A Study in Scarlet, by A. Conan Doyle.

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Un dos de octubre de 2015.

A veces parece que intentas comprender algo entre las páginas de los libros. Siempre con la nariz metida en ellas y ávidos ojos siguiendo las palabras al derecho y al revés. ¿Será que ves algún mensaje oculto?

Bridgette.

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[Escrito en inglés. Ver notas finales.]

[...]

Ella no se cansaba de sus recorridos por París.

[...]

Ya fuera por ataques o vigilancias recurrentes, Ladybug debía presentarse ante su ciudad. Caminaría, correría, saltaría, treparía y haría toda clase de piruetas que la matarían si fuera Bridgette.

Había algo atrayente en eso.

[...]

Un día, en su carrera diaria, dio con una vista familiar: amarilla y pálida entre las grises prendas que llevaba encima, y parada en el balcón de su mansión. Quizás estaría por entrar o por sentarse a leer un rato bajo un clima… aceptable.

(Nubes grisáceas colmaban el cielo, no aún la paciencia.)

Se aferraban sus largas manos que aparentaban firmeza a un libro —a su regalo, se percató curiosa—, como si cuidara que no se le cayera.

Y ups. Sí cayó de ellas.

No pudo evitar recibir la imagen de garras negras capaces de rasgar las tejas del techo en su andar despreocupado. Aunque la sacó rápido de su mente para aproximarse de inmediato a la ubicación del adolescente e interrumpir la trayectoria del libro.

Se maldijo en su mente mientras lo atrapaba en el aire con la cabeza gacha y luego se las ingeniaba para llegar al balcón. Como si se fuera a romper tan fácil.

Pero se le había caído del balcón. Sobraba su justificación, ahora que lo pensaba.

—Oh, discúlpeme joven.

Por reflejo pasó su mano derecha por el costado de su pie derecho al incorporarse, anonadada por sus acciones y sin pensar con claridad.

«Una excusa convincente, dale una excusa…»

—No soy fan de la destrucción, mucho menos de un libro —rio. Intentó no moverse demasiado.

Ojos como el mar le devolvieron la mirada en respuesta, algo ensanchados y escondiendo reflexiones. ¿Podía estar tan calmado luego de la casi pérdida de su nuevo libro?

—Ja, ja… —Él le mantuvo la mirada, aunque distante; Ladybug no pudo distinguir un solo conflicto en ella—. No me quejo de que la dama de la suerte me eche una mano —Luego explicó, con un encogimiento de hombros mientras recibía su libro—: Estoy pasando una racha de mala suerte.

—Eh —se encogió de hombros.

Cómo quería sacudir violentamente a su amigo. No obstante, esta era la oportunidad de marcharse sin atraer preguntas.

Creyendo que se podría ir sin pensar una segunda vez en esta interacción, la heroína se estaba girando sin teatrales ademanes para saltar hacia el techo más cercano, no sin antes dar un rígido saludo de una mano a Félix.

—¡E-Espera!

«¿Qué podría él…?» Ladybug negó con la cabeza, aunque sin mover sus pies del suelo y con la espalda casi enfrentando a su amigo, cuyo tono no la convencía del todo. ¿Qué quería?

—No te vayas… Emm, ¿nos podemos sacar una foto, mi bella dama?

Aun en un traje que la aislaba de sensaciones térmicas. Sintió un cambio.

Ignoró ese cambio de la mejor manera que sabía: hablando.

—Bueeno —Volteó casi con esfuerzo hacia el rubio alto a pocos metros de distancia que la observaba con emociones conflictivas en las que ella no quería detenerse; mejor tratarlo con ligereza en este tenso momento—, hoy está tranquilo. ¿Cómo te llamas?

—Félix… Félix Agreste.

Y el muchacho rebuscó en su mochila su celular, se aproximó unos pasos y se lo tendió ya desbloqueado.

¿Qué había que temer de Ladybug?

Ella sintió en sus manos lo cerca que estaba lo ajeno de perturbarse: sería como descubrir lo que nunca se había preocupado por descubrir. Fingió cuidado, cautela y seriedad, pero la verdad un sentimiento se retorcía en sus entrañas: la curiosidad la tentaba.

Decidió terminar rápido con la foto.

[...]

—No sabía si darte libros clásicos franceses por si ya los tenías. Casi te compro de Edgar Allan Poe, pero no sabía de tu gusto por el terror y me acuerdo que uno de sus cuentos tiene un gatito negro que muere —se estremeció en su nerviosismo, como si insinuase algo que apenas rozaba la comprensión del rubio, absorto en ojear las páginas de su nuevo libro.

—Este ya lo tenía en francés —supo responder, distraído.

—Pensé en eso —Ella sonrió con cariño ante su expresión y se animó a mostrar su entusiasmo—: Por eso está en su idioma original. Sería como una experiencia diferente, ¿o no?

«Fue un lindo detalle su dedicatoria en inglés», pensó sin encontrar qué decirle a su amiga, irónicamente.

Leerlo sin modificaciones que venían con las traducciones apropiadas para el entendimiento de diferentes culturas constituiría un análisis ¡una investigación que no querría evitar! ¿Qué significarían los modismos ingleses de esa época? ¿Qué detalles propios de la deducción de Holmes se perderían en las traducciones?

Tendría tiempo para reflexionarlo más tarde.

[...]

Seguía teniendo el dispositivo en la mano —y Félix no parecía aprensivo— cuando decidió intentar generar una charla educada. Podría haberse marchado ya hacia su casa, dando por terminada su vigilancia del día.

No obstante, el ambiente era más cómodo, ¿verdad? La confianza, la amabilidad propia de la amistad ya no era algo inaudito en ese rincón de París donde el mundo los ignoraba.

No en ellos, quiso pensar. Ya se conocían. No era inaudito en ellos.

Yacía olvidado temporalmente el aparente descuido de su regalo.

—¿Y está bueno el libro?

—Sí, sí… La intriga no me permite dejar de leerlo.

Nunca él había hablado con tanto ímpetu como aquel pero con tan poco sentimiento como…

—¿Por qué estabas por aquí?

No parecía una pregunta repentina, así que Ladybug no supo por qué pensó que lo era. Debió tomarla desprevenida… ¿Para qué darle tantas vueltas?

—No había un akuma, ¡¿no?!

Sí, debería haberse marchado como lo haría con cualquier otro civil.

Pero Félix no era cualquier otro civil. Y ahora mismo no podía dejarlo con la incertidumbre.

—No te preocupes; aquí entre nosotros, intentamos buscar a quien los crea.

«No, no, no, nonononono nnnnn… Aghh. ¿¡Por qué le dijiste eso!?»

—EEEMM, quiero decir, estaba pensando en darle un detalle a Chat noir. Ya sabes, por hacer su deber. Lo que no tendría que ser necesario. ¿Qué digo? Me tengo que ir. Espero verte de nuevo, Félix.

«¿Por qué nunca pensé en darle algo a mi compañero? Las flores no cuentan: están hechas para cortejar. Nunca nos obsequiamos nada personal. Y nosotros nunca nos acercamos. ¿Por qué ser tan amables? Proteger a París es algo obvio. No hay que animarnos. No hay que…»

«Pero estoy… Quiero impresionarlo. Él me gusta. Él me gusta . Me gusta su sonrisa dentada ensanchada. Su lado serio. Su lado torpe. La forma tan perfecta de su cuerpo. Que siempre hace lo que le digo. Que…»

[...]

¿Y qué hacía cuando un problema de su alterego se le presentaba y no podía recurrir a sus amigas —no, no eran mejores amigas— del Lycée?

—No entiendo por qué a veces hago estas… comparaciones. Aunque… supongo que cabría de esperarse hacer eso entre los dos chicos más importantes de mi vida.

Era un mal necesario.

Se lo siguió repitiendo debido al tono cálido y amigable, y la mirada aguda de su kwami.

—¿Qué tanto te agradan ellos, Brid?

—Ya te dije que me llamaras Bridgette —repuso, sin responder no obstante.

—Decís estar enamorada de Chat noir —siguió un poco más lento—. Pero no fue por él que ojeabas libros hace semanas y luego fuiste a comprar uno para regalarle.

—A Félix lo conozco. Y somos muy buenos amigos. Con Chat no podemos ni permitirnos eso. Él a veces busca conocerme pero yo… cambio de tema, no aprovecho como la idiota que soy aunque sienta algo por él ¡porque nuestras identidades no son poca cosa, Tikki!

[...]

Duró escasos segundos su abrazo vacilante. Se despegó despacio, aunque con cierto apremio.

[...]

—¿Qué? Disculpa, no estaba prestando atención.

Ciertamente pensativa por las discusiones recientes, incluso parada al lado de Félix afuera en el patio del Lycée, no dejaba de volver a las palabras intercambiadas e ignorar las actuales.

Este solo la miró con extrañeza, notó. Y vacilación.

—Me… permitieron invitarte a mi casa.

—¿En serio? —le dio un leve golpe en el brazo y se carcajeó con sonoridad—. ¡Y hace un mes te negabas a llamarme "amiga"!

El rubio rodó los ojos a la vez que hizo una mueca por su volumen alto que irrumpía de forma brusca en lo que pocos minutos atrás había sido, sin que él se percatara, una conversación unilateral.

—Va a ser poco rato igual —dijo no como respuesta sino como continuación a su propia afirmación—. Esperarán que salgamos de nuevo al parque a la hora.

—Eso es más que suficiente para conocer tu cuarto —Arqueó ambas cejas en gesto de burla, a lo cual las mejillas de Félix se tiñeron de rosa y él apretó los labios como reteniendo una risa y cerró los ojos como reteniendo la vergüenza.

—Eh, si lo vieras…

—Sí, tu papá es modelo, ya sé todo eso.

—Vos lo dijiste no yo. En realidad…

Y con el timbre, acabó el receso e interrumpió el hilo de su conversación.

[...]

—¡Qué es…? ¿Qué es este nido de ratas en el que vivís?

Los muebles de ropa estaban cerrados. Pero había un par de prendas que sobresalían de debajo de la cama, arriba de la cual había por lo menos tres libros de las decenas totales distribuidas por varios muebles.

—Emm…

Al menos no era peor.

—¡Es tan raro! ¿Huele a queso?

…Y eso solamente.

—Ehh, sí, mi favorito es el camembert —respondió entre dientes.

—No esperaba este desorden, amigo.

—Yo tengo mi manera de saber dónde están las cosas —entrecruzó los brazos. Una mueca amenazaba con formarse en los pliegues tensos de la piel alrededor de su boca cerrada como una línea.

La azabache levantó una ceja.

—Es un caos ordenado —Sus dedos golpeaban rítmicamente desde donde sobresalían—. Te juro que intento ordenar.

—¿Ah? ¿Y dónde está tu…?

—Mis libros están en el estante de CDs, en la mesita de luz de mi cama o-o en mi cama, en mi biblioteca o en mi escritorio.

—¿Pero no en un solo lugar?

—No —Ella quiso reírse ante su expresión orgullosa.

—¿Ves lo que digo? ¿No te pone nervioso este desorden?

—El tiempo que tomo ordenando es menos tiempo de lectura —Desvió la cabeza de barbilla elevada hacia el suelo que brillaba positivamente en el espacio, cambiando su actitud—. Porque todo volverá a desordenarse.

—La cama, quizás. Y si te acostumbras a no tirar tus pertenencias en cualquier parte…

—Te entiendo. La limpieza está.

—Al menos no hay suciedad, solo olor a queso... Suerte en eso. ¿Alcanzamos a hacer algo antes de irnos?

—Nos dejan picar una tabla salada.

—Me sumo.

Y juntos fueron a ordenar una en la cocina.

[...]

—Seguís haciendo lo mismo de siempre sin avance, Bridgette. No encontrás ninguna solución así.

—¿Qué otra cosa podemos hacer? ¿Revelarnos nuestras identidades?

—Eso acabaría con las especulaciones.

—Pero es…

—Ninguno de los dos es un frágil civil que no pueda defenderse apropiadamente de las acciones de Hawk Moth. Puedo hablar con el kwami de Chat noir al respecto y con nuestro historial de portadores debería acordar con lo que digo. Ambos han protegido su identidad en estos casi dos meses exitosamente.

«Y solo hay deslices entre ustedes.»


El libro en español se llama "Estudio en escarlata" y en francés "Une étude en rouge", y en él aparece Sherlock Holmes. Elegí poner esa dedicatoria en español porque no quería interrumpir demasiado con la lectura. En inglés imagino que serían las siguientes palabras (no es una traducción exacta):

"This is October 2nd, 2015.

Sometimes it seems like you are trying to understand something between the pages of books. Always with your nose stuck in them and eager eyes following the words backwards and forwards. Could it be that you see a hidden message?"

En la mayoría del capítulo solo se puede deducir las intenciones o pensamientos de Félix si uno presta atención a lo que se destaca.