Capítulo 13
Al cabo de unos minutos, la conversación entre los hermanos terminó e Itachi le pidió a Sasuke que lo acompañase para hablar con Karin de un tema importante sobre Sakura. Y en el momento en el que Shisui se quedó solo, una sonrisa pícara se dibujó en sus labios al tiempo que dirigía la mirada hacia las escaleras del piso superior. Sabía que su hermano lo mataría después de eso, pero no podía evitarlo. Sus pies se dirigieron hacia esas escaleras y comenzó a subirlas. La verdad es que estaba deseando conocer a la joven que le había robado el corazón a su hermano y, aunque ya la había visto cuando él mismo la cargó hasta la habitación, sabía que su aspecto no era el que seguramente iba a encontrarse en ese instante.
Shisui carraspeó y cuadró los hombros antes de llamar a la puerta.
Sakura se encontraba descansando sobre la almohada después de disfrutar de la deliciosa comida que le había subido y desde entonces se sentía con más fuerza. Después de varios días con fiebre y sin comer necesitaba recuperar el tiempo perdido, por lo que esa comida la llenó de ánimo y energía. Pero hacía rato que estaba comenzando a aburrirse y echaba terriblemente de menos una buena conversación o un paseo fuera de esos muros, pero cuando intentaba moverse, sentía un intenso mareo que la hacía volver a tumbarse. En un momento dado, apartó el vendaje y vio que la herida estaba casi curada, pues apenas la había rozado, por lo que lo que la tenía así era la pérdida de sangre, y sabía que comiendo bien se recuperaría en cuestión de un día, dos como mucho.
Por eso, cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta, se sobresaltó al pensar que se trataba de Itachi, que tal vez volvía junto a ella, y acomodó las sábanas y su pelo inconscientemente. Después, dio paso al recién llegado y carraspeó, nerviosa.
Cuando la puerta se abrió y vio a la persona que entraba, sintió como si su corazón se parase de golpe. Un guerrero, al que no había visto jamás entre los Uchiha, entró y cerró la puerta tras él. Sakura tragó saliva y apretó las sábanas contra su cuerpo, temerosa de que pudiera intentar propasarse como había sucedido en las caballerizas.
—¿Quién sois y qué queréis? —preguntó con firmeza e intentando ocultar el nerviosismo creciente dentro de ella.
El guerrero esbozó una amplia sonrisa que, de no ser por la perturbación que sentía, habría pensado que era encantadora. El rostro del joven se suavizó y dio unos pasos hacia la cama, pero cuando vio que Sakura intentaba incorporarse para huir, levantó las manos en señal de paz.
—Tranquila, muchacha, solo quería conocerte.
Sakura frunció el ceño al ver que la trataba sin formalidades y lo miró de arriba abajo.
—Tal vez mi error ha sido creer que me reconocerías por mi parecido a mi hermano mayor. Soy Shisui Uchiha.
—¿El hermano de Itachi? ¿Eres al que mi padre había hecho prisionero?
El joven amplió su sonrisa y asintió.
—El mismo, aunque ya sé lo que estás pensando: soy más alto, más apuesto y más amable que mis hermanos. ¿Me equivoco?
Aquellas palabras hicieron reír a Sakura, que se sintió algo más relajada junto a él. Shisui se acercó más a la cama y la observó con la misma sonrisa atractiva que antes.
—Espero que no te moleste que te trate con esta familiaridad, pero como nos ha unido esta situación, no puedo evitarlo. Además, no puedo tratar a una dama tan bella como tú con esa frialdad.
Sakura sintió que sus mejillas se teñían de rojo y agachó la mirada. La verdad es que el guerrero tenía razón: él parecía ser el único amable de los hermanos, pues los dos mayores eran más serios y fríos cuando se relacionaban con alguien. Y, sin saber muy bien por qué, Sakura se sintió bien a su lado, como si lo conociera de antes y fueran amigos de toda la vida, por lo que el ambiente se relajó al instante.
—Te pareces mucho a tu madre.
Sakura levantó la mirada de golpe y lo observó, sorprendida.
—¿La has visto? ¿Cómo está?
—Fue ella la que me liberó, muchacha. Tu madre se la jugó por mí. Sakura arrugó el rostro, sin entender.
—¿Mi madre? Jamás haría algo en contra de mi padre.
—Pues algo debió de no gustarle cuando esperó hasta medianoche para ir a salvarme. Además, urdió un plan perfecto.
—¿Y te dijo algo? —preguntó, esperanzada.
Shisui sonrió.
—Sí, me pidió que a cambio los Uchiha te liberáramos.
El rostro de Sakura se quedó serio de repente y creyó que su corazón se había parado tras escuchar aquellas palabras. El final estaba cerca. Aquello que había deseado desde que la secuestraran estaba más cerca, pues puede que los Uchiha la dejaran libre muy pronto, pero ¿era eso lo que realmente deseaba? Pensó en lo que aquello significaba y es que puede que volviera al convento en pocos días o también que su padre la mantuviera encerrada en su propio castillo sin poder salir de su habitación. ¿Eso era mejor que la vida que había tenido entre los Uchiha? Y luego estaba Itachi... No volvería a verlo más; sus labios no iban a pertenecerle nunca y siempre viviría con las ganas de haberlo besado una vez más; de tocarlo allá donde la decencia no existiera y disfrutar de la vida que siempre había deseado.
—¿Estás bien, muchacha? ¿He dicho algo que te ha incomodado?
La voz de Shisui la hizo reaccionar y levantó de nuevo la mirada hacia él, observándolo como si fuera la primera vez que lo veía. Sakura negó con la cabeza y carraspeó, aunque no pudo evitar volver a sobresaltarse cuando el guerrero habló de nuevo.
—Supongo que no echarás de menos a mi hermano Itachi. No es tan atractivo ni caballeroso como yo...
Sakura sonrió tímidamente y balbuceó algo que apenas pudo entender, pero Shisui obtuvo la respuesta que deseaba. Su sonrisa se amplió al ver el nerviosismo que le habían causado sus palabras y llegó a la conclusión de que su hermano y esa muchacha estaban hechos el uno para el otro, pues parecían tan cerrados a mostrar sus sentimientos que serían capaces de dejar pasar el tiempo sin decirse absolutamente nada.
—Bueno, no quiero molestar por más tiempo, muchacha. Me alegro de haberte conocido y de comprobar que no tienes nada de tu padre.
—Gracias, eres muy amable.
Shisui sonrió e hizo una inclinación de cabeza. Después se giró y salió de la habitación, dejando a una sorprendida y preocupada Sakura.
Itachi dio un nuevo manotazo en la mesa de su despacho mientras miraba con rabia a Karin. Aún no podía creer que la joven con la que había compartido placer en su cama lo había traicionado de aquella manera tan solo por celos.
Sasuke observaba todo desde un lado cerca de la ventana y dejaba que fuera Itachi quien hablara con la doncella. También estaba sorprendido por lo que había escuchado de boca de su hermano, pues hasta entonces no sabía nada de aquello. Aunque fueran enemigos, jamás se dejaba morir de esa manera a alguien, y menos a una mujer.
Karin lloraba desconsolada e intentaba convencer a Itachi de que lo que le había contado Sakura era totalmente mentira. Ella decía una y otra vez que nunca habría hecho algo así, además de que las mazmorras eran un lugar al que nunca había bajado.
—Estás agotando mi paciencia, Karin —repitió el laird—. Quiero saber por qué dejaste a Sakura desangrándose en la celda.
—Quien la dejó desangrándose fue Sasuke, no yo —dijo airada y con el mentón ligeramente más alto de lo normal.
Itachi apretó los puños y levantó una mano para frenar a su hermano, que había dejado su puesto para acercarse a la doncella. A su señal, Sasuke volvió junto a la ventana y esperó pacientemente a pesar de que hervía de rabia por dentro.
—No eres la más indicada para juzgar lo que los guerreros del clan hacen o no. Eres una doncella, así has sido y así seguirás siendo, a menos que desees dejarnos...
—¿Me estás echando? —dijo con voz tomada por las lágrimas.
Itachi levantó una ceja. No podía creer la facilidad de la joven para cambiar de un carácter a otro en cuestión de segundos, lo cual le confirmó aún más las palabras de Sakura. Y pensando que su silencio era una confirmación, Karin golpeó la mesa con los puños.
—¡Fui yo quien te dio la idea de ir a por esa maldita furcia Haruno! ¿Y así me lo pagas? En cuanto llegaste con ella me echaste de tu cama. ¿Tan dura te la pone que ya ni siquiera soportas mi presencia?
—Karin, hablas como si hubieras sido algo más que una amante. Desde el principio te dejé las cosas claras. Solo compartimos cama algunas noches, pero nada más. Si te has hecho ilusiones es problema tuyo. Además, no olvides que estás hablando con tu laird, así que modera tu tono. Es la segunda vez que te lo repito.
La joven volvió a golpear la mesa, esta vez con las lágrimas rodando por las mejillas.
—Yo te quiero, Itachi.
—Si fuera amor, no sentirías celos.
Karin rugió de rabia y tiró una de las sillas del despacho.
—¿Entonces la quieres? ¿Te has enamorado de una furcia Haruno?
—Si quieres seguir conservando tu puesto en el castillo y en el clan, será mejor que moderes la forma de dirigirte a las personas. El respeto es fundamental. Te lo advierto de nuevo, no vuelvas a acercarte a Sakura jamás o habrá consecuencias.
Karin resopló y lo encaró.
—Como usted ordene, laird.
Y sin esperar a que Itachi dijera nada más, Karin salió del despacho como alma que lleva al diablo, dando un sonoro portazo. Las lágrimas corrían por sus mejillas y apretaba los puños con tanta fuerza que sintió cómo las uñas se le clavaban en la carne, pero no le importó. Era tanta la ira que sentía por dentro que habría sido capaz de derribar el castillo piedra por piedra hasta deshacerse de su enemiga.
—No has debido quitarme lo que es mío —susurró mientras salía por la puerta del castillo para tomar el aire frío y serenarse—. Si Itachi no es para mí, tú no vas a ser para él. Lo juro...
Sasuke suspiró mientras se aproximaba a la silla que había tirado la doncella y volvía a ponerla en su lugar.
—Por esto te dije que no la acogieras en tu cama —le explicó—. Una mujer de la taberna jamás se habría puesto así.
Itachi se dejó caer, cansado, sobre la silla y apoyó la cabeza entre las manos. Jamás imaginó que una mujer pudiera traerle incluso más problemas que un enemigo.
—Si se ha puesto así por celos al pensar que estás con Sakura, imagínate cuando se entere de que te vas a casar con ella.
Itachi levantó la mirada y elevó una ceja, observándolo.
—Aún no he decidido si me voy a casar. Sasuke esbozó una sonrisa de lado.
—Pues si no te decides pronto, tal vez alguno se te adelantará...
Itachi se levantó de golpe y tiró al suelo la silla en la que estaba sentado.
—¿De quién hablas? —le exigió saber.
Para sorpresa de su hermano, Sasuke lanzó una sonora carcajada, que escuchó Shisui cuando abrió la puerta del despacho sin llamar. Este miró a su hermano mediano con sorpresa y le soltó:
—Vaya, Sasuke bromeando... Esto es nuevo. ¿No te estarás muriendo?
El hermano pequeño se ganó un puñetazo en el hombro del aludido y se quejó.
—Esto sí es más normal. ¿Qué me he perdido?
—Nada, Karin se ha puesto celosa al ver que Itachi está interesado en nuestra prisionera. Shisui silbó.
—Pues no me la quiero imaginar cuando llegue a sus oídos la noticia de tu boda... Itachi resopló mientras Sasuke volvió a reír.
—Eso está por ver. Además, a vosotros debería daros igual.
—A mí no —lo cortó Shisui—. Di mi palabra, hermano.
—Está bien, lo decidiré lo antes posible.
Sus hermanos asintieron al tiempo que unos nudillos insistentes llamaron a la puerta. Itachi le cedió el paso, y cuando la puerta se abrió y los tres vieron quién había detrás, en sus rostros se dibujó una expresión entre sorprendida y horrorizada. Itachi frunció el ceño cuando una pálida Sakura entró en el despacho apoyándose en la pared para evitar caerse, pues aún sentía debilidad por la sangre perdida y cuando estuvo a punto de ordenarle que volviera al dormitorio, la joven habló:
—Necesito hablar contigo.
—Deberías volver a la cama —le sugirió él—. Aún estás débil.
Sakura negó con la cabeza e irguió el cuerpo todo lo que pudo mientras su piel parecía volverse aún más blanca.
—A solas, por favor.
Shisui asintió y salió junto a Sasuke del despacho. Cerraron la puerta y los dejaron solos. Itachi luchaba
consigo mismo para no aproximarse a ella y ayudarla a sentarse, pero se sentía tan nervioso que no sabía exactamente qué hacer. Por lo que se quedó en su sitio y la miró con el ceño fruncido.
—Me ha dicho tu hermano Shisui que le prometió a mi madre que me soltaríais. El rostro del guerrero se contrajo aún más.
—¿Mi hermano? ¿Cuándo ha hablado contigo?
—Hace un rato ha ido al dormitorio.
—¿Qué?—renegó—. Será...
Sakura dio un paso hacia él, dejando su apoyo en la pared y tambaleándose ligeramente.
—¿Es cierto?
—Sí. Tu madre lo soltó con esa condición —le informó. Sakura tragó saliva, poniéndose nerviosa.
—Entonces me gustaría hacer un trato contigo.
—¿Perdón? —preguntó cruzándose de brazos.
—Si vuelvo a mi hogar, mi padre volverá a enviarme al convento o me encerrará en el castillo. El guerrero asintió y esperó a que continuara.
—No quiero causar más problemas aquí, así que he pensado que si me das algo de dinero desaparecería y podría vivir mi propia vida.
Sakura calló y miró a Itachi, que la observaba con estupefacción. Durante unos segundos, el silencio era lo único que podía escucharse a su alrededor. Una callaba esperando su respuesta, mientras que el otro aún no podía creer que las palabras que habían salido de su boca fueran ciertas.
—¿Y cuánto crees que vas a sobrevivir así, muchacha? Es un disparate. Sakura torció el gesto.
—Toda mi vida he tenido que defenderme yo sola y aprender a vivir sin la ayuda de nadie, así que podría hacerlo perfectamente. O tal vez podría encontrar a algún buen hombre con el que poder casarme...
—No puedo permitir algo así, muchacha —le respondió con vehemencia.
Itachi se alejó de ella y respiró hondo. Necesitaba pensar mientras su imagen no estuviera delante de él tan llamativa y atrayente, pues no podía dilucidar con claridad. El carácter que estaba mostrando la joven lo llamaba intensamente y provocaba en él que despertara un acuciante deseo por poseerla y hacerla suya para hacerla callar y quitarle aquella terrible idea de la cabeza. Y esa idea de que pudiera encontrar a otro... No...
—No puedes obligarme a nada.
Otra vez esa voz aterciopelada que lo hacía desear más. Y más. Un caluroso deseo irrefrenable lo embistió de repente y, girándose hacia ella, se precipitó hacia Sakura y le tomó el rostro mientras la empujaba suavemente hacia la pared. Cuando el cuerpo de la joven chocó contra las frías piedras, Itachi unió su frente a la de Sakura y cerró los ojos un instante.
El corazón de ella saltó de repente, pero no por miedo a él, sino un temor hacia sí misma al notar de nuevo lo mismo que le había hecho sentir en las caballerizas. Las manos del guerrero eran fuertes y tan calientes que notó cómo una corriente recorrió su cuerpo de arriba abajo, posándose finalmente en el bajo vientre. A pesar de la cercanía, lo miró y descubrió que tenía los ojos cerrados, pero cuando el guerrero los abrió y sus ojos amenazaron con hacerle perder el sentido, Sakura cerró los suyos mientras sus labios latían con fuerza, deseando ser besados.
—Me vas a volver loco, muchacha. No puedo imaginarte en brazos de otro.
—¿Por qué? No tengo otra opción.
—No con otro. Me niego a que te vayas con cualquier otro que no sea yo —susurró contra sus labios—.
Eres mía. Solo mía.
Sakura lo miró y la congoja le cerró la garganta tras escuchar aquellas palabras, pero cuando separó sus labios para responder, Itachi aprovechó y la besó. Sakura se sintió embriagada por la cercanía del guerrero y este, al ver que la joven se dejaba hacer, devoró su boca con auténtico frenesí. Aquellos labios voluptuosos y tentadores lo llamaban y parecían recibirlo con tanto placer que el joven estuvo a punto de perder el control.
La deseaba como nunca había deseado a ninguna otra mujer y de no ser porque logró controlarse, la habría tumbado sobre la mesa y le habría robado su virtud, pues ella también estaba totalmente entregada a él. Con delicadeza, saboreó sus labios, los lamió con auténtica pasión mientras sus manos
bajaban hasta la cintura de la joven para acariciarla, intentando no llegar a la zona de la herida para no hacerle daño. Cuando Sakura lanzó un gemido ahogado por sus labios, Itachi comenzó a bajar lentamente hasta su cuello, notando el intenso calor que se desprendía de Sakura, que volvió a gemir en su oído cuando sus juguetones labios lamieron con deleite la base de su cuello. Todo aquello le resultaba nuevo a Sakura, pues jamás la habían besado y el guerrero le parecía un hombre tan sumamente ardiente, varonil, rudo y a la vez suave que no pudo resistirse a él y se dejó llevar. Sus inexpertas manos se posaron en el pecho de Itachi y se aferraron a su camisa, pues temía caer a sus pies. Tenía la mente tan embotada por el beso que sus piernas temblaban.
Itachi sabía que Sakura se encontraba totalmente a su merced y si la llevaba hasta la mesa, lo dejaría hacer, pero no quería aprovecharse de ella. Así no. Por lo que cuando sus labios comenzaron a volverse exigentes, se separó de ella, aunque su frente siguió pegada a la de la joven.
—No puedo dejar que te marches, Sakura, pero no por las consecuencias entre los clanes, sino porque creo que la locura se postraría sobre mí. Creo que he caído bajo un hechizo del maligno por haber sacado a una novicia de un convento, pues desde entonces no puedo sacarte de mi cabeza. No me importa quién sea tu padre, incluso me da igual la promesa de mi hermano hacia tu madre; tan solo quiero que estés aquí, a mi lado, junto a los Uchiha. Lo que deseo fervientemente es hacerte mía una y otra vez; hacer que olvides el pasado. Necesito que te quedes aquí.
Sakura levantó levemente la cabeza y se separó tan solo unos centímetros de él. La joven se perdió unos instantes en aquellos ojos y solo reaccionó cuando su voz ligeramente ronca por el deseo volvió a sonar.
—Quédate en el castillo Uchiha. Por mi culpa lo has perdido todo, pero yo te cuidaré, te proporcionaré lo que necesites, te daré todo.
Sakura mostraba sorpresa en aquellos ojos verdes mientras que los de Itachi parecían desesperados por una respuesta por su parte. La joven sentía algo en la boca de su estómago que no sabía explicar, pero lo que sí conocía es que eso solo se lo provocaba la presencia del guerrero tan cerca de ella. Su masculinidad, su fuerza, incluso su tosquedad. Todo en él la llamaba y la dejaba sin sentido cuando él estaba cerca. Y aquellas palabras que le había dedicado habían hecho que una parte de ella se derritiera, pero había algo que Itachi no había nombrado:
—¿Y amor? ¿Podrías darme eso?
El rostro de Itachi se torció mientras la duda crecía en él, pero las palabras de Sasuke volvieron a aparecer en su mente y si era verdad que era amor si lo volvía loco el simple hecho de poder perderla, entonces tenía una respuesta.
—Por Dios santo, muchacha, creo que lo hago desde el mismo momento en el que te vi en el patio de ese oscuro convento, cuando huiste de nosotros a caballo y cuando te desmayaste entre mis brazos. Y cuando vi que estabas herida... pensé que te perdía. Me vuelve loco pensar que tú no sientas lo mismo porque de ser así, creo que sería capaz de encerrarte entre estos muros y demostrarte a diario cuánto te amo hasta que te enamores de mí. Te daría amor todos los días y todas las noches. Quédate, Sakura Haruno.
Los ojos de Sakura se llenaron de lágrimas que intentaba no derramar al tiempo que su pecho le dolía al obligarse a sí misma a no derrumbarse frente a él. Todo lo que le estaba diciendo la llenaba de alegría, la hacía sentir importante para alguien por primera vez en su vida y después de todo lo que había sufrido, algo le decía que debía aclarar las cosas.
—Pero yo no quiero ser la amante de nadie, como tu doncella —le dijo con seriedad—. No quiero que llegue un momento en el que te canses de mí y me abandones por otra.
Itachi esbozó una sonrisa y llevó las manos al rostro de la joven.
—¿Aún no te has dado cuenta de lo que quiero decirte? —preguntó en un susurro—. No te quiero como amante, aunque quiera pasar todas las noches junto a ti. Te quiero como mi esposa, como la madre de mis hijos, como la compañera que necesito para llevar el clan... Como todo, Sakura.
Y esta vez, sin poder evitarlo, las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Sakura hasta perderse en su cuello. Aquellas eran las palabras que tanto había anhelado escuchar de sus labios y antes de responder, lo abrazó con fuerza. Tenía la sensación de que todo el dolor y la debilidad que le había provocado la herida del costado de repente habían desaparecido, llenándose de fuerza y arrojo ante lo que pudiera suceder en un futuro si él estaba a su lado.
Itachi sonrió y apoyó la barbilla en la cabeza de Sakura. Después la rodeó con sus brazos y, para su sorpresa, por primera vez en su vida se sintió completo, como si todo lo demás a su alrededor no importara, tan solo ellos dos. La apretó con fuerza contra él y acarició su espalda lentamente, haciéndole promesas en silencio para el resto de su vida.
Minutos después, Sakura levantó la mirada y lo observó con una sonrisa.
—Cuando te vi bajo la lluvia aquella noche pensé que eras un dios vengador que querría matarnos a todas, pero después de conocerte me he dado cuenta de que no me has tratado como a una prisionera a pesar de serlo. A pesar de todo he visto respeto e incluso admiración y cada vez que me tocabas, aunque
solo fuera un simple roce... no sé qué me pasaba, pero es algo que no puedo explicar. Quería que siguieras tocándome o besando, lo quería todo, Itachi, así que mi respuesta es sí. Me quiero casar contigo.
Itachi soltó de repente el aire contenido y esbozó una sonrisa amplia, algo que Sakura no había visto jamás. Se le veía relajado y cercano así en la intimidad y era algo que a la joven le encantaba y enloquecía a partes iguales. Itachi le había demostrado que no solo era un fiero guerrero capaz de manejar con firmeza una espada, sino que era también alguien amable y dulce, algo que la sorprendió.
El guerrero la apretó más contra sí y bajó la cabeza para besarla. Sí, le había costado reconocerlo y decirlo, pero la amaba, por Dios que así era. Y cuando por fin se casaran, le demostraría una y otra vez hasta dónde llegaba su amor.
