Capítulo 38

Las demandas del pueblo

Era la mañana del veinticuatro, y contrariamente a lo que todos esperaban, el sol se abrió paso en todo su esplendor aquella mañana de diciembre de 1788, a pesar de que ese había sido uno de los más crudos inviernos que había atravesado Francia.

En su habitación, aún recostado sobre su cama, André abrió los ojos y sonrió. Faltaban sólo unas horas para la llegada del cumpleaños de la mujer que amaba y para la llegada de la Navidad, y aunque para él esas dos fechas siempre habían tenido un gran significado, en esta ocasión serían aún más especiales, porque sería la primera vez que celebraría ambos acontecimientos teniendo en su corazón la certeza de que Oscar lo amaba.

No obstante, había algo que lo inquietaba: su abuela y los padres de su mejor amiga habían anunciado que retrasarían su llegada debido a las marchas de los manifestantes, y aunque sabía que los tres vendrían escoltados por el regimiento del general, no dejaba de preocuparle que algo pudiera pasarles en el camino.

- "Mi abuela debe estar muy enojada por no poder supervisar la cena de Navidad y la comida por el cumpleaños de Oscar..." - pensó André,y de pronto vino a su mente la forma en la que normalmente recibía aquellas festividades.

Aunque el nieto de Marion hubiese querido que sea de otra manera, la realidad era que nunca había podido celebrar el cumpleaños de Oscar enteramente a su lado. A diferencia de la heredera de los Jarjayes que siempre había planeado algo para celebrar el onomástico de su mejor amigo, él nunca había podido hacerlo.

La razón era simple. Dado que el cumpleaños de Oscar coincidía con la Navidad, los Jarjayes casi siempre tenían invitados en casa por esas fechas, y toda la dinámica familiar se alteraba debido a ello. Normalmente era alguna de las hijas de Georgette la que acostumbraba a ir a pasar esos días con ellos, llegando entre el veintidós y veintitrés de diciembre para permanecer en la que había sido su casa al menos hasta recibir el año nuevo.

Incluso cuando Oscar estaba por cumplir los veinticinco años, Georgette pensó que sería una buena idea reunir a toda la familia para esa cena de noche buena y hacer una comida especial la tarde siguiente a ella para celebrar el cumpleaños de la menor de sus hijas. Fue entonces que Hortense, Josephine, Catherine, Marie Anne, Cloutilde y Oscar, las seis hijas de Regnier y Georgette, se reunieron en la mansión Jarjayes después de muchos años de no haber estado todas juntas, inclusive la segunda de ellas, la cual residía en Suecia, y por supuesto, no llegaron solas; cada una llegó con su familia y la casa se llenó de niños, los cuales no dejaban de perseguir a André para que juegue con ellos, los lleve a montar a caballo o les cuente un cuento.

No estaba dentro de las funciones del hijo de Gustave Grandier ser "la niñera" de los nietos del general, sin embargo, por alguna razón que él no comprendía, los niños - liderados por Loulou, la hija de Hortense - se pegaban a él como moscas a la miel, y si bien André tenía una infinita paciencia con ellos, le resultaba agotador lidiar con todos al mismo tiempo.

Por su parte, la heredera de los Jarjayes no se atrevía a ayudarlo. Sabía que al menor intento de hacerlo los niños irían por ella, y después de ver a André todos esos días ya sabía lo que le esperaba. Por ello, inventaba excusas para pasar el mayor tiempo que podía con los adultos mientras que el nieto de Marion la miraba con rencor, y cada vez que podía le decía - aunque bromeando - que algún día cobraría venganza por dejarlo sólo con toda esa carga, pero Oscar sólo atinaba a reírse de su situación.

Habían pasado ocho años desde que todo aquello ocurrió, y las seis hijas de Georgette no habían vuelto a coincidir en el mismo lugar, al menos no todas juntas. Sin embargo, ellas sí trataban de estar con sus padres y con Oscar en las festividades cada cierto tiempo, por lo que al menos una - junto a su familia - iba a pasar una temporada a la casa Jarjayes durante esas fechas, y eso impedía que André pudiera estar más cerca de la mujer que amaba el día de su cumpleaños, aunque de todas formas, él siempre se las ingeniaba para dejar una rosa blanca en su mesa de noche cada madrugada del veinticinco mientras ella dormía, y esa rosa era lo primero que Oscar veía cada vez que despertaba. Nunca lo habían hablado, pero ella sabía que esa rosa era de André, y la esperaba con ilusión en cada uno de sus cumpleaños.

No obstante, debido a las marchas de los últimos meses ninguna de las hermanas de Oscar había planeado ir a Versalles para las festividades; había sido Georgette la que había decidido pasar un tiempo con su hija Cloutilde por esas fechas, sin embargo, ahora todo parecía indicar que ni ella estaría en su casa para recibir la Navidad.

...

Mientras tanto, en la Villa de Provenza, Juliette, Camille y Marcel se habían reunido en la casa de los abuelos Laurent para celebrar las fiestas desde temprano, y luego de haber desayunado, tomaban café en el salón principal de la casa cuando, de pronto, Jules apareció en la entrada.

- Buen día, familia. - saludó el hijo mayor de Juliette.

- ¡Hijo! Al fin llegaste... - le dijo su madre, y todos se pusieron de pie para recibirlo.

- ¡Marcel!... ¡Al fin nos vemos! - exclamó Jules, dirigiéndose a su cuñado.

- ¡Jules! - le dijo, dándole un abrazo. - Si que estás recluido en la villa de André. Llegué hace varios meses a Provenza, ¡es increíble que tenga que llegar la Navidad para que podamos vernos!. - le dijo, y su cuñado rio sonoramente.

- Lo mismo digo, Marcel. Podrías haber ido a verme; estoy a solo una hora de aquí. - respondió Jules.

- ¡Ni me lo digas hombre, que me haces sentir mal! - respondió Marcel. - Créeme que me hubiera gustado ir a verte y de paso conocer la Villa del Sur, sin embargo, por el viaje tan largo que hice se me han acumulado los pacientes aquí, y apenas estoy terminando de verlos a todos. - agregó

- Yo puedo dar fe de ello, hermano. - le dijo Camille. - Marcel anda muy atareado, pero ya le dije que debe relajarse. - agregó.

- Así es. Ya faltan dos meses para que nazca el bebé, y mi nuevo nieto te necesita con energía Marcel. - mencionó Juliette.

- La tendrá, la tendrá... - le dijo Marcel riendo.

Y luego de que una de las sirvientas le trajera su café a Jules, su cuñado volvió a dirigirse a él.

- ¿Y cómo vas en temas de amores?... Me dijo Cami que ahora sí sentarás cabeza... - comentó Marcel ante la mirada sorprendida de Camille, la cual no se esperaba la indiscreción de su marido.

- En estos momentos no estoy viendo a nadie... - le confesó Jules.

- ¡¿Qué?! - exclamaron Camille y Juliette al unísono. - Pero, ¿y qué pasó con Sandrine? - preguntó su hermana.

- No lo sé... Algo nos faltaba... - le dijo Jules dubitativo.

- ¡Ay hijo!... Siempre es lo mismo contigo... - le dijo Juliette, casi regañándolo. - Ya te he dicho muchas veces que el amor se construye con el tiempo, y que nunca vas a encontrar a alguien totalmente perfecto. - agregó.

Y tras escucharla, Jules elevó la mirada al cielo.

- Algo me decía que no debía levantarme de mi cama esta mañana... - les dijo resignado, y todos empezaron a reír.

- Bueno, ya dejémoslo en paz. - les dijo Marcel a los presentes.

- Por cierto, ¿dónde está mi ahijado? - preguntó Jules.

- Philippe está jugando en los jardines. - respondió Camille. - Seguro pronto vendrá por acá. - agregó.

Y tras decir esto, los cuatro siguieron conversando.

...

Mientras tanto, luego de darse un baño, André se dirigió a la cocina. Oscar ya estaba ahí, y al verlo se le iluminó la mirada.

- Buenos días. - dijo él dirigiéndose a todos, pero con la mirada puesta en la mujer que amaba.

- Buenos días, André. - respondió ella.

Y tras escucharla, el nieto de Marion dirigió su mirada hacia Brigitte, la cual lo miraba nerviosa, y entendiendo que estaba siendo muy obvio con sus sentimientos hacia Oscar, decidió hacer lo posible por disimular su amor, pero se sentó junto a ella.

- Stelle, ¿ha habido alguna novedad con respecto a la llegada de mi abuela y de los padres de Oscar? - preguntó André.

- Todo sigue igual. - respondió la cocinera. - Solo queda esperar...

- No te preocupes, André. Seguramente llegarán hoy mismo. - agregó Oscar. - No creo que las marchas continúen a lo largo de la tarde. Los caminos estarán libres y seguros para su regreso. - le dijo mirándolo dulcemente.

Él moría por besarla. ¡Qué difícil resultaba tenerla tan cerca y no poder hacer nada!... ¿Podría resistirse a ella? ¿Realmente podría? - se preguntaba.

La tarde anterior había sido todo un calvario. Luego de regresar a la mansión - después de hacer las diligencias que tenía pendientes - todo lo que quería hacer era tomarla entre sus brazos y hacerla suya... ¡La amaba tanto!

Su rostro tan bello, su piel tan suave... Cada vez que la tenía cerca todo lo que quería era acariciarla, besar cada rincón de su cuerpo, y demostrarle que se puede alcanzar el cielo a través del amor, descubriendo junto a él lo bello que era ser una mujer.

Sin embargo se había resistido. Quería hacer las cosas bien porque Oscar era lo más importante que tenía en la vida.

Luego de enterarse que Mirelle estaba viajando a Normandía y ya sin ese asunto a resolver entre sus pendientes, André pensó que tenía que existir alguna posibilidad para ellos sin la necesidad de que Oscar tenga que traicionar a su familia y a sus reyes para compartir la vida con él, sin embargo, por más que le daba vueltas al asunto, no llegaba a ninguna parte.

- André... - dijo Oscar de pronto, sacándolo de sus pensamientos.

- ¿Sí, Oscar?. - respondió él.

- Ayer dejaste unos papeles y folletos en el salón del té... ¿Son importantes? - le preguntó.

- ¡Ah!.. ¡Eso!... - respondió él. - Olvidé comentártelo ayer, pero mientras regresaba de hacer mis diligencias, me encontré con una de las tantas manifestaciones que hay en París, y uno de los organizadores estaba repartiéndolos. - le dijo. - Según lo que me comentó, entre esos papeles se encuentra un resumen del pliego de exigencias y demandas que los representantes del pueblo pretenden discutir en los Estados Generales... Aún no los he visto, pero los dejé ahí para que los revisemos juntos. - agregó.

- Es una excelente idea... ¿Te parece si los revisamos cuando termines de desayunar? - le preguntó Oscar.

- Sí... Sólo dame unos minutos, porque tengo que coordinar con Stelle algunos detalles de la cena de Navidad de hoy y de la comida de mañana. - le dijo.

- ¿Tú? - preguntó ella incrédula, y él rio.

Entonces Stelle, que los estaba escuchando, intervino.

- ¡Ay, señorita! - exclamó la cocinera. - ¡Espero haber hecho lo correcto y que los amos estén satisfechos con todo lo que he preparado para la cena! - mencionó.

- Quédate tranquila, Stelle. Tú nunca te equivocas en esas cosas. - le respondió Oscar.

- Es que siempre he contado con el apoyo de Marion... Pero ahora... - comentó la cocinera.

- No te preocupes, Stelle... Todo saldrá bien. - le dijo el hijo de Isabelle Laurent. - Además, seguramente todos estarán aquí por la tarde, así que le puedes preguntar a mi abuela cualquier duda que tengas antes de la cena. - agregó.

- Si, supongo que así será. - respondió Stelle.

Y tras una breve pausa, Oscar se dirigió nuevamente a ella.

- Stelle, ¿quién se está encargando de la cena del personal de servicio? - preguntó Oscar.

- Beatrice, señorita... Marion le encargó el evento desde que inició Diciembre, y la verdad es que lo está haciendo muy bien. - respondió Stelle.

- Me alegro. - le dijo la dueña de casa con una sonrisa.

Y es que en la mansión habían dos celebraciones: una que era para la familia Jarjayes, y otra que era para el personal de servicio al que le tocara trabajar en esa fecha.

...

Un par de horas después, André se reunió con Oscar en el salón donde acostumbraban tomar el té.

A diferencia de ella que llevaba un buen rato ahí, André acababa de llegar ya que había estado coordinando algunas cosas con Stelle antes de ir a su encuentro.

- ¿Encontraste algo que te llamara la atención en esa lista? - le preguntó André de pronto, sacando a Oscar de su reflexión, y ella dirigió su mirada hacia él.

- Algunas cosas... sí... - le dijo, aunque parecía sorprendida.

Efectivamente, había una petición en particular que había llamado la atención de la heredera de los Jarjayes:

"Igualdad ante la ley: Se exige la abolición de los privilegios y la igualdad ante la ley para todos los ciudadanos, independientemente de su origen social."

¿Acaso podía ser eso posible? - se preguntaba Oscar. Efectivamente había una serie de privilegios que tenía la nobleza con las que ella no estaba de acuerdo, pero cambiar radicalmente algo como eso podía llegar a ser contraproducente. Por otra parte, era la segunda parte de esa petición la que más había llamado su atención: la exigencia de la igualdad ante la ley para todos los ciudadanos, independientemente de su origen social.

- "¿Será esta la solución a la principal causa de mis preocupaciones?" - se preguntaba ella.

El principal obstáculo que tenía Oscar para concretar su amor con André - aparte del sentimiento de culpa que aún sentía por haber ignorado los sentimientos del hombre que amaba mientras estaba enamorada de Fersen - era su diferencia de clases sociales. No obstante, si se llegara a concretar este punto durante las reuniones de los Estados Generales, la heredera de los Jarjayes podría llegar a casarse con André sin que ninguna ley absurda se lo impida, porque ambos serían iguales, independientemente de su origen social.

- ¿Me prestas eso? - le preguntó André a Oscar, y ella le entregó la lista de exigencias y demandas del pueblo, la cual había sido resumida para el fácil entendimiento de los ciudadanos.

Entonces, en silencio, André empezó a leer cada uno de los puntos.

Demandas y exigencias del pueblo francés

1. Mayor representación en el gobierno: Se exige una mayor representación en los Estados Generales y en el gobierno en general. No estamos de acuerdo con que la mayoría de los miembros de los Estados Generales sean nobles y clérigos.

2. Igualdad ante la ley: Se exige la abolición de los privilegios y la igualdad ante la ley para todos los ciudadanos, independientemente de su origen social.

3. Derecho a voto: Se exige el derecho a voto y la creación de una asamblea nacional representativa elegida por sufragio universal.

4. Reforma fiscal: Se exige una reforma fiscal que alivie la carga impositiva sobre los más pobres y grave más a los ricos y a la nobleza.

5. Libertad de prensa y de expresión: Se exige la libertad de prensa y de expresión, y el fin de la censura y la represión por parte del gobierno.

6. Derecho al trabajo y a un salario justo: Se exige el derecho al trabajo y a un salario justo, y la abolición del sistema feudal que impide buscar mejores condiciones de vida.

Y tras leer cada punto, el nieto de Marion se sentó frente a Oscar, aunque sin quitar la vista de aquella lista. En un primer momento le preocupó que la familia de su gran amor sea dañada por estas exigencias, pero por otra parte éstas le parecieron justas, incluso necesarias, y por supuesto, la segunda había capturado su atención de manera particular.

- ¿Qué opinas? - le preguntó André, y esperó atento la respuesta de la mujer que amaba.

Entonces, ella se puso de pie y lo miró emocionada.

- André, yo sé que mi familia estará en riesgo con todas estas exigencias... Y quizás anticipándose a estas demandas es que mi padre empezó a poner en venta algunas de las propiedades de los Jarjayes... Sin embargo, cada una de estas peticiones me parece justa, y me ilusiona pensar que puedan concretarse. - le dijo.

- Oscar... - respondió él, sorprendido por su respuesta, pero sobre todo por su entusiasmo.

- ¿Te lo imaginas?... ¿Te lo imaginas André? - le dijo ella, sintiendo que el corazón se le salía del pecho. - Nosotros formaremos parte de ese cambio... La Guardia Francesa... La Compañía B... Nosotros tendremos el privilegio de vigilar todo ese proceso.

Había fuego en su mirada. Deseaba con todo su corazón que los cambios pudieran concretarse, no solo por una Francia más justa para todos, sino también por ella misma, porque en lo más profundo de su ser deseaba que su situación con André pudiera resolverse sin tener que traicionar a su familia, pero sobre todo, sin tener que poner en riesgo al hombre que amaba.

Y aunque en un principio el deseo de André era el de fugarse con ella y empezar una nueva vida juntos desde ese mismo instante, el entusiasmo de la mujer que amaba lo llenó de optimismo.

Quizás sí era posible... Quizás sí podía existir un mejor futuro para Francia, un futuro en el que él y la mujer que amaba pudieran ser iguales ante la ley para que ya nada pueda separarlos, y para que puedan vivir libremente su amor. De ser así, él estaba dispuesto a luchar por ese futuro con todas sus fuerzas.

Al igual que ella.

...

Fin del capítulo