Capítulo 68
Terribles noticias para el General
Bajo una intensa lluvia, y montado en su caballo al lado de la hija de Regnier, André observó desvanecerse la figura de Victor Clement a la distancia. Estaba impresionado; el sacrificio de su ex-rival por la mujer que amaba lo había dejado consternado.
Aquella rendición total a ella cuando se interpuso entre los representantes del pueblo y los guardias reales lo tenía sobrecogido, y es que el conde ni siquiera había intentado persuadirla de su acción, únicamente guardó su espada y se rindió ante ella para finalmente pronunciar aquellas palabras que él también alcanzó a escuchar y que aún retumbaban en sus pensamientos.
"Esto lo hago por ti... aunque tenga que convertirme en traidor..."
Y ahí, bajo la lluvia y observando el horizonte, André comprendió que el amor de Gerodelle hacia Oscar era tan grande como el suyo, y no pudo sentir más que admiración por él y por el enorme sacrificio que acababa de hacer por la mujer que amaba.
Al haber sido criado en una casa de nobles, el nieto de Marion comprendía perfectamente lo que el Comandante de la Guardia Real acababa de hacer, y es que desobedecer una orden del rey implicaba terribles consecuencias. El conde seguramente sería arrestado, retirado de su cargo y dado de baja deshonrosamente aún habiéndole dedicado toda su vida al ejército, y en el plano de lo personal, seguramente enfrentaría a la posibilidad de perder su título nobiliario, toda su fortuna y ser enviado al exilio, o en el peor de los casos, enfrentar la pena de muerte, ya que su cargo de confianza para la familia real aumentaban aún más la gravedad de sus actos.
Y mientras reflexionaba sobre ello, dirigió su mirada hacia Oscar, y cayó en cuenta de que ella, al ser también una aristócrata y Brigadier del Ejército Francés, debía enfrentar exactamente aquellas mismas consecuencias, y su corazón se paralizó por el temor.
- Brigadier Jarjayes, gracias... Gracias por salvar nuestras vidas y la existencia de nuestra Asamblea Nacional . - le dijo el Marqués de Lafayette a Oscar, mientras extendía su mano hacia ella para manifestarle su respeto.
Entonces Oscar dirigió su mirada hacia él, y tras ello, bajó de su caballo para responder a su saludo.
- Marqués de Lafayette, es necesario que reconstruyan la comunicación con la Familia Real. - le dijo la heredera de los Jarjayes tras haberle dado la mano respetuosamente. - Deben dejar de lado estas divisiones que no nos llevan a ninguna parte. - agregó.
- Después de lo que ha ocurrido será difícil lograrlo, Brigadier Jarjayes. Su Majestad estaba dispuesto a acabar con todos nosotros. - le respondió él.
- Usted es un aristócrata y también un político de gran trayectoria; estoy segura de que su experiencia en América le será de ayuda para resolver un asunto tan complejo como este. - le dijo la hija de Regnier.
Entonces, el Marqués de Lafayette volvió a dirigirse a ella.
- Entiendo a qué se refiere, Brigadier. Le doy mi palabra de que intentaré buscar una solución a este problema, porque si las cosas continúan por este camino, París se volverá un caos y será muy difícil recuperar el control de la situación. - le respondió el aristócrata.
Y tras ello, la miró pensativo.
- Únicamente los miembros de la nobleza escuchamos que el rey había dado la orden de abrir fuego contra nosotros, intentaré convencerlos para que esta información no llegue a oídos de los delegados del Tercer Estado, porque si eso llegara a suceder, estoy seguro de que no habría manera de recuperar la relación del pueblo con su rey. - le dijo el marqués a Oscar, y ella asintió con la cabeza.
Entonces André bajó de su caballo y el Marqués de Lafayette dirigió su mirada hacia él.
- Soldado, usted también pertenece a la Guardia Francesa, ¿cierto? - le preguntó amablemente al nieto de Marion. Entonces Oscar intervino.
- Marqués de Lafayette, por favor, permítame presentarle a André Grandier, el miembro de mi regimiento en el que más confío. - le dijo. - Sin su ayuda me hubiese sido imposible llegar hasta aquí para detener a los guardias reales. - agregó la hija de Regnier.
Entonces el marqués extendió su mano hacia André.
- Soldado Grandier, también estamos en deuda con usted. Muchas gracias por lo que ha hecho. - le dijo sinceramente mientras le daba la mano.
- Fue un honor para mí poder colaborar con la Asamblea Nacional. - le respondió André.
Y tras unos segundos, el marqués se dirigió a ambos.
- Debo dejarlos... Tengo que hablar de inmediato con los delegados. Brigadier Jarjayes, Soldado Grandier, nuevamente muchas gracias por su ayuda. - les dijo.
Y tras ello, caminó hacia el grupo de nobles que pertenecía a la Asamblea Nacional para hacer lo que le había dicho a Oscar.
Entonces, ya solo con ella, André dirigió su mirada hacia la mujer que amaba.
- Oscar, debemos abandonar Versalles de inmediato. - le dijo el nieto de Marion imperativamente. - Los hombres del General Boullie deben estar buscándote por todas partes para arrestarte, y no quiero ni pensar en lo que pasará cuando todos se enteren que también impediste que Gerodelle lleve a cabo la orden que se le dio. - le dijo decidido.
- ¿Abandonar Versalles? ¿Pero qué dices, André? ¿Acaso me crees capaz de huir en un momento como este? - le respondió ella, casi sin poder creer que él le esté sugiriendo hacer algo como eso.
- ¿Pero es que acaso no te das cuenta de la situación en la que te encuentras? - replicó André empezando a impacientarse. - Oscar, no sólo desobedeciste la orden del rey de desalojar a los delegados, también impediste públicamente que la Guardia Real lo hiciera. - exclamó, tratando de que Oscar entre en razón.
- ¡Pero eso no me hace una traidora a la corona! - le respondió ella, convencida de sus palabras.
Y tras una breve pausa, continuó.
- André, ¿sabes qué hubiera pasado si por orden del rey alguno de los representantes del pueblo hubiera perdido la vida? - le preguntó. - Seguramente los ciudadanos habrían tomado las calles de París, y luego se habrían dirigido hacia el Palacio de Versalles para cobrar venganza contra la Familia Real. Todo lo que he hecho ha sido pensando también en ellos. - exclamó, y André volvió a dirigirse a ella.
- Oscar, no pongo en duda tus intenciones, pero el séquito del rey no lo va a ver así. - le respondió él. - Por favor, deja que te lleve lejos de aquí... Permíteme que te ponga a buen recaudo. - insistió él.
- André, te garantizo que no va a pasarme nada. - le respondió ella. - Para estos momentos, seguramente Su Majestad ya se dio cuenta del gran error que iba a cometer. Además, el Marqués de Lafayette me prometió que utilizaría sus influencias para que todo vuelva a la calma. - le dijo.
Entonces el nieto de Marion la observó en silencio. Seguía teniendo un mal presentimiento sobre toda esa situación, pero la convicción de Oscar y la disposición de alguien tan influyente como el Marqués de Lafayette hicieron que empiece a dudar de lo que debía hacer en ese momento.
Y tras una breve pausa, la hija de Regnier continuó.
- Mejor pensemos en cómo evitar que Alain y los demás sean ejecutados. - le dijo a André, y en ese momento, el nieto de Marion recordó la terrible situación de sus compañeros.
Mientras cabalgaban hacia el recinto, Oscar le había contado brevemente lo que había pasado en el cuartel de Versalles mientras él esperaba por ella en el pasillo contiguo a la oficina del General Boullie, pero con todo lo que había ocurrido luego, el hijo de Gustave Grandier ni siquiera había tenido la oportunidad de pensar en ello.
- Es cierto, Alain y los demás corren un gran peligro... - le dijo André, pensativo.
- Así es... Y no podemos permitir que les pase nada malo. - le respondió Oscar.
No obstante, a pesar de saber que ella tenía razón con respecto a que tenían que ayudar a sus compañeros, André no se sentía tranquilo. ¿Acaso sería verdad que Su Majestad le perdonaría a Oscar haber evitado un derramamiento de sangre? - se preguntaba, y en ese momento, quiso creer que eso podía ser cierto; finalmente Luis XVI era un hombre generoso que posiblemente envió a ejecutar esa orden por presión, porque André no lo creía capaz de hacer algo como eso por iniciativa propia.
...
Mientras tanto, en el Palacio de Versalles, los miembros de la corte comentaban lo ocurrido. La noticia de que Oscar había evitado el desalojo de los delegados convenciendo a la Guardia Real de que se retirara había corrido como pólvora, y todos - a excepción de la reina de Francia que se había retirado a descansar por un terrible dolor de cabeza - se preguntaban qué pasaría con todos aquellos que habían desafiado a la corona.
El conde Victor Clement de Gerodelle ya estaba por llegar al palacio junto con los guardias reales, y tras ingresar por sus amplias rejas, les pidió a todos que se reúnan en el patio.
Entonces, con voz firme, se dirigió a sus hombres.
- ¡Guardias Reales! ¡Atención! - les ordenó, y todos armaron filas y lo observaron expectantes.
Y tras una breve pausa, Gerodelle continuó.
- Está de más decirles que yo, como comandante de la Guardia Real, soy el único responsable de las decisiones que se tomaron esta tarde. Como miembros de este regimiento, ustedes tienen la obligación de obedecer mis órdenes, y eso es lo que hicieron hoy.
Entonces Victor Clement los observó en silencio, tratando de guardar la que posiblemente sería la última imagen que tendría de sus hombres, ya que estaba convencido de que el General Boullie no le perdonaría su grave falta. Y ahí, justo frente a ellos, vinieron a su memoria muchos de los momentos que compartió con ellos, desde los duros entrenamientos a los que los había sometido cuando sólo eran unos novatos, hasta las maduras conversaciones que había sostenido con ellos para felicitarlos por haber alcanzado todo su potencial.
Y mientras pensaba en ello, los guardias reales lo miraban inquietos. ¡No es justo! - pensaban. ¡Ninguno de nosotros quería dispararle a esos hombres desarmados! ¡Ninguno de nosotros quería dispararle a la comandante! ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué entonces es él el único que tiene que cargar con toda la responsabilidad! ? - se repetían. No obstante, también comprendían que de eso se trataban las jerarquías.
- Teniente Dubois, queda a cargo de la Guardia Real hasta que reciba nuevas órdenes. - le dijo a su subordinado ante la sorpresa de todos, y tras ello, avanzó unos pasos en dirección al interior para dirigirse a la oficina del General Boullie.
- ¡Espere! ¡Espere, Comandante! - le dijo el Teniente Dubois.
Y él y otro de los guardias de más alto rango que estaban bajo su mando, se acercaron a él.
- Comandante, ninguno de nosotros deseaba abrir fuego contra los delegados desarmados y mucho menos en contra de la Comandante. Lo justo es que yo también me ponga a disposición del General Boullie. - le dijo Dubois.
- Estoy de acuerdo con el Teniente Dubois. Yo también me pondré a disposición del general.- le dijo también el Teniente Murrei.
Entonces, Gerodelle se dirigió a ellos.
- Compañeros, les agradezco su lealtad, pero bien saben que soy yo él responsable de que la Guardia Real haya desobedecido la orden del rey. No tiene caso que todos paguemos por las consecuencias de mi decisión; es suficiente con que me castiguen a mí. - les dijo.
- Pero... - replicaron ellos, sin embargo, Victor Clement los interrumpió.
- Por favor, protejan a Sus Majestades en mi lugar. - agregó.
Y tras ello, los dejó solos y continuó su camino hacia el interior del cuartel mientras sus hombres de más confianza lo miraban atónitos y sin saber qué hacer.
...
Mientras tanto, el padre de Oscar esperaba por el General Boullie en su despacho. Él y todo su regimiento habían retornado a Versalles por orden de la máxima autoridad del Ejército Francés; el General Boullie le había pedido a Regnier que regrese desde la frontera norte, y tras llegar a la Mansión Jarjayes la tarde anterior, se había presentado en su oficina para recibir sus nuevas órdenes; sin embargo, aún ignoraba lo que había pasado con su hija. Él se encontraba en el despacho del general desde hacía ya un buen rato y era ajeno a todas las noticias que circulaban sobre Oscar y Victor Clement tan solo a unos metros de él.
Por su parte, el militar de mayor rango en el ejército se dirigía a su encuentro. Había desistido de enviar a un regimiento más a desalojar a los delegados que se habían negado a abandonar el recinto de la asamblea; ya se había generado demasiado escándalo en la corte de Versalles y estaba seguro de que no sería capaz de soportar un sólo desacato más. No obstante, aunque había estallado de ira cuando se enteró de que también el comandante de la Guardia Real había decidido desobedecer la orden del rey, ahora se encontraba más tranquilo, y es que había comprendido que alterarse más únicamente nublaría su visión para pensar en la mejor manera de abordar aquella situación tan inesperada y compleja.
No obstante, a pesar de su serenidad, no podía evitar sentir tristeza al saber que tenía que darle una terrible noticia al General Jarjayes, que era un buen amigo suyo, y es que Oscar, a quien Regnier había nombrado su heredera y sucesora, había desobedecido una orden directa del rey, y peor aún, había llevado al actual comandante de la Guardia Real a hacerlo también y de una manera pública.
Él mejor que nadie sabía lo orgulloso que Regnier se sentía de su familia y de su tradición de ser leales a la corona de Francia pasara lo que pasara, una tradición que se había mantenido incólume de generación en generación hasta la traición de Oscar.
- "¿Cómo voy a darle una noticia tan devastadora?" - se preguntaba el General Boullie.
No obstante, sabía que tenía que hacerlo, porque prefería ser él quien le diga todo lo que había ocurrido antes de que se entere por otra fuente.
Mientras tanto, el séquito de Luis XVI le había pedido al monarca una reunión de emergencia para discutir el castigo que se les daría a las familias de Oscar y Gerodelle tras el deshonroso comportamiento de sus hijos. Estaban enfurecidos; sentían que eran cada vez más los nobles que se atrevían a desafiar abiertamente a la corona, y para ellos, cualquier cosa que debilitara a la monarquía ponía en riesgo su estatus dentro de la corte francesa.
Por su parte, el General Jarjayes esperaba pacientemente la llegada del General Boullie a su despacho, sin imaginar siquiera las terribles noticias que la máxima autoridad del Ejército Francés estaba por llevarle.
...
Fin del capítulo
