Capítulo 35

Una sincera charla

Ya estaba poniéndose el sol cuando André salió del despacho de Oscar, mucho más tranquilo por haber solucionado las cosas con ella. Aún sentía su calor sobre su cuerpo; estar tan cerca de ella había hecho que una parte de su alma se funda con la suya y había empezado a extrañarla desde que se apartó de ella, sin embargo, sabía que mantener la paz que había recuperado dependía en gran medida de trazar ciertos límites con Mirelle, una joven a quien siempre había apreciado como a una amiga.

Ahora tendría que enfrentarse a un nuevo problema, mucho menos grave para él, claro está. Sin embargo, no dejaba de preocuparle lo incómodo que sería tocar un tema como ese.

- "Y ahora qué le digo a Mirelle... " - pensó.

No era la primera vez que tenía que rechazar a una mujer, pero en este caso era distinto: Mirelle era su amiga, y eso le hacía más difíciles las cosas.

Pero ¿cómo podía haber ocurrido algo así? - se preguntaba André. Mirelle y él se conocían desde hacía cinco años, y siempre se trataron como amigos. Por otra parte, aquella historia que le contó sobre la forma en la que su prometido la estaba tratando lo preocupó sinceramente. Él conocía a Thomas y no parecía ser un hombre capaz de comportarse así con una mujer, no obstante, tampoco ponía en duda la palabra de Mirelle; ella no sería capaz de inventar algo como eso.

...

Mientras tanto, en la mansión Jarjayes, Stelle y Anne lavaban la vajilla en la cocina cuando, de pronto, Beatrice llegó sobresaltada.

- Señora Stelle. Mirelle está en su habitación llorando desconsoladamente, pero no me quiere decir qué le sucede. - dijo Beatrice.

Y tras hacer una pausa, continuó:

- Ya le he pedido de mil maneras que me diga que le pasa para poder ayudarla, pero no logro convencerla. Lo único que me dijo es que quería estar sola. - agregó la joven.

Entonces, Stelle y Anne se miraron preocupadas.

- ¿Está llorando? - repitió Stelle, y Beatrice asintió con la cabeza.

- ¿Habrá recibido alguna mala noticia? - preguntó Anne, preocupada.

- Lo dudo mucho... - respondió Stelle. - El mensajero no trajo correspondencia hoy.

Entonces, las tres se quedaron en silencio por algunos segundos.

- Anne, por favor, ve con ella. - le dijo Stelle a la doncella. - Quizás tu tengas más suerte que Beatrice, y logres que te diga que es lo que la angustia tanto... Ella es una muchacha muy responsable con su trabajo. No es normal que abandone así sus actividades; algo muy grave debe haberle pasado.

- Sí, enseguida voy con ella. - respondió Anne, y salió de prisa hacia el área donde se encontraban las habitaciones de las sirvientas de la casa.

- Que extraño... - mencionó Beatrice, pensativa. - Estas son las épocas en las que más feliz debería estar. Faltan solo un par de semanas para su matrimonio. - agregó.

Y tras escucharla, Stelle la miró pensativa. Sabía que Mirelle no se estaba comportando de manera normal por esas fechas; su repentina atracción hacia André, su rechazo a tomarse unos días libres para organizar su boda, y su reticencia a hablar sobre los preparativos para su matrimonio habían generado en la cocinera de la mansión muchas dudas.

...

Para ese momento, André dejaba su caballo en el establo, y luego de hacerlo se dirigió directamente a la cocina en busca de Mirelle, sin embargo ahí sólo encontró a Stelle, la cual estaba sola ya que Beatrice ya se había retirado para continuar con sus obligaciones.

- Stelle, ¿has visto a Mirelle?... Quiero hablar con ella. - le dijo André de inmediato.

- ¡André!... Así que ya regresaste... - le dijo la cocinera. - Por cierto, ¿llegaste a encontrar a la señorita?... Brigitte se cansó de buscarla y le asigné otras ocupaciones. - agregó Stelle, quien por esos días ejercía también la labor de Marion al no encontrarse ella en casa.

- Sí, Stelle. - respondió André, algo nervioso. - Tuvo que salir de manera urgente al cuartel general.

- Ya veo. - respondió Stelle, y luego de una pausa, se dirigió nuevamente a él. - André, Mirelle está indispuesta. No se ha sentido bien y está descansando en su habitación. Seguramente mañana podrás hablar con ella, pero hoy es imposible. - le dijo.

- ¿Mañana? - exclamó André, decepcionado. Quería acabar con esa situación lo antes posible, pero no había alternativa; tendría que esperar.

Y tras unos segundos, volvió a dirigirse a Stelle.

- Entonces mañana la buscaré. - afirmó él, pero cuando estaba por marcharse, la cocinera lo detuvo con una pregunta.

- ¿Vendrá a cenar la señorita? - le dijo, y André la miró pensativo por algunos segundos.

- No me lo dijo, Stelle... La verdad es que no lo sé. - le respondió André.

Era cierto. Después de aquella dura tarde él no estaba seguro si Oscar regresaría o se quedaría a pasar la noche en el cuartel militar. Si bien se habían reconciliado, casi estaba seguro de que ella necesitaría algo más de tiempo para tranquilizarse, y esta vez estaba dispuesto a darle el que le hiciera falta.

- Le guardaré algo de cenar de todas maneras... - le comentó la cocinera. - Me imagino que si no llega hasta las nueve es porque pasará la noche en el cuartel...

- Supondría que sí, Stelle. - le dijo él. - Pero no te preocupes, si llega más tarde yo me encargo de atenderla. - agregó.

- Gracias André... ¿Te sirvo algo de cenar? - le preguntó.

- Sí, me gustaría comer algo. - respondió él. - Subiré a darme un baño y regreso por aquí. - le dijo.

- Te tendré algo delicioso preparado. - respondió ella.

- Te lo agradezco mucho, Stelle. - le dijo el nieto de Marion, y salió rumbo a la segunda planta.

...

Mientras tanto, en su mansión de Versalles, Fersen miraba por la ventana del salón principal cuando una de sus sirvientas se le acercó.

- Señor, le llegó esta carta de Suecia. - le informó la joven, y tras ello, se la entregó.

- Gracias Martine. - le dijo Fersen a su sirvienta. - "Es de Sofía..." - pensó.

- ¿Desea que le traiga una taza de café? - preguntó la doncella.

- No, gracias Martine. Ya puedes retirarte. - le dijo él, pero notando un detalle, la detuvo. - Espera...

- Señor...

- Esa carta que llevas contigo... la que vino junto con esta que acabas de darme... ¿También es de mi hermana? - le preguntó, observando una segunda carta en las manos de la joven.

- Así es, Monsieur Fersen. La señorita envió dos cartas: una para usted, y otra para el Conde Gerodelle. Pero la del conde la enviaré al palacio con nuestro mensajero el día de mañana. - respondió la sirvienta.

- Ya veo... - le dijo Fersen, pensativo. - Ya puedes retirarte Martine, y gracias.

- Con su permiso, señor. - respondió la doncella, y tras decir esto, se marchó.

Ya a solas, Fersen reflexionó sobre la conveniencia de una amistad entre Victor Clement y Sofía. Hans había notado que su hermana sentía un especial afecto por el conde, y eso lo preocupaba, sin embargo, no se sentía con el derecho de intervenir en la comunicación que ella había decidido mantener con el comandante de la Guardia Real, a pesar de que - interiormente - deseaba alejarlos. Estaba seguro de que Gerodelle era un caballero honorable, pero también sospechaba que la propuesta de matrimonio que le hizo a Oscar no fue únicamente un capricho, y si sus sospechas eran ciertas, el corazón de su hermana corría un grave peligro al mantenerse en contacto con él.

...

A la mañana siguiente, André esperaba a Oscar en el recibidor. Tenía la corazonada de que ella pasaría la noche en el cuartel militar, no obstante, había decidido esperarla despierto, aunque su cansancio lo había traicionado por momentos.

Tal como lo imaginó, la mujer que amaba no regresó en toda la noche. Él sabía que ella necesitaba tiempo para calmarse, pero deseaba verla nuevamente, sobre todo después del último encuentro que tuvieron, aunque, por otra parte, se sentía mal por no haber podido cerrar aún el tema que tenía pendiente con Mirelle.

- "Debo hablar con Mirelle hoy mismo, pero no ahora. Oscar debe estar por llegar. " - pensó André, decidido a esperarla.

...

Mientras tanto, a solas en la cocina, Stelle y Brigitte empezaban con algunas de sus actividades.

- Brigitte, ¿cómo viste a Mirelle hoy? - le preguntó la cocinera a la joven doncella.

- Más tranquila, Señora Stelle. - respondió Brigitte. - Sin embargo, no me quiso hablar sobre lo que le ocurre. - le comentó.

- Ya veo... - le dijo Stelle. - Y ahora, ¿dónde está? - preguntó.

- Está regando las plantas en los jardines que están cerca del establo. - le respondió Brigitte.

Y tras reflexionar por algunos segundos, Stelle volvió a dirigirse a la doncella.

- Ahora vuelvo... - le dijo. - Atiende a la señorita en todo lo que necesite si es que no estoy aquí cuando regrese.

- Por supuesto. - respondió la joven. - Estaré atenta a su retorno.

Entonces, Stelle se dirigió al lugar que Brigitte le había indicado, y tras unos minutos, llegó al lado de Mirelle.

- ¿Cómo te sientes hija? - le dijo cariñosamente, y Mirelle dirigió su mirada hacia ella. Fue obvio para Stelle que ella había seguido llorando, sin embargo, estaba ocupándose de sus obligaciones como lo hacía a diario.

- Estoy bien, Señora Stelle... - le dijo. Sin embargo, lucía devastada.

- Ven, siéntate conmigo. - le dijo la cocinera, y la llevó con ella a uno de los bancos que se encontraban en el jardín. - Cuéntame, ¿por qué estuviste llorando ayer? - le preguntó, y al recordar el hecho, sus ojos empezaron a llenarse nuevamente de lágrimas.

- Usted no va a entenderme... - le respondió la joven.

- Hija, yo he vivido muchos años más que tú... Y estoy segura de que puedo comprender cualquier cosa que te pase... Te prometo que no te voy a juzgar, solo quiero ayudarte. - le dijo la cocinera.

Y tras hacer una pausa, Mirelle decidió ser sincera con ella.

- Ayer, yo... Ayer... cuando André y yo nos quedamos solos, le dije que cancelaría mi boda con Thomás. - le comentó a Stelle.

Y aunque de primer momento esa afirmación la tomó por sorpresa, no le dijo nada, y dejó que ella continúe con su relato.

- No le mentí. La verdad es que desde hace mucho tiempo Thomás me ha manifestado de muchas maneras que ya no quiere casarse conmigo... - le dijo con tristeza, y tras ello, prosiguió. - Su repentino viaje a Normandía, el tono de sus comunicaciones, su renuencia a verme... Es obvio que ya no quiere saber nada de mí.

Y tras esa confesión, suspiró, ante la atenta mirada de Stelle.

- Durante un tiempo estuve muy triste, pero no me atreví a decirle nada a nadie... - le confesó a la cocinera. - Yo estaba comprometida... Mis padres estaban tan emocionados, e incluso ustedes parecían tan entusiasmadas por saber sobre los preparativos o sobre donde íbamos a vivir cuando me casara... Yo temía decepcionarlos... y que empezaran a mirarme con lástima. - le dijo.

En ese momento, Oscar, que acababa de dejar a su caballo en los establos y se dirigía a la mansión, se detuvo al escuchar esa última frase, y dirigió la mirada hacia los jardines.

No se equivocaba, era la voz de Mirelle la que había escuchado, y - aunque era conciente de que estaba mal escuchar una conversación privada - no pudo evitar acercarse discretamente para saber de que estaban hablando ella y su cocinera, sobre todo porque quería saber si algo de lo que ella le iba a decir tenía que ver con André.

- Hija... - le dijo Stelle a Mirelle, y la miró con tristeza tras escuchar lo que le había relatado.

- Sin embargo, de pronto tuve una nueva ilusión... - le confesó.

- ¿Te refieres a André? - le preguntó ella, y Mirelle la miró sorprendida. - Hija, no te sorprendas porque haya sabido que él había empezado a gustarte... Como te dije antes, tengo muchos años más que tú. - agregó.

- Señora Stelle, yo le juro que en todo el tiempo en el que Thomás estuvo aquí en Versalles jamás vi a André de otra forma que no fuera como amigo. - le aseguró. - Pero... cuando fui realmente consciente de que entre Thomas y yo todo había terminado comencé a fijarme en él... - le dijo. - André no solamente es muy apuesto, también es generoso y amable, es un caballero...

Y tras escuchar esas palabras, Oscar enfureció, sin embargo, respiró hondo y siguió escuchando.

- Pero Mirelle, no puede ser que de un momento a otro hayas cambiado la dirección de tus sentimientos... - le dijo Stelle. - No pretendo juzgarte, pero quiero que explores más allá de lo que me estás diciendo con respecto a tus sentimientos por André.

- Estoy segura de que lo amo. - le dijo a Stelle, mirándola angustiada, y ella no pudo evitar reir por su inocencia.

- Mirelle, es imposible que tú ames a André. - le dijo la cocinera.

- ¡Pero es que estoy segura de ello! - insistió la joven, y volvieron a caer lágrimas de sus ojos. - Por eso me dolió tanto que me rechazara la tarde de ayer. - agregó.

- Ahora entiendo la razón por la que no parabas de llorar. - le dijo Stelle.

- Me sentí tan humillada... - comentó la joven. - Yo sabía que él no sentía nada por mí, que me veía solo como a una amiga, pero por un momento pensé que era posible que él me pueda ver de otra manera... Señora Stelle, él es el hombre más maravilloso que yo haya conocido... En todos estos años no me había dado cuenta porque estaba perdidamente enamorada de mi prometido, pero ahora sé que André es el hombre a quien realmente amo. - le dijo, y Stelle hizo una resignada señal de negación.

- Créeme, Mirelle... Tú no amas a André. - insistió la cocinera. - Ni siquiera lo conoces lo suficientemente bien como para afirmar algo como eso. - le dijo Stelle.

- Pero lo conozco desde hace cinco años... - le dijo ella.

- No a profundidad. - afirmó Stelle.

Y tras una pausa, continuó.

- El amor es otra cosa niña... El amor es elegir a esa persona aún conociendo sus defectos... - le dijo. - ¿Acaso conoces los defectos de André? - le preguntó, y Mirelle se quedó en silencio. - Muchas veces es muy despistado, al punto que puede sacar de sus casillas a cualquiera. Come tanto que dejaría a una familia de clase media en la quiebra, y además canta terriblemente mal. - le aseguró Stelle, con la autoridad que le daba el conocer a André desde que era un niño.

Y escondida detrás de un árbol, Oscar contuvo su risa.

- No conoces lo suficientemente bien a André como para afirmar que lo amas. - le aseguró Stelle, y confundida, Mirelle empezó a llorar.

- Pero es que entonces no entiendo... Yo estoy segura de sentir algo por él... - aseguró la joven.

- Hija, te has aferrado a él... - le dijo Stelle, mientras trataba de consolarla. - Tu situación con Thomás ha sido tan difícil de asimilar para ti que te agarraste del primer barco salvavidas que pudiste. Sincérate contigo misma...

Por su parte, Mirelle seguía llorando, tan afligida que la misma Oscar empezaba a sentir pena por ella cuando por su culpa tuvo un serio problema con André.

- Tiene razón... - le dijo Mirelle entre sollozos. - Es que el mundo se me vino abajo... Todo lo que soñaba ya no existe... - le dijo la desconsolada joven.

- Hija, vé a Normandía y habla con Thomás. - le recomendó Stelle. - Inténtalo, y si no quiere verte, envíale una carta diciéndole que entre ustedes todo ha terminado.

Y tras una pausa, continuó.

- Yo pensaba que era un buen muchacho, pero la forma en la que se ha comportado contigo no tiene justificación. - le dijo Stelle indignada.

- Señora Stelle, ¿cree que pueda irme hoy mismo? - le preguntó. - Me siento terriblemente mal aquí, y no quiero ver a nadie... Además, ahora que he comprendido todo, me siento muy avergonzada con André... - agregó.

- Ayer me dijo que quería hablar contigo, pero le dije que estabas indispuesta. - le comentó Stelle.

- No tengo cara para verlo de nuevo... - le aseguró la joven.

- No tienes que hacerlo. - le dijo Stelle. - Yo hablaré con la señorita Oscar y le diré que tuviste que irte urgentemente a Normandía.

- ¿Haría eso por mí? - preguntó la joven, secando sus lágrimas.

- Claro que sí, niña. - le dijo. - Tú quédate tranquila. No tienes que volver de inmediato. Termina lo que tengas que terminar y pasa un tiempo con tu familia. Yo arreglaré todo con Marion. Recuerda que ella estaba dispuesta a dejarte ir a partir del 25, un par de días más no harán gran diferencia.

- Gracias, señora Stelle. - le respondió ella, más tranquila.

Mientras tanto, cerca de ahí, Oscar reflexionaba sobre las palabras de su cocinera. Stelle tenía razón; no se podía amar aquello que no se conocía, por eso estaba más segura que nunca de lo mucho que amaba a André.

Todo lo que dijo su sirvienta era cierto: él era despistado para muchas cosas, comía como si el mundo fuera a acabarse y escucharlo cantar mientras atendía a los caballos podía llegar a ser insoportable, incluso para los animales. Sin embargo, a pesar de todo eso ella no se imaginaba la vida sin él, y la verdad era que amaba incluso todas esas características que Stelle había catalogado como defectos.

Por otra parte, también reflexionó sobre lo que había sentido por Fersen, aquel lejano amor de juventud, y pudo confirmar lo que desde hacía mucho tiempo sospechaba: que en realidad nunca lo había amado, solo lo idealizó de la misma manera que Mirelle había idealizado a André para huir de su propio corazón.

Y ahí, al lado de un viejo árbol de su jardín, recordó a su único y verdadero amor, y sonrió al pensar que en tan solo unos minutos estaría nuevamente entre sus brazos.

...

Fin del capítulo