El Ascenso del Monstruo Interior
Siento que estoy de pie, siento que estoy de pie, pero no quiero abrir mis ojos.
Por el olor puedo reconocer el lugar.
Me sumerjo en los aromas que impregnan mi oficina, una amalgama reconfortante de notas de madera de los libros en las estanterías, el ligero zumbido de la máquina de escribir que reposa sobre mi escritorio y el frescor sutil de las hierbas aromáticas dispersas por la habitación.
Entonces, entiendo lo que está sucediendo.
Mi corazón late, late de ira, una ira que se alimenta de la necesidad de justicia, de retribución. No importa si tengo el poder de regresar y salvar a aquellos que una vez perecieron, porque el solo hecho de que recuerde lo que hicieron me basta.
No perdonaré a nadie.
Aprieto mis manos, sintiendo que cada célula de mi cuerpo clama por venganza, una llama que arde sin cesar, avivada por la injusticia. Todo lo que debo hacer es seguir adelante.
En este momento, el poder que me ha sido otorgado me lo permite.
Cuando finalmente decido abrir los ojos, lo hago con la certeza de que me encuentro en mi santuario, mi refugio en este mundo ilusorio. Observo con satisfacción los detalles de mi oficina, meticulosamente restaurada a algún día al azar en el tiempo.
Aunque la fecha exacta no la conozco, no importa en este momento.
Lo que importa es avanzar.
Estoy a punto de dar media vuelta cuando el movimiento de mi silla, que permanecía de espaldas, captura mi atención. Mi instinto de supervivencia se activa de inmediato, y busco frenéticamente mi pistola. Sin embargo, antes de que pueda alcanzarla, mi mirada se cruza con la de ella.
—Nos vemos de nuevo. Ha pasado un tiempo —me saluda Pandora, alzando la mano y esbozando una sonrisa que hiela mi sangre—. ¿Me has echado de menos?
La sorpresa me paraliza por un instante mientras observo el vacío que se extiende más allá de las ventanas. Mis manos tiemblan, reconociendo la realidad implacable de este mundo ficticio. Inhalo profundamente, pero mi mente lucha por comprender el propósito de su presencia.
Aprieto los puños con fuerza, pero mi gesto se desvanece cuando ella saca mi propia pistola; la pistola que creía tener bajo mi cinturón. Observo con cautela cómo acaricia su acabado, antes de apuntarla directamente hacia mí.
¿Qué pretende ahora?
—Has hecho un buen trabajo. —Sonríe, sus ojos penetrantes clavados en los míos con intensidad—. Es un arma fácil de usar, bastante bien hecha.
Mis dedos se tensan involuntariamente ante su aparente tranquilidad. La presión del momento se hace palpable mientras el dedo de Pandora se posa sobre el gatillo, y antes de que pueda reaccionar, el estruendo del disparo retumba en la habitación, rompiendo el silencio con un eco ominoso.
¡Bang!
Un mareo momentáneo me sacude, como si algo atravesara mi cráneo y desestabilizara mi equilibrio.
Sin embargo, cuando recobro la compostura y examino mi entorno, no encuentro rastro de herida alguna. No hay sangre, ni hay dolor; simplemente, no ha sucedido nada. Mi mirada se cruza con la de Pandora, y ella no muestra ni el más mínimo cambio en su expresión impasible.
—Con ese acto has perdido una vida, una valiosa vida. —Ella guiña su ojo, desafiante, provocando un eco de reflexión en mi mente. ¿Una vida valiosa?
¿A qué se refiere con eso?
—Pensé que serías más precavido. —Ella pone su mano en su cabeza, en un gesto de desaprobación—. Él me contó cosas de tu vida, pensaba que sería justa si lo hacía, pero quizás me equivoqué.
El peso de sus palabras se cierne sobre mí, y mi mente se esfuerza por procesar la complejidad del momento. Mientras tanto, Pandora se levanta con una elegancia indiferente, mientras yo me debato en un mar de pensamientos tumultuosos.
—¿Por qué debería tener una vida precavida si puedo reiniciar? —Mi voz resuena con un toque de desafío mientras extiendo mis brazos, enfrentándola con determinación—. Todo lo que tengo que hacer es reiniciar, hacerlo hasta que todo salga como yo quiero que salga.
Pero mis palabras no logran ocultar la verdad incómoda que se arraiga en mi conciencia.
Fui un estúpido al no confiar ciegamente en mi habilidad para reiniciar, sin contemplar que usarla es el mejor camino por seguir.
—No me lastima, puedo acabar con mi vida con un solo disparo. —Una sonrisa irónica se curva en mis labios mientras visualizo las múltiples posibilidades que se despliegan ante mí—. Seré más fuerte, puedo reiniciar cuantas veces quiera.
Pero la confianza en mis propias habilidades no basta para desvanecer la sombra de la incertidumbre que se cierne sobre mí. Pandora se acerca con pasos firmes, su sonrisa persistente como un enigma sin resolver.
—Puedo ser más fuerte que cualquiera, puedo saberlo todo. —Aprieto mis manos con determinación, reconociendo el poder que yace en mi alcance—. Puedo aprender absolutamente todas las habilidades, hasta donde mi mente pueda alcanzar.
La revelación de mi verdadero potencial resuena en el aire cargado de la oficina, mientras mis pensamientos dan vueltas en un frenesí de posibilidades. Con este poder, no necesito depender de la planificación meticulosa.
Simplemente tengo que reiniciar, una y otra vez, sin importar cuánto tiempo lleve.
Todo lo que importa es cumplir con mis objetivos. Pero a medida que las palabras resuenan en mi mente, una sensación de vacío se apodera de mí.
Pensaba que la realidad se distorsionaría, que vería a todos como simples peones en un juego sin sentido. Sin embargo, ¿acaso no era así desde el principio?
—Desde la primera muerte lo supe, todo lo que tenía a mi alrededor es falso. —afirmo, mirándola a los ojos mientras esta se detiene en seco, y yo continúo con un nudo en la garganta—: A mí no me importa quién esté frente a mí, si no es la misma persona que tuve en un bucle anterior, lo que sea. No tiene sentido aferrarse al pasado, solo debo concentrarme en el presente que estoy viviendo.
"Betty solo quiere verte feliz", susurra su voz en mi recuerdo, un eco de ternura y amor que se desvanece en la bruma del dolor y la venganza.
Las palabras de Beatrice resuenan en mi mente como un eco lejano, un recordatorio doloroso de lo que alguna vez fue y ya no será.
Lo siento, Beatrice, pero para ser feliz primero debo vengarte, aun si estas con vida en esta realidad, te vengaré.
El contacto de la mano de Pandora en mi hombro me devuelve bruscamente a la realidad, su mirada fija en la mía mientras agarro su brazo con desesperación.
—Sácame de aquí, tengo muchas cosas que… —mi súplica se interrumpe con su respuesta implacable.
—Te quedan dos. —Su voz, firme y clara, se clava como una daga en mi conciencia.
Dos vidas…
La forma en que pronuncia esas palabras despierta una serie de recuerdos en mi mente, imágenes fugaces de batallas perdidas y muertes repetidas, incluyendo la muerte con Ley. Aquellos momentos de agonía y desesperación cobran vida una vez más, desencadenando una tormenta de emociones dentro de mí.
Mis manos empiezan a temblar mientras mis ojos buscan respuestas en el rostro impasible de Pandora. Mi corazón late con tal fuerza que siento que va a salir de mi pecho, una mezcla de miedo, ira y determinación que amenaza con consumirme.
—¿Dos vidas? —mi voz apenas es un susurro, pero el silencio que sigue es ensordecedor. Pandora sigue sonriendo, como si fuera una muñeca de porcelana, imperturbable ante el caos que me consume.
Mis piernas ceden por un instante ante la abrumadora magnitud de la revelación, pero me obligo a recomponerme rápidamente. Ella sigue sonriendo con tranquilidad, mientras que yo apenas puedo sostenerme de pie.
—¿¡Por qué?! —La tomo de los hombros con firmeza, pero su rostro impasible no refleja ni una pizca de sorpresa—. ¡Era lo único que tenía! ¡Yo! ¡YO!
El nudo en mi garganta se aprieta mientras la ansiedad me consume, haciendo que mi respiración se vuelva agitada y el sudor perlado caiga por mi frente. Sé exactamente qué es este sentimiento, lo he sentido desde mucho antes de llegar a este mundo irreal.
—¿¡Por qué me lo quitaste?! —grito con odio, pero ella permanece en silencio, inmutable ante mi furia.
El miedo a la muerte se cierne sobre mí como una sombra ominosa, recordándome la fragilidad de mi existencia.
Con un empujón de desesperación, intento sacudir su indiferencia, pero ella simplemente retrocede sin decir una palabra. Con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, doy media vuelta mientras muerdo nerviosamente una de mis uñas.
Si solo me quedan dos vidas, ¿cómo podré enfrentar lo que se avecina? La perspectiva de tener solo un intento más antes de enfrentar mi destino final me abruma, me deja sin aliento.
Intento calmar mis nervios moviendo mis manos frenéticamente, pero la incertidumbre se arremolina a mi alrededor, amenazando con ahogarme en un mar de desesperación. Cada paso que doy se cierne en mi mente, la presión de mis pisadas, la sensación de desesperación en mi cuerpo.
—Me había decidido, me había decidido. —Mi voz se quiebra mientras mis ojos escudriñan frenéticamente el lugar que una vez fue un refugio seguro.
"Creo que sería más lindo si lo decoramos con libros de hecho", resuena la voz de Beatrice en mi mente, recordándome los momentos compartidos y la calidez de su presencia.
Puedo verla claramente, moviéndose con gracia mientras decoraba la oficina con su magia, haciendo que los libros danzaran en los estantes como si fueran sus propios juguetes.
Cada paso que doy se siente como una eternidad, y la habitación parece extenderse hasta el infinito ante mí. Los recuerdos inundan mi mente, llenándola con la presencia de aquellos a los que he perdido.
"¡Hoy no le has contado una historia a Betty supongo!", su voz resonando con reproche por mi descuido. Sigo girando, tratando de escapar de los fantasmas del pasado que me persiguen, pero son como sombras que se aferran a mis talones, recordándome lo que he perdido.
"Hoy Emilia le dijo a Betty que le traería un regalo de hecho, jejeje", su risa resonando con alegría mientras recordaba los momentos felices con su amiga. Los recuerdos se vuelven más nítidos con cada paso, envolviéndome en un torbellino de emociones encontradas mientras me enfrento a la realidad implacable de mi situación.
Tantos recuerdos se agolpan en mi mente, como si fueran fragmentos de un espejo roto que se clavan en mi conciencia.
"¡Betty quiere ir a la gran cascada de hecho!", su voz resuena en mis oídos, llena de entusiasmo y alegría. Recuerdo el brillo en sus ojos cuando mencioné la posibilidad de un viaje en globo, y cómo su risa inundaba la habitación como un torrente de felicidad.
Tantas promesas, tantos sueños compartidos. "Mientras Betty te tenga, ella estará en casa donde quiera que esté, supongo", su ruborizada confesión me transporta de nuevo a esos momentos de complicidad y ternura que compartíamos.
Aprieto mis manos con fuerza, sintiendo el peso abrumador de la culpa que me oprime el pecho. Fui yo quien desencadenó este caos, mi mera existencia fue la chispa que encendió el fuego de la destrucción.
Un error fatal que no puedo deshacer.
—No es justo. —Mis palabras se escapan de mis labios en un susurro ahogado por la desesperación, mientras caigo de rodillas al suelo, abrumado por el peso de mi impotencia.
Pandora se acerca con una risa burlona, como si el sufrimiento ajeno fuera motivo de diversión para ella.
—Jajaja, no pasa nada por ella, solo tienes que volver a reiniciar. —Su voz suena como una burla cruel en mis oídos, mientras coloca su mano sobre mi cabeza con una mezcla de condescendencia y desdén.
Observo con atención su rostro, notando un cambio sutil pero significativo. Antes parecía una mujer de treinta años, pero ahora su apariencia es más juvenil, apenas unos veinte años. ¿Qué clase de poder oculto le permite alterar su aspecto de esta manera?
—Me gustó verte, Marco Luz. —Su despedida suena como un eco lejano, apenas perceptible entre el tumulto de mis pensamientos angustiados.
El mundo a mi alrededor comienza a distorsionarse, fundiéndose en una amalgama de sombras y luces parpadeantes. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, sintiendo cómo la oscuridad se cierne sobre mí como un manto gélido y opresivo.
—Permíteme salvarla, permíteme seguir a su lado. —Mis palabras brotan de lo más profundo de mi ser, un ruego desesperado que escapa de mis labios sin control—. Es todo lo que tengo, no puedo permitirme perderla.
Me arrodillo ante Pandora, humillado por la magnitud de mi súplica, pero no me importa. Por Betty, por el único rayo de luz en mi existencia, estoy dispuesto a someterme a cualquier precio.
—Por favor. —Siento el frio suelo en mi frente, siento mi sangre hervir y mi corazón hundirse en vacio.
El mundo se desvanece a mi alrededor, sumiéndome en la oscuridad absoluta.
—Podrás estar a su lado, pero no de la forma que quieres.
Las últimas palabras de Pandora resuenan en mi mente como un eco sombrío, dejando en mí una sensación de vacío y desamparo.
Siento el roce suave de las gotas de lluvia golpeando mi rostro, mientras mi cuerpo se tensa con la sensación de agotamiento y desolación que me embarga.
Cierro los ojos con fuerza, esperando encontrar algo de consuelo en la oscuridad, pero lo único que encuentro es un brillo purpúreo que ilumina mi camino hacia la perdición. Y, sin embargo, en medio de la desesperación, una sonrisa se forma en mis labios.
—Soy un inútil. —Mi voz resuena en el campo de batalla, apenas audible entre el estruendo de la lucha que se desata a mi alrededor. Observo con impotencia el Shamack de Beatrice, que parece quebrarse peligrosamente, al borde de la destrucción.
A mi lado, Crusch permanece desmayada, ajena al caos que nos rodea.
El sonido de los golpes metálicos y los gritos de dolor penetran en mis sentidos, recordándome la cruda realidad en la que me encuentro. Este mundo, mi mundo natal, ambos son igual de basura.
—¿De qué me sirve tener poder si me arrebatan todo lo que quiero? —Mi voz, cargada de frustración y desesperación, se pierde entre el estruendo del caos mientras el maná fluye en mi interior, infundiéndome una claridad inusual.
Mis ojos, sensibles al flujo de energía mágica que me rodea, captan el brillo ominoso del miasma, esa fuerza desconocida que corrompe todo a su paso.
Busco desesperadamente la conexión con Beatrice, pero el collar que lleva consigo no emite ningún indicio de su presencia. Canalizo mi maná hacia él en un intento desesperado por recuperarla, pero el objeto permanece inerte entre mis manos.
El suelo desolado y cubierto de cráteres, la lava solidificada y la oscuridad que se cierne sobre nosotros son testigos mudos de la tragedia que nos rodea.
Los cuerpos inertes de los caballeros y los golems, envueltos en miasma, yacen esparcidos por el campo de batalla como sombras silenciosas de la muerte que nos acecha.
De repente, un sonido como el cristal quebrándose rompe el aire, anunciando la llegada de mi enemigo. Flynn emerge del Shamack con una sonrisa irónica y los ojos llenos de un brillo despiadado, tan real como la vida misma. Mis puños se aprietan con rabia contenida mientras lo observo con odio.
—Ese fue el poder de un espíritu artificial, verdaderamente sorprendente. —Las palabras de Flynn resuenan en mis oídos como una burla cruel, mientras su cuerpo se envuelve en llamas de un color purpúreo, exudando un miasma tan denso que parece solidificarse en el suelo.
La ira y el dolor se mezclan en mi interior, alimentando mi determinación de venganza. Pensé que podría cambiar, que podría encontrar la paz y la felicidad junto a los que amo, pero una vez más, el destino me arrebata esa posibilidad.
—Te mataré… —Mi voz es apenas un susurro lleno de odio, pero Flynn se encoge de hombros con indiferencia.
La lluvia empapa mi cuerpo, pero el calor abrasador que arde en mi interior me consume por dentro. Siento que algo se agita en mi interior, una presencia familiar que reclama mi atención.
—Te traicionaron, Marco Luz. —Las palabras de Flynn me golpean como un puñal en el pecho.
Un impulso repentino me invade, una decisión tomada en el fragor de la batalla y el dolor. No puedo permitir que esta injusticia quede impune, no puedo permitir que el sacrificio de Beatrice sea en vano.
—Ya lo sabía… —Mi voz resuena con una determinación fría y calculada mientras me preparo para el enfrentamiento final. No tengo otra opción, no hay marcha atrás.
Aprieto mis manos con fuerza, sintiendo el poder oscuro del miasma que fluye a través de mí.
Levanto la mirada hacia el cielo amenazante, mientras Flynn se abalanza hacia mí con una mueca de desdén en el rostro. En ese instante, el mundo parece detenerse a mi alrededor, y yo me convierto en el ojo del huracán que se avecina.
Estoy destinado a ser testigo de la muerte de aquellos a quienes amo, pero esta vez, no me quedaré de brazos cruzados. Esta vez, seré yo quien escriba mi destino con sangre y fuego.
Son mis propias acciones las que me han llevado a este punto, a presenciar su partida, a sentir la impotencia de no haber podido salvarla. Pero ya no hay lugar para la duda ni la vacilación.
Debo convertirme en un monstruo si quiero vengar su pérdida, si quiero llenar este vacío con la sangre de aquellos que causaron su sufrimiento.
Lo siento, Beatrice, pero no puedo permitirme el lujo de seguir siendo humano.
Comienzo por concentrar el odo en mi puerta, sintiendo cómo su esencia se funde con la mía, cómo cada fibra de mi ser se enciende con una determinación feroz. No busco solo reponer mi maná, sino transformar mi puerta, absorber tanto el odo como el miasma y dejar que el destino juegue sus cartas.
Me convertiré en un monstruo hecho de ira y dolor, listo para desatar su furia sobre aquellos que osaron arrebatarme lo que más amaba.
Cada célula de mi cuerpo responde al llamado del miasma, una energía corrosiva y seductora que me promete la fuerza necesaria para enfrentar esta batalla. Siento cómo mi piel se estremece bajo su influjo, cómo mi corazón late con una intensidad que parece sacudir el suelo bajo mis pies.
Si mi puerta no pudo soportar el peso de este poder antes, entonces la reforzaré con mi voluntad, la convertiré en una fortaleza impenetrable capaz de canalizar la oscuridad misma.
El mundo recobra su velocidad normal justo a tiempo para enfrentarme al puño de Flynn, que se abre paso hacia mi rostro con la velocidad de un relámpago. Mi ira se desborda, y en un instante de pura furia, logro esquivar su golpe y tomar su brazo en un agarre firme y despiadado.
El miasma fluye a través de mí, alimentando mi determinación, fortaleciendo mis músculos y encendiendo un fuego salvaje en mi interior.
—¡Te mataré! —mi voz resuena con un eco amenazante mientras creo una bola de fuego en mi mano y la lanzo contra Flynn con la fuerza de un cataclismo. Cada golpe que asesto parece empujar los límites de mi cuerpo más allá de lo imaginable, como si el miasma estuviera moldeándome en algo más que humano.
—¡Ja, ja, ja! ¿Crees que tu débil poder puede...? —su risa se desvanece en un grito de dolor cuando mi puño golpea su rostro con una fuerza que podría partir montañas. La sangre brota de mis heridas, pero no me detengo, no puedo permitirme flaquear ahora.
—¿Crees que eres el único que se beneficia del miasma? —mi voz resuena con una ferocidad salvaje mientras el poder oscuro se apodera de mí por completo.
"¡Marco, Betty quiere que le leas un cuento de hecho!", puedo recordarla, tan vívidamente como si la tuviese en frente.
Recuerdo las palabras de Betty como un faro en la oscuridad, guiándome hacia adelante incluso en los momentos más oscuros.
No importa si mi cuerpo se desintegra en el proceso, si debo sacrificar mi humanidad para alcanzar mi objetivo. Acepto este poder con todas sus consecuencias, con la certeza de que no hay marcha atrás.
El cristal en mi pecho brilla con una intensidad sobrenatural, una luz que se mezcla con el fulgor del cristal incrustado por Ley. Siento cómo mi cuerpo se renueva con una energía que desafía toda lógica, cómo mis heridas cicatrizan al instante bajo su influjo restaurador.
—¿Qué... qué estás haciendo? —la voz de Flynn suena llena de temor mientras lucha por liberarse de mi agarre, pero ya es demasiado tarde para él.
—Prepárate para el fin. —mi voz suena como un trueno retumbando en la tormenta, anunciando el inevitable desenlace de nuestra batalla.
Flynn retrocede, y al soltarlo puedo ver que el miasma en él ha disminuido. Observo mi mano con detenimiento, constatando la mancha negra que se extiende en mi palma.
¿Lo absorbí?
—JAJAJAJAJAJA. —Una risa desquiciada brota de mi garganta, revelando la respuesta que buscaba. Ya no hay razón para contenerme. Lo mataré, lo torturaré y lo despedazaré por completo. El mero pensamiento de su sufrimiento alimenta el fuego voraz que arde en mi interior, consumiendo toda compasión y racionalidad.
A pesar de la lluvia que cae sin piedad, no siento frío ni calor. Todo lo que percibo es el vacío, un vacío que ansío llenar con la sangre de mis enemigos.
—¡Flynn! —grito su nombre con furia mientras canalizo maná en mi mano, dispuesto a descargar toda mi ira sobre él. Mi puño se convierte en un proyectil letal que destroza su brazo con una violencia desmedida.
—¡Agh! —Flynn retrocede, protegiéndose como puede, mientras pronuncia un conjuro que invoca estacas de hielo para neutralizarme. Pero soy más rápido, más ágil. Esquivo las afiladas púas de hielo con movimientos precisos, como si pudiera anticipar cada uno de sus ataques.
—¡Goa! —grito, lanzando varias bolas de fuego hacia Flynn, pero estas se disipan en el aire al chocar con su densa aura de miasma. No obstante, cada intento fallido solo aumenta mi sed de destrucción.
Absorbo más y más miasma, sintiendo cómo mi poder se expande y se fortalece con cada inhalación.
Es intoxicante, embriagador.
De repente, una punzada de dolor atraviesa mi abdomen. Al mirar hacia abajo, descubro un cristal violeta incrustado en mi estómago.
¿Qué es esto?
Flynn se abalanza sobre mí con renovada ferocidad, mientras una horda de golems emerge de la tierra para aplastarme.
Mi mente se enfoca en Crusch, a mi lado, vulnerable e indefensa.
¿Debo protegerla o lanzarme a la ofensiva?
La decisión es clara: debo deshacerme de mis enemigos para garantizar su seguridad. El poder que posee Flynn no es intrínseco a él, sino que fluye de una fuente externa. Es una debilidad que puedo aprovechar, una brecha en su armadura que debo explotar sin piedad.
Después de todo, fui yo quien destruyó su cuerpo una vez, y ahora será el momento de sellar su destino de una vez por todas.
Necesito respuestas, respuestas que solo puedo obtener si desato todo mi poder. Aprieto mis manos con fuerza, cada músculo tenso, cada nervio vibrando con anticipación. Hay un poder que he temido usar, que he rechazado por miedo a las consecuencias.
Pero hoy, en este campo de batalla, la vida me muestra que no tengo otra opción.
Siempre me equivoco al subestimar las circunstancias.
—¡MANO OCULTA! —mi voz se eleva sobre el fragor de la batalla, y en respuesta, algo dentro de mí estalla como un volcán en erupción. Un poder desconocido, oscuro y voraz, surge desde lo más profundo de mi ser.
¡Boom!
Los golems estallan en pedazos, sus cuerpos destrozados por la fuerza devastadora de lo que he invocado. Seis manos hechas de miasma emergen de mi cuerpo, extendiéndose como tentáculos de un monstruo hambriento.
Cada mano es una extensión de mi voluntad, un arma letal que se adentra en la carne de mis enemigos con una precisión quirúrgica.
Flynn se detiene abruptamente, pero su sonrisa retorcida no desaparece.
—¡Se acabó, Marco Luz! —grita con desafío, desafiando mi determinación.
Un golem gigante avanza hacia mí, sus brazos extendidos para aplastarme. Podría esquivarlo fácilmente, pero Crusch está aquí, vulnerable ante cualquier ataque involuntario de mi parte.
Aun no domino por completo el poder de las manos, y un movimiento en falso podría acabar con su vida.
—¡FLYYN! —mi voz resuena con fuerza mientras dirijo las seis manos hacia arriba. En un instante, atraviesan al golem con ferocidad, destrozando sus miembros y finalmente aplastando su cabeza con un estruendo sordo.
El golem cae, sacudiendo el suelo bajo mis pies, y una sonrisa de triunfo se forma en mis labios. Ni siquiera necesité recurrir al maná para derrotarlo.
Mi mirada se posa en Flynn, quien retrocede ante mi avance.
—¿Cómo te has convertido en eso? —inquiero.
Flynn me mira con horror, a pesar de tener esa forma etérea puedo sentir su miedo, el miedo a la muerte que me está consumiendo.
—¡Fura! ¡El Dona! —grita, respondiendo con una lluvia de hojas de viento y estacas de piedra, mientras pilares emergen del suelo como lanzas mortales.
Corro hacia Crusch, sintiendo cómo la furia abrasa mi interior. Las manos ocultas brotan de mi ser, retorciéndose como tentáculos en un frenesí de oscuridad. La sangre, mezclada con el miasma del campo de batalla, forma una amalgama viscosa a mis pies, un testimonio de las vidas que se desvanecen en este conflicto.
El castillo destrozado, testigo silente de la destrucción, parece susurrar sus lamentos entre sus ruinas humeantes.
Las estacas de piedra se abalanzan hacia mí, pero mi mente, envuelta en un torbellino de dolor y odio, apenas registra la amenaza.
Las manos ocultas, mis hermosos aliados, intentan protegerme, pero son desgarradas por los cortes afilados del viento. Un dolor punzante estremece mi cráneo, como si mi propio cerebro estuviese temblando.
Sin embargo, el odio persiste, una llama voraz que devora cualquier rastro de humanidad en mi ser. Seré el monstruo que el destino me exige ser, sin remordimientos ni piedad.
—¡Morirás, bastardo! —mi voz resuena, distorsionada por la ira, mientras agarro a Crusch y la arranco de la influencia de los hechizos enemigos.
Siento el dolor punzante de las estacas de piedra clavándose en mi espalda, pero la sensación apenas me alcanza a través de la neblina roja que nubla mi visión. Mi sangre, ardiente como lava, se derrama sin freno, alimentando el caos que me consume.
—¡Eres débil, Marco Luz! —las palabras de mi enemigo me llegan como un eco distante, apenas perceptible entre el rugido de la batalla.
Flynn se lanza hacia mí con furia, tratando de herirme con un puño impregnado de odio. Con una destreza innatural, mi cuerpo responde, moviéndose con la agilidad de una bestia enloquecida.
Mis dedos se cierran alrededor del cristal purpúreo incrustado en mi carne, y lo arranco con un gesto brusco, desatando un torrente de sangre carmesí.
El dolor apenas logra penetrar la barrera de mi ira. Clavo el cristal en el pecho de Flynn con una violencia despiadada, sintiendo la satisfacción retorcida de verlo sufrir. La sangre se mezcla con la lluvia que cae sin piedad, creando un río rojo que se dispersa por el suelo devastado.
—Maldición. —la voz de Flynn suena ahogada por el dolor, pero yo ya no percibo la humanidad en sus ojos.
Aquí yace la verdadera naturaleza de mi ser, una esencia corrompida por el odio y la venganza, una entidad desquiciada que se alimenta de la angustia y el sufrimiento. Sin embargo, en este momento de furia descontrolada, no hay espacio para la reflexión ni el arrepentimiento. Solo existe el deseo ardiente de destruir a aquellos que me han arrebatado todo lo que amaba.
Sin pensarlo dos veces, clavo mi mano en mi vientre hueco. Una mezcla de dolor y éxtasis recorre mi ser mientras manipulo mis entrañas con una determinación siniestra.
Luego, sin darle tiempo al miedo o la duda, invoco el hechizo:
—¡Goa! —una llamarada voraz que brota de mis entrañas como un torrente de fuego purificador. La sensación de ardor me consume, pero en medio de la agonía, encuentro un extraño consuelo. La llama devora todo a su paso, consumiendo la carne y sellando las heridas con su calor abrasador.
El sangrado cesa, pero la oscuridad que anida en mi interior solo se hace más densa.
No tengo mucho tiempo, las heridas volverán a abrirse y entonces moriré.
Necesito matarlo para que se puedan acercar.
Una de mis manos ocultas emerge de las sombras, sosteniendo mis órganos internos con delicadeza. Es un acto de pura supervivencia, una muestra macabra de la monstruosidad que me consume.
—¿Qué... qué has hecho? —balbucea Flynn, su voz apenas un susurro ahogado por el temor.
Su caparazón se empieza a quebrar, mostrando su verdadero ser. Sucumbió ante el miasma, sin embargo, yo soy el elegido.
Al final, soy el candidato a sabio.
Aprieto los puños, sintiendo cómo mi cordura se desvanece junto con la última chispa de humanidad que albergaba mi ser.
—¡Fura! —El rugido del viento y el calor abrasador del fuego envuelven mi ser mientras avanzo hacia mi enemigo con determinación. Cada paso que doy en el campo de batalla destruido por la violencia me recuerda el dolor que llevo dentro, el vacío que dejó su ausencia.
—¡Fell Goa! —mi voz retumba en el aire, cargada de ira y sed de venganza, mientras conjuro una tormenta de fuego que devora todo a su paso en un remolino de fuego. Las llamas danzan con furia, desatando una destrucción infernal a su alrededor.
El humo y el vapor cubren la escena, pero mis sentidos están alerta, aguardando el momento de la confrontación. Mi corazón late con fuerza, impulsado por la necesidad de justicia.
Entonces, una brecha en las nubes permite que un rayo de sol ilumine el campo de batalla, revelando la figura de mi enemigo que fue lanzado por las aires.
—¡Mano oculta! —exclamo, golpeando el suelo con determinación para lanzarme hacia el cielo. Utilizo el viento para elevarme, ascendiendo hacia Flynn con la determinación de un depredador que se abalanza sobre su presa.
Al alcanzarlo, no vacilo. Mis manos se aferran a él con ferocidad, sintiendo el calor de mi ira arder en cada músculo mientras una de mis manos ocultas se transforma en un puño imparable que impacta contra su rostro.
¡Boom!
El golpe es tan brutal que el suelo tiembla bajo su fuerza, creando un cráter que refleja la brutalidad de mi embate, como una cicatriz indeleble en la tierra desolada que nos rodea.
El brazo de Flynn cae en mi mano, goteando un miasma líquido que se evapora en el aire cargado de lamentos. Lentamente, siento cómo mi agarre se debilita, y el brazo se convierte en una masa amorfa repulsiva, una manifestación grotesca de lo que ha hecho a su cuerpo.
Es fascinante, en una manera retorcida y enfermiza, contemplar cómo su cuerpo se descompone ante mis ojos, cómo la vida que le quedaba se desvanece en una neblina de oscuridad y desesperación.
Tal como se desvaneció la de ella.
Mientras caigo hacia el suelo, mis manos ocultas amortiguan el descenso con un crujido sordo, asegurando que mi avance hacia Flynn no se detenga. La lluvia, que cae con una furia desatada, empapa mi piel y mezcla su frío con el calor de mi furia, creando una sensación vertiginosa que parece embriagar mis sentidos.
—¡Eres un monstruo! —grita Flynn con desesperación, su voz llena de terror ante mi implacable determinación, sus palabras resonando en el aire como un eco macabro de mi propia monstruosidad.
Una sonrisa cruel se dibuja en mis labios mientras me inclino hacia él, pero el precio de mi descuido se hace evidente cuando no logro notar su movimiento.
—¡Fura! —el impacto es repentino, y mis brazos vuelan por los aire, haciendo que la sangre salga de mis hombros con fuerza. La luz del sol se filtra entre las nubes, iluminando el dantesco espectáculo que se desarrolla bajo su resplandor.
Observo con satisfacción cómo mis brazos caen al suelo, mientras Flynn, en un intento desesperado por escapar, arrastra su cuerpo maltrecho y mutilado. La putrefacción y el miasma lo rodean, anunciando su inevitable destino.
Sin embargo, no hay compasión en mi corazón. Soy un monstruo sediento de sangre y venganza.
—¡Por favor, detente! —balbucea Flynn, con voz entrecortada por el pánico.
No hay piedad en mi corazón; solo ansias de venganza y un deseo insaciable de hacer sufrir a aquel que arrebató todo lo que amaba. Miro mis hombros, para luego volverlo a ver a él. Los magos suelen usar hechizos directamente de sus manos. Pero, a la misma vez conjuran cosas por fuera de estas.
Al final la magia sale de la puerta, asi que no importa que parte de tu cuerpo tengas, todas son capaces de usar magia.
—¡Goa! —El vapor carmesí se eleva en mis hombros. La sangre, la maldita sangre, se evapora en el aire, formando costras carmesíes sobre mi piel, deteniendo mi sangrado.
Con una mano oculta envuelvo su cuello, sintiendo el pulso débil de su vida palpitar bajo mis dedos. Sus ojos, llenos de terror y desesperación, reflejan el tormento que lo consume, presagiando el sufrimiento indescriptible que se avecina.
La coraza de miasma se destruye, revelándome la masa amorfa que es. No es un ser humano, es solo un gusano que está a punto de morir.
Sonrío, mirándolo a los ojos.
—¡No lo hagas! ¡Por favor, te lo ruego! —grita Flynn, luchando por respirar entre mis garras.
Parece entender lo que quiero hacer.
—¿Ahora suplicas como un humano? —suspiro, mirándolo con odio—. No me hagas reír.
Cada movimiento está impregnado de malicia, cada gesto está cargado de una crueldad fría y calculada.
—¿Quién te hizo hacer eso? —pregunto, mirándolo sin una pizca de remordimiento. Es más, esto se siente bien.
El miasma que emana de su cuerpo se mezcla con la lluvia que cae sin cesar, impregnando el aire con un olor repulsivo y denso. La desesperación de Flynn se convierte en mi néctar, alimentando mi sed insaciable de venganza.
—¡Detente! ¡No tienes que hacer esto! —implora, con voz entrecortada por el terror.
Con un gruñido gutural, lo elevo en el aire con una fuerza sobrenatural, sintiendo el peso de su vida pender de un hilo invisible.
—¿¡Por qué Beatrice?! —exclamo, apretando con más fuerza.
Sus gritos ahogados resuenan en el campo abierto, mezclándose con el sonido de la tormenta que se desata sobre nosotros.
—¡Por favor, déjame vivir! —suplica, con lágrimas negras en los ojos y un rastro de miedo en su voz.
Ya su fuego se apagó, todo lo que le queda es el remanente del miasma.
No hay piedad en mis acciones, solo la implacable determinación de hacer pagar a aquel que osó quitarme lo que amo.
La tortura es un arte que domino con maestría, una danza macabra de dolor y sufrimiento en la que yo soy el único protagonista.
Claro, aprendí muchas cosas el tiempo que estuve con ellos en mi mundo.
Cada quejido, cada grito de agonía, es como una sinfonía de horror que llena el aire, alimentando mi sed insaciable de destrucción.
La verdad es que ya no sé quién soy, puede que no sea Marco, como puede que yo sea el Marco autentico. Soy un monstruo, un ser desquiciado que ha perdido todo rastro de humanidad en su camino hacia la venganza.
Y mientras observo el rostro deformado de Flynn, siento que por fin he encontrado mi verdadero propósito en esta vida.
Mis manos, aun goteando con el miasma oscuro, se retuercen alrededor de su cuello, pero no es suficiente.
Quiero más, necesito más.
Con un movimiento brusco, arranco el único brazo que le queda, desgarrando carne y hueso con un chirrido siniestro que se pierde entre los lamentos de Flynn.
—¡AAAAHHH! —el grito desgarrador se pierde en la noche lluviosa, ahogado por el rugido de la tormenta.
La sangre brota en un chorro azabache, pintando el suelo destrozado con un patrón grotesco que refleja mi propia ira desatada.
Pero aún no es suficiente.
—Deja de chillar. —Lo miro con molesta—. Ni quiera eres humano, no tienes ni miembros sexuales, no sé qué tanto lloras.
Con un gesto salvaje, arranco sus piernas una a una, con una fuerza que parece provenir de lo más profundo de mi ser retorcido. Los huesos crujen bajo mis manos, y los gritos de Flynn se convierten en un gemido agonizante mientras su cuerpo mutilado yace retorcido en el suelo embarrado.
—¡JAJAJAJAAJAJA! —Y mientras observo el resultado de mis acciones, una risa salvaje y desquiciada brota de mis labios, mezclándose con el sonido de la lluvia y el viento que azota en este bello lugar.
Es un espectáculo dantesco, una obra maestra de dolor y sufrimiento que solo yo puedo apreciar en todo su esplendor.
Soy un monstruo, un verdadero demonio encarnado, y no descansaré hasta que cada gota de sangre haya sido derramada y cada grito de agonía haya sido escuchado.
El aire húmedo y denso se apodera del ambiente mientras Flynn parece querer articular palabras, pero yo, ávido de continuar con mi obra, no estoy dispuesto a permitir que esto se detenga.
—No, no te preocupes, voy a hablar un momento. —Mi voz resuena con una calma siniestra mientras desvío mi mirada hacia el cielo grisáceo, como si estuviera analizando la situación con detenimiento—. ¿Supongo que quien planea esto es ese sabio, Bordeaux?
La mirada de Flynn, opacada por la desesperación, me llena de un gozo tan delicioso que apenas puedo contener mi alegría.
Un atisbo de recuerdo se filtra en mi mente, una sensación de deja vu que no logro comprender del todo.
—Pero, se que hay alguien más, este poder no pudo haberlo obtenido él. Hay alguien que está usándote. —Sonrío, mirándolo a los ojos—. Y me lo vas a decir.
Quizás mi alma siempre ha anhelado este momento, este acto de violencia y sadismo.
—Flynn, ¿quieres probar un dolor nuevo? —mis palabras son casi un susurro mientras su cuerpo, lento, pero inevitablemente, se deforma ante mis ojos. Aun así, hay otras formas de infligir dolor.
Flynn intenta articular palabras, pero ejerzo más presión sobre su garganta, deleitándome con sus quejidos, tan desgarradores como melodiosos.
La lluvia persiste en su danza caótica, pero este momento, este maravilloso instante de tortura, me pertenece por completo.
Sonrío al ver la mano oculta, reconociendo que por fin tengo un arma que me pertenece.
Si algo puede crecer, también puede menguar. Abro la boca de Flynn con violencia, dejando que el agua de la lluvia caiga en su interior con un sonido sordo y macabro. Observo con deleite cómo el horror se refleja en sus ojos desesperados.
—Dime, si te atreves. Si me lo dices, te concederé la muerte de inmediato. —Flynn intenta articular palabras, pero esta vez el agua acumulada en su boca lo silencia por completo.
El sonido de mi risa desquiciada resuena en el aire, interrumpiendo la pesada atmósfera que nos rodea.
—¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! —mis carcajadas son como dagas afiladas perforando el silencio de la noche, un eco retorcido de mi regreso.
Extiendo mis brazos hacia los lados, como si estuviera abrazando la oscuridad misma, mientras la risa se apodera de mí con una intensidad incontrolable.
Flynn, con su rostro contorsionado por el dolor y la impotencia, solo puede mirarme con horror mientras mis pulmones se llenan de aire y mis cuerdas vocales se tensan con cada carcajada.
—¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! —repito, dejando que el sonido estridente y grotesco llene el espacio entre nosotros, ahogando cualquier intento de respuesta por parte de mi víctima.
La risa se mezcla con tos, como si mi garganta estuviera siendo desgarrada por cuchillas invisibles, pero nada puede detener el éxtasis de este momento.
Y entre mesuradas risas, su rostro contorsionado por el sufrimiento se convierte en una máscara de idiotez absoluta.
Entonces, justo cuando estoy por continuar.
"Eres el caballero de Betty, supongo." El dolor me perfora como agujas ardientes, un tormento insoportable que retuerce mis entrañas. La voz de Beatrice, un susurro en medio de la oscuridad me saca de mis pensamientos más oscuros.
—Viento de Escarcha. —Mi voz es gélida y cruel mientras conjuro la magia del viento, obligando al aire húmedo a inundar los pulmones de Flynn. Disfruto el escalofrío retorcido que recorre mi espalda al verlo retorcerse en agonía.
Voy bajando la temperatura, haciendo que las gotas de agua se congelen.
Los ojos de Flynn se abren con fuerza, sus pupilas dilatadas reflejan el terror que consume su alma. Su cuerpo convulsiona mientras la temperatura cae en picada. La repulsión me invade al contemplar su sufrimiento, pero me enfrento a mis demonios internos y continúo con mi obra.
—Habla rápido, ya me aburrí. —Mi voz suena como un rugido siniestro y despiadado. Soy un monstruo, eso es lo que soy.
Flynn escupe miasma de su boca, una mezcla repugnante de sangre y pus que brota de sus pulmones con cada respiración entrecortada. Observo con una extraña mezcla de fascinación y repulsión, recordando momentos que preferiría olvidar.
—¿Por qué me siento así? —mi voz se eleva hacia el cielo, buscando respuestas que sé que nunca encontraré. Pero una voz responde desde lo más profundo de mi conciencia, una voz que reconozco al instante.
—Eso no es lo que querría Beatrice para ti. —La voz es un susurro frío y escalofriante, una sombra del pasado que se materializa frente a mí. La reconozco al instante, la persona con la que he estado luchando, mi compañera en esta lucha.
Allí esta Crusch, mirándome con horror mientras apenas y puede sostenerse. Su ropa maltrecha, su respiración pesada y su maná agotado me hacen ver que está de pie por mera fuerza de voluntad.
Ella intenta acercarse, pero no quiero que me moleste en este instante.
Sin pensarlo dos veces, mi mano oculta se lanza hacia ella, dejándola inconsciente en el suelo. Es más fácil controlar si solo son tres manos, me repito a mí mismo, aunque la sombra de la duda acecha en mi mente.
—No estoy para tonterías ahora. —Mi mirada se vuelve hacia Flynn, quien finalmente parece dispuesto a hablar, aunque su voz suena entrecortada y temblorosa.
—Fue, fue… —su voz desesperada, su mirada parece lista para hablar.
La cabeza de Flynn es arrancada de un solo golpe, un acto de violencia tan preciso como grotesco.
Observo con una mezcla de fascinación y horror cómo su cuerpo decapitado cae al suelo, la sangre brotando de su cuello en una cascada carmesí que tiñe el suelo de rojo. El sonido sordo de su cabeza golpeando el suelo mojado resuena en mis oídos, un eco macabro de la muerte que acaba de presenciar.
Mi mirada se desvía hacia el rastro de maná que deja tras de sí, una sombra oscura que se disuelve entre los escombros del castillo. Un escalofrío recorre mi espalda al contemplar su desaparición, como si la oscuridad misma hubiera engullido su presencia.
Los segundos pasan, y el cuerpo de Flynn comienza a desintegrarse lentamente, convirtiéndose en una masa uniforme de carne y huesos destrozados.
—Debo llevar una muestra para estudiarla —decido en medio del caos que me rodea.
Lo mejor será pedírsela a Fourier, pienso mientras contengo la oleada de emociones que amenaza con desbordarse dentro de mí. Mi mente está en llamas, consumida por la injusticia y el deseo de venganza.
Pero antes de que pueda siquiera procesar lo que está sucediendo, más manos comienzan a emerger de mí, retorciéndose como serpientes hambrientas en busca de presa.
—¡AAAAAGGGHH! —un grito desgarrador escapa de mis labios, el sonido de la desesperación pura mientras siento que mi cordura se desvanece entre mis dedos.
—¡Marco! —la voz de Fourier resuena en mis oídos, un eco lejano en medio del caos que me rodea. Pero antes de que pueda reaccionar, una de las manos se mueve con una velocidad sobrenatural, dirigida por una fuerza que no puedo controlar.
Sé lo que está a punto de suceder, pero soy impotente para detenerlo.
La mano se dirige hacia Fourier con una ferocidad implacable, como si estuviera poseída por una voluntad propia. El golpe es inminente, y yo soy testigo impotente de mi propia destrucción.
—¡Aléjate! —grito, luchando por contener el torrente de furia y desesperación que amenaza con desbordarme.
La mano, aquella que antes se extendía con confianza, ahora yace desvanecida como si nunca hubiera sido parte de mí. No hay dolor, solo la abrupta ausencia de lo que una vez fue.
Fue como cuando usé magia en contra de Flynn, pero esta vez con miasma.
Mis ojos arden, el mundo se torna borroso, un rojo intenso que lo inunda todo. Algo se retuerce en mi interior, escalando desde mi garganta hasta que, sin previo aviso
—¡Bluargh! —una repugnante masa oscura brota de mi boca, cubriendo el suelo ante mí. Mis sentidos se nublan, apenas distingo la figura de Fourier antes de recibir un brutal golpe en la nuca.
Me encuentro tirado en el suelo, la lluvia golpea mi rostro mientras los truenos retumban en el horizonte.
"¡Marco!" Su voz, aun puedo escucharla como un eco distante en medio del caos. El agujero en mi pecho persiste, un recordatorio constante de la traición y el dolor. Manos desconocidas me sujetan, tratando de devolverme a la realidad.
"¡El caballero de Betty es el más fuerte de hecho!" las palabras de Beatrice resuenan en mi mente, como un eco distorsionado. La veo, la escucho, pero está fuera de mi alcance, un sueño lejano en un mundo de pesadilla.
"¡Betty te ama mucho, de hecho!" Su voz, cargada de emoción, atraviesa la bruma de mi mente. Por un instante, la oscuridad cede, dejando paso a un atisbo de claridad.
¿Acaso lo hice mal?
No…
La luz se desvanece rápidamente, consumida por la sombra que habita en mi interior. Un vacío, tan profundo como la oscuridad del abismo, se apodera de mí. Me rindo a él, aceptando su llamado con resignación.
Los mataré a todos.
Una determinación fría, una promesa cargada de sangre y venganza. Roswaal, los sabios, no importa quiénes sean. Si es necesario, haré temblar los cimientos de este mundo. Si es necesario, dejaré un rastro de destrucción a mi paso.
"Marco es el héroe de Lugunica", las palabras de Emilia resuenan en mi mente, acompañadas por la dulce imagen de Beatrice compartiendo galletas. Pero ya no hay lugar para la bondad en este corazón.
"Marco es el héroe de Betty también."
Si debo convertirme en un monstruo para poner fin a esta pesadilla...
Que así sea.
