INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA HISTORIA SÍ

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Un trato audaz

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Capítulo 2

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Trioval era una mansión de importantes dimensiones. Otrora fue un sitio vacacional y de esparcimiento para la familia del duque de Saint Owen, principalmente para los primogénitos ya que por derecho le tocaba al hijo mayor, en este caso a Lord Nolan.

Pero de sus jardines luminosos y de la sensación de vida constante no quedaba absolutamente nada. Hace dos años se había convertido en la residencia permanente de un hombre que estaba enterrado en ella en vida.

Lord Bankotsu Nolan alguna vez lo tuvo todo.

Atractivo y fortuna.

Además de la perspectiva de ser el siguiente duque de Saint Owen.

Era un hombre de convicciones firmes e intransigentes.

Habia alcanzado su edad siguiendo soltero porque tenía planeado seleccionar cuidadosamente a la que podría ser su mujer, candidatas sobraban, pero ninguna era lo suficientemente bonita y agradable para él.

Pero su actual carácter escrupuloso y minucioso no era gratuito.

Tenía sus razones para ser desconfiado.

Su padre volvió a casarse al año siguiente de enviudar con una mujer que parecía que podría reemplazar a la madre que Bankotsu no recordaba.

La nueva duquesa no tardó en darle un hijo al duque que se convirtió en su medio hermano y de cara a la galería, la mujer era amable y trataba a Bankotsu como a su propio hijo a tal punto de mimarlo más que al propio.

Tanto que su madrastra le daba alas y lo cubría ante su padre en sus correrías en burdeles y romances con actrices.

Asumiendo el papel de una madre abnegada y dulce volviéndose unido a ella. En cambio, con su padre fueron años muy tensos porque lo veía como una vergüenza para su casa.

Bankotsu se lo creyó genuinamente hasta que la máscara de la realidad cayó frente a él.

Ese invierno el duque de Saint Owen enfermó gravemente de una tuberculosis y no esperaban que sobreviviera. La duquesa, al ver a su esposo en cama y aparentemente a punto de morir le hizo firmar una declaración de indignidad por el cual despojaba de su herencia a Bankotsu, convirtiendo a Miroku su hijo, en el auténtico heredero del ducado.

No contento con eso, la duquesa hizo varias escenas en presencia de otros de que el causante de la enfermedad del duque fue Bankotsu por haber traído la enfermedad a la casa por liarse con furcias enfermas.

Fue ahí que Bankotsu entendió completamente a su madrastra.

Tantos años de meticuloso cuidado sólo fue parte de su plan para estropear a Bankotsu, mimándolo con exceso y mal poniéndolo frente a los ojos de su padre.

Pero milagrosamente y para horror de la duquesa, el padre de Bankotsu se recuperó totalmente.

Bankotsu decidió entonces que debía hacer un cambio en su vida.

Se enroló en el ejército y se prometió a si mismo limpiar su propio nombre y reputación. De paso superar la decepción el saber que la mujer que vio como madre por muchos años simplemente lo utilizó para sus propios planes.

Aunque su posición le permitió comprar un cargo militar luego de acabada su formación castrense, las espuelas se las ganó él sólo cuando se puso bajo las ordenes de aquel entonces Contraalmirante Horatio Nelson.

Ganó visibilidad y su primera condecoración durante el bloqueo de Cádiz cuando salvó la vida de Nelson en dos ocasiones durante aquel asalto anfibio.

Se volvió uno de los esenciales, participando en todas las campañas a bordo en forma cercana al gran héroe ingles Nelson. Años de preparación y curtido bajo el sol salado forjaron dureza en el carácter de Bankotsu.

Su padre viendo el tremendo cambio suscitado en su primogénito rompió el documento de indignidad y le devolvió su honor de heredero.

Fueron pésimos años para su madrastra quien veía caer años de trabajo duro.

Hasta el fatídico 21 de octubre de 1805, día de la batalla naval de Trafalgar.

Ese día sangriento, hubo una decisiva victoria británica contra la coalición franco española que apoyaba a Napoleón.

Pero el costo fue muy alto.

El gran Horatio Nelson murió durante aquella batalla y Bankotsu quien ya fungía como como su jefe de navío intentó salvarlo, pero una bala de cañón explotó tan cerca que lo dejó inconsciente.

Gravemente herido nadie pensó que sobreviviría, pero lo hizo.

Su propio padre fue a verlo cuando aún estaba convaleciente y lo trajo de regreso a Londres, recibiendo varios honores en su nombre por su valor en combate.

El duque de Saint Owen tuvo que hacerlo porque Bankotsu había perdido la vista y le costaba mantenerse en pie.

Fue ascendido a Capitán de Corbeta y de nuevo fue su padre quien tuvo que recibir el honor en su nombre ya que Lord Nolan estaba demasiado débil para presentarse.

Fue el comienzo del fin.

Por intentar recuperarlo, Bankotsu fue internado en Trioval, pero perdió además de la vista, su propia fuerza y ganas de vivir.

Ahora vivía recluido en aquella mansión de Derby sin más compañía que de unos pocos criados.

Él único que él aun podía considerar fiel era el mayordomo, el viejo Patrick, pero Bankotsu temía que acabara vendiéndose si es que no lo hizo ya.

Y no lo culpaba, si su amo estaba con un pie en la tumba era mejor asegurar su futuro.

El resto del plantel eran espías de su madrastra. Peor aún, Bankotsu se sentía un pelele por depender tanto de ellos.

En los últimos meses pasó varios días en cama, aquejado de diversas dolencias. Siempre estaba agotado y con dolores.

Y los médicos que lo visitaban de forma mensual parecían más matarlo que curarle.

Cuando le informaron de las negociaciones de su matrimonio, tuvo un enfado atroz.

Ya suficiente tenía con la ola de rumores que se extendía sobre él. Ese cuento de la enfermera era mentira. Pero esa mujer usó esa historia falsa para sacarle un buen dinero a su familia y destruir aún más su reputación.

Aun así, no deseaba morir sin intentar darle una lección a su madrastra así que estuvo pensando a profundidad en el matrimonio que se preparó para él.

Para su desgracia, se encontraba completamente cercado por su madrastra, sus chances de forjar planes eran casi nulas siendo que estaba rodeado de espías. En cuanto Patrick el mayordomo enviaba alguna carta a uno de los amigos del ejército, algo pasaba que nunca llegaba.

La red de su madrastra alcanzaba a interceptarlo.

Pero estuvo reflexionando con respecto a la supuesta esposa que le preparaban. Era obvio que sería espía de la duquesa, pero toda persona puede tener un límite.

Si la mujer era una secuaz de su madrastra significaba que tenía un precio y eso él podía aprovechar dándole una opción irresistible.

Que se convirtiera en madre de su propio hijo legitimo lo que acabaría convirtiendo al niño en heredero del ducado aun cuando él ya no esté, desplazando por completo a su medio hermano Miroku.

La perspectiva de ser madre de un duque y disfrutar de la fortuna a perpetuidad era una oferta difícil de rechazar.

También sumaría una aliada a sus huestes, pero debía ponerla a prueba primero.

Casarse con una desconocida nunca hubiera sido parte de sus planes de no encontrarse en una situación desesperada.

Ordenó que llamaran un notario para extender un poder y todos los documentos necesarios para avalar aquel matrimonio y que la mujer pudiera venir sin contratiempos.

Si iba a fabricar un heredero debía apresurarse antes que su mala salud acabara por matarlo.

El notario terminó de redactar y volvió a leérselo.

Patrick avaló las palabras a su señor y él procedió a firmar en el sitio correspondiente.

El propio mayordomo le ayudó a mover la mano para encontrar el sitio de la firma y que fuera plasmada correctamente.

El Capitán de Corbeta, Lord Bankotsu Nolan y heredero de la casa de Saint Owen y en pleno uso de sus facultades aceptaba su matrimonio con la señorita Kagome Romsday.

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Aún tenía tibio el abrazo de su padre de cuando la despidió a la salida de su casa en Londres.

Dos cajas de baúles más su doncella personal Yura era todo cuanto Kagome se llevaba a Derby.

Transcurrieron varios días mientras se trabajaba en el papeleo correspondiente que comenzó inmediatamente al recibir la aceptación de Lord Nolan.

Oficialmente ya no era la señorita Romsday, sino Lady Nolan.

Todas sus hermanas le enviaron una carta por separado para felicitarla por su boda, pero Helen fue la única que apareció el día de la marcha.

Aunque su hermana apareció para burlarse de la particular situación, Kagome agradeció tenerla cerca ya era más fácil entretenerse en juegos de palabras con Helen y no estar sola para deprimirse en soledad.

Aunque su doncella Yura era fiel, ella necesitaba más compañía.

El viaje fue ciertamente tedioso para Kagome.

No sabía que esperar ni que encontrar en aquel lugar pese a que su padre e incluso su nuevo cuñado quien estuvo presente en la firma de la boda por poderes le describieron Trioval.

Por eso, su sorpresa fue grande al llegar y toparse con aquel edificio oscuro y casi lúgubre.

Cuatro criados esperaban en la entrada asemejándose a cuervos esperando por devorarla.

Al bajar, el panorama fue aún más tétrico.

La fachada de la casa necesitaba además de limpieza y renovación era demasiado oscuro.

Como si la mansión también hubiera caído en las tinieblas como su propietario.

El mayordomo se presentó y fue el más agradable.

La mujer que decía ser la ama de llaves, la tal señora Loren le hizo una reverencia que a Kagome le pareció grosera y forzada. También se dio cuenta que la miraba como no como una sirvienta mira a su señora, sino con displicencia.

Pasó por alto aquel detalle y los lacayos bajaron sus baúles.

―Ordenaremos acomodar sus pertenencias en la habitación ―fue explicando el mayordomo mientras pasaban al interior de la mansión y le enseñaba la sala y los otros salones de la entrada.

Era enorme, pero Kagome no pudo evitar notar algunas capas de polvo adornando algunas mesas. El sitio estaba descuidado y varios muebles se hallaban rotos.

Pero cuando Patrick le iba a enseñar el resto de la planta baja, un criado vino corriendo a susurrarle algo al oído. Kagome notó que venía de arriba.

El rostro de mayordomo se puso azaroso.

―Milady, temo que la visita y el reconocimiento del resto de la casa puede esperar.

― ¿A qué se refiere, señor Patrick?

―Milord ha pedido conocerla.

Kagome sabía que eso tarde o temprano pasaría así que no era extraño. Estaban legalmente casados y al menos debían verse las caras. Bueno, al menos ella lo haría ya que él estaba ciego.

―Yura, lleva el equipaje más pequeño y que me envíen té ―ordenó a su doncella.

―Milady, temo que el señor ha pedido por usted únicamente. Explícitamente ha ordenado que nadie más se acerque.

Kagome se desconcertó.

Inapropiado y grosero eran las únicas palabras que se le ocurrían.

Tampoco iba a objetar aquella orden. Lord Nolan era el amo y ella una recién llegada.

Notó el temor en los ojos del mayordomo y del lacayo que trajo la orden.

Así que con toda dignidad comenzó a subir los escalones y el único que la acompañó fue el mayordomo sólo para enseñarle la puerta correcta.

Los pasillos eran largos y su estado no era diferente al resto de la casa. Con un aire vejestorio y con cierto olor a humedad.

Finalmente, el hombre le señaló la puerta.

―Milord se encuentra allí ―le dijo con cierta vergüenza―. Milady, me aseguraré de mantener a todos lejos de esta habitación, pero siempre podréis hacer uso de las campanillas para llamar a los criados.

Esta última frase el hombre se lo dijo con bochorno porque hasta él sabía lo que estaba a punto de pasar.

Lord Nolan no la estaba llamado para jugar a la ultima cena, sino para conocer a su nueva mujer y consumar lo que deba consumarse.

Por primera vez desde que firmara el acta matrimonial, Kagome tembló.

Por fin parecía darse cuenta del peso de la verdad que estaba a punto de absorberla. Siempre había pensado en los posibles beneficios futuros de aquel matrimonio y nunca en los efectos prácticos del mismo. De hecho, hasta pensaba que con la fama de mala salud del conde ella se vería librada de cumplir sus deberes de esposa.

Así que cuan ternera a punto de entrar al matadero, la joven empujó la puerta sin golpear mientras notaba con el rabillo del ojo que Patrick se marchaba a toda prisa para volver a tomar las escaleras.

El sitio estaba oscuro y la habitación estaba fría. Lo que pudo notar de inmediato es que el sitio era enorme y la chimenea estaba apenas encendida.

Apenas había muebles además de la cama, una mesa con una jofaina de agua y un par de sillas antiguas de aspecto lamentable.

Un sillón más importante estaba ubicado justo frente a la chimenea. Por la sombra, Kagome entendió que el ocupante de aquella habitación estaba sentado allí. Pudo vislumbrar su cabello oscuro desde atrás.

―Acérquese ―una voz habló desde el sillón.

Ella se asustó por la brusquedad y comenzó a temblar de nuevo. Creyó haber oído mal.

― ¿Acaso es sorda? ―insistió la voz de forma nada amable.

Aunque estaba muerta de miedo, Kagome no pensaba hacérselo tan fácil. No conocía a esa persona.

― ¿Quién es usted? ―se atrevió a preguntar con voz apenas segura pero no iba a avanzar hasta saber de quien se trataba.

―Ya le habrán informado que es la habitación del conde de Nolan ―respondió―. Déjese de remilgos y acérquese.

El hombre era su marido y por primera vez Kagome pareció caer en cuenta de la realidad que llevaba semanas tejiéndose. Era la esposa de alguien y estaba obligada a obedecerlo. Pero no esperaba que fuera tan brusco.

Con cautela comenzó a acercarse y finalmente el suave resplandor que emanaba de la chimenea reveló completamente al hombre sentado.

Al hacerlo, quedó sorprendida.

Por la grosería y los cuentos que había oído antes de casarse esperaba a un hombre avejentado y hasta parecido a algún contemporáneo de su propio padre con los achaques de la edad.

Un hombre joven sin lugar a dudas y muy atractivo pese al nulo esfuerzo que llevaba por verse bien por la barba descuidada y las marañas de cabello negro que le llegaban al hombro.

Aun así, fue capaz de distinguir los ojos abiertos que ocultaban unos ojos azules enormes. Una ligera capa blanca la cubría lo que denotaba la ceguera de su portador, pero Kagome quedó pasmada de su belleza.

Una camisa descuidada y semiabierta revelaba un pecho que parecía ser fuerte y sus brazos eran grandes. Hasta podía rodearla a ella si quisiera y eso era mucho porque no era pequeña.

Kagome volvió al rostro de su interlocutor.

Fuera de todos los pelos y la patente falta de vista, la forma de sus cejas y pestañas tupidas en conjunto con un rostro armonioso revelaban a un hombre atrayente.

Excepto cuando abría la boca.

―Acérquese ―volvió a ordenar el hombre con voz ronca y como ella dudaba él volvió a insistir―. Le he dicho que se acerque, quiero asegurarme el tipo de mujer que es.

La frase sumamente ofensiva indignó a Kagome, pero él alargó un brazo para que ella le pasara el suyo. Con miedo y desconfianza acercó su mano para tocar el brazo del hombre. Él aprovechó el contacto para tironearla.

Ella lanzó un grito del susto.

―No haga tanto escándalo, no sea ridícula ya que se supone que usted es mi mujer.

Kagome iba a replicar irritada, pero al instante sintió aquellas enormes manos cálidas palpándole las caderas como si ella fuera una masa de pan.

No contento con esa examinación, el hombre alzó su falda y comenzó a toquetear sus piernas como si estuviera verificando su textura y su grosor.

― ¿Qué está haciendo? ―ella intentó desasirse, pero, aunque el hombre era ciego era mucho más fuerte que ella. No la soltó.

―Sólo verifico la adquisición…

― ¿Cómo se atreve…?

Él siguió con su indagación física, totalmente ajeno a sus reclamos, pero cogiéndola con firmeza para que ella no escapara.

Finalmente la soltó y ella en un gesto automático le dio un golpe en el rostro, pero él ni siquiera se inmutó.

― ¡Descarado!

― ¿Acostumbra usted a vaciarse las alacenas de la despensa? Esas caderas no son como la de las señoritas que me gustaba catar antes.

Así que era para inspeccionarla.

Kagome pestañeó rabiosa. Ese hombre era insufrible.

―No importa, no estoy aquí para recordar épocas mejores ―concluyó el hombre―. Tiene buenas caderas y pechos, asumo que no tendrá problemas en parir y expulsar herederos.

Si el toqueteo físico le dio terror, aquella ordinaria franqueza la asustó aún más.

―Al casarme aquí ya me advirtieron de usted ―respondió Kagome.

―Pues de usted no me dijeron nada, pero asumo que también es mandada por mi madrastra, así que le daré un premio mejor para desplazar cualquier cosa que ella le haya prometido.

Kagome parpadeó confusa.

¿Trato con su suegra?

¿De que hablaba este patán?

―Cumpla con ella y gánese la limosna que le prometió ―ofreció él―. O conviértase en la madre de mi heredero ya que posiblemente ni siquiera sobreviva para ser el duque así que saldrá ganando. Mi hijo legitimo desplaza a ese petimetre de Miroku y usted quedará como la madre de un duque y una rica viuda respetable.

―No sé de qué trato con su madrastra se refiere ― refirió Kagome, confundida.

Él bufó.

―Las palabras sobran en este momento y usted aceptará porque le conviene ―él se levantó revelando una impresionante altura porque le sacaba como dos cabezas o más a Kagome―. No hay tiempo que perder, es la noche de bodas …y voy a poner un hijo en su vientre.

― ¿Qué…?

―Yo soy ciego, pero usted es sorda… vaya combinación…―farfulló Bankotsu―. Le estoy diciendo que se tienda en la cama, levante la falda y abra sus piernas porque haremos un hijo esta noche.


CONTINUARÁ

Muchas gracias hermanitas PAULITA, ANNIE PEREZ, BENANI0125, MOON SKIN, TERECHAN19 (CLARO QUE TE RECUERDO!)LUCYP0411 Y NUESTRA QUERIDA IMAG04.

Les cuento que hice una corrección en el otro capítulo, que el año quedó en 1807 porque sólo quería que pasen dos años de la batalla de Trafalgar que fue en 1805. También corregí el grado militar de Banky ya que se supone que él tenía un cargo naval junto al almirante Nelson y sería incorrecto dejarlo en coronel y lo cambié a los grados que le iban.

Anduve off pero prometo hacer las actus más seguidas, ojalá pueda dos capis por semana. Este fic tendrá 16.

Nos leemos, hermanitas.

PAOLA.