Capítulo 36

Un doloroso recuerdo

Luego de su sincera pero reveladora charla con Mirelle, Stelle se dirigió a la cocina. No podía evitar sentirse triste por ella, pero al menos había logrado que salga de ese estancamiento en el que se encontraba, y estaba segura de que, a pesar de todo, la doncella estaría bien.

Oscar, por su parte, se mantuvo quieta hasta que su cocinera se marchó; incluso Mirelle también lo había hecho, pero aún sola, la heredera de los Jarjayes prefirió quedarse unos minutos más en el jardín para no despertar suspicacias. Mientras tanto, Brigitte colocaba las copas en uno de los estantes altos cuando, de pronto, Stelle entró a la cocina.

- Brigitte, ¿has visto a André? - le preguntó la cocinera. Su intención era hablar con él para explicarle que no era necesario que hable con Mirelle; lo mejor era dejarla ir sin decirle nada.

- André está en el recibidor. - respondió la joven doncella. - Creo que pasó ahí toda la noche. - agregó.

- ¡Pobre!... De seguro permaneció ahí esperando a la señorita. - exclamó la cocinera, sin sospechar siquiera los sentimientos que albergaba el nieto de Marion hacia la dueña de casa. - Quería hablar con él, pero tengo que ordenar las cosas que llegaron hoy para la cena de Navidad. ¿Me haces un favor? - preguntó Stelle.

- Dígame, señora Stelle. - respondió la joven.

- Llévale un café y unos panecillos a André. Seguramente no se moverá de ahí hasta que la señorita haya regresado y el pobre no ha comido nada. ¡Ah! Y cuando estés con él, dile que quiero hablarle y que ahora voy a su encuentro. - agregó.

- Claro que sí. - respondió la joven, y de inmediato, vertió el café que acababa de preparar en una jarra de porcelana, para luego colocarla en una bandeja de plata junto con una pequeña taza y un plato de panecillos.

Y mientras Stelle guardaba rápidamente las cosas que habían llegado esa fría mañana, Brigitte se dirigió al recibidor.

Iba tranquila, y mientras caminaba pensó en Mirelle. ¿Cuál habría sido la causa de sus lágrimas? - se preguntaba con tristeza. Unos minutos después llegó al recibidor, pero antes de ingresar se detuvo un momento en la puerta. Una de las maderas del suelo se había levantado y eso la distrajo, pero pronto recuperó su atención y dirigió la vista hacia el nieto de Marion. Él estaba sentado en uno de los sillones de la casa; lucía pensativo, expectante, y por alguna razón Brigitte lo notó distinto aquella mañana.

- "¿Estará preocupado por algo?" - se preguntó.

Pero sin intenciones de retrasarse en cumplir con las indicaciones de Stelle, decidió ir a su encuentro y avanzó un paso hacia él. Entonces, cuando estaba a punto de ingresar, André se levantó de su asiento repentinamente, con la vista puesta en dirección a la puerta que daba hacia el pasillo principal.

Era la señorita de la casa la que acababa de llegar al recibidor, y casi por intuición, Brigitte se detuvo. Ninguno de los dos la había visto, parecían totalmente ajenos a lo que pasaba a su alrededor: para ellos era como si no existiera nadie más en el mundo.

Y una vez más, la joven fue testigo del gran amor con el que ambos se miraban, incluso, esta vez, ese amor parecía ser mucho más intenso. Y en silencio, vio cómo André extendía su mano en dirección a la heredera de la familia, casi rogándole que se acerque, y Oscar corrió hacia él, lanzándose directamente hacia sus brazos.

La doncella estaba paralizada. Ambos se abrazaban con tal ternura que era imposible no suponer que entre ellos estaba pasando algo. Ya no tenía ninguna duda: ellos dos se amaban.

- ¿Dormiste bien? - le preguntó André a Oscar, cobijándola afectuosamente entre sus brazos.

- Sí... André... - respondió ella.

Se habían perdido en una infinita felicidad, en el lugar al que ambos pertenecían. Y luego de permanecer así por algunos segundos - segundos que a Brigitte se le estaban haciendo eternos - el nieto de Marion volvió a dirigirse a la mujer que amaba.

- No pude cerrar el tema que te dije que cerraría por cosas que estaban fuera de mi control, pero lo haré..., sólo que antes debo salir un momento. - le dijo tiernamente y sin soltarla.

- ¿Salir? - replicó ella dulcemente - ¿A dónde? - le preguntó.

- Ese es un secreto... - le dijo él sonriendo, y entre sus brazos, ella también sonrió.

- No tardarás, ¿cierto André? - preguntó ella.

- No... - respondió él. - Pronto estaré contigo nuevamente. - le dijo.

Entonces Oscar levantó la mirada quedando justo frente a sus ojos. Él acarició su rostro, casi hipnotizado por su belleza, y dejándose llevar por su amor besó tiernamente su frente. Luego, ambos se miraron completamente enamorados, presos de todas sus emociones y, sin darse cuenta, sus rostros empezaron a acercarse.

Por su parte, Brigitte no sabía que hacer. Todo estaba pasando tan rápido que no atinaba ni siquiera a moverse. Era obvio que ellos dos estaban a punto de besarse pero no sabía como salir de ahí. De pronto, sintió unos pasos acercándose y dirigió su mirada hacia el pasillo. Era Stelle, quien tal como le había advertido, se dirigía hacia el recibidor en busca de André, y asustada por el temor de que los descubran tiró la bandeja que sostenía, la cual causó un enorme estruendo al caer por todas las cosas que llevaba encima.

Entonces André y Oscar se soltaron de inmediato, y dirigieron su mirada hacia Brigitte. Ella solo atinaba a mirar todo el desastre que había hecho, olvidándose, por un momento, de lo que había estado a punto de ver, y nerviosa, se arrodilló para tratar de recoger lo que quedaba sin haberse roto.

- ¡Pero niña! ¡¿Qué hiciste?! - exclamó Stelle, la cual acababa de llegar y lucía horrorizada pensando que el café que se había derramado podría manchar la fina alfombra del pasillo, pero afortunadamente el poco líquido que se había derramado aún se mantenía en la bandeja y Stelle se inclinó para recogerla.

- Lo siento. - le dijo Brigitte, muy avergonzada.

- Vamos, corre a la cocina por una escoba y un recogedor. - le dijo la cocinera.

- Sí, enseguida. - respondió la joven, y tras ello, salió corriendo de ahí.

Entonces, volviendo a la realidad, Stelle levantó la mirada y se sorprendió al notar la presencia de la heredera de la familia.

- Lady Oscar. - le dijo sorprendida. - Disculpe, no sabía que ya había llegado a la casa. - agregó la cocinera.

Pero Oscar no atinó a decirle nada, porque estaba sumamente nerviosa. Estaba segura de que Brigitte había sido testigo de su encuentro con André, y sabía que la vida del hombre que amaba correría peligro si ella le comentaba a alguien lo que había visto y esa información llegaba a oídos de su padre.

André, por su parte, también estaba nervioso. Hasta ese momento se había esforzado mucho para que nadie sospeche que sentía algo por Oscar; había pasado años ocultando sus sentimientos hacia ella. Sin embargo, ahora todo parecía indicar que había quedado al descubierto.

- Lady Oscar, por favor, perdone a Brigitte. Normalmente es muy cuidadosa... No sé que le pasó. - le dijo Stelle, tratando de disculpar a la muchacha.

- No te preocupes, Stelle. Fue un accidente. - le respondió Óscar tratando de disimular su nerviosismo, pero su temple de acero se había quebrado, quizá por primera vez; la vida de André era lo más importante para ella, y le aterró pensar que pudiese estar en peligro por haberse dejado llevar por el momento.

- Felizmente la jarra no se quebró. - comentó Stelle con una sonrisa, aunque no podía decir lo mismo con respecto a la taza y el plato de panecillos.

Y tras unos pocos segundos, Brigitte regresó y limpió lo que había quedado en el piso.

- Ya está. - dijo la doncella.

- Lleva eso para adentro muchacha, y ten cuidado con los vidrios. - le dijo Stelle.

- Enseguida. - respondió la joven, y luego dirigió su mirada hacia Oscar ligeramente sonrojada. - Con su permiso, Lady Oscar.

Y tras decir esto, Brigitte se retiró.

- Señorita, iré a la cocina para prepararle el desayuno. - le dijo la cocinera.

- Gracias Stelle. - le respondió Oscar.

- Con su permiso. - agregó la cocinera.

Y tras decir esto, Stelle se marchó, sosteniendo la bandeja de plata que los había salvado de un escándalo mayor.

Nuevamente a solas con André, la heredera de los Jarjayes apoyó sus temblorosas manos sobre uno de los aparadores que adornaban el salón, y con la mirada puesta en la fina madera de aquel mueble, se dirigió a su mejor amigo.

- André, por favor, ve con Brigitte y habla con ella. - le dijo.

Y él, leyendo sus pensamientos, se apresuró a hacer lo que ella le había pedido.

- Ahora vuelvo. - le dijo. Y salió de inmediato rumbo a la cocina.

- "¿Cómo pude ser tan irresponsable?" - pensó Óscar, arrepentida por su comportamiento. Ni siquiera se imaginaba que algo así podía llegar a pasar aunque era obvio que sí; sus sentimientos por André la habían apartado de la realidad.

...

Mientras tanto, en el patio contiguo a la cocina, Brigitte se deshacía de los restos de porcelana de la taza y el plato que acababa de romper, cuando, como una ráfaga, llegó a su memoria aquel terrible día en el que le anunciaron que su antigua ama se había quitado la vida.

Y atormentada por ese recuerdo, se sostuvo de una de las paredes, sintiendo por un instante que estaba a punto de desvanecerse.

- ¡Brigitte! - exclamó André al verla, y corrió para sostenerla.

- André... - le dijo Brigitte, tratando de recuperar la calma. - No te preocupes... Es solo un mareo. - le dijo la joven.

- Ven, siéntate aquí. - le dijo él, y la sostuvo hasta que ella pudo sentarse. - Estás pálida... Te traeré un poco de agua y luego le pediré a uno de los mensajeros que vaya por el doctor. Esta no es la primera vez que estás a punto de desmayarte. Es necesario que te vea un médico. - agregó el nieto de Marion, muy decidido a hacer lo que le había dicho, pero cuando estaba a punto de dirigirse a la cocina, Brigitte lo detuvo.

- André, por favor, espera... - le dijo ella. - Yo sé muy bien qué es lo que me pasa. No es necesario que vayas por el doctor. - agregó.

- ¿Acaso estás enferma? - le preguntó él, preocupado por su salud, y la doncella lo observó dubitativa.

- El mal que padezco no es físico. - le dijo, y él la observó en silencio, sin entender lo que ella le estaba diciendo.

Entonces, armándose de valor y aún sin saber bien como abordar un tema como el que quería abordar, Brigitte decidió ser sincera con él.

- André, hace un par de años el ama de llaves de la casa donde trabajaba también hizo que me revisara un doctor, cuando apenas empecé con estos mareos y desvanecimientos. No entendí muy bien la terminología que usó, pero no me diagnosticó ninguna enfermedad física... - le relató. - Aquella vez me dijo que esto que me sucede está relacionado con una dura situación que enfrenté en el pasado, y no solamente yo, sino todos los que formaban parte de mi entorno en aquel momento. - agregó.

- ¿Una dura situación? - preguntó André.

- Sí... Es probable que no lo sepas, pero antes de trabajar en esta casa yo trabajé para una familia noble donde ocurrió una tragedia. - le dijo la joven.

- Mi abuela me contó que venías de trabajar en la casa de la familia Vaublanc. Lo recuerdo porque en aquella época ellos acababan de perder a su hija por una repentina enfermedad, y eso fue una sorpresa para todos en la corte ya que la joven parecía ser una muchacha muy sana. - le dijo él.

Y tras escucharlo, Brigitte bajó la mirada.

- ¿Esa es la tragedia a la que te refieres? - le preguntó André.

- Sí, André. Pero ella no murió a causa de una enfermedad, como todos piensan. - le confesó, ante la sorprendida mirada de André.

Y tras reflexionar por algunos segundos, Brigitte volvió a dirigirse a él.

- Yo llegué a la casa Vaublanc cuando cumplí catorce años con la misión de atender a la única hija del Conde. - le dijo. - Ella era una joven muy buena, y como teníamos la misma edad, nos hicimos muy cercanas...

Y tras hacer una pausa, continuó con su relato.

- Cuando cumplió los dieciséis años su padre decidió que debía casarse, y la comprometió con un noble alemán. Ella no lo conocía, pero no replicó su decisión, y empezaron a prepararla para empezar su nueva vida en Alemania. Fue entonces que mi ama conoció a Marcos, un profesor que contrató la familia para que le enseñe el idioma y todo lo relacionado a la cultura del país donde ella viviría... Sin embargo, André, toda aquella cercanía hizo que ambos se enamoren...

- ¿Ellos... se enamoraron...? - le preguntó él, casi sospechando a donde quería llegar Brigitte con toda esa charla.

- Sí, André... - le dijo la angustiada joven, recordando los hechos. - Y cuando la familia se enteró fue todo un escándalo. Hubieron discusiones, gritos y amenazas por parte de su padre hacia ella. Pero mi ama estaba dispuesta a todo para defender su amor, aunque era un amor imposible, porque ella era de la nobleza y él no tenía ningún título nobiliario. - le dijo.

Y bajando la mirada nuevamente, ella continuó.

- Entonces nos enteramos de algo terrible... - le dijo la doncella. - Y es que... a los pocos días de la discusión que mi ama tuvo con su padre, Marcos amaneció muerto debajo de un puente del río Sena, y cuando mi ama se enteró, trastornada por el dolor y la culpa, se arrojó al río desde el mismo puente, tan sólo un día después. - le relató, y André la miró impactado.

Brigitte continuó.

- Nadie supo eso fuera de los muros de la casa. Todos juramos silencio por respeto a la memoria de la señorita. Sin embargo, André, hoy he roto mi promesa porque no podría soportar pasar por algo así nuevamente. - le confesó.

Y entendiendo lo que la joven trataba de decirle, André la miró pensativo.

- Entonces... tus mareos repentinos... son porque últimamente algo te ha hecho recordar aquellos eventos... - le dijo él, pero Brigitte se quedó callada, sólo bajó la mirada con tristeza.

La historia que la doncella le había contado era terrible: una verdadera tragedia. André siempre había estado dispuesto a dar la vida por amor a Oscar, pero de ninguna manera quería que algo así pudiera llegar a pasarles, sobre todo a ella, porque nunca desearía para la mujer que amaba un dolor semejante.

Entonces, después de reflexionar sobre lo que la doncella le había dicho, André volvió a dirigirse a la joven.

- Brigitte, te aseguro que mientras trabajes en la casa Jarjayes nunca tendrás que volver a pasar por una situación como la que viviste con los Vaublanc. - le dijo decidido.

Y en ese momento, sintiéndose mejor por sus palabras y por haber podido sacar de su interior aquella terrible preocupación que la agobiaba desde la primera vez que percibió que entre André y Oscar pasaba algo, la joven se levantó de la banqueta donde había estado sentada.

- Lo sé, André. Aquí no tendría porqué pasar algo similar... - le dijo decidida. - Nadie en esta casa está viviendo una situación parecida a la que vivieron mi ama y su profesor de alemán... - agregó, dándole a entender que ella no diría nada acerca de lo que había visto.

Y dirigiéndose a la cocina, Brigitte volvió a dirigirse a André.

- Regresaré con la señora Stelle. - le dijo. - Debe estar preguntándose porqué estoy tardando tanto...

- Sí, ve con ella... - le dijo André, y la joven caminó en dirección a la cocina. - Brigitte... - le dijo de pronto el nieto de Marion, y la joven giró su rostro hacia él. - Gracias... - agregó finalmente, y ella le sonrió.

- Ten cuidado, André... - le dijo Brigitte con la dulzura propia de su juventud, y luego se marchó.

...

Fin del capítulo