Disclaimer: Los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es CullensTwiMistress, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to CullensTwiMistress. I'm only translating with her permission.
Capítulo 4
Caminamos hacia la entrada del restaurante tomados de la mano. Se siente tan bien, completamente diferente a cómo he sido tratada. Mis labios se curvan hacia arriba ante mis propios pensamientos justo cuando Edward gira hacia mí y me suelta la mano para abrir la puerta del restaurante.
—¿Por qué sonríes, hermosa? —pregunta, su voz suave.
Lo miro y me encojo de hombros.
—Nada. Esto es lindo, gracias —digo, y camino frente a él ya que aparentemente me deja entrar primero. Sacudo la cabeza, es todo un caballero.
Él apoya su mano en la parte baja de mi espalda y me guía hacia el puesto de la recepcionista donde nos indica que la sigamos. La mano de Edward jamás me abandona mientras caminamos hacia nuestra mesa. Me gusta. Pero de nuevo, no puedo recordar haber sido tratada de esta manera.
Edward aparta mi silla y le agradezco por ser tan dulce.
La camarera se acerca y nos informa sobre los platos especiales. No coquetea con él, lo cual es refrescante considerando lo atractivo que es. Dios sabe que yo lo hubiera hecho en su lugar. Él exuda este aire a su alrededor, no lo puedo precisar, pero me gusta. Así como me gusta todo lo demás sobre él hasta ahora.
—Y bien, Bella, cuéntame de ti. —Su sonrisa es contagiosa. No puedo evitar devolvérsela mientras le cuento sobre mi pequeña vida.
Me doy cuenta de que he estado sonriendo mucho desde que lo conocí.
Le cuento sobre mi trabajo y mis pasatiempos. Él se ríe cuando le cuento sobre leer fanfiction. No puedo culparlo, yo también lo haría. Si él tan solo supiera que la mitad de lo que leo está lleno de pornografía literaria, probablemente pensaría muy diferente sobre mí. Quizás se lo contaré algún día.
Esos lemons sí dan mucha imaginación.
Charlamos sobre Ellie y me asegura que esto no será un problema ya que él solo da una clase. Estoy agradecida por eso. Ya puedo ver que hay una conexión definitiva entre nosotros, algo más fuerte que solo atracción física. De mi parte de todos modos.
Le cuento un poco sobre Alec y la razón de mi mudanza a Forks. Le cuento por cuánto tiempo he estado divorciada, pero omito el hecho que no he tenido una cita desde entonces.
—Bella, no he tenido una cita en diez años. No tengo idea de lo que estoy haciendo aquí —dice de la nada. Estoy desconcertada. ¿Cómo un hombre como él no ha tenido una cita en diez años?
—¿Diez años, eh? —Me doy cuenta que no le he preguntado sobre su pasado. No que él sepa mucho del mío, excepto que tengo una hija, un exmarido y un gusto cuestionable de ropa. Aunque la última parte puede que esté solo en mi cabeza.
Él sonríe.
—Estuve casado durante ocho años. Hemos estado divorciados por casi un año. No tuvimos hijos.
Ah, eso lo explica.
—¿Quiero saber? —pregunto con cautela.
—Ella estaba acostándose con su mejor amiga. Su mejor amiga mujer. —Toma un sorbo de su bebida y asiente, sus ojos muy abiertos y juguetones.
—Oh. Bueno, supongo que hay algunas cosas que simplemente no se pueden arreglar —digo y tomo mi trago, imitándolo.
Una vez que dejamos atrás las cosas incómodas, entablamos una conversación más diversa. Le cuento sobre mi colección de zapatillas, lo cual él contesta con su rutina matutina, la cual incluye correr ocho kilómetros.
Dice que preferiría salir con una belleza natural que con una falsa. Bajo la cabeza y siento mi rostro enrojecer. Lo que tengo puesto esta noche está lejos de ser natural. Él me ha visto con menos maquillaje, pero me preocupa que haya ido demasiado lejos con el lápiz labial y la máscara para pestañas.
—¿Bella? —dice, y levanto la mirada para encontrarme con sus ojos—. Si sabes que eres una belleza natural, ¿cierto?
Resoplo.
—Rosalie, mi hermana, me hizo lucir así. Usualmente tengo puesta esa colección de zapatillas con un par de jeans y una coleta.
Edward suelta unas risitas.
—Lo sé. He estado en el pueblo por varios meses. Fui a Newton's para comprar un par nuevo de botas de montaña y te vi allí.
Esto llama mi atención.
—Entonces, ¿no es todo esto? —Me señalo a mí misma con un extraño movimiento de dedo.
Edward sujeta su vientre y se ríe un poco más fuerte.
—Tengo que admitir que casi no te reconocí, pero tus ojos, Bella, tus ojos simplemente son... No podía no invitarte a salir una vez que me topé contigo de nuevo. Incluso detrás de esos anteojos, no hay manera que no los notara.
Succiono mi labio inferior y juego nerviosamente con este mientras reflexiono sobre sus palabras. Estaba completamente preocupada por nada. Al diablo con la edad, él me quería, de cualquier forma que pudiera conseguirme.
—Entonces, ¿el atuendo es un poco demasiado, eh?
Edward enarca una ceja y se inclina un poco hacia adelante para susurrar.
—Me gusta, de hecho. Está cumpliendo una de esas fantasías adolescentes sobre bibliotecarias que podría o no podría haber tenido. ¿Y los anteojos? Por Dios, mujer. —Sacude la cabeza y suspira profundamente.
Un escalofrío me recorre mientras dejo que sus palabras se asimilen. Santo cielo. Demonios. Mierda. ¡Mierda!
Me muevo en la silla un poco, sus palabras me dejan muda pero la sonrisa en mi rostro dice otra cosa.
Charlamos un poco más de su mudanza pero la tensión sexual está allí. Incluso si la siento y, a menudo, bueno, siempre soy la que no se da cuenta. Alec solía decirme que no tenía libido. Lo que, a su vez, puso fin a nuestra relación.
Aparentemente él no era Edward Cullen, porque este hombre había encendido algo en mí, solo espero que él pueda apagarlo.
Me río, ¿quizás yo pueda apagarlo?
—Me encantaría saber qué está pasando en esa cabeza —dice él.
Sacudo la cabeza. No hay manera de que se entere de esto. Jamás.
—Olvídalo.
Terminamos de comer y hay silencio de nuevo. Estoy perdida en mis pensamientos, no quiero ir a casa todavía.
Examino su rostro, asimilando sus rasgos. Su nariz está ligeramente torcida, me hace querer preguntarle qué le pasó. Tiene un pequeño corte en su mandíbula, ¿quizás se cortó mientras se afeitaba? Por lo demás, su mandíbula está bien definida y me lamo los labios ante la idea de lamerla.
Me muevo en la silla de nuevo. Esta vez, es para aliviar... algo. Un ardor profundo en mi interior. Algo que no recuerdo sentir.
—¿Estás bien, Bella? —pregunta, sus dedos flexionándose sobre el mantel de lino.
Asiento. Y miro esos dedos con anhelo.
—Sí, ¿por qué?
—Eres tan callada, diferente. Esto es agradable, no tener que llenar el vacío —admite suavemente.
Asiento de nuevo.
—Lo es.
—¿Quieres venir? ¿A mi casa? No para... Oh, Dios... No me refiero... —divaga y presiona su palma contra su frente. Comienzo a reírme antes de que haya terminado de hablar.
—Eso me parece bien. ¿Podríamos ver una película? —Astuto, ¿verdad? Sí, puedo ser astuta. Los dos somos adultos en nuestros treintas. Creo que ya dejamos de ser tímidos.
Eso fue astuto, ¿cierto?
Edward pone una cara, es adorable.
—Una película, sí, eso suena menos tonto de lo que estaba diciendo.
Y por película, espero que sepa que pensaba en besarnos y quizás tocarnos un poco. O mucho.
—Una película me parece bien. ¿Tienes algo planeado para después de cenar? —Puedo sonar un poco presuntuosa pero, ¿acaso los tipos no suelen planificar las citas?
Edward se pone de pie y toma mi mano, besándola suavemente.
—No, no había pensado en algo más que la cena. Diez años, Bella. No soy un jovencito y jamás he sido bueno en el juego de las citas. Asumí que si sobrevivíamos a la cena, podríamos ver desde allí. —Él simplemente se encoge de hombros y sonríe con satisfacción.
Resoplo.
—Me pillas allí, viejo. Llévame a tu casa. Quiero ver qué tan grande es tu televisor. —Muevo las cejas y lo miro por debajo de las pestañas. Diablos, esto es coquetear. Yo no soy así, pero por la mirada en su rostro, parece gustarle.
—Me estás matando, Bella. ¿Sabes eso? —dice con dientes apretados, haciéndome reír.
Después que Edward paga la cuenta, salimos del restaurante.
Estamos callados, de nuevo. Estoy perdida en mis pensamientos.
Me pregunto donde marco el límite. Jamás he estado en una cita así. Jamás. No soy una de esas chicas que se acuestan con cualquiera, obviamente. Sé que Edward no me haría hacer nada, simplemente no está en su naturaleza. A menos que sea un muy buen actor, si es así, tengo más de qué preocuparme que mi virtud inexistente hace mucho tiempo.
Abre las puertas para mí, siempre el caballero perfecto. Obviamente fue inculcado en él.
—¿Tu papá era tan caballeroso con tu mamá? —pregunto mientras avanzamos por la calle principal hacia lo que asumo que es su casa.
Me cuenta sobre sus padres. Viven en Seattle, razón por la cual se mudó a Washington desde Chicago, donde vivió con su esposa. Le gusta la vida de pequeño pueblo y necesitaba algo diferente después del divorcio. Le cuento sobre mi padre y dice que eso lo sabía ya que lo había mencionado cuando nos conocimos por primera vez.
Él no ha olvidado ni una palabra que he dicho. Me pregunto cuánto tiempo durará. Los hombres tienden a olvidar cosas después de un tiempo. ¿O solo fue Alec?
Llegamos a la casa de Edward, y él se apresura a abrir la puerta para mí.
El gesto es bonito, pero no estoy segura que alguna vez me acostumbre a ello.
Ahora que estamos aquí, me pregunto qué tan lejos irá exactamente esta noche y cómo otras personas hacen esto de las citas.
Pero la mano suave y cálida de Edward en la mía me distrae de mis pensamientos, y no puedo esperar a tenerlo a solas.
