Lo que Quiero.
La disposición de los cuerpos se ejecutó sin dificultad aparente; de los ciento diez hombres que partieron, tan solo setenta regresaron. A primera vista, podríamos tildar esto como una derrota, considerando que prácticamente la mitad de nuestros compañeros yacían sin vida.
Y eso sin mencionar a los que fueron abatidos por Gula en su frenesí.
Sin embargo, la verdadera tragedia radica en que solo un poco más de veinte individuos perdieron la vida de manera convencional, mientras que los otros han sido borrados de la existencia misma.
Para el común de las personas, esos números simplemente serán cifras ausentes, un espacio vacío en sus recuerdos y corazones.
Solo aquellos más íntimamente conectados sentirán esa carencia sutil que resuena en lo profundo.
El dolor se desvanece con el tiempo, dejando únicamente ese pequeño hueco, pero en medio de la emoción del momento, ese vacío parece casi trivial.
Después de una hora de organización, todo está listo. El camino de vuelta tomará algo más de tres horas, pero llegaremos justo a tiempo para unirnos a las celebraciones.
Me encuentro frente a la monumental cabeza de la ballena, mi mirada cargada de un odio profundo mientras mi mente recorre los eventos pasados.
Ignoramos cuánto tiempo pasará hasta que esta cabeza también se cristalice como el resto de los cuerpos, pero espero que podamos transportarla intacta hasta Lugunica.
Frey rompe el silencio con una pregunta, su voz llevando consigo un atisbo de curiosidad.
—¿Piensas quedarte con el cuerno? —inquiere, sus ojos reflejando el mismo asombro que siento yo ante la majestuosidad de la criatura abatida.
Ambos observamos la imponente cabeza de la ballena que yace ante nosotros.
Dudo en cuanto a si los caminos soportarán el peso de esa colosal pieza, pero la determinación me guía en mi respuesta.
—Sí, deseo hacer algo con él.
La magnitud de este cuerno brinda oportunidades, tal vez para erigir una estatua en memoria, aunque aún no he decidido qué forma tomará ese homenaje.
—Por mi parte, está bien. Si no fuera por tu estrategia, esto habría sido inalcanzable. —Frey posa su mano en mi hombro—. Además, salvaste mi vida. Te estoy sumamente agradecido. La alianza seguirá firme, pero determinaremos nuestro próximo paso después de que las elecciones concluyan.
Las conversaciones con Crusch nos guiaban hacia la adopción de la alianza, pero teníamos la intención de demorar la elección de nuestros próximos pasos, evitando posibles conflictos a largo plazo.
—Sería sabio abordar este asunto lo antes posible.
Frey sonríe, su mano acariciando la cabeza de la ballena.
—Bueno, he estado reflexionando sobre ello. No obstante, tomar una decisión apresurada suele augurar malos presagios. —con un gesto, golpea el cuerpo de la ballena.
Gotas de sangre cristalizada empiezan a caer al suelo, brillando tenues bajo la luz de la luna.
—Marco Luz, te valoro como un valioso aliado y amigo. Mi respeto hacia ti es profundo y sincero. Reconozco tu agudeza mental y tu valía en diversos aspectos.
No conozco a esta persona, sus palabras se erigen como un dulce veneno. Las palabras que usa son las mismas que he escuchado antes, en las profundas páginas de la novela.
—Eres un activo invaluable para cualquier bando en el que te encuentres. Lamento que ya hayas comprometido tu lealtad a alguien más. También he sido impresionado por la gracia y la fuerza de la señorita Emilia.
Es sorprendente; su acto, sin errores visibles; se muestra como una verdadera conversación. Es como si tuviese todos los recuerdos de la verdad ya impuesta.
Crusch fue eliminada y su existencia reemplazada.
—En su calidad de rival, le tengo respeto y cierto grado de temor, pero una alianza es algo complejo de llevar.
Sus palabras, una mezcla de halagos y verdades, parecen tejidas con la intención de enredarme. Desconoce que estoy al tanto de su historia, así que debo evitar a toda costa que se lleve a Crusch.
—Hago lo que puedo por mejorar día a día —le respondo con una sonrisa, extendiendo mi mano en señal de respeto—. La señorita Emilia es alguien que no debe ser subestimada. Le deseo la mejor de las suertes.
Si la alianza se reduce a simples intereses económicos, tampoco me preocupa. Mi preocupación radica en perder la protección que necesitamos. La familia Karsten es nuestro único escudo contra problemas mayores.
Si, ahora, van a ir por nuestros inventos.
Él lo sabe, puedo verlo en sus palabras, la mejor forma de destruirnos es que nuestros enemigos nos dejen en las últimas.
Si sobrevivimos hasta entonces, quizás, la alianza se concrete en iguales.
—La lucha contra el trono nos hace enemigos, pero yo, Frey Karsten mantendré una relación amistosa con ustedes, en especial… —este me extiende la mano—. Mantendré una favorabilidad hacía ti, sin importar que pertenezcamos a bandos opuestos.
Un pequeño fuego prende en mi estómago, una sensación inquietante que no logro comprender del todo.
No estoy seguro de si esto es un acto calculado o no, pero su actitud refleja una similitud sorprendente con Crusch. Sin embargo, hay una diferencia notable: su enfoque es más asertivo, sus palabras están teñidas de un veneno sutil pero poderoso.
Es como si estuviera vertiendo lentamente sus intenciones en cada una de sus frases.
Es una táctica que yo mismo empleo con frecuencia, explorando las debilidades de los demás y aprovechándolas. Las mismas debilidades que observo en Crusch Karsten, y en mí mismo también. En este hombre, veo una amalgama intrigante de las personalidades de Crusch, Anastasia y la mía.
En un solo movimiento, ha roto el pacto de amistad que habíamos planeado forjar, reemplazándolo con una relación que claramente busca beneficiar sus intereses.
Pedir su ayuda es una opción, pero sin la alianza establecida, sabemos que deberemos ofrecer algo a cambio.
Y eso significa que, si recurrimos a él, irá tomando de nosotros hasta dejarnos sin nada.
La alianza contra el Culto de la Bruja, concebida únicamente para combatir esa amenaza, no garantiza protección más allá de ese contexto.
Si quedamos en una situación desesperada, es muy posible que él intervenga, no para ayudarnos, sino para someternos y demostrar su propio valor.
Es irónico, ya que reconozco que es exactamente cómo suelo ver a aquellos que no me importan. Ahora me encuentro en una posición donde yo mismo podría convertirme en ese tipo de persona.
Mi intención original era asegurar una alianza completa que nos brindara seguridad ante las fuerzas poderosas, especialmente ahora que conocen la existencia de Irlam.
Los poderes altos desearán obtenerlo, sin duda alguna.
Sin embargo, Roswaal es el único obstáculo que nos protege de perderlo todo. Pero también es alguien que solo actuará en línea con sus retorcidos planes.
Si somos atacados, si nos enfrentamos a un plan que se encuentra en su maldito libro, él se quedará al margen, observando cómo se desarrolla su agenda.
Roswaal, en esencia, es completamente inútil para nosotros.
No tengo el poder suficiente para proteger en este momento, la industria está en sus inicios. Este hombre lo debe saber, si él es el remplazo a Crusch Karsten entonces lo debe saber.
Por eso desea que seamos nosotros que le pidamos ayuda, así podrá obtener ganancias, que es lo que no quería hacer.
Mierda.
Estrecho su mano en un apretón, sintiendo que no puedo hacer más por el momento.
—Por supuesto, podemos ser competidores y amigos al mismo tiempo, ¿verdad? Una competencia saludable, ¿no te parece? —le digo, intentando mantener una fachada de cordialidad.
Mientras él no me ataque, puedo lidiar con cualquier cosa que se presente. Pero la incertidumbre me atormenta. Alguien ha tomado el lugar de Crusch, y eso me desconcierta profundamente.
—Una competencia saludable es una excelente descripción —responde Frey con una sonrisa.
Con el acuerdo sellado, comenzamos a tomar decisiones concretas. La alianza se establece en términos de beneficio individual mientras estemos en competencia.
Esto nos deja sin otra opción más que regresar a Irlam.
Una vez que los cañones y los cuerpos están en su lugar, nos preparamos para partir. Las personas heridas son llevadas en las carrozas, y un pequeño grupo de caballeros se queda junto a Frey.
Él se coloca al frente, flanqueado por Wilhelm y Félix. Por mi parte, estoy con Emilia y el ejército.
Beatrice se ha refugiado en una de las carrozas sin decir una sola palabra.
—Nos dirigiremos a la capital. Aún tenemos tiempo para celebrar antes de que la cabeza de la ballena se cristalice. El maná que contiene la mantiene relativamente fresca, pero su vitalidad se agotará pronto —explica Frey con un tono cordial, su sonrisa nunca se desvanece
—Si preparamos un desfile adecuado, ambos lados saldremos beneficiados. Además, la señorita Emilia y tú serán el centro de atención, ya que fueron quienes más contribuyeron a su derrota. Nos adelantaremos un poco, ustedes pueden unirse una vez decidan quiénes viajarán a la capital.
Los caballeros nos miran a Emilia, al ejército y a mí con sonrisas y entusiasmo. Sus voces se unen en un coro de aclamaciones, proclamando que merecemos un grandioso desfile y un merecido descanso en nuestros hogares.
—Se que debes organizar la partida de tus soldados, así que iremos adelantándonos.
La idea de un desfile me parece excelente. Este evento podría comenzar a cambiar la percepción de Emilia, especialmente entre los demi humanos, quienes, a pesar de ser parte de su misma raza, la desconfían por su parecido con la bruja.
Si la gente ve que fue ella quien derrotó a la ballena, quizás logremos cambiar la opinión de algunos.
—Entonces, nos encontraremos en la capital —digo, estrechando la mano de Frey.
Wilhelm y Félix también se despiden, al igual que los otros caballeros que nos sonríen entre lágrimas y despedidas. El ambiente se llena de agradecimientos y emociones de felicidad.
Emilia se ve abrumada cuando cada uno de los caballeros se inclina ante ella y le agradece por haberlos curado, salvado y derrotado a la ballena. Saben que ella fue la que realizó la mayor parte del trabajo, por lo que expresan su gratitud de manera apropiada.
Emilia se retira al carruaje después de las despedidas, para hacerle compañía a Beatrice. Yo permanezco aquí, esperando a Crusch. Frey tampoco se marcha; parece estar esperando a que nos quedemos a solas para decirme algo.
Poco a poco, los carruajes están listos para partir. Frey me regala una sonrisa mientras juega con su cabello.
Antes de alejarse, se acerca a mí y murmura en un tono suave pero lleno de astucia:
—Por respeto hacia ti, pasaré por alto la situación de esa chica.
—Después de todo, somos amigos. Ella parece ser alguien muy importante para ti. —Frey da la espalda, y yo contengo mi furia en silencio—. Como amigo, puedo pasar por alto algo así en esta ocasión.
Frey se inclina hacia el carruaje de Emilia y se retira sin pronunciar una palabra más.
Fourier Lugunica...
En mi mente solo hay una idea que se escapa de mis labios en un susurro apenas audible:
—Este hombre es peligroso...
Observo cómo se sube a su carruaje y parten de inmediato. Ahora solo quedo yo en este vasto campo; todos los cuerpos han sido llevados a la capital.
Del ejército, ninguno resultó herido debido a la ubicación por la que ingresó Gula, así que todos se han subido a sus carruajes para regresar.
Mis manos tiemblan ligeramente, pero me mantengo de pie, permitiendo que el frío viento me abrace.
—¡Marco! —exclama Emilia, abriendo la puerta trasera de la carroza—. Llegaremos tarde si no salimos ahora. Nos están esperando.
Escaneo el entorno, pero no logro verla por ningún lado.
Crusch...
Si te has ido con ellos sin decir una palabra, sin despedirte.
—Lo siento. —Me doy media vuelta, avanzando hacia el carruaje.
Camino con lentitud, esperando escuchar sus pasos. No me atrevo a buscarla, pero algo en mí me insta a hacerlo, me dice que lamentaré no hacerlo.
Fui yo quien desató todo esto; mi llegada a este mundo desencadenó este caos. Aunque, si no hubiera llegado a este mundo, ella estaría sin sus recuerdos, desamparada.
Pero también estaría con las personas que la aman.
—Emilia. —La miro a los ojos, y ella me devuelve una sonrisa cálida.
—No puedes evitarlo —suspira y luego me lanza una sonrisa acompañada de un guiño—. Ya imaginaba por qué estabas esperando. Esa chica... ¿es importante para ti?
Asiento, preparando mi corazón.
—Entonces, ve a buscarla. Si aún está aquí, probablemente esté esperando.
Doy media vuelta y corro hacia el campo de flores. Si está en algún lugar, debe ser allí. No sé qué espero ni por qué lo hago, pero siento que lamentaré no dar este paso.
—Crusch —susurro mientras avanzo, aprovechando la luz de la luna y las estrellas para ver mejor—. Espero que no te hayas ido.
Fui yo quien desencadenó todo esto.
Al menos quiero ser capaz de ayudarla, de alguna manera. No sé cómo, pero mientras pueda mantenerla de alguna forma, lo haré.
Comienzo por jadear suavemente; mi cuerpo está agotado por la batalla y ahora corro en el frío aire. Continúo corriendo hasta que llego al campo de flores, pero entonces empiezo a reducir mi velocidad.
—Crusch...
Contemplo el campo de flores con una profunda tristeza. Entre las espadas clavadas en el suelo, aparte de la de Wilhelm, yace la espada de Crusch en otra posición.
Su traje azul está atravesado por la espada, como si el viento no le hubiera permitido escapar.
Me acerco cautelosamente, pero entonces...
—Te importo más de lo que pensé —dice Crusch.
Giro mi cabeza para encontrarme con su mirada, y puedo ver un golpe en su mejilla.
—¿Quién te hizo esto? —me acerco a ella, notando que la sangre se ha secado en sus labios.
—Era hora de que dejara de ser débil. —Sonríe, su expresión serena a pesar de todo.
Su camisa blanca, cubierta de escombros y desgarrada, es testigo de la feroz batalla. La sangre en su cuello, donde Ley la hirió mortalmente, es un recordatorio de su valentía.
Ella aparta su cabello suelto y contempla el cielo.
—Lo que quiero lograr… —Crusch voltea su mirada hacia mí— ¿Por qué viniste?
Su pregunta me golpea con fuerza. Podría presentar múltiples razones para ganar su confianza, podría explicar mis sentimientos de arrepentimiento, pero solo hay una verdad.
—No lo sé —respondo con honestidad.
Ella sonríe, avanzando hacia mí hasta que está justo frente a mí, y luego coloca su puño en mi pecho.
—Si ser Crusch Karsten me condujo hasta aquí, entonces son las consecuencias de mis propias acciones. —Su mirada me asegura que no es mi culpa—. Mis objetivos deben cambiar ahora que él está vivo de alguna forma, pero sé que tú también tendrás que enfrentarlo.
Sí, yo también debo confrontar a ese enemigo, incluso, si llega a ser necesario...
Tendré que matarlo.
—Vamos, quiero ver el mundo desde otra perspectiva. Cuando recupere mi nombre, si eso es posible, habré adquirido nuevas experiencias —declara con determinación.
Si ella puede ser fuerte en este momento, yo también puedo hacerlo.
—Vamos, hay mucho por hacer.
Con esas palabras, nos dirigimos juntos hacia la carroza. Emilia y Beatrice están ocupadas en su mundo, sumidas en la lectura. Aunque Emilia parece algo fatigada, se encuentra cómoda en la compañía de Beatrice.
He enviado a los soldados de regreso a Irlam, quedando solo con un pequeño destacamento. Por si ocurre algo, es esencial que se lleven los cañones a Irlam.
Como llevará cierto tiempo llegar allí, es la mejor precaución que podemos tomar.
Llegaremos a Irlam al anochecer del siguiente día, por lo que la celebración deberá ser pospuesta.
En la otra parte de la carroza, Crusch y yo nos sentamos en silencio, contemplando el techo sin pronunciar palabra.
Mis ojos amenazan con cerrarse; estoy agotado de maná, mi mente es un caos, mi corazón duele, mi mente duele...
Mi alma duele.
Estoy exhausto de todo, pero debo continuar.
Por mi propio bien, por el bien de todos.
SS-Crusch
¿Dónde Estabas?
Me encuentro sentada en un campo de flores de diversos colores, las mismas flores que resistieron la amarga lucha que enfrentamos. Su belleza contrasta con la sombra de las vidas perdidas, esas que la gente parece olvidar, esas que yo misma he olvidado.
Todo se ciñe sobre mí como un dolor inmenso que penetra mi alma.
Mis manos están apretadas con tal fuerza que estas empiezan a sangrar, una manifestación física de la tensión que llevo dentro.
He perdido, he perdido todo.
Cada logro que construí con esfuerzo, cada paso que demandó sacrificio, todo ha desaparecido. Cada relación que tejí, como hilos frágiles en el telar de mi vida, se ha roto.
Mis padres, Félix, Wilhelm...
Sus nombres retumban en mi mente, cada uno representando un lazo que ahora está roto, una conexión que ha sido arrancada.
Mi labio tiembla involuntariamente mientras busco alguna pista, alguna señal que me guíe en esta oscuridad incierta.
Pero no es solo la pérdida lo que me consume.
De alguna manera, él está aquí. Mi mente da vueltas en una danza caótica mientras mi corazón se divide entre la alegría y la desesperación más profunda.
Reconocería su presencia en cualquier lugar, en cualquier momento. Su aura es única, inconfundible. Sus palabras, sus gestos, todo en él me lo dice sin lugar a duda.
Aunque quizás necesite una prueba más sólida, una certeza que solo puede obtenerse de una forma.
Intento envolverme en mis pensamientos, intento buscar claridad, pero mi mente es un torbellino de emociones sin sentido.
Las lágrimas amenazan con caer, pero las contengo. No es el momento de quebrarme, no ahora. En este instante, debo continuar avanzando, a pesar del abismo en mi corazón.
Mi vida perdió su propósito, su razón de avanzar. Bajo la mirada hacia el suelo, consciente de que el único propósito que mantenía se ha vuelto inalcanzable.
—Todo porque soy débil —susurro, dejando escapar un fragmento de mi dolor, permitiéndome esa pequeña liberación.
Pero, como siempre, la vida no suele ser clemente con aquellos que lo han perdido todo.
—Sin duda, la debilidad puede ser un factor determinante —una voz que conozco bien resuena a mis espaldas.
Al girar mi cabeza, vuelvo a encontrarme con su mirada. Ahora, su cabello es largo y de un tono verde distintivo. Aunque su rostro y su figura permanecen inalterados, la gente a su alrededor parece incapaz de reconocerlo.
Es asombrosamente fácil, incomprensiblemente sencillo.
—Fourier... —susurro su nombre, sintiendo una amalgama extraña de emociones que se despliegan en mi interior.
Cuánto te he echado de menos, me gustaría confesarle.
¿Por qué sucedió esto? Quisiera inquirir, buscar respuestas en su mirada.
—Dime —su voz resuena con una sonrisa juguetona—. Ya sabía que serías la única en reconocerme, aunque en realidad no te conozco.
Se acerca a mí y me levanta, mientras mi mente lucha por comprender la realidad que se despliega ante mis ojos.
—¿Recuerdas, Fourier? —mi voz tiembla al articular las palabras, luchando por encontrar la claridad en medio de la confusión reinante.
Él sonríe, deleitándose con mi desconcierto.
—No sé quién eres, pero al parecer eres alguien de gran importancia. Es una lástima que tenga que utilizar tu identidad. —Acaricia su propia cabeza con fingido pesar—. Pero no te preocupes, aprovecharé tus conexiones de manera adecuada.
—¡Fourier! —mi voz se eleva con un intento impulsivo, desatando una ráfaga de magia que se convierte en un vendaval.
Sin embargo, en lugar de alcanzar mi objetivo, recibo un fuerte golpe en la mandíbula. Mi visión se nubla momentáneamente y mis ojos arden, pero resisto.
Me mantengo en pie, fijando mi mirada en él.
A pesar del viento que agita su forma, logro discernir cada detalle de su presencia.
—Soy un individuo benevolente. —Se acerca, colocando su mano sobre mi pecho—. Estableceremos un contrato de alma. No causaré daño a tus seres queridos siempre y cuando te comprometas a no revelar mi identidad a nadie más, excepto a Marco, en caso de que ya lo hayas hecho. No puedes mencionar mi identidad a nadie más, salvo a Marco.
¿Marco? ¿Qué tiene que ver él con esto?
Asiento, sintiendo cómo mi cuerpo se desconecta lentamente, como si mi esencia estuviera siendo tejida en este acuerdo indeseado.
—¿Por qué? —mi voz brota en busca de respuestas, mis ojos siguen clavados en los suyos. Anhelo conocer el motivo detrás de sus acciones, necesito comprender qué impulsa su comportamiento.
Una sonrisa juega en sus labios mientras sostiene mi mirada, y en ese momento, el viento parece llevar consigo secretos que se niegan a revelar.
Su ojo derecho, iluminando en un carmesí intenso mientras su leve sonrisa revela que todos sus planes se han cumplido.
—Fourier...
Oscuridad...
