Capítulo 8
Un aumento en los impuestos
Luego de huir del pequeño salón donde su nana le había confesado que prefería que André se vaya lejos de Versalles para que sea feliz, Óscar subió las escaleras, se encerró en su habitación, y apoyó con tristeza su rostro sobre la puerta, mientras sus lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
- André, no quiero que te vayas... - susurró con tristeza.
El comentario de Marion la había lastimado. Ella no soportaba pensar que André fuera infeliz, y menos pensar que ella era la responsable de su tristeza.
Al igual que su nana, Óscar conocía muy bien el carácter y la personalidad de su amigo, y era consciente de que había cambiado.
¿Cómo podía seguir siendo el mismo luego de verla sufrir por su despedida con Fersen?
¿Cómo podía ser el mismo luego que ella quisiera hacerlo a un lado para vivir la vida de un hombre?
¿Cómo podía ser el mismo, si utilizando su fuerza y en un acto de desesperación, estuvo a punto de hacer algo contra la voluntad de la mujer que amaba?
¿Cómo, si luego de arriesgar su propia vida enlistándose en el ejército para protegerla, ella había dado a entender que él era libre de casarse con otra mujer si así lo deseaba?
Ahora que era totalmente consciente de que lo que sentía por André era verdadero amor, Óscar sentía como suyo el dolor que le había causado, pero no sabía por donde empezar a reparar todo el desastre que había ocasionado.
Y como siempre hacía cuando quería tranquilizarse, se acercó a su piano, lo abrió, y dejándose llevar por la confusión que sentía, empezó a tocar la pieza musical que en ese momento representaba mejor su estado de ánimo: la Opus 8 Trois Sonete de Clementi.
Y desde su habitación - que estaba en el mismo piso pero separado por un par de pasillos - André escuchó aquella desesperada melodía, y recordó el día en que Óscar tocó una pieza similar mientras sufría por su alejamiento de Fersen.
- "Está pensando en él..." - se dijo a sí mismo, y sus emociones se removieron en su interior, al igual que aquel día.
Y sintiendo como si una daga le atravesara el corazón, salió de su habitación y bajó las escaleras para alejarse de la mansión, ya que no quería tener que escuchar nada que le recordara los sentimientos que la mujer que amaba mantenía hacia el conde, sentimientos que en ese momento eran inexistentes en el corazón de la última de las hijas del General Jarjayes.
Pero al salir, el ruido de la puerta principal abriéndose de par en par alertó a Óscar, quien detuvo su melodía para mirar por su ventana, y al ver que era André el que había salido y el que se alejaba de la mansión, bajó de inmediato y salió de la casa para ir a su encuentro.
- ¡André! - le dijo, mientras corría para alcanzarlo.
- Óscar... - le dijo deteniéndose, sorprendido de verla corriendo hacia él. En su ofuscamiento, ni siquiera había notado que la melodía se había detenido.
- ¿A dónde vas? - preguntó Óscar, deteniéndose a su lado.
- Iba hacia el río a caminar un poco... - le respondió él, aunque parecía intranquilo.
- ¿Puedo acompañarte? - le preguntó ella. No lo había visto en todo el día y necesitaba estar con él, hablarle, sentirlo a su lado. Sin embargo, André parecía no estar en su mejor momento, y se tomó unos segundos antes de responderle.
- Óscar... Quiero estar solo un momento... - le dijo con tristeza, y ella se sorprendió por su respuesta. No esperaba su rechazo, pero aceptó su decisión pensando que él tenía muchas razones para querer estar lejos de ella.
- Está bien, André... - respondió la hija de Regnier con resignación, pero a la vez con un tono comprensivo. Y él retomó su camino hacia el río.
- "Perdóname Óscar..." - pensaba él, mientras caminaba en dirección contraria a la mansión. - "Te amo con todo mi corazón, pero no me siento con la capacidad de estar contigo ahora... No me quedan fuerzas para soportar ver, ni una vez más, como tu rostro se llena de tristeza al recordar a Fersen..."
Mientras tanto, a varios metros de él y sin moverse, Óscar lo observaba alejarse de ella desde el jardín exterior de la mansión.
- "Lo estoy perdiendo..." - pensó, sintiendo que el mundo se le venía encima, y sin saber que hacer.
...
Unas horas más tarde, en el cuartel general, los soldados regresaban a las barracas después de haber estado fuera toda la mañana.
- ¡Que día! - dijo uno de ellos. - Antes los robos eran más espaciados, ahora hay uno prácticamente a cada hora, y la policía ya no se da abasto.
- Ya no se que es peor... - dijo otro de ellos, resignado. - La situación del país, o que Diana se case hoy. - comentó, y al escucharlo, sus compañeros empezaron a reír.
- Es cierto. Es hoy... - mencionó otro.
- Es verdad. - respondió el soldado Lasalle.- Alain le pidió su día libre al Coronel Dagout para poder estar con su hermana.
- No puedo creer que diga esto, pero extraño a la comandante. - mencionó Jean, uno de los guardias franceses. - El Coronel Dagout está cada día más insoportable... Por cierto, ¿cómo estarán la comandante y André?... Lo que les pasó fue terrible.
- Sí... Pidieron licencia por salud, pero escuché cuando el coronel Dagout le comentaba al comandante de la Compañía A que ninguno de los dos tuvo heridas mortales, y que esperaba que vuelvan en poco tiempo. - dijo otro.
- Que bueno. - dijo Lasalle, sinceramente aliviado de que ambos ya estén recuperándose.
...
Mientras tanto, de vuelta en su habitación y un poco más tranquila, Óscar pensaba en su situación con André.
A diferencia de él, ella no se planteaba que su amor fuera imposible debido a su diferencia de clases sociales. En ese momento, y como si algo hubiera bloqueado ese hecho en su mente, Óscar ni siquiera tomaba en cuenta que él era un plebeyo y ella una aristócrata, a pesar de que en la realidad era algo que sí debía considerar, y muy seriamente.
En aquellos instantes, todo lo que quería era encontrar la manera de borrar de la memoria y del corazón de André todos aquellos momentos dolorosos que le había provocado al hacerlo testigo de su amor por Fersen, un amor del cual hasta dudaba que haya sido real.
¿Realmente lo había amado o todo eso sólo había sido una ilusión? ¿Realmente había lamentado perder a Fersen cuando se despidieron o había lamentado el hecho de haber sido herida al ser despreciada como mujer, y enfrentada al miedo más profundo del ser humano: el miedo al rechazo, el miedo a no sentirse suficiente?
¡Que diferente era lo que sentía por André!... A él lo amaba tanto que si supiera que podría existir alguien que pudiera amarlo más que ella, con gusto le dejaría el camino libre porque todo lo que quería en el mundo era que él fuera feliz... Y claro que tenía miedo de perderlo, pero no por temor a sentirse rechazada, sino porque él completaba su corazón, porque para ella él era la persona más maravillosa que podría haber encontrado en su camino, y porque quería tener la oportunidad de demostrarle todo el amor que era capaz de dar.
Y mientras reflexionaba sobre todo eso, decidió no rendirse ante la que parecía ser una situación adversa.
- "No puedo permitir que las cosas se queden así." - pensó. - "André, voy a cambiar la imagen que tienes de mí, pero no voy a hacerlo con palabras, sino con acciones."
Y pensando en esto, se levantó del sillón donde estaba sentada y miró a través de su amplia ventana hacia el lugar en el que había hablado con el hombre que amaba por última vez aquel día.
- "Mi querido André, a partir de ahora te demostraré con hechos que en verdad te amo, y que tú eres el único hombre con el cual quiero compartir el resto de mis días."
Y decidida a luchar por el que estaba segura que era el amor de su vida, Óscar salió rumbo a la habitación de André.
La puerta estaba abierta, así que ingresó. En aquel momento, una de las sirvientas de la mansión estaba dejándole el almuerzo a André sobre una mesa que él tenía en su habitación y la cual utilizaba principalmente para escribir; tal como lo suponía, el nieto de Marion pretendía comer nuevamente sólo, pero, esta vez, Oscar no estaba dispuesta a permitirlo.
- Gracias, Mirelle. - estaba diciéndole André a la doncella cuando se percató de la presencia de su amiga de la infancia, y al verla ahí, la miró sorprendido.
- Buenas tardes. - les dijo Óscar, y caminó en dirección a la mesa frente a la que André ya se encontraba sentado, y tras ello se sentó justo frente a él.
- Buenas tardes, Lady Oscar. - respondió Mirelle, la cual también parecía sorprendida por la repentina aparición de la heredera de los Jarjayes.
- Mirelle, a mí también me traes el almuerzo aquí. - ordenó ella.
- De inmediato, señorita. - le respondió la muchacha, y tras hacerlo, salió de la habitación.
André estaba anonadado. Era la segunda vez que Oscar ingresaba a su habitación en mucho tiempo, y no esperaba que se siente a almorzar con él. Tal como lo venía haciendo, él permanecía la mayor parte del tiempo en su habitación luego del ataque en Saint Antoine y del rescate de Fersen porque no quería ver a Oscar sufrir por haber visto nuevamente al hombre que la rechazó, o - peor aún - ilusionada como en el pasado luego de que el conde la rescatara, una vez más, de una muerte segura.
Sin embargo, ahí estaba ella, decidida a almorzar con él, y no había nada que pudiera hacer al respecto.
- André, tu comida se va a enfriar. - le dijo Oscar tratando de que él le diga algo, ya que André no había dicho nada desde que la vio entrar. - Será mejor que no me esperes, porque seguramente mi comida tardará. - agregó.
- Está bien, Oscar. - dijo él tras unos segundos, y saliendo de su desconcierto, tomó uno de sus cubiertos con la mano izquierda, ya que su brazo derecho había sido entablillado por el doctor para acelerar su recuperación.
- ¿Recuerdas que ayer mi padre nos contó que la situación financiera de la monarquía es tan crítica que incluso se hablaba de convocar a los Estados Generales? - mencionó Oscar.
- Si, claro. Como olvidarlo... - respondió él, mientras que, con dificultad, trataba de llevarse la comida a la boca.
- Ayer mi padre me contó que lo que sí es un hecho es que el Ministro de Finanzas, presionado por los reyes, va a solicitar un nuevo préstamo al extranjero, y para avalarlo, van a pedirle al parlamento que apruebe un adelanto del presupuesto del próximo año. - le contó Oscar.
- ¿Qué? - exclamó André, alarmado. - Pero entonces, ¿de todas maneras piensan aumentar los impuestos?
- Así... es... - le respondió Oscar, pero se distrajo de lo que le estaba relatando tras observar cómo él hacía malabares para comer con la mano izquierda.
- Maldita sea... - susurró André, y repentinamente soltó el tenedor, sintiéndose avergonzado por no poder comer de una manera normal frente a ella. - Si fuera ambidiestro como Alain no tendría problemas para comer en estos momentos. - le dijo a Oscar.
Tras escucharlo, ella acercó su silla a él, tomó su tenedor y ayudándose con un cuchillo de mesa colocó la comida en el.
- Yo te ayudaré a comer. - le dijo, llevándole la comida a la boca.
- Pero ¿qué haces?... No soy un bebé. - exclamó él, sonriendo desconcertado ante la acción de Oscar.
- No seas terco y abre la boca. - le ordenó ella, y él obedeció.
Y mientras le daba de comer como si se tratara de la situación más normal del mundo, seguía comentándole lo que pensaba sobre los últimos acontecimientos.
- Siempre ha habido fricción entre el parlamento y el trono. Los nobles que lo componen no son precisamente admiradores de los reyes, sobre todo porque a muchos de ellos se les negó la entrada al palacio de Trianón cuando solicitaron entrevistarse con la reina en ese lugar. - le dijo, pero cuando André quiso complementarla expresando su opinión, ella le puso comida en la boca.
Oscar estaba muy concentrada en su labor de alimentarlo, tanto, que ni siquiera se daba cuenta de lo que ocurría a su alrededor. Por su parte, André trataba de contener sus deseos de reír ante toda la situación, y es que la hija de Regnier ni siquiera lo dejaba respirar; únicamente continuaba comentándole lo que pensaba en relación al tema del presupuesto y los impuestos mientras le ponía la cena en la boca.
- Honestamente, dudo que el parlamento apruebe eso... - agregó ella finalmente.
De pronto, Mirelle ingresó con el almuerzo de Óscar a la habitación de André, y al verla dándole de comer, se quedó atónita.
Para ella no podía ser normal que la dueña de casa y heredera de los Jarjayes esté haciendo algo como eso por su ex asistente y ahora subordinado de la Guardia Nacional, pero siguió adelante y colocó el almuerzo sobre la mesa.
- Su comida está servida, señorita. - le dijo.
- Muchas gracias, Mirelle. - le respondió Oscar amablemente.
- ¿Desea que yo le ayude a comer a André? - le preguntó la doncella.
- ¡No! - respondió Óscar de forma cortante, y por primera vez la miró fríamente, tal como lo haría con uno de sus subordinados si éste le hubiese dicho alguna impertinencia.
Entonces Mirelle retrocedió impactada; Óscar siempre había sido muy amable con ella, y no se esperó esa reacción de su parte.
- Entonces regresaré a la cocina. - les dijo la joven. - Con su permiso. - agregó, tratando de recuperar la compostura, y luego se dirigió a la salida.
- Gracias, Mirelle. - le dijo André amablemente, tratando de bajar la tensión que todos habían sentido en ese momento.
Y tras hacer un gesto de despedida, Mirelle se retiró.
- ¿Pero qué le pasa? - le murmuró Óscar a André algo enojada, refiriéndose a la doncella. - Las únicas personas que podemos darte de comer en esta casa somos mi nana y yo.
Y ante la mirada sorprendida de André por lo que ella acababa de decir, Óscar le llevó otra vez la comida a la boca.
...
Mientras tanto, en la mansión de Fersen, él y su hermana Sofía estaban sentados en el comedor.
Hans había estado muy callado durante la comida. Se le veía angustiado, perdido, como si trajera una gran preocupación a cuestas.
- ¿Qué te pasa hermano? - le preguntó Sofía. - Te noto pensativo.
- Ayer me enteré que la realeza quiere aumentar los impuestos y pedir un préstamo de 420 millones de libras... - le comentó Fersen a su hermana, bastante preocupado.
- ¿Y eso es muy malo? - le preguntó Sofía con ingenuidad. Si bien sabía por su hermano que Francia atravesaba serios problemas políticos, no sabía que también atravesaba problemas financieros. Finalmente ella era una ciudadana sueca, y sólo estaba de paso en ese país con el objetivo principal de convencer a su hermano de que regrese junto con ella a su país de origen.
- Es muy malo. - respondió Fersen. - En principio, porque expone la gran crisis que atraviesa la familia real y el país entero, y además, porque es casi imposible que el parlamento apruebe una medida como esa, mucho menos después de todo el escándalo del collar.
Entonces Sofía lo miró preocupada. Era bastante obvio para ella que esa situación le resultaba muy angustiosa a su hermano.
- "¿Que será de ellos si se van a la quiebra?" - pensaba Hans, terriblemente preocupado por la familia real. - "No hay nada que pueda hacer. Yo sólo soy un ciudadano extranjero, y uno no muy querido entre los nobles que forman parte del parlamento... "
...
Minutos después, en la mansión Jarjayes, André ya había terminado de comer, pero Óscar aún lo hacía.
- ¿Cómo pueden pretender elevar los impuestos?... Las personas más pobres con esfuerzos pueden alimentarse, ¿y aún así son capaces de ponerse a discutir algo tan descabellado como eso? - comentó André con indignación.
- Solo hay una razón por la cual se les podría haber ocurrido una idea semejante, y es que en la última auditoría que tuvieron con el Ministro de Finanzas hayan descubierto que la familia real se encuentra en la quiebra. - mencionó Óscar, y bajó la mirada preocupada.
- Eso sería terrible. - le dijo André, visiblemente angustiado por la situación, y pensando cuál sería la reacción del pueblo si se enteraran de algo así.
Tanto Óscar como él sabían muy bien la opinión que tenía la población francesa de sus reyes, mucho más después de lo qué pasó con el caso del collar y la publicación difamatoria de los libros de Jane de Valois.
- Es la única alternativa que se me ocurre para entender porqué serían capaces de pensar en adelantar el presupuesto del próximo año cuando aún nos encontramos en Julio. No tiene sentido. - comentó Óscar, la cual ya había terminado de comer.
Por su parte, André pensaba que si esa información llegaba a los oídos inadecuados, podía estallar una revuelta. Entonces se preocupó, porque si eso ocurría, sabía que Oscar tendría que estar en la primera línea para contener la furia del pueblo como comandante de la Guardia Francesa.
- Óscar, ¿te puedo pedir un favor? - le dijo él muy seriamente, y ella levantó la mirada para darle toda su atención. - Por fortuna tú te recuperarás antes que yo, pero aunque ya te sintieras totalmente bien... ¿podrías esperarme para retornar juntos al cuartel? - le preguntó André, temiendo que ella regrese a exponerse sola, sin que él esté ahí para protegerla.
- No tenía pensado regresar antes de verte completamente recuperado.- le respondió ella de inmediato, y él se quedó sin palabras. No se esperaba una respuesta como esa.
Entonces Óscar se levantó, y tal como lo había hecho un día antes, tomó su mano y le dio un beso en la mejilla para despedirse.
- Ya me voy... - le dijo. - Le pediré a mi nana que envíe a alguien a recoger la mesa. Nos vemos en la cena.
Y tras esto se retiró, dejando a André más confundido que nunca, y sin entender nada de lo que estaba pasando.
...
Varios minutos después, Mirelle se acercó a la habitación de André. Él seguía ahí, paralizado por el cambio de actitud de Óscar hacia él. Parecía que nada de lo que los había alejado hubiera pasado para ella, era como si hubiese vuelto a ser su misma amiga de siempre, incluso ahora la sentía mucho más cercana y más cariñosa que antes.
- Vengo a retirar la mesa. - le dijo Mirelle.
- Por favor, adelante. - le respondió él.
Mirelle trabajaba hacía varios años para la casa, y tanto ella como André habían construido una buena amistad. De hecho, André también era amigo del prometido de Mirelle, incluso desde antes que ella empezara a trabajar para la familia Jarjayes.
Y mientras el nieto de Marion reflexionaba sobre lo cambiada que estaba Oscar desde el ataque en Saint Antoine, Mirelle se dirigió a él para decir algo que André no esperaba escuchar aquella tarde.
- No sabía que había tanta confianza entre la señorita y tú... - le comentó de repente la doncella, insinuando que entre ambos podría haber algo más que una simple amistad. Incluso, por el tono de su voz, Mirelle le estaba dando a entender a André que pensaba que entre la hija del General Jarjayes y él podría existir una relación como la que muchas damas de la nobleza tenían con sus sirvientes, es decir, una relación de amantes.
Tras escucharla, André no pudo evitar sentir una gran indignación, no sólo porque ponía en entredicho la honorabilidad de la mujer que amaba, sino también porque ponía en duda el respeto que él mismo le tenía a Oscar.
Entonces, tratando de conservar la calma antes de responderle, llevó la vista hacia la joven doncella.
- Mirelle, Óscar y yo nos conocemos desde que éramos niños, pensé que lo sabías, y claro que nos tenemos confianza. - le dijo él, sin alterarse pero tan serio que era inevitable no notar que estaba enojado.
Y tomando aire para contenerse y no perder los estribos, continuó.
- Te voy a agradecer que en el futuro no hagas comentarios que puedan malinterpretarse, o que puedan dañar la reputación de Óscar en ninguna de sus formas. Te considero mi amiga, pero no puedo permitir que te expreses de una manera tan irresponsable, por eso te pido que nunca más vuelvas a decir algo como eso. - le dijo, sin dejar de mirarla a los ojos.
Mirelle nunca lo había visto así. De entre todas las doncellas de la casa, ella era la más cercana a él, y siempre se habían hablado con mucha confianza y hasta se jugaban bromas. Sin embargo, para el nieto de Marion esa no había sido una broma, había sido un comentario desafortunado que lejos de parecerle gracioso le había parecido insultante.
- Discúlpame, André. No era mi intención ofenderte, ni a ti ni a la señorita. - le dijo ella arrepentida.
- Disculpa aceptada. - le dijo André fríamente, y salió de la habitación para recuperar la tranquilidad que había perdido después de ese incidente tan desagradable.
...
Fin del capítulo
