafío imposible.

—No si puedo evitarlo. ¿Sabes cómo disparar un arma o usar un cuchillo?

—No. Mi padre cree que las mujeres no deberían estar envueltas en peleas.

—Algunas veces las peleas llegan a ti. La Bratva y la Tríada no hacen diferencias entre hombres y mujeres. —La Tríada se había derrumbado. La mayoría de sus territorios habían sido reclamados por la Bratva, de modo que ellos eran los que nos preocupaban.

Katniss inclinó la cabeza.

—¿Entonces nunca has matado a una mujer?

—No dije eso. —Katniss no necesitaba saber cómo la Bratva casi me había atrapado. No era algo que quisiera que la gente supiera.

Katniss se levantó de la silla, alisando su largo vestido al hacerlo. Me alegraba que hubiera elegido algo hasta el suelo.

Haría las cosas más fáciles. La gente podría sospechar que había dejado mis marcas en la parte superior de sus muslos.

—Bueno elección. El vestido cubre tus piernas.

—Alguien podría levantar mi falda e inspeccionar mis muslos.

Había visto la forma en que ayer muchos hombres la habían mirado lascivamente cuando pensaban que no estaba prestando atención.

—Si alguien trata de tocarte, va a perder su mano. —Los ojos de Katniss se abrieron en shock. Tendría que acostumbrarse a mi posesividad—. Vamos. —La llevé al pasillo y más cerca del corredor principal. Algunos invitados hombres todavía estaban en el vestíbulo, pero la mayoría de las voces provenían del comedor.

Katniss se puso rígida.

—¿Están esperando para ver las sábanas sangrientas? —Su piel se puso roja.

—Muchos de ellos, especialmente las mujeres. Los hombres podrían esperar detalles sucios, otros podrían esperar para hablar sobre negocios, pedir un favor, ponerse en mi lado bueno.

Katniss no hizo ningún movimiento para bajar las escaleras, así que la empujé suavemente hacia adelante. Caminamos muy juntos y tuve que reducir mis pasos considerablemente para adaptarme a sus piernas más cortas. Nunca había caminado de la mano con una mujer, así que esto era algo nuevo.

Cato nos saludó con una sonrisa.

—¿Cómo estás? —le preguntó a Katniss y luego pareció querer tragarse la lengua.

Hacerle a una novia ese tipo de pregunta después de su primera noche era definitivamente inapropiado. Me reí entre dientes, pero mi estado de ánimo cayó cuando los hombres reunidos me enviaron guiños y sonrisas. Todos pensaban que me había pasado la noche follando a mi impresionante esposa. Katniss me sorprendió cuando se acercó más a mí. Me tomó un segundo darme cuenta que estaba buscando protección de su atención. Envolví mi brazo alrededor de su cintura y les envié una mirada de advertencia. Ellos desviaron sus ojos.

—Finnick y el resto de tu familia están en el comedor — dijo Cato.

—¿Observando las sábanas?

—Como si pudieran leerlas como hojas de té —confirmó Cato, entonces le dio a Katniss una mirada de disculpa.

—Vamos. —Conduje a Katniss hacia el comedor a pesar de su tensión. La presentación de las sábanas era algo que no podíamos evadir. Todos nos esperaban y se callaron cuando entramos. Mi padre, los lugartenientes de la Famiglia, los Cavallaro y Everdeen se habían reunido alrededor de la mesa del comedor.

La mayoría de los hombres de más rango de la Organización ya se habían ido con sus familias esta mañana para regresar a sus respectivos territorios.

Katniss se retorció bajo la atención. Pronto tendría que enfrentarse a las mujeres que parecían perros hambrientos con la vista puesta en un trozo de carne. Padre asintió hacia mí con una mirada en sus ojos que me hizo querer empujar a Katniss detrás de mí. Afortunadamente, Finnick eligió ese momento para avanzar hacia nosotros, luciendo como un desastre con bolsas debajo de sus ojos y un rastrojo de barba. Para él, eso era el equivalente a un elegante colapso.

—Te ves como la mierda —le dije mientras tomaba un sorbo de su expreso.

Los ojos de Finnick se desviaron de mí a Katniss.

—Mi décimo expreso y todavía no despierto. Anoche bebí mucho.

—Estabas más que ebrio. Si no fueras mi hermano tendría que cortarte la lengua por algunas cosas que le dijiste a Katniss.

Finnick le dio a Katniss una sonrisa.

—Espero que Peeta no hiciera la mitad de las cosas que le sugerí.

Katniss se sonrojó furiosamente y se apoyó en mí una vez más. Acaricié su costado para tranquilizarla. No tenía que tener miedo de mi hermano. Se estremeció, mirándome sorprendida. Para ser honesto, no estaba seguro de por qué había sentido la necesidad de consolarla.

—Toda una obra de arte lo que nos presentas —dijo Finnick, asintiendo en dirección a las sábanas ensangrentadas, haciendo que Katniss se ponga rígida en mi abrazo.

Evalué el rostro de Finnick, sin saber si sospechaba que yo había preservado a Katniss. No podía ser por las sábanas, porque si algo en ellas pareciera falso, me lo habría advertido.

Los ojos de Finnick tenían un brillo de complicidad. El muy imbécil me podía leer demasiado bien. Padre y Fiore nos hicieron señas para que nos acercáramos a ellos. Sofocando un gemido, le indiqué a Finnick que tendría que dirigirme a la mesa. Finnick sonrió, pero no se movió ni un centímetro, obviamente sin ganas de hablar con ellos.

Katniss me siguió hasta la mesa. Su rostro reflejaba ansiedad, y solo podía esperar que pudiera mantener la farsa. Los hombres se levantaron. La mirada de padre me hizo querer arrastrar a Katniss de vuelta, pero esa no era una opción.

Everdeen extendió sus brazos y solté a Katniss a regañadientes de modo que él pudiera abrazarla. No pude escuchar lo que dijo, pero Katniss no pareció feliz por eso. Fiore sonrió y me estrechó la mano.

—Parece que todavía estás satisfecho con nuestra elección para ti.

Asentí. Sabía que esto era solo el comienzo. Para el momento en que Katniss estuviera fuera del alcance del oído, los hombres intentarían sacarme los detalles de mi noche con ella.

Padre puso una mano en mi hombro antes de que nos diera a Katniss y a mí su falsa sonrisa benévola.

—Espero que podamos tener pequeños Mellark pronto.

Los ojos de Katniss se ensancharon un poco antes de que pudiera ocultar su sorpresa. No tenía ni la menor intención de tener hijos pronto; no mientras mi padre estuviera en el poder. Todavía no era tan viejo, solo estaba a mediados de los cincuenta, pero esperaba que pronto encontrara su final.

—Quiero divertirme con Katniss por un largo tiempo. Y con la Bratva cerca, no quiero tener niños de los qué preocuparme.

Padre me dio una sonrisa cómplice, pensando que quería follar en paz a mi joven esposa por un tiempo.

—Sí, sí, por supuesto. Entendible.

—Escuché que la Bratva envió un nuevo Pakhan a su territorio —dije a Fiore, queriendo sacar de la mesa el tema de mi esposa.

Fiore asintió y luego miró a Marvel, quien frunció el ceño.

—Sí, Grigory Mikhailov. Todavía estamos intentar comprobar sus antecedentes. Solía trabajar directamente bajo el Pakhan en Ekaterimburgo, y ahora se está haciendo cargo de todo en Chicago. Impredecible y brutal. Lo llaman Stalin.

Katniss me miró de reojo y aflojé mi agarre sobre ella. Esto no era algo de lo que ella necesitara preocuparse. De todos modos, las mujeres estaban lanzando miradas ansiosas hacia ella. Se alejó rápidamente y avanzó hacia ellas, deteniéndose junto a su madre y su hermana.

—¿No puedes apartar los ojos de tu esposa? —preguntó padre con una risita.

Solo sonreí fríamente. Cuanto menos dijera, mejor. Nina señaló las sábanas y las risitas se alzaron entre las mujeres. Solo Katniss parecía querer ser tragada por la tierra.

Everdeen se volvió hacia nosotros.

—Debo decir que encuentro esclarecedoras su tradición de las sábanas sangrientas.

—Tal vez es una tradición que te gustaría reintroducir una vez que seas Capo —le dijo padre a Marvel, quien estaba de pie con las manos metidas en los bolsillos, viéndose completamente desinteresado. Sus cautelosos ojos azules se posaron en mi padre.

—Prefiero centrarme en el futuro y no mirar tradiciones del pasado.

—Es bueno escuchar eso —dijo Fiore enfáticamente a su hijo.

Mi padre me miró. Él también había notado la tensión entre los hombres Cavallaro. Fiore obviamente no estaba contento con Marvel. Solo podía suponer que tenía algo que ver con el hecho de que Marvel todavía no se había casado a pesar de que su esposa anterior hubiera muerto hacía años.

—¿Qué hay de ti, Peeta? ¿Estás pensando en cambiar las viejas tradiciones una vez que seas Capo? —preguntó Marvel.

Sonreí.—La Famiglia se basa en la tradición —dije, y entonces hice un gesto con la cabeza hacia mi padre con falso respeto—. No voy a ser Capo en mucho tiempo. Mi padre es fuerte y confío en su liderazgo.

La sonrisa en respuesta de padre me hizo querer retractarme de mis palabras y terminar con él aquí y ahora.

Marvel asintió, pero sus ojos albergaban cálculo. La paz entre nosotros tenía fecha de expiración.

—No te sigas conteniendo, Peeta —dijo Durant—.Cuéntanos más acerca de tu primera noche con tu hermosa esposa.

—Debo decir que habría esperado más sangre considerando tu tamaño y el de ella —dijo el tío Gottardo con una carcajada y un guiño. Había algo en sus ojos que me hizo considerar aplastar su garganta como lo había hecho con la de su hijo. La boca de Marvel se crispó en disgusto. A Everdeen, por otro lado, no pareció importarle que alguien hablara así sobre su hija.

Si alguna vez tenía una hija, cortaría la cabeza de cualquiera que se atreviera a hablar de esa manera sobre ella.

Todos los hombres miraron hacia Katniss y luego a mí. No me molesté en disimular mi enojo y posesividad. Si mi máscara civilizada me condujo a ese tipo de preguntas, prefería dejarla caer antes de que mis tíos consiguieran más sangre de la que esperaban.

—Me temen entre mis enemigos y mis soldados. No necesito reclamar a mi esposa sin preparación alguna para que sangre más y ganarme el respeto de cualquiera, tío.

Estas palabras ya eran más de lo que quería compartir, incluso si no hubiera pasado nada entre Katniss y yo. Padre se echó a reír, pero su mirada era evaluadora. Tendría que estar en estado de alerta. ¿A dónde había ido Finnick? ¿Estaba durmiendo su intoxicación en una habitación tranquila?

Por el rabillo del ojo, vi a Primrose y Tom escabullirse en la habitación. Ninguno de los dos debía asistir a la reunión.

—¿Por qué hay sangre en las sábanas? ¿Alguien está muerto? —bramó Tom, señalando las sábanas con los ojos muy abiertos.

Los hombres a mi alrededor se echaron a reír, excepto Marvel y yo. Nos miramos el uno al otro. Nunca nos habíamos agradado entre sí, pero tal vez podríamos establecer una base de respeto para mantener la paz por unos pocos años.

De repente, Katniss salió corriendo de la habitación con su brazo alrededor de su hermana Primrose.

Me disculpé para ver cómo estaba mi esposa, sin gustarme para nada no tenerla a la vista. Cato se inclinaba junto a la puerta cerrada del baño de invitados, y me relajé.

—Katniss y Primrose están dentro —dijo.

—¿Qué pasa?

—Primrose se veía enferma.

La puerta se abrió y Katniss salió, cerrando rápidamente la puerta antes de que pudiéramos echar un vistazo al interior.

—¿Tu hermana está bien?

Katniss tiró de un mechón de cabello detrás de su oreja, mirando entre Cato y yo con obvio nerviosismo. Tuve que recordarme otra vez que esto era nuevo para Katniss, que era una de las primeras veces que estaba sola en presencia de hombres que no pertenecían a su familia.

—Las sábanas la hicieron marearse —dijo con un pequeño encogimiento de hombros.

La expresión de Cato se oscureció.

—No deberían permitir a chicas jóvenes presenciar algo así. Solo las asustará. —Cato me lanzó una mirada de disculpa, pero no me importó que criticara esa tradición en particular. Tampoco me importaba mucho, pero era una de las tradiciones que sería más difícil de abolir.

—Tienes razón.

—Prim necesita un poco de té —dijo Katniss, mirándome, y me di cuenta que no estaba segura si le permitían entrar a la cocina y preparar uno.

—Puedo conseguirlo y quedarme con ella para que así puedas regresar con tus invitados —dijo Cato.

La sonrisa de Katniss fue vacilante.

—Eso sería agradable, pero Prim no quiere que la veas.

Fruncí el ceño, preguntándome qué había pasado. Cato en realidad no era alguien que asustara a las mujeres. Era uno de los pocos soldados con su talento que podía ocultar su violencia casi por completo.

—¿Me tiene miedo?

Katniss se rio.

—Suenas como si eso no fuera posible. Eres un soldado de la mafia. ¿Por qué no habría de temerte? —Miró hacia la puerta cerrada del baño antes de continuar en un susurro—. Pero no es eso. Prim tiene un tremendo flechazo contigo y no quiere que la veas de esa manera.

Le di a Cato una mirada divertida.

—Cato, todavía lo tienes. Capturando los corazones de niñas de catorce años a diestra y siniestra. —Cato negó con la cabeza, obviamente incómodo con todo el asunto. Giré para enfrentar a mi esposa, que seguía sonriendo, luciendo relajada y casi feliz. Sabía que mis palabras cambiarían eso—. Pero tenemos que volver. Las mujeres estarán mortalmente ofendidas si no les das toda tu atención.

—Me haré cargo de Prim —dijo Annie.

Mirando por encima de mi hombro, encontré a la hermana y hermano de Katniss avanzando hacia nosotros. La pelirroja me ignoró deliberadamente, pero el enano me dio su mejor mirada de muerte.

Conduje a Katniss de vuelta al comedor. Para entonces, los hombres se habían reunido alrededor de las sábanas mientras las mujeres revoloteaban alrededor de la mesa. Solté a Katniss a regañadientes para que así pudiera regresar con las arpías.

Los hombres reían de algo que dijo Durant. Probablemente era mejor que no lo hubiera escuchado.

—Ahí está el novio afortunado —entonó mi padre, tendiéndome un vaso de whisky. Lo acepté a regañadientes. A juzgar por la forma en que él y sus hermanos sonreían, probablemente ya habían disfrutado más de uno. Solo Everdeen, Marvel y Fiore se veían sobrios, lo cual no era una sorpresa, considerando que estaban en nuestro territorio.

Los ojos de escarabajo de Gottardo albergaban desafío cuando me detuve a su lado.

—Entonces, Peeta, ¿no vas al menos a decirnos cuántas rondas tuviste anoche? ¿No compartirás al menos esa información con nosotros?

Durant sonrió de una manera que me hizo querer deslizar mis cuchillas de una puta esquina de su boca a la otra para ver cuánto más amplia podía ser su jodida sonrisa.

—No compartiré, nunca, ni siquiera el más mínimo jodido detalle de mi esposa —gruñí. Mi padre y sus hermanos eran repugnantes pedazos de mierda. La misma vena sádica teñía su sangre. A veces me preocupaba que también corriera por mis venas y solo estuviera esperando para mostrar todo su potencial. Era cruel y despiadado, pero no como mi padre. Aún no.

Padre sacudió la cabeza con una carcajada, pero la risa no llegó a sus ojos. Lucían vigilantes y sospechosos, y por un momento me preocupé de que hubiera visto a través de la farsa que estaba jugando. Pero mi padre siempre sospechaba porque tenía razones para hacerlo. No había nadie en quien confiara, y con plena razón. Todos lo odiaban y le temían. Esa no era la base para la confianza. No es que yo tuviera mucha gente en la que confiara, definitivamente no sin reservas. Finnick tenía mi confianza y Cato hasta cierto punto, pero todos los demás podían ser un enemigo disfrazado de aliado.

—Oh, oh, tan posesivo con tu hermosa y joven novia — dijo Durant riendo—. Teniendo en cuenta su belleza y tu racha posesiva, me sorprende que hayas aceptado esperar tres años antes de casarte con ella. —Sus jodidos ojos de escarabajo se clavaron en Katniss mientras hablaba con las otras mujeres, y algo en ellos me hizo querer clavar mi cuchillo en su globo ocular antes de empujar la maldita cosa en su garganta para que así pudiera ahogarse con el globo viscoso.

—Me gustan mis mujeres maduras —gruñí. Podía sentir mi presión sanguínea elevándose, mi furia chamuscando mi autocontrol. Tomé un sorbo del whisky incluso si era demasiado temprano para un licor fuerte y eché un vistazo a mi esposa. Ella estaba sonriendo, pero la vergüenza flagrante brillaba en su rostro y sus mejillas estaban pintadas de rosa. Podía imaginar muy bien de qué hablaban las mujeres. Sus ojos se dispararon hacia mí como si notara mi atención y, por un breve momento, una pequeña sonrisa de complicidad tiró de sus labios, un momento sin su cautela habitual y su temor sumiso, un vistazo a su verdadera personalidad cuando estaba cerca de personas en las que confiaba. Era un lado de ella del que quería ver más.

—Todavía recuerdo mi primera noche con Criminella — dijo Durant con una sonrisa retorcida.

Después de eso, todos se lanzaron a las historias de sus propias noches de bodas. Mi estado de ánimo estaba al borde de ser homicida cuando la prueba finalmente había terminado y la mayoría de los invitados se habían ido. Toqué la espalda de Katniss cuando la llevé fuera del comedor y subimos a nuestra habitación para empacar. Estaba callada y tensa a mi lado, y no estaba seguro si era por la presentación de las sábanas o por algo más.

Casi habíamos llegado a nuestra habitación cuando apareció mi hermano. Le fruncí el ceño. Podría haberme venido muy bien su ayuda en la presentación, aunque conociendo su temperamento, especialmente cuando tenía dolor de cabeza por la noche anterior, probablemente era mejor que se hubiera perdido.

—Me temo que los dos enamorados tendrán que posponer su sesión de apareamiento. Necesito hablar contigo, Peeta —dijo arrastrando las palabras, pareciendo inexplicablemente alegre de repente. No era una buena señal. Katniss me miró con evidente incertidumbre, una vez más preguntándome en silencio qué hacer.

—Adelántate. Comprueba si las criadas empacaron todas tus cosas. Vuelvo pronto.

No necesitó que se lo dijera dos veces y se apresuró a entrar en nuestra habitación. No se sentía cómoda con mi hermano, o conmigo a decir verdad, y no estaba completamente seguro que fuera solo porque éramos hombres.

Finnick sonrió como un lobo.

—Las sábanas eran falsas, ¿verdad? Mi gran hermano malvado salvó a su pequeña novia virgen.

Me acerqué a su rostro, estrechando mis ojos hacia él.

—Baja la puta voz. —Estábamos solos en el corredor, pero eso podía cambiar en cualquier momento y entonces tendría muchas cosas que explicar.

Finnick ladeó la cabeza.

—¿Qué pasó? ¿Bebiste demasiado y no pudiste levantarlo?

—Jódete. Como si el alcohol alguna vez me hubiese detenido —murmuré. Cuando Finnick y yo habíamos salido de fiesta toda la noche, siempre terminábamos follando a una chica.

—Entonces, ¿qué? —preguntó, honestamente curioso, como si fuera incomprensible que pudiera contenerme.

El recuerdo del miedo puro de Katniss hacia mí y sus lágrimas sin esperanza apareció ante mis ojos.

—Se puso a llorar —admití, mis ojos lanzándose a mi antebrazo por un segundo. Finnick lo captó, por supuesto, y empujó la funda de cuchillos a un lado, revelando mi herida. Aparté mi brazo de su agarre bruscamente y volví a colocar la funda de cuero en su lugar.

—Te cortaste —dijo, evaluando mi rostro. Finnick era la persona que mejor me conocía y, sin embargo, estaba sorprendido. Su boca tembló, luego sacudió la cabeza con otra risita—. Lo sabía. Anoche le dije a Annie que no tenía que preocuparse por Katniss. Tienes una debilidad por las damiselas en apuros.

Eso era una estupidez. Nunca había sentido la necesidad de contenerme por nadie.

—Yo no… —comencé cuando registré por completo sus palabras—. ¿Estuviste a solas con Annie?

Finnick asintió con una sonrisa que no me gustó ni un poco. Me hizo un gesto para que lo siguiera lejos de la habitación. Aunque dudaba que Katniss estuviera detrás de la puerta espiándonos.

—La besé, y sabe incluso mejor de lo que parece.

—Maldita sea, no puedo creer que tuviste más acción que yo en mi jodida noche de bodas.

Finnick se pasó una mano por el cabello.

—Las damas no pueden resistirse a mi encanto.

¿En serio pensaba que esto era gracioso? Agarré sus hombros.

—Esto no es un asunto de broma, Finnick. A la Organización no le resultará divertido si andas desflorando a sus chicas. —Padre tendría que compensar a la Organización si eso ocurriera, y no estaba seguro que estas no incluyeran entregar a Finnick a Everdeen por la desfloración. O tal vez padre me ordenaría que impartiera el castigo esperado y matara a mi hermano. Mataría a mi padre y a todos los cabrones que quisieran matar a Finnick, pero eso nos llevaría a todos a perder nuestras vidas.

—No desfloré a nadie. La besé —interrumpió Finnick mis pensamientos.

—Sí, como si eso fuera todo. —Me había fijado en la forma en que Finnick observaba a la pelirroja, pero había esperado que fuera más sensato en lugar de perseguirla.

—Quiero desflorarla. Pero no soy idiota.

Los hechos hablaban un idioma diferente. Besar a una mujer con la que él no estaba casado, especialmente de la Organización, era el tipo de idiotez más grande que se pueda imaginar. Si Annie se lo contaba a alguien, estaríamos condenados.

Lo único que probablemente la detenía era que también quedaría arruinada.

—Quiero casarme con ella.

Me quedé helado.

—Dime que estás bromeando.

—No lo hago. Por eso necesito tu ayuda. Padre no hablará con Everdeen en mi nombre si cree que quiero a Annie por cualquier otro motivo que no sea el rencor o la venganza. Lo conoces.

—Entonces, ¿qué quieres que haga?

—Ayúdame a convencerlo de que ella me odia y me insultó, y que quiero casarme con ella para hacerla miserable.

—¿Y no es la verdad? La chica no te soporta, y la quieres por eso. ¿Cómo eso es diferente a la historia que vamos a contarle a padre?

—No quiero hacerla miserable.

—El resultado final podría ser el mismo. Esa chica te va a volver loco, te das cuenta de eso, ¿no? En realidad, no estoy seguro si la quiero en Nueva York.

—Te ocuparás de eso. Y Katniss estará feliz de tener a su hermana con ella.

Tenía razón, pero no estaba seguro si quería que estuvieran juntas tan seguido. La influencia de Annie no haría que mi matrimonio con Katniss fuera menos difícil. Ya sería bastante difícil hacer que funcione. No necesitaba complicaciones adicionales.

—En serio crees que lo pensaste bien, ¿no? —dije.

—Sí. Y en cualquier momento padre elegirá una perra que me hará sentir miserable.

—Así que prefieres elegir a tu propia perra que te hará sentir miserable.

Apartó mi mano de golpe, viéndose enojado.

—Annie no es una perra.

—Quieres golpearme por culpa de ella.

—Quiero golpearte por muchas razones.

Finnick hablaba en serio. Podía decir lo mucho que esto significaba para él, incluso si lo consideraba una mala idea, sabía que tenía que ayudarlo. Como su primogénito, mi padre valoraba mi palabra más que la de Finnick. Solo podía esperar que esto no viniera después a mordernos el culo a Finnick y a mí.

Después que padre prometió hablar con Fiore y Rocco sobre Annie, me pidió que me quedara para tener una conversación privada. Finnick articuló "buena suerte" antes de dejar la oficina de padre.

Crucé los brazos frente a mi pecho, esperando a que mi padre hablara. Me contempló de cerca, y por un momento me pregunté si sospechaba que las sábanas eran falsas, pero si este fuera ese tipo de conversación, no habría estado a solas conmigo. Las cámaras de vigilancia no le salvarían la vida.

—Ahora que estás casado, quizás quieras considerar mudarte a la mansión conmigo y con Nina. Después de todo, es la casa de nuestra familia.

—Esa es una oferta generosa —dije, incluso cuando las palabras dejaron un sabor amargo en mi boca—. Pero como dije antes, a estas alturas de mi matrimonio quiero disfrutar de mi esposa tanto como sea posible, donde quiera y cuando quiera.

Padre asintió con una risa oscura, inclinándose hacia adelante.

—No me importa si haces eso en la mansión.

Como si no lo supiera. Pero jamás volvería a vivir bajo el mismo techo que mi padre, no especialmente con Katniss.

Al darse cuenta de mi renuencia, padre añadió:

—No esperaba que fueras tan posesivo con tu esposa. Es un lado nuevo en ti. —Se echó hacia atrás—. Muy bien. Quédate en tu ático por ahora. —Golpeteó sus dedos contra el escritorio, haciéndome esperar para ver si iba a decir algo más. Solo asintió—. Eso es todo.

Giré sobre mis talones y salí, sintiendo que mi vena palpitaba ferozmente en mi sien. Cada día se hacía más difícil que mi padre me dijera qué hacer; que soportara su presencia.

Finnick y yo cargamos nuestro equipaje en mi auto ya que Finnick estaría montando su Kawasaki de regreso a casa. Después esperé a que Katniss se despidiera de sus hermanos. Ella se aferraba a Annie.

—Pensarías que está de camino a la cárcel y no a vivir contigo —murmuró Finnick, luego me dio un guiño—. Supongo que no hay mucha diferencia.

Lo ignoré e intenté sofocar mi impaciencia. Quería volver a Nueva York. Para empezar, porque no quería pasar más tiempo bajo el mismo techo que mi padre, y porque tenía una reunión a la que asistir. El negocio había descansado estos últimos tres días y, en estos momentos, eso era demasiado tiempo.

Everdeen pareció perder su paciencia al mismo tiempo que yo.

—¡Annie, por el amor de Cristo! ¿Tengo que ir por ti? Katniss finalmente vino hasta mí, luciendo como si hubiera sido devastada.

—Irte de Chicago no es el fin del mundo —le dije. Sus hermanas podían ir de visita ocasionalmente.

Katniss negó con la cabeza, mordiéndose el labio como si intentara contener las lágrimas.

—Bien podría serlo. Nunca he estado separada de mis hermanas y hermano. Ellos eran mi mundo entero.

Finnick y yo nunca nos habíamos separado por mucho tiempo, pero aun así no entendía por qué ella estaba tan afectada emocionalmente por eso.

—Debemos irnos. Tengo una reunión esta noche.

Mantuve la puerta abierta para Katniss y ella entró.

Cerrándola, di la vuelta alrededor del auto.

—Estaré detrás de ti —dijo Finnick, luego se dirigió a su moto

Me deslicé detrás del volante y aceleré el motor. Finnick ya estaba corriendo por el camino de entrada como un demente.

—¿Ningún guardaespaldas? —preguntó Katniss mientras se abrochaba el cinturón.

—No necesito guardaespaldas. Cato es para ti. Y este auto no tiene exactamente espacio para pasajeros adicionales.

Katniss no dijo nada, solo se quedó mirando por la ventana. Al ver el rostro miserable de mi esposa, me pregunté cómo sería la vida con ella. Nunca había compartido mi apartamento. Había ido y venido como me placía, pero ahora siempre habría alguien alrededor.

Sería difícil fingir las veinticuatro horas del día. Katniss vería mi verdadero ser ya sea que quisiera o no. Me pregunté si sería capaz de soportarlo. Parecía tan frágil e inocente. ¿Y si mi oscuridad era demasiado para ella?

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24 / ABRIL / 2023

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