Los personajes son de SM, la trama es completamente mía. NO AL PLAGIO.
Una dama de cristal
EPÍLOGO
Hace tiempo vi un documental sobre las ballenas jorobadas y cómo cada año hacían su recorrido de norte a sur para ir a aguas cálidas y tener a sus crías, y de sur a norte para crecer, madurar y entonces ser capaces de volver. Siempre me pregunté cuál era el hogar de estas ballenas, ¿el lugar en el que habían nacido?, ¿o al que se dirigían y en el que terminaban su desarrollo?
Ahora sé la respuesta: El hogar de las ballenas es donde ellas estén.
Miro a través del ventanal, Charlie patea el balón y Edward lo detiene con el pie antes de devolvérselo. Les pedí un descanso para mí y vine a esconderme a la sala de esculturas que se ha convertido provisionalmente en mi estudio de arte.
Me giro y le doy un último vistazo a la pintura recién terminada por unos segundos antes de salir y por primera vez siento que he conseguido cerrar al fin una etapa de mi vida. Voy al baño de visitas para limpiarme primero. Froto mis manos bajo el chorro del agua hasta conseguir quitarme los restos de pintura. El agua cambia de traslucida a una mezcla de colores al tocar mis manos. Y mientras quito la pintura de mi piel me miro en el espejo.
Intento hacer memoria de esa primera vez frente a un espejo en el apartamento de Edward. Bajo mis ojos no hay más ojeras, mis mejillas ya no se ven succionadas ni pálidas. Mi cabello antes descuidado ahora tiene brillo, decidí hace unas semanas que necesitaba un corte nuevo, pedí que me dejaran el mismo largo, pero añadí un flequillo que no termina de convencerme y que creo que jamás volveré a pedir. Aunque a Edward le gusta. Y a pesar del cabello que cubre parte de mis cejas, a mí también me gusta lo que veo en el espejo. Mis mejillas tienen por ahora un rubor que me he ganado al ir a la playa con Charlie y Paulina el fin de semana pasado. Me tardo en saber qué es lo más diferente de mí en el reflejo y creo que son mis ojos. Ya no veo el miedo en ellos, ni la incertidumbre.
Cierro el grifo de la llave y salgo.
Tía será juzgada pronto por intento de homicidio, fraude, secuestro, daño a propiedad privada, complicidad en falsificación, y cuántos crímenes James consiga añadir en lo que nos resta de tiempo. Su hijo espera en prisión preventiva como ella, por los mismos crímenes y por uno extra por hacerse pasar por abogado. Han intentado culparse entre sí para absolverse a sí mismos, pero sus abusos son evidentes para cualquiera.
Eric nunca volverá a ser el mismo, y quizá fue eso por lo que acordamos volverlo una víctima más de sus manipulaciones. Su inmadurez y situación económica será su defensa y James no quiere al abogado de sus padres en mi contra. En cambio, con ambos grupos unidos contra ellos, resultará más sencillo ganar el caso. Eric me arruinó la vida, pero también se arruinó la vida por avaricia o desesperación. Así que creo que ha obtenido lo que se merecía por lo que me hizo y no necesito que las leyes humanas lo sentencien cuando el destino se hizo cargo de él.
Salgo de la cocina y camino hacia las escaleras. Miro las fotografías del desierto que cuelgan de las paredes. Cuando imaginaba cómo sería mi vida con Edward creí que iniciaríamos en la casa de él.
No fue así. Cuando Charlie fue dado de alta, la casa de mis padres no terminó consumida por el fuego, solo la sala y el comedor, lo que la hacía habitable. Aunque esta vez los padres de Paulina no permitieron que esa fuese una opción. Viví con ellos junto con Charlie por dos semanas hasta que nos entregaron su documentación escolar y Edward consiguió inscribirlo en un colegio.
Pensé que mudarnos de ciudad tan repentinamente sería un problema, pero Charlie solo quería vivir conmigo sin importar donde fuera. Así que esos días sirvieron para hacer la mudanza que en su momento no pude hacer, guardé todo lo que nos llevaríamos y lo que iba a donar.
Dejar ir las cosas que le pertenecieron a mis padres fue difícil, pasé toda una mañana en la cochera de la casa abriendo una caja tras otra sin saber qué debía quedarme entre tanto, elegí las fotografías, las cartas que encontré de mamá y papá, y una prenda de cada uno: la chaqueta negra de papá, el mandil blanco de mamá. El resto lo dejé ir.
Había supuesto que al volver a la ciudad viviríamos en la casa de Edward como planeamos antes de que aparecieran los videos del burdel. Pero él tenía una petición a la que no pude negarme, ¿cómo podría luego de todo lo que él hizo por mí?
—Será sólo hasta que…
No tuvo que terminar la oración para saber lo que quería decir.
—Si él está de acuerdo en que Charlie y yo vivamos ahí, no tengo ninguna objeción.
Escucho sus risas cuando entra a la casa corriendo, cruza a prisas el recibidor y se dirige hacia la cocina.
—¡Charlie! No corras —pero mi hermano ignora mis palabras y sigue corriendo mientras un pelaje dorado corre tras él—. Picasso, no.
El animal obedece mi orden, por lo menos unos segundos antes de que Charlie le grite para que lo persiga.
—¡Vas a romper algo! —le grito a Charlie, pero estoy segura de que si me escuchó ha decidido ignorarme. Me quedo con la mano sobre el barandal dorado y cuando es imposible escuchar su risa vuelvo a subir los escalones.
En el pasillo a las habitaciones hay una bicicleta tirada, me agacho para tomarla y la llevo a la recámara de Charlie. No tengo idea de cómo voy a educarlo si Aro ha decidido consentir cada capricho de mi hermano.
Pero ¿Cómo podría negarme a eso si la única vez que le pedí no comprarle cosas recibí una respuesta imposible de contradecir?
—¿No has pensado que tal vez, tu hermano, sea lo más cercano que tendré de un nieto?
No tuve manera de negarme, aunque Edward sí lo hizo.
—Si Bella no quiere que Charlie tenga tantas extravagancias y permisos, no deberías…
—Si mi hermano rompe alguna de las estatuas, no pagaré por ellas —fue lo único que pude decir como condición.
—Esa sala estará bajo llave cuando él esté solo, ¿eso está mejor? —concedió Aro.
Aro no es malo, se había equivocado en la crianza con Edward y en abandonar a Alice, e incluso en nuestra primera presentación, pero estaba intentando corregir sus errores tanto como la vida le diera la oportunidad de hacerlo. Y el hecho de que vivir bajo su techo no significara imponerme reglas a mí o a Charlie, logró ablandar cualquier desconfianza que tuviera sobre él.
Dejo la bicicleta en el vestidor del cuarto de mi hermano donde hay más juguetes que ha recibido en los últimos dos meses y me dirijo a la que ahora es mi nueva habitación. Edward envió a donación la mayoría de su ropa juvenil al igual que los zapatos para que nuestra ropa tuviera espacio. Pero me negué a que sacara sus discos de música, los comics o las guitarras.
Me apresuro a vestir, elijo un vestido azul de manga corta y unos zapatos bajos antes de dirigirme al baño para retocar mis labios y pestañas. Añado un poco de base a mi rostro. Edward dice que apenas se nota, pero yo puedo sentir la delgada y pequeña línea sobre mi pómulo, con el tiempo quizás desaparezca por completo, pero que deje o no cicatriz no va a borrar de mi memoria nada de lo que ocurrió por culpa de ella.
Si no hubiese sido por James y el modo en que consiguió una confesión, posiblemente Charlie no estaría con nosotros. Le dio pastillas para dormir, las mismas que me daba a mí, pero con su cuerpo pequeño pudo ser letal para él, y de no ser por la ambulancia que llegó a los minutos y que recibió la atención rápida en un hospital privado, quizás el desenlace habría sido distinto.
Charlie estaba bien. Vivo y sin secuelas, ni siquiera se dio por enterado de lo que ocurrió esa noche. Lo tuvieron en revisión por tres días a petición de Edward. Luego me enteré de que en realidad lo hizo para no correr el riesgo de que fuese enviado con Servicios Sociales mientras se decidía quién debía cuidar de él en ausencia de su tutora legal. Porque la sesión de la custodia era real. Sólo me separé de Charlie cuando llegó la policía a tomar su declaración.
—Llevas dos días con esa ropa, Bella —dijo Alice mientras me entregaba un emparedado envuelto en un plástico, así que asumí que era comida de la cafetería del hospital.
Miré las pantuflas y mi vestido que tenía una mancha de sangre seca. Sabía que debía dar una pinta deplorable con tantos moretones en el cuerpo, pero no me importaba. No iba a separarme de mi hermano.
—Estoy bien, gracias, Alice.
Pero contradiciendo mis palabras, Edward le extendió su tarjeta negra a su hermana.
—Cómprale un par de cambios si encuentras una tienda cerca —iba a protestar cuando se apresuró a añadir—, para mí también.
Porque ninguno de los dos creyó que necesitaríamos un cambio de ropa al viajar hasta acá. Alice aceptó la tarjeta.
—Todo va a salir bien —me repitió Alice como venía haciendo desde que Charlie despertó.
—¿Y si ellos quieren mi declaración?, ¿qué debería decirles?
¿Cuánto de mi pasado debería dejar en evidencia?
—James está ocupado resolviendo lo de Eric, pero me pidió que te diera esto —y mientras lo dijo me entregó una hoja doblada a la mitad.
Bella, no puedo llamarte desde aquí, pero cuando la policía pida tu declaración esta es la versión oficial, la que vamos a mantener todos y que permitirá que recuperes a Charlie.
Leí un par de veces la carta completa y entendí que lo único que debía sustituir fue que pasé ocho meses vendiendo dibujos y pinturas en la calle hasta que un día conocí a Edward. Le gustó mi trabajo y me ofreció una oportunidad que me cambió la vida. La primera de ellas: sacarme de esa vida que llevaba.
Eso explicaría por qué no había manera de comprobar mis ingresos y evitaría que alguien buscara el edificio donde viví. Es una historia simple y fácil de seguir, sin posibilidad de crear contradicciones.
Esta vez vamos a saltar del puente con arnés de seguridad.
Le pedí a Alice su celular porque perdí el mío durante el altercado con Tía y le envié un mensaje a James agradeciendo todo lo que estaba haciendo por nosotros.
—Vamos a apresurar todo tanto como sea posible, por eso James está en la fiscalía. Tenemos la suficiente evidencia contra ellos —respondió Edward.
—¿Qué sigue después de que tomen la declaración de Charlie?
—Vendrá servicios sociales a hablar con él. Van a entrevistarte también.
—¿Se lo llevarán?
—No. Con el caso de Eric y lo que le hizo a Charlie para dormirlo, es prueba suficiente que también usó las medicinas para dormir en ti. Hizo que ganar este caso sea lo suficientemente sencillo sin tener qué mentir.
La verdad estaba por primera vez de mi parte.
Cuando salgo al jardín trasero me acercó a Aro, está sentado en una mecedora de madera con una frazada doblada sobre sus piernas.
—¿Siguen jugando? —pregunto a pesar de saber la respuesta.
—No creo que mi muchacho le llame a eso jugar.
Sigo su vista hasta deparar en que Edward intenta quitarle sin éxito el balón de los dientes al cachorro. Su pantalón de mezclilla tiene manchas de tierra por haber estado jugando con Charlie, y cuando se hinca para arrebatarle el juguete al perro no puedo evitar reírme de él a sus costas.
—Feliz cumpleaños, Bella.
Apenas me giro, me veo envuelta en un abrazo suave y largo, maternal. Me tomo unos segundos extra entre los brazos de Esme antes de dar un paso atrás.
—Feliz cumpleaños —añade Carlisle a su lado entregándome una caja de madera azul con un listón blanco—, es un detalle.
El obsequio se ve tan delicado que no puedo evitar llevarlo a mi cara intentando descubrir que es al sacudirlo despacio.
—Muchas gracias.
—Tú te ves cada día más alto —dice Esme antes de ser recibida por un abrazo de Charlie.
—¿Verdad que sí? Mi hermana no me cree. Tío Carlisle, Bella dijo que iba a preguntarle si…
—Charlie —lo interrumpo.
—No lo hiciste, ¿no? —me pregunta con ese tono acusatorio.
—¿Preguntar qué? —dice Esme.
—No es nada —digo sintiendo mis mejillas ruborizarse.
—Sí es. Edward dijo que tienen una alberca y a mí me gusta nadar. Y como estoy de vacaciones...
Pero no necesita terminar su petición antes de ser interrumpido por ella.
—Por supuesto que sí, nos encantaría que pasaras unos días con nosotros.
—¿Días? ¿Puedo ir varios días? —dice con emoción Charlie.
—Todos los que quieras, cariño.
—¿Desde hoy?
—Desde hoy, por supuesto.
No sé cuál de los dos está más emocionado.
—Ella está ensayando para cuando sea abuela —me explica Carlisle como si notara lo mismo que yo.
—¿Puedo irme hoy, Bella?
—Pero es mi fiesta de cumpleaños.
—Ya. Pero cuando se termine.
—¿No es un problema? —pregunto.
—Tonterías. Nos encantaría, hace tanto que no hay un niño en la casa —y entonces sus ojos van a Aro—. ¿Quieres enfermarte? —lo regaña.
Se acerca a él y desdobla la frazada que tiene en sus rodillas para extenderla sobre sus piernas.
—Esme —se queja él, pero no lo impide.
—Le prometí a Alice que cuidaría de ti en lo que está fuera de la ciudad, y no voy a lidiar con esa niña cuando descubra que te dio una neumonía.
—Estamos a treinta grados, es imposible que eso ocurra —hace intento de quitarse la frazada, pero Esme insiste.
—¿Tú vas a discutir con ella? —le pregunta.
Esta vez no se queja y permite que Esme acomode la frazada en su lugar, de reojo miro a Carlisle, pero él se muestra impasible y no ha perdido la sonrisa en su rostro.
Dejo el regalo en la mesita de patio cuando Edward se acerca a nosotros.
—¿Estuviste haciendo jardinería? —le pregunta Carlisle.
—Le regalé dos perros, ¿no quieres uno? —responde con el golden retriever bañado en tierra en su brazo, patea con energía intentando recuperar su libertad.
—Son mi regalo de cumpleaños —le recuerdo quitándole al cachorro. Recibo lamidas de su parte contra mi mejilla.
—Son preciosos. ¿Sabes que tu hermana va a cortarte la cabeza por comprarle perros de raza? —le pregunta Esme.
—No los compré. Los daban en adopción.
Pero el pelaje a pesar de la suciedad muestra lo fino que son.
—Suerte con eso —añade Aro.
—Te ha llenado la casa de mascotas de nuevo, ¿no? —bromea Esme.
—Por suerte, Coco y Chanel disfrutan de estar dormidas en la habitación de Alice —dice Aro con tranquilidad—. Y tú serás abuela pronto, así que te aseguro que vas a querer tener mascotas para que cuiden al bebé por ti.
—No puedo creer que dijeras eso —dice con indignación Esme, pero la comisura de sus labios delata que no hay molestia de su parte—. Carlisle, dile.
—Compraré un conejo en cuanto el bebé aprenda a gatear, lo tengo resuelto —asegura el padrastro de Edward, y Aro se ríe.
Con Alice y Edward viviendo aquí, Alice por un acuerdo y Edward por querer aprovechar el tiempo con su padre, Esme y Carlisle vienen de visita varias veces por semana. Al principio el ambiente era tenso, Carlisle apenas hablaba y Aro se mantenía tan serio que era imposible creer que estuviese cómodo con la presencia del esposo de su ex. Y no fui la única que lo creía así porque una noche hace más de un mes Alice intervino.
—Puedo hablar con mis padres y decirles que no vengan —le dijo porque esa misma tarde estuvieron de visita y presenció la tensión entre ambos.
—Tonterías —le restó importancia él.
—Edward piensa igual que yo —insistió.
—Yo creo que mamá entenderá que quieras espacio —añadió Edward.
—Esme nunca entenderá eso.
—Es que no eres amable cuando está aquí, ni siquiera lo intentas —dijo Alice mostrando su molestia—. Si te esforzaras un poco conocerías al hombre que nos crio.
—Alice —esta vez intervino Edward.
—Es la verdad. Dijiste que querías compensarlo, pues inicia con mamá. Si las cosas hubiesen sido de otro modo, tú y papá hasta serían amigos y eso la haría feliz.
Aro se puso de pie y salió en silencio. Charlie que estuvo sentado en la cena y presenció la discusión salió tras él. Y yo fui tras Charlie suponiendo que Aro lo que quería era espacio para sí mismo, y sabía que los hermanos tras de mí estaban por iniciar otra discusión. Los encontré de pie al final del pasillo.
—Ella quiere a sus dos papás siendo amigos, Tío Aro. ¿Eso es difícil?
—Lo es.
—Pues qué mal, porque Edward dice que Tío Carlisle y tú ven box todos los sábados. A mí no me gusta eso. Yo veía con papá el futbol los sábanos. Si viene a ver futbol y luego box no tendrían que hablar.
—Veré que se puede hacer.
El siguiente sábado, estuvimos toda la tarde hasta el anochecer en la sala de cine viendo futbol, para mí pesar, y box, para el pesar de Charlie. Alice se sentó entre Carlisle y Aro, como una muralla para no crear tensión, y luego, cuando resultó que ella no sabía nada de futbol ni de box ese se convirtió en el tema de conversación. Lo creí en un principio al menos.
—¿Encestar el balón? —le pregunté bromista cuando la encontré preparando bocadillos en la cocina.
—¿No se encestan? —preguntó batiendo las pestañas y comprobé que fingía—. Mamá se merece algo de paz mental y esos dos hombres son insoportables cuando se lo proponen, porque papá podría ser más simpático si se esforzara y Aro también.
—Es bueno que quieras tenerlos a ambos en…
—No lo hago por mí, es por Edward —me interrumpió.
—Estoy segura de que Edward aprecia lo que estás haciendo.
Y al final su estrategia funcionó porque luego de un mes desde esa discusión en la cena, ellos pueden bromear entre sí.
—Pero entonces, ¿puedo ir a dormir con Tía Esme? —pregunta de nuevo Charlie queriendo recuperar la atención.
—¿Irás a jugar en el campo de minigolf? —le pregunta Edward.
—¡¿Tienes un campo de minigolf?! ¿Podemos irnos ya?
Eso consigue sacarnos una risa a todos. Con Esme y Carlisle viniendo de visita aquí no habíamos regresado a la casa de su madre, pero la curiosidad de Charlie por conocerla, luego de todo lo que Edward le contó, creció a lo largo de los días.
—Se ve delicioso —dice Esme cuando Mirna, una de las cocineras, sale con el pastel, las velas y cuchillo. Sonreí sabiendo que no se veía delicioso, pero todos sabíamos que lo estaba porque lo preparó Edward.
—Yo lo hice. Edward lo metió al horno —dijo mi hermano señalando la mezcla de colores en el betún y las chispas de chocolate mezcladas con bolas de menta.
—Me encanta.
—¿Sí, verdad? Tienes que pedir un deseo. Yo cuido a Mona —dice quitándome al perro de los brazos.
—No va a llamarse así —le digo con seriedad, tanta como soy capaz.
Edward muerde su sonrisa burlona mientras Charlie me hace un mohín.
—¿No te gusta?
—No.
—Tú te llamas Bella y…
—No —lo interrumpí.
—Pero Bella. Edward aceptó que Picasso se llamara…
—Tampoco va a llamarse así —dije cruzándome de brazos.
—Mona y Bella. Y Edward y Vinci. A Edward le gusta.
—Se llama Picasso y este es macho, no va a llamarse Mona.
—Mono, entonces.
Miré a Edward en busca de ayuda, pero él levantó los brazos hacia arriba.
—Yo no intervengo en las peleas de hermanos.
Eso era cierto.
Mi preocupación había sido que Charlie creciera sin una figura adulta que imitar, que yo no fuese lo suficiente madura para criarlo y que no bastara para él. Pero la familia de Edward hacía eso y más por él. Solo Alice disfrutaba de Charlie como lo haría yo misma, jugaba con él a los videojuegos mientras Charlie la ponía al día con todo lo que debía saber sobre las caricaturas.
Yo no podía amarlo más ni menos de lo que ya lo hacía, pero reconocía que era incapaz de suplir el rol de mamá, como creí que podría hacerlo en su momento Tía, pero ese dejó de ser un temor apenas conoció a Esme. Porque cuando ella no estaba Charlie solía estar cerca de Aro, preguntándole todo sobre su vida y jugando a "¿Qué quieres que dibuje hoy?". Pero cuando ella estaba entonces Charlie solía hablarle de su día, sus dibujos y mostrarle todos sus juguetes.
Y por otro lado, Edward jugaba dos roles a la vez, era el cuñado que podía jugar y tontear con él, y las últimas semanas era quien ponía el semblante serio para conseguir que mi hermano limpiara su habitación, hiciera los deberes o guardara sus juguetes. Excepto cuando decidía que no tenía jurisdicción en mi discusión con Charlie.
—Mono.
—No. Edward ya le puso nombre.
—Tiburón no es un nombre de perro, es de un pez. Anda, Edward, que se llame Mono.
—Mono es nombre de chimpancé —le digo esperando ganar por ahí.
—Es cierto —dice sonando abatido—. Tío Aro, ¿no te gustan los monos?
—Nadie va a tener un mono aquí —le dijo Edward y mágicamente la discusión se termina.
—Bien. Entonces pide un deseo.
Me inclino hacia el pastel sobre la mesa. ¿Qué podía pedir? Nada. Tenía todo lo que había deseado por más de un año frente a mí, una familia y un hogar. Así que cierro los ojos y soplo las velas.
Le pedí a Edward un día tranquilo, sin usar los celulares, sin encender la televisión, sin salir de la casa, sin nada que nos mostrara el caos del exterior. Quería que mi cumpleaños se tratara solo de estar en familia, así que vi a Paulina el fin de semana pasado al escaparnos en la playa, y elegí usar mi cumpleaños para estar con mi hermano, Edward y sus padres. Me da justo el día que le pedí hasta el atardecer, cuando Aro se despide porque está cansado de estar sentado y quiere ir a dormir. Esme y Carlisle se despiden al poco rato, así que me apresuro a prepararle una mochila con tres cambios de ropa y juguetes a Charlie que apenas deja un beso en mi mejilla antes de salir corriendo tras ellos. Me despido con la mano desde la puerta principal y cuando el carro se va soy consciente por primera vez que esta es la primera vez que estamos solos en la casa sin Charlie.
Subo las escaleras, pero no está en el cuarto. Bajo las escaleras y voy hacia el patio donde estuvimos antes, pero las luces están apagadas y cuando me acerco solo escucho los ladridos. La cocina y el comedor están a oscuras. Decido intentar por la sala de la televisión, no está ahí. Y entonces intento probar suerte en el último lugar de mi lista, veo la puerta abierta y la luz encendida de la sala de esculturas.
Edward está de pie frente a mi último cuadro.
La pintura recién terminada es una mujer con piel de cristal, me ha tomado casi un mes y al fin está lista. He tenido cuidado al crear cada extensión del cuerpo, cada parte es un cristal diferente que la conforma. Algunas piezas tienen fisuras y otros bordes que dan la apariencia de haberse cuarteado. En el pecho me aseguré de poner la mayoría de los cristales rotos, pequeñas piezas que se mantienen unidas casi por suerte. Pero lo más difícil fue hacer que la luz que se cuela de la ventana tras ella creara rayos de luz al tocar la piel de ella, la percepción del brillo y los colores que se forman en las paredes como resultado fue lo que más tiempo me tomó.
Edward toma la etiqueta que está sobre el taburete con el nombre del cuadro, olvidé añadirlo al reverso del lienzo para que Diana lo considerara al presentarla en su galería.
Una dama de cristal
Bella Méndez
—¿Te gusta?
—No puedes vender esto, es…
—Creo que me pagarían bien por ella.
—Entonces voy a pagar por ella.
Entre todas las pinturas que llegué a pintar, nunca había comprado alguna, no que hubiese considerado cobrársela cuando él era quien pagaba el material.
—¿De verdad?
Gira su rostro hacia mí y me sonríe.
—Es preciosa. Se verá bien en la chimenea de nuestra casa.
«Nuestra casa».
—¿Tú crees?
—Estoy seguro.
—Bueno, mi cumpleaños no ha terminado —digo cerrando la puerta del salón y poniendo el seguro—. Y creo que me gustaría escuchar una de esas listas que tienes en tu cabeza.
—Bien —dice dando un paso hacia mí—. Es una lista corta de momentos maravillosos del día. El primero es que hoy tachamos algo de nuestra lista de cosas por hacer con esos dos perros.
—Es cierto.
—El segundo punto es que toda la mañana recibiste llamadas de felicitaciones.
—La mayoría de ellos son tus amigos, pero sí.
—¿Y el tercero?
—Que hoy te veías deslumbrante con esa sonrisa —dice al tiempo que su mano acuna mi mejilla, ladeo el rostro para dejar un beso contra su muñeca.
—Es una terrible lista. La verdad podrías hacerlo mejor —bromeo.
Pero sus ojos pasean sobre mi rostro como si estuviese grabándome en su retina lo que me acalora y pone repentinamente nerviosa.
—Tengo una lista diferente para ti.
—¿Sí?
Asiente despacio y la calidez del mar en sus ojos me hace sentir que estoy flotando dentro de él.
—Hace poco cree una lista de situaciones catastróficas y sólo he visto como se han ido cumpliendo una tras otra: Jasper me ha comprado mis acciones para sacarme de la empresa. Peter está arruinando la vida de mi hermana. Mi padre está cada día más débil. No estoy seguro de que haya sido buena idea vivir aquí con Charlie, se ha encariñado tanto con él que… —se interrumpe como suele hacer cuando habla de la muerte de Aro—. Alice está persiguiendo fuentes contra Peter o escapando de él, ya no lo sé. Jasper jamás va a perdonarme ponerla en peligro como lo he hecho. Y tú…
—Yo estoy bien —lo contradigo.
—Bella.
—Lo digo en serio, yo estoy bien. James piensa que todo estará bien y le creo. Que hiciera pública esas fotografías fue algo bajo, pero no me importa. Todo lo que hice me ha traído aquí y no cambiaría nada que arriesgase este presente contigo. No me avergüenza lo que hice, porque estoy orgullosa de donde me encuentro.
—Esto solo va a empeorar. Y ya no hay manera de retroceder.
—Tú estarás bien, Edward.
—No estoy preocupado por mí. Sólo necesito saber que hay un equilibrio en la balanza.
—Bueno, entonces, deja de tener una lista de situaciones catastróficas. Tus padres están vivos, tenemos dos perros, mi hermano te adora, yo lo hago, serás tío pronto y ahora tienes un cuadro para colgar sobre la chimenea.
Besa mi frente antes de retroceder.
—Lo pondré en la habitación.
—Eso me gusta —camino hacia el lienzo, lo quito del caballete y entonces lo veo.
Colgando de la madera hay un collar dorado y en él se mueve un anillo de oro con tres diamantes pequeños. Se entreabren mis labios de sorpresa mientras veo balancearse la pequeña joya frente a mí.
—Lleva ahí cerca de un mes —dice él a mis espaldas.
No me giro hacia Edward, el bastidor sigue en mis manos, así que lo dejo en el suelo contra el caballete antes de animarme por primera vez a estirar mis dedos hacia el anillo.
Siento algo expandirse de mí, pero por primera vez no son púas filosas perforándome por dentro, como si hubiese luz abriéndose paso en la oscuridad.
Recarga su mentón en mi hombro.
—Sé que dije que esperaría hasta que tú lo tuvieras todo, y sé que todavía te quedan muchas cosas por tachar de tu propia lista de metas, pero quería darte una certeza entre todo el caos que he desatado.
«Si Edward te lo preguntara no dirías: no todavía»
Y mientras siento su aliento contra mi piel, sus manos alrededor de mi cintura apretándome a él. Lo sé. Alcanzo el anillo despacio. Lo deslizo hasta que entra en mi anular. Tres pequeñas piedras que representan todo para nosotros.
—Cásate conmigo.
No mates a esta autora.
Antes que nada quiero agradecerte por haberme acompañado a lo largo de este par de años, por los mensajes que has dejado aquí, por los mensajes que me han llegado de manera directa, las conversaciones por chat, pero sobre todo por sus ánimos para que no abandonara esta historia, por haberme acompañado en las dinámicas que hice en su momento para que eligieran el rumbo de esta novela cuando yo no me decía por cuál elegir. En fin, por la lectura, el tiempo y tu compañía. Por seguirme en mi Instagram y en mi página oficial.
Este epilogo muestra un poco, de lo que veremos en las siguientes novelas. Ya no tendremos a Edward y Bella narrándonos la historia, pero es un hecho que habrá apariciones de ellos en las siguientes novelas.
Les he dejado los guiños suficientes para que creen sus teorías conspiranoicas. Lo que puedo anticiparles es que pronto estaré compartiéndoles el siguiente proyecto: AMADA A LA MEDIDA (James y Tanya).
Si quieres saber cuándo voy a empezar a compartir el borrador y por cuál medio, te invito a que me sigas en INSTAGRAM: Angélica L. Cota
Y recordarte que este 10 de julio Una mujer sin corazón, estará disponible en cualquier librería de España. A México llegará para agosto o septiembre. Y si eres de otro país, puedes ayudarme a crear presión y enviar mensaje desde las redes sociales a PLANETA (País del que seas) para solicitar que lo envíen al tuyo también. Ese apoyo sería una gran ayuda. También estará disponible para leer desde Amazon Kindle (si no aparece en tu país, recomiendo entrar desde el Amazon de la página de España)
Lo que debes saber de Una mujer sin corazón, es que sigue siendo mi novela favorita de la saga, y si te han gustado mis otras novelas por el romance, la comedia, el drama y el realismo, pues esta no te decepcionará.
Esperando tener noticias tuyas y leer tu opinión sobre este final.
Angélica L. Cota
