¡Hola! Este fanfic no se trata de un Reverse Crush au como tal. Se escribió pensando en esa idea y las dinámicas que se dieron entre los personajes no son tal cual el universo PV con roles opuestos.
Considero que este escrito será de unos tres o cuatro capítulos, cuyos sucesos no son consecutivos, sino que se entrelazan; el segundo capítulo llenando huecos del primero, por ejemplo.
No creo centrarme en nadie más que Bridgette y Félix, ¡así que espero que lo disfruten!
De repente el aire atravesaba su cuerpo. No podía respirar, sino agitarse sin encontrar nada para apoyarse.
No podía gritar, sino cerrar los ojos.
…Hasta que se estrelló con aquel otro cuerpo y ambos rodaron y se enredaron en la cima de un techo mientras el malo hacía destrozos y los parisinos corrían despavoridos en un pánico ruidoso que se perdía en las mentes conmocionadas ahora distraídas por quien sabían que sería un aliado.
¿Qué tanto podían perderse en el mar oscuro o paisaje forestado del otro?
[...]
—¿Qué hacés intentando abrir mi casillero?
—Yo…
—No debería sorprenderme. Sos igual que todas ellas, acosadora.
—¿¡Me podés escuchar?! Porque no sabía que era tu casillero. Ni siquiera te conozco. Su… suponía que era el mío. Tiene que estar cerca.
Y sus miradas se enfrentaron a medio camino. Sorpresa de él, incomodidad e inseguridad de ella.
Más tarde ese día se habían vuelto a encontrar a solas. Ya Bridgette sabía cuál casillero le pertenecería este año: estaba justo a la izquierda de aquel que había intentado abrir con la clave predeterminada.
El día se estaba acabando y la muchacha guardaba libros que no necesitaría llevar a su hogar. El sonido característico de las pisadas solitarias la instó a cerrar más rápido su locker, colocar la nueva clave personalizada y darse la vuelta como para retirarse.
No obstante, era el rubio de horas anteriores con el que también había compartido hoy la mayoría de sus clases. Su cara de incomodidad y sobresalto le sentaban extraño.
—Disculpa mi comportamiento de hoy. No es la primera vez que se meten con mis pertenencias. En… tiendo ahora que fue un malentendido.
—Oh… —sintió que debía reaccionar.
Con un lenguaje corporal más seguro y confiado que antes, el adolescente se adelantó a su casillero y lo abrió para guardar cosas en él como Bridgette había hecho.
Contemplando su perfil, la muchacha le habló guiada por la simpatía y cierta comprensión. "No te sorprendas después por que no atraigas chicos". Habían llegado a gastarle bromas para nada graciosas en relación con su comida del día en un par de ocasiones, sacándola de sus manos o imitando el sonido de un cerco, narices en alto, mientras comía.
—Lamento que te pase tan seguido… No dudes en confiar en mí si tenés problemas parecidos. Dicen que soy muy aterradora cuando me lo propongo —bromeó. Su cara ya se estaba girando para marcharse.
Aunque se detuvo como para echar otro vistazo… decir otras palabras como si no fuera a tener otra oportunidad.
—Soy Bridgette, considérame una amiga —Esbozó una sonrisa tentativa y el otro chico giró la cabeza, sopesando.
Lo miró a los ojos, llenos de una emoción que no pudo descifrar cuando dijo:
—Y soy Félix, no sos mi amiga.
Bridgette rio.
[...]
La sentía en algún lugar de su nuca, entre sus prolijos cabellos… Más arriba, entonces. Sus pequeñas extremidades sí le tocaban el cráneo y debía recordar que no se trataba de una araña. Mas bien, continuaba con su escrutinio de los estantes llenos de libros que la enfrentaban, en particular de aquel que se hallaba a la altura de sus hombros; pues en él ya había metido sus manos, rozando lomos, sacándolos y volviendolos a poner en su lugar en el transcurso de unos minutos… dudosa.
—Bridgette… —Su voz era incómodamente audible no solo por su tono chillón, sino por su lugar de procedencia.
Y eso que no sentía que tenía una criatura de tamaño considerable atrapada en los cabellos pegados a su cráneo debido a su peinado habitual. Era casi un fantasma. Hasta pasaría fácilmente como una segunda voz en su cabeza si no fuera por sus patas que sí dejaba que la azabache percibiera para que supiera que seguía con ella.
—¿Sí, Tikki? —respondió con un aire ausente en un tono bajo, examinando el libro que tenía en la mano. Tenía un título corto, ordinario: no serviría a sus fines.
—¿Qué tipo de libro estamos buscando?
—Uno que le guste a Félix —La muchacha lo regresó a su lugar antes de rozar y vislumbrar ligeramente el que le seguía, el de al lado, antes de decidir si estudiarlo más a fondo o no.
—¿Pero, por qué le comprás un libro?
No era una pregunta que le resultara cómodo responder. Apenas conocía al kwami, pero desde hacía unas semanas era la única que sabía todo lo que hacía. Nunca sabía siquiera si tenía una privacidad garantizada cuando se quedaba dormida o se alejaba de su persona en algún lugar de su habitación. Hablaba mucho. Comentaba todo lo que se le hacía curioso, hablaba para obtener respuestas y luego dejaba caer ciertas palabras que no le sentaban del todo bien. Como consejos, correcciones, preocupaciones que Bridgette prefería manejar sola... Nunca estaba del todo sola. Cada acto era vigilado, evaluado…
Bridgette desvió con brusquedad su atención del libro en sus manos, así como se acordó de reflexionar sobre la interrogación más reciente.
—Porque es mi amigo.
—No creo que vea a nadie como amigo.
—Bueno, él necesita un amigo. Está tan solo…
—Si así lo ves…
—No creo que me vaya a rechazar.
[...]
De repente su cuerpo se congela… Su expresión a la vista. Sus ojos son pensativos, su sonrisa reservada y tensa. Él se pregunta a quién le estará hablando.
[...]
—"¿Sabías que las flores ríen? Que mi corazón, las mariposas de mi estómago…" —murmuraba sin medida, para sí misma pero esperando una réplica a lo más coherente de sus enrevesados pensamientos.
—Yo… umm… tengo una flor para usted, Ladybug.
Parpadeó, extrañada por tal gesto, un prefacio de todo lo que vendría después. Extendió su largo y rojo brazo derecho para recibir la margarita. Pocos pétalos volaron y el de traje negro quedó absorto en ello, en sus manos cubiertas rozándose, sin aparentar vergüenza.
—Aah, gatito. Realmente no te entiendo.
[...]
Y sin embargo, era ella quien percibía los pasos de él tras los suyos; era él quien estiraba el cuello lejos de su libro de la semana, atento a su presencia en ocasiones por un minuto entero. Ella lo sorprendía cuando se acercaba con sigilo, curiosa por su lectura y en ocasiones llegando a sentarse a su lado; él saltaba y las palabras no le venían tan fáciles como antes, pues no deseaba ofenderla, espantarla…
Ella se reía raro, consideraba. Había veces que inclinaba demasiado la cabeza y otras que ocultaba su risa tras su blanquecino dorso, sonrosada pero con los ojos casi igual de brillantes que aquella vez. Él no sabría decirlo.
—¿Qué estás leyendo?
—E-ejem —desviaba la mirada, de esa manera torpe y cortés, y con ojos pensativos enmarcados por un ceño fruncido—, nada en particular, Bridgette.
Luego de un par de veces de casi copiar la interacción, Félix procedería a compartir el título y alguna pista de lo que tratara… Poco después eso tomaría un tono juguetón. Bridgette intentaría adivinar la resolución de la historia y más tarde la leería ella misma, buscando comprender la fascinación por la lectura de quien llamaba "amigo", incluso este negándolo.
—¿Y qué estabas vos haciendo? —Se animaría a preguntar con retruque.
Ella siempre fue más allá, nunca a tientas.
—...Y entonces quemé uno de los pasteles. Nadie lo quería completo, así que lo regalamos en porciones con cada compra.
Alguna vez él solo escucharía. Alguna siguiente vez él asentiría… luego haría muecas en los momentos adecuados.
—Y nunca aprendiste a cocinar viviendo en una panadería.
No se mostraría observador hasta que lo hiciera, como con todo.
—Me gusta mucho más la parte administrativa del negocio —contestó con una sonrisa sin dientes y ojos inquietos, construyendo las circunstancias ideales para una ojeada casual—. Con mi madre me pondría a presupuestar, revisar el inventario, nuestro desempeño. Aunque no todo el tiempo; prefiero organizar, ordenar… y atender a los clientes con mi padre.
—¿Disfrutas de organizar? —No era algo que le sorprendiera demasiado. Después de todo no había signos de lo contrario en su casillero o apuntes, o mochila.
Su comportamiento era lo confuso para él. Como ahora, que le devolvía la mirada con ojos entrecerrados fijos en lo que no sabía.
—Oh, sí —Se la notaba orgullosa—. Aparte de diseñar casas hago diseños de interiores para pasar el tiempo —Y agregó entonces, poniendo sobre la mesa una libreta gastada que no había notado antes—: Espero seguir algo de eso en el futuro.
Aun desgastada por el uso, la azabache no había vacilado en abrirla y mostrarle su contenido, casi sin dejarle apreciar un diseño tras el otro, que pasaba con sus dedos hablándole con mucha emoción cómo y por qué había esbozado cada uno.
Había una presión de fondo, resultado de la combinación de lo abrumador de las palabras de Bridgette y la expectativa de ella sobre lo que él tenía que decir.
Sugirió, casi sin pensarlo demasiado:
—Probablemente podría convencer a mi padre de que te facilite alguna inscripción de cursos de diseño de casas. Lo que es más matemático y propio de la arquitectura… no creo que pueda.
—Guau.
Félix había pasado de hablar tan normal a hacerlo un poco demasiado pausado, como dirigiendo sus palabras, que por poco no escuchaba la respuesta de ella.
—Solo había pensado en ver eso en la universidad —sonrió incómodamente, con las dos manos retirando la libreta hacia su pecho y cerrándola sin mirarla de nuevo, sino hacia algún libro entre la cantidad decente que había en la estantería detrás del rubio—, ahora que tengo que estudiar y ayudar a mis padres.
—Sería básicamente ayudar a mejorar tus diseños —argumentó, un poco inseguro de su sugerencia anterior ante la falta de calidez habitual—. Dura unos pocos meses.
—¿Y crees que necesito ayuda de tu padre para llegar a algo?
—Solo era una idea que tenía —Se enderezó en su silla, alejando sus brazos del borde de la mesa hacia su regazo, casi ofendido—. A menos que quieras hacer lo mismo de siempre sin recibir opinión de nadie que sepa.
—¿Y qué sabés si yo consulto y busco, y pregunto? ¿Qué?, ¿acaso no estoy cómoda con mis continuos avances?
—Hay algo que necesariamente tenés que reducir o dejar de lado para poder hacer esto… que te acercará a tu futuro —supo responder.
Bridgette parecía que quería decir más, incluso un comentario irónico, pero no lo hizo.
—Ah… Gracias, Félix, lo pensaré.
[...]
Manaba algo del nuevo. O era el contraste entre dos comportamientos de los que había sido testigo en el lapso de las pocas horas del primer día que se habían conocido. Uno despegado e indiferente de las expectativas sociales, finalmente prejuicioso; el otro reivindicativo, consciente de faltas, dispuesto a aceptarlas y evitarlas. No se había decidido por uno u otro, sino por ambos; percibía la profundidad de su reconocimiento de algo escaso…
