Severus

Me gusta hacer de hijo de Susie, ya que es una niña muy educada y respetuosa. Pero ser hijo de Angelica… como que no. Con lo mandona y maleducada que es.

Pero enseguida me doy cuenta de que Susie no deja que Angelica se porte mal conmigo. Es una suerte que haya venido Susie con ellos ya que parece que sabe cómo frenar a Angelica.

En ese momento, aparecen unos niños de mi barrio, que algunos son un poco más mayores que yo, y me dan miedo, porque además son niños que se meten conmigo por mi apariencia física y por mi personalidad rara según ellos.

-¿Qué te pasa, Severus? –me pregunta Susie. Además de ser educada y respetuosa es observadora.

-Esos niños que vienen por allí…

-Sí, ¿qué les pasa?

-Que se meten conmigo siempre que me ven, por mi aspecto físico y por mi personalidad, que dicen que es rara.

-No les hagas caso, Severus –me dice Susie intentando tranquilizarme-. Los raros son ellos por no querer hacerse amigos de un niño tan bueno y tan especial como tú, Severus. –Yo me sonrojo ante el halago de Susie y le susurro:

-Gracias, Susie.

-Bueno, pues que nadie se meta con mi bebé porque se las tendrá que ver conmigo –dice Angelica poniéndose firme y dura. Vaya, no sabía que Angelica era una leona capaz de defender a los suyos si hace falta. Creo que empieza a caerme un poco mejor. Tommy lo ha dicho en más de una ocasión: su prima, aunque por fuera parezca mala, en el fondo, muy en el fondo, es buena y tiene buen corazón. Y ha rescatado varias veces a mis amigos de personas peores que ella.

-Gracias a ti también, Angelica.

-Es lo menos que puedo hacer por mi bebé –me contesta Angelica, quitándole importancia a su capacidad para aterrorizar a cualquier ser humano que se meta con nosotros.

-Eh, mira, es el niño raro –le dice uno de los niños a otro.

-Ya empiezan –les susurro a Susie y Angelica.

-Pero esta vez viene acompañado –responde otro de los niños.

-Bueno, así será más divertido –dice el primer niño dirigiéndose a su amigo-. Hola, llorica –Se refiere a mí, y yo me sonrojo y agacho la cabeza, furioso. Si pudiera utilizar magia…

-Hoy vienes acompañado, ¿eh, llorica? ¿Qué pasa? ¿Que eres tan blandengue que tienes que pedirle a dos niñas que te defiendan?

-Tú cállate, bocazas –le suelta Angelica al niño de muy mal humor, poniéndose hecha una fiera. El niño ya no se ve tan envalentonado al darse cuenta del carácter que tiene Angelica.

Enseguida, el resto de nuestros amigos se unen a nosotros para ver qué pasa, y enseguida se dan cuenta de que esos niños de mi barrio se están metiendo conmigo y que Angelica me está defendiendo.

-Es tan valiente… -murmura Lil para sí misma, muy contenta, juntando sus manos como si estuviera enamorada de Angelica. Lil siempre la ha admirado y creo que ahora empiezo a entender por qué.

Hoy es el primer día que he visto a Angelica defenderme en vez de meterse conmigo por la ropa que llevo, y la verdad es que la única vez que se metió con mi ropa, fue más suave que estos niños de mi barrio, y desde que Tommy la regañó no ha vuelto a meterse conmigo.

Los niños de mi barrio, al ver a tantos niños conmigo y, sobre todo, después de la intervención de Angelica, se han asustado y han salido corriendo.

-Son unos cobardes –refunfuña Angelica apretando los puños y la mandíbula-. Sólo se atreven a meterse contigo cuando estás solo, ¿verdad, Severus?

-Sí, así es.

Continuamos el resto de la mañana jugando a los papás y las mamás ya sin ningún otro contratiempo, hasta que llega la hora de volver a casa porque ya es la hora del almuerzo, así que mis amigos se van. Pero a mí me apetece irme con ellos, así que en vez de ir hacia mi mamá, me dirijo hacia donde está oculta habitualmente la máquina del tiempo, detrás de los matorrales de siempre.

-¡Severus! ¿A dónde vas? –me llama mamá, cerrando su libro-. ¡Ven aquí!

Pero yo quiero irme con mis amigos, así que no la escucho y tampoco le hago caso. Sigo corriendo hacia la máquina del tiempo. Mamá me persigue, y yo empiezo a correr más deprisa para que no pueda atraparme. Una vez que logre entrar en la máquina del tiempo, estaré a salvo. A salvo de ella, de sus sermones, de sus broncas y de sus azotes. Y a salvo de esos niños tan cobardes.

Entro rápidamente en la máquina del tiempo con mis amigos, y desaparecemos del parque de Cokeworth antes de que a mamá le dé tiempo de alcanzarme.

-¡Severus! –grita ella, asustada.

Y es lo último que veo antes de partir. Mi parque y mi mamá comienzan a desaparecer y nos envía al parque de mis amigos, donde todavía es temprano por la mañana.

¡Qué alegría me da volver al parque de Ocean Shores! Aquí da mucho más el sol y se respira un ambiente mucho más agradable que en el parque de Cokeworth.

En ese momento, vemos que la máquina del tiempo vuelve a ponerse en acción, abriendo otro portal y mi mamá sale de él.

-¡Severus, ven aquí! –me grita, entre asustada y enfadada. Pero yo no me muevo de mis amigos-. ¡Que vengas te he dicho!

Ella se pone furiosa, se pone en pie y se acerca a mí con la intención de darme unos azotes en el culo, y mis amigos contemplan la escena con miedo.

-No, por favor, no le pegue –le suplica Susie a mi mamá-. Él sólo quería jugar un rato más con nosotros.

-¿Estos son tus amigos? –me pregunta mamá, olvidándose de sus ganas de querer darme unos azotes. Yo digo que sí con la cabeza, y entonces ella se gira y mira detenidamente, con una mezcla de miedo y curiosidad, la máquina del tiempo-. ¿Qué cacharro es éste? –pregunta en voz alta a nadie en particular.

-No es ningún cacharro, señora mamá de Severus, es una máquina del tiempo –le cuenta Susie con amabilidad.

-¿Una máquina del tiempo? Jamás había oído hablar de ese artefacto –dice mi mamá mirando a Susie como si la estuviera escaneando de arriba abajo-. ¿Y cómo funciona?

-Funciona seleccionando el lugar al que quieres viajar en el panel donde hay muchos botones, y después le das a la palanca y se abre el portal, y por ese portal puedes viajar por el tiempo.

-Me parece algo peligroso para niños pequeños –reconoce mi mamá-. Entonces, ¿ahora dónde estamos?

-En nuestro parque, uno de los parques de Ocean Shores, al sur de California en Estados Unidos –le explica Susie a mi mamá.

-¡Madre mía! ¡Sí que hemos viajado lejos! –exclama mamá, sorprendida-. ¿Y en qué fecha estamos?

-Es septiembre de 1991. –Yo me quedo perplejo.

-¡Increíble! –exclama de nuevo mi mamá-. Porque mi hijo y yo venimos del año 1961.

-¿Eh, qué? –sueltan todos mis amigos al mismo tiempo. Claramente, esta información los ha dejado pasmados.

-Sí, venimos del año 1961 –repite mi mamá-. ¿Y aquellas dos mujeres de allí son vuestras mamás? –les pregunta a mis amigos, señalando con la cabeza hacia la mamá de Tommy y Dil, y hacia la de Phil y Lil.

-Sí, bueno, en realidad son las mamás de Tommy y Dil, y de Phil y Lil –le explica Angelica en un tono de voz tan educado que no había escuchado antes.

Angelica me está sorprendiendo mucho últimamente, para bien, claro está.

-Bueno, mientras no os hagáis daño, podéis jugar –me dice mamá dándome un empujoncito para que me acerque a mis amigos-. ¿Y sabéis cómo volver?

-Sí, solamente tenéis que volver a meteros en la máquina del tiempo y ella solita os enviará de vuelta a casa –le explica Susie con mucha paciencia-. Es curioso porque es como si la máquina nos leyera la mente y supiera exactamente a dónde queremos ir.

Mamá me deja jugando con mis amigos y se acerca a la mamá de Tommy y Dil, y a la mamá de Phil y Lil, que están enfrascadas en lo que parece una amena conversación.

-¡Qué fuerte, Severus! ¡Tu mamá ha atravesado el portal! –exclama Tommy, alucinando.

-Yo también estoy flipando en colores –le digo sinceramente.

Me fijo que mi mamá está hablando con la mamá de Tommy y Dil, y con la de Phil y Lil. Me pregunto de qué les estará hablando. Se habrá dado cuenta de que son muggles, así que supongo que estará hablándoles de cualquier cosa excepto de magia.

Mis amigos y yo jugamos a los caballos, con la pelota de Tommy y al escondite, y me lo paso muy bien con ellos.

Al cabo de un rato, cuando comienza a anochecer, mamá viene a por mí y me lleva hacia la máquina del tiempo.

-Vámonos ya, Severus, que es muy tarde –me dice cogiéndome en brazos.

-No se preocupe, señora mamá de Severus, allí será la misma hora en la que se metieron en la máquina del tiempo –le dice Susie con mucha educación.

-Es bueno saberlo, niña, gracias.

Mamá y yo nos metemos en la máquina del tiempo y el parque de mis amigos, como siempre, comienza a desvanecerse para dar paso a una breve oscuridad que inmediatamente nos lleva de vuelta al parque de Cokeworth.

-¡Vaya descubrimiento! ¿Eh, Severus? –me dice mamá en tono amable-. Tus amigos parecen muy simpáticos. Son muggles, ¿sabes? –Sí, ya me había dado cuenta de ese detalle-. Y sus madres son muy agradables. Ellas también son muggles. -De eso también me había dado cuenta-. Tendremos que mantener esto de la máquina del tiempo como un secreto, Severus –me dice poniéndose muy seria-. No se lo podemos decir a tu padre porque ya sabes que no le gusta la magia y ese artefacto, aunque sea muggle, es como magia.

Me alegro de que a mamá le guste la máquina del tiempo, pero tiene razón en que no se lo podemos decir papá. Se pondrá furioso si descubre lo de la máquina del tiempo. Todavía recuerdo lo furioso que se puso la primera vez que hice magia sin querer. Yo estaba en mi cuna, llorando, y como no me hacían caso, terminé fundiendo sin querer todas las bombillas de nuestra casa. Mamá vino rápidamente a atenderme por el susto que se había llevado, y papá, después de asustarse, empezó a vociferar como loco, hecho un basilisco y comenzó a maldecir diciendo que yo también había nacido raro como mi mamá.

Llegamos a casa y, por suerte, papá todavía no ha regresado de trabajar. Como el tiempo se detiene cuando viajamos en la máquina del tiempo, aquí en Cokeworth todavía es medio día y papá no viene de trabajar hasta la noche, así que mamá y yo tenemos muchas horas por delante para hablar de magia. Bueno, mejor dicho, ella es la que habla conmigo. Yo sólo la escucho y digo que sí con la cabeza cuando me entero de lo que me ha dicho.

-¿Sabes qué, Severus? Tenemos muchas cosas que aprender de esos muggles. Ellos no son como tu padre y por lo tanto pueden enseñarnos muchas cosas sobre el mundo muggle, cosas que a mí me cuesta trabajo entender –me dice mamá sentándome en mi silla para darme de almorzar.

Coge su varita mágica y con ella me prepara una papilla, y después me la da con una cuchara para que me la coma. Es una papilla de ternera y zanahorias, y está muy rica.

Después de darme de comer, come ella en un pispas y luego me lleva al salón, donde están todos los libros de mi mamá. Rebusca entre varios de ellos y finalmente coge uno que se llama Cómo ser un muggle: Guía para principiantes escrito por Charity Burbage. Mamá me sienta a su lado mientras busca desesperadamente algo en el libro que acaba de coger. ¿Qué buscará?

Al cabo de un rato, cierra el libro con cierta decepción en su rostro.

-No encuentro nada aquí que hable sobre las máquinas del tiempo muggles, pero tienen que tener una explicación para que nos manden a donde nosotros queremos ir. Es como si la máquina supiera Legeremancia –me dice mirándome con el ceño fruncido, pensativa-. Y es curioso que los muggles, que están más atrasados que nosotros, sepan crear máquinas del tiempo mientras que nosotros los magos no hemos sido capaces de crear ningún hechizo, encantamiento o poción que sirva para viajar en el tiempo. Lo más parecido que tenemos son los giratiempos y la Aparición. Pero encuentro mucho más útil la máquina del tiempo que los giratiempos o la Aparición.

Yo la miro pasmado con todo lo que sabe sobre magia. No me importa mucho que mamá no tenga muchos conocimientos sobre los muggles. A mí lo que me interesa es la magia, aunque mis amigos sean muggles, pero es que la magia la siento parte de mí.