Chapter 2

Sakura, —le pareció escuchar la voz de su mejor amiga. Se escuchaba muy lejana.

Volteó y llegó hacia ella con lágrimas en los ojos.

¿Estás bien? ¿Qué pasó?

El carro… la carretera… Yukito… mi… —no pudo terminar la oración.

Oh Sakura, ¿Quieres que llame a tus padres? —la sintió arrodillarse frente a ella pero por alguna razón no la podía ver bien.

No, es muy pronto. No sé qué pasa y no quiero verlos.

—No te lo tomes personal, Sakura, pero ¿cuándo fue la última vez que te bañaste?—preguntó mi "querido" amigo de cabello azulado.

—Para tu información Eriol, me baño todos los días, —contesté molesta ante su risa burlona.

—No te lo tomes a mal, —lo defendió su esposa. —Pero siempre que te vemos tienes puesta esa camisa.

Los demás en la mesa rieron. Yo solo rodeé los ojos. Mis amigos y yo jugábamos así. Ahora era yo, pero después sería Eriol o Meiling y así pasaría la noche entre risas y recuerdos. Era lo que amaba de mis amigos, llevábamos tanto tiempo juntos que sabíamos cómo molestarnos sin herir sentimientos de verdad. Yo vivía de manera muy estructurada en cuanto a mi ropa. Los viernes siempre usaba la misma camisa, y eran los viernes cuando nos veíamos normalmente. Me habían dicho que el tener una rutina ayudaría, pero yo lo dudaba. La rutina no cambiaba nada.

—Tía Sakura, —dijo el pequeño de tan solo 6 años. Los mismo que tendría… no. No más.

—Dime Aoto, —le respondí sonriendo.

—¿Cómo se ríe el ajo? —el me miró con complicidad. Yo sonreí de una manera sincera, la manera que tenía reservaba para mis sobrinos y mis alumnos.

—¿Cómo?

—¡A-jo-jo-jo-jo!

Los adultos en la mesa se rieron un poco y Aoto salió corriendo feliz de nuestra interacción. Él era el hijo mayor de Tomoyo y Eriol. Era un niño de cabello azabache y ojos amatistas como su mamá. Tenía el carácter de su padre y una gran afinidad a la música. Su hermanita Emi tenía 4 años y era una copia exacta de su madre pero mucho más traviesa.

—Les enseñas los chistes más raros, Sakura, —dijo Meiling.

Ella era mi amiga desde que estábamos en tercer grado. Nos habíamos hecho inseparables desde entonces. A Tomoyo la conocía desde que éramos muy pequeñas ya que nuestras madres eran buenas amigas. Nos reencontramos años después gracias a mi conexión con Eriol. Sus padres y los míos también eran muy buenos amigos y él y yo crecimos creyendo que éramos primos. Cuando Tomoyo y Eriol se volvieron a ver de grandes, fue amor a segunda vista.

Meiling y Tomoyo se conocieron por mi y eramos mejores amigas las tres desde entonces. En su momento habíamos vivido juntas en un apartamento en el campus de la universidad de Tokyo. Ellas habían estado a mi lado en los peores momentos de mi vida y las amaba por ello.

Meiling y Kenji se conocieron en la universidad. Ellos también tenían dos hijos, Kaito de 6 con ojos color miel y cabello negro y Hana de 2 con ojos escarlata como su madre y cabello igual de negro. Ellos fueron los típicos amigos que se dieron cuenta que había algo más después de varios años conociéndose. Eran jodidamente adorables.

—Pero a ellos les gustan y creo que es lo importante. Además, soy increíblemente chistosa.

Ellos alegaron un buen rato diciendo que ellos eran más graciosos y bromeamos un rato.

—Sakura, —escuché a Tomoyo y dirigí mi atención hacia ella. —¿Has pensado en lo que hablamos la última vez?

Me moví incómoda. Mire mis manos sobre mi regazo.

—No lo sé chicos, —sentía todas sus miradas sobre mi. —Se que ya pasaron tres años pero la idea de salir me suena a infidelidad.

Ellos me miraron serios. Era un chiste pero bueno.

—Tenemos un amigo que pensamos que sería bueno para ti. Es abogado y tiene un humor muy parecido al tuyo, —sugirió Eriol.

—No se, a mi esposo no le gusta que salga con otros hombres.

De nuevo nadie se rio. Mi terapeuta decía que hacer chistes sobre el asunto no podía ser del todo sano pero era la única forma de que el agujero no me consumiera.

—Por Dios… ¡Es un chiste! —respondió frustrada. A eso me refería; mis amigos me miraban como si estuviera rota. Y si, lo estaba pero no quería que solo me vieran así.

—Estuvo bueno, —dijo Kenji después de unos minutos. Entonces todos comenzaron a reír. Me reí por compromiso.

—Al menos promete que considerarás la cita, —dijo Tomoyo no queriendo dejar ir el tema.

—Está bien, lo pensaré muy a fondo.

—También… —comenzó a decir Meiling con cautela. —Ayer me llamó…

—No quiero saber nada de eso, —contesté de manera cortante.

—Sakura… necesitas saber…

—No, Meiling. No necesito saber nada.

—Es que si no lo sabes, será demasiado tarde, y te enojarás más.

—Creo que sobreviviré.

Mis amigos me miraron aprehensivos. Yo quería cambiar la conversación a cómo diera lugar. Suspire apesadumbrada y los miré.

—Está bien, le pueden dar mi número al abogado. Pero si me mira con lástima les juro que me quedaré sola para siempre.

Tomoyo sonrió con emoción y comenzó a hablar del hombre con el que me estaba atascando. Meiling me miró con reproche pero decidí que sería mejor ignorarla. Ellos sabían que Li era un tema prohibido desde hace mucho y las circunstancias no lo cambiarían.

Me excuse de la mesa un momento para jugar con los niños. No era por presumir pero yo era la tía favorita de todos. Ellos amaban mis historias de príncipes y dragones. Eran las mismas que había contado hace años y en cierto modo apaciguaba al agujero en mi pecho, aunque en las noches el dolor volviera. Ellos me preguntaban sobre el accidente a veces y yo les daba respuestas cortas y manejables para ellos. Los niños no me veían como la persona frágil y rota que era. Me veían como la persona que solía ser, fuera quien fuera. Ya ni siquiera la recordaba.

Me despedí de mis amigos tiempo después y fui a casa a sacar a Kero. Ya que había estado solo por mucho tiempo, pensé que salir a correr un rato con él sería buena idea. Me cambié rápido y la idea de mandar foto al chat con mi nuevo atuendo pasó por mi mente.

"A ver si se les quita la idea de que no me baño."

Resople en forma de risa y lo hice. Me entró un mensaje en ese momento de un número desconocido. Suspiré, sabía que sería el amigo de Eriol y Tomoyo y yo les había prometido intentarlo. Mire la foto en el mantel de la mesa. Estábamos mi esposo y yo en la playa, él hacía una mueca ya que odiaba las fotos y yo lo abrazaba sonriente. Era de las primeras fotos que nos habíamos tomado.

Debes seguir con tu vida. Lo superarás y serás feliz con alguien más.

Apreté los puños ante el recuerdo y me molestó pensar que tenía una molécula de razón. Abrí el mensaje

Hola! Soy Daisuke, el abogado que no te piensa ver con lástima. Cena el próximo miércoles a las 6?

Miré el mensaje y sonreí. Una sonrisa nueva, algo irónica, algo sarcástica, pero de alguna manera… genuina.