Pacto Secreto en Medio de la Incertidumbre.

La mañana me envuelve con el dulce canto de las aves. Despierto en mi estudio, donde pasé la noche organizando todos los documentos en busca de indicios sobre la viabilidad de una guerra.

—No estoy convencida de que sea una buena idea —declara Emilia, mientras bosteza con gracia.

Después de conversar con Miklotov y concluir la pequeña celebración, Emilia, Beatrice y Crusch me interrogaron sobre los acontecimientos. Al compartir la situación, ambas mostraron su preocupación y se quedaron a mi lado trabajando durante toda la noche.

—Sin embargo, si llegan a entrar en Irlam, es probable que empleen alguna estratagema para incriminarnos, vinculándonos con el culto y el ejército revolucionario —afirma Crusch—. En estos momentos, eres aclamado como un héroe, pero la emoción puede transformarse en odio fácilmente. Aun así, no alcanzo a comprender qué métodos podrían utilizar.

Costuul es en realidad una ciudad más similar a Irlam de lo que aparenta; alberga la mayoría de las fábricas de Lugunica y cuenta con el respaldo financiero del reino. Se erige como una de las ciudades más influyentes, e incluso el prestigioso gremio de herrería de la capital posee fábricas en Costuul.

Asimismo, poseen máquinas similares a las mías.

Es cierto que no son fábricas con una denominación tan completa; en su mayoría, son modestos centros de producción y herrerías que fabrican espadas, carros mineros y otros productos que sustituyen a cierto número de trabajadores. Lo que les falta es la optimización de procesos, como la producción en lotes, por mencionar un ejemplo.

Esta optimización permite reducir los costos y ofrecer productos de mayor calidad a mejor precio, e incluso mayor velocidad.

La optimización de los costos de producción no implica una merma en la calidad; este es solo un mito que se difunde en mi mundo con el fin de engañar a la gente.

—Si nos vinculan con el culto, nos convertirán en chivos expiatorios y se llevarán cosas de Irlam, y quién sabe qué más.

—¿Y Roswaal? —pregunta Emilia—. Deberíamos discutir estos asuntos importantes con él.

Niego con la cabeza mientras contemplo la ventana, donde el sol irradia con intensidad.

—Por ahora, no deseo hacerlo; todavía no estamos seguros, pero debemos esperar a que Roswaal reciba la carta. —Las miro a ambas—. Cuando llegue la notificación, hablaremos con él.

Emilia aún desconoce mi desconfianza hacia Roswaal; ella piensa que mantenemos una relación formal y nada más. El plan de Roswaal parece llevarnos hacia algo, y debo descubrirlo antes de que profundice en ello.

Interrumpiendo mis cavilaciones, alguien irrumpe en la habitación.

—Mis disculpas por la demora. —Otto hace su entrada con una sonrisa forzada, y Rem le sigue de cerca.

Les lanzo una mirada, para que comprendan que no deben comentar nada. Ellas asienten, captando mi deseo implícito.

En este instante, Rem es alguien a quien no puedo confiarle la verdad en profundidad. No porque no sea digna de confianza, sino porque ella deposita una fe absoluta en Roswaal.

Sé que Rem es mi amiga, pero Roswaal podría hacer algo para manipularla.

Al final, nadie lo ve como un enemigo.

Sin embargo, pronto dejará de ser un problema.

Emilia no ha estado mucho tiempo bajo la influencia de Roswaal, y aunque lo valora en gran medida, sé que Puck le transmitió ciertas reservas.

Son reservas que yo sembré con la intención de socavar la relación entre Emilia y Roswaal antes de que se agote el contrato de Puck.

Muchos podrían tachar mi actitud de deshonesta, pero no veo otra alternativa. Emilia tiende a ser optimista con las personas, tiene una inclinación a confiar en la bondad demás, lo mismo que hizo conmigo en su momento.

No digo que su perspicacia sea la misma de antes; sé que ahora es mucho más astuta que al principio.

El asunto es que sus ideales sobrepasan esa astucia. Al final del día, en la historia, Roswaal puso en riesgo a todo el pueblo, y, aun así, estuvieron dispuestos a perdonarlo.

Por eso no puedo confiar plenamente en ellos.

Si le contara a Rem todo lo que Roswaal ha hecho...

No, no obtendría nada con eso.

—Parece que estuvieron ocupados. —Sonrío, tratando de discernir sus reacciones.

Con una leve mirada, ambos sonríen y vuelven a centrar su atención en mí.

—Las celebraciones de ayer fueron grandiosas. Mi equipo quería conmemorar la inauguración de la nueva tienda. —Rem, radiante, entra con una pila de documentos en brazos.

Emilia mira a Rem con alegría.

—¡Vas a abrir tu propia tienda! —exclama Emilia, avanzando hacia Rem y buscando tomar sus manos.

—¡Sí! —responde Rem con una amplia sonrisa de satisfacción.

Rem optó por emprender una empresa de moda en Irlam. Dado que Otto posee capacidades sobresalientes y ha alcanzado un nivel de excelencia en ciertas áreas, ya no es necesario que continúe trabajando en su oficio actual.

Rem decidió seguir su sueño.

No lo voy a negar, me entristecerá verla partir, pero eso no significa que no la vuelva a encontrar.

Está persiguiendo su sueño, liberándose de sus ataduras; ahora, finalmente, volará como siempre debió hacerlo.

No tengo intención de cortarle las alas. Si su felicidad radica en este nuevo camino, entonces mi deber como amigo es respaldarla en todo lo que desee.

Sin necesidad de palabras, ella me entrega todos los documentos.

—Esto es todo lo que tengo que dar. —Rem me mira a los ojos; esa mirada de resentimiento y tristeza ha sido reemplazada por un brillo intenso, el resplandor de seguir su propia senda.

Me duele verla partir, pero me alegra verla volar.

Me levanto, extiendo mi mano hacia ella y le dedico una sonrisa.

—Espero que tu vida esté llena de felicidad. —Ella aprieta mi mano con ternura, me mira fijamente, a lo que añado—: No nos olvides.

Ella suelta una risa suave y echa un vistazo a todos nosotros.

—Seguiré viviendo en la mansión. —Rem libera mi mano y se inclina—. Gracias por permitirme estar a tu lado, gracias por permitirme crecer, gracias por todo.

—Parece que no te volveremos a ver si lo dices así. —Le sonrío con curiosidad.

Ella toma la mano de Emilia y Crusch, inclinándose hacia ambas.

—Me voy de viaje por un tiempo. Con la tienda ya inaugurada, cuento con un equipo que se encargará de ella. Pero para mejorar, necesito explorar más allá de estas fronteras.

Su explicación nos toma por sorpresa, y ella parece sentirse un tanto apurada por aclarar.

—Solo será por unas cuantas semanas; regresaré antes de que llegue el invierno. —Rem suspira aliviada, palpándose también emocionada por la perspectiva.

Emilia se aproxima a Rem y toma sus manos con un rostro preocupado.

—¿Vas a emprender este viaje sola? ¿No te gustaría ir acompañada? ¿Estás segura de que es lo que deseas? —Emilia bombardea a Rem con una multitud de interrogantes, como una madre preocupada por su hija.

Rem parece abrumada por todas las preguntas, sin siquiera tener la oportunidad de responder. En sus últimos momentos, Emilia me mira como si deseara que la detuviera.

—Rem, cuida de ti misma. Espero volver a verte. —Mis palabras son claras, nadie puede detenerla, añado al final—: Persigue tus sueños.

Rem sonríe y entrecierra los ojos.

—¡Claro! ¡Regresaré con muchas ideas nuevas! —Rem sale de la oficina sin decir más.

Otto y Emilia comparten una mirada algo apesadumbrada, pero Emilia, sin pronunciar palabra alguna, parece comprender la decisión de Rem.

—Pensé que correrías tras ella. —Le sonrío de forma pícara a Otto mientras me dirijo a mi asiento.

—No creas que no lo... —Otto se tapa la boca antes de continuar, luego me mira con un suspiro y añade—: En cualquier caso, pensé que hoy descansaríamos. ¿Hay alguna razón por la que me necesitas?

En este momento, la única persona que no está bajo la influencia de Roswaal es Otto Suwen, la única que, por alguna razón, no aparece en el libro de sabiduría de Roswaal.

Es decir, la única persona capaz de cambiar el curso de los acontecimientos.

Comienzo por explicarle todo, excepto la situación con Roswaal, que es un tema que trataré a solas con él.

Otto cambia su expresión rápidamente; su tristeza se convierte en seriedad.

—Una posible guerra... —Otto se sienta en el sofá y mira al techo—. Cuando me pediste venir, no esperaba esto en absoluto.

Otto suspira derrotado.

—En este caso, es difícil estar de acuerdo. La postura de la señorita Emilia parece la más sensata. —Otto extiende la mano hacia la ventana que da al pueblo—. Personas inocentes sufrirán si optamos por la guerra. Sé que enfrentaremos dificultades si perdemos acceso al nuevo acero, además de la máquina a vapor y la máquina de escribir, pero podemos superarlo.

Otto luego me mira a los ojos.

—Tú has creado más innovaciones, como el telar o la máquina de plantación que construiste junto a la señorita Beatrice; son inventos que no planeas hacer públicos.

Es una postura válida; la guerra, obviamente, conllevaría pérdidas humanas, pero en este momento, algo no concuerda.

—El consejo no se detendrá ahí. Arriesgamos mucho al permitirles poner sus manos en Irlam. —Interrumpe Crusch, mirando hacia Otto—. No se detendrán en acusarnos y saquear todo. Es probable que encarcelen a Marco y a todos los relacionados con la producción. Si nos declaran enemigos de Lugunica, todo el reino se pondrá en nuestra contra.

El ambiente se torna tenso nuevamente; todos empezamos a dar nuestra opinión sin llegar a una conclusión. La línea entre la moralidad y el bien común es extremadamente difícil de trazar.

Las opiniones de Otto y Emilia discrepan de la de Crusch y la mía, pero sé que ambas posturas son, de alguna forma, correctas.

—Si alguien intenta atacar a Marco, no lo permitiré, incluso si eso significa renunciar al trono —asegura Emilia, mirándonos con determinación.

—Cálmate, eso no va a suceder —respondo rápidamente—. Me alegra escucharte decir eso, pero sería muy triste verte abandonar todo lo que has trabajado.

Si ponemos a Lugunica en nuestra contra, será un problema que no podremos resolver a menos que abandonemos el país. No quiero huir, no quiero que se repita la misma situación. Sé que debo luchar, esta vez tengo la fuerza; incluso si es contra el propio reino, puedo ingeniármelas.

Si tengo que fabricar bombas, lo haré; si tengo que ponerlo todo patas arriba, lo haré. Sé que Reinhard no creería en cualquier acusación falsa que inventen y abogaría por mí, pero si todos se ponen en su contra, no sé qué medidas tomará.

—¿Y si buscamos el consejo del señor Frey? —pregunta Emilia—. Sé que es nuestro adversario, pero está estrechamente relacionado con Costuul al ser un Karsten.

Crusch y yo nos miramos por un momento; puedo verlo en su mirada, ella no está de acuerdo con esa idea.

Sé que existen cuestiones que Crusch no ha compartido conmigo, pero tampoco tengo intención de indagar en ello; si ha guardado silencio, es por razones de gran peso.

—Frey... No, no deberíamos entablar conversación con él en este momento.

No puedo depositar mi confianza en él, especialmente en esta delicada situación.

Desconozco los planes de Fourier, y en estos instantes, nos rodean únicamente enemigos. Establecer relaciones es importante, pero las que hemos forjado hasta ahora carecen de gran influencia.

—Contamos con apoyos modestos pero seguros, y los recursos no son un problema. Sigo creyendo que la mejor alternativa es la guerra —afirmo, dirigiendo mi mirada hacia Emilia—. Si deseas tomar tiempo para reflexionar al respecto, descansaremos y retomaremos la discusión esta tarde.

Emilia me observa durante un instante y luego asiente. Sonríe nuevamente antes de levantarse de su asiento.

—Voy a ver a Betty; debe estar despertando. —Emilia abandona la habitación sin pronunciar palabra.

Debe ser un dilema para ella tomar una decisión de esta magnitud.

Se preocupa por la vida de cada individuo, pero esto forma parte de su proceso de crecimiento. Necesita comprender que existen decisiones que deben tomarse a pesar de las pérdidas inevitables.

Si Irlam cae, todos los habitantes del pueblo sufrirán las consecuencias.

Los gremios bajo el mando de Lugunica tomarán las fábricas y arruinarán gradualmente a Irlam, devolviéndolo a su estado original.

O incluso podrían no dejar nada en pie.

Roswaal no lo permitiría; sería un ultraje a su nombre, aunque esas consideraciones no le afectan. Si para cumplir su objetivo todos deben perecer, así será.

Otto me observa fijamente, mientras Crusch se levanta y se retira, comprendiendo mi deseo de hablar a solas con él.

—Te espero afuera —dice Crusch antes de marcharse.

Otto traga saliva y me mira con cautela.

—Me inquietas cuando no dices nada. —Se acaricia las manos, claramente incómodo.

Me levanto y camino hacia la ventana que da al pueblo. Coloco mi mano en ella e intento concebir cuidadosamente cómo cambiar el rumbo de los acontecimientos.

Otto es la única persona capaz de alterarlo todo; mi plan solo tendrá éxito con su colaboración.

Debo aprovechar esta oportunidad para desvincularme de Roswaal. Aunque esto afectará a Emilia, debo hacerlo si deseo tener control sobre mi entorno y liberarme del yugo de Roswaal para tomar medidas sin temor.

Las acciones de Otto no se encuentran registradas en el libro, lo que implica que sus elecciones tampoco lo están.

Otto ya poseía inteligencia y perspicacia con anterioridad, y ahora, está plenamente informado sobre todo lo que acontece en Irlam. Por ende, es capaz de tomar decisiones acertadas.

Ha llegado el momento de revelarle todo; he esperado este instante desde que lo encontré en aquella gruta.

—¿Te has preguntado por qué te mantuve oculto ante los ojos de Roswaal hasta ahora? —inquiero, tratando de anticipar su respuesta.

Otto reflexiona durante unos instantes antes de responder.

—Dijiste que era alguien peligroso, pero a través de lo que he aprendido de las personas, me he percatado de que es un individuo excéntrico y poco agresivo. —Otto se frota las manos, como si temiera expresar sus pensamientos—. Lo único que me viene a la mente, especialmente después de lo sucedido recientemente, es que…

—Roswaal me otorgó el dominio sobre Irlam en secreto.

Interrumpo sus palabras, provocando que abra los ojos con sorpresa.

—¿¡Por qué haría algo así!? —exclama Otto, levantándose de su asiento—. Si tú tienes el control sobre Irlam, entonces tú eres el responsable de lo que ocurra. Lo que nos mantenía seguros era la posesión del señor Roswaal sobre Irlam.

—Como marqués, Roswaal tiene el derecho sobre las propiedades de un vizconde como yo. Mi ascenso a vizconde fue uno de los reconocimientos por derrotar a la ballena, logrado gracias a la insistencia de la gente y los nobles aliados.

Ahora, como vizconde, tengo más margen de acción, incluso en el ámbito político.

Soy un héroe en Lugunica; en muchos sentidos, mi nombre ha resonado sin cesar. No obstante, el poder que emana de mi nombre es sumamente volátil, capaz de pasar de admiración a odio en un abrir y cerrar de ojos.

—Si eres un vizconde, ello significa que Roswaal no tiene la obligación de intervenir. Además, Costuul también cuenta con un hijo, el vizconde Erick Costuul Fromm.

Su padre, el marqués de Costuul lo degradó a vizconde para darle una lección. Normalmente podría alcanzar el mismo rango nobiliario que su padre.

—Roswaal no representa un apoyo real, como acabas de señalar. Es probable que el marqués de Costuul llegue a un acuerdo para instigar la guerra, alegando que, para que sea equitativo, Roswaal no debe participar, y él tampoco lo hará.

Enviarán a su primogénito a la contienda con la esperanza de mejorar sus perspectivas.

Resulta una elección lógica, ya que la intervención de Roswaal significaría una derrota instantánea para Costuul. Para equilibrar las tornas, es probable que utilicen al marqués de Costuul.

—Costuul es una ciudad de rica historia, ya tenemos conocimiento de sus máquinas mágicas y su anhelo por adquirir las máquinas a vapor. —Otto me observa con determinación, comprendiendo la dirección en la que estoy considerando avanzar.

Costuul fue la ciudad que más me asombró. Roswaal logró desarrollar algo que se asemeja a una máquina a vapor, dispositivos altamente demandantes en términos de maná, que ejecutan procesos semiautomáticos.

Además de eso, la familia de Roswaal ha sido quien ha llevado a Costuul a donde está.

Los costos de operación sustituyen a los trabajadores que solían realizar estas labores.

Han mantenido este secreto a lo largo de generaciones, y es justo decir que Costuul representa uno de los mayores desafíos en cuanto a crecimiento.

—Anhelan la máquina a vapor para perfeccionarla, fusionando ambas tecnologías e iniciando una nueva era en la producción. —Presiono mis labios, reflexionando sobre lo que debería emprender a continuación.

Costuul es una urbe habitada en su mayoría por demihumanos. A pesar de que el marqués, propietario de Costuul, es un humano, los demihumanos gozan de una convivencia bastante armoniosa y son apreciados en la ciudad.

Cuando descubrí la existencia de Costuul, intenté establecer relaciones amistosas.

Incluso visité sus vastas fábricas, pero no percibí ninguna amenaza. Sin embargo, rechazaron cualquier vínculo, e incluso intenté entablar relaciones con Roswaal, pero alegaron que nuestros métodos eran poco prácticos.

Los avances tecnológicos de Costuul superan con creces los primeros pasos de la revolución industrial, pero al mantenerlos en secreto, no han tenido la oportunidad de optimizar su eficiencia.

La codicia ha sido su obstáculo en el progreso.

La familia de Roswaal goza de una reputación envidiable en Costuul, por lo que resulta inusual que hagan una solicitud de esta índole. Enemistarse con Roswaal no les reportaría beneficios.

Hay algo más.

Las condiciones de la guerra deben ser establecidas por los involucrados, aunque en este conflicto se disputa una porción de territorio.

—Debe existir una razón de gran peso. —Otto acaricia su barbilla—. Tanto el señor Roswaal como el marqués de Costuul son individuos perspicaces. A pesar de la notable codicia del marqués de Costuul, no debería tomar una medida tan precipitada.

—Por eso sospecho que la clave radica más en los sabios que en el propio marqués.

Si comienzo a unir los hilos, me doy cuenta de que los únicos beneficiados en este conflicto son los sabios.

—Irlam está experimentando un crecimiento, y aunque hemos conseguido algunos contratos, es evidente que Costuul nos aventaja considerablemente. —Señalo hacia la montaña que nos separa—. Costuul alberga a aproximadamente cien mil habitantes; como una de las cinco grandes ciudades, han labrado su reputación, mientras que nosotros apenas comenzamos a ascender.

Sí, apenas comenzamos nuestra ascensión, pero esa no es la cuestión principal.

Somos percibidos como una amenaza, un futuro donde prevaleceremos en la contienda comercial.

Mientras ellos dependen de la magia, yo he estado adaptando, fusionando ingeniería y magia. La tercera versión de la máquina a vapor ya está en proceso de pruebas, así que tarde o temprano contaremos con un dispositivo superior.

—La guerra sigue siendo una opción cuestionable, pero si mencionas a los sabios, la situación se complica. —Otto toma un sorbo de agua, aclarando su garganta—. Creo que lo comprendo ahora.

Sus ojos se abren de par en par, como si una revelación se hubiera manifestado ante él. Luego, se golpea la frente con la mano antes de mirarme intensamente.

—La guerra es un pretexto para asegurar una posición más favorable. —Otto escudriña entre los documentos de Rem y, tras unos minutos, extrae una hoja con una sonrisa—. Varios nobles de la capital han comenzado a solicitar contratos a Irlam, pero el problema radica en las condiciones de estos contratos.

Otto me entrega el documento, revelando su contenido.

Son contratos sumamente extensos que establecen que nos proporcionarán una cuantiosa suma de dinero a cambio de la adquisición de más de mil máquinas a vapor.

Claro, en este momento no podemos cumplir con tales demandas, ya que estamos en proceso de expansión. Mensualmente, apenas podemos fabricar unas veinte máquinas a vapor, e incluso con el método de producción por lotes, su ensamblaje resulta complejo y minucioso.

Cuando lancemos al mercado la segunda versión, es probable que necesitemos aún más.

Los contratos anuales con entregas mensuales, algo que normalmente me beneficiaría, ahora revelan una agenda oculta más clara. Me doy cuenta de que no están interesados en arrestarme, sino en utilizar mis habilidades para sus propios fines.

Cierro los ojos, tratando de adivinar cuáles son esos fines. Otto arroja una idea.

—Si ganas, podrás acceder a Costuul. Esto sugiere que creen en tu capacidad para vencer a Costuul —dice con cautela.

Interrumpo sus pensamientos, comprendiendo la estratagema detrás de todo esto.

—Quieren una excusa para romper los contratos con Costuul —afirmo. Ambos suspiramos, asimilando la complejidad de los planes de los sabios.

La situación es peligrosa. Es evidente que están invirtiendo en ambos lados, apostando a que las pérdidas se compensarán con los beneficios. Ahora tengo una clara comprensión de lo que debo hacer. No hay duda al respecto.

Debo ganar, no importa cuánto cueste.

Pero hay otro factor a considerar: la situación con el ejército revolucionario. La población de demihumanos en Irlam ha crecido tras los discursos de Emilia y la expansión del nombre de Irlam.

El tema del ejército revolucionario parece una tapadera para ocultar algo más grande.

Otto me mira con una expresión preocupante y me advierte:

—La mejor forma de atraparte es conectándote con el ejército revolucionario y el culto de la bruja. El culto de la bruja está tratando de aprovechar al héroe que lucha en contra de ellos.

El ejército revolucionario tuvo conexiones con el culto de la bruja en el pasado. Según los libros de historia de su familia, la caída del ejército y el declive del culto se relacionan con el nacimiento del Santo de la Espada.

Quieren utilizar el culto como herramienta para su objetivo. En este momento, más que nunca, debo estar alerta y preparado para enfrentar esta compleja situación. La tensión en el aire es palpable, como si un siniestro susurro recorriera la habitación.

—Debemos detener esto, el único que lo puede hacer es el marqués Roswaal, necesitas hablar con él —afirma Otto con determinación, rompiendo el silencio tenso que nos rodea.

Otto tiene razón en algo, el único capaz de detener esta situación es él. Sin embargo, sé muy bien que eso no va a suceder, su sonrisa burlona lo dijo todo en ese entonces. Las piezas de este sombrío rompecabezas están en su lugar, y nada parece poder cambiarlo.

Esto debe suceder. Ambos marqueses deben estar de acuerdo para la guerra, y Roswaal sin duda lo estará. El destino parece haberse sellado en sangre y secretos.

—Mira, te voy a contar toda la historia de ese bastardo —anuncio con seriedad, decidido a desentrañar los oscuros misterios que envuelven a Roswaal.

Otto asiente, una expresión de intriga y horror dibujada en su rostro. Así comienzo a narrarle la macabra historia de Roswaal. Desde la llegada de Echidna, todo lo que él vivió con ella hasta su fallecimiento. Su obsesión por el libro de la sabiduría, y lo que hizo para mantener su alma en este mundo.

La oscuridad de sus acciones.

—Transportar tu alma matando tus propias generaciones… —Otto se tapa la boca con la mano, tratando de asimilar la atrocidad de lo que acaba de escuchar—. Eso es repulsivo.

Asiento, consciente de que estas revelaciones son difíciles de digerir, incluso para alguien tan inteligente como Otto.

—El seguirá todo lo que esté en ese libro, por ende, si él quiere la guerra, la va a aprobar, no importa lo que intentemos, va a suceder. —Mis palabras son un eco de desesperación en el cuarto, y Otto no cuestiona la veracidad de la información. Sabe que esto va más allá de la razón y la lógica, que estamos en un juego retorcido y peligroso.

—Entonces las acciones cambian, si lo que él busca es su despertar, entonces las acciones que tomaremos nos llevarán directamente a eso —continúa Otto, su mente trabajando a toda velocidad mientras intenta comprender la magnitud de nuestra situación—. Las vidas que se pueden perder son algo, pero debemos tener en cuenta también eso.

Los dilemas éticos nos acechan desde todos los ángulos, y no hay una respuesta correcta. Cualquier camino que elijamos está plagado de pérdidas y sufrimiento.

—Creía que evitar la guerra era una buena opción, pero ahora es la peor opción —afirma Otto, apretando los puños con fuerza. Su determinación es admirable, y está dispuesto a hacer lo que sea necesario.

La guerra parece ser la única opción, y hemos llegado a esta conclusión inevitable. Debemos considerar todas las variables y tomar decisiones difíciles.

Mi mayor problema es Roswaal, si no lo tengo bajo control, solo podré jugar en su siniestro tablero de ajedrez. Ha sido mi cárcel y mi verdugo, y ya es hora de enfrentarlo.

—Debemos acabar con Roswaal, para eso solo hay dos posibles soluciones —digo, mi voz firme a pesar de la gravedad del asunto—. Destruyendo el libro de la sabiduría, o dándole lo que quiere, haciendo que se reúna con su amada.

—La bruja de la codicia… —Otto suspira, un suspiro largo y pesado—. Si lo que me acabas de contar es cierto, entonces este mundo oculta más cosas de las que creí.

Las sombras se ciernen sobre nosotros mientras enfrentamos un futuro ya escrito, donde el futuro solo trae sombras y muertes.

Una apuesta, una jugada que realizo para avanzar en esta oscura trama.

—Hay secretos ocultos que debemos desvelar, por eso, Otto Suwen, te necesito. —Me giro a medias y avanzo hacia él con determinación—. Solo tú puedes ser nuestra tabla de salvación en este abismo de caos y muerte.

Los ojos de Otto se abren con intensidad, y comienza a temblar ligeramente. Sin embargo, en lugar de la reacción que esperaba, una sonrisa se dibuja en su rostro, aunque su mirada refleja temor. Parece que un instinto desconocido hasta ahora ha cobrado vida en él.

—No entiendo por qué he de ser yo, pero si puedo aportar, es mi deber hacerlo. —Otto extiende su puño hacia mí, un gesto de camaradería—. Después de todo, somos amigos, ¿verdad?

Suspiro con una sonrisa, consciente de la locura que implica embarcarse en este peligroso sendero.

—Nuestra amistad tiene apenas seis meses de existencia, pero no tengo dudas sobre ti, amigo. —Choco mi puño con el suyo, sellando así este pacto secreto.

Si esto logra desequilibrar siquiera un poco el rumbo de los acontecimientos, Roswaal comenzará a mover sus piezas para restaurar el equilibrio.