Capítulo 18

¿Podrás seguir amando a alguien como yo?

En la entrada de la Mansión Jarjayes, André, desconcertado por la forma en la que Oscar se había alejado de su lado, se preguntaba si ella estaría enojada por algo.

En los últimos días había estado actuando de forma muy extraña. Si bien no se comportaba de manera fría con él, tampoco la sentía tan cercana como la había sentido desde que ocurrió el ataque en Saint Antoine, y por momentos parecía triste, parecía triste incluso cuando sonreía.

- "¿Estará sensible por la partida de su madre?" - se preguntaba.

Sin embargo, el nieto de Marión también había notado que la última frase que le deslizó su amada antes de marcharse había sonado a reclamo: "¿Respeto tu decisión de querer pasar tu cumpleaños lejos de esta casa?" - se repetía André en total estado de confusión. "¿Qué decisión?" - se decía él, si de no ser por su abuela - que le hizo notar que se iba justamente en la semana de su cumpleaños - ni siquiera se habría dado cuenta de aquella coincidencia.

Y pensativo, se sentó sobre las gradas de la entrada de la mansión Jarjayes.

- "Oscar, me gustaría contarte porqué tengo la necesidad de ir a Provenza, pero sé que si lo hago me enredaría en mis propias explicaciones... ¿Cómo te explico que adquirí esa propiedad allá porque quería tener un lugar al cual huir cuando creí que te casarías?..." - pensó André.

Entonces, y tras ponerse de pie nuevamente, miró hacia la dirección a la que Oscar se había dirigido, aunque ya no lograba vislumbrarla.

- "La primera vez que vi aquella zona del sur de Francia quedé fascinado por la belleza del lugar, y de inmediato soñé con vivir ahí contigo... Por aquellos días llegué a creer que me amabas y que llegado el momento serías capaz de irte conmigo para empezar una nueva vida juntos... Pero qué equivocado estaba..."

Y recordando con tristeza aquella primera desilusión, André bajó la mirada con una sonrisa resignada y continuó con su reflexión.

- "Tal era la fantasía que había creado en mi mente que llegué a pensar que lo que sentías por Fersen era algo trivial y que sólo estabas confundida, porque durante mucho tiempo parecía ser yo el único dueño de toda tu atención. No tenía idea de lo importante que era Hans para ti hasta que yo mismo fui testigo de como deshacías tu vida entera por él..."

André tenía razón. Muchas veces llegó a creer que tenía el amor de Óscar: el mismo Gerodelle - quien había interactuado con ellos a diario por más de quince años - estaba convencido de que esa era la realidad. Sin embargo, también era cierto que la heredera de los Jarjayes había proyectado todo el amor que deseaba para sí misma en el amor que Fersen le entregaba a María Antonieta, y eso hacía que esté cautivada por él sin darse cuenta de que, sin declararlo, ya había un hombre que la amaba tanto que estaría dispuesto a dar su vida por ella si eso fuese necesario.

- "Oscar, quizá fue afortunada la coincidencia que hizo que no vaya a pasar mi cumpleaños a tu lado. Últimamente hemos estado muy cerca el uno del otro, y si pasara ese día contigo y tú te comportaras de la manera cariñosa y tierna en la que lo has estado haciendo en estos últimos días podría ilusionarme nuevamente con la idea de que algún día llegues a amarme. Incluso cuando me dijiste que no estabas dispuesta a casarte con ningún noble sentí que podía conquistar tu corazón, pero no debo olvidar mi realidad: que yo te amo, pero que tú no me amas... y si no has llegado a amarme en todo este tiempo es casi imposible que llegues a hacerlo en el futuro..." - se dijo con una profunda tristeza, pero luego de unos segundos, cambió su actitud hacia la fortaleza y la determinación. - "De todas maneras eso no importa. Estaré a tu lado para cuidarte como el gran tesoro que eres para mí, es lo que deseo con todo mi corazón, pero para que esto funcione debo apagar en mi corazón toda esperanza de que tú me correspondas." - pensó muy decidido, y unos segundos después, se sentó nuevamente en las escaleras.

Mientras tanto, a lo lejos, las sirvientas de la mansión recogían algunas de las manzanas del pequeño huerto que se encontraba cerca del jardín principal, y al ver a André tan pensativo lo observaron intrigadas.

- ¿Qué le pasará a André? - comentó Brigitte, con la dulzura que la caracterizaba. - Parece como si su mente estuviera en alguna otra parte.

- Es cierto... ¿Estará pensando en alguna mujer? - le preguntó Beatrice a sus compañeras. - Me parece que necesita que alguien lo consuele... Iré a ver que le pasa. - les dijo bromeando, aunque con genuinas ganas de ir con él.

- Basta, Beatrice. Ya déjalo en paz... - le dijo Mirelle seriamente, y observó con preocupación a André. Efectivamente parecía que sus pensamientos estaban muy lejos de ahí. - ¿Qué le pasará?

- Pues quien sabe... - respondió Brigitte.

- Son unas aguafiestas, deberíamos ir a ver que le pasa. - les dijo Beatrice.

Mientras tanto, a varios metros de ellas, André suspiró y sacudió la cabeza para dejar de pensar en su amada amiga, y recordó que debía regresar a darle un vistazo final a sus maletas.

- "Mañana a estas horas estaré llegando a la villa de mi abuelo. Menuda sorpresa se llevarán mi tía y mis primos al verme." - pensó André con una sonrisa. - "Será increíble poder volver a verlos después de tanto tiempo, aunque no debo olvidar mi principal objetivo: contratar a una persona que sea capaz de administrar mi nueva propiedad. Ojalá mi tía o Jules puedan sugerirme a algún candidato, porque no quiero dejar a mi villa en manos de cualquiera..." - se decía a sí mismo.

...

Mientras tanto, a algunos kilómetros de ahí, Óscar no podía evitar sentirse triste.

Al llegar al río, bajó de su caballo, se sentó en la orilla y empezó a jugar con una hoja seca, mientras reflexionaba sobre la decisión de su amigo de la infancia de irse esa semana.

- "André... ¿Acaso aún no te has dado cuenta de lo mucho que te amo?" - pensaba Óscar, aunque la respuesta caía por su propio peso.

De pronto, mientras observaba aquellas aguas cristalinas, se sorprendió al notar que se había sentado exactamente en el mismo lugar en el que estuvo sentada hacía muchos años luego de comprobar - por la boca de la misma María Antonieta - que Fersen y la reina tenían una relación clandestina.

Aquel día, la esposa de Luis XVI - entre lágrimas y cubriéndose el rostro con vergüenza - le pidió a Oscar que le diga a Fersen que no podría encontrarse con él esa noche, ya que ella y el rey debían atender a unas visitas.

Luego de escucharla, Óscar regresó con André, quien la esperaba junto con su caballo, y él, con una inocente sonrisa, le preguntó cuál había sido el motivo por el que la reina la había mandado llamar, pero ella solo huyó hacia aquel río, y con el corazón roto se sentó en el mismo lugar donde ahora se encontraba, llorando amargamente por aquel amor que creía sentir por Fersen, un amor que nunca sería correspondido.

Y mientras recordaba todo aquello, a la heredera de los Jarjayes empezó a invadirla la culpa y el remordimiento.

- "¿Pero cómo puedo pretender que André quiera estar a mi lado el día de su cumpleaños después de todo el sufrimiento que le provoqué creyendo que amaba a Fersen?" - se preguntaba con tristeza. - "Perdóname André... No lo sabía... No sabía que me amabas y tampoco sabía que llegaría a amarte como te amo ahora..." - pensaba consternada.

Pero ella no sólo se sentía culpable por haber hecho que su mejor amigo sea testigo de todo lo que sufrió mientras estuvo enamorada de Fersen, lo peor vino después que él le confesara su amor por ella.

Oscar aún recordaba la mirada llena de dolor de André aquel día que le anunció que sería trasladada a la Guardia Nacional y la tristeza de su voz cuando le recordó que ya no era necesario que la acompañe más. Tras ello, también le informó que se iría para Normandía y partió en su caballo dejándolo completamente solo en medio de la calle mientras ella se marchaba.

En ese momento, la heredera de los Jarjayes pensaba que alejarse de él era lo mejor: deseaba darle la oportunidad de olvidarla, sin saber que al hacerlo estaría yendo en contra de sí misma.

Y para sumar culpas a su entristecido corazón, Oscar también recordó que cuando encontró a André enlistado en la Guardia Francesa - como un soldado más de su regimiento - le reclamó su presencia ahí, y los primeros días lo trató con una gran indiferencia, cuando protegerla era la única razón que él tenía para estar ahí.

Sentada frente al río y recordando todo aquello, amargas lágrimas empezaron a rodar por las mejillas de la última hija del General Jarjayes al imaginar cómo podría haberse sentido André en todos esos momentos; no había forma de reclamarle que quisiera pasar su cumpleaños con su familia de Provenza y no con ella. En aquellos instantes ni siquiera se sentía merecedora de su amor, a pesar de estar segura de que nadie podría amar a André tanto como ella.

- "André, después de todo lo que has sufrido por mi culpa... ¿podrás seguir amando a alguien como yo?" - se preguntaba Óscar con los ojos llenos de lágrimas. - "Te he lastimado demasiado..."

...

Mientras tanto, en la ciudad de París, en una pequeña vivienda que se encontraba en una de las tantas callejuelas que formaban parte de la ciudad más convulsionada de Francia por aquellos días, Rosalie La Moliere observaba la calle a través de una ventana.

De pronto, Bernard se aproximó a ella y apoyó con suavidad una de sus manos sobre el hombro de su esposa.

- ¿En que piensas?... - le preguntó a Rosalie aquel que en otras épocas fuera el famoso Caballero Negro. - No me digas que sigues pensando en la Comandante de la Guardia Real, Oscar François de Jarjayes.

- No puedo evitarlo Bernard... - le respondió ella. - Me hubiese gustado tanto que estuviera en nuestra boda, y no sólo ella, también André, Madame Marion, y toda la gente a la que llegué a apreciar mientras viví en esa casa. Ellos fueron como mi familia durante mucho tiempo. - le confesó con tristeza.

- Lo sé, pero ya hemos hablado muchas veces sobre eso... - le dijo él, de manera comprensiva. - Tú misma me dijiste que te alejaste de la comandante porque no querías perjudicarla, y con toda razón: eres la hermana de la difunta Jane de Valois, y ahora también la esposa de un hombre que lucha por los intereses del pueblo.

Y alejándose de ella unos pasos, el discípulo de Robespierre continuó:

- Ella es una aristócrata cercana a la reina y nosotros un par de soñadores que peleamos para que ya no existan las desigualdades que separan una clase social de otra. - le dijo.

Y al escucharlo, Rosalie dirigió su mirada hacia él.

- Ella es distinta a otros nobles... - exclamó. - Lady Óscar es sensible al dolor de los pobres. - agregó.

Y tras escucharla, Bernard le devolvió la mirada.

- Tengo claro que es distinta por la manera en la que se comportó contigo... - le dijo acercándose nuevamente a ella para abrazarla. - Incluso aún sin conocerte, y sin saber tu historia con ella, yo mismo noté que no era una aristócrata ordinaria, porque cuando herí a André ella se olvidó de todo para atenderlo. Incluso me dejó escapar cuando podría haberme disparado en ese momento. - y tras decir esto, hizo una pausa. - La verdad es que quedé muy impactado por su manera de actuar; nunca pensé que una aristócrata pudiese preocuparse así por un plebeyo...

- André no es cualquier persona para ella. Ellos crecieron juntos y son muy cercanos. - le respondió Rosalie.

- Ya veo... - le dijo él, suspirando pensativo. - Debe apreciarlo mucho... - mencionó.

Y tras escuchar las palabras de su esposo, Rosalie bajó la mirada con una enorme tristeza.

- Ya sé lo que estás pensando... y créeme que no hay un día en el que no me arrepienta de haber privado a André de la vista de uno de sus ojos, porque gracias a él estoy libre y podría ser que hasta vivo... - le dijo Bernard bajando la mirada, y con sincero arrepentimiento.

Mientras tanto, la hija de Yolande de Polignac recordó todas las cosas buenas que el nieto de Marion había hecho por ella, principalmente la de ayudarla a descubrir la verdad sobre su pasado. No obstante, a pesar de todo lo que le debía a André, Rosalie se había enamorado del hombre que lo lastimó, y se preguntaba si él sería capaz de comprender algo como eso.

Por su parte, su esposo empezó a recordar otros acontecimientos:

- Creí que lo había soñado, pero cuando estaba en la mansión Jarjayes recuperándome de la herida de bala que la Comandante de la Guardia Real me propinó, escuché una discusión entre ellos. André le pedía que me libere. Le dijo que ellos no podían hacer nada para ayudar a los pobres, pero que quizá yo sí, no sólo en ese momento sino también en el futuro. - le comentó.

- ¿Y qué le respondió Lady Oscar? - preguntó Rosalie, y Bernard volvió su mirada hacia la ventana antes de responder.

- Ella se molestó con él, y muy indignada le dijo que no podía creer que le esté pidiendo que deje libre al hombre que lo lastimó... - le respondió a su esposa. - Sentía mucha rabia contra mí. Estoy seguro de que habría sido capaz de matarme por lo que le hice a André si sus principios no la hubiesen detenido. - afirmó.

Y pensativo, el otrora Caballero Negro continuó con su relato de lo que sucedió aquel día.

- Estaba muy enojada, y en ese momento no parecía muy dispuesta a aceptar su petición, pero definitivamente la dejó pensando, porque unas horas después me estaba enviando contigo para que termine de recuperarme de mis heridas, y cuando le di las gracias por dejarme ir, me dijo que si quería agradecerle a alguien tendría que ser a André, y no a ella, y ahí fue que me di cuenta que no había soñado aquella discusión entre ellos. - respondió Bernard.

Y en ese momento, Rosalie recordó su propia participación en aquellos eventos.

- Recuerdo muy bien el día que me escribió pidiéndome que te cuidara... Nunca imaginé que el hombre que llegaría malherido a mi casa serías justamente tú... - le dijo ella con una tierna sonrisa.

- Ni yo que fueras tú la persona a la que me estaban encargando... - le respondió Bernard, sonriendo también.

Ellos ya se conocían.

La primera vez que se vieron fue aquel fatídico día en el que atropellaron a la madre adoptiva de Rosalie, un día en el cual un indignado Bernard le exigió a Madame de Polignac que se haga cargo de la mujer a la que había atropellado, pero ella sólo se burló de la situación.

Además, junto con otras personas de buen corazón, Bernard ayudó a Rosalie con todo lo relacionado al sepelio de su madre, y fue el único que se quedó a su lado hasta el final y le ofreció su ayuda, mientras ella, con la mirada perdida, sólo pensaba en su venganza.

Y mirándolo como se miraría al ser más amado, Rosalie le dijo a su esposo:

- Ni en mis sueños hubiera imaginado que sería precisamente Lady Óscar la persona que me enviaría a mi futuro esposo. - y diciendo esto, sonrió con alegría.

- Fue una manera muy interesante de encontrarnos de nuevo ¿no crees? - le dijo riendo.

Ella río también, y luego ambos se abrazaron con una gran ternura en aquella antigua vivienda de París, aquella antigua vivienda que se había convertido en su nuevo hogar.

...

Unas horas más tarde, Óscar, montada en su caballo, regresaba a la mansión, y sentado en el recibidor, André la esperaba con impaciencia.

- Óscar, al fin estás de vuelta. - le dijo aliviado. - Te demoraste mucho más de lo habitual. Estaba a punto de ir a buscarte.

- Lo siento, André. - respondió ella. - Fui a París para comprar algunos obsequios para tu familia. - mencionó, mientras le entregaba una bolsa que contenía varias cajas, ciertamente muy finas. - Espero que no se hayan maltratado en el camino porque los traje a caballo, aunque lo dudo porque tuve mucho cuidado. - le comentó sonriendo.

Él la miró sorprendido. Óscar siempre había sido muy detallista, y desde que fue adulta siempre se preocupó por pedirle a sus sirvientes que se encarguen de comprar para la familia de André los mejores chocolates de todo París cada vez que él viajaba para visitarlos, pero esta vez los regalos eran mucho más personalizados ya que ella misma se había encargado de escogerlos. Había cajas con obsequios para su tía Juliette, para su prima Camille y su pequeño hijo, y también para su primo Jules, y cada presente tenía una delicada tarjeta con los nombres de cada uno para evitar que caigan en confusiones.

- Gracias Óscar, no tenías que molestarte. - le dijo André, muy emocionado.

- No fue ninguna molestia. - le respondió ella con sinceridad. - Por favor, hazles llegar mis saludos apenas estés por allá. - agregó finalmente.

Había cambiado de actitud.

Luego de su reflexión en el río, Óscar se dio cuenta de que si realmente amaba a André debía tener la misma paciencia que él siempre tuvo con ella, y seguir demostrándole su amor y su apoyo ante cualquier decisión que tomara.

- ¿A que hora partirás mañana? - le preguntó.

- El carruaje que contraté vendrá a buscarme a las cuatro de la mañana. - respondió él. - Quiero llegar temprano a Provenza para aprovechar al máximo mi tiempo por allá.

- Entiendo... - le dijo ella. - ¿Ya cenaste?

- No. Te estaba esperando. - le respondió André.

- ¿Cenamos? - le preguntó ella sonriendo por su redundancia. Entonces él, con una tierna mirada, le pidió con un elegante pero divertido gesto que lo siguiera hasta el comedor.

...

Fin del capítulo.