Cat Noir no podía dejar de preguntarse dónde diablos estaría Ladybug. No hacía más que llamarla a través de su bastón, pero el yoyó de ella ni siquiera daba señal. ¿Sería posible que no se hubiese transformado todavía, con el caos que se estaba desatando en París?
«¿Dónde estás, Marinette?», se preguntó, angustiado. Se le ocurrió entonces que quizá se había topado con Lila en los pasillos del Grand Palais, después de todo. Pero ¿habría cometido la imprudencia de enfrentarse a ella sola y sin transformar?
Parecía poco probable, se dijo, mientras esquivaba un nuevo ataque de Malediktor. El antiguo alcalde de París había abandonado la política y se dedicaba ahora al cine de autor, pero había asistido al homenaje a Gabriel Agreste porque, a pesar de sus desavenencias, habían sido amigos en su juventud. Naturalmente, no se había tomado demasiado bien la noticia de sus actividades como supervillano.
Cat Noir pensó que era una suerte que Lila fuese demasiado perezosa o estuviese demasiado ocupada para otorgar nuevos poderes a aquellos akumatizados. Porque él ya había luchado contra todos ellos con anterioridad y conocía, por tanto, todos sus puntos débiles.
No obstante, no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo podría aguantar peleando él solo contra todos, sin la ayuda de otros superhéroes. Y se le ocurrió entonces que, si Ladybug no aparecía, tal vez pudiese contar con la asistencia del único de los héroes que aún conservaba su prodigio, aparte de ellos dos y de Bunnyx.
Se ocultó un momento detrás de una chimenea y, cuando se aseguró de que ninguno de los villanos lo había visto, desplegó el bastón para llamar a Félix.
No obstante, antes de marcar su número recibió de pronto un mensaje de un misterioso número desconocido. Lo abrió, intrigado, y el corazón se le detuvo un instante.
Era una foto de Marinette… encerrada en una jaula que pendía peligrosamente sobre las aguas del río Sena. La jaula estaba colgada de una polea sujeta a la baranda de un puente que Cat Noir reconoció de inmediato: el puente de Alexandre III. Se le aceleró el pulso. Estaba muy cerca del Grand Palais. Podía llegar en apenas unos minutos.
Se forzó a sí mismo, sin embargo, a detenerse un momento para reflexionar. Era obvio que aquello tenía que ser una trampa. Leyó el texto adjunto al mensaje: «Si no me entregas tu prodigio y el de Ladybug, la dejaré caer», decía solamente. Y firmaba como Kallima.
Frunció el ceño, pensativo. Parecía claro que su enemiga no sabía que ya tenía el prodigio de Ladybug en su poder, y eso significaba que no había descubierto la identidad secreta de Marinette, después de todo. La había secuestrado porque era Marinette, no porque fuera Ladybug.
Pero ¿por qué a ella? ¿Por qué creía que podía chantajear a Cat Noir si amenazaba a Marinette?
Sacudió la cabeza. No lo sabía, pero tampoco tenía tiempo para seguir dándole vueltas a aquella cuestión.
Llamó a Argos, que respondió de inmediato.
—¿Cat Noir? He visto por la tele todo lo que ha pasado. ¿Dónde está Ladybug?
—Lila tiene a Marinette —resumió él—. Voy a ir a rescatarla, pero necesitaré que me cubras. No puedo marcharme sin más y dejar a los akumatizados sueltos por París.
—Entendido —asintió él—. Voy para allá, pero mantenme informado, ¿de acuerdo?
Cat Noir le aseguró que así lo haría, cortó la comunicación y se dirigió al puente Alexandre III sin perder un instante más.
Kallima aguardó unos minutos por si recibía alguna respuesta de Cat Noir al mensaje que le acababa de enviar, pero el comunicador de su bastón permaneció en silencio. Sabía, sin embargo, que el superhéroe había recibido el mensaje, y no tenía la menor duda de que acudiría al rescate. Contaba, además, con que lo haría a espaldas de Ladybug. El caos que Kallima había causado en la ciudad bastaría para mantener ocupada a la superheroína, y quizá hasta tardaría un poco en darse cuenta de que Cat Noir había abandonado la batalla para rescatar a la chica a la que había invitado a salir un par de veces. La chica que, según sospechaba ella, podía ser su punto débil, como Adrián Agreste era el de Ladybug.
Se volvió hacia Marinette, sonriendo. Ya no estaba paralizada; Kallima se había asegurado de ello antes de hacerle la foto que le había enviado a Cat Noir. No obstante, y para su disgusto, Marinette no se mostraba asustada o angustiada, sino que le devolvía una mirada desafiante, con el ceño fruncido y las manos aferradas con firmeza a los barrotes.
—Déjame salir de aquí o te arrepentirás —le advirtió.
Kallima se rio.
—¿Estás esperando a que cierto gatito venga a rescatarte? Porque tengo buenas noticias para ti: si todo sale como lo he planeado, lo verás muy pronto…
La expresión de Marinette cambió entonces. Le dirigió una larga mirada pensativa, casi calculadora, y a Kallima no le gustó. Marinette era una mosquita muerta, siempre tropezando y tartamudeando. ¿Por qué no tenía miedo ahora? Era cierto que en el pasado había reunido valor para enfrentarse a Chloé y a la propia Lila, pero una supervillana con un montón de prodigios sin duda debería resultar más amenazante.
Kallima, sin embargo, no se entretuvo en darle más vueltas al curioso comportamiento de Marinette, porque era el momento de llevar a cabo la siguiente fase de su plan. Extrajo del bolsillo de su traje la misma llave con la que había cerrado el candado de la jaula y liberó un pequeño akuma cargado de energía oscura del extremo de su bastón.
—Akumatízame… —susurró.
Ante los ojos asombrados de Marinette, la mariposa revoloteó en torno a Kallima y se fusionó con la llave que ella sostenía en la mano. El poder del akuma envolvió a la villana con un resplandor violáceo y le otorgó un par de enormes alas de mariposa.
—Ha llegado la hora de desencadenar mi verdadero poder —dijo ella, sonriendo.
Le dio la espalda a Marinette, envuelta en sus alas de color violeta. Aún sonreía cuando, instantes después, se volvió hacia ella para mirarla de nuevo.
Marinette pareció preocupada por primera vez, pero sus ojos no se apartaron de la llave dorada, que Kallima guardó en uno de los bolsillos de su traje.
—Justo a tiempo —dijo entonces la villana, alzando la mirada hacia el horizonte.
Marinette alzó la cabeza también y detectó una silueta oscura saltando por los tejados con agilidad y elegancia. El corazón se le aceleró.
—Parece que el gatito sí va a venir a rescatar a su princesa, después de todo —comentó Kallima.
Marinette estuvo a punto de replicar que ella no era la princesa de Cat Noir, y sin duda lo habría hecho en los viejos tiempos, cuando no había nada entre ellos dos y su compañero no conocía su identidad secreta, pero cambió de idea. Quizá Lila hubiese deducido correctamente que había algo entre Cat Noir y Marinette, probablemente a causa de André y sus desastrosas akumatizaciones, pero ignoraba lo más importante: que el superhéroe no acudía a rescatar a una doncella en apuros, sino a reunirse con su compañera para pelear juntos contra el mal, como siempre hacían.
Y que, cuando luchaban en equipo, eran invencibles.
Sonrió, cada vez más convencida de que el reinado de terror de Kallima estaba a punto de terminar.
Cat Noir aterrizó en el puente, delante de las dos chicas, pero a una prudente distancia, y observó con preocupación la jaula que pendía sobre el vacío, y en la que estaba encerrada Marinette.
—Bienvenido, Cat Noir —lo saludó Kallima—. ¿Me has traído lo que te he pedido?
Él no respondió de inmediato. Cruzó una mirada de entendimiento con Marinette y se volvió de nuevo hacia la villana, para evaluar la situación. Detectó, por descontado, las enormes alas de mariposa que le crecían a la espalda.
—¡Está akumatizada! —informó Marinette desde la jaula—. Su objeto akumatizado es una llave y la tiene en el bolsillo. Además ha fusionado su prodigio con el de la abeja.
Su compañero ya había advertido las rayas negras y amarillas que decoraban el traje de Kallima, pero el dato sobre el objeto akumatizado le resultó de mucha utilidad. A la villana, no obstante, no pareció importarle que su prisionera lo revelara.
—Si te acercas más o haces cualquier movimiento sospechoso, tu querida Marinette se precipitará a las frías y oscuras aguas del Sena —le advirtió al superhéroe, señalando la polea que mantenía la jaula colgando del puente. Le bastaría con tirar de la cuerda para soltarla—. Si me das los prodigios, en cambio…, te entregaré la llave y podrás salvarla. ¿Qué me dices? —añadió con una encantadora sonrisa—. ¿Es o no es un buen trato?
—Solo puedo darte mi prodigio. No tengo los pendientes de Ladybug —respondió él.
Kallima hizo un mohín.
—Oh, pero yo especifiqué en mi mensaje que quería que me trajeras los dos.
Cat Noir se encogió de hombros.
—Bueno, pues mala suerte. Ladybug está ahora mismo muy ocupada luchando contra un montón de villanos akumatizados, pero estoy seguro de que tú ya lo sabías. —Ella sonrió, pero no dijo nada—. Así que puedo darte mi anillo a cambio de la libertad de Marinette, y espero que comprendas que sigue siendo una muy buena oferta, porque no tendrás otra ocasión de conseguirlo.
—¿Estás seguro de eso? —replicó Kallima, juguetona. Sus dedos acariciaban la cuerda que sostenía la jaula de Marinette, que se balanceaba peligrosamente sobre el río.
—¡Cat Noir, no lo hagas! —gritó ella desde su prisión—. ¡No cedas a su chantaje!
Él apretó los dientes.
—No tengo opción, Marinette.
Kallima se rió.
—Oh, qué escena tan conmovedora. De acuerdo, me habéis convencido: acepto tu prodigio, Cat Noir, a cambio de la llave para liberar a tu querida Marinette.
Se sacó la llave dorada del bolsillo y se la mostró a Cat Noir, que la observó con los ojos entornados.
—De acuerdo. Acepto el trato.
—¡No! —exclamó Marinette desde la jaula.
Cat Noir no le prestó atención. Con los ojos fijos en la llave que sostenía Kallima, avanzó unos pasos hacia ella.
—Detente —le ordenó entonces la villana—. No te acerques más: quítate el anillo y déjalo en el suelo. Solo entonces te daré la llave.
—¿Cómo sé que puedo fiarme de ti?
—No puedes saberlo, pero míralo de este modo: ¿qué otra opción tienes? —Sus dedos se cerraron en torno a la cuerda de la polea.
Cat Noir desvió la mirada. Tenía los hombros hundidos, como si se hubiese rendido de antemano.
—Está bien —aceptó. Se llevó la mano al anillo pero, en lugar de quitárselo, exclamó—: ¡Cataclysm!
Y, con un formidable salto, se arrojó sobre Kallima.
Ella soltó la cuerda y dejó caer la jaula sobre el río. Marinette gritó y se aferró a los barrotes. La jaula, con ella dentro, se precipitó al agua con un sonoro chapoteo.
Kallima esperaba con ello distraer a Cat Noir, pero este no apartó los ojos de su objetivo en ningún momento. Se arrojó sobre ella y Kallima pudo esquivarlo en el último instante. Batió las alas y se elevó por encima del superhéroe, furiosa.
—¿Qué se supone que estás haciendo? ¿Por qué no vas a rescatar a Marinette?
—Porque es a ti a quien he venido a buscar —respondió él con una sonrisa llena de dientes.
Se elevó con su bastón hacia donde estaba Kallima, que gritó:
—¡Picadura!
Y lo amenazó con la peonza cargada de energía paralizadora.
No obstante, aún estaba algo aturdida, desconcertada por el comportamiento de su oponente, y él la aferró por el tobillo y tiró de ella para retenerla cerca del suelo. Kallima aleteó, furiosa, y trató de alcanzarlo con la peonza. Pero Cat Noir atrapó el arma con su Cataclysm y la redujo a cenizas. Kallima gritó de ira.
Cat Noir invocó de nuevo su poder y se arrojó sobre ella, aún encaramado a su bastón. Kallima trató de liberarse con furia. Cat Noir tiró de ella con fuerza, soltó su tobillo y la aferró del brazo, luchando por arrebatarle la llave. Los dos forcejearon. Finalmente, la mano de Cat Noir, cargada con el Cataclysm, aferró la llave y la pulverizó.
El superhéroe soltó a Kallima entonces, seguro de que sus alas desaparecerían de inmediato. Pero de entre los restos de la llave no emergió ningún akuma.
—¿Cómo…? —preguntó, perplejo.
Kallima aprovechó para liberarse y batió las alas para ponerse lejos de su alcance.
—¡Has cometido un error, Cat Noir! Has perdido tu oportunidad de salvar a Marinette. Ya no llegarás a tiempo de salvarla. Has permitido que se ahogara en el río…, ¡y todo para nada! ¡Ya no podrás atraparme!
De pronto se oyó un sonido que Cat Noir conocía muy bien: el de la cuerda del yoyó de Ladybug, que se enrolló en torno a la cintura de Kallima. Ella lanzó una exclamación de alarma y se volvió para intentar descubrir lo que estaba pasando. Y ambos descubrieron entonces a la propia Ladybug encaramada a lo alto del pretil del puente, empapada y muy, muy enfadada.
—Una chica inocente casi se ahoga en el río por tu culpa —la reprendió.
—¿Marinette está bien? —preguntó Cat Noir, muy en su papel.
—Sana y salva, gatito —respondió Ladybug, guiñándole un ojo.
—¡Sabía que podía confiar en ti, milady!
Kallima dejó escapar un grito de rabia y luchó por liberarse. Ladybug tiró la cuerda para llevar a su oponente de nuevo hasta el suelo, y Cat Noir se arrojó sobre ella y la derribó. Forcejearon unos instantes hasta que él logró inmovilizarla e invocó a su Cataclysm de nuevo para amenazarla.
—No te muevas —le advirtió.
—No serás capaz —replicó ella.
—¿Después de lo que le has hecho a Marinette? No te recomiendo que te arriesgues a comprobarlo.
Ladybug se acercó a ellos y arrebató a Kallima los prodigios de la abeja y la mariposa. No obstante, ella seguía akumatizada, por lo que su rostro se mantenía cubierto por una máscara y sus alas de insecto seguían batiendo inútilmente bajo su cuerpo. Ladybug la registró hasta hallar dos objetos prendidos de su cuello: el prodigio del ratón y una cadena de la que colgaba una llave dorada exactamente igual que la que había destruido Cat Noir momentos antes.
—¡Tenías una copia! —exclamó él con asombro.
Ladybug no dijo nada, pero recordó que Kallima le había dado la espalda momentos después de akumatizar la llave. Quizá había aprovechado aquel momento para dar el cambiazo, previendo la posibilidad de que Cat Noir llegara a hacerse con ella.
El superhéroe destruyó la segunda llave con su Cataclysm y, esta vez sí, de entre los restos emergió un akuma cargado de energía. Ladybug lo atrapó de inmediato con su yoyó para purificarlo y liberó después una inofensiva mariposa blanca.
Luego volvió la mirada hacia Kallima, que ya no era Kallima, sino…
—Lila Rossi —constató la superheroína—. ¿O debería decir… Narcisa Gialla?
Ella entornó los ojos, pero no dijo nada.
—O tal vez… Cérise Bianca —colaboró Cat Noir.
Lila se puso pálida.
—No sé… no sé de qué estáis hablando —tartamudeó—. No recuerdo nada de lo que ha pasado, ¡oh, no! ¿Es posible que haya sido akumatizada?
—No vamos a creer una palabra de lo que nos digas, Lila —le advirtió Ladybug.
—Porque nos has mentido en todo. Incluso acerca de tu verdadero nombre… Violeta —concluyó Cat Noir.
Ella abrió mucho los ojos, alarmada.
—¿Cómo sabéis…? Es decir… No entiendo…
—¿Todo bien por aquí? —se oyó entonces una voz.
Los héroes se volvieron hacia una de las farolas del puente. Sobre ella acababa de aterrizar Argos.
—Todo bien —respondió Cat Noir—. Acabamos de derrotar a la nueva supervillana local.
—Y hemos recuperado el prodigio de la mariposa, por fin —agregó Ladybug, oprimiendo el broche contra su pecho.
—Eso explica por qué los demás villanos se han desakumatizado de repente —murmuró Argos—. Aseguraos, de todas formas, de que no tiene más ases en la manga. Como un prodigio escondido o algo parecido.
Era un consejo sensato, así que Ladybug y Cat Noir registraron a Lila. Pero no hallaron más joyas mágicas. Los superhéroes cruzaron una mirada preocupada.
—¿En cuál de sus casas habrá guardado los prodigios? —se preguntó Ladybug.
—En una guarida subterránea —intervino entonces Nooroo. El pequeño kwami se había pegado a la superheroína buscando su protección, como si temiera que fuesen a secuestrarlo nuevamente.
—¡Genial! —exclamó Cat Noir—. ¿Nos podéis llevar hasta allí?
Nooroo, Mullo y Pollen cruzaron una mirada y asintieron. Ladybug inspiró hondo.
—¿Es posible que… hayamos vencido por fin? —se atrevió a preguntarse en voz alta.
—¿Y hemos… cambiado el curso de futuro? —murmuró Cat Noir a su vez.
En algún momento debía de haber tomado la decisión que dividiría su mundo en dos universos alternativos, pero, en ese caso, no había sido consciente de ello. No obstante… ¿y si el momento aún no había llegado? ¿Y si…?
Sintió entonces la mano de su primo sobre su hombro.
—No le demos más vueltas —dijo Argos—. Hay que llevar ante la justicia a esta… Kallima o como se llame… y recuperar los prodigios perdidos.
Sus compañeros asintieron. Lo más duro había pasado ya, pero aún tenían mucho trabajo por hacer.
NOTA: En realidad no sé si los akumatizados se desakumatizarían al perder Lila el prodigio o si seguirían igual hasta que Ladybug fuese purificando los akumas uno a uno. En la season finale no vemos qué pasa fuera de la mansión cuando BugNoire le quita el broche a Gabriel, y en el episodio Ladybug, cuando casi akumatizan a Marinette, no queda claro si la akumatización se para porque Gabriel lo quiere o porque se destransforma. Pero he optado por la vía corta. De otro modo, los héroes habrían vencido igual, solo que habrían pasado más tiempo luchando contra los otros villanos uno por uno.
NOTA 2: ¡Quedan dos capítulos más! Uno para cerrar la trama y otro para explicar algunas cosas. Y así, en una o dos semanas llegaremos al final de este fic 😊.
