Capítulo 2
Tan cerca, pero a la vez tan lejos
Habían pasado únicamente cuatro días desde que Oscar encontró a Gerodelle en su casa y cuatro días desde que su nana le dijo el motivo de su visita, el cual no era otro que pedir su mano en matrimonio. No obstante, la otrora comandante de la Guardia Real no tenía la menor intención de casarse con su antiguo subordinado y no entendía en qué momento a su padre se le podía haber ocurrido esa idea tan absurda; lo apreciaba, lo respetaba, lo había nombrado su sucesor como comandante de la Guardia Real confiándole a los mismísimos reyes de Francia y le había agradecido su apoyo y su lealtad antes de trasladarse a la Guardia Francesa, sin embargo, de eso a convertirse en su esposa había un largo trecho.
Oscar no era una mujer ordinaria; había sido criada con rudeza y tenía un alto grado militar. Además, ella era reservada y orgullosa, y si bien muchos hombres admiraban su belleza, también le temían, y a ninguno se le hubiera ocurrido la idea de acercársele con la intención de cortejarla; los osados que alguna vez se habían atrevido a sonreírle habían recibido de su parte únicamente una mirada de desprecio.
No obstante, Gerodelle era distinto a todos ellos; ambos habían trabajado juntos por más de quince años, y durante todo ese tiempo, compartieron muchos momentos importantes de su vida militar. La hija del General Jarjayes había aprendido a confiar en él, y él, por su parte, había aprendido a respetarla y admiraba su temple y su destreza para liderar a la Guardia Real.
Sin embargo, Oscar había cambiado completamente con él luego de su propuesta de matrimonio. De tratarlo con amabilidad pasó a tratarlo con frialdad, y en las dos oportunidades en las que el conde había tratado de acercarse a ella, había sido cortante con él.
- "¿Acaso se ha vuelto loco?" - pensaba.
Gerodelle había pasado de la categoría de amigo a la categoría de pretendiente, y eso, lejos de parecerle halagador, a Oscar le parecía un atrevimiento, sobre todo porque ella había sido su superior en la Guardia Real.
Por aquellos días, ella buscaba insistentemente a su padre para pedirle - más bien para exigirle - que rechace la proposición de su antiguo subordinado, y de esa manera, ponerle fin a toda esa situación lo antes posible. Sin embargo, no había logrado encontrarlo: Regnier se encontraba en una misión del ejército con el General Boullie, muy lejos de Versalles.
Por otra parte, la hija de Regnier aún no superaba el rechazo de Fersen. Luego de bailar con él haciéndose pasar por una condesa extranjera se había prometido olvidarlo, sintiendo al menos que había salido dignamente de esa situación. No obstante, aquel no había sido el final de esa primera ilusión de juventud, ya que en una visita que Fersen le hizo a Oscar un mes después de ese baile, el conde descubrió los sentimientos que su mejor amiga tenía hacia él al reconocer en ella a la hermosa condesa con la que había bailado, y tras ello, ambos aceptaron con tristeza que lo mejor era no volver a verse.
En aquella ocasión, la heredera de los Jarjayes confirmó de primera fuente que Hans Axel Von Fersen nunca correspondería a sus sentimientos, y ese rechazo caló tan profundamente en su corazón que decidió nunca más volver a pasar por algo así, creyendo que la mejor manera de hacerlo sería renunciando a todo lo que le recordara que era una mujer. No obstante, ella no era la única que estaba sufriendo; había alguien que también sufría, André, y aunque no lo pareciera, eso era lo que más le dolía a ella por aquellos días, porque sentir que había lastimado a su mejor amigo y la distancia que los separaba aunque se vieran a diario no le permitían vivir en paz.
Todo comenzó una noche en la que, en un arranque de desesperación y luego de que Oscar lo abofeteara por decirle que era imposible que deje de ser una mujer, André la besara a la fuerza, se lanzara sobre ella y le arrancara la blusa ante la mirada atónita de Oscar, que no podía creer que la persona en la que más confiaba pudiera hacerle algo como eso. Todo pasó tan rápido que ni el mismo André se dio cuenta de la gravedad de sus acciones hasta que se encontró con la mirada de la mujer que amaba sobre él, la cual lucía asustada, sorprendida e incrédula. Sólo entonces se detuvo, y asombrado de su propio comportamiento, soltó la tela de la blusa que acababa de arrancar.
- "Entonces, ¿qué quieres hacer conmigo, André?" - le preguntó ella mientras evadía su mirada por la vergüenza que sentía al estar casi desnuda frente a él, y sus lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. Nunca se había sentido tan vulnerable ante nadie, pero no era eso lo que más le dolía, sino que fuera precisamente su más querido amigo el que la hubiese hecho sentir de esa manera.
Y ahí, mientras la observaba, André se llenó de una profunda tristeza. No podía creer que hubiera sido capaz de tratarla de esa manera, entonces le pidió perdón, y tras jurarle que un hecho así jamás se repetiría, cubrió su cuerpo con una de las sábanas de su cama.
Aquella oscura noche, antes de dejarla sola, le recalcó lo que ya le había dicho: que una rosa era una rosa y que ella no podía dejar de ser quien era. Y tras ello, mientras derramaba lágrimas de dolor pensando que la había perdido para siempre, le confesó su amor.
"Durante más de veinte años, tú eres la única mujer en la que he pensado... Te amo... No puedo evitar amarte, mucho más que cualquier otro."
Sus palabras tomaron por sorpresa a Oscar; ella realmente no tenía idea de lo que él sentía e inicialmente se quedó paralizada ante su confesión. No obstante, durante las largas horas en las que permaneció despierta aquella triste noche, entendió lo duro que había sido para André ser testigo de su amor por Fersen y escuchar de sus propios labios lo que ella le contó acerca de lo que sentía por el conde.
A la mañana siguiente, y aún presa de la confusión, la heredera de los Jarjayes decidió salir a cabalgar, por lo que se vistió a toda prisa y, sin decirle nada a nadie, salió de su mansión en dirección a los establos. Le estaban pasando demasiadas cosas: se había despedido de Fersen, le había pedido a la reina su traslado a otro regimiento y - una noche antes - había tenido un momento muy tenso con su mejor amigo, un momento que sin duda cambiaría su relación para siempre.
Entonces, al lado de su hermoso corcel blanco, Oscar cabalgó y cabalgó hasta alejarse lo suficiente de su mansión, y al llegar al río, se detuvo para que su caballo pueda descansar. No obstante, al desmontarlo, alcanzó a notar que en la montura del animal había una carta dirigida a ella.
La letra del sobre le pertenecía a André, y al darse cuenta de ello, la hija de Regnier se paralizó. No tenía idea de lo que él querría decirle en aquella carta, y con un ligero temblor en las manos, se sentó sobre la grama, abrió el sobre y empezó a leer.
Mi querida Oscar...
No te preocupes... En esta carta no pretendo volver a expresarte mis sentimientos, ni pretendo repetirte mi opinión con respecto al cambio de dirección que pretendes darle a tu vida. Sabes de sobra que respeto tu libertad.
Mi única intención al escribirte estas líneas es decirte que aunque ayer haya perdido el control de mí mismo por unos segundos, jamás te hubiera lastimado. Ni en un millón de años pasaría por mi mente la idea de hacerte daño.
Jamás trataría así a una mujer, y haberme portado de esa manera precisamente contigo, es algo que nunca voy a perdonarme.
Solo quería pedirte, desde el fondo de mi corazón, que jamás pienses que yo hubiese sido capaz de hacerte daño. Sé muy bien que nada justifica mis acciones, pero ojalá algún día puedas comprender que nada de esto ha sido fácil para mí.
Aceptaré cualquier decisión que tomes con respecto a mí y nunca te culparé por ello. Sólo espero que algún día puedas perdonarme...
André.
Mientras leía aquella carta, las lágrimas de Oscar no cesaron de caer por sus mejillas, tanto, que algunas de las palabras ahí escritas quedaron ilegibles luego de caer sobre la tinta con la que estaban escritas.
Ella no dudaba de él. Sabía que esa situación se le había salido de las manos a su amigo de la infancia, muy probablemente por la frustración de haber callado su amor por tantos años y por todo lo que había sucedido por esas fechas. En más de una ocasión habían estado completamente solos - incluso habían dormido en la misma cama - y él siempre se había portado con ella como todo un caballero.
Así mismo, la noche previa había reflexionado sobre lo duro que había sido para él verla sufrir por el amor de Fersen y le dolió pensar en todo lo que había soportado, sobre todo cuando ella le confirmó sus sentimientos hacia el conde, un día después de comunicarle que había decidido abandonar la Guardia Real. Durante esa larga noche, luego de que André le confesara su amor, Oscar analizó en retrospectiva todos aquellos momentos en los que él le había demostrado que la amaba, y todos aquellos momentos en los que ella lo había lastimado pensando en Fersen.
...
Unas horas más tarde, la heredera de los Jarjayes se enteró que sería trasladada a la Guardia Francesa, y tras salir del palacio - luego de anunciarle a Gerodelle que lo había nombrado como su sucesor - caminó hacia André, quien la esperaba al lado de su caballo. Ninguno de los dos bajó la mirada frente al otro, no obstante, la situación era tensa.
Al llegar a su caballo, Oscar lo montó, y tras ello, le dio la espalda a quien fuera su mejor amigo. Entonces, en tono suave pero firme, la heredera de Regnier de Jarjayes se dirigió a él.
- André... - le dijo.
- ¿Sí? - respondió él, y de inmediato, ella le hizo un anuncio.
- Seré transferida a la Guardia Nacional en una semana. Estaré en la Villa de Normandía hasta entonces. A partir de ahora no tendrás que acompañarme más. - le dijo, repitiéndole la decisión que ya había tomado desde antes que él le confesara que la amaba.
- Sí. - le respondió André estoicamente, y tras ello, bajó la mirada. Era totalmente comprensible para él que ella quisiera alejarse de su lado desde ese mismo instante.
No obstante, la hija de Regnier interrumpió sus pensamientos haciéndole una aclaración.
- No estoy molesta por lo que sucedió... pero... es algo que no quiero recordar... - le dijo
Entonces, con una profunda tristeza y arrepentimiento por lo que había pasado una noche antes, él levantó ligeramente la mirada hacia ella, la cual seguía dándole la espalda, quieta, como si esperara una respuesta de su parte, como dándole la oportunidad de dirigirse a ella nuevamente.
No obstante, ambos permanecieron en silencio, y unos segundos después, la heredera de los Jarjayes tiró de las riendas de su caballo y se marchó ante la desolada mirada de André, el cual temió no volver a verla nunca más. En aquel momento, sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. La imagen de la mujer que había amado durante tanto tiempo perdiéndose en el horizonte estaba acabando con él y temió no poder soportarlo. Luego de la muerte de sus padres, ese estaba siendo, sin duda, el momento más difícil de su vida.
Habían pasado más de dos semanas desde aquel día y nuevos acontecimientos se habían suscitado en la vida de Oscar desde entonces, entre los más importantes, que André se había enlistado en el regimiento que ella comandaba, que este mismo regimiento no la aceptaba por ser mujer, y que Gerodelle le había propuesto matrimonio. Todo podía manejarlo, todo a excepción de lo que le estaba pasando con André.
Él se comportaba como un soldado más dentro de su regimiento y se podría decir que era el único que seguía sus órdenes al pie de la letra, sin embargo, Oscar había notado que desde que se enteró que Gerodelle le había propuesto matrimonio, André había estado evitando su mirada. Ella no sabía si él estaba molesto, decepcionado, herido, o qué sentía, pero lo que sí sabía era que estar distanciada de él a ese nivel le provocaba un inmenso dolor.
...
Un par de días después, la heredera de los Jarjayes seguía sin poder hablar con su padre y la espera ya se le hacía interminable. Había evadido a Gerodelle varias veces cuando él había ido a buscarla al cuartel, pero ya se le estaban acabando las excusas para evitar verlo. Por otro lado, la indiferencia de André la estaba matando por dentro, pero a pesar de ello, la hija de Regnier trataba de no evidenciar su tristeza, y ante todos, incluso ante el mismo André, parecía inalterable.
Los primeros días distanciada de él fueron soportables porque ella estaba lidiando con todo lo que conllevaba el cambio que había decidido darle a su vida, pero a medida que pasaban los días - y a medida que iba adaptándose a sus nuevas circunstancias - resentía cada vez más la ausencia de André. Atrás habían quedado sus comidas juntos, sus conversaciones y sus salidas a cabalgar. Atrás habían quedado las risas, las competencias de esgrima y la confianza que se tenían para hablar de cualquier tema, y todo había empeorado desde que André se enteró que Gerodelle le había propuesto matrimonio, porque a partir de saberlo, él ya no la miraba a los ojos.
El nieto de Marion no pretendía dar ningún mensaje con su actitud, ni siquiera se comportaba de esa manera a propósito. Al evitar la mirada de Oscar lo único que deseaba era proteger su corazón. Le dolía verla y pensar que podría ser de otro. Estaba devastado, confundido y abrumado, pero aún no se resignaba a perder a la mujer que amaba. La esperanza de que ella desistiera de ese matrimonio era lo único que lo hacía levantarse por las mañanas.
- "André, seguramente llegarás a odiarme..." - pensaba Oscar con tristeza.
...
Fin del capítulo
