Gracias a Li por su lectura previa. Me adjudico todos los errores ortográficos y/o gramaticales que puedas encontrar a lo largo de la historia.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 1
Salí del ascensor con James siguiendo mis pasos. En ningún momento desvié mi mirada hacia él, tampoco era necesario ser adivino para saber que mi abogado venía despistado mirando a cada mujer que se encontraba en el camino.
Odiaba que fuera tan indiscreto.
Detestaba su forma tan inmadura de ser, me hacía cuestionar el porqué era dueño de la mejor firma de abogados de todo Nueva York.
― Señor Cullen ―Ángela, mi secretaria, empezó a correr a mi encuentro con el IPad en mano― la señora Denali…
Sin quitar el permanente gesto de enfado, miré a la torpe mujer. Levanté la palma, pidiendo tiempo. No estaba interesado en que nada ni nadie arruinara mi lunes.
― No quiero saber nada de mi ex ―exhalé.
― Señor Cullen ―insistió―, también debo decirle que la nueva diseñadora contratada el viernes pasado, no llegó, pero ella…
― No le permitas la entrada, en mi empresa no damos segundas oportunidades. ―Fui tajante.
― Lo qué pasa…
― Ángela di una orden.
La atolondrada mujer suspiró haciendo un mohín, sin embargo no le dio por seguir insistiendo, prefirió volver al escritorio haciendo ese repiqueteo espantoso con sus zapatillas altas.
Eché una rápida mirada hacia los cubículos, fue entonces que me di cuenta que cada empleado bajaba la cabeza centrándose en las pantallas de sus ordenadores.
Resoplé.
Sabía que estaban fingiendo delante de mí. Ninguno estaba realmente preparado para el puesto que ocupaban en la empresa. De hecho era la causa de mi estrés de las últimas semanas.
Necesitaba con urgencia jóvenes diseñadores con ganas de sobresalir, con aspiraciones altas y no solo interesados en esperar que lleguen los viernes para salir de juerga.
Maldije por lo bajo sacudiendo la cabeza y entré empujando la puerta de mi amada oficina; el resplandor del sol radiante asomándose por los grandes ventanales me daba la mejor vista de Manhattan, despojándome del saco, tomé mi lugar detrás del escritorio de madera junto con James, quien ocupó la silla de enfrente.
― ¿Hasta cuándo dejarás de ser un amargado? ―increpó el rubio―. De verdad, Edward, me da pena en lo que te has convertido.
― ¿En lo que me he convertido? ―repetí irónico―. Al sol de hoy soy uno de los mejores diseñadores en la industria del calzado femenino.
Nunca dejaría de pasar la oportunidad de hacer alusión a todo los triunfos que he cosechado desde mi joven vida.
Y es que amaba el diseño. No por nada tenía una prestigiosa línea de zapatos posicionada como una de las mejores tiendas de calzado femenino en toda la industria de la moda. La marca registrada como Bluebonnet competía a la par de las grandes marcas como Jimmy Choo y Alexander McQueen.
Busqué siempre ser el mejor.
Tenía fama, fortuna y prestigio. Me era gratificante saber que mi esfuerzo valió cada minuto de desvelo, que cada boceto que plasme con mi absoluta imaginación pudiera ahora observarse en cada aparador de mis tiendas, convertidos en elegantes calzados femenino.
Era un hombre culto, inteligente y con un bajo perfil, siempre tratando de proteger mi vida íntima. Sobre todo, no exponer a los dos seres que amaba, mis hijos.
― Ser uno de los mejores no te libera de ser un cabrón ―James farfulló sacándome de mi verborrea mental―. Eres un egocéntrico, que no quiere trabajadores sino esclavos.
― A la juventud de ahora no les interesa trabajar ―contradije―. No tienen madera para hacerlo, solo les importa salir bien para las fotos de sus redes sociales, se quejan de todo y no tienen aspiraciones en la vida.
James puso los ojos en blanco, sin atreverse a llevarme la contraria.
― Espero que no termines tragándote tus propias palabras ―mencionó.
― Jamás ha ocurrido. Y te juro que el día que suceda no dejaré ir a la persona que entre por esa puerta.
― Espero que no tarde en llegar quién te ponga en tu lugar ―se burló James.
― No te daré el gusto ―rezongue, cuadré los hombros y me encorve hacia el escritorio, mostrando la pantalla de mi ordenador portátil―. Será mejor que empecemos a trabajar, tengo algunas dudas por aclarar del taller de calzado en Italia.
― ¿Sigues interesado en abrir otra fábrica en el país? ―inquirió James― en ese lugar qué tanto te gustó.
Sonreí recordando ese lugar. Mi mente empezaba a divagar cuando unos fuertes gritos me distrajeron.
Fruncí las cejas y mi amigo volteó hacia la puerta al escuchar los disturbios en el pasillo. Parecían alegatos, solo reconocía la voz de Ángela, discutiendo.
Lentamente ambos nos pusimos de pie.
― ¿Qué demonios pasa? ―James se dirigió a la puerta. Fue empujado con furia hacia un lado, trastabillando.
Mostrándose ante mí una chica bajita de figura curvilínea. Se veía agitada y también despeinada, esa larga cabellera castaña tenía bastante frizz, pero no era lo que llamaba mi atención sino la convicción que mostraba en su actitud, manteniendo su mirada en alto.
Sin una pizca de vergüenza.
― Llegué un poco tarde ―expresó con el ceño fruncido― y esta señora dice que ya perdí mi oportunidad, no tengo la culpa haberme perdido en la estúpida ciudad llena de ratas y no hablo de ratas de dos patas, sino de roedores.
― Señor… ―Ángela intervino avergonzada― quise detenerla, lo juro. Pero está loca, ingresó empujándome y diciendo que necesitaba hablar con usted.
La chica resopló poniendo sus manos en sus caderas y flexionando una pierna al mismo tiempo, seguía manteniendo un gesto altanero.
― El viernes estuve aquí y espere tres malditas horas, pasé cada prueba que me hicieron y me quedé con el puesto de diseñadora. No me iré solo porque esta señora lo dice ―increpó furiosa.
Pestañee saliendo de mi aturdimiento. ¿Cómo se atrevía a imponerse a mis órdenes? ¿Quién se creía?
― La puntualidad es el primer requisito para pertenecer a Bluebonnet ―externé―. No importa las razones porque hayas llegado tarde, tu oportunidad se acabó.
― No conozco la ciudad ―insistió la chica―. El viernes le expliqué a su asistente que estaba recién llegada y que me costaba mucho memorizar las direcciones, le dije que me permitieran un horario flexible en la entrada, al menos en lo que me aprendo el camino del apartamento donde vivo hacia aquí.
Mis ojos fueron hacia Ángela. Ella alzó levemente los hombros y con eso supe que la chica altanera no mentía.
― No importa si vives en el último infierno ―espete― el horario de entrada es a las 8 am, para todos sin excepción.
Los ojos marrones de la chica se estrecharon con un brillo distinto, era notorio que no era de su agrado, así como ella tampoco lo era de mí.
― Llegué cuarenta y tres minutos tarde ―masculló ella― bien pueden descontar los minutos de la nómina ¿no?
¿Por qué tenía qué responder? ¿Por qué simplemente no daba media vuelta cómo hacen todos y desaparece?
― No en mi empresa ―acote.
― Según la ley del trabajo hay flexibilidad ―opinó James― su excusa es válida, está recién llegada a la ciudad ¿tienes cómo comprobarlo? ―se dirigió a la chica de esa forma conquistadora que solía acercarse a las mujeres.
Ella sacó su identificación y la tendió a él sin darle importancia a mi opinión.
― Así que eres…
― Lo soy ―interrumpió la chica― queda comprobado que no miento.
James volteó a mirarme con una sonrisa burlona.
― La señorita Swan había pedido flexibilidad en su horario laboral ―intervino una avergonzada Ángela― olvidé mencionarlo, señor Cullen.
Ofuscado hice un mohín.
― Solo que usted ―continuó―, no me dejó terminar de hablar y me dio una orden a seguir. La señorita Swan nunca mintió.
Pellizqué el puente de mi nariz mientras soltaba el aliento por lo bajo. Me sentí extraño al recular a una orden extendida por mí.
Jamás me permití dar un paso atrás.
Pero tampoco era un ruin y arbitrario jefe.
Asentí con la cabeza sin dejar de ver esos profundos ojos marrones que parecían odiarme con toda su fuerza.
― Puedes acordar tu horario laboral con Ángela ―le dije― bienvenida a Bluebonnet.
La chica no quitó sus ojos de mí al tiempo que sonreía.
No intentes medirte conmigo pequeña chica enojona porque puedo hacer de tus días un infierno.
¡Hola! Aquí estoy nuevamente con una aventura más, una historia más tranquila y fresca con una pincelada de drama, ojalá te decidas a unirte al viaje y le des una oportunidad, ¿que dices? ¿te unes?
Estaré respondiendo sus dudas en el siguiente capítulo.
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Gracias totales por leer🌿
